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41. Las cartas


"La guitarra parece un saco de boxeo hecho de madera y seis cuerdas, pero en realidad es un ring. Y al otro lado siempre estás tú, golpeando a cada uno de tus demonios hasta perder la conciencia. No se puede salir vivo de una canción, no hay forma. Así es la música... así es mi música. Te golpea, te destroza, te escupe en la puta cara, y entonces se deja oír"

—Damasco Cortés.


El silencio no nos duró demasiado, después de todo, en cada espectáculo, la vida de los intervalos mudos es realmente corta, sobretodo porque tienden a preceder a una explosión.

"¿Qué estás haciendo aquí?"—quise saber, tratando de escudriñar su rostro, pero me pareció completamente indescifrable—"Tú no deberías-"

"Shhh"—levantó su índice y lo colocó en la punta de mis labios con suavidad—"También me da gusto verte"

Sus ojos se veían decididos, brillantes, serenos, pero también traían toda la fuerza de la adrenalina del momento.

"Verónica, ¿desde cuando dejas que la basura se mezcle con las personas? Es asqueroso"—soltó Deimos, saliendo de la piscina con un semblante ácido. Sus ojos iban de mí a Damasco, después a Fobos y al final volvían a mí. Numerosas gotas de agua resbalaban por la estructura de su cuerpo.

"¿Debería llamar a seguridad?"—inquirió la primera con indiferencia.

"¿Y perderme de la delicia que provoca el sacar la basura con las manos? Claro que no..." —siseó.

"Como quieras. Pero no olvides que no tienes permiso de usar cosas que, para empezar, nunca han sido tuyas"—le respondió Verónica viéndolo por encima de su hombro, con una mirada dura y autoritaria.

Deimos soltó una carcajada baja, hizo un ademán con la mano y continuó caminando.

Sentí mi cuerpo entero tensarse y al parecer, Damasco también lo sintió porque puso sus manos sobre mis hombros, con firmeza, dando un ligero apretón como en un: tranquila, yo me hago cargo. Luego levantó mi barbilla y reclamó por completo, mi mirada con sus iris de fuego...

"Esto se va a poner feo, si quieres cierra los ojos. Te prometo terminar rápido" —dicho eso me colocó el gorro de su sudadera, se levantó y se giró para encarar a Deimos.

"¿Vas a seguir haciendo tu pinche papelito de héroe? Mírate... ¿Saliste de un basurero directo para salvar al mundo? Épico" —se mofó Deimos en un tono soberbio y retador, provocando que todo su séquito soltara su respectiva risita divertida y aprobatoria.

"¿Qué?"—Damasco ladeó la cabeza, tronándose el cuello con un movimiento corto y sutil, pero que sonó de todas formas—"¿Tú también vas a querer?"

Deimos hizo una mueca burlona y llena de cinismo, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Damasco le soltó un derechazo directo en la mandíbula. Sus nudillos rompieron su boca y rozaron un extremo de su nariz, haciendo que la sangre le saliera a presión y tiñera inmediatamente, el pálido de su piel, de un carmín que comenzó a esparcirse hasta combinarse con las gotas de agua que ya de por sí, empapaban su figura.

Se llevó una mano temblorosa a la boca y cayó en una rodilla.

De nuevo se hizo un silencio agudo en el público. Algunos invitados se llevaron las manos al rostro y otros retrocedieron o se acercaron entre ellos, el único común denominador fue la falta de palabras, sonidos e incluso el respirar lento y pesado, de todos ellos.

"Por tu cara lo tomé como un "—soltó Damasco, frotándose la muñeca—"¿O estabas esperando a que te pidiera permiso?"

Deimos escupió un poco de sangre, pero a diferencia de todo lo qué se hubiera esperado según las leyes de la lógica y la razón, este terminó soltando una carcajada absurda y enfermiza que terminó por sacudirle las clavículas con fuerza, y luego de un tirón, echó la cabeza hacia atrás, al no poder ocultar más lo divertida que le parecía la situación, dejando ver al instante, aquella dentadura recta, impecable e inmaculadamente blanca, pero también completamente salpicada de carmín, sobretodo en la parte baja.

Damasco enarcó las cejas en sorpresa pero pronto las volvió a hundir. Y la adrenalina en su cuerpo volvió a tensarle cada una de sus fibras. La playera que traía era delgada, agujerada y algo transparente por el uso rudo que le daba, lo que hizo que se marcara por completo su estado de alerta.

"Ahhh"—canturreo Deimos desde el suelo, mientras lamía espesas gotas de sangre que habían empezado a escurrirle a lo largo de la palma de su mano, hasta llegar a su muñeca—"El sabor a óxido caliente siempre me ha parecido demasiado excitante..."

Damasco dió una media zancada para inclinar su cuerpo y tomar un impulso fuerte en los músculos de la pierna izquierda, con la finalidad de propinarle un rodillazo rápido en la cara. Su figura adquirió un equilibrio precario que solo es capaz de realizar una persona instruida en alguna técnica de combate. Éste chico definitivamente ya no era el mismo niño débil, que yo había conocido varios años atrás... no, de débil ya no tenía nada, y eso lo gritaba su cuerpo, sus movimientos, su respiración, la velocidad de lo que estaba haciendo, todo yendo a perfecta sincronía, como una secuencia equilibrada entre ataque y defensa.

Los ojos de Deimos se abrieron de par en par pero en un reflejo que me pareció sobrehumano, movió con agilidad su antebrazo para cubrirse la cara, logrando bloquear el golpe parcialmente, porque uno de sus huesos tronó, haciendo que se le escapara un ligero quejido que pronto ahogó en la garganta, al apretar los dientes.

Un par de gruesos hilos carmín le escurrieron nuevamente, por una esquina de la boca.

Damasco movió ligeramente la cabeza en mi dirección y luego volvió a enfocarse, ese había sido un claro gesto de: ¿Estás bien? Sí, estás bien. Entonces puedo continuar.

"¿Ya terminaste? ¿O espero a que le termines de revisar cada maldito cabello de la cabeza?"—lo cuestionó Deimos, con un ligero gruñido entre dientes, sus pupilas se veían algo dilatadas, oscuras, mucho más que cuando se le dilatan a una persona normal. Hizo fuerza en una de sus pantorrillas para ponerse en pie, luego contrajo los músculos de la zona e hizo una flexión rápida, como hacía esas veces en que estaba a punto de arrancar en una carrera de atletismo, y en fracciones de segundos, se impulsó hacia adelante para atinarle un golpe limpio al rostro de Damasco.

Damasco dió dos pasos atrás. Se tambaleó un poco, pero no se cayó. En cambio, utilizó la yema del pulgar para limpiarse la comisura de la boca que había comenzado a escurrirle también.

"Delicioso... ¿Verdad?"—inquirió Deimos, tomando un nuevo impulso para propinarle otro golpe, pero solo consiguió atinarle al hombro, porqué Damasco lo esquivó con agilidad.

"Hablas mucho"—musitó Damasco, rotando su cuerpo para darle un golpe ágil y directo, con el borde de la palma abierta, en medio de la nuca. Eso lo volvió a desplomar, pero a diferencia de lo que se supone que haría en una persona normal, no lo noqueó, aunque fue suficiente para desorientarlo.

"No peleas mal para ser un pendejo que nació con una cuchara de oro en la boca. Eso te lo reconozco... Pero el mundo es mucho más grande que de las puertas de tu casa hacia adentro"—Damasco comenzó a caminar hacia mí, después de darle un repaso rápido, a la figura derrotada de Deimos. Y me levantó lentamente por los hombros—"¿Nos vamos?"

"Espérate moco"—la voz de Alan sonó detrás de mí y me jaló por la muñeca.

"No va a esperar nada"—Damasco de inmediato se puso a la defensiva.

"Ah, gracias por contestar, sobretodo porque te estaba hablando a ti"

Suspiré con pesadez y me giré a Damasco con una media sonrisa "Está bien..."—traté de asegurarle lo más serenamente posible, después de todo si hay algo que sabe como hacer destrozos en una cabeza adolescente además de las hormonas, esa es la adrenalina combinada con ellas. Luego plante una palma sobre su pecho, aún estaba agitado; subiendo y bajando de forma pesada gracias a la intensidad de las emociones recientes. Él tomó mi mano y la apretó con fuerza, como en un: Está bien, aunque su semblante decía todo lo contrario. Nada estaba bien. Pero también sabía que nada bueno saldría de ignorar a Alan, eso no era parte de mi plan, así que me giré hacía él de todas formas—"¿Qué quieres?"

"¿Te vas a ir con él?"—su tono era hermético, inquisitivo, y sus ojos brillaban con mucha más inquietud de lo habitual; yendo y viniendo de Damasco hacia mí con curiosidad, dudas, y algo más.

Me encogí de hombros.

"¿No me estás viendo?"

"No. Déjame llamarle a alguien para que pase por ti"

"No es necesario"—le respondí zafándome y comencé a avanzar hacia el pórtico—"Pero gracias, sigue disfrutando la fiesta"

"No voy a dejar que te vayas así y mucho menos con alguien como él"—insistió, y sentí el peso de su mirada, perforarme la espalda.

Quise girarme a contestar pero...

"¿Y quien eres para dejarla ir o no?"—Damasco detuvo sus pasos, molesto, y no dudó en afrontarlo con la mirada—"Ah, ya lo recordé, el pendejo qué no se movió cuando el otro pendejo le quiso quitar la ropa a la fuerza. Se te nota de lejos la preocupación... y "—bajó la mirada hacia mí—"Tenemos que hablar de esos filtros que tienes para escoger a tus amigos, porque desde que tengo memoria, están del asco"—aquello era claramente un reproche.

La vena verdosa en el cuello de Alan, se le marco con mucho más rigor, pero su rostro estaba inmóvil, circunspecto, indescifrable... había demasiado público como para llamar la atención con un paso en falso, o un mal movimiento.

Me encogí de hombros y solté otro suspiro pesado.

"Voy a irme con Damasco, Garcés"—le respondí sin más—"Y no, no necesito que le llames a nadie, gracias, pero sabemos movernos en autobús perfectamente. No somos como ustedes"

"¿De verdad te vas a ir con ese vago?"—la molestia logró ocultarse muy bien en su tono de voz, pero sus ojos lo decían todo: ¿Te vas a ir con él y me vas a dejar? ¿Por qué?

Damasco hizo un chasquido divertido con la boca y entrelazó sus dedos con los míos —"Por eso se va a ir conmigo, porque yo sí la voy a poder cuidar en cualquier lado"—y luego me miró—"¿Nos vamos? ¿O quieres que le sigamos regalando tiempo al estiradito éste?"

"¿Quieres ver lo estirado que puedo llegar a ser, imbécil?"—Alan había comenzado a perder la compostura, y las miradas encima, que tanto solían importarle, en ese momento se le resbalaron.

"Anda. Déjate venir cabrón"—lo retó Damasco con una media sonrisa que le marcó uno de los hoyuelos de lunas inversas, tan característicos de sus mejillas—"¿O también estás esperando a que te de permiso?"

"¿Este es el ex-novio del que tanto hablabas?"—me preguntó Alan, acercándose a encararlo con sus clásicas zancadas largas, varios ramajes de venas verdosas y azuladas, le decoraban los antebrazos—"Qué decepción. Siempre creí que siendo apuntarías más alto. Pero ya veo que los iguales se atraen"

"¿Oh? ¿Ex-novio?"—una mueca que a todas luces era burlona, se dibujó en el rostro de Damasco, y de inmediato deslizó su palma abierta, con soltura y sin nada de prisas, a lo largo de mis hombros hasta llegar a mis brazos, y luego bajó de golpe hasta a mi cintura para atraerme hacia él con fuerza, como si estuviera marcando su territorio con descaro. Entonces se inclinó para susurrarme de cerca, pero utilizando un tono lo suficientemente alto como para que Alan no se perdiera de ninguna palabra—"No sabía que habíamos llegado tan lejos..."

"Mira pedazo de imbécil-"—rugió Alan pero no fue capaz de completar la oración. Sus pupilas quedaron abiertas de par en par, en completa y obtusa confusión.

Todos los sonidos en el espacio habían sido cortados por un golpe seco, potente y directo.

Verónica se sostenía su palma enrojecida, masajeándola con la otra sin pena.

Había abofeteado a Alan con la fuerza suficiente como para voltearle la cara, y la silueta de su diestra, no tardó en comenzar a delinearse rojiza, sobre la piel lastimada de su pómulo.

Alan apretó los puños pero no se movió.

"¿Que no escuchaste a Max cuando dijo que él se iba a encargar?"—lo cuestionó Verónica usando un tono pausado, autoritario y lineal —"¿Por qué te entrometes? ¿Así es como quieres que me sienta en mí cumpleaños?"

Él desvió la mirada, y la clavó en algún punto invisible en el espacio. La mandíbula le temblaba, pero su rostro había vuelto a tomar los aires vacíos de siempre.

"No"—respondió—"Perdón"

"Está bien"—soltó ella, entrelazando sus delicadas manos entre el cabello sacrosanto de él, como si nunca lo hubiera dañado o como si en realidad no le importara hacerlo. Como uno suele calmar a un perro al que se le acaba de llamar la atención por su propio bien—"Sé que no te vas a atrever a repetirlo"

"Heh"—bufó Damasco ante la escena—"¿No que muy pinche gallito?"

"Damasco"—intervine, jalándolo de la mano—"Ya vámonos. Ya fue suficiente"

Él volteó a verme, luego volteó a verlos a ellos y después volvió a mí, relajando por fin la tensión de los músculos que enmarcaban su mirada.

"Pero que les quede muy claro a esta bola de pendejos estirados que sólo me voy porque me lo estás pidiendo, y que te la deben"—luego se volteó hacia Alan, enarcó una sonrisa demasiado maliciosa para él, y sus ojos brillaron como sólo sabían brillar ese par de iris amarillos—"Ah... y gallito, haces bien en escuchar a tu novia: porque si se repite, el que te va a terminar de decorar la cara, soy yo. Y a mí no me va eso de las medias tintas."

No me esperé a ver ninguna reacción, porque lo jalé de inmediato del brazo y prácticamente lo arrastré hasta la entrada, a paso rápido. Él me siguió, pero con una sonrisa tan grande en la cara, que casi servía como espejo para reflejar el Sol.

"¿Es en serio?"—volteé a verlo con molestia, una vez que estuvimos afuera—"Lo único que te falto hacer ahí, fue orinarme encima"

"Tú... tú cada vez te pones más bonita, no es mi culpa"—dijo encogiéndose de hombros, como si hubiera sido cualquier cosa—"Y antes que nada; Hola, te extrañé. Estoy bien. Rufián también está bien. Y las fiestas que eliges son lo peor, así que la próxima vez iremos a las mías"—esbozó una media sonrisa—"¿O te sigue yendo más eso de colarte a escondidas a las Iglesias? Porque también prefiero hacer eso si quieres"

"Damasco..."

"Helena..."

"Pudo haber pasado algo peor"—lo miré fijo—"Y decir que es 'porque soy bonita' es un pretexto demasiado malo hasta para ti. No soy bonita y no me molesta no serlo. Y aunque fuera Beyonce no está bien colgarse de ahí para torear a las personas ¿Sabes? ...Pudimos solo haberlo ignorado e irnos en paz"

"¿Por qué piensas que no eres bonita? ¿Por tu nariz?"—ladeó la cabeza y pasó el nudillo de su índice justo por un costado, tomándose su tiempo antes de decir: —"A mí me gusta"

Me le quede viendo incrédula, como en un claro: Really bitch? Y luego negué con la cabeza.

"No, no te gusta"—aparté su mano con la parte trasera de la mía y la coloqué lejos de mi cara—"A nadie le gusta. Así que no intentes usar conmigo tus técnicas baratas de ligue para hacerme decir lo que quieres escuchar, porque no va a suceder"—comencé a caminar y él me siguió de inmediato. El fraccionamiento estaba lleno de coches del año apilados uno tras otro, y el cielo se veía un poco nublado—"Lo que hiciste al final estuvo mal y lo sabes"—desaceleré un poco el paso, para voltear a verlo directo a los ojos—"Sé que lo sabes"

"Mis técnicas de ligue son más que baratas, pero nunca las intentaría usar contigo..."—dió un paso largo y volvió a plantarse frente a mi para poder acariciar mi nariz, esta vez con la punta de su índice—"No estoy mintiendo para que me des la razón"—sonrió—"Me gusta porque se parece a la mía. Porque le grita al mundo que más les vale tener cuidado contigo a no ser que quieran una patada en el culo. Porque te da carácter y porque te hace ver fuerte a pesar de que mides casi lo mismo que un Oompa Loompa. Me gusta porque tiene una historia, una que no conozco y sé que no me vas a contar, así que tuve que inventarme diez en la cabeza y eso hizo que me guste todavía más"

"¿Y qué sigue después de ese bonito discurso, Don-tengo-la-labia-perfecta? ¿En un rato me vas a invitar a tu recámara para enseñarme el círculo del Sol o 'todo lo que yo quiera'? ¿Y mañana vas a fingir que no me conoces?"—levanté una ceja inquisitiva, pero no tuve que apartar su mano, porque él mismo la dejó caer a un costado y desvió la mirada.

"No Helena"—el brillo de sus ojos se apagó un poco—"Sé qué hay muchas cosas que tengo que explicarte, y juro que llevo meses intentándolo, pero me evitas de todas las formas que se te ocurren. Y es muy difícil tirar tantas murallas y más estando tan lejos"

"No tienes que explicarme nada y tampoco tienes por qué darle importancia a todo lo que acabo de decirte, sólo quería sacarlo para molestarte un poco, pero me salió como un reproche bastante raro..."—reconocí, sintiendo un poco de culpabilidad y vergüenza al ver la expresión de su rostro y sobretodo después de lo que había hecho por mí.

Solté un suspiro largo y decidí cambiar de tema, porque siempre he sido bastante mala en los momentos de tensión—"¿Cómo me encontraste?"

"¿Ya se te olvidó que tus abuelos me aman? A ellos no los ibas a guardar como: 'No contestar. Gente que vende cosas raras del banco', debo confesarte que dolió un poco, aunque la verdad fue bastante ingenioso"—se encogió de hombros y rió, pero fue una risa algo resignada.

"¿Cómo supiste que-?"—pero me interrumpió.

"Porque primero fui a tu casa y luego vine por ti"

Le dirigí una mirada extraña y comencé a buscar mi dinero en las bolsas de mis jeans.

"¡Ah, mierda! Olvidé mi cartera ¿Traes dinero para el autobús o para hacer una llamada?"

"Ven"—tomó mi mano y comenzó a caminar—"No necesitamos nada de eso y no vale la pena regresar a esa casa por algo tan vano como el dinero"

Lo miré un poco sorprendida y llena de dudas, pero la seguridad con la que lo había dicho, me hizo seguirlo de todas formas. Después de caminar un rato, envueltos en un silencio que me pareció cálido, cómodo y reconfortante, llegamos a la entrada del fraccionamiento, para  cruzar por la Avenida de los frailes descalzos, hasta llegar a otra calle, dos cuadras abajo, una que estaba tan atestada de puestos de comida rápida, taxis y autobuses, que casi pareció como si hubiéramos salido de un viaje a un país de primer mundo, para meternos al mismísimo ombligo de la pobreza.

Entonces giró su cuerpo, esbozó una sonrisa segura y chispeante, me acomodo en una banquita desgastada situada encima de la banqueta, y luego dijo lo siguiente:

"Observa y aprende todo lo que podemos sacar con mis técnicas baratas de ligue"—guiñó el ojo, pero más que un gesto provocativo, fue una mofa de sí mismo—"Quédate aquí"

Y entonces se giró hacia los puestos de comida rápida, caminando con seguridad hasta llegar a una carpa con franjas que vendía tacos al pastor. La carne rojiza estaba acomodada en un trompo gigante, y los comerciantes usaban cuchillos gruesos para bajar la carne y servirla en platos de unicel.

Había un montón de salsas; rojas, verdes, algunas hechas a base de aguacate y otras de un tono naranja. También había una bandeja bastante generosa, llena de medios limones y un par de trastes pequeños a un lado con cebolla y cilantro picado y sus respectivas cucharitas botaneras.

Me gruñó un poco el estómago. Pero en ese momento era aún más pobre que Cantinflas...

Damasco esbozó una sonrisa encantadora y provocativa y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la barra del puesto, para acercarse de manera íntima a una de las chicas que despachaban. Era muy guapo; sobretodo con esos aires salvajes y desaliñados, y con esos ojos que te hacían sentir de inmediato una explosión hasta en el alma. El tipo de chico capaz de convencer hasta a una monja de tragarse una pastilla de éxtasis, o de inyectarse una jeringa llena de heroína dentro de los baños de alguna iglesia. Su complexión era bastante sana, no me mal entiendas, estaba segura de que no se metía nada... nada que le estuviera deteriorando la salud al menos, pero sí que tenía esos inconfundibles aires a peligro, corrupción y a calle, que aunque disparaban de inmediato todas tus alarmas solo te provocaba querer acercarte más.

La chica de inmediato comenzó a sonrojarse, y negó con la cabeza. Entonces él le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y le dió un pequeño beso en la mejilla. Ella emitió una risita y comenzó a buscar algo en su overol, y una vez que lo encontró, él se echó hacia atrás y ella extendió dos cuchillos bastante grandes, y de abajo sacó un tercero.

El los tomó con cuidado e inclinó la cabeza como en un: Gracias, pero también le susurró algo que el sonido del tráfico vehicular no me dejó escuchar, pero que hizo que ella se sonrojara todavía más.

El semáforo cambió a rojo.

Y él caminó con seguridad frente a los autos, emitió un chiflido de lado, y comenzó a hacer malabares bastante peligrosos e interesantes con el trío de cuchillos que acababa de pedir prestado.

Le volaban al frente, atrás, hacían figuras impresionantes a lo alto y luego volvía a lanzarlos para atraparlos por la espalda. Parecía como si se hubiesen fusionado con su anatomía y cada uno se hubiera convertido de pronto, en una extensión más de la que tenía perfecto control.

Lo hizo dos veces más y todas las veces recibió unas cuantas monedas de los transeúntes y los conductores emocionados. Y también logró que algunas estudiantes de secundaria y dos señoras entradas en los 40, le gritaran un par de cosas obscenas... pero lo tomó de la mejor manera y se rió, como si estuviera acostumbrado.

Después de un rato, le regreso el trío de cuchillos a la joven que ahora lo veía con mucho más interés, y anotó algo en una servilleta, probablemente su número. Ella lo tomó con rapidez y lo guardó en una bolsita de su blusa, como si fuera un secreto. Entonces el le regaló otra sonrisa, se giró y comenzó a caminar de vuelta hacia mí:

"Ya tiene mucho que no lo hacía pero salió bien. Y ya tenemos para los pasajes del autobús ¿Me gané algo?"—ladeó la cabeza con una sonrisa pícara.

"¿Las gracias?"

"Que premio tan aburrido"—sonrió aún más y luego me miró como si se le acabara de ocurrir la más brillante de sus ideas—"Igual y si me regreso a sonreírle un poco más a la de los tacos, nos consigo hasta cena gratis"—y entonces se percató de la mirada acusatoria que había comenzado a dirigirle—"Cosa que obviamente es broma..."—trató de corregirse—"Y mira, sin querer, ahora ya conoces la historia detrás de la cicatriz de mi ceja"

"Entonces... ¿en vez de partirte la ceja en dos pudiste haberte sacado un ojo? Interesante..."

"Pero no pasó, y en cambio pude costear los tratamientos de cancer de mi mamá, por un tiempo al menos, antes de terminar viviendo con mis tíos"—se encogió de hombros y colocó todas sus ganancias en mis manos. Su semblante ni siquiera se inmutó al compartirme algo tan doloroso... sí no lo hubiera conocido, habría jurado que lo estaba inventando.

"¿Como sigue esa situación?"—quise saber.

"Bastante mal, pero ya no son capaces de ponerme un dedo encima"—su tono denotaba orgullo—"No le digas a nadie pero hace muchos años una mocosa chaparra y malhumorada me dijo que era débil y luego me rompió el corazón. Así que decidí dejar de ser débil"

"Perdón"

"No tienes de que disculparte"—me ayudó a ponerme en pie—"Al final fue cierto. Era muy débil y también muy contestón. Una combinación bastante mala... Ahora solo soy lo segundo y gracias a ti puedo ir por el mundo diciendo mucha mierda para después salirme con la mía. Como hoy"

"Con Fobos y Deimos..."—me atreví a completar.

"Ahora que los vean, la cara de ese par va a gritarle al mundo que son unos imbéciles"—se inclino como para decirme un secreto— "Te lo dije antes, la piel es el verdadero idioma"

"¿Ah sí?"—levante una ceja—"¿Y entonces qué cosa va a gritarle al mundo el golpe de tu cara? Un mensaje muy distinto, supongo"

"Que yo tenía algo que valía la pena proteger"

Me le quedé viendo un poco sorprendida o mucho. Y con ganas de dejarme llevar por el momento, pero no lo hice. Así que le jalé con fuerza la nariz.

"Auuuuch"—se quejó.

"Ya te dije que dejes de intentar usar tus técnicas baratas de ligue conmigo. La próxima vez, voy a picarte los ojos"

Él soltó una carcajada sincera y juntos esperamos unos minutos a que el autobús llegara para llevarnos a casa.

*****

Cuando llegamos la casa estaba vacía, mis padres se habían ido a la terapia familiar de Jonathan y mi hermana a una pijamada a casa de una amiga, pero encontré las llaves ocultas dentro de la tercera maceta de la entrada y pudimos entrar.

Nos preparé un par de sándwiches para matar el hambre y cuando salimos hacia el comedor, me encontré con su enorme maleta y el estuche de su guitarra, recargados en la pared de mi sala.

"¿Por qué siento que este no es solo un viaje de visita?"—le pregunté.

"¿Es tan obvio?"

"¿Y a dónde piensas vivir? Porque supongo que ya tienes un plan..."

"No necesito un plan Helena"—me contestó y luego le dió una generosa mordida al sándwich—"Podría dormir afuera, a lado de un árbol, o debajo de un puente y sobreviviría sin problemas"—le dirigí una mirada arisca—"Pero tus abuelos hablaron con tus papás para que pudiera quedarme en lo que encontraba un lugar, así que voy a vivir contigo"

"No entiendo cómo por qué-" —pero me interrumpió.

"Por ti"

"No. Así no funciona el mundo Damasco, tú no decides esas cosas, mi vida es más complicada que antes y yo no quiero que se complique la tuya también así qu-"—me silenció colocando con suavidad, el índice sobre la punta de mis labios. Ya se le estaba haciendo una costumbre bastante molesta.

"Shhh"—musitó—"Déjame hablar y luego dime lo que quieras"—asentí ligeramente, aún con el ceño fruncido, y entonces tomó mis manos —"Hace tres años... me dijiste muchas cosas y no te creí... y todo terminó mal entre nosotros"—clavó sus ojos en nuestras manos—"Y cuando me di cuenta de que decías la verdad, ya era muy tarde. No podía regresar a ti, después de lo que te había dicho, no con las manos vacías"

Le dirigí una mirada extraña pero él se lamió los labios y continuó, atorando un asa de su maleta con la punta de su tenis para jalarla hacia nosotros.

"Estuve buscando por meses la forma..."—soltó mis manos y deslizo un cierre de su maleta para abrir uno de los compartimentos de los bordes—"La forma de conseguir que no te quedara más remedio que darme un cuando te dijera que quería estar contigo"

Entonces sacó un folder azul cielo del qué se asomaban unos cuantos papeles viejos e irregulares.

"Así que te traje esto"—lo deslizo con avidez frente a mí.

Mis ojos se abrieron de par en par.

"Eso es..."

"Son algunas cartas que guardaban junto a los planos viejos de esa vez, en la bodega del palacio municipal" —soltó.

"¿Cómo?"—pero mi cabeza estaba a mil revoluciones—"¿Qué fue lo que tú...?"

Se encogió de hombros y volvió a entrelazar sus manos con las mías.

"Sé que no tengo muchas cosas Helena"—murmuró, clavándome esos ojos que ardían como pocas veces los había visto arder—"Nunca las he tenido. Y jamás me atrevería a usar un solo peso del dinero que has estado mandando de forma anónima para los tratamientos de mi abuelo, y si hubiera podido darme el lujo de no usarlo no lo hubiera hecho. Así que también te traje todo lo que sobró, está en la maleta. Porque eso es tuyo y lo que menos quiero de ti es tu dinero"—sentí un poco de nostalgia en su timbre de voz—"La única fortuna, si podemos llamarle así, con la que me tocó nacer, fue con esta cara. Que al parecer se acopla bastante bien a lo que a la gente le gusta, así que eso fue lo que usé"—su semblante se pintó con un poco de culpabilidad—"Estuvo muy mal, lo se, no necesitas decírmelo... pero fue la única forma que se me ocurrió de conseguirte algo con mis propios medios"

Me revisó el rostro con minucia, para asegurarse de que estaba procesando todo lo que me estaba diciendo y una vez que estuvo satisfecho con lo que veía, prosiguió:

"El día que me marcaste y te traté como te traté. No tienes ni puta idea de lo mal que me sentí después, pero había una razón... llevaba seis meses saliendo con una chica. Una chica a la que escogí con cuidado porqué su papá es uno de los que custodian la bodega"—supongo que mi expresión fue de completa confusión porque sintió la necesidad de repetirse—"Sí Helena, esa bodega rara de la iglesia a la que no dejan entrar a nadie... Como sea, ese día estaba con ella y me había costado bastante convencerla de robar unas llaves con un montón de excusas y promesas de las que no me enorgullezco, pero así cree mí oportunidad"

Entonces tomó mis mejillas, y me acercó un poco más para que pudiera ver todo lo que había detrás de sus acciones, de su mirada, de cada uno de sus gestos, de lo que había pasado esa noche, o la noche que peleamos y dejamos de vernos, o todo lo que había pasado por su cabeza estos años...

"Y si no te lo dije antes fue porque no me hubieras dejado hacerlo. Me hubieras dicho que era demasiado peligroso y que te las ibas a arreglar tú sola, como siempre lo haces... Pero ahora que te las traje eso solo significa una cosa: que ya estoy metido hasta las narices también en esto, y que ya no vas a poder decir lo que quieras y empujarme. Esta es mi forma de pedirte una disculpa"—sus ojos jamás se despegaron de los míos—"Helena... ¿Las abrimos?"


Nota de autor: Holi crayolitas... el siguiente capítulo se revelarán muuuuchas cosas, pero en este teníamos que hacerle muchas muchas preguntas a nuestro niño de los ojitos de fuego 🔥🔥🔥 espero que les haya gustado, la verdad yo me divertí bastante con los diálogos, sobretodo porque tuve que hacer una investigación de campo con mis amigos peleoneros para narrar la primera parte 😅

Muuuuchas gracias por leerme 💕

Marluieth.

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