62. La prima hora I
"Para esa persona que hizo tanto por mí y por la que nunca pude hacer nada.
A la que vi siempre de lejos.
La que me vió crecer entre heno y hollín y me limpió la cara con su pañuelo, con su manga y con el dobladillo de su falda, y a veces también con sus manos.
A la que me pasé la vida mirando a escondidas, porque estaba prohibido mirarla pero yo no podía evitarlo.
Por la que nunca rompí las reglas, aunque no hacerlo me rompía a mí todos los días.
Y la que nunca me miró de regreso.
La que decidió no volar para que yo volara, porque me quería, pero no de la forma en que yo la quería a ella.
La que me prestó su hombro para llorar, y la que lloró tantas veces sobre el mío.
La mujer que nació para ser un caso perdido en el manejo de la espada.
Los últimos meses me alejé de ti, porque estar tan cerca se había vuelto duro.
Porque estar en medio de mi amor por ti y del que le tuve al único al que pude llamar amigo, me destrozaba.
Pero mi vida fue tuya, aunque no lo sepas.
Y si le prenden fuego a la tuya.
La mía también arde contigo.
Porque me da más miedo vivir un día sabiendo que ya no existes, que quemarme."
—Seiten Le Blanc
La piscina principal del exclusivo y muy selecto Club de Golf Quinta Mercedes, estaba dividida en 8 carriles inmensos, usaban unas boyas que incluso tenían pintados el logo y el slogan del lugar para eso:
"El límite eres tú"
Por cierto, ¿Conoces las boyas?
Yo no las conocía hasta que empecé a hacer... bueno, lo que estoy haciendo justo ahora.
Empecé hace una semana, aunque parece una maldita eternidad.
En fin, como ya sabemos; nunca fui muy deportista (a no ser que me obligaran), así que todo el basto conocimiento que tenía sobre las boyas, era que cuando vas al mar, si pasas ese lazo de pelotas de colores que se ve a lo lejos, entonces ya te pueden comer los tiburones.
Bueno, como sea.
Ahora (gracias a cierta persona que prometo que obtendrá su merecido) ya sé que las boyas son de plástico duro en vez de blando, y que nunca van a poder sustituir a las pelotas porque para empezar duelen mucho, cuando te caen en la cabeza porque no las atrapaste gracias a tus majestuosos reflejos de pato, y también ya sé cómo se limpian; una por una... pero al menos eso solo se hace los fines de semana.
Si quieres imaginarte un poco mejor el lugar en el que estoy ahora, visualiza el ábaco de un gigante muy distraído que mientras iba caminando por ahí para perder sus habichuelas mágicas, también lo perdió, y fue posteriormente encontrado por un poblado de insectos muy creativos que decidieron echarle agua y... ¡Voilà!
Pero bueno, vámonos una semana y media atrás para que entiendas como es que comenzó mi tragedia.
De momento te presentaré a los cómplices del terrible suceso:
✔️Un chico con el ego más grande que el cerebro.
✔️Una llamada nocturna.
✔️Y un pan.
Sí: UN TONTO PAN.
.
.
.
El chico robusto se aclaró la garganta antes de hablar:
"Y esta hermosura que ves aquí, es nuestra alberca olímpica, sólo hay 6 en el estado, las demás son semi-olímpicas" —me informó el encargado de la zona de albercas, con uno de esos ademanes similares a los que hacen las personas que aparecen en Discovery Chanel cuando encuentran a un cocodrilo prehistórico del tamaño de un barco, adentro de una pirámide, a mitad de un desierto, encima de los restos de una nave alienígena. Después volteó a verme... Supongo que esperaba alguna reacción de mi parte o algo, así que hice lo mejor que podía hacer: moví mi cabeza en un "sí" y puse mi boca en forma de "O" para que viera lo increíble que me parecía todo esto y así continuara. Satisfecho, me dió una bolsa de plástico, a la par que ponía en su celular el tonito que sale en el capítulo de Bob Esponja cuando le entregan la increíble espátula mágica... Oh. Por. Dios—"Y ahí adentro están tu uniforme *tonito* y tu gafete *tonito*
"Huh... ¿Gracias?"
"De nada" *tonito*
"¿En serio?"
"Sí" *tonito*
"Ah"
Se guardó el celular.
"De una vez te digo que no te van a dejar pasar los de recepción si no los llevas puestos ¿Okiii? Puedes ajustar el uniforme para que te quede mejor. Esa que te di es nuestra talla más chica pero a ti te de todas formas te va a quedar grande, muy grande... exageradamente grande" —me miró de arriba a abajo unas tres o cuatro veces, cada vez menos convencido de lo que estaba haciendo. Tal vez esperaba que mientras más repasos visuales me diera, eso ayudaría a que de alguna forma me hiciera un poco más grande. Ya sabes, como esos dinosaurios de plástico que crecen si los echas en agua. Pero no amigo, temo decepcionarte pero ni siquiera la terrible Emulsión de Scott con sabor a pescado podrido que me obligó a tomar mi mamá por dos vidas (¡DOS VIDAS!) me ayudó a crecer si ni quiera un mísero milímetro. La sangre de pitufo corría intenso por mis venas.
"Voy en preparatoria" —le aseguré.
Él arqueó una ceja.
"Bueno... Como sea. Los miembros del club empiezan a usar nuestras instalaciones las 6:00 am, todos los días, de Lunes a Viernes, así que tu entrada es a las 5:00 am ¿Okiii? Pero trata de llegar un poco antes, en lo que te acostumbras ¿Okiii?" —señaló unas escaleras que estaban pegadas a una esquina—"Las redes para limpiar, se guardan en el cuarto de abajo, la segunda puerta, la primera es la de las máquinas. Y estas son tus llaves" —tomó mi mano y las depositó justo en medio de mi palma—"¡Y vienen con uno de nuestros increíbles llaveros que brillan en la oscuridad y toda la cosa! ¡Y también tienen musiquita, sólo tienes que apretar aquí y...!" —nada sucedió —"¡Dije que tienes que apretar aquí, yyyy...!" —comenzó a aplastar la pequeña figura de plástico cada vez con más , y mas fuerza, hasta que algo salió rebotando en un *boing* hacia el piso, y posteriormente se hundió en las profundidades de la alberca.
Nos miramos él uno al otro.
"Bueno... Si las pierdes, tú las repones ¿Okiii? Vamos a ver qué tal te va en tu primera semana y si todo sale bien, te regalaré toda una plantilla de estampitas de Disney que también brillan en la oscuridad ¡Y unos llaveros igual a ese pero en otros colores para que se los puedas regalar a tus amiguitos! ¿No es genial?" —apretó uno de mis cachetes, así como lo hace la típica tatara-tía que por alguna extraña razón está súper segura de que los niños de ahora están hechos de hule.
"Muy genial" —le respondí, observando mi llavero de pececillo al que acababa de destripar salvajemente y que ahora parecía como si le hubiera dado una parálisis facial; con un ojo más grande que el otro, la boca ladeada y toda la cosa.
Pobrecito... te llamaré... chueco.
"¡Perfecto!" —alzó el pulgar, acarició mi cabeza al estilo del príncipe Erick con Max (porque al parecer los dos poseemos la sublime esencia de un estropajo con ojos que grita: ¡Por favor alborota mi afro porque no es como que me tarde más de una hora en arreglarlo para que se vea medio decente!) y se fue.
Y yo me quedé ahí, mirando el nuevo uniforme color kaki con enormes franjas color amarillo radioactivo que de seguro incluso brillaban cuando los faros de los autos les pasaban encima, como las tapitas de las carreteras, o la parte de atrás de las bicis.
Me preocupó un poco que los miembros de este club necesitarán tanta ayuda para poder no-atropellar a sus empleados.
Así que hice una nota mental de siempre, siempre, SIEMPRE usar las banquetas.
Cómo sea y mucho más importante:
¿¡Por qué este tipo de cosas sólo me sucedían a mí?!
¿¡Es que a caso en alguna de mis vidas pasadas había sido Gengis Kan, o algo?!
Apreté la bolsa de plástico con los puños recordando como era que había terminado en un empleo de medio tiempo que ni siquiera quería, o necesitaba, y que además me obligaba a despedirme de mis deliciosas cobijitas desde la madrugada.
"¿Por qué me colgaste el teléfono ayer?" —Alan Garcés apareció a la mañana siguiente afuera de mi casa. Ni siquiera se esperó para buscarme en la escuela como una personita normal, oh nooooo... Fue exclusivamente a pararse afuera de mi portón como un poste (un muy enojado poste) a esperar, y esperar.
"¿Dormimos juntos?" —le pregunté, cerrando la puerta detrás de mí y acomodándome mi mochila sobre el hombro.
"¿Qué?"
"¿Que sí dormimos juntos o algo?"
El color se le subió hasta las orejas y sus ojos se abrieron de par en par mientras con el dedo índice temblándole, me señalaba de forma acusatoria.
Ya sabes, en todo el modo de: ¡Esta es la canibal de bebés que han estado desapareciendo en el vecindario! ...porque supongo que a eso equivalía el haberle colgado el teléfono.
"¡T-Tú!" —soltó.
"¿Yo?"
"¡N-No!"
"Yo... ¿No?"
"¡Sí! ¡Tú!"
"Hum"
"¡Por supuesto que NO! ¿¡Por qué demonios me preguntas eso?! ¿¡Me ves cara de que quiero dormir contigo o algo?! ¡Por qué sí es así; no quiero, nunca he querido! ¡Nuncaaaa! ¡De hecho, nunca te lo he dicho para no hacerte sentir mal pero para tu información; eres la persona con la que menos quiero dormir en el mundo!! ¿¡Me escuchaste?! ¡¡Grábatelo!! ¡¡Nadie quiere, ni sueña, ni siquiera imagina dormir con un tonto pedazo de moco enano!! ¡¡NADIE!! ¡Y mucho menos yo! ¿Estamos claros? E-Espera un momento... ¿¡Acostumbras a dormir con chicos?! ¡¡Contéstame!! Porque aunque nunca has sido una niña con una moral ejemplar eso sería el colmo y muy bajo hasta para t-" —pero le metí lo más rápido que pude, el pan que me estaba comiendo a la boca, antes de que sus muy perturbadores debrayes mentales, lo hicieran explotar.
¿Ven?
Yo todavía estaba pensando en su bien.
Lo estimo lo suficiente como para no querer que se convirtiera en confeti, y el mundo se quedara sin el único Alan Garcés que existe.
Soy una buena persona.
Y ecológica.
Porque el confeti contribuye a la tala de árboles. Y a mí me gustan mucho los árboles.
Pero por alguna extraña razón él no lo vió de la misma forma que yo y su vena del enojo comenzó a marcarse mientras me miraba.
¿Sabes, Garcés? La verdad es que no es mi culpa que no te gusten los árboles.
Dioooooos —pensé acercándome —¡Todo lo que me pasa por ser una buena persona y preocuparme por los demás!
"Cuando dos personas no duermen juntas, primero se dicen hola y ya luego pasa todo lo demás" —le expliqué —"¿No lo sabías?" —ladee la cara para verlo mejor —"Por cierto, esas ojeras son feas con F de Foco Fundido" —deslice la yema de mi índice sobre una de ellas, delineandola.
Su piel era blanca; rosada en las mejillas y muy, muy suave, tal vez por eso se le notaban más, ademas no tenia una sola imperfección; era un mocoso de mierda muy bonito; con su cabello castaño dorado, muy brillante, y sus pestañas tupidas y un poco más oscuras, rizadas, como la muñeca antigua que mi abuela tenía en la sala y que me daba mucho miedo porque cada que la agarrabas abría los ojos y además, también se llamaba Anabelle.
Sip: definitivamente sí Anabelle reencarnaba algún día en un hombre, sería igual a Alan Garcés, ademas sus dos nombres empezaban con "A"
Continué acariciando los círculos amoratados bajo sus ojos, sus párpados, y también pasé la yema por el borde de sus pestañas, y él se solo pudo quedarse ahí; demasiado inmóvil, mirándome fijo.
"¿Sabes en qué estoy pensando justo ahora?" —le pregunté en voz bajita.
Él tragó saliva.
"¿Mmm?" —aún tenía el pan en la boca.
Sonreí.
"En mapaches albinos" —obviamente no le iba a decir que en muñecas de porcelana diabólicas porque no quería herir su ego. Estoy segura de que a ningún hombre le gusta que lo comparen con una muñeca.
Alan apartó su rostro de forma brusca y escupió el pan.
"¿Qué? ¿No te gustan los mapaches? ¿Ni siquiera los albinos? Porque déjame decirte que esos son los mapaches más bonitos de todos, aunque los osos pandas albinos son mucho más bonitos, pero tú no eres gordo, entonces no puedes ser uno de esos"
Pero se enojo aún más.
¡Alan Garcés es tan raro!
"Contéstame lo que te pregunté"
"¿Qué cosa?"
"¿No me escuchaste?"
"Hum... no" —me encogí de hombros —"Sé que se supone que las mujeres podemos hacer muchas cosas a la vez, y así. Pero yo tengo la teoría de que cuando me crearon me pusieron una pieza de hombre porque yo solo puedo hacer una, y cuando empezaste a hablar, sólo estaba concentrada en comerme mi pan porque estaba muy rico. Y luego en apagar el ruido molesto que salía de tu boca, así que le tuve que meter mi pan" —expliqué; cayendo en cuenta de una enorme revelación: —"¡Ay nooo! ¡Que triste! ¡Me quedé sin mí pan!" —me agaché para recogerlo —"¿Crees que todavía aplique la regla de los 5 segundos, Garcés? ¡Contesta! ¡Porque estaba muy rico! ¡Era pan de yema!"
"¿Por qué me colgaste, Helena?"
"Pues... porque quise" —le respondí sin pensarlo mucho, contemplando entre mis manos, el cuerpo inerte de mi panquecito lleno de polvo—"¡Ay, Garcés! ¿Por qué tenías que venir? ¡Todo esto es tu culpa! ¡Te odio!"
Alan me arrebató el pan y lo arrojó lejos, atinando justo en nuestro bote de basura que estaba como a 7 metros.
"¡Listo! ¡Problema resuelto!" —se sacudió las manos mientras lo veía con total incredulidad.
¿Alan acababa de tirar mi pobre, pobre pan al bote de basura?
¿Como se atrevía?
¡Obviamente iba a obligarlo a comprarme otro!
¡Tonto mocoso con cara de Anabelle!
¡Nunca más iba a volver a preocuparme por su estúpido, estúpido ego!
¡Nuncaaaa!
Pero mientras yo estaba saturada de decenas de pensamientos maduros, pacíficos y para nada rencorosos, supongo que dentro de su cabeza, sucedía una tragedia completamente diferente; imaginemos a una pequeña Helenita, que cuyo hábitat natural es dentro de la imaginación de Alan, y que normalmente suele decir cositas bonitas y lindas, hasta ahí todo bien... ¡Pero sucedió una aberración! ¡Una catástrofe! ¡Esa Helenita era falsa! ¡Más falsa que promesa de político! Y mientras saltaba con los animalitos mentales del bosque mental, comenzó a sacar humo, a perder tornillos, y su cabeza comenzó a dar de vueltas mientras repetía una y otra vez, como disco rallado y con la voz de una ardilla de Alvin y las Ardillas pero robotizada: pues... porque quise, pues... porque quise, pues... porque quise, pues... porque quise, pues... porque quise
Te colgué porque quise...
Pues... porque quise
Juasjuasjuasjuas breeeeppp 🤖
Cuando vi como había crecido la vena en el cuello de Alan Garcés (a la que juro que ya deberíamos ponerle un nombre y convertirla en la mascota de esta historia) y su ojo furioso al que estaba a punto de darle un tic, debí hacer intuido que nada bueno iba a salir de esto, pero nooooo, yo estaba de luto por haber perdido mi delicioso pansito, y mis instintos de supervivencia jamás han sido precisamente buenos, así que solo pensé que nunca volvería a invitar a Alan Garcés a mi casa por las mañanas porque a esa hora estaba muy loco.
Espera... yo no lo invité.
Bueno, de todas formas no lo iba a invitar nunca, nunca en un futuro.
"Ya" —musitó, lamiéndose los labios, los cuales se le humectaron al instante. Eran muy rosas, de contextura mediana pero generosos en donde debían serlo, y cuando hacía eso, parecía como si los hubiera untado con un gloss de fresa.
Me llevé una mano a mi boca.
Con este clima, cuando yo humectaba los míos solo parecía como si le hubiera caído una gotita de agua, al cadáver de la momia más vieja del mundo.
¡Que suerte tienen las reencarnaciones de Anabelle!
"Entonces si así es como funciona para ti, así es como van a ser las cosas" —me advirtió.
Y yo lo miré con cara de: AWATAFAK
"¿De que hablas? ¿Qué cosas? ¡No entiendo nada! ¿Qué te hice?"
"¡Del teléfono, Helena! ¡Estoy hablando del maldito teléfono!"
Ah.
Me rasqué la cabeza.
"Hum... Pero según yo los teléfonos funcionan igual en todos los lados del mundo." —le respondí —"¡Ay no! ¡Ayer se me olvidó hacer mi tarea de química por andar chateando con Argelia! ¿Por qué todo el mundo siempre está interfiriendo con mi pobre, pobre salud mental? ¡Ahora voy a tener que copiar en modo Flash, en el salón! ¿¡Por qué mierda la gente no entiende que la salud mental es lo más importante de todo?! ¡Ni siquiera tú, Garcés! ¡Porque para tu información una persona con hambre no es una persona mentalmente saludable! ¡Ahhh!" —traté de regresar a mí casa para apurar a mi mamá y decirle que necesitaba llegar más temprano a la escuela, pero en cuanto quise dar el siguiente paso, Alan se giró de forma rápida y me detuvo del brazo, acercándome hacia él tanto, que nuestros cuerpos chocaron, y su loción inundó por completo mi nariz.
Alan Garcés siempre olía a lo mismo: a Farenheit de Christian Dior. Era como su marca personal, porque desde que tenía memoria siempre había olido a lo mismo.
Yo ya no podía oler ese perfume sin acordarme de él.
"Moco" —susurró con los dientes apretados. Clavándome su par de ojos rasgados, intensos y muy verdes; como las hojas de los maples en su mejor momento.
Unos ojos que preferías que no te vieran de manera tan fija porque provocaban que tu cerebro dejara de funcionar.
"¿Qué?"
"Todo sea por la salud mental ¿verdad?" —su tono fue raro.
"Obviamente. Ya te dije que la salud mental es lo más, más importante de todo"
"Genial"
Entonces sonrió de lado.
Me soltó...
Dió la media vuelta.
Se metió a su auto.
Y se fue...
Ese día no lo vi en la escuela.
Lo evité obviamente, porque siempre evitativa nunca inevitativa ...pero igual cuando estuve buscándolo para poder evitarlo mejor, no lo vi para nada... Hasta que llegué a mi casa por la tarde, sólo para verlo salir por la puerta, con una sonrisa enorme y muy llena de satisfacción en el rostro, y con una carpeta bajo el brazo, con el logo de un pez.
"Hum... ¿Adiós?" —me dirigí a él.
"Hasta luego, Helena"
¿Ya lo recordaste mi querido lector?
El Fraccionamiento Club de Golf Quinta Mercedes, es nada más y nada menos que el lugar en donde viven Alan, Verónica, Fobos, Deimos y ellos.
Se llama así porque hay una casa club adentro del fraccionamiento ¿Te acuerdas?
Solo que hacia años, sólo era un club de Golf, pero poco a poco se fue llenando de muchas más instalaciones para que las personas que viven ahí pudieran practicar casi todos los deportes; atletismo, basket, yoga, tenis, equitación, natación.
NATACIÓN.
"¿¡Me apena mucho venir sin avisar pero es que estoy muy preocupado por el comportamiento de su hija Helena, señora Candiani!?" —le grité en cuanto lo tuve cerca, arrojándole la gorra azul eléctrico que ahora me obligaban a llevar por su tonta, tonta culpa—"¿¡En la Iglesia aprendemos que el ocio es el padre de todos los vicios!? ¿¡Que mierda sucede contigo?! ¿¡Crees que la gente se levanta todos los días pensando: Ay, mira ¡Que bonito está el Sol! Ojalá y hoy venga ese mocoso imbécil, que sé seguro es descendiente de esas muñecas de porcelana diabólicas, llamado Alan Garcés para decirme todo lo que aprende en la Iglesia, porque no es como si fuéramos a una escuela católica en donde comemos, desayunamos y cagamos enseñanzas bíblicas o como si viviéramos en maldito Latinoamérica, lugar donde hay más pinches Iglesias que hospitales, escuelas, albergues y orfanatos juntos?!"
Él atrapó la gorra en el aire y me sonrió: la.misma.sonrisa.idiota.de.antes
"Se te ve muy bien el azul. Me gusta. Todos los mocos deberían ser azules"
"¡Me vale un pepino gigante si te gusta!"
"No deberías de quitarte el uniforme, estás trabajando y te pueden levantar un reporte y si eso pasa, ya no vas a poder ser la empleada del mes. Y eso sería muy triste, Helena"
"¿¡Quién mierda quiere ser la empleada del mes?!" —comencé a buscar algo dentro de los bolsillos de mi overol —"¿¡Sabes qué cosa sí es triste?! ¡¡Que piensen que con darte un tonto llavero que brilla en la oscuridad, ya con eso pueden explotarte laboralmente!! ¡¡Y obligarte a salir de la cama a horas inhumanas!!" —agité el llavero frente a su cara, furiosa —"¡¡Mira!!"
Él lo tomó.
"Ey. Estos llaveros son muy populares aquí, yo también tengo uno. Además, no solo brillan en la oscuridad, también tienen música" —comenzó a apretar la cara de mí ya muy deforme pez —"Vamos... suena..." —pero no lo hizo, solo termino chillando musicalmente como los patitos de goma —"Huh... Qué extraño... pero bueno ¡No importa! Porque cuando seas la empleada del mes te van a dar muchos, muchos má-" —pero lo interrumpí, arrebatándole a señor chueco.
"¡Qué no quiero ser la estúpida empleada del estúpido mes! ¡Entiende!" —me quejé —"¿¡Sabes qué cosa sí quiero?! Quiero saber; ¡¿por qué me hiciste esto Garcés?!"
"¿De qué hablas? A juzgar por la apariencia de Roger el pez, tú ya le habías hecho algo mucho antes de que yo lo tocara, no puedes echarme la culpa de que ya no suene. Sería muy infantil de tu parte"
"¿Roger el pez?"
"Sí, ¿No es genial? En el comité del club me dejaron escogerle el nombre después de ganar la copa en un torneo de natación, de hecho lo trae escrito en la pancita con todo y mi firma, ¿ves?"
"Ohhh..." —me acerqué para ver. Era verdad, ahí decía: Roger y también había un garabato en cursivas. Alan Garcés tenía una firma bonita; como de princesa. Pero era un poco triste que no pudiera ponerle a mi propio pez un nombre porque el ya lo había hecho. Me había robado ese derecho... robado...ROBAR... COMO MI PRECIADO TIEMPO ECHA TAQUITO DENTRO DE MIS COBIJAS AHHHH—"Espera... no. No, no, no, no, no" —retrocedí porque: la traición —"¡Noooo! ¡No vas a lograr distraerme de lo que siento! ¡Y lo que siento es odio! ¡Odio puro y duro! ¡Sí! ¡Yo te odio a ti y a tu tonto pez con nombre de Drag Queen, que ni siquiera funciona!"
"¿Por qué?"
¿Por qué?
¿Por qué?
¿¡Como que por qué?!
Comencé a quitarme uno de mis tenis para arrojárselo también a ver si eso le aflojaba un poco las neuronas. Esto era la guerra—"¿¡A lo largo de mi convivencia con Helena, me he dado cuenta de que ella no sabe medir el peligro, señora Candiani?!" —intenté fingir su voz pero solo logré que me diera un horrible ataque de toz. Ah. Es verdad, estaba resfriada otra vez y POR SU CULPA. Llegar a esa conclusión sólo hizo que me enojara más... y también que me diera un ataque de tos—"¿En serio?" —susurré con la voz de un asmático en sus últimos momentos—"¿¡Es en serio que te esperaste a que yo no estuviera en mi casa para ir a arruinar mi vida?!" —ohhh, era un asmático moribundo FURIOSO.
Él levantó las cejas, como si estuviera recordando lo que había pasado.
Llevaba un bañador negro puesto, amarrado con su respectivo cordón a la altura de las caderas, y una sudadera Nike roja abierta de la parte de enfrente.
¿Un mocoso como Alan Garcés podía tener todo el six-pack marcado?
"Se le llama: preocupación. Y no deberías enojarte, deberías estar agradecida de qué hay gente que se preocupa por ti. Además, todo lo que dije es cierto. No sabes medir el peligro. Ni siquiera sabes nadar bien y ya te pusiste a brincar como una histérica a la orilla de una piscina que tiene más de 5 metros de profundidad, eso sin mencionar lo del ascensor, o lo de la casa del monje, o-" —esquivó mi zapato en el último momento.
Casi, Garcés.
CASI.
Pero no importa...
Porque tengo dos piernas, y cada una tiene su propio pie.
Y cada pie tiene un zapato. Ja.
Así que comencé a brincar en un pie con toda la energía furiosa que había acumulado dentro de mi ser sólo para este momento y empecé a deshacer el moño de agujetas con una mano, estirando la otra para no perder ni equilibrio, ni potencia.
"¿¡Las calificaciones de Helena son muy malas a pesar de que las pruebas siempre han arrojado que su coeficiente intelectual es muy alto?! ¿¡Siempre copia todas sus tareas de química?!" —le grité amenazándolo, ya con el tenis en la mano.
"Sigue siendo verdad. Se supone que por tu capacidad el plan era que ibas a ir adelantando años escolares, pero siempre te quedaste en el mismo. No avanzaste. Ser una niña genio no te sirvió de nada; ¿Y culpa de quién crees que es eso?"
Le arrojé el zapato directo a la cara pero él lo volvió a esquivar.
¡Estúpido Alan Garcés!
¡Pero todavía tenía la estúpida red con la que tenía que sacar las estúpidas hojas cada mañana por SU ESTÚPIDA CULPA!
"¿¡En serio piensas que lo que hiciste está bien?! ¿¡En serio?! ¿¡Que demonios fue eso de: Los grandes crimínales de la humanidad, también tenían un coeficiente muy alto así como Helena señora Candiani, y mucho tiempo libre como Helena y por eso hicieron cosas horribles?!" —comencé a agitar la red para darle.
"Tranquilízate, Helena" —pidió —"Reconozco que eso estuvo un poco de más, pero se necesitan acciones drásticas para situaciones drásticas"
"¡¿Un poco de más?! ¿¡Un poco de más compararme con Charles Manson o con el asesino de niños que los convertía en salchichas y se ponía a vender hot dogs afuera del metro?!"
Continuó esquivando cada uno de mis intentos de golpearle la cabeza, sin dificultad.
"Mira el lado positivo, en los países de primer mundo, incluso los hijos de las familias más acaudaladas toman trabajos de medio tiempo y eso les forma disciplina y carácter"
"¡Vivimos en México! ¡Aquí todo el sacrificio solo me va a alcanzar para comprarme unos chicles!" —rugí —"¡De verdad que puedes llegar a ser un enorme grano en la vagina! ¡Un herpes humano!"
"Helena, si alguien te ve o te escucha hablar de esa manera, definitivamente no vas a poder ser la empleada del mes aunque hagas bien tu trabajo y llegues todos los días temprano" —exclamó —"Y eso significa que no podrás tener mas llaveros de Roger el pez ¿Eso quieres?"
¿Que?
¿¡QUÉ?!
"¡Todos los Rogers el pez, deberían extinguirse de este mundo para siempre!" —grité —"¡Así que metete tu tonto llavero que no funciona por atrás y sin lubricante! ¡Tal vez eso haga que tu vida sea un poco más entretenida y dejes de tener la necesidad de andar jodiendome!"
"Helena. Tienes que ser más consciente de que eres una niña. Ya te lo he dicho: cuando te enojas hablas como un albañil"
"¡¡Ahhh!! ¿Entonces tener un pepino colgándote entre las piernas te da derecho a hablar como te dé la jodida gana? ¡Increíble!"
"Helena. Estoy hablando en serio" —sus ojos siguieron a un par de personas que caminaron directo hacia los vestidores, no sin antes detener un poco el paso para mirarnos con curiosidad.
"¿No quieres que los pomposos miembros de tu pomposo club, te vean hablando con una niña que habla como albañil, Garcés? ¿Es eso? ¿Tú hermosa reputación corre peligro de mancharse?"
"Helena."
"¡Estupendo!" —le sonreí —"¡Aquí va la mía!"
"Ya te dije qu-"
"¡¡¡Peneeeeee!!!" —grité con tanta fuerza, que incluso se oyó un pequeño eco: peneee, peneee...
"¡Helena!"
"¡Tienes un pene gigantesco! ¡Enorme! ¡Diooos! ¡Me muero porque Alan Belmont Garcés Chevalier me deje tocarle el pene! ¡Pene! ¡PENEEE DEL TAMAÑO DE UNA MAZORCA DE MAÍZ!"
Una mazorca de maíz...
De maíz...
Okey...
Vamos a trabajar en las ultimas palabras porque son lo único que alcanza a repetir el eco, y no quiero que la gente piense que estamos hablando de comida, ¡Quiero que Alan Garcés sufra!
Sus ojos se abrieron de par en par, como nunca antes.
Y sus músculos se tensaron, congelándose, a excepción de la quijada, porque esa quedo abierta, bastante.
"¡Sí!" —continué con euforia, agitando mi red que era como tres veces mi tamaño, para llamar más la atención de todos los que estuvieran a mi alrededor o pasarán por ahí —"Yo; Helena Candiani Yolotl de tan sólo 16 años, soy una ninfomana!"
Una ninfómanaaa...
Ninfomanaaa...
Espera, ¿Y si Alan Garcés por ser un mojigato religioso no sabe lo que eso significa?
No, yo quiero que sufra. Así que voy a explicarle para que conozca la magnitud y el poder de mi eco.
Me aclare la garganta.
"¡Eso quiere decir que soy adicta al sexo y a los penes! ¡Uy, sobretodo a los p-e-n-e-s! ¡Penes enormes y gordos como el de él! ¡Es el mejor pene que he visto en la vida, deberían verlo! ¡Me encanta cuando se viste de acolito pero no trae nada debajo! ¡¡Uff!! ¡Por qué le puedo ver todo el paquete! ¡Es un pervertido de closet!"
Pervertido de closet...
De closet...
"¡Basta!" —dió un paso hacia el frente —"¡Te dije que pares!"
Pero yo di dos pasos hacia atrás;
"¡Yo vine a trabajar a este lugar sólo para poderlo verle el suculento pene a este guapo hombre! ¿Lo sabían? Oye, Alan Garcés" —hice especialmente énfasis en su nombre —"¿¡Esta vez si me vas a dejar tocarlo?! Oh, espera, pensándolo bien ¡No sólo quiero tocarlo! ¡También quiero que me dejes meterlo en-" —pero no se esperó a oír qué más tenía que decir.
Tomó el extremo de la red, lo jaló, y se lanzó al agua.
Conmigo en el otro extremo.
Porque sí, uno de mis otros nombres resulta ser: Helena Reflejos-Lentos-Candiani.
Así que aunque todo pareció ir en cámara lenta, mi tonta mano en vez de soltar el tubo, se aferró aun más a él...
Y pronto me vi sumergida por completo, en una piscina enorme de 5 metros de profundidad.
Y lo peor era que Alan tenía razón.
No sabía nadar.
Ni siquiera de perrito.
Las luces en la superficie se hicieron cada vez más y más pequeñas... las formas.
Y las puntas de mis dedos pronto toparon con el mosaico del suelo, haciéndome sentir diminuta.
Entonces mi cabeza golpeó con algo.
Y por alguna razón todo a mi alrededor pareció teñirse de rojo.
Rojo tibio, espeso...
Con cabellos flotando, con piel.
Como si hubieran destrozado el cuero cabelludo de alguien y luego lo hubieran arrojado al agua.
Mis dedos se enredaron con los restos de las marañas de cabellos, sintiéndose como patas de arañas largas y enredadas que se enroscaban alrededor.
Abrí y cerré los ojos un par de veces; con el cloro del agua ardiéndome en los ojos.
Y en una aparición repentina, frente a mí, vi el rostro de una mujer, una chica:
"Está hecho" —susurró, con millones de burbujas saliéndole de la boca. No tenía cabello porque se lo habían arrancado: y arriba de sus sienes todo era una enorme herida que no paraba de sangrar; de formar estolas de líquido rojo alrededor de su cabeza; parecidas al humo de cigarro.
¿Qué cosa?
¿Qué está hecho?
Sus labios estaban partidos, amoratados; y sus pómulos golpeados; con cortes, como si la hubieran maltratado por semanas.
Y tenía las muñecas atadas a la espalda, con tabiques y bloques de metal para que no flotara.
El color rojo del agua era más espeso a su alrededor; y luego se iba difuminando; volviéndose azul.
Sus ojos color almendra se posaron sobre los míos, fijos, con las venas marcadas; suplicando por oxígeno.
"A primera hora... Debe ser a primera hora" —balbuceó con el último aire que le quedaba; y luego el poco de brilló que quedaba en sus cuencas oculares, se fue.
Después se escucharon aplausos.
Y un ligero sabor a vino tinto inundó mis papilas gustativas.
Volví a cerrar los ojos y a abrirlos.
Y de nuevo; no había nada.
Sólo el inmenso azul del mosaico de la alberca.
Pronto unos brazos largos y fuertes me pescaron del overol, llevándome de vuelta hacia la superficie.
Pero yo solo podía pensar en aquella chica...
¿Qué había sido eso?
Alan, me tomó de la cintura, me llevó hacia arriba, y me ayudó a sentarme sobre la orilla de piedra de la piscina.
Me llevé una mano a la boca y comencé a toser con fuerza; escupiendo agua, sus manos seguían sosteniendo mi cintura, mis costillas, y él se situó entre mis piernas, para poder darme unos pequeños golpecitos en la espalda, pero yo estaba afuera y él aún adentro del agua.
"¿Estás bien?" —quiso saber, srozando una de mis mejillas con la parte de atrás de sus dedos.
Asentí aún tosiendo.
"No vuelvas a hacer algo así..."
Me limité a mirarlo aún sin ser capaz de articular palabras, y él colocó sus ante brazos sobre la piedra para apoyarse sobre ellos y acercarse un poco más.
"Tú fuiste la que me dijo que todo lo que se hace en nombre de la salud mental, está bien" —me dijo en un susurro.
Una ola de confusión me embargó por completo, y él me clavó ese par de esmeraldas intensas, que por alguna razón, Justo en aquel momento se veían un poco más oscuras.
Tal vez por el montón de diminutas gotitas de agua que le escurrían desde la punta de las pestañas; como si fueran chispas de diamantes.
O tal vez era por el agua; que hacía que su piel se asemejara aún más a la porcelana.
La energía que corría por las líneas del estigma que decoraba su piel también brillaba; como si fuera líquido, flujo...
"Simplemente seguí tu consejo, así que es tu culpa. Estoy viendo por mi salud mental" —me apartó unos mechones de cabello que me habían caído sobre la frente, y lo hizo con tanta delicadeza que en ese momento yo también creí que podía romperme —"Porque así te puedo ver todos los días desde temprano y gracias a eso mi salud mental se siente muy feliz"
Fruncí el ceño.
"Así no es como funcionan la saludes mentales, idiota" —susurré, con la poca voz que me salió.
"Pues así funciona la mía" —se apoyó sobre sus antebrazos y salió de la piscina.
Luego caminó hacia su mochila; la había dejado en uno de los camastros, y deslizó el cierre para sacar dos cosas; una toalla con la que me envolvió, y una bolsita ziploc llena de hojas secas.
"Igual es por tu bien. Es como matar dos pájaros de un tiro" —susurró, y comenzó a arrojarlas a puños llenos hacia el agua.
"¿¡Qué estás haciendo!?"
"Tengo que ver a unas personas. Así que estoy asegurándome de que sigas aquí cuando regrese, porque eso le hace bien a mi salud mental. Y es lo más importante de todo"
Me quedé muda ante su respuesta.
"¿Sabes, Helena? Acabo de descubrir que no es bueno para mi salud mental ver tantas hojas adentro de la piscina"
Comenzó a caminar hacia los vestidores.
"Te veo en media hora para irnos a la escuela. Y si yo fuera tú me apuraría, porque no queremos llegar tarde ¿verdad?"
Lastimosamente ya no me quedaban cosas cerca para arrojarle.
Mis zapatos estaban al otro lado...
Mi red estaba hasta el fondo...
Y la de repuesto estaba en el cuarto de abajo.
Pero de todas formas ese día nada salió como a él le hubiera gustado, porque a los pocos minutos, apareció Argelia corriendo y gritando algo que me hizo correr a mí también:
Damasco había despertado.
*****
Nota de Marluieth: ¡Holaaaa crayolas! Este capítulo iba a ser más largo pero como en la semana tuve un error y actualicé, entonces lo partí en dos para disculparme.
Espero que les haya gustado 😌
Muchos puñitos de hojas secas para ustedes con todo mi amor 💕
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