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43. La hoguera y el pájaro



***ADVERTENCIA ⚠️: Éste capítulo contiene algunas escenas sangrientas bastante explícitas. Ya ven que eso casi no se me da... Disfrútenlo pero tengan su almohada cerca y sus palomitas 🍿✨

"Las personas piensan que solo por el hecho de serlo, automáticamente merecen estar en la cima del mundo. Y mucho tiempo los engranajes se han movido de esa forma... ¿Pero qué pasaría si te dijera que se han estado moviendo mal? ¿Y si en realidad ese privilegio de estar en la cúspide de la pirámide nunca fue nuestro? ¿Y si lo arrebatamos? ¿Y si el mundo está buscando que quienes lo perdieron lo tengan de regreso? Cuando eso suceda... ¿De qué lado vas a estar?"

—Helena Candiani Yolotl


Damasco tardó varias horas en despertarse, pero lo hizo... y cuando lo hizo no fue capaz de recordar muchas cosas, pero sí las importantes, aunque no las cruciales, porque parecíamos estar condenados a armar este tétrico rompecabezas a la antigua: lento y con nuestras propias manos.

Me dijo que no recordaba si aquello le había pasado antes o si había sido la primera vez, pero que desde que la serpiente lo había mordido en la Iglesia, a veces se despertaba en las noches porque sentía que el brazo "le quemaba" (ya fuera porque estaba demasiado frío o demasiado caliente) aunque según él, nunca había emitido ninguna luz.

Me dijo que recordaba al ser de las sombras, al que después también se refirió como Cuervo, y que al verse encerrado en esa especie de burbuja negra y extraña, sintió como si algo "estallara" dentro de su cuerpo, pero que después de eso no lograba recordar nada, como si su cerebro se hubiera apagado y luego se hubiera vuelto a encender cuando lo traté de llevar a cuestas (sin mucho éxito) hasta un sillón de la sala para recostarlo y limpiarle la nariz.

Él a mí no me hizo muchas preguntas, no sé si por miedo, o porque apenas lo estaba asimilando, o simplemente fue su forma de no preocuparme de más, pero tal vez fue un poco de todo. Él era así, siempre tratando de ayudar a las personas sin que se dieran mucha cuenta de nada; era de los que tomaba el trancazo, y luego veía como conseguir el hilo y la aguja para cerrarse la herida.

Se terminó de limpiar la nariz con agua del grifo mientras silbaba una canción, luego se lavó las manos y se dispuso a prepararnos la cena con unas habilidades culinarias que no le conocía, llenando el ambiente con los Covers de algunas canciones que había hecho, y el sutil sonido de su voz tarareando al ritmo con destreza.

"Es una imagen un poco chistosa... la de ver a un futuro rockstar peleándose con el comal y con el aguacate para hacer molletes y guacamole"—observé mientras me acomodaba en uno de los banquitos giratorios de la barra de la cocina.

"¿Me estás diciendo que ya perdí toda la imagen de rockero cool que tanto me he estado esforzando en presumir?"—se giró y agarró una palita ranurada como si fuera una guitarra.

"Desde hace rato..."—abrí un paquete de galletas saladitas y le di una mordida a la primera—"¿Estabas tratando de ser un rockero cool? Y yo que creía que ésta era la parodia de algún mal programa de cocina..."

"Ja. Parodia mis hue... huesos"—se corrigió y luego me robó una galleta, le puso una ligera capa de guacamole y me la regresó—"Te reto a que sigas pensando lo mismo después de que la pruebes"—me guiñó un ojo.

Sonreí, me la llevé a la boca y le di una primer mordida, pero luego no pude hacer más que darle la siguiente y la que siguió, hasta que solo quedaron boronas en mis manos. Así que proseguí a lamerme los dedos.

"¿Ves?"—espetó con orgullo y deslizó el bowl a lo largo de la barra, para que pudiésemos seguir botaneando a nuestras anchas, entonces se recargó sobre sus antebrazos para verme de frente, aún sin quitarse un delantal decorado con manzanas y plátanos que había sacado de algún cajón antes de comenzar a sentirse como el mismísimo Gordon Ramsey de Master Chef—"Es lo bueno de la cocina mexicana..."—exclamó mientras preparaba otra galleta—"Más que dinero, se necesita el toque ancestral de los guerreros Aztecas para saber hacer cosas ricas"

Casi se me sale el guacamole por la nariz ante el comentario.

"Sí, estoy segurísima de que ese era el toque de los guerreros Aztecas. Es más, si no mal recuerdo creo que hasta lo leí en uno de los libros de la escuela"—entonces agarré la basura del empaque de galletas con una mano y me lo coloqué en los dedos a modo de títere improvisando y luego hice lo mismo con una servilleta.

Después me aclaré la garganta. Y comencé a fingir una voz demasiado grave para mí timbre soprano habitual:

"Oh gran Servilleto Zocoyotzín"—movió la boca el títere de la envoltura de galletas saladitas—"Estoy muy cansado de haber pasado todo el día sacando los corazones de nuestros enemigos para ofrecérselos a la Diosa de la fertilidad por una buena cosecha"

Entonces el títere hecho con la servilleta se acercó y le dió una especie de coscorrón al que acababa de hablar.

"No puedes dejar de hacerlo guerrero Envolturo Galletoso Topinoshtli, Deshonrarías a nuestra gente, y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos y hasta a sus perros pelones que nunca serán apreciados hasta que salgan en alguna película de Disney, y yo sé eso porque bueno, soy un sacerdote y sé muchas cosas adelantadas a mi época aunque todavía no sepa qué rayos significan. Cómo sea, además gracias a ti, esta ha sido la mejor cosecha de aguacates que el Reino Azteca ha tenido en siglos. Sólo prueba este Guacamole..."—El de la servilleta se sumergió al bowl y luego le dió un golpe lleno de guacamole al primero.

"¡Oh por todos los Dioses, los ancestros y las estatuillas de nombres tan extraños que ni siquiera puedo pronunciar! ¡Servilleto Zocoyotzín! ¡Me siento iluminado! Mañana mismo conquistaré y esclavizaré más pueblos, para ofrecer todos sus corazones en sacrificio, ¡Este sabor ancestral me ha hecho una revelación! ¡Asegúrate de crear el jeroglífico del guacamole de guerra para cuando los niños de las escuelas estén aprendiendo sobre nosotros en sus aburridos libros de historia!"—el primero comenzó a agarrarse la supuesta carita hasta que 'se comió' por completo aquel platillo ancestral.

"Claro que sí. Me alegra haberte hecho entrar en razón y por favor no dejes de hacer el bien. Nuestros corazones están contigo... no literalmente pero ejem, sí... tú me entiendes. Ahora vete y conquista al pueblo de las donitas y al de los osos de gomita, porque esté sabor será nuestro legado..."—y así concluyó mi acto.

"Eres una tonta"—Damasco soltó una carcajada enorme.

"¿Una tonta ancestral?"

"Mi instinto de súper héroe no me grita la palabra ancestral cuando te veo"—sentenció con una sonrisa de labios cerrados.

"Estoy segurísima de que el súper héroe de la palita de madera y el delantal de frutas debe tener un instinto mucho más agudo que Batman... ¿Qué usas para llegar a tiempo a salvar el día? ¿Un aguacate-móvil? Seguro que todas las chicas se derriten al verlo..."

"¿Batman sigue siendo mi competencia?"

"¿De verdad creías que eras competencia para Batman?"—levanté una ceja y le dirigí una mueca compasiva—"Pobre alma en desgracia"—canturreé.

Quiso fingir indignación pero su risa lo traicionó a los segundos y terminó agarrándose el estómago para tratar de contenerse. Y su risa me dió risa a mí, así que acabé haciendo lo mismo.

Fue de esas veces en que terminas riéndote solo por ver la cara de la otra persona, entonces te levantas y te vas al baño para "poner distancia de por medio" y "olvidar la gracia" pero cuando regresas y lo ves, te ríes otra vez y con muchas más ganas y mucha más fuerza, aunque es posible que ya ni siquiera te acuerdes de cuál era el chiste.

Pero lo superamos, después de unos 40 minutos de ni siquiera ser capaces de articular palabras completas, y entonces pudimos cenar.

Luego encontramos otra cosa para reír y  reímos aún más.

Y al final escuchamos música hasta quedarnos dormidos...

Seguramente yo me dormí primero, porque a la mañana siguiente traía su sudadera encima (como una cobija improvisada) y en cambio él, había pasado la noche abrazando su guitarra y un par de cojines que encontró por ahí, para no morirse de frío.

El clima de Toluca y el clima del pueblo eran completamente diferentes; uno semi tropical y el otro... bueno, pues creo que dice suficiente el hecho de que al asomarte por la ventana lo primero que veías era la imagen de un volcán cubierto de nieve.

Olvidé decirle en qué closet guardábamos las cobijas y su flojera no lo dejó buscar, así que improvisó y se ganó una gripe que le duró tres semanas... fui una pésima anfitriona y claro que me lo reprochó: "Prefiero morir a los 19 por una sobredosis de heroína que a los 16 por una hipotermia" ...le jalé la nariz por eso.

Pero con todo y todo, creo que nos hicieron falta más noches así... en las que podíamos ser sólo un par de adolescentes con platicas banales y que no llevan a ningún lado pero que tienen el poder de convertir los momentos más simples en inolvidables... ¿Verdad Damasco? Y si pudiera, te juro que haría de todo por atraparlos con una red y rescatarlos de aquel mar inmenso e impredecible al que llamamos: tiempo.

Pero no puedo.

Ya no.

Resulta que al final Los Gatos, nunca fuimos aquellos Dioses de poderes infinitos; que son capaces de mover todas las piezas y forjarse un nuevo camino con un simple chasquido de dedos... o al menos éste decidió no serlo.

*****

El hedor de dos cuerpos calcinados se abría paso en el ambiente. Habían utilizado una misma hoguera para aniquilarlos, y la carne de sus manos se había tostado y derretido bajo el calor del fuego hasta fusionarse; uniéndolos para siempre... al menos les habían dejado eso: la cercanía de un ser amado en medio de una tortura infernal.

Sus rostros estaban completamente ennegrecidos y con los párpados bien abiertos en absoluto terror, dentro de sus cuencas se alojaba una sustancia viscosa y semi-cuajada. Y sus bocas estaban abiertas, porque habían muerto gritando, a pesar de que antes de amarrarlos y comenzar a lucrar con su tortura, a él le habían cortado la lengua y a ella la habían apuñalado el vientre, con un cuchillo largo cuyo mango se alcanzaba a distinguir.

Las personas aún estaban aglomeradas a su alrededor, con esa necesidad de querer cuchichear los unos con los otros sobre lo que acababan de presenciar. El aire estaba impregnado por esa mezcla salada y dulce que sólo producen el sudor y los orines cuando están demasiado concentrados en un sitio, pero también había atisbos de fragancias perfumadas en un intento fallido por ocultar la falta de higiene de la época.

Por aquel entonces se tenía la creencia de que bañarse era cosa del diablo: y así vivían su día a día los feligreses; llenos de piojos, pulgas y cociéndose en sus propios jugos por meses e incluso años... pero tan fieles a la doctrina como siempre, y cada vez más cerca del "cielo", pero también de alguna infección fulminante.

"Esa de ahí era una bruja y oí que la entregó su propio marido cuando se dió cuenta de lo que era... ¿Te imaginas? ¡Una familia de nobles! ¡Y sin saber que les estaban haciendo brujería! Que desgracia..." —afirmó una voz femenina y madura, no muy lejos de donde yo me encontraba, señalando con un dedo huesudo, en dirección a uno de los cadáveres. Fue una sensación extraña porque aquello sin lugar a dudas había sido francés (y no del contemporáneo), y por mi parte, aún no perfeccionaba el mío al punto de poder entenderlo como acababa de hacerlo, pero asumí que aquello se debía a que todo lo que estaba viendo, era otro de los tantos recuerdos de Cuervo, y como sus orígenes eran franceses (o eso me había dado a entender) su cabeza lo procesaba como un pan de cada día, y yo estaba viéndolo y entendiéndolo todo a través de ella.

"El diablo está en todas partes, mujer. Ese no distingue a los que usan cubiertos de oro para comer, de los que usamos las manos..."—añadió un señor que parecía de 60 pero que seguramente por la media de mortandad de aquellos tiempos, ni siquiera superaba los 40. Y luego se persignó en tres cruces a lo largo del cuerpo hasta regresar a besarse los dedos con un temeroso "amén".

"Gritaron más tiempo que otros... ¿Se dieron cuenta?"—exclamó un adolescente que traía una carretilla de madera llena de fruta, para ganarse la vida. Sus pies estaban descalzos.

"Esas cosas no eran personas, claro que iban a durar más. A mí lo que me sorprende chico, es que no sigan gritando"—volvió a hablar el señor, ganándose la aprobación de varios, y la atención de unos cuantos más que sólo iban de paso.

"¿Y qué eran? ¿No me diga q-qué?"—quiso saber el muchacho sin ser capaz de terminar la oración, en cambio, se aproximó aún más, y tras él apareció una chiquilla de no más de 5 que traía una pierna entablillada, mucho más corta que la otra porque seguramente había sido víctima de una poliomyelitis contra la que ni siquiera había tenido oportunidad.

"Eso que viste no fue una ejecución normal... No... Eran monstruos. Demonios malditos que traen consigo el infierno"—le contestó el señor—"Ese de ahí"—señaló—"Aniquiló a 12 guardias usando magia negra cuando intentó llevarse a la bruja preñada con el hijo del diablo. Pero nuestro señor envió unos ángeles para impedir que se fueran... él no nos desampara, no... él siempre nos cuida y lo qué pasó hoy es la prueba de que él está en todos lados, hasta en estos lugares que apestan a muerte y a carne quemada..."

"¿Ángeles? ¿Dijiste ángeles? ¿En este lugar? No lo creo..."—exclamó con incredulidad la señora.

"De los creyentes será el reino de los cielos, mujer. Yo no sé decir mentiras y jugar con eso sería pecado, blasfemias... yo sé lo que vi, te lo digo. Mi esposa y yo lo vimos todo antes de que amarraran a esos dos a la estaca"—rebatió el señor con indignación—"Se habían escapado de la jaula y estuvieron a nada de irse ¡A nada! Pero luego... bajaron dos ángeles desde lo alto, de por allá... Tenían seis alas; tres de cada lado. Dios los envío a nosotros para imponer su justicia. Para salvarnos como siempre lo hace"

"¡Alabado sea el señor!"—exclamó el chico.

"¡Alabado sea!"—le contestaron los curiosos.

"¿Pero entonces ella sí estaba embarazada? ¡Dios mío misericordioso! ¿Cómo va a ser?"—Se unió una jovencita a la platica, llevándose las manos al rostro. En sus ropas holgadas se también se notaba un embarazo, pero mucho más avanzado, probablemente estaba a días de parir.

"Eso no era un bebé, chica. Era el hijo del diablo"

Y por estar inmersa en la plática, no me di cuenta en qué momento, la plaza comenzó a rodearse de cuervos. Supongo que en un principio no les di demasiada importancia (al igual que todos los que estábamos ahí) porque ese tipo de animales suelen rodear a los cadáveres, a la podredumbre y a la carroña, y todo eso aquí sobraba: así que para las ratas, los cuervos, los buitres y otros animales dedicados a consumir el desperdicio humano, aquella plazuela era casi un festín.

Pero pronto los pájaros negros se hicieron tan numerosos que resultó imposible no prestarles atención. Y no sentir, que algo no estaba bien.

Los animales comenzaron a aglomerarse en numerosas filas a lo alto, a lo bajo, entre las personas y alrededor de las mismas, y el único sitio con el que parecieron guardar su distancia, fue alrededor de la hoguera y sobre la estructura conformada por estacas largas y cortas... o lo que había quedado de ella tras el incendio.

Entonces un sonido fuerte irrumpió de golpe en el ambiente. Fue algo muy parecido al que hace una ventisca recia cuándo se estrella contra una superficie dura, pero la diferencia era, que está tenía una perfecta sincronía y una secuencia, un ritmo...

Y antes de que mis ojos fueran capaces de ver cualquier cosa, lo confirmé:

Un aleteo.

Pero muchísimo más poderoso que el de un par de águilas juntas.

Aquello fue lo que los terminó de sacar a todos de ese trance que sólo provoca una plática acalorada que está empapada de morbo.

Algunos abrieron la boca para gritar o flexionaron las rodillas para tratar de correr, pero no fueron capaces de hacer ninguna de las dos cosas. Porque de pronto, habían perdido toda la movilidad de sus cuerpos; quedando como estatuas de carne, clavadas bajo su propio peso sobre el suelo.

Pronto se dejó ver la figura de un hombre con un par de inmensas alas negras en las que se reflejaban un sinfín de tonalidades azules y verdosas en cada una de sus plumas alargadas, emitiendo reflejos brillantes, tornasol; porque en lo que no tocaba la luz aquello era un inmenso y profundo negro azabache que se fundía con las sombras.

Traía una máscara de fierro puesta, en forma de la cabeza de un pájaro de pico largo y afilado como una espada: la clásica de la época, la que se utilizó en esos tiempos para evitar el contagio de la peste negra, esa que nunca sirvió de nada, pero que a pesar de todo, terminó siendo un emblema, un distintivo, un sello que marcó para siempre un antes y un después.

Sus extremidades inferiores tampoco eran humanas; eran garras oscuras y ensangrentadas, y con la mano derecha, sostenía tres cabezas chorreantes unidas por el cabello: seguramente no tenía mucho de haberlas cercenado; los huesos que se unían al tronco encefálico y algunos trozos de piel desgarrada con pigmentos de grasa amarillenta, se dejaban ver apenas por los últimos flujos de sangre que aún se abrían pequeños caminos hacia abajo.

"¿De repente les dieron ganas de irse? ¿Por qué? Si lo que vieron apenas y fue el acto de apertura. La verdadera fiesta es la que apenas está por comenzar..."—se escuchó su voz bajo la máscara, pero yo la reconocí de inmediato: imponente y fría como siempre.

Entonces ladeó su cabeza hacia uno de los que habían estado hablando antes: el señor que juraba haber visto ángeles. Y en un abrir y cerrar de ojos, éste se desplomó sobre sus rodillas y se llevó las manos a la garganta como si todo este tiempo le hubiera estado faltando el aire. El resto de las personas giró el cuello en su dirección, todas al mismo tiempo porque fue algo mecánico, forzado y antinatural. Incluso algunos tronaron con la brusquedad del movimiento, pero el resto de su cuerpo permaneció inmóvil. Los había convertido en su propio público mudo: carente de voluntad pero con miedo de sobra.

"T-t-tú m-mo-monstruo..." —tartamudeó el hombre, pelando los ojos en completo terror.

"¿Vas a recibir a tu anfitrión con esa expresión tan miserable, humano? ¿Incluso después de todo el tiempo que me estoy tomando, para que tengas algo de lo que valga la pena hablar por el resto de tu vida? Y yo que hubiera esperado algo más parecido a esto"—dibujó una curva en el aire con su mano libre, y esa misma curva perfecta y siniestra, se plasmó al instante en el rostro del hombre, como si de pronto se hubiera apoderado de cada uno de sus nervios hasta torcerlos a su antojo. Fue tan preciso que pareció doloroso—"En realidad es cuestión de modales, pero supongo que mis expectativas eran más altas, considerando que estoy a punto de montarte el mejor de los espectáculos, y a juzgar por esa platica tan interesante que sostenías sólo hace unos momentos... no eres de los que se los pierden ¿Verdad? Prometo dejarte boquiabierto"

"T-t-tú t-tú"—volvió a tratar de decir el hombre—"mo-m-mon-"

"¿De nuevo dos palabras y de nuevo las mismas? Con nada nuevo que decir, deberías limitarte a guardar silencio"—y de un giro en la muñeca, torció la cabeza del hombre justo por la mitad, con una potente fuerza invisible, hasta que logró trozarla y la arrojó por lo alto, dejando que la sangre caliente se hiciera un tétrico camino por los aires, acompañada de algunas piezas dentales que no supieron quedarse fijas en ninguno de los dos trozos. Todos los que estaban a su alrededor quedaron salpicados, y el cuerpo tardó unos segundos más, en desplomarse bajo su propio charco de fluidos—"¿Quedó lo suficientemente boquiabierto o me pasé un poco? Sucede que los invitados que ni siquiera se esfuerzan por mantener una conversación medianamente interesante, me parecen de lo más tedioso. Y yo no vine a bostezar, vine a divertirme... igual que ustedes"—pero su voz sonaba fría y lineal, y sin un atisbo de diversión.

Entonces dió un brinco y aterrizó justo frente a la hoguera, aproximándose lentamente al cuerpo calcinado de la mujer, y al mismo tiempo, todos los ahí presentes recobraron su capacidad para volver a gritar y lo hicieron, pero siguieron siendo incapaces de moverse del cuello hacia abajo.

"Que mujer tan estúpida..."—susurró y extendió la mano para acariciarle un mechón de cabello, pero este se desmoronó bajo su tacto. Entonces le acaricio la mejilla con sumo cuidado, hasta detenerse sobre lo que habían sido sus labios. Y luego, de un movimiento rápido, deslizó hacia afuera el cuchillo que le habían enterrado en las entrañas—"Te prometo que van a arrepentirse de haberse sentido con el derecho a ponerte un solo dedo encima. Y ..."—dió un giro violento y rebanó la tapa del craneo del otro cuerpo calcinado—"Mereces todo lo que te sucedió, por imbécil. Estoy seguro que ni siquiera pensaste, que en estos momentos, habría alguien mucho más imbécil que tú, llorando tu suerte y si lo pensaste ni siquiera te importó. Así que lo único que supiste hacer bien fue morirte, porque si hubieras vivido... yo mismo te habría matado, Seiten..."—Desenterró el cuchillo y con un solo movimiento, sacudió los restos en el aire, para limpiarlo y dejar el filo libre una vez más, en caso de que quisiera volverlo a utilizar. Cosa que seguramente pensaba hacer.

"Hay unas cuantas cosas que deberían saber de los Cuervos antes de dejarse en ridículo con sus comparaciones tan creativas"—volvió a silenciarlos para qué solo se escuchara su voz—"La primera es que aquello a lo que llaman demonios, se queda completamente corto en comparación a lo que realmente somos"—volvió a tronar los dedos y el cuerpo del hombre al que había recién mutilado, se levantó—"Sobretodo porque lo único que necesitan hacer es morir para convertirse en nuestras marionetas. Este es el cielo por el que tanto rezan"—entonces los brazos del hombre comenzaron a ahorcar al muchacho de al lado hasta que se escuchó un crujido y su cuerpo también cayó. Pero pasados unos segundos y con un par de sacudidas, se puso también de pie. La cabeza le caía a un lado porque le habían roto el cuello—"Y eso a lo que llaman infierno no es más que una absurda ilusión porque en realidad siempre hemos vivido entre ustedes. Y lo mejor de todo es que hasta nos han adorado: llamándonos Dioses, deidades, profetas, ángeles... y muchos más nombres que seguramente ustedes recuerdan mejor que yo. Son bastante ingeniosos a la hora de inventarse historias, eso no se los quita nadie"

Entonces creó una especie de daga inmensa hecha de sombras y vapor, y atravesó de golpe a la muchacha embarazada justo en el vientre. Dejándole un hueco en forma de círculo perfecto, ahí, donde segundos antes había albergado vida.

Escupió sangre y cayó al piso.

"Y lo del ojo por ojo también es verdad..."—añadió mientras daba un salto de la tarima, para mezclarse entre su público.

Entonces levantó el trío de cabezas con el brazo para que todos pudieran observarlas. Como si fuera un trofeo.

"Uno era ese noble que utilizó la palabra bruja, para lamerle la suela de los zapatos a la Iglesia y así ganarse un poco de estatus y otras cosas, pero como pueden ver le faltó un poco de vida para darse el lujo de disfrutar todo aquello... Otro se sintió con el derecho a profanar el único cuerpo al que hubiera deseado jamás haberle puesto un dedo encima, o al menos eso fue lo que aseguró al final, con la esperanza de cambiar su suerte... patético y poco convincente, pero supongo que cualquiera con la mitad de los intestinos de fuera, me habría jurado hasta que el mismo Sol, no es más que una diminuta esfera negruzca en el cielo... Y el último se quedó a ver, así como ustedes..."—Entonces hizo un movimiento rápido con el puñal y en menos de un segundo, los ojos de las tres cabezas quedaron ensartados sobre la punta afilada: como si fuera una especie de banderilla ensangrentada, y antes de que mi cabeza pudiera procesarlo del todo, comenzó a engullirlos bajo su máscara. Algunas gotas de sangre y de líquido transparente se le deslizaron a lo largo del cuello.

"Que expresiones tan interesantes... hasta parece como si siempre hubieran creído que se los sacábamos sin ninguna razón"—se mofó en medio del festín.

Entonces un nuevo sonido irrumpió en el ambiente, y un domo invisible del que nunca nos percatamos que se había puesto a nuestro alrededor, comenzó a cuartearse. Dejando pasar a dos nuevos seres alados, pero la diferencia mas notoria era que estos tenían alas blancuzcas con algunas manchas que iban de cobrizos a dorados, esparcidas por los bordes; como una pequeña salpicadura metales preciosos.

Y sí, como había dicho el señor de antes; tenían tres alas de cada lado, y también unas pequeñas, en lugar de orejas, adornándoles el rostro de una manera bastante celestial.

"Que rápido llegaron los aguafiestas. Apenas estábamos con los canapés..." —dijo el que estaba segura que era Cuervo, y luego giró su cuerpo de golpe para agarrar un impulso potente con el brazo y lanzarle el puñal a una de las criaturas; dándole en una de las alas.

Este último estuvo a punto de caer, pero se las supo ingeniar para aterrizar, aunque de una manera bastante torpe y escandalosa: como un pájaro herido al que acaban de darle con un dardo.

"Vas a lamentar no haberte quedado escondido con los tuyos, Demonio"—amenazó el otro, lanzándole una especie de ráfaga dorada que lo iba destruyendo todo a su paso. Pero Cuervo lo desvió con un leve movimiento de muñeca, como si se hubiera tratado de una ráfaga de aire cualquiera. Y al hacerlo, al menos una veintena de cuerpos quedaron completamente mutilados, recibiendo aquella nueva desviación del impacto.

"¿Demonio? Ah, sí. Se me olvidaba el excelente trabajo que han hecho con ustedes, llenándoles la cabeza de anécdotas que los tildan de ángeles... Pero harían bien en recordar, que al final son solamente eso"—levantó una mano y el puñal que se había clavado en el ala de la criatura caída, terminó de rebanarla para después regresar a la palma de su dueño con destreza—"Simples y mundanas anécdotas"

El hombre de las alas blancas soltó un alarido y se desplomó en un charco de sangre.

Entonces Cuervo extendió las suyas inmensas y negras, y se elevó por los cielos. Y al tiempo en que lo hizo, todas las personas fueron capaces de recobrar el movimiento de sus cuerpos.

"Ahí están sus ángeles"—exclamó, con un tono lleno de desdén—"Bastante más mortales de lo qué contaban sus anécdotas, según lo que recuerdo"

"¡Lacrooooooix!"—gritó el ser herido desde el suelo, mientras era auxiliado por su amigo, el cual se veía mucho más joven, más pequeño y muchísimo menos imponente, aunque igual de sacrosanto según los relatos bíblicos.

Y luego todo se congeló.

Y abrí los ojos de golpe.

Estaba en mi recamara.

Pero estaba rodeada de plumas: negras y blancas, esparcidas por cada rincón.

Algunas empapadas de líquido rojo.

Y sobre las sábanas dos cadáveres: el de un Cuervo y el de una Lechuza.

Nunca desaparecieron.

Porque eran reales, y no una ilusión tétrica y enfermiza como las de siempre.

Se sintió como amenaza... pero tal vez fue un mensaje.

Y el sudor frío que supuraba mi cuerpo, se sintió más helado que nunca.

Que lejos estaba de saber que mi cuerpo estaba destinado a ir perdiendo su temperatura, y que ese era el primer aviso de lo que vendría después.

El despertar de una naturaleza... o una maldición.

Todo depende de la interpretación que se le de... o eso es lo que me han dicho.



Nota de autor: No tengo mucho que decir, sólo que me gustaría actualizar más seguido... pero estos tiempos de COVID y el ser mamá de dos bebés no me dejan 😂 porque con esta historia nunca de los nuncas se me va la inspiración.

En fin, si tienen curiosidad de cómo se ve Cuervo debajo de la máscara, vayan a mi Instagram: @marluieth

No es necesario que me sigan, pero pueden checarlo de vez en cuando porque estaré subiendo algunas ilustraciones y la primera es la de él...

Los quiero y gracias por leerme.

Marluieth.

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