48. La pieza que faltaba
"Una vez bajo un árbol, me dijiste que la felicidad no llega un día por casualidad, que es un deseo conquistado qué hay que saber defender.
...Ojalá un día me perdones por no saberte defender."
—Alan Belmont Garcés Chevalier
El primer amor nunca se olvida.
Te marca.
Suena romántico... pero en realidad es un problema.
Tiendo a pensarlo mucho cada que veo a una pareja.
No sé...
Tal vez simplemente no es para mí.
Tal vez el amor no está hecho para todos.
Supongo que es difícil escapar de un pasado como el mío. No a todo el mundo lo asesina a sangre fría su primer amor y luego vive para contarlo.
Daniel Robles —pensé.
Ya habían pasado casi 15 años y su nombre todavía me daba escalofríos.
Pero gracias a él aprendí muchas cosas... o eso creí.
Porque resulta que la mente tiende a olvidar con la misma facilidad con la que aprende.
"Debe gustarte mucho..."—susurró Argelia, sacándome de mis pensamientos.
"¿Quién?"
"¿Como que quién?"—rió—"Alan Garcés, obviamente... No le has quitado los ojos de encima desde que empezó el partido"
"Ah..."—me limité a contestar.
¿Y qué otra cosa podía decirle?
Claro que no Argelia ¿Como crees? ¿Yo como para qué iba a estarlo viendo?
No.
Yo era muy mala mintiendo y mi amiga muy buena descubriendo la verdad. Así que de entrada ya era una partida perdida intentar negarlo.
Porque sí, claro que lo estaba viendo. Y cuando no lo veía lo pensaba.
O al menos eso era lo que había estado haciendo durante las últimas horas.
Desde que...
Sentí el calor escalar hasta mis mejillas.
Ni siquiera me atrevía a pensar en la palabra.
Así que me había estado refiriendo a lo qué había pasado entre nosotros como: esa cosa.
Sí, desde qué pasó esa cosa que no debió pasar para empezar, y que no iba a volver a pasar nunca.
"Oye..."—volvió a sacarme de mis pensamientos mientras engullía una gomita de gusano—"No te culpo, es muy guapo"—se inclinó y bajó el tono a; modo secreto—"Y además tiene unas pompas que te dan ganas de morderlas hasta que grite"
Casi se me sale el agua por la nariz.
"¡Argelia!"
"¿Qué?"—se encogió de hombros de forma pícara—"Es la verdad: Hasta. Que. Grite."—enfatizó—"De placer o de dolor, me da igual, mientras lo haga fuerte... ¿Te lo imaginas gritando con esa voz de niño bueno?"
¿Que sí me lo imaginaba?
Claro que no.
Porque yo no me imaginaba esas cosas.
Era una mujer madura y en total control de sus hormonas.
Así que esa cosa que había pasado y esas otras cosas de las que hablaba Argelia, por supuesto que no me las imaginaba a todo color y 3D.
Oh Dios mío.
Necesitaba buscarme nuevas amistades con urgencia.
Me aclaré la garganta:
"¿Quien diría que detrás de esa carita de ardillita inocente, en realidad se esconde una niña pervertida que todo el tiempo fantasea con ver hombres guapos besándose, o con morderles las pompas?"—la cuestioné—"¡Tus pensamientos impuros ni siquiera respetan la casa de las monjas!"
"¡Mis pensamientos impuros ni siquiera respetan la casa de mis abuelos!"—se carcajeó—"Y no te equivoques, que no se las quiero morder yo. Quiero ver a Damasco mordiéndoselas..."
No. No. No. No.
¿Si?
Oh, no.
¡No!
Claro que no acababa de imaginarme eso.
Yo nunca me imaginaría ese tipo de cosas.
"¿Qué? ¿Te quedaste sin palabras ante tan encantadora imagen mental?"—se mofó con orgullo.
Quise decir algo, pero terminé cerrando la boca.
¿Cuanto tiempo llevaba con la boca abierta?
Ojalá no mucho.
Me pasé con discreción un nudillo sobre la comisura de mis labios...
Al menos no había hilos de baba, ni tampoco se me había metido ninguna mosca. Así que eso ya era ganancia... ¿Verdad?
"Lo que me dejó sin palabras es ese vouyerismo tan descarado que padeces"—me crucé de brazos—"¿Si sabes que las personas como tú figuran en los libros de diagnóstico psicológico, verdad? En. La. Sección. De. Las. Filias"—enfaticé.
"Que sexy..."—se mordió el labio inferior de forma exagerada—"¿Quién crees que sería él dominante si fueran pareja?"
"¿Ves? ¡Tienes problemas muy serios! ¿Ahora ya son pareja en tu imaginación?"
Porque en la mía no.
No. No. No. No.
¡Nooo!
Oh, no.
Nope.
"Ellos son pareja en mi imaginación desde que casi se agarran a golpes en la fiesta de Verónica, dahhh..."—hizo un ademán de obviedad con la mano y luego se acomodó el cabello.
Damasco siempre la molestaba con que parecía un Vikingo, pero la verdad a mi gusto, tenía un cabello precioso.
...Y una mente demasiado perversa como para alguien de su edad.
Tal vez por eso le gustaba Deimos. Porque estaba bastante retorcido también, aunque en un sentido totalmente diferente.
¿Como era que iba el dicho?
¡Ah, sí!
Dios los hace y ellos se juntan...
Y por supuesto que eso no aplicaba en mi caso.
Claro que no.
Yo me llevaba con Argelia porque los opuestos se atraen.
Punto.
Mis ojos volvieron a posarse sobre la espalda de aquella figura masculina de cabello cobrizo con reflejos en dorado oscuro.
Otra vez tenía el balón.
Y estaba burlando a los dos defensas del equipo contrario para abrirse camino hasta la portería.
Pero en lugar de tener un semblante victorioso, todo en él se veía como si estuviera huyendo de algo... o de alguien.
El corazón me dió un vuelco.
¿De quién?
¿Abel? ¿El sacerdote homicida?
Aquí había una pieza que no terminaba de encajar o que yo no estaba viendo...
"¿Y bien? ¿A poco no crees que Damimiamorrrr y Alancito serían el mejor ship de la vida?"—sus cachetes estaban retacados de gomitas en forma de gusano. Pero aún así se las ingeniaba para poder pronunciar cada letra con toda la claridad.
Era uno de esos súper poderes inútiles con los que a veces te dota Dios; como hablar con las frutas o atraer balones con la cabeza.
Solté un suspiro.
"Si Damasco te escuchara diciendo eso, te mata. O por lo menos, ya no vuelve a dejar que pruebes nada de lo que cocina"
"¡Ay de todas formas siempre me tocan las sobras de todo lo que te cocina a ti!"
"Claro que no..."
"¡Claro que sí!"—volcó los ojos y comenzó a enumerar sus tragedias con los dedos de las manos—"Sí te prepara un sándwich, a mi me toca orilla del sándwich, si te prepara huevos, a mi me toca lo que se quedó pegado al sartén, y si hace hotcakes, a mi me tocan los de formas raras y con sabor a quemado"
Solté una carcajada.
"Bueno, tal vez si dejarás de tomarle fotografías mientras se baña... o de robarle su ropa interior... entonces te tocaría un hotcake que sí parezca hotcake y sepa a hotcake ¿Nunca lo has pensado?"—arqueé una ceja—"Además... ¿Qué demonios haces con todos los bóxers que le robas de todas formas?"—coloqué mi mano con premura, a centímetros de su boca antes de que pudiera contestarme—"Espera. No me contestes. Me acabo de dar cuenta de que en realidad no quiero saber"
Volvió a reír y me pasó un brazo alrededor del cuello para juntar su cachete de ardilla contra el mío.
"Ahhhh ayúdame con esta fantástica y sensual historia de amorrrr ¿Quieres?"—pidió.
"No quiero"
Pero era Argelia, así que me ignoró:
"Veamooos... bueno, Dami-baby es el que tiene aires como de más chico rudo rompe-narices ¿No? Entonces creo que es más sexy que él sea el sumiso, ¿Te imaginas? El chico que se crió en las calles y que no duda en usar los puños, sometido por el príncipe que se vuelve toda una bestia a puertas cerradas..."—comenzó a abanicarse con una revista doblada—"¡Uyyy hace calor aquí!"
No tenía ningún caso decirle que la revista que estaba usando para calmar sus hormonas alocadas era en realidad, un repertorio de canciones de los niños del coro de la Iglesia ¿verdad? Así que me guardé mi comentario.
Y continué observando el partido de soccer.
"Un príncipe que se vuelve una bestia..."—creí que lo había pensado en vez de decirlo en voz alta, pero me di cuenta de mí error cuando Argelia me contestó:
"Además mira como le quedan esos shorts, Helena. Parece que va a reventarlos, y como que me están dando unas ganas enorrrmes de ayudarlo..."
¡No!
Yo estaba viendo su cabello.
C.A.B.E.L.L.O.
No sus shorts.
¿Quien quería ver esas cosas?
¡Nadie!
¡Y menos después de esa otra cosa que había pasado ayer!
Me lleve las manos al rostro.
"¿Y Deimos? ¿Por qué no mejor ayudas a Deimos a reventar sus shorts?"—le pregunté, clavando mis ojos en la punta de mis tenis.
"¿Celosa bebé? Obvio es bromita"
"Para nada"
"Ajá..."
"Solo pienso que teniendo a Deimos ahí enfrente, es una total pérdida de tiempo que estemos hablando del aburrido y nada interesante Alan Garcés... De verdad... ¿Por qué Alan Garcés? Escucha conciertos de violín, y teje, y usa calzones de abuela, y chalequitos, y camisitas, como si fuera la versión más triste y ñoña de Ken. ¡Horrible! ¡Lo más horrible del mundo! ¿Te dije que me gustaba? ¡Me confundí! ¡Y me confundí muy feo! A mí no gusta Alan Garcés y nunca en la vida me va a gustar alguien como él... No, no, no, no, nooo... Oh no. No. No y no. Así que, dejando eso en claro... ¿Por qué lo dejé en claro, verdad?"—volví a carraspear la garganta—"¿Que te parece si en lugar de hablar de ese mocoso engreído bueno para nada y de sus horribles y nada atractivos shorts, mejor hablamos de Deimos y sus... lo que sea que es eso que está usando? ¿Bermudas largas? ¿Pantalones cortos? Bueno, si eso no te gusta, ¿Que te parece Deimos y sus calcetines? ¿O Deimos y-?"—pero me metió a la boca un pequeño puñado de papas a la francesa, para silenciarme.
Y yo sé lo agradecía.
Se lo agradecía infinito.
¿Qué clase de monólogo tan más patético había sido ese?
¡Que horror!
¡Soy una mujer madura y en total control de sus hormonas, por Dios!
¡Yo no hago ese tipo de cosas!
"¡Pues es que a Deimos los shorts no se le ven así, amiga!"—lo señaló con todo el descaro del mundo, y a mí me dieron ganas de convertirme en avestruz y enterrar mi cara en la tierra, pero afortunadamente el partido estaba bueno y nadie nos estaba prestando atención—"Podré estar muy boba por ese pedazo de hombre hermoso, pero no estoy ciega"—agregó—"Y además, tampoco es como si Dios me hubiera dado la opción de: 'Aprieta este botón y puedes inflarle las nalgas a Deimos'... ¿Verdad?"—hizo un puchero y siguió observando a cierto jugador en el campo—"Ayyy pero que belleza, por mi anota todos los goles que quieras papichuuulo... Seguro que cuando se vistió en la mañana pensó: 'Sé que le gusto a Helena aunque siempre me trata mal. La mejor venganza es hacer babear a su amiga frente a ella. Así que me pondré estos shorts' ...pero que lastima que su plan salió tan mal porque a ti él no te gusta, nada, nadita, nadititita..."
A veces la odiaba.
"Sí, seguramente se los puso pensando en eso, que tonta. Y yo que creía que solo eran parte del uniforme escolar"
Sorbió del popote de su refresco.
"Además Deimos es muy lindo pero está muy plano ¿No crees?"—se encogió de hombros—"Y obvi no quiero gastar todas mis energías fantaseando en romper tantas capas de ropa solo para ver miserias"
"Cuando te cases en unos 10 años o más, me aseguraré de conseguirte un stripper súper nalgón para tu despedida de soltera. Anotado... ¿Podemos hablar de otra cosa?"
Porque conociendo a Argelia. Ella era capaz de seguir hablando del trasero que no me importaba para nada de Alan Garcés, por horas y horas y más horas.
¡¿Pero por qué precisamente hoy?!
"También estaría bien que Alan se volviera muy pobre y tuviera que convertirse en un stripper para sobrevivir. Le voy a pedir eso a la próxima estrella fugaz que vea. Oh sí. Yo no sé porque la gente desperdicia sus deseos a las estrellas fugaces de una forma tan fea, pidiendo las mismas cositas aburridas de siempre... que horror..."
"Sí, ¿Para que desear que se acabe la hambruna en Nigeria, o que por fin descubran la cura del cancer o peor aún, algo tan aburrido y poca cosa como la paz mundial, sí puedes desear inflarle las nalgas a alguien, o mejor aún; que a alguien le vaya tan mal en la vida que no le quede de otra que bailar en un tubo por unos cuantos billetes?"
"¡Es lo que yo digo!"
"¡Estas mal de la cabeza!"—le di un coscorrón—"Nunca creí que algo tan bonito como una estrella fugaz pudiera llegar a ser un peligro en las manos de alguien hasta que te conocí"—la regañé—"Así que si algún día yo llego a ver alguna, le voy a pedir que por favor vivas el resto de tu vida en una ciudad llena de Smog, para que la contaminación no te deje ver ni siquiera las luces de los aviones que van pasando... ¡Esa será mi mejor contribución al bien de la humanidad!"
"Agua fiestas"—se quejó
Me volví a llevar la botella de agua a la boca.
El partido ya estaba por terminar, y el equipo de Alan Garcés iba ganando.
Era el último día del retiro espiritual.
Y habían organizado encuentros deportivos para recaudar fondos para los niños de un orfanato.
"Oye..."—volvió a hablar.
"¿Qué?"
"¿Como sigue tu hermana?"
"¿Sil?"
"Pues sí, ni modo que yo ¿Verdad? Porque yo estoy estupenda always"
Reí.
"Ya sabes que la adolescencia es una etapa horrible... así que dentro de toda esa horriblidad, supongo que bien..."—le contesté.
"Bueno, debe ser un reverendo dolor de culo, tenerte como hermana. Y eso que yo no tengo hermanos, pero te tengo de amiga y... es pesado"
"Gracias"
"¡Ay bebé!"—me abrazó—"¡No lo digo por ti! ¡Tú eres una cosa pequeñita y hermosa que siempre me deja copiar en los exámenes y me explica cosas horribles de química que la gente mala inventó para torturar a las almas buenas como la mía! ¡Son los papás!"
"¿A que te refieres?"
"Pues, mis abuelos siempre están así de: A ver Argelia ¿Por qué Helena sacó 10 y tú 7 si se supone que estudiaron juntas? Entonces yo les digo que porqué soy muy guapa y habría sido muy injusto que Dios además me hubiera hecho lista"
"Pero eres lista"—le rebatí
"Sí, pero para todas esas mierdas por las que nadie te paga"—colocó una mano sobre mi hombro—"Debe ser así para tu hermana... sé que te quiere, pero también sé que a veces debe odiarte un poco. Y a los papás les encanta comparar a sus hijos y no se dan cuenta de todo lo que provocan cuando lo hacen"
El silbato sonó marcando el final del partido.
Y ni siquiera tuve que voltear a ver las cartulinas que las monjas habían improvisado a modo de marcador para saber que equipo había ganado.
Era obvio.
Y lo peor era que aún nos quedaba una actividad juntos.
Porque sí, a veces después de llevar a cabo tus planes, puede salirte el tiro por la culata.
*****
La última actividad también nos obligó a adentrarnos en los jardines del Monasterio, solo que a diferencia de la actividad de los cofres de colores (en la que podías ir papaloteando con toda la calma del mundo, a la espera de que aparecieran por ahí por sí solos, como si fueran las moneditas de Super Mario Bros), esta vez la cosa fue muchísimo más cardiaca y horrible.
Para empezar, tenías que atorar una especie de pañoleta fosforescente, en una de las bolsas traseras de tus jeans, shorts, pants, o lo que sea que hubieras decidido usar ese día.
Pants afelpados en mi caso.
Shorts en el suyo.
¿Por qué no se había cambiado de ropa?
¿Y por qué Argelia había decidido salir con sus temas raros hoy?
¿Por qué precisamente hoy?
Ahhh.
Bueno, para ser franca... Argelia todo el tiempo hablaba de ese tipo de cosas.
Pero normalmente el objeto de sus fetiches extraños no era Alan Garcés y sus pomp... shorts.
SHORTS.
Sus S-H-O-R-T-S.
¿Y si le tiraba un refresco encima para obligarlo a irse a poner unos pantalones?
Observé la determinación de sus ojos.
No...
Conociendo a este imbécil con complejo de: Hola-Soy-Alan-Garcés-Y-Voy-A-Ganar-El-Primer-Lugar-Aunque-Me-Metas-Un-Panal-De-Avispas-En-Los-Calzones
Todo intento por arruinarle la ropa, sería una completa y total pérdida de tiempo.
Además en lo que llevábamos caminando no había visto ningún panal de avispas... aún.
Pero tal vez si comenzaba a buscarlos con más determinaci-
"¿Vas a seguir caminando a velocidad caracol? ¿O te vas a dignar a ser un buen equipo por una buena vez en tu vida, moco? La verdad ya estoy harto de tenerte que cargar cada que alguien nos quiere quitar estas cosas"—exclamó.
Rodé los ojos.
Imbécil.
Claro, era muy fácil para él decirlo.
Él estaba radiante y fresco como una lechuga.
Y yo en cambio, no había dormido nada.
¿Pero por culpa de quién? ¿Eh? ¡¿Ehhh?!
Ah, y para ponerle la cereza roja a este enorme pastel de mierda, el objetivo del juego era conservar la maldita pañoleta, pero mientras lo hacías también tenías que ingeniártelas para robar las de los demás.
Era horrible porque además solo podías robar pañoletas, si aún conservabas la tuya, de lo contrario, quedabas descalificado.
Como si estuviéramos en un verdadero Apocalipsis zombie y la pañoleta fuera nuestra humanidad. Y sin la pañoleta... ya no podíamos robarlas pero podíamos ayudar a que otros lo hicieran.
¿Por qué Dios me estaba haciendo esto? ¡A mí! ¡La persona menos deportista en el mundo!
Además, yo siempre he creído que en un Apocalipsis zombie sería de las primeras en morir. Y estaba bien con eso. Realmente no me importaba.
¿Para que resistirse a lo inevitable?
Si sucediera, yo misma me inyectaría una buena dosis de anestesia y procedería a buscar a mis propios zombies: ¡Vengan hijos míos! ¡Coman lo que quieran de este pequeño e inútil cuerpo, porque de todas formas ya estamos jodidos! ¡Y que la responsabilidad de este mundo de mierda le quede a alguien más! ¡Adiosito motha-fakas!
Pero noooo... me había tocado de equipo un clásico Rick Grimes en busca de sobrevivir aunque sea a costa de llevar una dieta a base de larvas de gusanos.
Adiós, muerte bonita, pacífica y buena onda.
Hola, estrés, sudor y correr por tu vida hasta que te dé un ataque de asma.
Ugh.
Y eso no era lo peor.
Oh no.
Resulta que a las monjas se les había ocurrido la brillante idea de que los dos miembros de cada equipo, debían permanecer unidos mediante las agujetas de sus tenis, así que le habían hecho un nudo ciego a nuestras agujetas y aquí estábamos.
Tratando de coordinarnos para no perder el zapato... o el pie.
Además... Verónica se había ido poco después de la misa de cuerpo presente de la Madre Superiora Margaret.
Aunque tal vez eso no era tan malo... porque ya me había dado cuenta de que yo era muy mala interpretando a Deimos de todas formas.
Y no quería que Deimos me siguiera fileteando gracias a los celos de Verónica...
Nunca he sido una persona muy vanidosa, pero a mi gusto, ya había coleccionado más cicatrices de las que debería tener alguien de mi edad.
Aunque mi cutis era bonito...
Mucho más que en mi vida pasada.
Las ventajas de haber vivido dos veces y de haber recurrido al dermatólogo a tiempo.
De repente sentí la mano de Alan Garcés apretarme con fuerza.
"¡Oye! ¿Qué crees qu-?"
"Cállate Moco"—zanjó—"Nos van a escuchar y no soy tan rápido cuando tengo que correr y cargarte al mismo tiempo. Estás muy enana pero estorbas y pesas mucho"
Dicho eso empezó a correr.
Y yo sentí mi cara ponerse de todos los colores que existen, mientras mi cuerpo rebotaba contra el suyo gracias a sus zancadas marca gigante.
Lo iba a matar.
¿Por qué a mí?
¿Por queeee?
Pronto encontró un árbol grande y nos escondimos detrás, y volví a sentir el piso bajo mis pies, aunque no aflojó su agarre.
De verdad que lo iba a matar.
Resulta que el hombre estaba completamente concentrado en lo que hacía, y totalmente preparado para volver a levantar a ese pequeño, molesto y estorboso caracol (acá moi) que tenía por equipo y echar a correr otra vez de ser necesario.
¿Así que para que soltarlo no?
De todas formas El-Caracol-Helena, sólo tenía las piernas de adorno.
"Garcés"—lo llamé.
"¡Shhhh!"
Rodé los ojos con exasperación.
¿Era en serio? ¿De verdad él...? ¿De verdad él no...?
"Garcés..."—insistí.
"¿Qué quieres moco? Vamos a perder por tu culpa"—respondió molesto
"Pero-"—insistí
"Pero nada... ¿Me vas a obligar a meterte un calcetín a la boca para hacer que te calles?"
"¿Ni siquiera vas a voltear a verme?"
"No necesito verte para contestarte, ni para levantarte y correr. Así que ¿Por qué no haces algo por nuestro equipo y te callas? No es mucho pedir ¿O sí? Yo ya estoy haciendo prácticamente todo. Ayuda en algo y deja de ser un jodido dolor de cabeza"
"Ya... pero ¿Por lo menos sabes en dónde tienes tu mano? Es un poquito incómodo."
"¿Qué?"
"Que gracias a ti, ya me quedó muy en claro que estoy más plana de lo que pensaba, porque eso que estás agarrando desde hace rato, no es mi cintura"—me quejé.
"¡Mira moc-!"—y ahí fue que procesó lo que le había dicho.
Maldito. Neanderthal. Lento.
Primero clavó sus ojos en los míos.
Y luego los deslizó temerosamente hasta donde tenía la mano.
Apretó dos veces para corroborar lo que había debajo.
Lo cual fue completamente innecesario así que lo miré con tanto enfado que prácticamente lo convertí en piedra.
Una piedra con la boca totalmente abierta.
Y poco a poco vi el color escalarle hasta las orejas.
Ni siquiera se ponía tan rojo cuando jugaba soccer.
Carraspee la garganta para sacarlo del shock:
"Todavía no me sueltas"
Abrió los ojos como nunca lo había visto abrirlos.
Parpadeo unas tres veces.
Y en cuanto su estado de sorpresa le permitió a su cerebro volverse a oxigenar, me arrojo al piso como si le hubiera caído ácido en la mano.
Pero caímos los dos.
"¡Auch!"—grité.
Genial. Había pasado de ser manoseada a ser aplastada por un mastodonte.
"G-Garcés m-me estás asfixiando"—susurré con dificultad—"Quítate..."
"P-pe p-perdón Helena... ¿Estas bien?"—me tomó por los hombros y me ayudó a incorporarme.
"Súper bien"—le respondí con hastío—"Excelente"—añadí—"Es más, creo que no podría estar mejor"—destilaba molestia por cada uno de mis poros—"Para empezar, dormí lo que le sigue de mal, después tuve que hacer equipo con un orangután que está obsesionado con ganar a toda costa y que me trató como si fuera un costal de papas, luego me agarró una boobie, y cuando se cansó de hacerlo me tacleó y me cayó encima. A veces me pregunto, ¿Qué hice para que Dios me amara tanto?"
"N-No y-yo n0... yo no quise"—pero las palabras ni siquiera le salían—"Mierda, mierda. ¡Ahhh, mierda!"
Y si antes había estado evitando verme a la cara, ahora incluso se estaba cubriendo los ojos con las manos. Y el color enrojecido de sus orejas, había pasado a abarcarle hasta llegar al cuello e inclusive ya se le notaba en las puntas de las yemas de sus dedos.
Tal vez debí haberlo cacheteado.
Sí.
Cualquier otra niña en mi lugar, lo hubiera hecho...
Tal vez debí haberle dado mínimo un puntapié en la espinilla.
Pero no lo hice.
Porque hacerlo hubiera significado reconocer que lo veía como un espécimen masculino con el potencial suficiente como para suscitar ese tipo de reacciones de mi parte.
Y por supuesto que no lo era.
Oh, no.
Claro que no.
Nope.
Yo era una mujer madura, sensata y razonable que para nada lo veía así.
Ni hoy. Ni nunca.
Jamás.
Porque para mí Alan Garcés no era más que un simple e insignificante mocoso.
Uno bastante molesto, eso sí. Pero si lo pensaba a profundidad la vida estaba llena de cosas molestas.
Como este estúpido juego.
O como los tontos mosquitos que no habían dejado de comerme las piernas.
¡Ajá!
¡Sí! ¡Sí!
¿Por qué no lo había pensado antes? ¡Que tonta!
¡Pero claaaaro!
Definitivamente lo que acababa de pasar era exactamente igual al piquete de un mosquito.
¿Para qué darle más vueltas?
No tenía caso.
Así que respiré hondo y le dije lo siguiente:
"Te perdono"—así; claro y conciso y con toda la madurez que habitaba en mi hermosa y comprensiva persona.
¡Estaba tan orgullosa de mí!
¡Seguramente Animal Planet también estaría orgulloso de mí!
¡Seguramente Cenicienta también estaría orgullosa de mí!
Ella tenía que lidiar con ratoncitos que cantaban todo el tiempo y usaban pantaloncillos.
No había mucha diferencia...
Yo tenía que lidiar con un mosquito que usaba shorts.
¡Nos parecíamos!
¡Nos parecíamos taaaant0!
Además a Cenicienta nunca le afectó una insignificante prenda de ropa... ¿Por qué habría de afectarme a mí?
Ese tonto mosquito y sus aún más tontas pomp-ssshorts.
Shorts.
Sus Shorts.
Sus s-h-o-r-t-s nunca, nunca, nunca me afectarían.
NUNCA.
"¿Qué?"
"Que te perdono y ya. No te agobies tanto, solo es una boobie"—le extendí la mano mientras recitaba mentalmente mi mantra: eres un mosquito, eres un mosquito, oh sí, tú no eres más que un mosquito bzzz bzzzz—"Ven, vamos a apurarnos a terminar este estúpido juego porque ya tengo hambre"
"¿De verdad?"—me preguntó confundido.
"¿De verdad qué?"
Sus ojos se clavaron en la palma de su mano, luego viajaron a mi pecho y luego regresaron rápidamente a su mano.
"Así como así... ¿De verdad tú...? ¿Después de que yo...?"
Suspiré frustrada.
Le había perdonado cosas peores a este estúpido mosquito de mierda.
Solo que él no lo sabía.
"¿Que sí te perdono después de que me agarraste una boobie como el pervertido de closet que eres, durante todo el tiempo que quisiste? Pues sí... ¿Que ganó yo guardándote rencor por eso? ¡Soy una persona madura, por Dios! Además estoy plana, y voy a seguir plana como por tres años más... Aunque eso no tenga nada que ver contigo, ni hoy, ni nunca... ¿Ya podemos seguir caminando mosquit-ajem-Garcés?"
Pero no se movió.
Genial... ¿Ahora qué?
"¡Escúchame bien, Helena! Yo no... yo... yo no s-soy"—pero las palabras se le atascaban en la garganta—"¡Agh! ¡¿Quién querría tocarte de todas formas?!"
Y ahí fue que se acabó de derrumbar mi frágil muralla mental de la indiferencia.
"¿En serio?"—lo cuestioné colocando mi dedo índice sobre su pecho, repetidas veces para tratar de probar mi punto—"Me tocas una boobie y te digo que te perdono y en lugar de decirme 'muchas gracias Helena por perdonar a una persona así de estúpida como yo' como una persona normal ¿Te pones a la defensiva? ¿Quién crees qué eres? ¡Mocoso de mierda! ¡Estoy harta de ti! ¡Y de tus estupidos y horribles shorts!"
"¿¡Y mis shorts que tienen que ver con esto!?"
"¡Pues que son parte de ti y TODO DE TI me molesta!"
"¿Ah, sí? ¡Pues tú también me molestas!"—gritó, pero luego el calor pareció abandonar su rostro y trató de aproximarse a mí—"Helena, tu nariz es-"—Pero no lo dejé terminar.
Porque seguramente el imbécil había cambiado su actitud y bajado su tonto tono de voz porque el espíritu maligno de "Tengo que ganar primer lugar en todo siempre", lo había vuelto a poseer.
Así que me enojé todavía más:
"¡Ah!"—grité para que se diera cuenta de que ya me valía un pepino si perdíamos o no—"¿Y ahora vas a empezara molestarme con mi nariz? ¿Después de lo que acabas de hacerme? ¡Eres el colmo! ¿Alguna vez has pensado culpa de quien es que se vea así? ¿Eh? ¡¿Ehhh?! ¡Tú no tienes llenadera! ¡Estúpido mocoso doble moral!"
"No, Hel-"—pero volví a interrumpirlo.
"¿¡No!? ¿¡Noooo!? ¡¿Entonces ahora soy una mentirosa?! ¡Lo que faltaba! ¡Ya! ¡Supongo que yo me empujé a mí misma por las escaleras hace casi 6 año-"—pero me cortó la oración, tomándome de la muñeca.
"¡Cállate!"—rugió—"¡Ya cállate! ¡Todo el tiempo dices lo que quieres decir y nunca escuchas a las personas!"—comenzó a buscarse algo dentro de sus shorts—"Otra vez te está sangrando tu tonta nariz. Así que deja de estar gritando como una loca y ven"
¿Como una loca?
¿Este estúpido mosquito de mierda acababa de llamarme loca?
¿A mí?
¿Como se atrevía?
"¿Ah sí?"—le empujé la mano—"Pues no es tu problema. Y si lo que te estás buscando en tus estúpidos shorts, es un kleenex o papel higiénico, guárdatelos. Que para eso tengo una manga"—dicho eso me pasé la manga de mi sudadera, por la nariz, pero me terminé batiendo toda la cara.
Genial.
Genial día.
Genial vida.
Genial todo.
"¿De verdad prefieres ensuciarte la ropa que aceptar un estúpido kleenex?"
"¿Qué no me estás viendo?"—lo cuestioné con obviedad—"Y si tengo que ensuciar hasta mis calcetines con tal de no aceptar nunca nada que venga de ti, lo voy a hacer"
"¡Pues has lo que quieras!"
"¡Pues es lo que estoy haciendo! ¡Pero no porque tú lo digas! ¡Lo hago porque a mí se me da la gana!"
"¡Mira moco horr-"—pero no pudo terminar su oración.
Y yo tampoco pude contestarle.
Porque por ir demasiado absortos en nuestro maduro dialogo para llegar a un acuerdo, no nos dimos cuenta de dónde estábamos pisando, y nos terminamos cayendo a una especie de Barranco.
Intentó agarrarse de algo
Yo también lo intenté.
Pero el hecho de que nuestras agujetas estuvieran amarradas, nos volvió a jugar en contra, y terminamos rodando cuesta abajo.
Sentí algunas ramas hacerme rasguños, y algunas rocas encajase en mi piel, pero no pasó de ahí.
Porque pronto me di cuenta de que él me había rodeado con los brazos y las piernas, y por ende, se había llevado la peor parte.
Y cuando finalmente dejamos de rodar, quedamos completamente cubiertos de tierra, lodo y algo de sangre.
Ojalá y fuera solo la de mi nariz...
Traté de incorporarme lo más rápido que pude, pero el peso de una de sus piernas y uno de sus brazos no me dejó.
¿Respiraba?
Bueno... su espalda se movía así que sí...
¿Se habría desmayado con la caída?
Ojalá y no...
"¡Garcés! ¡Garcés!"—le sacudí él hombro.
Nada.
"¡Garcés! —volví a intentar.
Silencio.
Oh. Por. Dios.
Esto no podía estar pasando...
¿Como le iba a hacer para subir todo ese tramo, cargando a un orangután gigantesco en la espalda?
"¡¡Garcés!!"—había comenzado a desesperarme.
Pero gruñó y finalmente me contestó:
"Siempre... eres... demasiado... ruidosa..."—se incorporó como pudo, y se movió, para dejarse caer a un lado.
No supe qué contestarle.
Ya no quería pelear.
Así que solo me quedé viendo al vació. Tratando de procesar la situación en la que ahora nos encontrábamos, para buscar la mejor solución.
"Sabes..."—volvió a hablar—"No entiendo en qué momento tú y yo terminamos tan mal..."
Entonces voltee a verlo.
Se veía horrible...
Tenía dos heridas bastante feas en las piernas, una en un brazo, y estaba cubierto de pequeños cortes de pies a cabeza.
Y con su antebrazo se estaba cubriendo la mitad de la cara.
Volví a clavar mi vista en el cielo.
Parecía que iba a llover en cualquier momento.
"Bueno... la verdad es que ni siquiera empezamos bien"—le contesté con franqueza.
"Tienes razón"—rió por lo bajo.
"Y Toda mi vida has sido un cretino"—añadí.
"Lo he sido"
"Un patán"
"Puede que haya algo de eso, sí..."
"Un mocoso que se divierte haciendo sentir mal a otros"
"Ya entendí"
"Un insoportable junior con aires de grandeza"
"Ya me quedó muy claro, moco"
"Además me robaste mi broche"—le reclamé—"Y me gustaba mucho"
"Te dije que te lo podía regresar"
"Claro que no. Me chantajeaste"—rebatí.
"Hah... ¿Y qué estás buscando? ¿Que me hinque y te pida perdón? Porque si es eso es mejor que lo olvides, porque no va a pasar"
Y ahí estaba el mismo mocoso engreído de siempre.
"¿Disculparte?"—susurré—"No gracias. Siempre he creído que las disculpas están sobrevaloradas. El mundo no se arregla pidiendo perdón, se arregla haciendo cosas. Dejar que te disculpes conmigo sería dejártela muy fácil, porque tú único esfuerzo sería decir una oración con menos de cinco sílabas y con eso yo me vería socialmente obligada a tratarte bien y pretender olvidar todo lo que me has hecho"
"Ya... supongo que nuestra relación ya se torció demasiado entonces"—susurró—"Oye... ¿Puedes pararte?"
"Creo que sí"
"Bien, creo que yo también"
Pero antes de que pudiera moverse, lo agarré del borde de su playera.
Tal vez fue por impulso... no sé.
Tal vez ya había tomado una decisión.
O tal vez simplemente las piezas del tablero ya habían comenzado a moverse como Lyoshevko Lacroix quería que se movieran.
"Oye Garcés..."—musité, tirando un poco de la tela.
Ya estaba bastante harta de esta situación.
Era cansada y desgastante... para los dos.
Al menos debía intentar dar el primer paso.
"¿Qué?"—espetó con molestia.
Tragué saliva.
¿Que era lo peor que podía pasar?
En ese entonces no tenía ni idea de que estábamos formando una inmensa bola de nieve que en algún momento nos caería encima.
"¿Nunca has pensado que tú... y... yo...?"—me afiance aún más, en vez de soltarlo. Pero lo hice por nervios.
Porque a mí no me gustaba abrirme con las personas.
Porque para mí, el exponerme así era como pisar un campo minado.
Y yo ya había sobrevivido a uno.
Y no lo había hecho solo para morir en otro.
No...
Él abrió los ojos, se quitó el brazo de la cara y volteó a verme:
"¿Que tú y yo... qué...?"
Clavé mi mirada en sus ojos.
Lindos. Muy lindos.
Verdes... inmensos.
Tan inmensos que podrían ser la trampa perfecta.
A veces sentía que cambiaban de color.
Pero en este momento se veían más claros.
¿Así se sentían los insectos cuando son inevitablemente atraídos hacia un faro de luz?
Tal vez el mosquito era yo...
Volví a tragar saliva.
"No lo sé, vas a pensar que es un poco loco lo que voy a decirte... o mucho... sobretodo después de todo lo que hemos pasado"—proseguí—"Bueno, de todas formas el tipo de relación que tenemos lo es... bastante loca... ni siquiera sé cómo describirla. Pero ya estoy cansada... ¿Tú no? Aunque me digas que no, yo sé que sí. Sé que sientes lo mismo que yo, no puedo ser la única..."
Entonces giró un poco el cuerpo para que quedáramos de frente.
"Pero... Helena yo... No cortes las oraciones así porque ni siquiera sé qué contestarte..."—en sus ojos había muchas cosas, pero no me atreví a interpretar ninguna.
O tal vez lo hice y luego me obligué a bloquearlo.
Porque yo sabía mejor que nadie, lo peligroso que puede resultar el camino después de interpretar ese tipo de emociones.
No.
No me atrevía.
No...
Yo ya no era tan fuerte...
Pero de todas formas quería...
Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre nosotros.
Y él ni siquiera se movió.
Me sentí muy extraña teniendo toda su atención y sin saber qué hacer con ella.
Poco a poco el agua comenzó a oscurecer su cabello, y a pegárselo a la cara. Y en las puntas, pero solo en las puntas, se le formaron ligeras ondas.
Sutiles... casi imperceptibles.
¿Cuanto tiempo llevaba viéndolo sin decirle nada?
El campo minado dentro de mí cabeza comenzó a hacer explosión.
Pero en vez de soltarlo, me aferré aún más.
¿Por qué mi cuerpo y mi cabeza hacían cosas tan diferentes?
"Es que..."—volví a hablar, pero se sintió como si el agua hubiera desordenado todas mis ideas o tal vez habían sido las explosiones. Tal vez había sido todo. Pero fue insoportable sentir tanta... vulnerabilidad—"Yo de verdad quiero intentar ser más... contigo..."
Mi voz salió como un hilo.
Pude ver el color adueñarse de sus orejas. Pero de una manera muy tenue.
Tal vez porque el agua estaba helada.
Y le quedaba...
¡Vaya que le quedaba!
Me quedé muda nuevamente.
Sus pecas sólo se le notaban cuando lo tenías así de cerca.
Y a veces me daban ganas de tocarle la nariz...
Parecía la resbaladilla Perfecta para a todas esas gotas de agua...
¿Qué se sentiría ser una de ellas?
Una... gota de agua...
"¿Qué cosa?"—habló y su voz también le salió como un hilo. Estábamos empapados—"¿Qué quieres ser... conmigo?"
La ropa había comenzado a ceñirse a su figura.
Entonces tomé su mano.
No sé porque lo hice... solo quise hacerlo.
Y entrelacé sus dedos con los míos.
Los suyos respondieron al instante.
Y mis ojos bajaron instantáneamente a esos labios... esos labios delgados de arriba pero bastante generosos de abajo...
Esos labios que...
No.
Yo no pensaba en esas cosas.
"Deja de... estás demasiado cerca... moco..."—susurró.
¿En que maldito momento me había acercado tanto?
Oh. Por. Dios.
No.
Sentí más explosiones detonar dentro de mi cabeza.
"Perdón"—tomé un poco de distancia—"Es solo que cuando nos veo así. Justo como estamos ahora... No puedo evitar pensar que yo..."
"¿Que tú qué?"—su manzana de Adán se movió cuando tragó saliva—"¿Que quieres...? Dímelo"
Reí.
Pero fue una risa nerviosa.
Derrotada.
"Quiero ser tu amiga"
Porque lo mejor que yo podía ofrecerle a una persona era eso; mi amistad.
Y quería dársela.
Y quería que él me la diera.
Yo... yo quería...
"Mi amiga..."
"Sí"—afirmé—"Quiero ser tu amiga. Quiero que me veas como tú amiga... Garcés... Ya me cansé de pelear contigo"
Pero su respuesta vino mucho más rápido de lo que había anticipado:
"No"—fue seco y tajante.
"¿Por qué no? ¿Quieres que sigamos con esta cansada y absurda relación de perros y gatos? Yo no quiero..."
"No es eso..."
"¿Entonces qué es?"—lo cuestioné—"Anda. solo... date la oportunidad de intentarlo conmigo. Te prometo que no soy de esos amigos insoportables. No voy a estar detrás de ti todo el tiempo y seguramente nos vamos a ver tanto como nos vemos ahora... o menos, ya sabes... porque vivo con Damasco y te odia..."—añadí—"Pero... ¿No te gustaría que cada que te vea por ahí en vez de pensar 'Agh, ahí viene ese horrible dolor de culo' pensara... 'Ay que lindo mi amigo Alan Garcés' o esas cosas que los amigos piensan cuando se ven?"
"Hah"—rió de forma absurda—"No. Definitivamente lo odiaría"—soltó mi mano—"No quiero ser tu amigo. De hecho, acabo de darme cuenta que ser tu amigo es lo que menos quiero ser en este mundo"
"¡Ya Garcés! ¡Deja de hacerte del rogar! ¡Tienes 16 años y lo que sea que crees que sientes no es más que un espejismo! ¡Y los espejismos tienen fecha de caducidad! ¡Pero las amistades son para siempre! ¡Así que no importa que en este momento pienses que yo te gust-!"—traté de cortar la oración.
Pero no pude hacerlo a tiempo.
"..."
"..."
"¿Qué?"
"¿Q-Qué?"
"¿Dónde escuchaste eso?"
"¿Q-Qué... qué cosa?"
"¡No te hagas la tonta! ¡Esa estupidez que acabas de decir como si me conocieras!"
"Por ahí... no lo sé... de todas formas es bastante obv-"—pero me interrumpió.
"Pues es mentira"
"¿Qué?"
"¡Tú no me gustas!"
"Tampoco es como si fuera el fin del mun-"—pero volvió a interrumpirme.
"¿¡Por qué me gustaría alguien como tú!?"
"¿Que tiene de malo que te guste alguien como y-?"—y volvió a hacerlo.
"¡No tienes nada que le pueda gustar a nadie!"
"¿Ah, no?"
"¡¡No!!"
"Entonces como no te gusto y no tengo nada que te pueda gustar... ¿Por qué tienes tanto problema con ser mi amigo?"
"¡Yo no tengo ningún problema en ser tu amigo!"
"¡Entonces seamos amigos!"
"¡Como quieras!"
Pero no pudimos seguir discutiendo.
Porque de pronto y sin previo aviso, nos cayeron dos personas más encima.
Dos personas que también se habían caído por ir peleando.
Dos hermanas.
Ahora que lo pensaba, habían estado peleando durante todo el retiro.
Y de una manera bastante fea.
Era una necesidad muy fuerte de probar quien era mejor que quien.
Una horrible competencia de nunca acabar.
Ojalá y eso no fuera a pasarme con mi hermana... pero por lo visto para allá íbamos...
Como sea, gracias a que ahora éramos cuatro personas, pudimos gritar más fuerte y por ende ser escuchados y ser rescatados.
Y al pensar en todo lo que había pasado durante el trayecto de regreso... ahí fue que encajó: la pieza que faltaba...
Abel.
Abel no era el papá de Alan o su tío...
Era Abel Garcés Chevalier.
Su hermano.
Claro...
Ahora todo tenía sentido.
Las actitudes de Alan...
Su necesidad de demostrar ser mejor en todo...
Oh, Dios...
Entonces sentí un horrible dolor en mi antebrazo. Y cuando me lo descubrí... mi piel se abrió hasta sangrar para dar paso a un mensaje escrito en tinta roja:
"Debe ser bastante agobiante eso de querer competir con los muertos..."
Nota de autor: ¡Hola! ¡Perdón por haberme tardado tanto! Es que se me dificultó mucho la última parte (la comedia con el insight de Helena)
Helena:
Alan:
Abel:
?Qué teorías tienen con respecto a esa muralla emocional que tiene ella?
Los leo...
Aún le falta pulirse un poco al capítulo... errores ortográficos y comas mayormente... lo estaré haciendo en el transcurso del día.
¡Muchas gracias por leerme!
Marluieth 💕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro