42. El mensaje oculto
"¿Sabes lo que sucede con la soberbia, Candiani? Qué si la mezclas con tu carta de gane, la victoria obtendrá un sabor que tu cabeza no será capaz de olvidar fácilmente, uno que necesitarás volver a probar a toda costa y las veces que sean necesarias. Ahhh... pero con la derrota... con la derrota sucede todo lo contrario, porque ese pequeño ingrediente es todo lo que se necesita para prenderle fuego a aquello que creías conocer, y volverlo una mezcla amarga, que te ves obligado a tragar. Ese es el sabor que por años ha anidado dentro de mi garganta y es el mismo que justo ahora, palpita dentro de la tuya... ¿Y te atreves a cuestionar qué nos une? ¿Qué no nos une, Candiani? ¿Qué no nos une?"
—Cuervo.
Sus ojos amarillos me observaban con detenimiento e insistencia; estaban inquietos, nerviosos; a la espera de respuestas, de preguntas, de cualquier cosa que pudiera decir o hacer después de todo lo que me había dicho.
Tragué saliva.
En algún momento había dejado de sostener mi cara con sus manos para volverlas a entrelazar con las mías. Intenté apartarlas pero no me dejó, no fue de forma violenta o ruda, fue más como una necesidad, una pequeña petición que se escondía tras un gesto: Por favor, contéstame primero, porque no quiero soltarte hasta que lo hagas.
No pude evitar observarlas... alrededor de las palmas y sobre las mismas se le hundían varias cicatrices de diferentes tamaños, todas rectas, producto de cortes limpios. Sus dedos eran estéticos y alargados, como los que te imaginas que deben ser los de una persona que dedica su vida entera a hacer música; sus yemas y nudillos se veían ásperos. Y cuándo me atreví a acariciarlos con el pulgar lo confirmé. Probablemente había pasado tardes enteras practicando con la guitarra hasta que su piel se lastimó, sangró y y se le hicieron ampollas, y luego esas ampollas sangraron otra vez hasta convertirse en callos, y esos callos siguieron acariciando las cuerdas de metal por puro amor al arte, hasta que perdieron toda su sensibilidad... transformándose en la plumilla de carne más dolorosamente perfecta.
"Son un desastre ¿verdad?"—intentó romper el contacto, probablemente por pena o porque de pronto había tomado demasiada consciencia de ellas y de lo maltratadas que se veían y se sentían, al lado de las mías. Pero esta vez fui yo quién lo detuvo.
"Todo tú eres un desastre, no solo tus manos. Pero hay desastres buenos y desastres malos y este es uno de los mejores que he visto. Nunca me han parecido interesantes las manos que cuya mayor hazaña en la vida ha sido la de rascar un ombligo en busca de pelusas o hurgar dentro de una nariz para sacar un moco. Son aburridas. Las mías son muy aburridas al lado de las tuyas..."—volví a deslizar mi pulgar a lo largo de sus nudillos. Se me había hecho una costumbre extraña, eso de querer confirmar varias veces si lo que estaba viviendo era real o no, y a veces utilizaba mis sentidos para hacerlo: volteando a ver algo varías veces por temor a que desapareciera, cerrando los ojos para concentrarme en esa fragancia tranquilizadora que solo sabe emitir la tierra cuando la lluvia la empapa o sintiendo las cosas con mi propia piel, como en ese preciso instante—"Creo que tú y yo estamos listos para fundar un club. El de los fanáticos de las narices chuecas y la piel rugosa"—reí un poco para aminorar la tensión.
"Heh..."—resopló—"Sigues siendo igual de rara, eso no cambia"
"Y tú sigues caminando hacia el peligro en lugar de huir de él. Creo que naciste con un sentido de supervivencia un poquito averiado ¿No crees? No quiero ni imaginar lo que harías, si en algún momento de tu vida te cruzaras con un letrero que diga: 'Cuidado. Laguna con pirañas mutantes traídas directamente de Chernobyl' "
Eso lo hizo reír.
"Mi sentido de supervivencia no está así de mal... ¿Pero te imaginas cuánto me darían en el mercado negro por una piraña mutante traída directamente de Chernobyl?"—entorné los ojos y él sonrió—"Es broma"—añadió—"Sólo que decidí que quiero partirle la cara a los monstruos en lugar de huir de ellos... Y aunque hay monstruos que son personas y monstruos que son monstruos monstruos, pienso darles el mismo trato. Me cansé de correr Helena... ¿Tú no?" —ladeó la cabeza y me acomodó un mechón de cabello.
Exhalé rendida y apreté los labios, aún con algo de renuencia.
"Está bien. Tú ganas."—levanté la mirada hasta clavarla en sus ojos ámbar que me veían de regreso con algo de perplejidad—"Voy a hacerte caso, y por hoy y solo por hoy... voy a tirar lo poco que queda de mi sentido común al caño y vamos a adentrarnos juntos a esa Laguna de pirañas radioactivas. Ya estás demasiado involucrado de todas formas como para montarte el teatrito de que lo mejor para ti es que te vayas, y además sólo conozco a una persona más terca que tú; yo, así que sé mejor que nadie que todo intento por convencerte de hacer o no hacer algo, cuando ya tienes una idea atornillada en la cabeza, solo será un desperdicio horrible de tiempo y saliva que no nos llevará a ningún lado..."—bajé la mirada hasta el folder y él la bajó también—"Pero tienes que saber que después de lo que hiciste para obtener esto, puede que aunque cambies de opinión y te vayas al otro lado del mundo a esconderte, siga habiendo alguien dispuesto a lo que sea con tal de cerrarte la boca. Y cuando digo lo que sea no estoy exagerando Damasco, no tienes idea de todo lo que he visto, ojalá y esto se pareciera un poco a lo que nos pasó en la Iglesia pero es peor, mucho peor... Pero creo que tienes razón en algo: no podemos vivir con miedo, hay que hacer cosas. Y si al final acabamos de nuevo dentro de un cuarto, abrazados, llorando, empapados, llenos de golpes y violeta de genciana y con el aspecto de un par de perros mutantes que lo único que pueden hacer es lamerse las heridas con sus cinco lenguas, pues ni hablar... bienvenido a la Tripulacion de las desgracias, acaba de abrirse una vacante"
Se quedó mudo unos segundos y luego bajó la mirada lentamente, hasta llegar a nuestras manos y sentí cómo sus músculos se relajaron y liberaron cierta tensión.
Soltó un suspiro.
Y luego una pequeña sonrisa le curveó ligeramente la comisura derecha de los labios. De esas que a todas luces son un grito de victoria, pero que en vez de buscar que el mundo lo sepa, prefieren regocijarse en la intimidad del momento, como si fuera un postre que no tienes deseos de compartir pero tampoco de ocultar que te sabe jodidamente bien.
Así que le jalé las patillas.
"¡Auchhhh!"
"¿Es en serio? ¿Te acabo de decir que tu vida corre peligro y lo siguiente qué haces es sonreír como si acabaras de ganarte la lotería? ¿Te caíste de chiquito o qué?"—aparté las manos y le agarré los cachetes—"Repite conmigo porque esto se tiene que convertir en tu nuevo mantra de vida: hoy no selección natural, hoy no."
Él se encogió de hombros—"¿Y que quieres que haga? ¿Fingir que no me gusta que por fin, encontré una forma de obligarte a hacerme el segundo miembro de tu tripulación? Porque la verdad Helena, ganarme el puesto no fue nada fácil..."
Entorné los ojos.
"Claaaro, porque supongo que meterte en los pantalones de una chica a la que le gustaste sólo para obtener algo a cambio fue algo muuuuy difícil de hacer para ti ¿Verdad? No es como que tuvieras la costumbre de hacerlo por tacos o hamburguesas o cuanta cosa se le ocurra a esa cabeza tuya... Pobrecito de este hombre tan sacrificado... Me duele el corazón"
"Hey, tampoco es como si ella se la hubiera pasado mal..."—esbozó una sonrisa juguetona y soltó un soplido de lado para quitarse de los ojos un mechón de cabello que acababa de caerle de frente—"De hecho, si mi memoria no me falla, sus palabras exactas cada vez que fui a dejarla a su casa después de estar conmigo fueron-¡Auuuch!"
"A mí también me gustaría que tuvieras un botón de apagar, resetear o uno de pausar, pero es lo único que Diosito te puso para ayudarte a poner los pies sobre la tierra y ni modo, es mi responsabilidad usarlo por tu bien"—le dirigí una sonrisa de inocencia fingida—"Hasta lidiar con un Furby es más fácil que lidiar contigo ¿Sabes? Solo se necesita un buen brazo y muchas ganas de romper la pared. A veces les terminan temblando los ojos después de hacerlo y es un poco creepy, pero se callan"
"¿Y si mejor dejas de pensar cosas extrañas y me tienes un poquito de fé? Mi nariz y mi cabello te lo agradecerían mucho"
Eso me hizo sonreír.
"Tienes 16 años Damasco, eso significa que casi todas las cosas que decidas hacer en estos momentos de tu vida no cuentan, son de chocolate"
"Sí, pero técnicamente estoy casi al final de mi vida, porque se supone que me muero a los 19 ¿No? Así que el chocolate en algo debe de contar"
"No juegues con eso. No es divertido" —lo reprimí.
"Te prometo no volver a mencionarlo pero ofréceme un buen soborno..."—canturreó, actuando como un niño malcriado. Cualquier adolescente normal se habría derretido con eso.
Era una verdadera suerte para mí tener un alma de abuela.
Suspiré fastidiada y le señalé el espacio que había entre sus piernas. No había nada fuera de lugar ahí, pero tenía que dejarle muy en claro mi punto y si necesitaba decírselo en su idioma para que lo entendiera, lo iba a hacer—"La cabeza de arriba es con la que se piensa Damasco, no la de abajo"
Él se me quedó viendo unos segundos, boquiabierto. Eso logró cerrarle la boca, de momento al menos, porque luego soltó una risa que le marcó al instante ese par de hoyuelos alargados que se le hundían en las mejillas.
Arquee una ceja y me cruce de brazos... ¿Se estaba burlando de mí?
Su risa se hizo más fuerte.
Se estaba burlando de mí en MI cara.
Sentí una bomba de palabras comenzar a acumularse dentro de mi garganta pero antes de que pudiera decirle cualquier cosa, rompió toda la distancia que había entre nosotros, valiéndose de su brazo para acorralarme entre la silla y la pared.
"¿Y si mejor me das besos en lugar de maltratarme? Si lo haces te prometo que vas a poder controlar todas las cabezas que tengo..."—sugirió a modo juguetón y bajó su cara al nivel de la mía—"Y pondría los pies sobre la tierra mucho más rápido..." —se inclinó un poco más, para susurrarme de cerca, y casi pude sentir su aliento caliente rozando mi piel—"Claro que... eso va a depender mucho de dónde me los des, por ejemplo, si es aquí"—el costado de su índice rozó ligeramente mi mejilla—"Bajaré de mí nave espacial y aterrizaré por cinco minutos para hacer o fingir todo lo que tú quieras, incluso puedo aparentar que odio a las pirañas mutantes de Chernobyl, o que detesto estar aquí justo ahora o que no soporto ver esos bigotes de comida que siempre se te hacen en la cara..."—sus ojos dejaron los míos y se deslizaron lentamente hasta detenerse justo sobre mis labios y de pronto fue ahí donde comencé a sentir que me latía el corazón—"Pero si es acá-"
Y sin darme cuenta, utilicé las piernas para tomar un impulso rápido y echar mi silla hacia atrás con todas mis fuerzas.
Sentí mi garganta secarse a la espera de la caída, de esas veces en que tu estado de sorpresa no te deja ni siquiera soltar un quejido.
Pero él reaccionó rápido y detuvo la silla por los brazos.
Nuestras miradas volvieron a cruzarse pero antes de que se le ocurriera cualquier cosa, hice fuerza en las puntas de mis pies para hacer que la soltara y poder poner una distancia sumamente necesaria de por medio con otro impulso. La silla rechino e hizo fricción contra el piso de duela de mi comedor, pero esta vez no perdí el equilibrio.
Él levantó las cejas y volvió a sonreír pero no se acercó más.
Carraspee mi garganta y le extendí una palma abierta, sin atreverme a mirarlo. Sentía como si todo el calor de mi cuerpo, de pronto se hubiera acumulado únicamente en mi cara. A veces olvidaba que por la edad de mi cuerpo, yo también tenía más hormonas que neuronas en la cabeza. Y el hecho de que Damasco hubiera sido una especie de crush-plantónico-muerto-adolescente (por muy raro que sonara eso) en mi vida pasada, no ayudaba en nada. Y mucho menos que cada vez se pareciera más a esa única fotografía que había visto de él pero que había sido lo único que mi cabeza había necesitado para que su cara se quedara plasmada en mi cerebro como si fuera un tatuaje.
"Pásame el folder"—le ordené, o eso intenté pero mi voz salió de una forma tan mecánica y lineal que casi se pareció a la de un robot o una máquina contestadora que está a punto de averiarse y me odié por eso.
Eso lo hizo reír otra vez.
"Está frente a ti..."—su voz seguía teniendo esa nota que solo es capaz de adquirir una voz, cuando hay una sonrisa de por medio—"¿No lo ves?"—entonces le lancé una mirada obtusa y en cuanto atrapó mis ojos con sus soles amarillos, y estuvo seguro de que lo veía, los deslizó hasta dar con mis rodillas y luego de detenerse ahí un par de segundos, los bajó al suelo, justo frente a la punta de mis zapatos, como una forma de señalarme el camino pero también de cobrárselas un poco—"¿O también necesitas que alguien te ayude a aterrizar? Porque si quieres yo-"
"No gracias"—me apresuré a decir y me incliné para poder tomarlo rápido. Luego lo abrí justo frente a mi cara, tratando de refugiar toda mi vergüenza y de recobrar la poca compostura que me quedaba, detrás de ese pedazo de cartón que de pronto se sintió como el mejor escondite del mundo.
"¿Helena?"—su voz seguía teniendo ese molesto tonito de: acabo de ganar por primera vez la partida.
"¿Qué?"
"Ya puedes respirar"
"Nunca dejé de hacerlo"
"¿No?"—le dió un ligero golpecito al folder utilizando el nudillo de su índice, como un clara mofa en forma de: toc-toc—"¿Entonces, a veces de la nada, tus ojos se ponen rojos y parece como si se te fueran a salir de la cara en cualquier momento?"
"Sí. A veces me pasa"
"Pues te pareces mucho a la ardilla de Madagascar"
"¿Quieres saber qué cosa pareces tú?"—le lancé una mirada asesina por debajo del folder—"Una persona que si sigue haciendo esas cosas, se va a parecer muchísimo a Lord Voldemort: calvo y sin nariz"
"Al menos ya no voy a tener que lanzar cuchillos al aire o cargar costales de pierda para ganarme un pan. Solo voy a pararme ahí y las personas van a llegar por sí solas a regalarme comida siempre y cuando les firme una fotografía con mi cara"
Sonrió nuevamente pero se alejó un par de pasos para dejarse caer sobre otra silla del comedor.
Entonces tomé la mitad de las hojas del folder, las puse sobre la mesa y las deslicé en su dirección. Fue un mensaje silencioso pero lo entendió muy bien: No quiero que te acerques o te atrevas a abrir la boca otra vez a no ser que hayas encontrado algo importante ahí.
Estuvimos leyendo cerca de dos horas, uno al lado del otro. En silencio... al menos eso lo tomó en serio. Aunque de todas formas volteó a verme un par de veces para después echar la cabeza hacia atrás, soltar una carcajada que no se esforzó en disimular, y luego seguir leyendo. Lo odié un poco por eso, pero lo odié en silencio y utilicé la mejor y más desarrollada de todas mis habilidades sociales: ignorar a las personas.
Después de un rato, comencé a morder la tapita de mi pluma con impaciencia. Estas solo eran cartas, simples y mundanas cartas; cartas de gente que se extrañaba, se amaba o se odiaba, y en realidad, no tenían secuencia alguna ni relación las unas con las otras. Ni siquiera eran contemporáneas... algunas eran de la época de la revolución, otras estaban escritas en Náhuatl y unas más en dialectos mucho más antiguos que ni siquiera logré identificar.
¿Por qué la iglesia se esforzaba tanto en esconder estos pedazos de papel viejos e irrelevantes? No tenía sentido.
Levanté la vista para observar a Damasco y lo encontré rascándose la cabeza en completa confusión. El pobre se veía mucho más perdido que yo, porque seguramente ni siquiera lograba diferenciar el Náhuatl de los otros dialectos.
Le di un repaso rápido a la forma en que estaba separando sus hojas, y sí, esa era una clara organización de: cartas que tienen letras que entiendo y cartas que tienen letras que no entiendo un carajo.
Puse mi tanda de cartas sobre mi regazo con fastidio, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, algo tronó con fuerza detrás de mí y todas las luces a nuestro alrededor se apagaron, como si todos los focos del lugar se hubieran puesto de acuerdo para explotar simultáneamente. Dejándonos con la poca luz que se colaba por las ventanas, emitida por una tarde que cada vez iba cediendo más ante la noche.
Uno de los ventanales comenzó a temblar y se corrió de forma violenta, dejando pasar una ventisca helada y rápida, que azotó contra nuestros cuerpos con fuerza y luego arrasó con cada una de las cartas, llevándoselas a lo alto en una especie de remolino caótico y negruzco.
"¿Para qué se inventó la estupidez si con la ignorancia basta?"—resonó una voz en el ambiente y pronto sentí unas manos gélidas deslizarse a lo largo de mis brazos, hasta llegar a mis muñecas para aprisionarlas.
"Cuervo..." —susurré con la voz entrecortada. Y escuché a Damasco ponerse de pie, como en un arco reflejo, y luego adoptó una postura de defensa y comenzó a girarse una y mil veces tratando de descifrar qué hacer o hacía donde atacar. Al parecer era incapaz de ver a la figura que estaba detrás de mí y seguramente de girarme, yo tampoco lograría hacerlo.
Una risa tenue comenzó a sonar a nuestro alrededor, como hecha a propósito para confundirlo aún más.
Luego el silencio regresó.
Pero antes de que pudiéramos decir cualquier cosa... el suelo comenzó a temblar.
"¿Me extrañaste?"—preguntó la voz justo al lado de mi cabeza, pero cuando me giré para afrontarlo no había nada—"Apuesto a que no, pero sin mí estás más perdida que una brújula cuando se acerca a un imán. Sigue haciendo este tipo de cosas y te esperará un naufragio seguro seguido de una muerte rápida. Un final bastante patético si me lo preguntas"—sentí la voz detenerse detrás de mi nuca, con ese aliento que se adhería a ti como si un centenar de agujas pequeñas se te estuvieran clavando en la piel de la base del craneo.
Quise emitir un quejido pero mi voz no salió.
"¡Déjala en paz!" —gritó Damasco, tratando de acercarse con toda la agilidad que su cuerpo le permitió, pero con un pequeño destello, el suelo a su alrededor tronó y comenzó a romperse como si fuera un frágil cascarón.
El temblor se hizo más fuerte. Y una decena de cadenas oscuras se abrió camino por cada una de las grietas y se le enroscaron una tras otra, alrededor del cuerpo para inmovilizarlo.
"Y yo que pensé que mis días en los que un miserable humano se creyera con el derecho a dirigirme la palabra habían terminado hace mucho, pero supongo que aún no soy tan afortunado"—susurró Cuervo con ese tono profundo, hermético y poderoso tan propio de él, y con una mano que se reconstruyó de entre las sombras, chasqueó los dedos con fuerza, provocando que la mandíbula de Damasco se cerrara y tronara como si acabara de recibir un golpe desde adentro—"Guarda silencio"—ordenó, y con ese mismo vapor oscuro, lo cubrió de pies a cabeza en una especie de burbuja que se fue haciendo tan densa que fui incapaz de seguirlo viendo.
"¡No!"—grité desde mi sitio tratando de zafarme—"¡Suéltame!"
Pero no se movió.
"¡Damasco!"
No obtuve respuesta.
Mis ojos comenzaron a cristalizarse.
"¡¿Qué mierda le hiciste?! ¡Contéstame!"—traté de girarme para enfrentarlo pero en lo que me pareció otro chasquido, cada pequeño músculo de mi cuerpo quedó completamente paralizado.
"Nunca me ha apetecido interactuar con la comida, Candiani, y mucho menos con la que no me voy a comer"—el vapor comenzó a envolver mi figura también, y su agarre alrededor de mis muñecas se hizo más duro.
Entonces las cartas descendieron y comenzaron a girar a mi alrededor.
"Si le hiciste algo, y-yo yo voy a-"—mis palabras parecían enredarse por sí solas dentro de mi garganta. Y mi cabeza era incapaz de formular una oración.
"Guárdate las amenazas para cuando seas capaz de cumplirlas, porque las palabras sin fuerza real, nunca han sido capaces de salvar a nadie, ni siquiera gritándolas hasta destruirte la garganta"—y entonces vi aquella mano espectral comenzar a torcerse y a expandirse en espasmos imposibles y violentos, hasta que ganó un tamaño alargado y anormal y en una última sacudida, tomó la forma de una especie de garra animal completamente forrada por un plumaje negro y brillante, con minúsculos reflejos en azul profundo—"¿Prefieres un corte largo y superficial o uno corto pero profundo?"
"¿Qué?"
"Yo no pregunto dos veces"—y entonces una de las uñas comenzó a crecer hasta que se convirtió en una especie de cuchilla grisácea y afilada.
Un escalofrío extraño me recorrió el cuerpo, y sentí como si cada marca de mi espalda hubiera comenzado a palpitar, como si mi piel se hubiera puesto en completo estado de alerta o como si todas mis alarmas internas se hubieran disparado a la vez para gritarme un mensaje: peligro, peligro, peligro...
Todos mis músculos se contrajeron.
Intenté zafarme de nuevo, pero lo único que conseguí fue que me tronaran los huesos de las muñecas.
Cuervo soltó una risa ronca y baja ante mi hazaña, dejándome en claro que le había parecido completamente inútil pero también bastante entretenida.
Y, sin más, la punta de aquella nueva navaja comenzó a aproximase a la vena más gruesa que se me marcaba en azul, a lo largo del interior del brazo.
Las cartas se detuvieron y quedaron suspendidas frente a mi como si fueran parte de un ritual.
Cerré los ojos.
Y justo cuando clavó la punta, rompiéndome la primera capa de piel, se escuchó un golpe seco que lo detuvo todo.
Una especie de luz eléctrica en tonos de vinos y rojos comenzó a despedir aquella burbuja en la que Cuervo había encerrado a Damasco. Al principio parecieron chispazos fortuitos y desincronizados, pero luego se vió cubierta por un oleaje violento de electricidad, como si estuviera tratando de contener una intensa tormenta roja.
La cubierta de la burbuja comenzó a agrietarse como si se tratara de un espejo que estaba próximo a desmoronarse.
Otro golpe.
La luz comenzó a colarse por las grietas, como si fuera un volcán a punto de hacer erupción siendo contenido por un recipiente frágil. Sólo era cuestión de tiempo.
El corazón comenzó a latirme con fuerza.
Y pronto, el puño ensangrentado de Damasco se dejó ver, soltando un último puñetazo al aire que terminó por romperlo todo, en un estruendo que se disparó en todas las direcciones.
Sus ojos estaban en blanco, como si estuviera en trance, y las cadenas que Cuervo había puesto a su alrededor, yacían vueltas un pedacerío inútil bajo sus pies.
Sentí el agarre de Cuervo aflojarse un poco, pero no lo suficiente como para darme la libertad de moverme.
Damasco comenzó a caminar en nuestra dirección, apartando de una patada rápida, parte de los escombros para abrirse camino pero también a modo de provocación.
Pronto sus pupilas fueron visibles de nuevo, dejándose ver amarillas y chispeantes, reclamando el centro de sus cuencas oculares, y su expresión volvió a su órbita, pero las venas de su brazo comenzaron a marcarse con la misma luz rojiza con la que se había liberado de la burbuja. Y en ese momento me di cuenta: ese era el brazo que le había mordido la serpiente en la Iglesia.
La luz que circulaba en su brazo se fue haciendo cada vez más intensa. Y yo comencé a sentir un extraño dolor en la espalda; sobre las marcas. Como si algo o alguien me estuviera desgarrando la piel.
"Hah"—bufó Cuervo—"El destino siempre ha sido el mejor intérprete de las burlas absurdas, pero a veces son tan obvias que no sabes si sentir lástima o gracia"
"¡Te dije que la soltaras!"—rugió Damasco y su brazo comenzó a envolverse con mucha más electricidad, más potencia y más luz. Marcándole hasta los vasos sanguíneos más finos, como si fueran canales minúsculos, llevando y trayendo un extraño flujo de energía brillante.
Mi visión comenzó a nublarse, y si no hubiera sido por el agarre que Cuervo tenía sobre mí, estoy segura de que me habría desvanecido.
"Eso sucede porque recibió algo que no era para él y la única forma que tiene de usarlo es gastando tu maná, Candiani. Pero aún no tienes suficiente, y esas miserables criaturas de por sí no tienen nada"—resonó la voz de Cuervo, pero la sentí lejana y confusa, como un eco —"Es un poco decepcionante que te necesite viva, porque de lo contrario este sería un espectáculo bastante interesante"
Volvió a chasquear los dedos y otra ola de cadenas salió del piso para enrollarse alrededor de la figura de Damasco y justo antes de que mí cabeza pudiera procesar lo que estaba pasando, sentí un dolor agudo en la muñeca.
La garra acababa de cortarme, y de mi brazo comenzó a escurrir sangre a borbotones, a punzadas que iban al ritmo de mi corazón, cosa que solo sucede cuando logras partir en dos a una arteria o una vena gruesa.
Entonces sujetó mi muñeca y la deslizó por encima del papel amarillento de las cartas que estaban frente a nosotros, y ésta hizo caminos extraños y rectos hasta adherirse al papel para comenzar a teñirlo de rojo.
Me pareció ver como si algunas letras comenzaran a despegarse, como si fueran calcomanías traslúcidas, pero no fui capaz de enfocar. Mi cuerpo cada vez perdía más fuerza.
"Tú sangre es la única forma que tiene el mensajero de saber quien está solicitando el mensaje, que no se te olvide"—me informó aún sujetándome y luego tiró de mi piel, para no darle tiempo a la herida de cerrarse, la necesitaba abierta y sangrando para terminar de colorear el papel.
El estigma de mi espalda dejó de palpitar.
Y Damasco se desplomó por completo frente a mis narices. Su pecho subía y bajaba de forma agitada, pero estaba claramente inconsciente, y un par de hilos rojizos y espesos escurrían de su nariz.
"Al parecer esa estúpida criatura por fin lo entendió" —musitó, y aflojó un poco el agarre con el que me sostenía.
"¿Qué le hiciste?"
"¿Qué le hice yo o qué le hiciste tú?"—bufó—"Ese brazo es la cosa más irónica y miserable que se ha cruzado en mi camino por años"
Las letras que se habían logrado despegar del papel se insertaron en una hoja nueva que Cuervo había creado de la nada, y el resto de las cartas se evaporó.
Entonces una mano blanca y que parecía humana apareció detrás de mí y fue cortada por la misma garra.
La sangre comenzó a salir, y Cuervo me jalo la muñeca para que el chorro cayera justo sobre mi herida.
Sentí como si mi piel se estuviera calcinando, fue doloroso... pero la herida dejó de sangrar con intensidad, y se convirtió en un corte pequeño y poco profundo, que solo necesitaría de tiempo y un poco de alcohol para cicatrizar como cualquier corte de cocina.
Entonces la mano se evaporó, al igual que todo lo demás y me liberó por completo, dejándome a la suerte de la poca fuerza que aún tenía en los músculos de las piernas.
Mi casa se quedó en silencio; orquestando una escena extraña.
Parecía como si no hubiera pasado nada; con excepción del ventanal abierto, la herida de mi muñeca, el mensaje sobre el papel, y el chico inconsciente desplomado en el piso, aún con una pequeña hemorragia escurriendo de su nariz.
*****
El mensaje con el que nos dejó Cuervo fue el siguiente:
"El estigma sobre nuestra piel siempre será un recordatorio trágico, pero también refleja el Maná que está acumulado dentro de nuestro cuerpo, esa conexión con la naturaleza que se suscitó en aquel evento que nos dió vida. Sólo hay una manera de que nunca se desvanezca; pero cada vez que lo hagas se perderá parte de tú humanidad y si decides no hacerlo, este desaparecerá al igual que tu línea de vida.
Detrás de la puerta que ves en tus sueños se esconde nuestra historia, podrás usar tu Maná a voluntad una vez que seas capaz de abrirla, pero el despertar varía en tiempo para todos nosotros. Y tratar de gastar tu Maná antes de que despiertes es peligroso.
Somos muchos, pero todos tenemos una conexión distinta con la energía del mundo. Los Gatos siempre hemos sido los amos del tiempo, y de ahí se han suscitado todas esas historias sobre las siete vidas. Sucede que alguna vez uno de nosotros logró regresar su vida siete veces y entonces creó una leyenda.
No todos los portadores del estigma son gatos.
Somos tiempo pero comemos tiempo y el tiempo también nos come. No lo olvides.
Nunca desaparecimos pero supimos ocultarnos.
Debes tomar una decisión"
Nota de autor: ¡Hooolaaaa! Espero que les haya gustado :) 💕 perdón por la actualización tan lenta 🐢..., pero me enfermé horrible de vías urinarias y todos los diálogos de mis personajes salían como si tuvieran unas ganas inmensas de hacer Pipí 🤣 nada cool Hahahahaha!! Así que mientras me curaba me puse a ver Miraculous Ladybug 🐞 y me aventé todas las temporadas y se me rompió el corazón 💔 pero bueno aquí está... Los Gatos son los amos del tiempo y por eso Helena logró regresar su vida amigos 😱💕
Cuando no actualice solo hay de dos sopas o estoy enferma o estoy en mis días y perdí todos los poderes del escritor 😅
Los quiero y mil gracias por leerme...
Marluieth.
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