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Capítulo 48

Por la tarde sólo estuvimos en casa pues estaba lloviendo con fuerza, sin embargo, a eso de las cinco de la tarde se escuchó el timbre, como todos estaban ocupados, me puse de pie para ir a abrir a quien sea que se encontrara afuera mojándose. Sin mirar quien era, abrí la puerta y choqué con los ojos oscuros de Stefan. Algo se revolvió dentro de mi estómago y sentí mi corazón detenerse por unos segundos ¿qué hacía ahí?

—Stefan —fue lo único que pude decir.

—¿Cómo estás? —me preguntó con una leve sonrisa en el rostro.

Venía con un paquete entre sus manos ahora que podía mirarlo mejor.

—Bien ¿Y tú?

—Bien... no tanto como me gustaría, pero bien —comentó y yo fruncí el ceño —¿Puedo...?

—Sí, pasa —contesté abruptamente —. Sólo quiero decirte que...

Demasiado tarde.

Stefan ya había entrado y se había encontrado de sopetón con Jared quien iba a subir la escalera. Ambos hicieron contacto visual por unos segundos como si se hubiesen sorprendido por verse ahí. Intenté controlar la respiración.

—Stefan... —oí la voz de Jared, su ceño se frunció.

Noté que Stefan controló sus emociones, lo conocía muchísimo. No le sonrió ni mucho más, pero al menos lo que vino a continuación no fue tan desagradable...

—¿Cómo estás?

—Bien ¿Y tú?

—Bien.

—¿Qué haces...

—¡Stefan! —oí la voz de mi madre interrumpiendo la de Jared. Stefan se volteó hacia ella y le regaló una sonrisa cariñosa, se abrazaron un poco y luego le entregó el paquete a mamá.

—Le traje una tarta de manzana —dijo —, sé que le gustan muchísimo, así que aproveché de pasar.

Jared me observó de reojo y yo me encogí de hombros mirándolo, diciéndole en gestos que no entendía nada.

—¡Gracias! —le sonrió mamá —¿Cómo estuvo el viaje de vuelta a Portland?

Preguntas incómodas justo en mi cara.

Jared subió de igual manera las escaleras porque al parecer lo estaban llamando y yo me quedé junto a Stefan y mamá.

—Estuvo... bien, supongo —contestó él.

—Si quieres puedes quedarte a... —que no lo diga, que no lo diga —comer tarta de manzana, enseguida la sirvo.

—No, no... —comentó él de inmediato —. Sólo venía a hablar con Camile, pero al parecer está ocupada, supongo que tendremos más tiempo para hablar.

Mi madre asintió sonriente y luego se metió en la cocina.

—Tengo tiempo —le dije y él me observó incómodo.

—¿Tiempo a solas?

Asentí.

Stefan me pidió si lo podía acompañar a su auto que se encontraba aparcado afuera y yo accedí, saqué un abrigo del perchero y corrimos al auto para no quedar empapados con la lluvia.

Me senté en el asiento copiloto y él en el conductor. Me observó a los ojos por unos segundos y luego comenzó a hablar.

—Tenías razón acerca de mi padre, Camile —oí su voz con algo de culpa, mi estómago se revolvió y sólo lo observé con atención —. Hace unos días llegó una notificación desde Londres a casa en donde lo citaban a declarar, debe ir escoltado y si se niega arriesga la cárcel inmediata...

—Stefan...

—Creo que enviaron esa notificación a casa porque no podían rastrearlo por ninguna parte... Lo llamé y le comenté lo que sucedía, al principio me dijo que no me preocupara, pero luego lo llamó mi hermano y así hasta que se vio atado de manos y nos confesó todo —noté que sus ojos se nublaron y sólo miró hacia otro lado —. Dijo que lo había hecho por amor —soltó una falsa risa —¿Quién demonios hace eso por amor?

—¿Por amor? —fruncí el ceño.

—Por Jane Brackley. Comentó que se había enterado y que Jane no lo dejó escapar hasta que lo involucró —me contó con confusión —. La verdad no sé cuál es la historia real, pero ya sé qué tipo de hombre es... y debí creerte cuando me lo dijiste, así, tal vez, hubiese estado preparado para tan fatal noticia.

—Lo lamento muchísimo, Stefan.

—No lo lamentes —me observó a los ojos —. Cada uno forja su propio camino.

—O el destino irrumpe con fuerza.

—Todavía no logro creer en el destino —sonrió con tristeza —. Creo que el viaje a Londres fue la peor decisión que he tomado en años y lo hice por amor ¿sabes?

—Lamento haber arruinado todo.

—El único que arruinó todo fui yo y lamento eso —respiró hondo conteniendo su tristeza —... Y Jared ¿Por qué está aquí? ¿No se casó?

Negué levemente con mi cabeza.

—No se casó y también quería escapar de Londres —bajé la voz.

—¿Están juntos?

—Si.

Él me observó por unos segundos a los ojos y luego buscó mi mano, la tomó y la apretó, acarició un poco mis nudillos mientras los observaba, hasta que nuevamente hizo contacto visual conmigo...

—De verdad espero que seas muy feliz, Camile —confesó con su voz algo quebrada —. No supe quererte y espero que Jared valga la pena.

Coloqué mi mano sobre la suya.

—Yo también espero que tú seas feliz, Stefan.

Él me sonrió con tristeza y se acercó para abrazarme, le correspondí su abrazo y luego nos separamos.

—Bueno, me voy... —comentó.

—Si..., realmente espero que todo se resuelva.

—Y yo.

—Bueno, adiós —desbloqueé la seguridad de la puerta y antes de bajarme Stefan me detuvo, abrió la guantera del auto y sacó un sobre de allí, me la tendió y yo fruncí el ceño.

—Es para ti.

—Gracias.

—Feliz navidad —me sonrió.

—Feliz navidad —le correspondí la sonrisa y me bajé del auto guardando el sobre en mi abrigo. Corrí a la puerta de mi casa y cuando ya estuve adentro para cerrar la puerta, Stefan se puso en marcha para irse.

En cuanto cerré la puerta de entrada me encontré con Jared, me observó por unos segundos, me ayudó con el abrigo y lo dejé en el perchero.

—¿Todo bien? —me preguntó y yo asentí un poco confundida.

—Se enteró que lo de su padre es cierto —le conté y Jared hizo un gesto de condescendencia, como si lo entendiera completamente —Y creo que..., nos despedimos para siempre.

Jared asintió lentamente, se acercó un poco a mí, puso sus manos en mis hombros y me besó la frente.

—¿Y estás bien con eso?

—Si —contesté rápidamente, pues era la verdad. Se sentía como si me hubiese sacado un gran peso de encima. Había estado por tanto tiempo con él que cuando entró a casa se sintió completamente extraño, como si estuviese haciendo algo malo con Jared en casa, pero al despedirnos se sintió como un alivio, casi como si nos estuviésemos perdonando todo.

—Iré a ayudar a Isak a comprar una guitarra —comentó con una sonrisa en el rostro, yo asentí y lo vi desaparecer por el pasillo.

Me quedé por unos segundos mirando el abrigo en el perchero y me acerqué a sacar la carta que me había pasado Stefan. En cuanto la tuve en las manos, subí las escaleras y me metí a mi habitación. Antes de abrirla respiré profundo y me prometí a mí misma que leyera lo que leyera, no iba a tener lástima por los cinco años que se nos habían ido por entre los dedos.

"Camile,

Sabes que soy muy malo para escribir y también para demostrar lo que realmente siento. A eso adicionémosle que jamás imaginé escribirte una cosa como esta, pero bueno, aquí me tienes.

Durante cinco años estuve seguro que nada ni nadie podía interponerse entre lo que teníamos y me confié tanto en eso... que te descuidé. Descuidé lo que teníamos, descuidé las noches de películas, las madrugadas de llamadas telefónicas, las tardes de primavera en el parque y tus brillantes ojos verdes.

Quisiera retroceder el tiempo para haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo, pero soy un imbécil la mayoría del tiempo y eso lo sabes ¿no? Pensé que podía solucionar todo en un par de días, con un par de cenas románticas y un anillo... que imbécil. Debí haberme percatado de que el daño venía desde hace mucho y sólo bastó presionarnos un poco para que todo se nos derrumbara.

El motivo por el cual estoy escribiéndote no es para que me perdones, no es para recuperar tu amor ni menos para que sientas lástima por mí. Es para decirte adiós. No voy a presionarte... porque sé que estás enamorada de él y creo que siempre lo supe, pero me costó muchísimo aceptarlo. Me costó entender que él te quería mejor que yo, que te admiraba mucho más que yo y que tú estabas completamente aferrada a él. Me costó hacerme a un lado y aceptar que había perdido, pero hoy lo entiendo. Hoy entiendo que debo dejarte ir para que seas feliz y no quiero nada más en la vida que eso.

Espero que él tenga la capacidad de amarte tanto y más como yo te amo. Que te abrace por las noches, que disfrute tus historias llenas de magia y que sonría cuando te obsesionas con las fotografías. De verdad espero que disfrute de las mil cafeterías que quieres conocer y de los collages que haces. Que te quiera en los días de carcajadas y en los que lloras sin alguna razón. Cuando sonríes a la cámara y cuando lloras al ver una noticia fatal. Espero que tenga la capacidad de ponerse los pantalones y mandar todo a la mierda por estar contigo, que no mire hacia atrás y siempre de pasos hacia adelante cuando se trate de ti. De verdad espero que te de todo lo que a mí me faltó. No quiero ser un mal exnovio... porque sé todo lo que hiciste por mantenernos de pie, así que, si un día te sientes tan destrozada como yo lo estuve esa mañana en Londres, quiero que tengas la suficiente confianza para abrazarme como un lindo recuerdo.

También quiero decirte que no te culpes, que perdono todo lo que pasó y que entiendo. Entiendo lo difícil que fue para ti tragarlo, vivirlo y confesarlo. Pero ya está ¿no? Todo sucede por alguna razón y ahora sólo deseo que te encuentres bien.

Siempre voy a quererte, Camile. Me enseñaste muchísimas cosas, comenzando con que el café, a veces, es muchísimo mejor con azúcar.

Con amor,

Stefan.

Tenía el corazón apretado, pero muy en el fondo sentí que necesitaba leer todas esas palabras. Tragué el nudo que tenía en la garganta, doblé el papel y lo metí en mi velador. Respiré hondo y salí de mi habitación para bajar las escaleras, apenas entré al living, vi que Jared estaba sentado a un costado de Isak revisando guitarras en el computador. Sus ojos azules hicieron contacto conmigo y de inmediato me sonrió, me hizo un lado en el sofá y yo me dirigí hacia él.

—¿Cuál guitarra es más bonita? —me preguntó Isak. Ahí había una roja y una negra, ladeé mi cabeza y luego lo miré a los ojos.

—Por supuesto que la roja —dije muy convencida —. Sólo imagina estar arriba de un escenario con esa maravilla ¡Todas te van a amar!

Isak negó con su cabeza como si estuviese loca, en cambio Jared se quedó mirándome y me sonrió con cariño. Me besó el rostro y en ese momento comprendí que sí, si estaba en el lugar correcto.

Jared Brackley

Ya nos encontrábamos en el aeropuerto y Camile se veía sumamente nerviosa, sobretodo porque la habíamos pasado genial en Portland y no tenía muchas ganas de regresar a la realidad de Londres. La verdad es que yo tampoco las tenía.

Harriet había decidido quedarse una semana más junto a Dylan para disfrutar un poco más de las fiestas, así que sólo nos regresábamos Camile y yo. Toda su familia había ido al aeropuerto para despedirnos y qué genial era, pues me gustaba que demostraran tan bien el amor que sentían por Camile.

—¿De verdad sabes conducir bien? —me preguntó Isak como por quinta vez, no entendía a qué iba esa pregunta, pero le respondí que si —¿Y no comen fideos todos los días? No quiero que Camile muera de hambre, ya sabes...

—¡Isak! —Lo regañó Leah.

—Prometo que no morirá de hambre —lo miré seriamente.

—Ya sabes Jared, cualquier problema que tengan, debes llamarnos —oí la voz de su padre, con el cual sorprendentemente me había llevado genial. Habíamos coincidido en distintos temas de conversación y también tuve la confianza de contarle lo que me gustaba hacer.

—De acuerdo —lo observé.

—Ya es hora de irnos —oí la voz de Camile, se encontraba mirando una pantalla en la pared que indicaba que sólo faltaban veinte minutos para que comenzáramos a abordar el avión.

La vi despedirse de todos con lágrimas en sus ojos, abrazándolos por mucho tiempo y me causó nostalgia que debiese separarse de su familia sin saber lo que le deparaba Londres de ahora en adelante. Me despedí de todos con un abrazo y luego le cogí la mano a Camile, ya suponía que todos se habían percatado de que estábamos juntos, así que no me importó demasiado, ella se encontraba triste y necesitaba de mí.

Cuando el avión se estabilizó en el aire, vi a Camile mirando por la ventana con cierto semblante nostálgico, muy raro en ella.

—¿Te encuentras bien? —me quité un auricular, ella giró su cabeza para mirarme.

—Estoy un poco... asustada —confesó —¿Y si todo está hecho un caos?

—¿Hablaste con Alex y Samantha?

—Sí, Sam no pasó las fiestas en Londres y Alex dice que todo ha estado "demasiado" tranquilo.

—Todo estará bien, Camile.

—¿Y qué hay del tipo de la parada de autobuses?

—Estaré contigo en todo momento —prometí —, no va a pasar nada malo. Te lo prometo.

Ella asintió confiando en mí. Yo también quería confiar en eso.

Llegamos a Londres muy temprano por la mañana y al primer lugar que nos dirigimos fue al departamento de Camile. Mientras ella estaba en el living, me dediqué a revisar por todas partes si todo se encontraba en orden y luego regresé a la sala. Ambos comenzamos a abrir persianas, desempolvar muebles y sofás con un poco de música de fondo. Camile al fin comenzaba a verse feliz de regresar, cogió su móvil por un rato para hablar con sus amigos y también para llamar a su jefa e informarle que ya se encontraba en la ciudad con total disponibilidad para trabajar.

Aproveché de llamar a mi padre para comentarle que ya me encontraba en la ciudad y él me contó que todavía estaba donde la abuela. Miré por el pasillo hasta la habitación de Camile y la vi ordenando un baúl. Lentamente me acerqué hacia donde estaba y me apoyé en el marco de la puerta.

—¿Y si vamos a ver a mi abuela nana? —sugerí.

Ella de inmediato se giró con sus ojos brillantes.

—¡Si! Pero debo comprarle un regalo de navidad —comentó con rapidez —. No podemos llegar con las manos vacías.

—No le importará...

—¿Qué tal uno de esos tazones coloridos que le gustan a ella? ¡o mejor una caja de bombones! ¿o un vinilo para su tocadiscos?

Sólo la observé con una sonrisa, era tan bonita cuando hablaba así de ilusionada, de emocionada y de alegre.

—De acuerdo —reí —, yo creo que con la caja de bombones estaría feliz.

—¿Cuándo podemos ir?

—Quizá el fin de semana —me encogí de hombros —, cuando tengas libre en la cafetería.

—Podemos ir el sábado por la tarde y regresarnos el domingo.

—Perfecto —le guiñé un ojo.

Todavía no quería aceptar que ya habíamos vuelto a la realidad de Londres. No había sido capaz de responder el sinfín de mensajes que tenía de Emma y la insistencia de Nate de hablar conmigo acerca de algo "importante". Quería disfrutar un poco más con Camile, imaginar que todo estaba bien y que en realidad no se estaba yendo todo a la mierda en mi vida y en la de mi familia. Ella estuvo de acuerdo conmigo y aceptó mi invitación a almorzar comida tailandesa a un restaurant que había ido un par de veces con mi padre luego del trabajo. Estuvimos muchísimo tiempo conversando mientras comíamos, riéndonos de idioteces y comportándonos como unos adolescentes recién enamorados. Me encantaba mirarla, ver cómo se reía y su ilusión extravagante cuando veía a través del cristal un vestido colorido que le encantaba. Yo sólo le preguntaba ¿Para qué quieres ese vestido? Considerando que tenía un montón que todavía no ocupaba y ella muy alegremente me respondía: ¿Te imaginas estar una tarde en Grecia y no tengo que ponerme? ¡Este es perfecto! Yo sólo reía y caía rendido a sus pies siguiéndola en una compra que, tal vez, era sumamente innecesaria. Pero al menos todos los vestidos le quedaban bien.

Cuando llegamos a su departamento por la tarde, la vi fruncir el ceño mirando su móvil, luego alzó la vista y comenzó a hablar...

—Samantha viene hacia acá —comentó con confusión.

—¿Le ocurrió algo?

—Dice que tiene que decirme algo muy importante, que no nos movamos de aquí.

—Pregúntale si le ocurrió algo, quizá debamos ir a buscarla.

Ella asintió rápidamente y le marcó a su amiga, hablaron un poco y por lo poco que pude entender, comprendí que Samantha no necesitaba escolta, que sola llegaría.

—Sam no es así —frunció el ceño —¿Y si viene con una mala noticia?

—Prepararé café, sea la noticia que sea —comenté y Camile sonrió levemente.

—Quizá sea mejor un té.

—¿Té?

—El café agita tu corazón, al menos el té lo calma un poco.

—De acuerdo —reí.


No pasó más de media hora cuando el timbre del departamento sonó. Rápidamente Camile se acercó a la puerta, la abrió y Samantha apareció allí. Se miraron de pies a cabeza asegurándose de que ambas estaban completísimas y se abrazaron por unos segundos. Me acerqué a ella para saludarla y apenas me vio respiró con alivio.

Camile la invitó a sentarse, pero ella no quiso, así que la única que se sentó fue mi novia. Samantha se veía confundida y preocupada.

—¿Qué ocurrió? —le preguntó Camile —Me estás asustando ¿le pasó algo a Alex?

—No, no es Alex —respondió ella rápidamente. Camile respiró hondo y asintió.

—¡Ya dime!

—¿Quieres... té? —intervine y Samantha me observó con el ceño fruncido.

—No..., Jared ¿has hablado con Nate?

—¿Le pasó algo a Nate? —algo se encendió dentro de mi cuerpo, sentí mi pecho apretarse por unos segundos. Ella negó levemente con su cabeza —Estás logrando asustarme.

—Se trata de Emma...

—¿Qué le pasó? —la voz de Camile apenas se oyó.

De inmediato se me vino a la cabeza sus mensajes diciéndome que se quitaría la vida, que no podía vivir sin mí y que haría todo lo posible por tenerme entre sus brazos... ¿Y si había, finalmente, tomado la decisión de acabar con su vida? ¿Cómo iba a cargar con esa culpa?

Caminé lentamente y me apoyé en el sofá para no caerme de sopetón a la alfombra, necesitaba sostenerme para oír una cosa como esa.

—¿Qué hizo? —pregunté con voz temblorosa.

Samantha nos miró a ambos como si hubiese cometido un horrible error.

—Por favor no piensen que está muerta —comentó y ambos respiramos con alivio —, pero tampoco es una noticia menor. Jared..., se trata de su bebé.

***

Se acerca el finnnnnnnnn

¡No olviden dejarme sus estrellitas!

BESOPOS

XOXO

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