Corría.

Desde el día en que Ian nació mi vida se había convertido en una carrera constante, en cualquier ámbito, en cualquier lugar, todo con tal de estar allí siempre presente.

Porque siempre quería estar allí. Porque siempre quise ser lo que mi madre nunca fue.

Esta vez, sólo esta vez, no corría por Ian. Corría por ti. Porque temía que Ian espanrase a la única niñera que me quedaba en el repertorio.

Sorpresa la que me llevé antes de abrir la puerta y la música que se escuchaba adentro, mas en el instante en que abrí la puerta mis nervios se disiparon y se convirtieron en una sonrisa mientras bailabas e Ian reía a cada paso que dabas.

Mi intención era quedarme parado en el umbral viéndolos bailar. Aunque eso no sucedió.

En cuanto Ian me vio salió corriendo y tú te detuviste. No se quejó, no me dijo absolutamente nada malo, solo me pedía que te quedarás.

En aquel entonces él estaba fascinado contigo y yo no entendía muy bien por qué, tal vez era porque le agradabas mucho más que las otras, tal vez porque coloreabas con él o corrían por todo el lugar.

Me alegra de que me haya insistido tanto.

Porque aún no existía lo nada serio y ni siquiera estábamos cerca del todo, y me tocó inventarme una excusa estúpida para pedirte que bailaras conmigo.

Porque a su vez el baile era una mísera excusa para pregunrte si estabas mejor, para preguntarte por cosas banales y que no tenían cabida entre nosotros en aquel momento.

Lo que yo no sabía en aquel entonces era que te irías, no sabía que terminarías por ser todo y a la vez nada, no sabía que la nada podrían ser todo. No tenía ni la menor idea de que aquel baile cambiaría muchas cosas.

Porque cuando lo nada sería que tenía se convirtió en todo, aquel baile también se volvió tradición entre nosotros.

Así como la danza es una expresión artística, religiosa o espíritual, como parte de la cultura, tradición o ambiente en el que se vive; se volvió parte de nosotros.

Porque en aquel efímero y minúsculo momento me tomó por sorpresa el olor de tu perfume y comencé a preguntarme cuál usabas, también me di cuenta de que me gustaba el olor de tu cabello.

Y mientras que hablábamos de cosas banales noté también que me gustaba verte sonreír.

Porque era una experiencia nueva ver diferencia de la vulnerabilidad que había visto en tus ojos con la seguridad que proporcionaba verte sonreír.

Fue en aquel momento en donde, dejé de arrepentirme de estar constantemente en una carrera, deje de arrepentirme de derramar un café sobre una camisa blanca.

Fue la primera vez que noté que tus hombros estaban llenos de pecas que, a su vez bajaban por tu espalda.

Porque fue la primera vez de muchas que intenté contar las pecas que tenías, así como fue la primera vez de tantas que jamás llegué a una conclusión pues siempre terminaba por perderme entre una y la otra.

Si en aquel momento me hubieran dicho que en un futuro podrías estar en cualquier parte del mundo menos a mi lado, no me hubiera importado.

Porque solo eras una conocida que aún no tenía un pasado para mí, solo eras alguien que había visto un par de veces.

Me alegra que no existan las máquinas del tiempo, ni los viajeros y que las posibilidades de una en un millón existan.

Porque me encantó que entre los siete mil millones de personas que existen en el mundo hubiera sido yo, la persona que bailó aquella noche contigo.

Porque en el cielo existen tantas constelaciones como nombres existen en el mundo. Así como tampoco pasaba desapercibido tus pecas mientras yo trataba de unirlas y formar constelación.

Jamás llegué a formar una existente en el cielo y eso era lo bonito de buscarlas entre tus pecas, que nunca llegué a encontrar una igual, siempre terminaba por formar constelaciones diferentes unas de otras.

Ahora, esos días que me da por sentarme en la estancia a trabajar, a veces me quedo mirando al rincón en donde siempre solíamos bailar hasta que terminábamos bailando en el medio de la sala. Y los recuerdos terminan por abrumarme mientras corren uno tras otro como películas que nunca se detienen terminando por mezclarse.

Luego queriendo distraerme miro las estrellas, cosa que funciona por un momento mientras que las miro y digo la palabra que está formada por letras con un sentido completo que a su vez le otorga el nombre.

Entonces luego paso a las constelaciones, y cuando nombro la quinta, siempre la quinta, porque era la quinta constelación la que siempre comenzabas a nombrar conmigo cuando nos sentábamos a mirar las estrellas comienzo a recordar las pecas que manchaban tu espalda y que se acumulaban en tus hombros.

Y cuando se entremezclan unos y otros me dan ganas de dejarlo todo atrás y salir a buscarte en cualquier lugar en donde quisiera que estés, cualquier pista, cualquier señal; pero la imposibilidad de encontrarte termina abrumandome.

Porque ahora, mis sueños están regidos por constelaciones que se transforman en las pecas que adornaban tu espalda, y que esperó poder volver a contar y así terminar de formar todas las constelaciones sde dejé pendiente.

Pd: Nunca te dije que aquel día tenía iba a tener una cita. No obstante, valió la pena haberme ido, pues tuve la oportunidad de bailar contigo por primera vez.