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Parte 3: El miedo estaba enamorado de mí.

Las semanas en casa con mi padre fueron buenas, él era un hombre tranquilo y llevadero. Ni siquiera tuvo objeciones a que me quedara a su lado. Desde navidad no habíamos hablado, por lo que verme un día cualquiera fue un poco raro para él.

Mientras pasaban los días supuse que me gustaba el ambiente rural de este lado de la ciudad, no había mucho ruido o distracciones, y eso me gustaba. Además supuse que estudiar en un instituto de aquí no era mala idea.

Una noche le planteé la situación a mi padre y sin dudarlo me dijo que estaba de acuerdo, pero mi madre era el problema. Así que de muchos ruegos accedió, pero claro, para su valioso “si” tuve que decirle la verdad.

—La razón es él—le había dicho con lágrimas en los ojos—No quiero sentirme así, me siento asqueroso.

Ella me abrazó y besó mi rostro.

Me sentía confundido a lo que era, y dos años conviviendo con Gustavo no ayudaron mucho a la maldita atracción que sentía por él.

—Tú no eres como el resto, Noha, eres especial.

—No lo quiero volver a ver, no quiero ni siquiera respirar su mismo oxígeno—el pecho me dolía y no podía ni regular mi respiración.

Eran días difíciles, muy difíciles referente a mi sexualidad.

—Mamá, perdóname por desobedecerte, yo no debí seguir yendo a casa de Tina—dije entre jadeos, ella solo se mantenía en silencio—Tenias razón, él si puso su mirada en mí.

—No te disculpes por algo que no tienes culpa.

—Pero yo también puse mi mirada en él.

—Noha, ¿Te gustó?

—Creo que me gusta—le confieso sorbiendo mi nariz con un pañuelo—Pero no me gusta su manera de manipularme, por eso voy a quedarme aquí y no pienso verlo hasta que deje de gustarme.

—No puedes reprimir a tu corazón, pero si eso te hace sentir bien, quédate.

—No mamá, no me hace sentir mejor, pero al menos sé que es lo correcto.

Ella asiente, y vuelve a besar mi frente.

—Esta bien—me dice.

—Esta bien—le digo.

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Sentado en el porche de mi casa miraba la lluvia caer pacíficamente, no habían truenos, pero el miedo estaba ahí.

El miedo nunca se fue.

El miedo se burlaba de mí.

El miedo estaba enamorado de mí.

—La lluvia no puede lastimarme—dije en un murmuro, estiré mi pie para mojarlo, pero apenas las gotas me tocaron tuve que meterlo de nuevo—Ella no es mala, no me puede hacer daño.

Apreté mis puños y le subí a la música en mis auriculares, haciendo que no se escuchara el ruido de la lluvia.

Pero cuando lo tomé pude ver un par de notificaciones en los que fui etiquetado en Facebook, al principio dudé de ingresar a la red social, pero mi curiosidad no me hizo contenerme.

Era una fotografía de Lily, y junto a ella la decoraba un lazo de luto.

Siempre estarás en el corazón de los que te conocimos.

La de la publicación era una chica llamada Alejandra, ella era una chica de su clase. Al parecer ha etiquetado a todos aquellos que han sido amigos de Lily.

Las manos que ya de por sí me temblaban, lo hicieron con más velocidad. Abrí mi boca y la volví a cerrar, tragándome el horrible nudo que presionaba mi pecho.

Recordé la noche de Navidad y lo que me dijo de su violación. Recordé lo que le hizo Gustavo. Recordé su agradecimiento.

Y entonces apareció la culpa.

También el rencor.

Me cuestioné si era necesario ir su velorio, pero mi maldito miedo a la lluvia no me dejó poner un pie fuera de casa.

Si salía mi vida acabaría.

Entonces como si mi corazón no estuviera lo suficientemente desgastado lo vi llegar corriendo, mojado y con los pies descalzos.

Gustavo estaba ahí.

Y yo solo quise irme corriendo, pero no me moví.

Estaba perdido entre mi temor y mi dolor.

—¡Noha! ¡Estoy aquí!—lo escuché gritar, pero la música no me hacía percibir tanto su voz—¡Noha!

Él me toma del rostro, quita los auriculares y sin dudarlo me abraza.

—Perdóname, perdóname… No debí ser egoísta.
—Tengo miedo—murmuré despacio, dejándome hundir en su pecho—Tengo mucho miedo.

Él lo captó, sabía que le temía a la lluvia, por lo que se apresuró en levantarme, cargarme y llevarme hasta mi habitación. A pesar de ser delgado, tenía mucha fuerza.

Él me puso sobre la cama y sin importarle que estaba mojado se acostó a mi derecha, ambos quedamos cara a cara, chocando nuestras narices.

—No voy a dejarte solo, lo prometo—murmura y con sus dedos empieza a masajear mi mejilla—Waslaunin es llover, má Was es…

—Agua de lluvia—traduzco la oración y él asiente.

—Y el agua de lluvia no te lástima—dice formando una sonrisa.

—Pero tú si—le digo y a él se le borra la sonrisa.
Trago grueso y le doy la espalda, fijando mi vista en la nada.

—¿Qué quieres de mí?—le pregunté, haciéndome bolita en mi lugar. —¿Quieres solo tener sexo conmigo? ¿Eso quieres? ¿Por eso te comportas así de imbécil? Dime, ¿Quieres enamorarme para luego tirarme a la basura? Porque lo vas a lograr y yo no quiero sufrir.

Pude sentir como pasaba sus brazos por mi cintura, atrayéndome contra él, haciendo que el corazón me bombeara con fuerza.

—¿Por qué estás aquí? Vete, no quiero tenerte cerca de mi—la voz se me cortaba y algo dentro de mi dolía horrible, y sabía el motivo, y con mucha más razón quería solo morir junto a ella—Me gustaba y tú solo me alejaste.

Y es donde no contengo mi llanto.

Lloro tanto hasta que ya no hay lágrimas que soltar.

—Tú eres capaz de lastimarme sin piedad, eres…—no puedo hablar, la palma de su mano cubre mi boca, haciendo que mis alertas se enciendan.

—No te voy a mentir—quita su mano de mi boca y muy despacio desciende hasta tocar mi cuello, en donde hace leves masajes eróticos—Si hay algo que quiero de ti, y lo has mencionado… ¿Tú quieres eso de mi?...—da un beso al lóbulo de mi oreja, sin dejar de susurrarme palabras llenas de persuasión—Siento lo que pasó con Lily, pero si quieres puedo ser ella. Puedo ser un reflejo de la chica que siempre amaste en secreto.

Con cautela se sube sobre mi, haciéndome girar el cuerpo. Desde esta perspectiva su anatomía se ve imponente. Estaba seguro que si Gustavo era así de adolescente, iba a ser peor de adulto joven. Y yo no quería vivir para ver eso… O tal vez sí.

Por mi mente surgían varias preguntas, y una de ellas era la razón por la tuvo que venir hasta aquí, en ropa de pijama y sin calzado. La casa de mi padre tan cerca no estaba de la suya. Gustavo era una persona demente, y esto lo confirmaba.

—Me encanta verte llorar, es hermoso—murmura acercando su rostro al mío, dejando un pequeño espacio para hablar—Llora todo lo que quieras, ella no regresará. Ahora solo te quedo yo, y eso debería ser suficiente… Recuerda, solo tengo que gustarte yo, aunque tú no me gustes a mí.

Esto puede ser bizarro, incluso muy enfermo, pero cuando Gustavo estaba apunto de besarme me obligó a llamarlo por el nombre de Lily… Y yo repetí tres veces aquel nombre mientras el chico de ojos marrones me besaba y me tocaba sin tener la intención de detenerse.

«Estaba cegado, no podía culpar a mi yo del pasado, pero cuando al fin pude ver el cielo con claridad solo estaba consciente de algo y eso era: debía romper el corazón de Gustavo Torres, tomándolo por donde más le doliera»

Y así lo hice.

Y no me arrepiento de nada.

Porque él nunca se arrepintió de lo que me hizo.

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