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Epílogo

Siete meses después

Vacaciones de verano

Camile Rooney

Alex seguía en su habitación buscando algo que le combinara con la horrible camisa que le había obsequiado Elizabeth en su cumpleaños, ella estaba muy agradecida con él por haber hecho todo lo posible por arruinar el burdel de Jane Brackley y ocasión que encontraba le obsequiaba cosas a Alex. A mí no me obsequiaba nada, así que había altas probabilidades de que la chica estuviese interesada amorosamente en mi amigo, pero claramente debían conocerse más porque Alex no era de los chicos que utilizarían una camisa cuadrillé naranja con azul, ni siquiera a mí me gustaba que era fanática de las combinaciones extremas.

—Ya quítatela —opiné cuando lo vi salir a la sala por décima vez con un pantalón azul oscuro —, de verdad no combina con nada.

—Es que no me la he puesto y hoy nos veremos en la fiesta ¿Cómo no voy a usarla?

—Debes ser honesto, sino siempre te obsequiará cosas así...

—¿Cómo así?

—Así feas.

—No está tan mal —dijo mirándose a sí mismo.

—¡Ni siquiera combina con el pantalón negro! ¡Y el negro combina con todo, Alex! —exclamé como una experta en moda, él soltó una carcajada y asintió lentamente.

—De acuerdo —rodó los ojos.

Habían pasado siete meses desde el día en que pensé que no iba a poder levantarme de la cama nunca más, sin embargo, pude hacerlo. Un poco obligada por Alex, Harriet y Dylan. También por Alina e Isabella y ya... démosle crédito también a Leah e Isak. No sentía todavía que la herida se había cerrado, pero no hablar de él me había estado funcionando.

Un día Alex llegó a Portland sin avisarme, habían pasado casi cinco meses sin vernos y lo primero que me dijo fue que debíamos juntar dinero para vacacionar en verano, que debíamos salir de Portland y, al menos, conocer otras ciudades de Estados Unidos. Mi gran amor por viajar y conocer más lugares me hizo decir de inmediato que sí. Me empeciné en olvidar a toda costa a Jared y a juntar dinero trabajando hasta en horario extra, Alex también lo hizo y nuestra primera parada estaba siendo Seattle, en donde realmente vivía Elizabeth, aquella chica que había confiado en Alex en el burdel y le había pedido ayuda. Y exactamente esa noche era su cumpleaños y nos había invitado. La verdad es que sólo teníamos dinero para dos paradas, así que intentábamos disfrutarlo.

—Así te ves más decente —opiné cuando caminó hasta la sala, se giró mostrándome completamente su nuevo outfit y yo asentí.

—¿Sólo decente? —resopló.

—Atractivo, te ves bellísimo.

—Cualquier cosa, menos bellísimo —frunció el ceño —, atractivo, guapo, caliente, todo eso te acepto pero ¿bellísimo? ¿qué es eso?

Solté una carcajada y sólo negué con mi cabeza. Le pedí que se diera prisa porque ya había pedido el taxi, así que, aplicándose perfume a la velocidad de la luz, salimos corriendo del hostal para subirnos al taxi.

Apenas llegamos a la casa de Elizabeth, nos percatamos de que no era una fiesta como imaginábamos, de hecho, había cinco personas aparte de ella y todos se encontraban sentados conversando y bebiendo un par de cervezas. Me apegué a Alex e intenté parecer normal cuando todos comenzaron a saludarnos como si nos conocieran de toda la vida, casi sentí que entré a una sala en donde era famosa.

—¿Cómo están? Los estábamos esperando ¿quieren servirse algo? De inmediato les traigo algo de beber —dijo Elizabeth muy rápidamente, quien no podía ocultar sus nervios al ver a mi amigo.

Me senté en un puesto vacío mientras una chica me hablaba acerca de Seattle, ciudad que me hubiese gustado conocer un poco más, pero Alex y yo ya habíamos hecho un tour y el avión salía en la tarde del otro día.

Vi a Alex sentarse a un costado de Elizabeth mientras que, en un círculo, todos se encontraban conversando. Ninguno de los dos sabía cómo integrarse, así que sólo estábamos haciéndonos muecas y señas estúpidas mientras los demás no nos miraban.

—¿Te gustó la camisa que te envié para tu cumpleaños? —oímos la pregunta de Elizabeth, no pude evitar atragantarme con la cerveza y comenzar a toser, una chica me ayudó dándome unos golpecitos en la espalda y sólo sonreí avergonzada.

—Si... —contestó Alex en un tono agudo, extraño en él.

—La odiaste —irrumpió una chica que supuse era amiga de Elizabeth, todos la observamos —Elizabeth siempre obsequia cosas que a nadie le gustan —bromeó y hasta la misma Elizabeth se rio.

—La verdad si me gustó... —comentó Alex.

Ladeé mi cabeza observándolo tipo: ¿Es en serio estúpido?

—¿Y por qué no te la has puesto hoy? —ella entrecerró sus ojos.

—No le combinaba con nada —solté de pronto y ella se quedó mirándome con los ojos bien abiertos ¿por qué pensaba en voz alta?

—¿Ni siquiera con este pantalón negro? —frunció el ceño con exageración.

Negué levemente con mi cabeza mientras Alex estaba observándome al borde de ahorcarme.

—La verdad es que es un poco... ¿extravagante? Para mí —comentó él mientras sus mejillas estaban levemente ruborizadas.

Ambos pensamos que Elizabeth se molestaría, pero, al contrario, sólo soltó una carcajada que contagió a todos, le dio un pequeño codazo a Alex en el brazo y yo observé a mi amigo: ¡Ya casi es tuya, estúpido!

Pese a ser una reunión amistosa más que una fiesta, nos integramos de inmediato y establecieron temas de conversación en los que también pudimos opinar, sin embargo, de un momento a otro salió el tema del burdel. No sé quién había puesto ese tema, pero ya estaba ahí entre nosotros y Elizabeth se notó algo incómoda.

—Al menos todos están tras las rejas —comentó un chico.

Asentí levemente.

Cuando supe aquella noticia no supe cómo sentirme, ese día recuerdo haber estado en la cama muy triste cuando Harriet me llamó para contarme que habían condenado a Tara Brackley a veinticinco años de prisión, a Gareth le habían dado treinta y al otro chico, Matt, unos pocos más que a Tara. Pensé en cientos de ocasiones levantar el teléfono y llamar a Jared para saber cómo estaba con la noticia, pero no fui capaz de hacerlo pese a saberme su número de memoria. Sin embargo, le escribí a Stefan. Estaba hecho un desastre, casi sentí ganas de largarme a llorar con él cuando lo oí tan quebrado y no podía siquiera imaginar lo que sentía Jared al tener a su hermana y a su madre tras las rejas.

Es por eso por lo que esa noticia me sonaba agridulce porque pese a haber luchado tanto por meterlos a la cárcel, haber perdido a Samantha y casi haber muerto, no podía evitar pensar en lo mal que estaba Cedric y Jared.

—Y no saldrán de ahí por un largo tiempo... —opinó otra chica.

La mirada de Alex se posó en la mía, él tampoco tenía una sonrisa en la cara.

—De verdad ustedes hicieron un gran trabajo, lamento tanto lo que le pasó a su amiga... —continuó la chica —Tantas vidas inocentes arrancadas en manos de hijos de puta.

—Sí, pero creo que debemos cambiar el tema de conversación —comenté con audacia, todos fijaron sus ojos en los míos —. Ninguno tiene buenos recuerdos de ese lugar, así que...

—Sí, hablemos de otra cosa —me apoyó Alex —. Como, por ejemplo, de lo linda que es esta ciudad.

Rápidamente la conversación se desvió a otro tema e internamente lo agradecí. Estuvimos por algunas horas en la fiesta de Elizabeth, pero pasada la media noche debimos marcharnos porque ni siquiera teníamos las maletas listas para viajar al otro día. Al llegar al hostal y entrar a nuestro pequeño apartamento que nos había recibido por seis días, comenzamos a ordenar nuestra ropa para largarnos al otro día a Los Ángeles. Desde que había visto fotografías en internet de la ciudad, necesité ir hasta allí para ver con mis propios ojos aquellas hermosas playas y las altas palmeras en las calles. Necesitaba un verano caluroso, de bikinis, gaseosas por las noches y fiestas a la orilla del mar, aunque no tenía idea si allí había de esas fiestas.

—Necesito contarte algo —comentó mi amigo mientras cerraba su maleta. Alcé la vista para observarlo. Se veía indeciso —, pero prométeme que no te pondrás triste.

—¿Por qué me pondría triste?

—Ayer hablé con Jared.

Fruncí el ceño. Habíamos dejado absolutamente prohibido mencionarlo durante lo que durara el viaje y Alex ya estaba rompiendo nuestra primera regla. Me encogí de hombros restándole importancia, aunque me moría de ganas por saber lo que le había dicho.

—¿No me vas a preguntar por qué hablamos? —insistió Alex.

Entrecerré mis ojos.

—¿Por qué debo preguntártelo? Sólo dilo —resoplé con cansancio.

—Estuvimos hablando de ti.

—Supongo que le has mencionado que estoy muy feliz sin él... —comenté con ironía.

—Claro que si Camile —contestó y yo asentí satisfecha —, la verdad sólo me preguntó cómo estabas y si necesitabas algo. Luego comenzamos a hablar acerca de su familia y de lo que estaba haciendo ahora con su vida...

—¿Qué voy a necesitar de él? —bufé.

—¿Qué sé yo?

—¿Sabes? Ya no quiero saber nada más de él, ni siquiera lo que está haciendo ahora con su vida —comenté muy seriamente, él fijó toda su atención en mí como si se hubiese encontrado con un ogro a medio camino —. Sufrí mucho por él, Alex. Y si vuelvo atrás, sé que terminaré en mi cama nuevamente.

Alex se quedó en silencio mirándome, asintió levemente y luego se despidió de mí dándome las buenas noches. Lo vi entrar a su habitación y cuando yo terminé con mi maleta, me dirigí a la mía. Me tendí boca arriba en la cama observando el techo blanquecino, no sabía muy bien en qué pensar, especialmente porque en un comienzo me ilusionaba pensar en que Jared seguía preocupado por mí, pero ahora sólo me causaba enfado, pues si tan preocupado estaba por mí, sólo debía marcar mi puto número telefónico y preguntármelo directamente, pero en siete meses él no había sido capaz de ponerse en contacto conmigo ni una sola vez. Yo jamás había sido orgullosa, pero había sufrido tanto por él que, sin darme cuenta, también levanté grandes muros a mi alrededor e intenté ignorar que existía, así no salía más dañada.

El vuelo a Los Ángeles me pareció una eternidad y eso seguramente era porque estaba muy emocionada por, al fin, conocer aquella ciudad que aparecía en tantas películas y videos musicales, apenas salimos del aeropuerto en busca del taxi que nos recogería desde el hostal, el calor hizo contacto con mi piel y observé a Alex en plan: ¡Debemos ir a la playa! Pero no, nuestra primera parada era acomodarnos en el hotel, comer un poco, dormir y luego ir a algún club nocturno a pasárnosla bien.

Durante lo que restó de día estuvimos acomodándonos, comiendo algunas cosas y también aprovechamos de dormir siesta, aunque esa idea no me gustaba del todo, pues si estábamos en una ciudad desconocida, lo primero que quería hacer era salir a recorrer todo el lugar, especialmente cuando sólo nos quedaríamos por tres días allí. Sin embargo, tenía que adaptarme a Alex, quien no podía correr a mi ritmo todo el tiempo y sí que lo hacía sufrir con eso.

El primer y segundo día que estuvimos en Los Ángeles, nos dedicamos a recorrer los lugares más conocidos e infestados de personas, nos sacamos miles de fotografías y también fuimos al centro comercial a gastar el dinero que por supuesto no teníamos. Sin embargo, era algo que estaba en la lista y que no podíamos olvidar.

Habíamos acordado que la última noche en Los Ángeles nos la pasaríamos en un club nocturno y pese a no tener todavía un lugar específico al cual ir, yo ya me encontraba buscando entre mis cosas algo para ponerme.

—Encontré este —escuché a mi amigo mientras me encontraba en mi habitación mirando el vestido blanco lleno de girasoles que me había obsequiado Jared en navidad. Oí sus pasos acercarse hacia mi puerta, se apoyó en el marco y me enseñó la pantalla del móvil, era un club nocturno accesible para turistas —Que lindo vestido —comentó sonriente.

—¿Debería colocármelo? —ladeé la cabeza aun con los ojos en los girasoles.

—Deberías, es muy veraniego.

—Me lo pondré e iremos a ese club nocturno —lo observé a los ojos y él me sonrió.

—Iré a ponerme bellísimo —bromeó.

Me di una ducha y antes de colocarme el vestido sentí que se me apretó el corazón cuando lo contemplaba ¿Por qué todo había terminado de esa manera tan repentina? ¿Quién me daba una buena explicación? Pese a todas las preguntas que tenía, no iba a dejar ese vestido que tan feliz me había hecho recibirlo sólo por el hecho de que me lo había obsequiado Jared. Si todavía traía conmigo el collar de cuerno de unicornio, usar ese vestido no haría gran diferencia. Me costó combinarlo con zapatillas, así que tuve que escoger unos tacones plateados que probablemente a las tres de la madrugada estarían en cualquier parte menos en mis pies.

Era un inmenso club nocturno y de inmediato viajé a la primera vez que Jared me invitó a una fiesta con sus amigos, ¡Ay, Dios! ¿Acaso no podía dejar de pensar en él? Resoplé con molestia enganchándome al brazo de mi amigo mientras nos adentrábamos en aquel lugar infestado en personas. Algunos sentados conversando mientras bebían tragos de colores extravagantes y otros saltando en la pista de baile al ritmo de la música. Pedimos tragos en la barra y luego bailamos un poco en la pista de baile junto a un sinfín de personas más, realmente la gente era alegre y divertida, además, era prácticamente lugar de turistas, pues había muchas personas de diferentes países.

Por un momento me sentí cansada, los pies me dolían y mientras Alex bailaba con una chica, caminé lentamente hacia una mesa y me senté en la silla del costado, me quité los zapatos para finalmente descansar mis pies sobre el suelo del club nocturno. Un chico se acercó a ofrecerme algo de beber, pero dije que no. Mientras había estado bailando junto a Alex bebí un par de chupitos de tequila y cerveza, ya estaba algo mareada, así que preferí detenerme porque si a Alex se le ocurría terminar en la cama con aquella chica yo debía regresar sola al hotel.

Estuve al menos veinte minutos sentada con los pies en la baldosa, luego alcé la vista para buscar a mi amigo y me asusté cuando había desaparecido de mi campo de visión. Algo se revolvió dentro de mi estómago y cuando iba a ponerme los tacones para ir a buscarlo, noté que ya no se encontraban a mi lado. Busqué con la mirada a mi alrededor, pero no estaban ahí ¡Dios! ¡Eran los únicos tacones que me gustaban y me los robaban! ¿Cómo podía ser posible tener tanta mala suerte? Los Ángeles no me estaba despidiendo como esperaba.

Decidí que debía buscar a Alex completamente descalza, pero un mensaje me llegó al móvil, me mantuve quieta y lo abrí.

Alex: Llegaré más tarde ¿está bien? El hotel está a quince minutos caminando, te envío la dirección

Camile: Voy a matarte

Alex: ¡Te quiero!

Resoplé.

Había perdido mis tacones y también a mi amigo.

Tal vez era mucho mejor que regresara al hotel a dormir. Me puse de pie, me acomodé el vestido y caminé a través de las personas para encontrar la salida y en eso un chico que se encontraba algo borracho se desequilibró y me pisó el pie. Grité con fuerza y él casi se deshizo pidiéndome perdón. Así que ustedes pueden visualizar esta escena: Yo caminando con el móvil en la mano por las grandes calles de Los Ángeles y, encima, descalza y paticoja.

El GPS no estaba llevándome hacia donde yo quería, así que alcé mi vista e intenté recordar el lugar por donde habíamos caminado con mi amigo.

—No es tan difícil... —susurré.

Mis pies dolían por el contacto que hacían con el cemento, de seguro al otro día iba a tener horribles ampollas en la planta de los pies. Me detuve en medio de la acera, intentando mantener la calma, no todo era tan terrible si todos hablábamos el mismo idioma. Me armé de valor, guardé el móvil en la pequeña cartera que llevaba y me acerqué a un chico, lamentablemente estaba más ebrio de lo que estaba yo, así que por lo que entendí, estaba ayudándome, pero me estaba ayudando a llegar a la playa, no al hotel.

Cogí el móvil con enfado y frustración, abrí el chat de Alex y...

Camile: Eres un puto ¿cómo se te ocurre acostarte con una chica que recién conoces? ¡Estoy en...

Camile: No sé dónde estoy, pero si me muero será tu culpa ¿oíste?

Camile: ¡¿Leíste?!

Corregí.

De pronto, unos pasos detrás de mí me desconcentraron, especialmente porque en el lugar que estaba no había mucho tráfico y si algo me ocurría de verdad iba a morir sin nadie que me salvara. Comencé a hiperventilar, pensé rápidamente en lo que traía en mi cartera ¡Dios! ¡Ningún objeto corto punzante! Tal vez quería mi móvil, si, tal vez eso quería.

Comencé a caminar más rápido pese a que mis pies me dolían, aun no giraba, pero ya el pánico estaba invadiéndome y juraba que podía correr como Forest Gump, descalza, paticoja y en cemento. Así que cuando noté que no podía caminar más rápido, me giré sobre mis pies y sin siquiera mirarlo a los ojos, le lancé el móvil con fuerza.

—¡Ahí tienes! ¡Es lo único que tengo de valor! —grité con fuerza.

Sus ojos hicieron contacto con los míos y casi sentí que quedé sin respiración.

Sus eléctricos ojos azules me recorrieron de pies a cabeza, lo miré mejor, traía consigo mis tacones, los alzó para que los mirara y lentamente esbozó una sonrisa. De inmediato sentí que todo se vino abajo.

—Jared... —fue lo único que pude decir.

Él caminó lentamente hacia mí, recogió mi móvil del cemento y cuando llegó a estar frente a mí, se quedó fijamente mirándome a los ojos. Estaba idéntico a aquel día que nos habíamos despedido en el aeropuerto, con la diferencia de que esta vez llevaba el pelo más corto y vellos sin afeitar.

—Creo que ya no servirá —oí su voz, extendió su brazo y me devolvió el móvil, el cual se había roto quedando hecho un completo desastre.

¿Qué estaba haciendo en Los Ángeles?

Pestañeé aun incrédula sin poder sonreírle como él estaba haciéndolo. Pues no sabía cómo sentirme al tenerlo allí. Siempre tuve ganas de golpearlo, de empujarlo y de gritarle, pero teniéndolo frente a mí sólo me hacía sentir completamente congelada.

—¿Por qué te robaste mis tacones? —pregunté como una estúpida.

No sabía si era el efecto del alcohol o la sorpresa que sentía al verlo frente a mis ojos, pero sólo eso pude preguntarle, por qué demonios se había robado mis tacones favoritos.

—¿En serio? —alzó sus cejas con gracia —En realidad los recuperé.

—¿Cómo?

—Sólo me costó un tequila.

—¿Tan barato?

—Un tequila del caro.

—¡Pues claro! Si me costaron una fortuna.

—¿Más que ese vestido? —preguntó con una sonrisa ganadora.

Me miré el vestido y luego alcé la vista para observarlo a él.

—Claro que sí, este vestido sólo me costó un enamoramiento en navidad.

—Parece algo caro.

—Muy fácil pagarlo para mí, pero no todos tienen las agallas de hacerlo —solté y a él se le borró la sonrisa del rostro.

Se mantuvo en silencio por unos segundos mirándome. No sabía qué decirle, ni cómo actuar, me había encontrado de sopetón y me sentía expuesta.

—¿Cómo estás? —se atrevió a preguntarme.

—¿Qué haces aquí? —pregunté de pronto. De verdad no estaba entendiendo nada y verlo en un lugar tan alejado de nuestros hogares me hacía pensar que realmente el destino era un maldito caprichoso.

Él se removió un poco intranquilo, pero aun así me respondió.

—Estoy trabajando en el club nocturno que estabas con Alex.

—¿Estás viviendo en Los Ángeles?

Negó con su cabeza.

—Sólo he venido por el verano.

—¿A trabajar? —fruncí exageradamente el ceño. Era muy raro que Jared trabajara en verano cuando la empresa Brackley podía prácticamente cubrir todos los gastos de sus vacaciones y de unas cincuenta personas más.

—Pues sí. Hemos cerrado la empresa Brackley —me contó. —Vamos a venderla el año entrante.

Asentí silenciosa.

Nos quedamos mirando con complicidad, como si los dos tuviésemos cosas para decirnos, pero ninguno se atrevía a dar el primer paso y cuando desvié la mirada hacia un costado, noté que había una banca. Caminé lentamente hacia allá y bajo la fuerte mirada de Jared, me senté y comencé a colocarme los tacones. Él se acercó a mí y se sentó en silencio a mi costado, lo oí respirar hondo, casi armándose de valor, hasta que...

—Camile —dijo. De inmediato alcé mi vista y fijé mi mirada en la de él.

¿Cómo era posible sentir que nada había estado mal entre nosotros?

Seguía gustándome, seguían gustándome sus ojos azules, su cabello desordenado y el tono de su voz. Seguía volviéndome loca su desplante de modelo de revista o de Estrella de Rock. No podía negar que seguía nerviosa frente a él, seguía sin saber qué decirle y todo lo que parecí haber sufrido por él sólo se reducían a recuerdos, todavía no era capaz de gritarle en la cara lo cobarde que había sido al dejarme tan fácilmente.

—¿Crees que puedas perdonarme algún día? —continuó.

Sus palabras atravesaron mi pecho de extremo a extremo. Había esperado tanto oír esas palabras y ahora que me las estaba diciendo dolían más de lo que imaginé que lo harían. Mantuve mis ojos en los de él y no pude evitar dejar al descubierto todo el dolor que había estado sintiendo por meses.

—¿Por qué te pareció tan fácil dejarme?

—Pensé que todo iba a irse a la mierda y no saldría vivo, Camile —me contó con cierta fragilidad en su voz —. Quería alejarte de mi vida para que no salieras más dañada.

—¿Por qué pensaste que podías escoger por mí? —pregunté con frialdad.

Vi sus ojos cristalizarse, bajó la mirada a sus pies y continuó...

—Porque ya había tomado una decisión.

—¿Cuál decisión? —sonreí con ironía.

—Me intoxiqué, Camile —confesó y yo me sorprendí. Pestañeé mirándolo sin entender a lo que estaba refiriéndose.

—¿Qué dices...? —bajé la voz.

—Pensé que no podía, que todo se iba a ir a la mierda y que no sería capaz de arreglarlo. Mi madre en la cárcel, Tara condenada, papá con depresión viviendo donde su madre y yo en Londres fingiendo que todo iba bien con mi vida frente a un sinfín de periodistas que no hacían más que seguirme a todos los lugares que iba... —contó sin mirarme —Pues una noche estaba solo y me bebí todo un frasco de pastillas.

—Jared...

—Te alejé de mí porque sabía que terminaría así.

Jared Brackley

No estaba trabajando en Los Ángeles, no estaba por mis vacaciones allí, pero si íbamos a vender la empresa Brackley y si había intentado quitarme la vida un mes después de romper con Camile tan repentinamente.

Por un momento todo se había nublado en mi vida y no podía ver hacia dónde dirigirme, hasta que en un instante vi aquellas pastillas encima del escritorio de papá y me tomé exactamente veintisiete pastillas. Las conté porque sabía que iba a morir de eso y quería tener claro el por qué había muerto, quería saber de cuánto había sido capaz mi cobardía al entrar en mis venas.

Sólo me dormí y desperté en la clínica al otro día (aunque todavía no tengo claro si pasaron 24 horas o más). Estaba conectado a un par de máquinas, me dolía el estómago y la garganta. No tenía fuerza, y cuando abrí los ojos lo primero que hice fue lamentarme. Nate había ido a verme esa noche y prácticamente salvó mi vida cuando se le ocurrió derribar la puerta de entrada porque no atendía el teléfono. Sabía que de algún modo Nate entendía que estaba en la mierda y sólo se preocupó de ayudarme.

No era mi momento.

No era el momento en que debía morir. Y lo confirmé cuando vi a entrar a mi padre a aquella sala, llorando y enfadado. Se había acercado a mí, me había cogido por los hombros y prácticamente me gritó: ¡¿Cómo puedes siquiera pensar en hacer algo así?! ¿Acaso no ves que estamos juntos en esta mierda?!

Y comprendí. Comprendí que estábamos juntos en esto y que, si debíamos comer mierda, lo haríamos juntos. Ya no estaba para acobardarme, no tenía ningún sentido y ya había tocado fondo.

Me costó recuperarme, me costó armarme de valor y visitar a Tara y a mi madre en la cárcel. Me costó decidir que vender la empresa Brackley era lo mejor para mi padre y para mí. Habíamos pasado toda la vida los cuatro a cargo de ese lugar y ya era hora de comenzar de nuevo en un nuevo negocio, sólo los dos. Y tal vez la abuela nana y sus espectaculares pasteles de chocolate.

Camile seguía igual de hermosa desde la última vez que nos habíamos visto. Su cabello estaba un poco más largo y cuando la vi en ese vestido de girasoles todo pareció iluminarse una vez más en mi vida ¿Cómo pude ser capaz de pensar en que no podía ayudarme a salir del agujero en el que estaba? ¿Cómo había sido capaz de empujarla de mi vida creyéndome lo suficientemente fuerte como para enfrentar todos mis problemas? Si tan sólo con sus brillantes ojos verdes lograba arreglarlo todo.

Apenas le confesé lo que había hecho, ella se giró hacia a mí y me cogió las manos consiguiendo que la misma electricidad de siempre se colara entre nosotros. Su mirada sólo indicaba que estaba preocupada por mí y de inmediato sentí culpa, y sí, debía sentirme culpable, pues yo mismo había causado una distancia kilométrica entre ambos.

—¿Cómo se te ocurre hacer algo así? —sus ojos se llenaron de lágrimas sin previo aviso, pero tenía el ceño fruncido con enfado —¿Cómo pudiste siquiera creer que iba a poder vivir sin ti?

Me encogí de hombros porque no tenía una respuesta para darle. En aquel momento no había logrado conectar ningún pensamiento ni pensar en alguien más que yo.

—Lo lamento —dije y ella rápidamente me abrazó con fuerza.

Sus delgados brazos me acercaron a su cuerpo y sentí que el alma me regresó. Sentir el dulce olor a su perfume y el shampoo de su cabello fue como si hubiese vuelto de nuevo a vivir. La abracé con fuerza. Había necesitado por meses aquél abrazo y ahora que lo tenía, no quería separarme de ella.

—Te extrañé, Camile —la miré cuando nos separamos y quedamos sólo a unos centímetros de distancia.

—Y yo a ti —me sonrió con nostalgia.

Quería besarla. Quería acercarla a mí y besarla hasta que se me durmiera la boca, sin embargo, ella fue quien marcó espacios entre nosotros alejándose de mí y acomodándose en la banca. La vi respirar profundo, luego se puso de pie y se giró para mirarme.

—Creo que debo volver al hotel y tú al trabajo —oí su temblorosa voz.

—El trabajo puede esperar —me puse de pie pasándola por unos cuantos centímetros pese a tener puestos aquellos tacones que se los había quitado a una chica borracha por un tequila, barato, por cierto —Vayamos a una cafetería, yo invito.

—¿A esta hora? —alzó sus cejas como si estuviese bromeando.

—Aquí puedes encontrar cosas abiertas toda la noche —aseguré.

Ella frunció el ceño, pero de igual manera aceptó.

—De acuerdo.

Estuvimos caminando uno al lado del otro por las grandes calles de Los Ángeles, conversando acerca de las altas palmeras, de las playas y también del viaje en avión. No me costó demasiado encontrar a aquella chica espontánea y parlanchina que me había enamorado en Londres. Me contó acerca de sus aventuras trabajando en Portland para lograr viajar junto a Alex, también de algunas anécdotas del aeropuerto y por supuesto no dejó de mencionar que le dolían los pies.

Claramente no encontramos ninguna cafetería abierta a las 4 AM. El único local con el que dimos fue uno de comida rápida, así que ahí estábamos: a solas en ese local a las 4 AM comiendo un hot dog con una gaseosa. Que cita ¿no? ¡Qué gran reencuentro!

—¿Cuándo regresarás a Londres? —me preguntó, luego bebió un poco de su gaseosa.

La vi quitarse nuevamente los tacones, pero esta vez los dejó sobre sus piernas para que nadie fuese capaz de robárselos otra vez. Sonreí sin que se percatara de eso, extrañaba muchísimo a Camile y sus ocurrencias, su voz y sus historias larguísimas.

—Aún no lo tengo claro —respondí.

—Al menos Los Ángeles me está despidiendo con un buen hot dog a las cuatro de la madrugada —comentó Camile con cierta sonrisa en su rostro.

Asentí entusiasta.

—Vamos a la playa —solté con impulsividad. Claro, eso no lo había cambiado, seguía siendo un impulsivo.

Ella abrió sus ojos, pestañeó un par de veces mirándome y asintió con alegría.

—¿Ya habías venido antes aquí? —me preguntó mientras se limpiaba la boca con una servilleta, luego bebió lo que quedaba de su gaseosa y se quedó mirándome con atención seguramente para que me diera prisa y emprendiéramos nuestro camino hacia la playa.

—Sí, una vez.

—Entonces confío en que será una linda playa.

—Así será —sonreí.

Acabé mi hot dog y la gaseosa, pagué por ambos y luego fuimos caminando hasta la playa. La verdad es que caminamos alrededor de 30 minutos en donde debíamos detenernos porque a Camile le dolían los pies, luego seguíamos y así estuvimos. Ella se lamentaba y por mucho que intenté decirle que podíamos regresar en el día, ella se negó, pues estaba empecinada en ir a toda costa a una playa en la madrugada.

Camile Rooney

Cuando, al fin, empecé a oír el océano apresuré el paso pese a que mis pies dolían muchísimo. Todo estaba oscuro, pues las luces de la ciudad estaban a una distancia prudente de la playa, así que no podíamos distinguir demasiado bien en donde estaba el agua.

Al hacer contacto con la arena, me relajé, al fin mis pies ya no dolían como la mierda en esos tacones ni en el duro cemento de Los Ángeles. Me senté en la arena y Jared hizo lo mismo cuando me vio, respiré hondo y caí en cuenta de que estaba a cientos de kilómetros de casa, con Jared a mi lado luego de haberme roto el corazón en mil pedazos.

¿Cómo habíamos llegado hasta aquí?

Todo en la playa estaba completamente vacío cuando ingenuamente pensé que habría personas bailando en la orilla del mar. Sólo estábamos Jared y yo sentados uno al lado del otro. Y no me molestó, de hecho, me encontraba feliz de estar ahí porque lo había extrañado muchísimo y no podía siquiera imaginar el dolor que hubiese sentido si su intento por acabar con su vida hubiese terminado en algo real.

¿Cómo podía juzgarlo ahora?

Me quedé mirándolo mientras él seguía con sus ojos puestos en el oscuro mar. Observé sus facciones, sus cejas, sus ojos y su barbilla. Lo observé tanto que él se percató de eso y fijó sus eléctricos ojos azules en los míos, pestañeó mirándome y luego esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Por qué me miras así? —oí su voz.

—Sólo quiero asegurarme de que eres real.

Él negó levemente con su cabeza mientras reía.

—Debo confesarte algo —comentó —. No estoy trabajando en Los Ángeles ni tampoco vine sólo por el verano —fruncí el ceño con confusión —. Sólo tenía unas catastróficas ganas de verte.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez, tragué saliva porque de pronto sentí que se me había secado la garganta.

—¿Cómo que tenías ganas de verme?

—Pues si... llamé a Alex y le pregunté dónde estabas, él me contó un poco acerca de su viaje y sólo tomé el primer vuelo que me dejó aquí.

—Entonces Alex...

—Sí, lo sabía —comentó —. Y también sabía que iría al club nocturno esta noche, así que al menos está seguro de que estás bien.

—No puedo creerlo —resoplé.

—¿No te pone feliz? —me preguntó con un brillo en sus ojos. Estaba mirándome expectante a mi respuesta y pese a que me sentía feliz por tenerlo frente a mí, no me pareció suficiente luego de haberme roto el corazón.

No me sanó en segundos haberlo escuchado decir eso, no olvidé todo lo que sufrí por él. No me pareció que fue un acto demasiado romántico viajar hasta Los Ángeles sólo para verme, pues Jared Brackley estaba envuelto en dinero y si él quería viajar hasta Los Ángeles, Tokio o Bali en menos de veinticuatro horas, podía hacerlo sin pensárselo demasiado. Y yo valía mucho más que un viaje en avión proveniente de un chico rico. Si tal vez, él no tuviera dinero y se hubiese esforzado por venir hasta aquí, la historia sería de otro modo...

—No sé cómo sentirme en este momento —confesé. Desvié mi mirada hasta el mar, no quería observarlo a los ojos porque eso me hacía sentir débil. No podía quitarme de la cabeza que él mismo me había empujado de su vida sin pensar en que yo podía ayudarlo, pero a la vez me sentía egoísta porque comprendía el hecho de que cuando una persona siente que ya no sirve para nada, lo único que hace es pensar en sí mismo —¿Cómo es que me quito de la cabeza todo lo que sufrí por ti?

—No necesito que te lo quites de la cabeza, sólo que me perdones —oí su voz —. Sé que fui un imbécil, pero también sé que puedo arreglarlo.

Cuando dijo eso no pude evitar soltar una pequeña risa irónica, pues la última vez que habíamos hablado por móvil él mismo me había dejado claro que no podía prometerme que lo arreglaría, sin embargo, ahí estaba: frente a mí tratando de arreglar algo, que, tal vez, nunca se arreglaría.

—No es suficiente —me mantuve en la misma posición del comienzo. Quería mantenerlo a raya, no quería ser una frágil. No quería ser la misma chica que perdonaba, que creía en las personas y que luego la dejaban con el corazón destrozado. Él me observó con dolor en su mirada, pero no dijo nada, sólo esperó atento a lo que iba a decir —. No es suficiente para mí que vengas a Los Ángeles porque sé que puedes hacerlo cuando se te plante en gana, no es suficiente para mí que sólo esperes que te perdone cuando estuve meses en mi cama convenciéndome de que era una pésima idea ir a Londres por ti, no es suficiente que sólo vengas con tu desplante de chico perfecto a decirme que estás arrepentido por esto porque... ¿cómo sé que no volverá a ocurrir?

—Camile.

—No es primera vez que no te haces cargo de lo que sientes, Jared. Y yo no soy una chica de prueba, no soy una chica con la que un día puedes ser feliz, hacer que se enamore de ti y al otro día decidas que no eres capaz de esto y mandarme a la mierda. Soy un ser humano y me duele porque yo si me enamoré de ti.

—Yo también me enamoré de ti y todavía lo estoy —mantuvo su mirada en la mía, algo se revolvió en mi estómago, pero intenté mantenerme fuerte —. Y lamento tanto que te hayas enamorado de mí justo en este momento porque sé que soy un puto desastre, pero si estoy aquí es sólo porque no soporto tenerte lejos de mi vida, Camile.

Yo tampoco soportaba tenerlo lejos de mi vida, no soportaba no poder verlo, no poder abrazarlo ni tampoco ver cómo sus ojos azules me observaban cuando me colocaba un vestido colorinche, pero tenía miedo. Estaba aterrada y nunca lo había estado antes. Tenía miedo de que Jared Brackley rompiera mi corazón una vez más.

—No estoy pidiéndote que regreses conmigo —aclaró —, sólo quiero ser capaz de estar en tu vida para arreglar todo lo que arruiné, quiero ser capaz de hacerte sentir segura y demostrarte que si soy el chico para tu vida. Que siempre he sido y seré el Jared que conociste por primera vez en Londres. No prometeré que no tendré caídas, claro que las tendré, pero no voy a alejarte de mi vida nunca más.

Sonreí levemente al escucharlo decir eso. Sólo necesitaba aceptar que era una persona que cometía errores, pero que podía aprender de ellos, levantarse y no necesariamente alejando a todos de su vida.

—Eres increíble, Jared —confesé y él me observó con un pequeño brillo en sus ojos —. No me equivoqué al enamorarme de ti, pero no puedo fingir que nada ocurrió, lo sabes ¿no? —él asintió levemente —Porque, como dije una vez, primero debo quererme a mí misma.

—Eso es cierto —corroboró —. Y te aseguro que estaré a tu altura.

—Ya lo estás, sólo necesitas darte cuenta de eso —me encogí de hombros —. Ahora es hora de que nos demos un chapuzón ¿no?

—¿Qué? —rio desconcertado.

—He agregado un nuevo punto a mi lista —comenté —. En realidad, creé una nueva, pero en esta dice que debo darme un chapuzón en la playa en la madrugada. Y debemos hacerlo antes de que amanezca.

—¿Agregaste "correr desnuda por la playa"?

Abrí mis ojos de par en par y negué con mi cabeza mientras reía.

—¿Debería haberlo hecho?

—Claro que sí, es de madrugada, no hay nadie aquí... —miró a su alrededor —Y yo voy a acompañarte.

—¡¿Qué?! —reí con fuerza —¿Y si solo lo hacemos en ropa interior?

—¿Qué cosa? —se enserió.

—Ya sabes, correr... —contesté nerviosa y él sonrió de medio lado burlándose de mí.

—Ya decía yo que hacerlo con ropa interior era muy aburrido...

—¡Jared!

—De acuerdo —se puso de pie mientras sonreía.

De pronto, comenzó a quitarse la camiseta, luego los zapatos, calcetas y el pantalón. Quedó sólo con su bóxer puesto y no pude evitar mirarlo de pies a cabeza. Estaba un poco más delgado, pero su cuerpo seguía tonificado ¿Por qué diablos era tan guapo?

—Lo haré con bóxer sólo porque te da miedo hacerlo desnuda.

—Es que puede vernos alguien... —intenté bajar la cremallera del vestido, pero como no podía, Jared se acercó lentamente a mí, se puso detrás de mí y lentamente la bajó. Cuando sus dedos hicieron contacto con mi piel desnuda sentí una electricidad recorrerme el cuerpo. Él se alejó un poco, me lo quité completamente lanzándolo a la arena y él no tuvo tapujos en observarme.

Él se colocó a mi costado y chocó su hombro desnudo con el mío.

—Correremos hasta esa roca —señaló —. El primero que llegue, gana. El que pierde, se da un chapuzón.

—De acuerdo —asentí entusiasmada.

—Prepárate para perder —lo oí.

—¡Prepárate tú! —grité y comencé a correr.

—¡No he dado la señal de salida! —oí su voz mientras venía corriendo detrás de mí.

Correr en la arena era sumamente cansador, sobre todo porque yo no era una deportista. Salía a trotar a veces, pero jamás lo había hecho con el fin de ser genial en los deportes. En cambio, Jared se notaba que era un chico de gimnasio, pero aun así corrí con todas mis fuerzas, no porque no quería darme un chapuzón, sino porque odiaba perder.

A Jared le tomó pocos segundos alcanzarme y correr por delante de mí, pero no me rendí. Continué corriendo y sin pensármelo dos veces me abalancé en contra de él tal cual jugador de futbol americano lo haría. Jared se sorprendió por mi actuar y ambos caímos a la arena.

—¿Qué demonios? —rio.

Pero no me quedé a conversar, rápidamente me puse de pie pese al dolor de caer encima de su cuerpo y seguí corriendo.

—¡Tramposa! ¡No puedes hacer eso!

Nuevamente venía detrás de mí, pero claramente no estaba esforzándose como yo, sin embargo, me pasó rápidamente y cuanto vimos que la roca estaba cerca, él adelantó el paso y cuando estaba a punto de ganarme, se detuvo.

¿Pero qué diablos hacía?

Llegué a su costado y aunque pude rebasarlo, me detuve.

—Gáname —dijo.

—No, tu ibas a ganarme, así que llega a la roca —le dije con orgullo y con la voz agitada.

—Te estoy dando el favor —me observó de reojo.

—¿Y ser una mala perdedora? ¡Olvídalo! —fruncí el ceño.

Él esbozó una pequeña sonrisa.

—¿De verdad eres así de competitiva?

—Hay muchas cosas que todavía no conoces de mí.

—De acuerdo —sonrió levemente y luego caminó hasta la roca, la tocó y se volteó hacia mí. —Me debes un chapuzón.

—Lo haré —asentí.

Me giré hacia el mar mientras Jared venía caminando hacia mí. Respiré profundo y lentamente me acerqué al agua que por cierto no estaba helada como imaginé ni tampoco tenía olas muy grandes, sólo se mantenía ahí como un lago. Miré a Jared hacia atrás que se mantenía de brazos cruzados observándome con picardía. Finalmente me zambullí en el agua ignorando completamente el tiempo, el lugar en el que estaba y la persona que estaba mirándome desde la arena. Estaba haciendo una locura en otro país y se sentía genial.

Cuando salí a la superficie, noté que Jared venía corriendo hacia el mar y cuando se acercó lo suficiente se dio un chapuzón que salpicó agua para todos lados. Me reí.

—¡Está perfecta! —oí su voz cuando salió a la superficie.

No pude evitar observarlo cuando salió a la superficie y se acomodó el cabello mojado tal cual lo haría un modelo en cámara lenta. Se sacó el agua de la cara y caminó hasta que estuvo delante de mí. No conversamos demasiado, sólo estuvimos nadando por unos minutos, luego zambulléndonos y bromeando con cosas terroríficas como tiburones o ballenas. Sí, me daba escalofríos encontrarme con una ballena.

De pronto, el silencio se metió entre nosotros y se acomodó para formar una tensión palpable en el ambiente. Estábamos muy cerca, observando las luces de la ciudad que aún se encontraban encendidas. Su hombro estaba rozando el mío y no podía evitar querer tocar su piel que tanto había extrañado.

—¿Crees que estemos destinados a encontrarnos todas las veces posibles? —me preguntó mientras mantenía su vista al frente y sus manos descansaban tocando el agua.

—Quizá somos piezas perfectas.

Él rápidamente me observó.

—La conversación de la piscina —me sonrió.

Asentí lentamente.

Él se giró hacia mí, me observó a los ojos y luego bajó su mirada hasta mis labios.

—Cualquier pieza estaría agradecida de estar a tu lado.

—Claro que no —sonreí.

—Yo lo estoy. Estoy agradecido de haber encontrado a una chica como tú.

—¿Una chica como yo? —ladeé la cabeza con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Una que encaja conmigo.

Guardé silencio y sólo lo observé. Sus ojos se veían claros pese a la oscuridad y no pude evitar querer acortar el pequeño espacio que había entre nosotros. Sin embargo, no pude pensarlo demasiado cuando fue él quien se acercó más a mí, colocó ambas manos en mi rostro y me besó. Al principio me quedé congelada, pero cuando la electricidad recorrió toda mi espalda reaccioné a lo que estaba sucediendo: Estábamos en el océano con el agua hasta nuestro tórax besándonos. En Los Ángeles.

Sentir nuevamente sus labios sobre los míos fue casi como si nunca nos hubiésemos perdido. Todo mi estómago estaba revuelto y las mariposas ya se me habían ido al cerebro. Sólo cerré los ojos y apoyé mis manos en sus caderas por debajo del agua. Por un momento pensé que iba a besarlo hasta el amanecer en aquel lugar porque ambos nos habíamos estado necesitando y no había señales de querer separarnos de la boca del otro, sin embargo, una pequeña ola se coló entre nosotros marcando una leve distancia que nos dejó con la respiración a medio sentir. Ambos reímos un poco nerviosos.

—Lamento si...

—No importa —lo interrumpí.

No podía dejar de mirarlo y al parecer él tampoco a mí. Yo no podía creer que luego de todo ese tiempo, de tanto llorar por él, estaba ahí teniendo los mismos sentimientos y queriendo, a toda costa, que todo regresara atrás.

—Creo que es hora de regresar —dije con cierto temblor en la mirada.

Él asintió, extendió su brazo y me ofreció su mano. De inmediato la tomé y juntos caminamos hasta estar nuevamente en la orilla de la playa.

El camino hacia nuestra ropa fue completamente silencioso y cuando noté que ya habíamos llegado a la línea horizontal que había dibujado Jared para comenzar nuestra carrera, me percaté que la ropa no se encontraba ahí. Busqué con la mirada a mi alrededor mientras lentamente mi corazón fue acelerándose.

—No está la ropa —informó Jared.

—¿Dónde la dejamos?

—Justo aquí.

—No es posible, seguiría en este lugar —le dije.

Jared giró sobre sus pies mirando a su alrededor, pero todo estaba completamente vacío y no había indicios de que nuestra ropa se encontrase en algún lugar de la arena.

—Quizá el agua...—comenzó —No, está demasiado lejos, alguien la sacó de aquí, mira —señaló la arena en donde se formaban huellas de una persona.

Suspiré irritada ¿Cómo era posible que alguien viniera hasta aquí para robarse nuestra ropa?

—No puedo creerlo —refunfuñé —¿Cómo nos iremos así?

—Dímelo a mí que el hotel en el que estoy está a media hora en taxi de este lugar —señaló Jared con preocupación.

—Regresemos al hotel donde me estoy quedando con Alex, debería estar a diez minutos.

—¿Así? —alzó las cejas.

—Así —confirmé —¿Qué esperas? En la mañana será peor.

—Al menos finjamos que estamos borrachos ¿no? —bromeó y yo negué con mi cabeza.

—Ya vámonos.

Comenzamos a caminar en ropa interior y descalzos hasta la solera. Al menos a esa hora no había muchísima gente en la calle, pero tampoco se encontraba todo vacío. Ni siquiera me había puesto una buena combinación de ropa interior y en comparación con Jared, yo sólo era una chiquilla flacucha. Jared se veía como un modelo promocionando los bóxer Calvin Klein que llevaba puestos.

Intenté no mirar hacia ningún lado mientras caminábamos a través de las calles de Los Ángeles, sin embargo, todas las personas con las que nos encontrábamos se nos quedaban mirando por unos segundos sin entender por qué demonios estábamos en la calle en ropa interior. No dudaba en que mi rostro estaba colorado, pues podía sentir el calor de mis mejillas, en cambio Jared caminaba relajado intentando no pisar algo puntiagudo que le rompiera los pies.

—¡Hey! —escuchamos un grito. Ambos giramos para saber de quien se trataba, eran un par de chicos —¡¿Les cerraron el motel?!

Jared rio por lo bajo, pero yo sólo abrí mis ojos de par en par y continué caminando más rápido.

—Si alguien nos graba caminando así por la calle estaré muerta —le dije a Jared sólo para que él me escuchara.

—Estaremos —me observó.

Seguimos nuestro camino hasta que finalmente comencé a ver el bendito hotel. Apresuré el paso mientras Jared me seguía. Cuando estuve adentro quise sentirme protegida, pero no fue así, pues había más personas en la recepción y al vernos entrar a Jared y a mí en esas condiciones fue realmente como estar desnudos. Me acerqué a la recepción y me presenté con el recepcionista que de inmediato me reconoció.

—Nos han robado todo —expliqué y él enseguida comenzó a decirme que debíamos llamar a la policía, pero me negué, le dije que sólo quería ir a mi habitación y que Jared vendría junto a mí.

Por supuesto que Alex todavía no estaba en el hotel y sólo me sentí a salvo cuando cerré la puerta a mi espalda al entrar en la habitación. Jared miró a su alrededor inspeccionando el lugar en el que nos quedábamos, luego caminó lentamente y se sentó en la cama.

—No ha sido tan terrible —sonrió.

—Que ridiculez —me reí —¿Pero sabes lo que más me aflige?

Él alzó su vista.

—Me han robado el vestido de girasoles.

—Encontraremos otro —aseguró —. Además, todavía tienes el vestido de nubes del día en que nos conocimos.

—Estuve a punto de quemarlo cuando descubrí que ya no íbamos a estar nunca más juntos.

—Claro que no lo hiciste ¿cierto? —se enserió mirándome.

Negué con mi cabeza.

—Por supuesto que no.

Me gustaría relatar que hubo una conversación previa a lo que vino después, sin embargo, cuando me senté a su lado en la cama, fue todo demasiado rápido e intenso. Sentí sus labios sobre los míos como un rayo y me dije a mi misma que no podía detenerlo justo en ese momento. Sus manos me acariciaron la cintura, luego viajaron hasta mi cuello y mi clavícula. En todo el viaje que había estado teniendo con Alex, no había podido reparar en ningún tipo, pues nadie me parecía lo suficientemente atractivo y todavía no podía superar la ruptura abrupta con Jared. Seguía enamorada de él y ahora estaba confirmándomelo una vez más.

Sus intensos besos bajaron por mi cuello consiguiendo que me entregara a él una vez más. Por un momento pensé en Alex, en que si llegaba y nos encontraba así sería una horrible interrupción, pero cuando Jared me tomó de la cintura y me sentó a horcajadas sobre él, se me olvidó todo.

Estaba sentada sobre su bóxer abultado, soportando las ganas de quitarle todo y quedar piel contra piel, pero él sólo estaba concentrado en besarme y acariciarme las piernas, el trasero, la cintura y luego mis pechos. Nuestros labios se enredaban al compás de los movimientos, ya todo estorbaba, ya nada nos hacía falta.

Lo vi colocarse encima de mi cuerpo mientras suavemente abría mis piernas, me quitó el brasier con sólo una mano y me recorrió con la mirada cual león lo haría. No me pregunté si durante todos esos meses él había tenido algo con otra persona, no me hice esas básicas preguntas con las que podría haberlo atacado y no llegar a nada. No quería eso, sólo quería que todo fluyera y si eso significaba terminar entre las sabanas con Jared Brackley, así sería. Es que ya no estaba aguantando bien tener a Jared tan lejos de mi cuerpo.

Poco a poco deslizó una de sus manos hasta mi braga y cuando estuvo en mi zona íntima comenzó a tocarme sólo como él sabía hacerlo. Primero lentamente y luego rápido. Mi cuerpo pedía más, mucho más. Mientras me observaba seguía entregándome placer, como si le gustase verme acalorada por su culpa. Yo también me atreví a tocarlo cuando sentía que ya era hora de que todo ocurriera, tenía el bóxer apretado, así que con fuerza lo jalé hasta quitárselo dejando al descubierto un Jared completamente excitado por mí. Y Dios, ¡No podía dejarlo así!

—No tengo preservativo —me dijo con voz dura, besando mis labios y mientras continuaba tocándome la zona íntima. No podía respirar bien, sentía que me dolía de tan acalorado que tenía el cuerpo.

—Alex, Alex debe tener... —dije.

Me puse de pie sufriendo por el desapego que tuvimos y rápidamente busqué en la mesita de noche de mi amigo hasta que encontré uno. Miré a Jared como si hubiese encontrado un tesoro, él me sonrió de medio lado y asintió. Se tendió en la cama de espalda y me sonrió con picardía.

—Me lo vas a poner, ¿no?

No tenía para qué pedírmelo.

Lo hice lentamente, torturándolo, pude verlo en su mirada y cuando terminé de hacerlo, él se sentó y me atrajo a su cuerpo con rudeza, me quitó la braga que tenía puesta dejándome completamente desnuda y se posicionó encima de mí. Me pidió que lo mirara a los ojos y yo claramente no iba a perderme ningún segundo aquellos eléctricos ojos azules que parecían arder en llamas. Lentamente sentí que entró en mi cuerpo. Ya nada nos separaba, no había ningún centímetro entre nosotros. Nuestros cuerpos encajaban perfectamente y temí por mi vida luego de aquél encuentro, pues ya definitivamente no iba a poder quitármelo de la cabeza.

Coloqué mis piernas en su espalda, él comenzó con lentitud, hasta que aumentó la velocidad. Sus caderas chocaban con mi trasero con agresividad y yo sentía que iba a derretirme justo allí. Mi feminidad ardía del placer mientras Jared empujaba con fuerza hacia mi cuerpo, hasta que poco a poco sentí cómo aquel espacio en mi vientre iba llenándose. Seguramente mis gemidos se iban a escuchar en la habitación de al lado, pero no me importó. Jared se acercó un poco a mí, se detuvo en mi oreja y oí su respiración, luego me besó rápidamente. No pude más. Todo se contrajo en mi cuerpo y gemí enterrando mis dedos en sus hombros. A él pareció gustarle, pues aumentó la velocidad consiguiendo que me sintiera más débil. Hasta que finalmente oí su gemido duro y ronco apretando mis caderas. Se detuvo lentamente mientras entraba y salía hasta que finalmente se quedó dentro de mí, pero quieto. Me observó a los ojos, ambos respirábamos agitados.

—Que reencuentro —dijo.

Sólo me reí.

Poco a poco se salió de mi cuerpo, lo vi ponerse de pie, me dio una mirada fugaz y luego caminó hasta el baño. Ese cuerpo trabajado con algunos lunares seguía gustándome, desnudo, con ropa, de todas formas y no podía evitar mirarlo. Me quedé desnuda tendida en la cama mirando el techo por algunos segundos hasta que oí el agua de la ducha, me lo pensé un poco, pero finalmente me decidí, salí rápidamente de la cama y corrí al baño.

Empujé la puerta y lo primero que vi fue a Jared a través del vidrio de la ducha dándose un baño. Tenía sus ojos cerrados, pero cuando cerré la puerta a mi espalda los abrió ¿Cómo podía ser tan guapo? Así, desnudo, con el agua cayéndole desde la cabeza a los pies. No me ruboricé cuando me sonrió a través del vidrio. Me observó de pies a cabeza, él mismo fue quien deslizó el vidrio de la ducha y yo me metí junto a él.

—¿No bastó con lo de allá afuera? —me preguntó con una sonrisa.

—Solo he venido a darme una ducha —rodé los ojos.

—Entonces déjame ayudarte.

Me tomó por los hombros, me giró lentamente consiguiendo que el agua de la ducha me mojara por completa, luego lo vi ponerse un poco de shampoo en la palma de la mano y sólo me quedé quieta cuando sus dedos hicieron contacto con mi cabeza. Cerré mis ojos y sólo me quedé ahí, sintiéndolo. Sus dedos masajearon mi cabeza mientras la espuma del shampoo cada vez era más grande. Me enjuagó el cabello, acarició mi cuerpo con sus manos con jabón y todo esto lo hizo en silencio, a ratos mirándome a los ojos. Teniéndolo frente a mí tratándome con tanto cariño no pude evitar recordar Londres, no pude evitar recordar el día en que nos conocimos, nuestras conversaciones por mensajes, la oficina y el vino, su piscina, la camioneta chocada a mitad de una calle solitaria y el teatro. No entendía cómo todo había fluido de tal manera para encontrarnos así sin más, sin pensar en que nos enamoraríamos, que intentaríamos a toda costa estar juntos y que no nos importaría nada cuando nos viéramos ¿Era Jared la persona indicada?

Al salir de la ducha ambos oímos que alguien había entrado al departamento, si era Alex esperaba que no viniese con una chica, aunque también dudaba de eso después de lo que me había dicho Jared, que mi amigo estaba enterado de todo.

Me envolví en una toalla, Jared hizo lo mismo y él primero en salir del baño fue él para saber de quien se trataba y rápidamente escuché la voz de mi amigo.

—¡Jared! —exclamó —¿Cómo estás?

—Bien ¿Dónde estabas?

—Fui a dejar a la chica a su casa —comentó mi amigo —¿Dónde está Camile? —Seguramente Jared le indicó que me encontraba en el baño, así que Alex se mantuvo en silencio hasta que me vio envuelta en una toalla.

—¿Todo bien? —me preguntó con una sonrisa cómplice en el rostro.

Negué con mi cabeza.

—¿Cómo se te ocurre dejarme sola en medio de Los Ángeles? —reclamé.

—Sabía que Jared se encontraría contigo.

—Tuvimos un par de problemas —comentó Jared rascándose la nuca. Alex frunció el ceño sin entender —Fuimos a la playa, decidimos darnos un chapuzón y nos robaron todo.

—¡El móvil! —exclamé recordando que estaba entre mis cosas.

—Sí, el mío también se lo llevaron —confirmó él.

Alex no pudo evitar soltar una carcajada, luego se enserió cuando nos vio a Jared y a mí mirarlo tipo: ¿Acaso te parece gracioso?

—¿Se vinieron en ropa interior hasta aquí?

—¡Si! ¿Puedes creerlo? —resoplé —Si salgo en internet y me convierto en un meme voy a morirme —exageré.

Ambos rieron de mí.

—Deja que te presto ropa —le dijo mi amigo a Jared, se quedaron conversando un poco más mientras yo sacaba mi pijama, me lo coloqué en el baño y luego me senté al costado de Jared quien estaba poniéndose un par de zapatillas.

—Volveré al hotel en el que me estoy quedando ¿Cuándo se van? —nos preguntó poniéndose de pie. Algo se revolvió dentro de mi estómago, ya no tenía tantas ganas de irme.

—Hoy —contestó Alex.

Jared asintió lentamente, me observó a los ojos por unos segundos y luego mantuvo su mirada en Alex.

—Por la tarde te traigo la ropa ¿está bien?

—Está bien, te llamo un taxi —oí a mi amigo.

Estaba en silencio mirándolos a ambos mientras llamaban a un taxi por el móvil de Alex y se ponían de acuerdo para pagarlo, pues Jared había dejado todas sus cosas en la habitación del hotel en el que se estaba quedando y aparte nos habían robado todo, no tenía para pagar. Su mirada eléctrica hacía contacto con la mía por unos pequeños segundos, como si quisiera decirme algo, pero finalmente no decía nada. Eso me desesperaba, pues yo sólo quería saber qué es lo que ocurriría ahora.

Jared se despidió de mí con un beso en la mejilla y fue amargo. Se sintió lejano, como si nos estuviésemos despidiendo para siempre, otra vez. Y cuando me quedé a solas con Alex en la habitación, él desvió su mirada hacia la mía y ladeó la cabeza.

—¿Ahora es cuando me dices que van a regresar y todo bien?

Suspiré, me metí debajo de las sabanas y me cubrí hasta el cuello.

—¿Por qué no me dijiste que vendría?

—Él no quería que lo supieras, pensó que, si te enterabas, saldrías corriendo.

—El único que corre es él.

—Ahora dime qué ocurrió.

—¿Puedo estar todavía enamorada de él?

Alex resopló como si hubiese dicho un chiste.

—¡Sólo han pasado un poco más de siete meses! Yo estuve enamorado de mi ex como por dos años seguidos —rio.

Me reí un poco, luego me quedé callada.

—Nadie te juzgará, Camile.

—No quiero ser una tonta —lo observé a los ojos.

—No lo eres.

—Harriet me mataría —bufé.

Alex rodó los ojos.

—Harriet mataría a cualquier ser vivo que se le ocurra hacerte daño, pero de eso se trata ¿no? De aceptar lo que sentimos y ya ¿Para qué tantas vueltas?

Me costó mucho conciliar el sueño, sobre todo porque la luz estaba entrando por las persianas y Alex no quería encender el aire acondicionado porque al parecer podíamos pescar una gripe que nos dejaría en la cama todo el viaje. No podía dejar de pensar en el reencuentro que tuve con Jared y en cómo me sentía al volver a verlo, ¡Ay, Dios! ¡¿Por qué la vida me había hecho tan enamoradiza y frágil?!

Cuando desperté Alex ya estaba moviéndose de un lado a otro mientras hablaba por teléfono con su madre en un acento muy peculiar de él, estilo londinense total. Fruncí el ceño y me incorporé un poco, miré algunas de mis cosas desparramadas y luego me puse a meter todo lo que me faltaba en la maleta.

—¿Todo bien? —le pregunté a mi amigo cuando colgó.

—Si, sólo me da nostalgia que nuestros caminos se separen hoy —me sonrió, se acercó a mí y me observó a los ojos.

—Tranquilo Alex, de seguro en dos años juntamos más dinero para irnos de viaje a lugares más lejanos.

—¿Pero irás a verme a Londres?

—¡Claro que iré! —le sonreí. —De hecho...

—¡¿Qué?! —abrió sus ojos de par en par y yo corrí a mi maleta, deslicé el cierre y de ahí saqué un boleto.

—¿Qué es eso?

Se lo entregué.

Él lo observó por unos segundos, pestañeó sin entender y...

—¡¿Te vienes a Londres?!

—Sólo si me aceptas en tu hogar —le mostré el labio inferior y él me sonrió con alegría, me abrazó con fuerza y me levantó del suelo. —Sólo serán siete días... luego ya debo regresar a Portland y vivir una vida normal.

—¿Estamos en el mismo avión? —me preguntó como si eso fuese lo más importante, pero no, no había conseguido un boleto en el mismo avión que Alex, pero salían con una hora de diferencia y podríamos vernos en el aeropuerto.

De camino al aeropuerto tenía un vacío en el estómago. No tenía mi móvil y no podía ver si Jared me había escrito (aunque él también estaba sin su teléfono). Me compré un agua antes de subirme al avión, me despedí de Alex con una sonrisa. El plan era que lo esperaría en el aeropuerto de Londres hasta que él llegara para luego irnos a su casa.

Me acomodé en el asiento de al lado de la ventana, abrí el libro que había dejado por la mitad y observé cómo el avión se elevaba. Me dolía el estómago, sentía que algo estaba rompiéndose otra vez en mi cuerpo. Quería regresar el tiempo atrás y estar sentada con Jared en la arena mirándonos a los ojos.

¿En qué había pensado cuando compré el boleto a Londres para finalizar el viaje con Alex? ¿Realmente estaba pensando en pasar más tiempo con mi amigo o reencontrarme con Londres y todos su sentimientos extraños y avasalladores? Creo que estaba más dispuesta a encontrarme con Jared en la que trabajé en algún minuto. Sin embargo, nos habíamos encontrado, gracias a él, en Los Ángeles... y no había quedado en nada. Sólo en un polvo romántico, una ducha relajante y sin rencores...

¿Eso era todo lo que éramos?

¿Una fugaz pareja capaz de decirse un par de palabras románticas, capaz de perdonarse y luego dejarse ir hasta nuevo aviso?

¿No había un felices para siempre o algo por el estilo?

¿Debía haberle dicho que lo perdonaba y que estuviésemos juntos otra vez?

Me dolió la cabeza sólo pensar en que la había cagado yo esta vez.

Ya llevaba cuatro horas en el avión, me dolía el trasero, así que me puse de pie para estirar un poco las piernas. Y cuando regresé a mi asiento, había un papel encima. Fruncí el ceño, miré a la persona de mi costado, pero estaba durmiendo plácidamente. Me abroché el cinturón y lo abrí:

"You make my heart feel like it's summer"

Me quedé congelada mirando el papel y automáticamente mi mente viajó a la noche en que Jared y yo nos quedamos en mi casa. Le pedí una canción para dormir. Y él escogió esa.

Alcé mi vista, miré a mi alrededor. Ningún cabello rubio.

Bajé la mirada nuevamente al papel, nerviosa.

Todo lo que restó de viaje me quedé en el asiento esperando que alguien apareciera frente a mí. Pero no pasó. Me puse de pie una vez, sólo una al baño... pero cuando regresé no había notas, no había papeles, nada ¿era una broma de mal gusto?

Cuando el avión aterrizó y todos comenzaron a bajarse, esperé. Esperé paciente en mi lugar esperando que apareciera entre tantas personas, pero no lo vi. Y eso me decepcionó un poco, no podía dejar de pensar en el papel. Ya era de noche en Londres, pero me quedé dentro del aeropuerto como se lo había prometido a Alex.

Caminé lentamente por el pasillo mientras continuaba mirando la notita, su recuerdo me estaba haciendo realmente mal. Me estaba volviendo una paranoica, quizá sólo se le cayó a alguien que no quería olvidar la letra de la canción.

Me senté en un sofá del aeropuerto para esperar a mi amigo, cuando de pronto, los altavoces se encendieron, fruncí el ceño, pues se formó un silencio que no reconocí como natural en un aeropuerto caótico como el de Londres. Miré a mi alrededor, sin entender, hasta que se oyó la melodía de una canción. Canción que me hizo apretar el papel con fuerza y...

Tell me (dime)

Tell me that you want me (dime que me quieres)

And I'll be yours completely (y seré tuyo completamente)

For better or for worse (para bien o para mal)

Su voz. Era su voz.

Me puse de pie, desconcertada.

I know (sé)

We'll have our disagreements (que tendremos nuestros desacuerdos)

Be fighting for no reason (pelearemos sin ninguna razón)

I wouldn't change it for the world (no lo cambiaría por nada en el mundo)

De pronto, todas las miradas se quedaron en mí. Y casi sentí que iba a quedarme sin respiración.

'Cause I knew (porque supe)

The first day that I met you (desde el primer día que te conocí)

I was never gonna let you (que nunca iba a dejarte)

Let you slip away (dejarte escapar)

And I still remember feeling nervous (y aún recuerdo sentirme nervioso)

Trying to find the words to (intentando encontrar las palabras)

Get you here today (para tenerte hoy aquí)

You make my heart feel like it's summer (haces que mi corazón se sienta como en verano)

When te rain is pouring down (cuando la lluvia está cayendo)

You make my whole world feel so right when it's wrong (haces que todo mi mundo se sienta bien cuando está mal)

That's how I know you are the one (es así como sé que eres la indicada)

La melodía siguió sonando, pero su voz se fue y yo me quedé quieta. Las miradas seguían puestas en mí y yo no entendía por qué, hasta que alcé la vista y lo vi sentado en un sofá frente al mío, con un pequeño auricular. Me miró a los ojos en la distancia y a mí me empezó a latir el corazón con fuerza. Si había estado ahí en todo momento había visto cómo entraba en pánico lentamente... como me moría de ganas por verlo... y... ¿había viajado conmigo en el mismo avión?

Se puso de pie, caminó lentamente a mí y me sonrió levemente cuando estuvo cerca.

—Jared —dije al fin.

—La vida es tan corta para tenerte tan lejos —lo oí y se me apretó el corazón.

—¿Cómo sabías que...

—Alex.

—¿Cómo sabía Alex que yo...

—Es chismoso.

Me reí, porque estaba nerviosa.

—No puedo creer que estés haciendo esto.

—Comencemos de cero —me observó a los ojos.

—Pero...

—¿Te gusta el café? —me preguntó, desconcertándome.

—Jared —me reí nerviosa, mirando a mi alrededor. Pero ya nadie estaba mirándonos. Él sabía que me gustaba el café, muchísimo.

—Conozco una cafetería perfecta para ir, Coffee and books ¿la conoces?

—No —le seguí el juego. —Me suena a libros y café —bromeé.

—Y a camareras con cara de culo —sonrió, luego continuó mirándome a los ojos —¿Tendrías una primera cita conmigo en C&B?

—Sólo si me prometes que no tendré que armar mi maleta e irme llorando a Portland.

Él asintió levemente.

—Me iré contigo a Portland y nada de corazones rotos. Y claro que tenemos que ir donde la abuela nana ¿no?

Abrí mis ojos, emocionada.

—¡Claro que sí!

Nos observamos por unos segundos más a los ojos, él acortó la distancia y me acarició la mejilla.

—Espero que no sea demasiado tarde para recuperar todo lo que perdimos, Camile —vi su rostro enseriarse, luego bajó la mirada con nervios —, sólo dime que me quieres... yo me encargaré de lo demás.

Respiré hondo, armándome de valor para lo que le diría...

—No te quiero, Jared. Yo te amo, estoy enamorada de ti... —él alzó la vista con una sonrisa ilusionada. —Pero prométeme que ahora te quedarás conmigo pese a todo.

—Me quedo, claro que sí. Ya no hay vuelta atrás, así que piénsatelo bien ¿eh? Porque si que soy un grano en el culo cuando quiero. Y ahora nos tendremos todos los días... ¿podrás soportarlo?

—Lo soportaré con unas buenas canciones de mi estrella de rock favorita.

—Mientras te vistas con esos vestidos coloridos para mis conciertos, seremos felices.

La vida arma.

Y está llena de oportunidades.

Y más cuando has encontrado en los ojos de otra persona el camino que quieres seguir.

Y no estaba arrepentida.

Porque estaba enamorada de Jared Brackley. Y aunque nos rompiéramos el corazón... lo seguiría escogiendo. Porque éramos piezas perfectas.

Y había sólo una oportunidad para disfrutar al amor de tu vida.

***

FIN

Fiiiiin definitivo

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Sé que me tardé mil años, pero yaaaaaa. No me regañen, adiós

Por favor déjenme sus votos y comentarios ❤️

XOXO

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