Capítulo 37
No fui capaz de mantenerle la mirada por más tiempo. Él sólo se quedó fijamente mirándome completamente descolocado y yo me volteé para retirarme. Rápidamente entré a la cocina y luego me metí al camarín como si la tierra me hubiese tragado.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Nunca había sido orgullosa, es más, siempre había decidido seguir a mi corazón en todo momento y ahora que estaba siendo digna y orgullosa no me sentía bien con mis decisiones. Yo siempre era más de escoger todo con mi corazón, de arriesgarme a que me doliera y ya. No necesitaba pensarlo tanto ni tampoco cuidarme como una loca respecto a las cosas del amor.
—¿Qué te ocurrió? —me preguntó Harriet cuando entró al camarín, alcé mi vista y choqué con la de ella más enfadada de lo habitual —¿te dijo algo?
—Acabo de decirle que no a una cita con Jared Brackley, eso es lo que ocurre —solté y ella frunció el ceño tipo: ¿se te zafó un tornillo o de verdad estás enfadada por eso?
—¿Y cuál es el problema?
—¡Que quería decirle que sí!
Ella rodó los ojos y apoyó una mano en su cadera mirándome con desaprobación.
—Prefieres ser el segundo plato de su vida, las sobras, la idiota que hace todo lo que te pide ¿no? —comenzó con molestia —Pues ve y dile que sí, para que luego te enteres que no ha roto su relación con Emma y que no lo hará hasta que se ponga los putos pantalones —dijo y yo me quedé mirándola con más molestia porque ella tenía toda la maldita razón.
No le dije nada, así que rápidamente abrió la puerta del vestidor y salió para seguir trabajando. Me quedé por unos cuantos minutos más ahí hasta que tuve que volver al trabajo, Jared seguía sentado en el mismo lugar bebiendo de su café muy lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para beberse ese maldito café y también mirando cosas en su móvil.
Lo ignoré por completo, como si eso fuera posible y me dediqué a atender a más personas.
La cafetería comenzó a vaciarse y la hora a pasar, pero Jared seguía allí con la media luna a la mitad y el café casi vacío, pero noté que continuaba bebiendo pequeños sorbos para no acabarlo por completo.
—Tenemos que cerrar ¿a qué hora piensa irse? —preguntó la cajera respecto a Jared que era el único que se encontraba en la cafetería.
Todas lo estábamos mirando tipo: Ya date prisa ¿no? Pero él no se inmutaba, así que miré a mis compañeras y me acerqué a él de manera repentina. Sabía que todas nos estaban mirando, pero que claramente se hacían las desentendidas.
—¿Qué pretendes? —pregunté en un tono bajo.
—Que aceptes mi cita —contestó sin mirarme —¿ya lo pensaste mejor?
Alcé mis cejas.
—Jared...
Él alzó su mentón y me observó a los ojos con picardía.
—¿Cómo amigos? —pregunté y estiré mi mano para hacer un "trato".
Él se enserió, miró mi mano con indecisión, pero aun así la cogió y la estrechó cerrando nuestro trato.
—Será una cita de amigos —comentó. Bebió todo lo que le quedaba de café y se comió de un mordisco la media luna. Se puso de pie, dejó el dinero sobre la mesa y luego me habló —Te espero en la camioneta —sonrió. Les echó un vistazo a mis compañeras de trabajo con cierta gracia en el rostro y se retiró del local —¡Todo estaba muy rico! —alzó la voz, abrió la puerta y luego se marchó.
Volteé a mirarlas con el ceño fruncido, pero todas estaban riéndose de él menos Harriet que tenía una ceja alzada, me acerqué lentamente a ella y lo primero que hizo mi amiga fue colocar una mano en mi hombro:
—Cuando estés llorando en casa, llámame ¿de acuerdo? —su mirada café fue sincera.
—Sólo será una salida de amigos —me excusé y ella se encogió hombros.
—Siempre tengo razón, Camili —me sonrió con dulzura y luego se metió al vestidor.
Cuando salí de la cafetería, miré a mi alrededor y en la calle divisé que la camioneta negra de Jared se encontraba aparcada en la solera, calenté mis manos con mi aliento y rápidamente emprendí mi camino hasta que estuve cerca. Oí que abrió los seguros de las puertas y me metí adentro para capear el frío. Me quité la bufanda y lo miré:
—¿A dónde iremos? —pregunté directamente y él puso a andar la camioneta.
—Primero a tu departamento a buscar un poco de ropa y luego sorpresa.
—¿Ropa? —fruncí el ceño.
—Sólo cógela y deja que te sorprenda ¿sí?
Me mantuve en silencio un tanto extrañada por la idea que estaba teniendo Jared, pero obedecí, pues sabía que no me arrepentiría de pasar tiempo con él. Además, si no terminábamos juntos, al menos podría decir que nunca me perdí algo a su lado.
Cuando llegué al departamento había una nota encima de la mesa perteneciente a Alex quien decía que había ido a casa de su hermano para cenar, verifiqué si era cierto llamándolo y luego metí a una mochila un par de cosas que escogí al azar, además de mi cepillo de dientes y mi pijama favorito de invierno. La colgué en mis hombros y rápidamente abandonamos el departamento para volver a la camioneta de Jared.
Jared encendió la radio y yo le subí un poco más el volumen porque había una canción sonando que me gustaba. Rápidamente el camino rural apareció en mi vista, pero se encontraba todo completamente oscuro por la hora que era, además, el invierno se acercaba a pasos agigantados y los días tendían a ser más cortos. Miré por la ventana para saber si me ubicaba en algún lugar de los tantos que había visto por google maps desde mi casa en Portland, pero claramente no tenía idea de donde estábamos, pero confiaba en Jared y no necesitaba preguntarle tantas veces a donde nos dirigíamos.
Intenté recordar cuál era el lugar en donde habíamos pasado la noche aquél día de la borrachera de Jared y mi choque con un árbol, pero todo era demasiado igual como para percatarme, en realidad, de qué sitio era.
—¿Estás seguro que no vas a matarme y luego lanzarme al río?
Él se mantuvo completamente serio, desvió su mirada hacia la mía y comentó:
—Creo que me has descubierto.
—Jared... —lo observé con cierto desconcierto en los ojos y él de inmediato rio.
—Ponte cómoda, todavía falta una hora de camino —lo oí —, en la guantera hay un paquete de snack por si quieres.
—¡¿Una hora?! —alcé la voz —¿Acaso esa noche que estuvimos aquí pretendías que condujera por una hora?
Él se encogió de hombros con una sonrisa inocentona en su rostro tipo: "Pos sí"
Me mantuve en silencio lo que restó del viaje, excepto en el momento que mi estómago rugió por un poco de comida y saqué las papas que tenía Jared en la guantera de la camioneta, pues ahí comencé a ofrecerle comida cada diez minutos mientras él sólo abría la boca para que yo le diera comida. Luego, conecté mi móvil a la radio para poner algo de música y Jared tarareó un par de canciones alegres que tenía en mi lista de reproducción.
De pronto, noté que nos acercábamos a un lugar en donde había casas, pues podía ver las tenues luces de los jardines encendidas. Rápidamente me acomodé en el asiento y agudicé mi visión para percatarme de lo que estaba viendo, Jared sonrió mirándome levemente, pero no emitió ninguna palabra.
Rápidamente nos encontramos con casas gigantescas y antiguas, hechas de madera y ladrillo. En el jardín y lo que se veía de patio trasero de aquellas viviendas era césped, arboles, decoraciones rusticas y no pude evitar sonreír como una estúpida mirando lo hermosas que eran. Hasta que, Jared comenzó a disminuir la velocidad y se detuvo frente a una casa café, llena de arbustos alrededor y de ladrillo, parecía completamente antigua, pero muy bien cuidada, pero no pude distinguir mejor porque todas las luces se encontraban completamente apagadas.
—Llegamos —lo oí.
Apagó el motor del auto y se bajó con las llaves en sus manos, tuve miedo de bajarme en un principio, pues literalmente las viviendas se encontraban a unos veinte metros de distancia y todo lo que había ahí eran árboles, arbustos, matorrales y césped.
Me bajé de la camioneta, pisé el cemento de la angosta calle en la que estábamos aparcados y noté que frente a la casa sólo había un gran pastizal vacío que, probablemente, sólo eran grandes hectáreas de siembras. Hacía frío, más que en la ciudad, pero era una sensación diferente. El aire parecía mucho más avasallador y limpio y no me estaba molestando estarme congelando ahí mismo.
Rodeé la camioneta y me acerqué a Jared.
—¿Dónde me has traído? —pregunté.
Él movió sus cejas de arriba abajo y no me respondió. Sólo lo vi acercarse a un gran portón de madera, meter unas llaves y luego deslizarlo con fuerza a la derecha para dejarnos ver el gran aparcamiento que tenía la vivienda. Lo vi subirse a la camioneta, luego encendió el motor, metió la camioneta ahí dentro mientras yo lo esperaba como una niña obediente afuera de la casa y, cuando ya estuvo todo en orden, se bajó y se quedó mirándome.
—No vas a dormir ahí afuera ¿o sí?
Negué con mi cabeza y rápidamente moví mis pies para entrar.
Lo primero que noté fue que todo tenía grandes dimensiones, pero era muy acogedor estar en ese lugar, pues siempre me había gustado la sensación de que las estrellas estaban muy cerca de mí y ahora sí que se veían cerca por la oscuridad que ahí había.
Caminé detrás de Jared por la plataforma de cemento que ahí había hasta que nos acercamos a la puerta de entrada, él metió las llaves y rápidamente abrió la puerta. Por supuesto que lo seguí y cuando encendió la luz me quedé completamente pasmada con lo que veía.
—Jared...
—Bonito ¿verdad? —me sonrió.
Miré en silencio cada detalle de la casa, comenzando por el pasillo que estaba lleno de cuadros coloridos y fotografías. Había un perchero para poner los abrigos al entrar y también un colgante en donde poner las llaves que decía "Hambleden". Lentamente comencé a caminar, sin perderme ningún detalle ¡Es que la madera era demasiado bonita para mis ojos!
—¡Este eres tú! —chillé al ver una fotografía de un niño rubio lleno de rulos con un micrófono de juguete en la mano. Jared sonrió y asintió.
No me costó demasiado emocionarme por lo que veía, así que no pregunté y sola comencé a encender las luces para meterme en todos los lugares de la casa. Miré alfombras, la mesa de centro y los sofás gigantescos con fundas tejidas a mano.
Jared me dejó recorrer todo y él se acercó a la chimenea que no me percaté que había hasta que lo vi a él con un fósforo encendido y un papel encendiendo fuego. Tenía decoraciones navideñas, muy hermosas puestas y mi Camile interior no pudo evitar acercarse a tocar todo lo que había encima, comenzando por botas rojas de Santa y árboles pequeños de decoración.
—¿En dónde estamos, Jared? —me giré hacia él con una sonrisa que no podía sacar de mi rostro.
—Esta casa me la heredó mi abuela —contestó —, nadie más la conoce aparte de mi familia.
—¡Es preciosa! —alcé la voz con ilusión.
—Lo es —sonrió con tranquilidad.
Entendía que él estuviese tranquilo, pues suponía que estaba acostumbrado a ver una casa así. Pues yo no. Estaba muy vislumbrada por lo que estaba presenciando, y es que siempre había sido de mirar detalles y emocionarme por las cosas que me encantaban.
Cuando ya me calmé y Jared se percató de eso, fue a buscar nuestras mochilas a la camioneta y las dejó en el sofá. Se acercó a mí y muy de cerca me preguntó:
—¿Tienes hambre?
—Si —contesté y sonreí.
Seguí a Jared hasta la cocina de la casa que todavía no la había visto y al verla de inmediato recordé mi hogar, todo estaba demasiado colorido, el refrigerador estaba lleno de imanes de algunos países y ciudades y también había un pizarrón negro con un par de dibujos infantiles en él.
—Preparé algo de comer, ponte cómoda —comentó.
—Te ayudaré.
—Claro que no —rodó los ojos.
Me encogí de hombros y continué con mi investigación por la cocina. Noté que la pizarra tenía una tiza, así que rápidamente la tomé y escribí: "Camile R. estuvo aquí" sin que Jared se percatara, luego me dediqué a conversar con él quien estaba esmerado en hacer una pasta con diferentes tipos de verdura que se encontraban refrigeradas. Coloqué los servicios en la mesa que ahí había y también un par de vasos, pero él ignoró los vasos y colocó dos copas, sacó un vino de una estantería y nos sirvió a ambos.
Él se encargó de servir la comida y yo sólo esperé como una chica obediente sentada en mi lugar.
—Esta es mi cita —me dijo cuándo todo estuvo listo.
Los platos servidos. Las copas llenas y una vela roja y pequeña encendida. Lo miré a los ojos, asentí en silencio y tomé la copa entre mis dedos.
—Entonces brindemos.
—Sí, haré un brindis —comentó seguro de sí mismo, alzó un poco la copa y me observó directamente a los ojos —. Quiero brindar porque te conocí, Camile. Sólo por eso, pues no necesito nada más.
Me mantuve muy quieta en donde estaba y no pude despegarle los ojos de encima. Es que estaba profundamente enamorada de él y sabía que no estaba bien, pero ¿por qué me hacía una cosa así? ¿Por qué me ilusionaba y luego tomaba malas decisiones?
De todas maneras, no me importaba demasiado, pues conmigo siempre había escogido mi corazón y no mi orgullo.
—Yo también quiero brindar por algo —dije y él continuó mirándome con atención —, sólo quiero brindar por tus malditos ojos azules, pues si no los tuvieras, tal vez no estaría enamorada de ti.
Él esbozó una sonrisa que me apretó el estómago, chocamos nuestras copas y luego bebimos el líquido mirándonos a los ojos.
No me costó demasiado comenzar a comer, pues tenía muchísima hambre y lo que había preparado Jared estaba delicioso. Comenzamos a hablar acerca del pueblo en el que estábamos, los lugares que había por conocer y él también me contó un par de anécdotas de cuando era pequeño. Sentí que siempre había estado al lado de Jared, que lo conocía hace muchísimo tiempo y que todas esas historias las sabía de memoria. Me sentía tan cómoda cuando estaba con él, que me olvidaba de todo lo que estaba sucediendo en la ciudad, en nuestras vidas y también las personas que en realidad éramos.
—¿Tu casa también es así y por eso te emocionaste tanto al ver esta? —me preguntó.
Negué con mi cabeza.
—Mi casa es más pequeña y no tan rústica, tiene lo justo y lo necesario, no tantas decoraciones, aunque en verdad yo me he estado encargando de hacer collages, de pintar cuadros y también de poner un sinfín de cuadros con historias detrás en todos los espacios vacíos que encuentro —hablé y él me escuchaba con muchísima atención y ¿cariño?
—Suena genial —me sonrió —, me gustaría ver todos esos cuadros y collages alguna vez.
—Serías un privilegiado.
—¿Pasarás las fiestas en Londres?
—Espero que no —contesté abruptamente y él frunció un poco el ceño, pero intentó disimularlo —, le dije a Dylan que pasaría navidad allá y quiero cumplirlo.
—Seguro que tus padres estarán felices de tenerte de vuelta —comentó.
—Supongo que sí, creo que extrañan a esta chica parlanchina y risueña. Leah no es tanto de hablar e Isak sólo se va a su habitación a estudiar matemáticas —conté, creo que más de la cuenta, pero siempre estaba acostumbrada a hablar muchísimo —Dylan no vive con nosotros, pero siempre está en casa —reí.
—¿Dylan es así con todos los novios que has tenido? —me preguntó directamente.
—Stefan es el único novio que he tenido.
—No lo creo —sonrió.
—Tuve un par de amores extraños a eso de los trece años, pero ni siquiera lo recuerdo, era una niña. Y no..., es que a Dylan no le agrada mucho Stefan.
—Lo noté —asintió.
—Ya cuéntame algo tuyo —pedí y él fingió estar pensativo —. No sé, tu color favorito, el primer concierto al que fuiste, tu playa favorita, qué mascota quieres tener, no sé —me encogí de hombros y luego bebí un poco más de vino.
Él respiró profundo y luego comenzó...
—Pues mi color favorito es el rojo y el primer concierto al que fui fue The Beatles, obligado por mi tío, las únicas canciones que me sabía eran Hey Jude, Let it be y Help —me contó con una leve sonrisa en los labios —Sin embargo, desde ese día creo que me gustaron, no más que Oasis, pero todo bien con ellos ¿eh? —rio —. La mejor playa que he ido es Malibu, pero si me preguntas más a fondo, prefiero mucho más los ríos y lagunas. Siempre he querido tener un perro, pero siento que ni siquiera sé cuidar de mí mismo.
—¿Uno pequeño o uno grande?
—¿El río?
—¡El perro!
—Pues grande, no lo sé, la verdad es que me da igual —soltó encogiéndose de hombros.
Cuando terminamos nuestra comida, Jared me dijo que me pusiera cómoda, que él iría en unos minutos al living, así que caminé por el pasillo y me metí al sitio en donde se encontraba la chimenea para calentarme un poco las manos. Me senté en la alfombra peluda que había debajo de mis pies, ignorando completamente que se encontraba el sofá para sentarse y me quedé bien cerca del fuego para no morir congelada.
—Estás exagerando un poco ¿no crees? —oí la voz de Jared, rápidamente me giré hacia él y lo vi acercarse a mí sólo con una camiseta de mangas cortas.
—Hace frío, ponte una chaqueta ¡joder!
Él rodó los ojos y se sentó a mi lado, se quitó las zapatillas quedando en calcetas y yo lo imité. Él de inmediato rio de mis calcetas rosadas con conejos y luego se echó hacia atrás. Hice lo mismo que él y cuando estuvimos mirando el techo de madera, a un costado de la chimenea, recordé la noche en que fuimos al teatro y estábamos completamente desnudos en el suelo.
—Podrías seguir contándome un poco de ti —cerré mis ojos y sólo me dediqué a escuchar.
—De acuerdo... —cedió —No me gusta la manzana, mi fruta favorita es la naranja y detesto el helado de pistacho. Podría comer maní hasta intoxicarme y nunca he bailado desnudo. Cuando era pequeño tuve una tortuga, pero se la comió el gato de mi abuela. Me gusta andar en avión y odio los finales tristes de las películas o los libros. Prefiero los libros de crímenes y las películas de época. Mi canción favorita es Wonderwall de Oasis. Nunca he dedicado una canción y confieso que eres la segunda mujer que se puso de pie para aplaudirme la primera vez que me escuchó cantar.
Rápidamente abrí mis ojos, giré mi cabeza y lo observé. Él ya se encontraba mirándome con una leve picardía en su mirada.
—Pues dime quien fue la primera para saber si debo encelarme o no —alcé las cejas en plan molesto, pero no podía evitar sonreírle con la mirada.
—Mi abuela —me guiñó un ojo.
Reí.
Por un momento nos quedamos en completo silencio mirándonos a los ojos, pero fue tanta la tensión que sentí hundiéndome en esos ojos eléctricos, que desvié la mirada y sólo cerré los ojos intentando relajarme. Se supone que era una cita de amigos, de nada más y yo no debía estarme ilusionando más con Jared Brackley, pero claramente él no me ayudó demasiado porque sentí que se acercó a mi cuerpo y cuando abrí mis ojos para mirarlo, él ya se encontraba apoyado en su antebrazo mirándome muy de cerca y no pude ni siquiera decirle algo cuando ya estaba apegado a mis labios.
Fue un beso que sentí diferente, es que al parecer todos los besos que me daba con Jared parecían nuevos e ilimitados. Mi estómago se apretó como cuando sabes que algo malo va a suceder, pero ahora no iba a suceder nada malo, al menos no para mí, al menos yo ya había aclarado mi situación emocional con las personas involucradas. Él no.
Me besó con cariño, acariciándome la mejilla y luego deslizando sus largos dedos por mi cuello hasta mi clavícula. Sentí que poco a poco la temperatura de mi cuerpo comenzó a subir, es que Jared era una adicción constante, mi maldita perdición en persona y yo no podía evitar apegarme a él como si se tratase de mi oxígeno.
No sé cómo subimos las escaleras de aquella casa entre risas y tropezones torpes, sólo sé que iba tomada de su mano y entramos a una habitación completamente a oscuras. Esta vez no me pareció interesante recorrer con mi mirada la habitación a la que habíamos entrado, sólo me dediqué a besar a Jared hasta quedar prácticamente sin respiración ni ropa interior.
Por primera vez estábamos en una cama, en un lugar cómodo para nuestros cuerpos y en donde, al parecer, nos sentíamos completamente libres de hacer lo que se nos viniese en gana.
Me besó cada parte de mi piel, me acarició y me dedicó tanta atención que sentí que iba a tocar el cielo con la punta de mis dedos.
Fue una noche diferente, nueva y refrescante.
Y llegué a la conclusión de que lo quería conmigo a pesar de todas las trabas que significaba tenerlo.
— —
Cuando desperté, caí en cuenta de que nos encontrábamos en un pueblo a una hora y un poco más de Londres, que la luz de la mañana se estaba metiendo por las persianas de la habitación y que la habitación era sumamente grande, espaciosa y rústica.
De repente noté que hacía frío y caí en la realidad de que me encontraba completamente desnuda entre las sabanas y que tenía una pierna afuera de la cama, así que rápidamente me abrigué y me corrí hacia el costado de Jared. Lo abracé, deslicé mi mano por su torso desnudo y noté que también se encontraba completamente desnudo, rápidamente subí la mano para no despertarlo por lo que había tocado, pero él rio y me percaté de que ya se encontraba despierto.
—Lo lamento —sonreí.
Él no dijo nada, sólo me abrazó con más fuerza apegándome a su cálido cuerpo. Respiré profundo llenándome de su aroma tan varonil y de su perfume impregnado a su cuerpo y sólo me quedé ahí, descansando en su hombro como si esa fuese nuestra realidad ahora.
—Prepararé desayuno ¿de acuerdo? —dijo, asentí silenciosa y me moví un poco —Te llamaré cuando esté listo.
Lo vi salir de la cama en todo su esplendor, se colocó bóxer, un pantalón de chándal que tenía en la mochila y una camiseta de mangas largas, se miró un poco en el espejo y antes de salir de la habitación...
—¡Ponte calcetas! —dije y él me observó, sonrió un poco y me obedeció.
Ay Dios ¿en qué me había metido? Ya era casi imposible desenamorarme de ese hombre.
Me puse de pie aun desnuda, miré a mi alrededor y me acerqué un poco a la ventana, necesitaba saber si era real el lugar en el que estábamos o sólo había sido un lindo sueño, pero ahí estaba, el gran pastizal verde lleno de siembras. Árboles, arbustos y una leve neblina bajando. Me estremecí un poco. Busqué mi mochila por la habitación hasta que la hallé, me puse mi pijama favorito de invierno que era un pantalón de polar muy ancho, de color celeste y una camiseta, también celeste y también de polar. Mi padre siempre me fastidiaba con eso, pues decía que parecía un oso polar y que siempre era demasiado exagerada con mis elecciones para el invierno, pero bueh. Lo último que me puse fueron mis calcetas y salí de la habitación con el cabello hecho un desastre, bajé las escaleras y lo primero que noté cuando entré a la cocina es que había una mujer sentada ahí.
Se me ruborizó el rostro por completo, intenté escapar, escabullirme o que me tragara la tierra, pero fue imposible. Ahí estaba una mujer mayor, de cabellera blanca y un poco regordeta mirándome con una leve sonrisa en el rostro. Se encontraba pulcra, completamente vestida a esa hora de la mañana y Jared estaba cocinando unas tortitas en el sartén.
—Camile, ella es mi abuela, abuela..., ella es Camile —comentó Jared y yo sólo me encontraba completamente estática.
—No me dijiste que...—tartamudeé —¿no era..., no era una herencia?
—Sí, claro, pero no te dije que estaba muerta —contestó con cierta burla en su mirada.
***
A veces siento que estos personajes quieren hacer la historia a su manera y no a la mía y los pierdo de control en ciertos momentos, aiuda XD
Creo que más pronto que tarde haré un IGTV respondiendo preguntas, así que en Instagram y en mi tablero de wattpad he abierto espacios para que me dejen preguntas que serán respondidas mediante un vídeo (pueden ser acerca de lo que sea, no necesariamente de esta historia) Si no encuentran esos espacios, pueden poner sus preguntas aquí.
¡Mañana nos leemos con otro capítulo!
BESOPOS
XOXOXO
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