64. El último cuervo blanco
"Oh Dios... ¿Y qué demonios pensabas dulce y pequeña Helena Candiani?" —pronunció mi nombre como si fuera una burla —"¿Qué en la vida real de verdad llega el valiente valiente, luego de haber cruzado la mitad del mundo, galopando sobre un ridículo corcel blanco, sólo para rescatar a su pequeña princesa, cuya única cualidad es que podría quedarse esperando hasta que los gusanos le coman los ojos? ¿No estas un poco grande ya para ese tipo de historias?" —sonrió. Sus ojos brillantes me miraban a través del espejo; con ese plateado escalofriante que los caracterizaba; como si emitieran su propia luz: la luz de una bestia, de un gato, de unas pupilas deslumbrantes perfectamente encerradas dentro de una canica de tejido transparente—"Déjame contarte un secreto Helena, algo que todo el mundo sabe pero que nadie te dice; en la vida real los príncipes y las princesas se rebanan la garganta los unos a los otros y no les tiemblan las manos... ¿Quieres saber por qué?" —se sintió como si se acercara a mí, a pesar de que no podía hacerlo. A pesar de que ella solamente estaba dentro de mi cabeza —"Porque harán lo que sea para obtener la corona" —su mano atravesó el espejo y su tacto de hielo, se sintió como vórtice helado que se cerraba alrededor de mi garganta. Por la sensación de líquido caliente que comenzó a escurrir, supe al instante que aquello estaba pasando realmente, y que no había sido solo un roce o una idea, y que antes de apretar con fuerza mi esófago, una de sus garras me había cortado la piel—"Así es pequeña y dulce, dulce Helena, aún hay muchas gargantas que destrozar, porque resulta que el mío es un juego un poco diferente. Yo no estoy jugando para obtener una corona, estoy recuperando la mía. Y sí para que vuelva a su sitio tengo que arrancarle los brazos al que no quiera soltarla, o hacer rodar la cabeza del que ha osado ponérsela mientras yo dormía, que así sea."
—Alondra Calles
La escultura de hielo que estaba justo al centro, se robaba todas las miradas de los que estaban ahí; admirándola como si fueran un montón de polillas completamente hipnotizadas por el resplandor de un poste de luz.
Unos aros gruesos de metal le daban la vuelta, soltando vapor de colores cada tanto.
¿Era algo parecido al nitrógeno congelado para ayudar a que no se derritiera? ¿O solo los habían puesto ahí para que se viera excéntricamente bien?
Me perdí mirándola mientras una de las edecanes me colocaba una pulsera de hule, con un chip, alrededor de la muñeca.
"Así puedes salir y volver a entrar todas las veces que quieras, sin tener que lidiar con ese cadenero cara de pedo atorado" —me sonrió mientras usaba un aparato en forma de pistola para activarle.
*Beep*
"¡Listo!" — me puso en una mano un bolígrafo metálico, con plumas neón en la parte de atrás y en la otra una bebida —"¡Diviértete!"
Llevaba puesta una gorra que decía; Queen Beer, y un par de chongos a lo Chun-Li de Street Fighter.
"Gracias"
Las luces de ambientación que colgaban del techo y giraban como un móvil constante, hacían que la tinta de los bolígrafos se viera como si estuviera hecha de láser, como si tuvieras en tus manos un diminuto sable de Star Wars para hacer todos los garabatos que se te ocurrieran.
Había cosas escritas por todas partes... incluso sobre los cuerpos de las personas. Desde frases lindas, garabatos, juegos de gato... hasta penes dibujados sobre los rostros de los que ya estaban demasiado tomados.
Los meseros iban y venían con esos trajes de pingüino, pero en vez de que su moño fuera todo negro, tenían lucesitas y en lugar de llevar un peinado impecable y un rostro pulcro, sus caras estaban ocultas tras una máscara hecha de pintura que brillaba en la oscuridad; haciendo que perecieran espectros serviciales en colores neón.
"Como si fueran creaciones de Hayao Miyazaki..." —susurré para mí misma —"O como si alguna criatura se hubiera escapado del mundo de las maravillas de Alicia, porque decidió que en vez de pasarse el día mirando a la oruga gorda fumando sobre la hoja, mejor se iba de fiesta"
Algunos traían una libreta pequeña para anotar cosas, pero la mayoría caminaban por ahí con charolas repletas de comida y bebidas alcohólicas.
Había piñas y fresas coladas (con sus sombrillitas de papel maché y un trozo de fruta), martinis (con una rebanada de limon casi transparente, clavada en el borde de la copa), mimosas burbujeantes, mojitos en copas espectaculares, Manhattan (con su dúo de cerezas redondas y flotantes), Bloody Marys, Black Russians, White Russians, y...
Observé la botella de agua mineral que me había dado la edecán.
Y ahora que la miraba con detenimiento, mi pulsera también era de otro color... la mayoría de los invitados llevaban una pulsera amarilla y la mía era verde. MUY verde.
Algunas personas me observaron con algo de curiosidad, tal vez porque en vez de llevar ropa de fiesta, traía un jumper de gamuza color camel, una playera blanca de cuello, un par de botines chocolate con agujetas, y una chamarra aborregada de mezclilla.
Marina caminó hacia mí en cuanto me vió.
Ella llevaba un vestido Calvin Klein en azul eléctrico que se le ceñía a la figura de manera elegante y sofisticada, y un par de stilettos rojos con pulsera de tobillo.
Su cabello iba recogido con un complicado chongo de salón, que hacía que sus aretes se notaran de inmediato; colgantes, en forma de gota, y totalmente forrados por un montón de diamantes.
Pero yo no pude evitar quedarme mirando la pequeña cadenita con la "H", que llevaba alrededor del cuello.
También tenía chispitas brillantes, pero más discretas.
Todo en ella era demasiado delicado y petite.
"Es bonita ¿verdad?" —la acarició, dejándome ver una vez más; su manicura perfecta, y ese enorme anillo de compromiso en forma de margarita que le brillaba en el anular.
Sí.
Eso había sido una noticia grande. Incluso había salido en los periódicos y toda la cosa.
Y ahí fue que descubrí que eso que dicen las benditas revistas de que cortarte el cabello te ayuda a cerrar ciclos, no son más que patrañas.
"Es H de Hermosura" —"Damasco puede llegar a ser demasiado cursi con sus apodos cuando se lo propone. Es un poco agotador" —soltó una carcajada, que cubrió con la parte posterior de su mano—"Fue una de las primeras cositas que me regaló. Después sus regalos se fueron haciendo más caros y más extravagantes. Pero a mí me gusta usarla de vez en cuando, aunque a veces pienso que queda completamente opacada por todo lo demás... ¿No crees?"
Me acomodé el cabello detrás de la oreja.
"Hum..." —musité —"No sé. No soy de muchos accesorios..."
"Ay. Disculpa. Es verdad" —sonrió —"Aún estas en esa edad en la que no te importan esas cosas... Por cierto, es muy lindo que vinieras" —me atrajo con un abrazo —"¡Ay! ¡Ups! ¡Te llené toda la mejilla de labial! Vas a tener que ir limpiarte, ¿Ya sabes dónde está el baño?"
"Ahm" —musité —"No. Creo...creo que no" —mi garganta estaba seca.
"¿Ves el pasillo de allá?" —me indicó con el índice, agitando nuevamente el anillo frente a mi cara. Y luego me miró, esperando una confirmación.
Así que asentí.
"Vas a llegar a un jardín de cactus y plantas carnívoras con un montón de piedras grises y azules, ahí hay un muro blanco con cuadros grandes, al fondo hay tres puertas. es la segunda. El baño está adentro de nuestra recámara... espero que eso no sea un problema para ti..." —me miró de reojo, esperando una reacción —"La verdad prefiero que vayas a nuestro baño porque ahí tengo cremitas especiales, algodón, agua micelar y esas cosas. Dam es algo posesivo y le gusta que mis besos le duren mucho tiempo y por eso mis labiales son muy difíciles de quitar." —me acarició el pómulo con el dedo pulgar —"Si te ve por ahí con esto, va a ponerse celoso. Y no queremos eso ¿verdad?"
"Gracias" —asentí, mientras me sacaba una cajita de Swarovski de la chamarra— "No tuve tiempo de envolverla, y en la tienda sólo le pusieron un moño, pero se me perdió" —bueno, en realidad lo asesiné a sangre fría, pero nadie tenía por qué saber eso.
Se limitó a mirarla y le hizo una seña a uno de los meseros.
"Póngala en la mesa de regalos" —ordenó —"Y le encargo que atienda como se debe a mi pequeña invitada, cualquier cosa que se le antoje... ya sabe" —me observó de arriba a abajo —"Tenemos jugos de manzana, yogures y lechitas de sabores en el refri. Ya sabes; vida de papás. Pero prometo traerte una botella de cerveza vacía para que te sientas grande" —me guiñó el ojo.
El mesero busco con los ojos mi muñeca para ver el color de mi pulsera y me sonrió.
Ah.
Pulsera Verde significaba que eras parte de la tribu de los kindergardianos.
Genial.
Estupendo.
ESTUPENDAMENTEGENIAL.
"Bueno, Helenita. Te dejo..." —sonrió mientras tomaba una mimosa de la charola más cercana y se la llevaba a los labios—"Diviértete..." —canturreó de espaldas, alejándose.
Asentí, y comencé a caminar hacia donde me había dicho.
Casi todas las paredes estaban decoradas con pinturas enormes al estilo Pop-Art.
Es fácil de identificar, solo imagínate a muchas versiones inmensas de Marilyn Monroe en colores psicodélicos y con varias capas. Muy parecido a como cuando vas a ver una película 3D y te quitas las gafas 3D por pura curiosidad...
"Hasta las pinturas que le gustan se sienten como si fueran música" —susurré para mí misma, contemplando un dúo de ellas.
Una risa alegre y escandalosa resonó al final del pasillo, y en cuanto me giré, me encontré con un montón de chicas al rededor de algo.
Una de ella iba vestida con una minifalda de cuero que le quedaba demasiado bien, un par de medias de red, y un crop-top, que dejaba al descubierto un piercing con cristales, y algunos dibujos brillantes.
Estaba sentada sobre él regazo de le un chico y le sostenía el cigarro, llevándoselo a la boca de vez en vez solo con miradas entendidas.
Y ese chico era nada más y nada menos que el mismísimo y supuestamente correcto; Alan Garcés.
Arquee una ceja.
Con uno de sus brazos rodeaba la cintura de otra chica, con escote pronunciado y senos muy grandes y redondos, que se los pegaba al cuerpo cada que se acercaba para susurrarle algo al oído.
Entonces él le susurraba de regreso.
"Hey... ahora es mi turno..." —le habló la chica del escote.
"Por supuesto... inténtalo" —respondió él, volteando a ver a la primera chica para que le acercara el cigarro a la del escote.
La pelirroja del escote acercó el cigarro y succionó de él.
"Siempre he querido irme de vacaciones a... aghh" —comenzó a toser un montón de humo por la boca y por la nariz —"Ahhh Dioooos... ¡No entiendo como lo haces!"
Alan Garcés le sonrió a la chica de la minifalda y está le acercó el cigarro.
El succionó de forma pausada, sin delegar sus ojos esmeralda de los color avellana de la chica, y casi pude verla apretar las piernas.
Entonces miró a la segunda y dijo:
"Un buen fumador puede decir más de Diez Palabras sin sacar el humo" —después soltó suavemente la bocanada, de lado —"¿Lo ves? No es tan difícil..."
"¡Quiero intentarlo de nuevo!"
Y...
Supongo que me quedé mirando la escena el tiempo suficiente como para que nuestras miradas se terminaran cruzando porque lo hicieron , aunque no por mucho. De hecho, la desvió con indiferencia al instante, actuando como si yo no estuviera ahí y como si no hubiera sucedido, y se llevó la bebida a la boca.
Como si hubiera comido algo amargo y necesitara quitarse el sabor.
Luego acercó a la chica del escote aún más hacia él y le dijo algo.
Ella se rió.
Suspiré y me acerqué hacia ellos.
Estuve parada de frente unos minutos, recibiendo toda clase de miradas extrañas y desaprobatorias de parte de las chicas, y ninguna de él.
Ni siquiera una mala. Era jodidamente bueno ignorando a la gente.
Me crucé de brazos y me aclaré la garganta.
"¿Ya ni siquiera me merezco un; hola? Vaya..." —exclamé. Mi voz salió mucho más dolida de lo que hubiera querido.
Él se encogió de hombros y se empinó nuevamente la bebida, pero esta vez se la acabó. Gotas espesas de alcohol escurrieron desde su mandíbula fuerte y afilada, hasta recorrer pie completo el largo de su esbelto cuello, luego su clavícula... y finalmente le humedecieron parte del cuello de su camisa.
"Bueno, señor Garcés. Pues yo sí te voy a saludar porque existe algo llamado educación; hola" —solté con molestia, dejándome caer sobre el sillón tipo puff de cuero, que estaba justo al frente.
El arrugó las cejas pero siguió pretendiendo que no pasaba absolutamente nada.
"¿La conoces?" —la chica que traía el cigarro se lo colocó en los labios para que succionara de nuevo y él lo hizo.
"¿A quién?" —soltó la bocanada después, y se rió.
Ella también se rió y enroscó sus brazos alrededor de su cuello y comenzó a jugar con su cabello.
"A mí" —torcí los ojos.
"No" —su respuesta fue demasiado rápida.
"¿No?" —inquirí —"Vaya... Es mi culpa. Tengo un amigo imaginario que se te parece, solo que el mío no es un imbécil, ni tampoco parece una chimenea"
"¿Te extraviaste, cielito?" —me preguntó una tercera chica que había estado revisando su celular, hasta que uno de los meseros se acercó para dejarles sobre la mesa de centro, una charola repleta de bebidas.
"¡Genial! ¡La tercera ronda!" —gritó otra más, palmeándose las manos.
"Oye..." —me dirigí a la que me había hablado.
"¿Sí?"
"Regálame tres de esos y desaparezo de aquí" —señale la charola.
"¿Se te antojan?"
"Sí"
"No" —Alan respondió al unísono —"Ella no toma"
"¿Sabes? Es muy gracioso como la gente que no te conoce piensa que puede decidir por ti" —una de las chicas se carcajeó ante mi comentario.
"No estoy decidiendo por ti. Estoy decidiendo sobre las bebidas. Ve a sacar un yakult del refrigerador y deja a los adultos ser adultos"
¿Por qué todo el pinche mundo se había puesto de acuerdo para joderme con mi maldita edad Justo el día de hoy?
Suspiré hondo para no arrojarle uno de los vasos a la cara.
Ok.
OK.
Iba a tratar de entenderlo un poco... tal vez lo merecía... un poco.
Por haberlo rechazado frente a toda la escuela.
Y...
Por haber olvidado que llevaba el micrófono puesto cuando lo hice... je.
Así que mi respuesta había sonado en todas y cada una de las bocinas de la escuela.
No.
Eso había sido todo lo que le había dicho.
¿Estaba en shock, esta bien?
Miré la charola repleta de bebidas de nuevo.
"¿Y como van a tomárselas? ¿Así nada más?" —pregunte.
Alan volvió a empinarse un trago y a ignorarme.
O tal vez esa fue su respuesta.
Y una de las chicas asintió.
"Pues sí. Así nada más"
"Qué aburrido" —saqué una baraja de una de las bolsas de mi chamarra de mezclilla y la coloqué sobre la mesa —"Conozco varias formas de volverlo más interesante"
Todos me miraron.
Incluso Alan.
"¿Póker? Ya no estamos en nuestros completos cinco sentidos como para poder jugar póker, cielito"
Negué con la cabeza:
"Póker no. Cinco loco" —tomé nuevamente las cartas y comencé a barajearlas —"Es una baraja Española y es un juego muy simple"
Comencé a repartirlas.
Todas a excepción de las cartas con el número 5. Esas las puse sobre la mesa, en una hilera.
"Se llama 5 loco, porque el 5 es el número medio de la baraja. Solo hay 4 números arriba del 5, y 4 números debajo"
Una de ellas miró a la mesa con curiosidad y otra dejó de abrazar a Alan Garcés y se acercó.
Así que proseguí.
"Así que aquí sobre la mesa tenemos al 5 de picas, cinco de oros, cinco de bastos y cinco de copas" — los señalé con el índice para que los ubicaran —"El resto de las cartas se reparten" —comencé a repartirlas.
"¿Y luego?"
Sonreí, mientras revisaba mi mano.
"Y luego... Luego debemos acomodarlas en orden, hacia arriba y hacia abajo. Cada quien baja una carta por turno. Y si decides no bajar nada, o no tienes carta que bajar, dices; paso. Y por cada paso debes beber un trago" —concluí —"¿Listas?"
"Nací lista"
"Perfecto"
Las chicas comenzaron a bajar sus cartas por turnos.
Es realidad es un juego muy simple, pero al final todo es cuestión de estrategia.
Así que a pesar de tener ciertas cartas, decidí no bajarlas y mejor bajar otras o pasar.
Es un juego en el que tú puedes controlar lo que quieres que pongan o no pongan, las demás personas sobre la mesa (si sabes jugar).
La idea es dejar a los demás jugadores sin opciones; porque necesitan con urgencia que bajes alguna carta que te rehusas a bajar (y que no saben que tienes), ya que ellos ya no tienen con qué presionarte porque las bajaron desde el principio por la "urgencia" de acabarse su mano y ganar.
Así que es casi seguro que la primera vez que juegues, pierdas.
Y aquí me preguntaras: ¿Dónde o como fue que Helena Candiani, aprendió tan maravilloso juego de borrachos?
Pues, porque en mi otra vida tuve un novio borracho, "artístico" y snob.
Claro qué sí.
No subestimemos por favor, mis malas decisiones.
Tuve que hacer algunos "pasos" para ganar la partida, pero lo hice.
Y cinco pasos, implicaron mis 5 respectivos tragos.
Pero no eran suficiente.
Yo quería los tres vasos.
Así que los exigí en cuanto gané.
"Por supuesto cielito" —me dijo una de las chicas colocando tres caballitos de tequila frente a mí —"Todos tuyos"
Alan Garcés sonrió de lado.
Y dos de las chicas soltaron una pequeña risita y continuaron con sus arrumacos, dándome a entender que sobraba.
"Gracias" —respondí.
"Y no creo que te importe dejarnos la baraja ¿Verdad? Ya sabes... para seguir jugando"
"Toda suya" —la coloqué sobre la mesa, y levanté la mano para llamar a un mesero.
Ya sé por qué se reían.
Creían que no iba a poder tomármelos.
Pensaban que iba a terminar con un ataque de tos y llorando porque la garganta me iba a escocer con tan solo medio trago, porque a fin de cuentas era tequila puro y duro.
Y sí.
Eso es lo que normalmente pasaría... A los que no saben tomar, al menos.
Pero resulta que yo sí que sé.
"¿Me puede regalar un limón partido Justo por la mitad, y un poco de sal?" —le pedí al hombre pingüino en cuanto se acercó.
No tardó mucho en traerme mi encargo, y también me trajo un pequeño bowl con papas fritas porque creyó que eran para eso...
"Gracias, que amable" —le dije y me sonrió.
Y en cuanto se dió la media vuelta, espolvoreé un poco de sal con los dedos, sobre una de las mitades de limón e inmediatamente me empiné uno de los caballitos de un solo trago.
Después me exprimí el jugo de limón con sal en la boca.
Ufff... eso hacía que supiera mucho más rico, pero también cortaba el ardor.
"¡Ahhhhh!" —me limpié la boca con la manga de mi blusa y repetí el proceso.
Pronto me terminé los tres.
¡Perfecto!
¡Ya estaba mareada al nivel que había querido estarlo desde que llegué a ésta tonta fiesta!
"Bueno, pues gracias por todo... Ahora sí me voy a buscar un baño que me dijeron que estaba por aquí cerca, porque necesito quitarme la marca del diablo que tengo embarrada en la cara..." —les comuniqué y me paré de mi asiento.
"Sí cielito, puedes dejar todo lo que no te tomaste ahí, no te preocupes" —rió una de las chicas sin voltear a verme.
De hecho nadie me miró.
Alan Garcés había regresado a ser el centro de atención y ahora sí que estaba jugando... con ellas.
"Ajá. Aquí lo dejo" —respondí lo bastante alto, empuje el montón de vasos vacíos y las cáscaras de limón, y comencé a caminar con la cabeza dándome vueltas al mil por hora.
Las luces se veían como burbujas de colores flotantes, grandes y distorsionadas...
Y la música sonaba muy lejos.
Y los rostros de las personas parecían estar hechos de cera derretida.
"¡Ohhhh! ¡El mundo se está moviendo muchooo!" —grité, apoyándome sobre la pared con el antebrazo —"Esto no está bien, no está nada bien... sí se mueve así de rápido y luego frena de repente, todos vamos a seguir volandooo... directo hacia las estrellas"
Miré el techo.
Las luces móviles se veían muy borrosas a pesar de que entrecerré los ojos para verlas mejor.
"Ay pero que estrellas tan feas" —me quejé —"Yo tenía ganas de ver las otras"
Miré por encima de mi hombro y visualicé la terraza.
Ajá.
Ahí iba a poder verlas todo lo que quisiera...
Comencé a rebotar de persona en persona y de pared en pared hasta que llegué a donde quería.
Había una piscina tipo jacuzzi en medio, en forma de hexágono, a lo alto y rodeada de madera, con un montón de chicas y chicos con su traje de baño y su respectivo cóctel en la mano.
¡Qué aburrido era no ser un adulto todavía!
Me recargué sobre una columna para no irme de nariz contra el piso.
Mi cuerpo de casi 17 manejaba manejaba del carajo unos estúpidos caballitos de tequilazo.
Tal vez debí haberme tomado solo dos.
Pero se había sentido muy bien ganarles.
"Hola chiquita... ¿Te persiste?" —se acercó a mí un tipo alto, con traje de baño y una cerveza escarchada en la mano.
Ladee la cabeza.
"¿Y qué sí me perdí? ¿Me vas a llevar hasta donde quiero llegar?"
"Diría que sí... pero eso depende de a donde quieras ir, chiquita"
Miré por encima de mi hombro y señalé el barandal con el índice.
"Allá" —le indiqué —"Quiero ir allá"
Me extendió su mano.
Y yo la miré por algunos segundos.
"No te voy a morder" —bufó —"Al menos no todavía"
No.
No lo vas a hacer porque yo no te voy a dejar, pero eso no significa que no quieras hacerlo.
Tomé su mano, y me llevó hasta donde yo quería mucho más rápido de lo que a mí me habría costado hacerlo.
"¡Aghhh!" —me quejé —"Las luces de la ciudad nunca te dejan ver las estrellas, ¡Ni siquiera si estás así de alto!" —subí un pequeño escalón y me agarré del borde del barandal, sintiendo un montón de aire impactar contra mi cara.
"¿Solo querías que te trajera hasta acá para ver las estrellas?"
Arqueé una ceja y lo miré, haciendo un puchero inconsciente.
"Obviamente... ¿Para qué otra cosa vendría hasta acá? Duh"
"No lo sé..." —se colocó a mis espaldas y me aprisionó entre ambos brazos, agarrando también el barandal —"Aquí hay menos luz que en el resto de la fiesta"
Una ráfaga de aire hizo que mi cabello ondeara, y el suyo también lo hizo, lo sentí en la mejilla.
Me pareció un poco familiar...
Pero mis ojos no estaban funcionando bien del todo.
"Ya sé que aquí hay menos luz. Por eso quería venir" —le respondí.
Él soltó una carcajada.
"Eres muy linda... ¿Sabes?" —se acercó para susurrarme al oído. La barra de metal hizo presión en mi vientre —"Eres bajita... delicada... tienes la cara de una niña, pero tienes absolutamente todo en su lugar. Todo está donde debe de estar" —enredó sus dedos en un bucle de mi cabello —"Todo. Hasta lo que usas... ropa conservadora, y el toque de locura en el cabello. Y aunque llevas mallas, puedo ver que tus piernas están perfectamente torneadas, y son muy largas para tu complexión"
Su colonia inundó mis fosas nasales.
Era fresca y algo cítrica...
Y de nuevo me pareció muy familiar.
Pero... ¿De donde?
"Obviamente van a estar torneadas. Todos los días le doy doscientas patadas a un saco de boxeo que un imbécil olvidó en mi recamara" —le informé.
"Me pregunto... ¿Como se verán sin mallas?"
Pero antes de que pudiera platicarle que en realidad tengo un montón de cicatrices en uno de mis muslos y que no se perdía de nada.
Alguien lo prensó de la cadena de cuero que llevaba alrededor del cuello y lo azotó contra una de las columnas, sin esfuerzo.
El tipo se desplomó en el suelo.
Y yo me le quedé viendo como si fuera un insecto panza arriba, al que le acababan de dar con un mata moscas.
Luego deslice mis ojos on aburrimiento y suavidad, hasta fijarlos sobre el individuo que lo había hecho.
"¿Por qué noqueaste a mi esclavo personal, Garcés? ¿Ahora quien rayos va a hacerme los mandados? Hoy definitivamente estás siendo un enorme y horrendos grano lleno de pus en la-" —pero sus palabras cortaron de tajo las mías.
"Ven acá" —ordenó. Sus ojos verdes furiosos, chispeantes... y muy fijos sobre los míos.
"No quiero"
"¡No te pregunté!" —me aprisionó de la muñeca y me arrastró por toda la fiesta, hasta que llegamos a una pequeña casita que había detrás del jacuzzi.
"Auch, auch, auch, auch... ¡Auch!" —me quejé, y él me soltó y cerró la puerta tras de sí. Yo comencé a sobarme la muñeca, estaba toda roja—"¡Oye! ¡Eso dolió! ¡Y dolió mucho! ¿Qué demonios te pasa?"
"¿Qué demonios me pasa a mí?" —dió dos pasos en mi dirección y yo di dos más hacia atrás —"No, Helena. Esa no es la pregunta; ¿Qué demonios te pasa a ti? ¿Qué estás buscando?"
"Hum. No tengo por qué informarte de mis cosas" —dió dos pasos más hacia mí y yo di dos pasos más hacia atrás.
Mi espalda quedó completamente pegada contra la pared.
Coloqué ambas palmas sobre ella para sostenerme.
"¿Por qué me estás molestando?" —le pregunté —"Shuuu..."
"¿Disculpa?"
"Sólo vete por ahí a divertirte como lo estabas haciendo y déjame en paz..." —balbuceé —"O sea... reconozco que quieras ser horrible conmigo desde lo de la pastorela. Y no sé si me lo merezco porque no es algo obligatorio corresponder a las personas. Cada quien es responsable de sus propios sentimientos" —lo miré —"Si llego a necesitar más alcohol lo conseguiré de otras personas que estén súper lejos de ti ¿Está bien? Y fingiré también que no te conozco y todo¿Vale?" —la cabeza se me fue de lado pero yo me esforcé para que pareciera un movimiento natural —"¡Listo! Lección aprendida... ¿Ahora sí me dejas irme? ¿Y si no es mucha molestia, me enseñas por dónde?" —coloqué mi índice sobre su pecho —"¿Y mientras lo haces podrías por favor dejar de dar de vueltas? Me estas mareando..."
Tardó unos segundos en contestarme.
Primero, la tensión que había sobre sus hombros se suavizó un poco...
Después, su mano se enroscó delicadamente alrededor de mi muñeca, y se encorvó un poco para quedar a la altura de mis ojos.
"¿De verdad crees que ese es el problema?" —susurró, acariciando mi mejilla con excesiva delicadeza —"Ni siquiera estoy moviéndome, Helena. Y no voy a dejar que salgas de aquí en ese estado..."
"¿Por qué estabas fumando?"
"No te importa"
"Es un mal hábito"
"No eres nadie para decir eso"
"Se te van a poner los dientes amarillos"
"Bien. Ni siquiera me gustaban tanto"
Fruncí el ceño, y antes de que él pudiera decir cualquier cosa, introduje mi dedo pulgar a su boca, y jale su cachete como si estuviera hecho de hule para verlos.
"Es un desperdicio muy feo. Teniendo dientes tan bonitos"
"¿Sí?"
"Sí"
"Entonces anda conmigo solo porque te gustan mis dientes"
Bajé la mano y solté la carcajada.
"¿Qué clase de forma de declararse a un chica es esa?"
"Estoy probando qué cosa funciona"
"¿No estabas hace nada de tiempo, dejándote querer por todo un harem?"
"¿Te molesta?" —esbozó una sonrisa de lado.
"No" —desvié la mirada.
"¿No?" —tomó mi mentón y me giró de nuevo la cara —"Entonces mírame a los ojos y dímelo. Me molesta que no me veas a la cara cuando me dices las cosas"
"No tengo por qué hacer lo que tú dices, Garcés"
"Ja..." —soltó una mofa un poco cínica—"¿Sabes qué cosa sí tienes que hacer estúpido moco?" —me susurró al oído. Su aliento cálido impactó directo contra mi piel helada y sensible, provocando que mi hombro se levantara gracias a un escalofrío nervioso, al no poder resistir la sensación.
"¿Q-Qué?" —mi voz salió apenas.
"Decirme que pare."
"¿Huh? ¿A que te refieres con-? ¡Ahhmn!" —sus labios cálidos impactaron directo contra mi cuello, mordiendo suavemente, dejando un montón de besos calientes y húmedos ahí.
Como si fueran lava pura...
Unos labios hinchados y demasiado suaves que ardían deliciosamente, que causaban efervescencia sobre mí piel.
"E-Esp... nghhh..."
Deslizó una de sus manos desde mi hombro apretándolo con ganas, y luego la movió haciendo sólo la presión necesaria, hasta recorrer todos a los huesos de mi espalda, y una vez que llegó a mi coxis, abrió toda la palma y me pegó completamente contra su cuerpo en un movimiento rápido, provocando que una vez más me diera cuenta de lo inmenso que era Alan Garcés comparado conmigo.
Mis piernas sintieron un hormigueo extraño.
Y... en contra de todo pronóstico racional, mi tórax se levantó hacia él.
Y mis manos sujetaron y atrajeron el cuello de su camisa en vez de empujarlo.
"¿Como le haces para ser una niña tan pero tan diminuta?" —su respiración era errática, descontrolada —"Y... al mismo tiempo... ¿Hacerme sentir que nunca tengo suficiente de ti?"
Y, así como si fuera tan solo un saco de plumas que no pesaba nada, me levantó en el aire, sin dejar de besar mi hombro y mí cuello, hasta llevarme a una cama que estaba por ahí, solo para dejarme caer sobre ella y caer conmigo.
Mis piernas quedaron colgando justo al borde, y el vestido que llevaba subió mucho más de lo que debía, hasta llegar casi a la mitad de mis muslos.
Nuestro cuerpo se hundió en el colchón.
Y sus rodillas aprisionaron mis piernas, mientras sus manos se apoyaron a cada lado de mi rostro, hundidas y hundiéndome más.
Su camisa estaba desordenada, arrugada, y vuelta un encantador desastre que en algún punto se había abierto de los primeros botones, dejándome ver toda la fuerte estructura de su cuello, los huesos de sus clavículas y parte de uno de sus hombros.
Su piel siempre había sido muy perfecta y muy blanca....
Y sus ojos se veían incluso más verdes en la oscuridad, más intensos, y mucho más brillantes a pesar de que su pupila estaba completamente oscura, dilatada... como la de un animal nocturno con hambre.
Ladeó la cabeza para contemplarme, sus mechones cobrizos acompañando él movimiento en una perfecta armonía.
Levantó una mano para tomarme nuevamente del mentón, alzándose un poco mi barbilla—"Como una jodida muñeca..." —me observo con detenimiento, escudriñándome. Su aliento era una mezcla de tabaco, alcohol, y menta, que lejos de desagradarme, me aturdió. Y su loción sofisticada, varonil y cara, estaba completamente impregnada en cada maldita esquina de la habitación —"Como una jodida muñeca que no debería saber hacer esa cara..." —se inclinó hasta llegar a mí oído—"Y a mí no debería gustarme"
Dicho aquello sus labios aprisionaron por completo el lóbulo de mi oreja, mientras con una mano rasgaba, el cuello alto de mi blusa, como si fuera papel, y se apoyaba en uno de sus antebrazos para acariciar mis labios, introduciendo lentamente dos de sus dedos dentro de mi boca.
"¿Por qué eres tan mala cuidando de ti, Helena Candiani?"
Un gemido salió de mi garganta.
Eso lo hizo soltar un sonido gutural, Y se levantó un poco.
Sus dedos aún dentro de mi boca.
"¿Por qué es tan difícil decidir entre seguir mirando esa cara, o seguir teniendo más de ti...?"
El sonido de la tela rasgándose con facilidad, volvió a escucharse pero con mucha más fuerza, hasta que llegó a uno de los tirantes de mi vestido que fue fácilmente reventado por el filo de su garra afilada y ennegrecida.
Igual a las de una lechuza cuando captura a un ratón.
Con su otra mano comenzó a palpar mi cintura con firmeza, a subir por mi torso tomándose el tiempo que quería para deleitarse con el tacto de mi piel, a apretar mis costillas, a darse cuenta de que encajaban perfectamente en su mano... pero sus ojos no dejaron de mirar uno de mis senos, que había quedado casi completamente desnudo y expuesto, luego de que hiciera trizas mi ropa.
Lo cubría apenas la copa de mi sostén, porque el tirante también estaba hecho un montón de tiras que colgaban.
Intenté humectar mi garganta, pero él se mordió los labios y apretó por encima de la ropa, provocando que me retorciera bajo su tacto y que un gemido más fuerte y que no se esforzó por esconderse, se dejara oír.
"Ahhh... Helena..." —su boca regresó a mi oído —"¿Qué clase de pecador soy? He escuchado todo tipo de palabras bonitas y halagos, pero nada me había hecho sentir como eso que acaba de salir de tu boca... Necesito escucharlo de nuevo..." —su mano se deslizó por debajo de la copa de mi sostén y comenzó a masajear mi seno, y su índice y pulgar pronto se apoderaron de la parte más sensible, rodandola entre yema y yema, y jugueteando con ella con firmeza una, y otra vez, y otra vez —"¿Como es que un cuerpo tan diminuto se puede sentir tan bien? ¿Por qué es tan suave? ¿Qué pasa si te rompo? ¿Cuánto puede resistir un cuerpo tan frágil?" —me miró. Sus cuencas oculares estaban ya completamente ennegrecidas, y un montón de venitas delgadas habían comenzado a expandirse bajo su piel —"Voy a tratarte con cuidado"
Pero a pesar de lo dicho, su agarre se volvió más brusco, más animal, más descontrolado.
Y levantó de forma hosca una de sus rodillas hasta situarla justo en medio de mis piernas.
"¿Tienes una idea de lo mucho que me gusta cómo hueles aquí?"
Mis muslos hicieron presión alrededor de su rodilla.
Y mí respiración estaba igual de agitada y descontrolada que la suya.
"A-Alan..."
"Shhh..." —metió su dedo índice nuevamente a mi boca y se despegó un poco solo para observar a su mano hacer todo lo que quería con mi seno; deleitándose por la manera en que adoptaba las formas que quería y luego por cómo regresaba a la propia, la manera en que lo maleaba, en que lo moldeaba a su antojo, estrujándolo, enrojeciendo la piel... La forma en que se apoderaba de la parte más sensible y la apretaba, solo para ver cómo mi espalda se arqueaba con esa acción, y observar mi cara.
"Me gusta..." —susurró, volviendo a apretar. Su voz era ronca, baja —"¿Qué más puedes enseñarme? ¿Qué más puedes hacer? ¿Qué otras caras haces?"
Descubrió mi otro seno de un tirón a mi topa, y comenzó a darle el mismo trato.
Mis muslos se enroscaron alrededor de su cintura, como si estuvieran hechos para ser su propio cinturón, pero de todas formas de mis labios se escapó una palabra:
"Para" —pedí.
"No"
"Lo digo en serio"
Mi respiración era un tambor que retumbaba en mis oídos.
"No puedes pedirme que pare si estás haciendo una cara tan endemoniadamente lasciva..."
"Sí puedo..."
"¿Te asustan los monstruos, Helena? ¿Es eso?" —me preguntó con curiosidad, apartando sus manos de mí cuerpo, para poder observarme.
Se lamió los labios mientras observaba el movimiento que hacían mis senos, mientras mi pecho subía y bajaba de forma agitada.
"No" —respondí, cubriéndome el pecho con mis brazos.
"¿Te doy miedo yo?" —acarició mi rostro con las yemas de sus dedos, dejándome sentir también el filo de su garra, pero sólo apenas. Su intención era meramente que experimentara la sensación de la dureza —"¿Te da miedo esto? ¿Te da miedo lo que puedo llegar a hacerte? ¿Te da miedo en lo que me voy a convertir estando tan lejos de Dios? ¿Te da miedo que mis garras te contaminen?"
"No" —negué con la cabeza —"No es eso... sólo... está no es la forma. No es como quiero que pase"
Se apartó de mí por completo y se incorporó.
Había mucho dolor en sus ojos.
Me incorporé también y lo detuve jalándolo de la camisa antes de que se fuera, después acaricié el rostro, volteándoselo hacia mí. Para que me viera.
"Me gustas..." —confesé, mordiéndome los labios —"Tú también me gustas y sé que lo sabes, pero eso no es suficiente"
"Lo es, para mí"
Mis ojos se envidriaron.
"No" —musité —"No lo es. Eso es lo que crees ahorita, pero eso todavía no lo sabes"
Cerró los ojos para disfrutar de mi tacto helado, comparado con el suyo.
Y posó sus labios sobre la palma de mi mano, después me miró:
"Cállate"
"Tú te mereces a alguien que te dé un 100. No un 20, o un 30... Ni siquiera un 50. Y te quiero lo suficiente como para frenarme y decirme a mí misma que no" —pegué mi frente a la suya —"Así que no. No, porque estoy vulnerable. No, porque me duele tanto el corazón que en este momento aceptaría migajas de cualquiera... Y tú no eres cualquiera, así que no voy a hacerte esto. Sé que me estoy perdiendo de un chico increíble"
"Te dije que te callarás" —me atrajo hacia sí y me abrazó, colocando su barbilla sobre mi pelo.
"Lo siento..." —mis lagrimas comenzaron a escurrir.
"No es justo. Yo te conocí primero..."
Lo abracé aún más.
"Lo siento"
"Ya cállate" —sus brazos eran muy suaves —"Cállate y no vuelvas a tomar así"
"Pues así se toma el tequila. Ya sabes lo que dicen: Si no es sólo, entonces no es tequila"
"Ha... Incluso dices exactamente las mismas palabras que ese maldito imbécil"
Sonreí.
"Tal vez lo nuestro funcionaba porque éramos un par de borrachos de closet"
"Tal vez..."
"¿Por qué estás aquí?"
"No te importa"
"Tus cosas están aquí"
"Ya te dije que no te importa"
"¡Oh por Dios! ¿Vives aquí?"
"¡Joder, moco! ¡Qué no te importa!"
"No, no, no, no... ¿Cómo no me va a importar? Obviamente tienes que contarme" —me separé de él y lo miré con un puchero borracho.
Él hizo uno de regreso.
"No tengo por qué hacer una mierda de lo que tú digas" —ladeó la cabeza y se pasó una mano Justo en medio del cabello, descubriéndose la frente.
Dios.
¿Por qué ese estúpido Garcés hoy se veía tan guapo?
"Si no me cuentas, voy a..."
"¿A qué?"
"Espera que estoy pensando... voy a... a..." —pero volvió a abrazarme y a jalarme a la cama, para que cayera con él.
Quedamos de lado; el uno frente al otro, mi cabeza recargada en su pecho, y sus brazos alrededor de mí.
"¿Tantas ganas tienes de saber?"
"Sí"
"Todo fue culpa de ese estúpido loro de mierda..." —musitó.
"¿Loro? Espera... ¿De Lorens?"
Asintió con la cabeza.
"Luego de lo qué pasó en la pastorela... fui a casa, hice mis maletas, y me di cuenta de que no tenía a dónde diablos ir"
"Lo siento"
"Deja de decir que lo sientes" —me acarició el cabello —"No es tu culpa"
No supe que decir.
Y él comenzó a hacerse pequeños aritos con mi cabello plateado alrededor de los dedos.
"Me gusta"
"Hum"
"Como sea... estaba jodido y caminé sin rumbo fijo con mis dos maletas gigantes y sin un centavo en la bolsa..." —hizo una pausa —"Estaba cruzando la calle porque iba a empeñar un reloj, cuando escuché la voz molesta de ese estúpido animal"
"Oh por Dios... ¿Qué dijo?"
No me digas que...
"Ya sabes lo que dijo, lo único que sabe decir..."
Solté la carcajada.
Él también la soltó.
"¿Y quieres saber otra cosa?"
"¿Qué?"
"Que eso no fue lo peor..." —se quejó y me atrajo aún más a él —"El imbécil de tu ex novio bajó el vidrio y asumió que si su loro sabía decir mi nombre y eso era lo único que ese jodido animal sabía decir,?debía ser porque éramos grandes amigos... ¡No me jodas!"
Volví a carcajearme.
"Nooo... ¿Y que le dijiste?"
"¿Qué más le iba a decir? Que dejara de seguirme de una buena vez... que no éramos amigos, que nunca íbamos a serlo y que de hecho, nos llevábamos como la mierda" —continuó —"Y también le dije que sentía mucho que su accidente lo hubiera dejado aún más descerebrado de lo que ya estaba... todo mientras ese estúpido animal no paraba de gritar en plena avenida"
"Rayos"
"Ya sé..." —pauso unos segundos —"Después de eso, me siguió todo el jodido día: ¿A donde vas bro? ¿Te llevo bro? ¿Te ayudó en algo, bro? No olvidé nuestra amistad a propósito, porque si es lo que jode ¿Verdad, bro? ...Y al final me cansé; ¿Quieres hacer algo por mí, pedazo de simio imbécil? Entonces dame a tu novia..."
"Idiota"
"¿A que novia? ¿A Marina?" —siguió fingiendo la voz —"No. No a ella... ¡No mames! ¿Olvidé a otra novia además de Marina?"
"Ya..." —susurré —"Y así fue como comenzó su historia de amor"
"¿Cuál historia de amor?"
"No creas que me pasó desapercibido ese letrero que había en la puerta: Mi bro <3 sólo que nunca imaginé que el afortunado eras tú"
"Ya cállate moco"
"Bueno"
"Extrañaba platicar contigo"
"Yo también bro"
Me dió un coscorrón.
"Oye no seas grosero. Eso no es de bros, bro..."
"Ha..."
"Oye..."
"¿Hmm?"
"No eres un monstruo..." —le acaricié la cara —"No sé qué cosa eres. Pero un monstruo no. Un monstruo nunca"
Sonrió y me besó los dedos.
Una sonrisa tierna y muy triste.
"Y tú eres una tonta"
"Tal vez..."
"Deberías irte" —Se incorporó, se quitó la camisa y me la arrojó encima.
Después me tomó de la barbilla, me dió un beso suave en la mejilla y se dirigió a la puerta.
"Odio cuando te vas primero. Así que me voy yo" —fue lo último que alcancé a escuchar.
Me quedé sentada durante unos segundos sobre la cama, observando mis botines, mis mallas rasgadas, y mi vestido hecho jirones.
Pero como diría mi amiga: Gracias a Daddy Diosito, Alan Garcés era muy grande de todos lados, y su camisa me quedaba como un camisón.
Incluso me llevaba un poco más abajo que mi vestido... cuando todavía era un vestido y no un pedazo de tema rasgado.
Me observe en el espejo con la camisa completamente abierta.
Me veía como si hubiera sido atacada por un animal... de no ser porque mi rostro estaba completamente rojo.
Me toque las mejillas.
Normalmente siempre estaba helada, pero en estos momentos tenía los cachetes sonrosados e hirviendo.
Me abotone la camisa de Garcés y salí de ahí.
Ya eran casi las 2:30 am.
Y me estaban esperando en el estacionamiento desde hacía un poco más de media hora... así que más me valía apurarme.
Mis piernas, mis ojos, mis oídos y el resto de mi cuerpo, ya estaban menos entumecidos por el alcohol, así que me dirigí al baño, para limpiarme la cara.
"Largo" —soltó una voz familiar luego de que golpeara la madera con los nudillos, pero no me importó y giré la perilla de todas formas.
"¡Con una mierda! ¡Qué está ocupado! ¿Qué ibas a hacer si me encontrabas cagando aquí dentro?" —Damasco se quejó, girándose hacia mí.
Tenía una playera gris, con cuello de "V", salpicada de sangre, y la comisura de la boca aún chorreando.
El cabello revuelto, escurriendo de agua porque había estado lavándose la cara.
Un golpe en el pómulo, cerca del ojo, pero ese todavía no se le veía del todo... se le iba a ver mañana.
Los nudillos destrozados.
Y ese olor rico tan suyo, mezclado con el de la mariguana.
"Hola" —sonreí, cerrando la puerta detrás de mí. No pude evitarlo, tal vez porque estaba demasiado borracha.
"¿No te funcionan bien los oídos o que mierda?" —preguntó.
Pero lo ignoré, mientras mis ojos buscaban algo ahí dentro.
Pronto lo visualice: era uno de esos micro-congeladores para maquillaje, y desde el principio me dió la espina de que Marina podía tener uno.
No me había equivocado.
"Siéntate aquí..." —lo tomé de la muñeca y le hice una trampa con el pie (qué me había enseñado él mismo a hacer, en caso de que alguna vez necesitara tirar a alguien) y lo obligué a sentarse sobre la tapa del baño.
Él gruñó e intentó objetar:
"No sé que mierda intentas hacer, pero largo de aquí. Este no es el baño de invitados y-" —no lo dejé terminar.
Sujeté su rostro con mis manos y comencé a revisarlo, descubriéndole el cabello, para ver si no tenía algún otro hematoma en la frente.
Sus ojos dorados se veían perdidos, cansados, y el frasquito de Zyprexa que estaba sobre el lavabo, no me pasó desapercibido.
Era un medicamento para manejar la ira.
"Te ves muy mal..." —musité.
Él sonrió.
"No me digas..." —se mofó —"¿Y que vas a hacer? ¿Limpiarme la cara para que piense que eres diferente a las demás o algo?"
Intentó apartarse pero no lo dejé.
"Sí" —respondí aplastándole los cachetes. Sé que le dolió porque frunció en ceño —"Voy a hacer justamente eso. Así que cierra la boca y déjame vivir mi fantasía de niña puberta ¿quieres?" —abrí el congelador de tocador y saqué una piedra de cuarzo rosa. Iba a hacer justo lo mismo que hacía un hielo pero sin chorrear —"Pensé que eras mejor peleando, eso me dijeron mis amigas, pero te dieron justo en la cara así que no debes ser tan bueno. Deberías dedicarte solo a hacer música en paz"
Comencé a hacerle pequeños círculos con la piedra pulida, sobre el golpe del pómulo.
"Te vale un carajo" —sujetó mi muñeca con brusquedad y la apartó —"Y gracias, pero puedo hacerlo solo"
"Claro..." —le extendí mi mano con la piedra y él la tomó —"¿Fumas mucho?"
"Vete. Allá afuera hay una fiesta, aquí no hay nada que ver"
"Ajá..." —comencé a buscar alcohol y torundas de algodón —"Conozco personas que también fuman mariguana"
Soltó una risa burlona.
"¡Genial! ¿Por qué no los invitas la próxima vez para que hagamos un club?"
Agarré un pedazo de algodón, lo hice bolita, le puse un poco de alcohol y volví a girarme hacia él.
Él me miró furioso.
Pero no me importó; sujeté su mentón, le levanté el rostro, y comencé a limpiarle la herida de la boca.
Cerró uno de sus ojos cuando le ardió, pero fue lo único que hizo.
"¿Terminaste?"
"Casi..." —musité —"Pero cierra la boca y déjame disfrutar un poco más de mi orgasmo mental ¿quieres?"
Me aparto la mano con la parte posterior de la suya y eso me hizo soltar el algodón, que cayó al piso.
"¿De que forma te hago entender que no necesito de tu pinche ayuda"
Comencé a hacer otra bolita de algodón.
"Bueno, sigue intentando... Los borrachos podemos llegar a ser muy tercos"
"¿Sabes? Creo que ya sé por qué me odias..."
"A ver... ilumíname con tu asombrosa teoría. Tal vez la mariguana te conecte más las neuronas y logres dar en el clavo" —volví a sujetarle el rostro.
"Estoy seguro de que te rechacé. Y te jodió que me olvidada de ti. Por eso vienes a mi fiesta a revolcarte con mi amigo y pasearte enfrente de mí con su ropa" —me tomó del cuello de la camisa y me jaló con brusquedad para quedar cara a cara —"Pero tienes que saberlo: eres demasiado fea y plana como para ser mi tipo. Desde aquí puedo ver todo lo qué hay ahí abajo..."
Un silencio agudo reinó entre nosotros algunos segundos.
"Eres un patán"
"Cuéntame... ¿Con cuantos te viniste a revolcar a mi departamento?"
"Suéltame"
"¿Fueron muchos?" —sonrió —"Seguro que sí, para ser una enana tan fea, traes la ropa hecha mierda"
Le voltee la cara de una bofetada.
Él no se inmutó y comenzó a reírse.
"¿Qué? ¿Toqué una fibra sensible?" —se burló —"Anda... ¿Por qué no sigues cuidando de mí?"
"¿Todos los días fumas mariguana?"
"Sí, ¿por qué? ¿Quieres?"
"Soy menor de edad..."
"Y eso te valió un carajo cuando estuviste bebiendo"
"En tu fiesta"
"No es mi puta responsabilidad lo que la gente haga en mis fiestas"
Lo miré de arriba a abajo.
"Eres un drogadicto"
"¿Sí?"
"Sí"
"Pues tú no eres diferente por ponerte borracha" —sonrió. Esa estúpida sonrisa perfecta —"Porque para tu información en escala toxicológica, el alcohol no es menos nocivo que la mota, pero sí más letal"
Fruncí el ceño.
"¿Ahora sí te vas a largar? ¿O hay alguna otra fantasía sexual que quieras que te cumpla, enana?"
"No. Muchas gracias por los mejores orgasmos mentales de mí vida. Eres un verdad un crack"
No esperé su respuesta.
Cerré la puerta justo detrás de mí y salí del baño, directamente hacia la entrada.
Pero...
Antes de que llegara, un tirón me hizo girar sobre mis talones y un golpe ruidoso me escoció la mejilla.
Marina acababa de abofetearme.
Me llevé la mano al rostro.
"¿Qué hacías encerrada en el baño con mi prometido?"
Sin embargo, a pesar de que lo vi absolutamente todo... la que contestó no fui yo.
Una aparatosa risa me sacudió los hombros por completo, y mucho antes de que pudiera procesarlo...
"¿¡Te estás burlando de mí?!" —intentó propinarme un segundo golpe, pero la vi venir en cámara lenta y me detuve la muñeca.
"Mucho cuidado humana..." —salió la voz de Alondra —"Porque la próxima vez que tú sucia mano se atreve a tocar esta cara, será porque estás deseando que te la arranque para dársela como premio a un montón de alimañas carroñeras"
"¿¡Qué cosa dijiste?! ¡Sal de mi casa ahora mismo!" —gritó Marina —"¡Seguridad! ¡Seguridad!"
Alondra volvió a carcajearse y la atrajo para susurrarle de cerca.
"No te preocupes, ya me voy. Este no es el tipo de evento que un humano común y corriente debería ofrecerle a una Diosa como yo, de todas formas. Además, no tengo ganas de seguir viendo como es que el collar que ahora llevas alrededor del cuello y que debía ser de Helena Candiani te hace tan feliz, no solo eso, pero también tomas la mano del que debía ser su novio y lo presumes como tuyo, y... ese vestido. Me lo viste puesto a mí y creíste que lo llevaba ella, así que lo compraste... pobre Marina" —la miró con desdén —"Ni siquiera sabes diferenciar cuestiones Yam patética obvias... ¿No te encantaría también que me arrancara la piel del rostro y te la regale cuando ya no me sirva? Apuesto a que sí..."
Mi mano soltó a Marina, que se tambaleó sobre sus tacones y cayó de pompas.
Y cuatro sujetos fornidos me rodearon.
Los observé de reojo:
"Guárdense sus manos para sí mismos. Dije que ya me iba" —me acomodé un mechón de cabello comencé a caminar hacia el ascensor.
Mi celular comenzó a vibrarme en la bolsa del jumper.
Descolgué y me lo pegué a la oreja.
"Tengo tanto tiempo aquí... que juro que ya le busqué todas las formas interesantes posibles al adoquín de la pared" —habló la voz al otro lado de la línea —"Las torturas empleadas por la inquisición están casi todas, también las torturas Chinas, y algunos crímenes de honor del Medio Oriente... pero no he logrado ver algo que se le parezca a un crucificado por la ley de Herodes; ¿Debería simplemente completar la colección?"
Torcí los ojos.
"Ya voy para el estacionamiento"
"Ah... Así que lo hiciste"
Colgué la llamada.
Y con un pequeño *click* que desataría el infierno en unas horas, en el piso de arriba, respondí a su pregunta.
Miré las como pasaban las lucesitas sobre los números del ascensor y visualicé aquellos ojos dorados.
El amor que sentías enfermó y ahora se descompone...
Se abrió la puerta y encontré a Deimos recargado ahí, con los audífonos puestos, una botella de Moet bajo el antebrazo, dos copas de cristal cortado en una mano, y unos plumines en la otra.
Había un montón de líneas pintadas sobre la pared; como si hubiera estado uniendo constelaciones invisibles
Y garabatos de personas con los ojos de tache: x_x
Y un montón de nombres escalofriantes con palomitas: el potro, la mujer de hierro, tormento del agua, el toro de falaris, la silla Romana...
Traía puesta una gabardina larga color rojo quemado, una playera polo de cuello alto en negro, y ese montón de anillos que siempre le adornaban las manos.
"¿Un brindis?" —sonrió, humectándose los labios con su lengua bífida y mostrando sus colmillos.
Ya ni siquiera trataba de ocultarlo.
Las chicas que pasaban creían que era un chico guapo en cosplay y él se los dejaba creer mientras les hacía señas obscenas con la lengua y los dedos.
Ellas se sonrojaban.
También deseaban satisfacer sus deseos carnales más turbios con aquel chico de cabello oscuro y ojos de hielo.
Sí tan solo supieran que sus deseos no eran los mismos...
Me quede mirando las copas y el ladeo la cabeza.
"¿Qué pasa gatita? Estamos huyendo de la escena del crimen... No del buen gusto" —susurró, tirando los plumines al suelo y agitando la botella de líquido burbujeante frente a mi cara.
Ah...
Tal vez aquí es cuando debería explicarte el por qué había ido a una fiesta al departamento de Damasco, en primer lugar.
¿Por masoquismo?
Tal vez un poco.
¿Y a los ojos del resto?
Definitivamente.
Sobretodo después de que lo hubiera gravado con la cámara oculta dentro de mi arete, confesando que consumía mariguana, y también incitando a una inocente menor de edad a hacerlo, acá: moi.
Entonces Deimos había recibido el video y hacía colgado un pedazo del mismo a internet, desde mi cuenta... cosa que no iba a tardar en hacerse viral.
Y por la mañana, tendría a un montón de noticieros y periódicos grandes tocando a mi puerta, desesperados porque aceptara alguna cantidad de dinero a cambio del video completo.
Y lo haría.
Se lo daría al que estuviera dispuesto a pagar más.
¿La razón?
Despecho.
Damasco había pensado con solo verme que era alguien que estaba dispuesta a venderle a los medios una exclusiva de su vida privada y me había hecho pasar un mal rato, así que; ¡Que lo siguiera pensando! Pero esta vez; con provecho.
¿La verdadera razón?
Damasco era una figura pública y yo sabía que la inmensa presión social que se suscitaría tras esto, lo obligaría a ingresar a un centro de rehabilitación.
Así es.
Yo, Helena Candiani no había sacrificado media vida solo para que el imbécil decidiera volverse a morir de una sobredosis.
Y al final....
¿Qué coño van a saber ustedes de las estrellas fugaces si nunca vieron a Damasco Cortés arder hasta desvanecerse?
*****
Alyeska Belanger se escabullía por los amplios pasillos de alguna ostentosa constricción.
Era de noche, y la luz de las velas, la ayudaba a esconderse entre las sombras.
Llevaba una capa de terciopelo en azul marino, y un montón de flechas colgadas a la espalda, el arco en la mano.
Estaba pulido de forma exquisita, todo de madera, probablemente era de roble blanco.
Sé que era ella porque algunos mechones de rubio platinado se le escapaban de la capucha de la capa.
Del resto, iba vestida como un chico; con botas largas, de cuero, amarradas con agujetas del mismo material, y una camisa de lino con pechera... tal vez debajo llevaba un corsé, o un montón de vendas para aplastarse los pechos y que estos no la delataran.
Se escondió tras un muro y visualizó a dos hombres; dos Cuervos negros.
Iban a ser un obstáculo para lo que quería hacer, así que se sacó dos flechas de la espalda, les apuntó con el índice, y les dio en la cabeza sin esfuerzo.
Las armas convencionales eran exactamente igual de mortales tanto para los humanos como para los que no lo eran...
Lo complicado era agarrarlos con la guardia baja, pero ella había aprendido a hacerlo.
En cuanto cayó el segundo, volvió a correr.
Había sido entrenada por un guerrero de élite: Seiten Le Blanc.
Así que los soldados de ese calibre no tenían absolutamente nada que pudiera sorprenderla.
Se tocó el vientre en cuanto encontró otro escondite, en ese momento la mano le tembló pero también recordó el por qué estaba corriendo, se giró y estuvo a punto de volver a apuntar con el arco, cuando sintió el filo de una hoja afilada en la tráquea.
"Regresa a tus aposentos en este mismo instante, Belanger" —era la voz de una chica que... también iba vestida de chico.
Solo que a diferencia de ella, el atuendo de esta chica era impecable y no un desastre improvisado.
Llevaba una armadura elegante, de acero negro, con cuervos tallados, y pantalones hechos a la medida, guantes de cuero en las manos para que el rudo manejo de la espada no se las maltratara, y el cabello recogido en una cola alta.
Sus rasgos eran duros, pero muy finos.
Tenía un ojo muy claro y otro muy oscuro, piel muy blanca, casi traslúcida, cabello negro y muy lacio, y el porte digno de alguien de la realeza.
Y era más alta que Alyeska, casi por una cabeza.
"¿Qué no me escuchaste Belanger? Te dije que vuelvas a tus aposentos. Y es una orden. No creas que voy a pasar por alto que acabas de asesinar a seis de mis hombres. No me importa sí el príncipe de los cuervos negros es conocido por ser indulgente contigo, habrá consecuencias"
"Amelia..."
"Cierra la boca y camina"
"No voy a ir a ningún lado. Reporta lo que quieras"
"Entonces te cortaré aquí mismo la garganta y te arrancaré los ojos"
"Claro, ¿por qué no lo intentas?"
"No juegues con mi paciencia"
"No puedo quedarme" —susurró tocándose nuevamente el vientre.
"Lyoshevko Lacroix te recató de las garras de esos bárbaros, porque quiere convertirte en su reina; ¿Y así le pagas?"
"Estoy en cinta, Amelia"
"¿Qué? ¿Y así pretendes que te deje huir? ¿Con el heredero de los cuervos negros en el vientre?"
Alyeska se protegió con ambos brazos.
"Sí"
"Una mujer puede parir de todas formas sin brazos y sin piernas, de hecho, no las necesita para hacerlo" —Amelia le informó —"Lo que pretendes hacer es un crimen de estado"
"¡Él bebé no es de Lyoshevko, Amelia!"
"¿Q-Qué?" —su tono fue genuinamente perplejo —"No me digas que... finalmente le abriste las piernas a su mejor amigo y por eso te quieres escapar... ¡Eso se va a poner muy bueno! ¡Cuando se entere te va a sacar él mismo los ojos!"
"Es de un humano"
La perplejidad se apoderó del rostro de Amelia.
"Y Lyoshevko lo sabe..." —le informó —"Quiere matarlo para que yo viva. Y yo no lo voy a dejar hacerlo"
"¿Qué? ¿Mi lugar como princesa y futura reina se está viendo sacudido por una puta que se ha dejado preñar por un humano?"
Alyeska se aprovechó de la distracción de Amelia y le tiró la espada de una patada.
Después le apunto con una de sus flechas.
"Ya lo sabes. No valgo la pena. Así que apártate de mí camino"
"No voy a hacerlo"
"Vete y reclama tu lugar legítimo como la futura reina Cuervo"
Amelia miro de reojo su espada en el suelo, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Alyeska le atravesó la muñeca con una flecha.
"¡Aghhh!"
"Tú amor por el te vuelve demasiado lenta"
"¡Arriesgó nuestra posición, y a nuestro ejército sólo para rescatar a una maldita puta preñada a la que debieron haber ahorcado!"
Alyeska le lanzó otra flecha, que le atravesó el tobillo.
Amelia volvió a gritar.
"No quiero lastimarte de más. Pero necesitó asegurarme de que no me sigas"
"¡Eso que llevas en el vientre es una abominación!"
"¡No!" —gritó —"¡Esto que llevó en el vientre es un Cuervo Blanco! ¡Como yo! ¡El único Cuervo Blanco que existe además de mí! ¡Y no voy a dejar que ni tú, ni nadie le haga daño!"
"¡Detente!"
Pero le lanzó otra flecha, directo al muslo.
Después le pasó de lado:
"¿Sabes? Durante mucho tiempo me miraba al espejo deseando ser tú, pero me alegra de que no se cumpliera" —le confesó Alyeska a la chica —"Yo no tengo madera de reina. No soy estratega. Simplemente quiero ver el mundo. Ser libre. Poner mis reglas... y nada de eso sirve de mucho en los juegos de política"
"¡Él es capaz de quemar la mitad del mundo para encontrarte! ¡Lo sabes!"
"¡Entonces voy a esconderme en la otra mitad! ¡En algún momento se tiene que cansar! No voy a darles más problemas... solo quiero irme"
"¡Él quiere que tú seas la reina!"
"¡Y yo quiero que los deje a ti y todos ustedes y se vaya conmigo! Pero uno crece y se da cuenta de que muy pocos obtienen lo que quieren en la vida , y al parecer él y yo no entramos dentro de esos pocos. Es tiempo de que alguien lo asuma y actúe de acuerdo a ello. Ya tuve toda una vida de poner lo que él quería primero" —comenzó a caminar —"Lo que él quiere es un obstáculo para mis sueños y lo mismo va para el. En cambio tú y él sueñan el mismo sueño desde niños... Háganlo realidad Amelia. Y háganlo en grande. Sé que pueden. No vas a volver a saber de mí. Ninguno de los dos"
Pero este fue uno de los sucesos que acabó de desmoronar la perfecta torre de Naipes.
Lyoshevko Lacroix había salvado a Alyeska Belanger de ser colgada como una adúltera, pero ella regresó sólo para ser quemada como una bruja.
Silas Lacroix la obligó a desposar a un humano... y hubo una noche de bodas.
Y en esa noche de bodas el novio descubrió que su dulce esposa ya no era casta y pura; así que dejó que la tuviera cada uno de sus sus guardias, sus soldados y todo el cuanto la quiso tener; como si se tratara de sobras.
Lyoshevko no supo de esto hasta que fue muy tarde.
Y a ella la condenaron a la horca.
Y entre tantas violaciones y abusos quedó en cinta.
Alyeska ya estaba embarazada cuando él la rescató.
Y le pidió de rodillas que no lo tuviera.
¿Se imagina alguien rogando al gran Lyoshevko Lacroix?
Él le rogó...
Pero ella se fue de todas formas.
Resulta que concebir a un ser entre un humano y una bestia es algo completamente antinatural, pero al mismo tiempo, era la única forma de que existiera otro cuervo blanco.
Cuando dos bestias se aparean, el linaje que prevalece es el de mayor maná.
No importa si el padre es un gato, y la madre un cuervo, o una serpiente.
Si el padre es más fuerte y es una serpiente, será serpiente.
Lo mismo con una mariposa.
Y lo mismo iba a pasar entre un cuervo negro y uno blanco.
No existe forma alguna de que el blanco pueda ganarle al negro.
Sin embargo... existe siempre hay una opción, y eso es si uno de los padres es humano, porque un humano no tiene mana.
Pero las mujeres humanas acaban volviéndose locas.
Y las mujeres bestia deben comerse el corazón del padre de la criatura, a no ser que quieran que aquello que se engendra en su vientre acabe con su vida, por ser tan inestable.
Lyoshevko le rogó de rodillas ¿Recuerdas?
"¡Escógeme a mí, Alyeska Belanger!"
Pero Alyeska se escogió a ella.
Escogió su linaje.
Y se fue a matar a muchas personas y a comerse muchos corazones.
Se fue a morir quemada.
Porque ser el ultimo cuervo blanco... sí fue algo demasiado solitario para ella.
*****
Notita de Marluieth:
Holi broooooosssss💕✨
Ya falta sólo un capítulo y el epílogo.
Habrá un extra de este capítulo en el apartado de extras. Pero voy a esperar un poco a que lean este cap... para más tortura... digo, emoción.
Editaré mis errores de dedo al ratito juas juas.
Besitos 😘
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