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12. Una deuda pendiente

Argelia fue quién encontró mi cuerpo cuando morí.

Había estado marcando a mi celular toda la mañana ya que habíamos quedado para ir a desayunar y ella estaba impaciente por darme las buenas nuevas; Había negociado el precio de un jardín famoso justo a lado de Santo Domingo en Oaxaca para celebrar mi boda, al parecer estaba tan emocionada como yo, puede que más, ya que ella no había podido casarse a lo grande como siempre había querido, pero había encontrado el amor a pesar de que en aquellos momentos le parecía poca cosa.

Jamás llegué al restaurante.

Me esperó casi hasta las 2:00 pm; la impuntualidad no era algo habitual en mí, seguramente algo me había pasado y en cuanto pudiera la contactaría. Se culpó a sí misma por no llevar su cargador en la bolsa.

De todas formas, guiada por un mal presentimiento, me marcó al celular unas cien veces mientras se pedía uno y otro, y otro café... pero las cien veces mi celular la mandó a buzón.

No fue sino hasta dos horas después de su última llamada que recibió un mensaje que la dejó helada;

"Estoy arta d todo quiero mori"

Un escalofrío recorrió con suavidad su espina dorsal acrecentando aquel mal presentimiento con sabor a café que había comenzado a punzarle desde temprano. Un mal presentimiento que no pudo ignorar, y sin reparar demasiado en nada, comenzó a caminar cada vez más y más rápido hacia mi departamento, usando un pants viejo color limón con el que había ido a correr antes de nuestra cita, el cabello aún más desastroso de lo habitual, y dejando la cuenta del desayuno y los 7 cafés que había pedido sin pagar.

Llegó escurriendo en sudor mientras llamaba desesperada un sin número de veces a mi puerta, sin recibir respuesta alguna, así que después de alrededor de media hora decidió marcarle a un cerrajero... se temía lo peor pero no se atrevía a asustar a mis padres hasta estar segura.

Algeria sabía que yo estaba demasiado obsesionada con la buena ortografía como para enviarle ese tipo de mensaje, lo sabía porque era de las pocas cosas que teníamos en común, al igual que nuestra afición por la lectura y el cine de arte.

Apenas el señor pudo abrir la puerta, Argelia entró como un remolino nervioso solo para encontrarme colgando de un cable trozado y mal amarrado a la lámpara del techo de mi recámara.

Se llevó las manos al rostro ahogando su grito...

He de decir que la escena era bastante impresionante y grotesca considerando que ya llevaba muerta las horas suficientes como para que mi cuerpo se soltara, provocando que defecara sobre mi misma.

Y Daniel también se había tomado la molestia de cortarme con una navaja de su rastrillo, desde el inicio de las muñecas hasta mis codos, provocando que algunas tiras de piel machucada, colgaran de mis brazos como serpentinas irregulares color rojo con amarillo.

Mis ojos, semi abiertos parecían ver a lo lejos lo que quedaba de mi existencia... nada. El nudo en mi cuello había fracturado mis huesos provocando que mi cabeza cayera de forma distorsionada sobre mi hombro... y en el aire aún se percibía una suave esencia a hierbabuena... pero nadie la notó. Y si lo notaron nadie consideró que fuese importante.

Como única evidencia quedaba la taza mal lavada en el fregadero, pero al igual que con el olor a hierbabuena... nadie la notaría. Todo el caos le daría el tiempo suficiente a Daniel para pasar por ella y arrojarla un par de días más tarde, por la ventanilla de su auto directo hacia un basurero situado a las afueras de Toluca, mientras dejaba caer todo el peso de su pierna sobre el acelerador. Después iría al cine a ver una película que llevaba varios meses deseando ver, y la disfrutaría... porque Daniel no tenía consciencia ni escrúpulos. Y cada vez que le dieran el pésame, desviaría la platica con gran habilidad, hacia él y sus sentimientos porqué sin importarle demasiado el motivo; amaba ser el centro de atención, y si para ello necesitaba usar mi muerte una, dos, tres o cien veces... lo haría sin dudarlo.

Inclusive en unos años vendería a un precio bastante generoso su primera y última colección de cuadros titulada: "Amando a Helena y su mundo de las pesadillas"

En cuanto tuvo la capacidad de salir del shock, a la primera persona a la que llamó Algeria fue a Charly, mi hermano... después de todo, era su esposo desde hacía cuatro años. Charly llegó corriendo, también escurrido en sudor pero tratando de mantener la calma por su esposa, después de todo uno de los dos debía ser el fuerte, el soporte del otro... sin embargo en cuanto contempló la escena cayó de rodillas. Él no era de los que lloraban... pero lloró hecho pedazos. Lloró como no lloraba desde que era un niño... Lloró como a los hombres en México no se les permite llorar mientras se refugiaba en la intimidad que le ofrecían los brazos de su esposa. No podía ser.

Minutos después le soltaron la bomba a mis papás, juntos... no tenían el valor para hacerlo de otro modo.

La llamada fue breve. Mi padre les contestó y casi les colgó al mismo tiempo... parecía que lo había tomado "bien" si es que ese tipo de cosas se pueden tomar bien... no saben que se quedó sosteniendo el teléfono por un largo rato, como tratando de encontrarse a sí mismo al otro lado de la línea.

Después apareció Daniel, para interpretar su mejor papel de novio destrozado y todo el mundo se trago el cuento, a excepción de Argelia, que lo miraba con una ira que le salía de quien sabe dónde pero que no podía expresar abiertamente pues no tenía forma alguna de justificarla.

No sé, ni quiero imaginar qué sintió Daniel mientras abrazaba a mis padres y estos ahogados en un dolor que dicen es el más terrible de todos los dolores que existen, le agradecían con el corazón en la mano por siempre haber estado ahí para mí, y le recordaban que las puertas de su casa siempre estarían abiertas para él. Y que nunca dejaría de ser parte de su familia "como un hijo más".

Afortunadamente Daniel no volvería a ser parte de sus vidas... aceptaría gustoso dar un melancólico discurso en mi funeral, para convertirse en el protagonista de mi tragedia y que así, en automático y movidos por su terrible pérdida, sus padres le tendieran la mano una vez más. Recuperando su vida sin mirar hacia atrás.

Mi madre lloró dos meses seguidos como si le estuvieran arrancando el alma por los ojos... después de mi muerte se mantuvo como en un trance carente de emociones por una semana, un día se le ocurrió prender la radio y en cuanto comenzó a sonar una canción que sabía que me gustaba se quebró su pared de cristal.

Mi padre no lloró nunca pero jamás volvió a ser el mismo, y a raíz de aquel día, y con el pasar de los meses... se fue quedando cada vez más y más calvo. Nunca volvió a decir mi nombre y cada vez que lo escuchaba salía a hurtadillas de la habitación a fumarse un cigarrillo y perderse en sus recuerdos.

Ninguno tomó en cuenta la acertada observación que Algeria había hecho con respecto al mensaje que supuestamente yo le había enviado, muy a pesar de que hizo lo posible por mencionarlo un par de veces lo más indirectamente posible para no herir susceptibilidades.

En cambio, su valor fue golpeado poco a poco por diferentes comentarios, desacreditándolo todo...

"Estaba desesperada, escribir bien era lo que menos le importaba"

"Seguro escribió rápido y tuvo errores de dedo"

"En ese momento Helena no era ella misma"

"No podemos iniciar una carpeta por homicidio solo porque faltan algunas letras, el mensaje está claro"

Y así, de negativas en negativas y de puertas que se cerraban sin siquiera haber tocado, Algeria había dejado de insistir, después de todo insistir también era una forma de picar las llagas en el corazón de mis padres y de mis hermano. Lo mejor era seguir adelante ¿No?

Fue un duelo duro... mi "suicidio" se volvió mediático... las imágenes de mi cuerpo se colaron en un montón de páginas y notas amarillistas. A mi familia no se le permitió lidiar con mi pérdida en privacidad... estuvieron viendo mi cadaver por todos lados... soñándolo, viéndolo en vez de verme a mi cada vez que alguien mencionaba mi nombre.

Deje de ser Helena Candiani para convertirme en la protagonista del circo del morbo.

Aun así jamás olvidaré que de entre todas las personas que me lloraron, Argelia fue la única que por un momento creyó en mí... a pesar de todo.

Seguro se preguntarán cómo lo sé... yo también me lo pregunto...

Todo llegó a mi en forma de sueños, sueños que en el momento se sentían reales. Ahora sé que lo eran.

La primera vez que soñé con todo lo qué pasó después de mi muerte fue justo un par de semanas después de volver a ver a Argelia.

Al principio solo eran sueños en forma de momentos aislados, así que no les preste demasiada atención al considerarlos recuerdos, deseos o un poco de ambos... sin embargo las piezas poco a poco se unieron como si fueran parte de un gran rompecabezas... hasta convertirse en un sueño recurrente... o en una pesadilla.

Soñé todo lo que ocurrió después de mi muerte hasta que cumplí 10 años... después descubrí cómo cerrarle la puerta a todo eso, sin darme cuenta de que al hacerlo había abierto la caja de Pandora.

Así que sí... yo tenía el deber de regresarle a Argelia un poco de todo lo que había hecho por mí... aunque ella no lo supiera.

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