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Capítulo 21

Estuvimos por al menos media hora tendidos en ropa interior mirando el techo del antiguo teatro y luego decidimos que sería mejor regresar a casa. Me vestí y él también lo hizo, atravesamos el escenario, encendimos las linternas de nuestros móviles y apagamos la luz. Caminamos de la mano hasta que Jared ubicó la madera por donde habíamos entrado, atravesamos el agujero y nos encontramos afuera. Jared se quedó mirando a su alrededor y botó sus calcetas a un basurero que, tal vez, pertenecía a una de esas deterioradas casas.

Rápidamente caminamos hasta su camioneta y nos refugiamos ahí del frío que hacía. Me coloqué el cinturón de seguridad, Jared hizo lo mismo y puso andar el auto. Esta vez íbamos completamente en silencio y yo no era una chica que le gustara demasiado el silencio, siempre hablaba muchísimo, cantaba las canciones de la radio o inventaba cualquier cosa para entablar una conversación, pero esta vez no se me apetecía hablar más de la cuenta y me percaté de que estaba cambiando, no para mal, pero no me había sentido así en años.

No había sentido tristeza, rabia y nostalgia a la vez hace muchísimos años. No había sentido que estaba en el límite de que se me rompiera todo el corazón y era una cosa bastante extraña para mí, pero no sé si para la persona que conducía a mi costado con el que había pasado todo tipo de límites.

Le pedí a Jared que me dejara un poco más alejada del edificio, él me obedeció y me dejó un poco alejada de la puerta de entrada, nos quedamos mirando por unos segundos antes de que yo me bajara, respiré profundo sin saber cómo despedirme de él.

—Espero que te vaya bien mañana —le dije —, no te desearé suerte porque está claro que no la tenemos —sonreí, él rio también con un poco de desgano —. Así que muchísimo éxito.

—Gracias, Camile —contestó mirándome directamente a los ojos.

—Bueno, adiós —desbloqueé el seguro de la puerta y él volvió a bloquearlo de un impulso, se acomodó de costado mirándome, se relamió los labios y comenzó a hablar:

—¿No me dirás que es mejor que nos mantengamos alejados?

Negué levemente con mi cabeza.

—Ya me rendí con eso —confesé.

Él asintió levemente, luego se acercó a mí y apretó sus labios contra mi mejilla.

—Buenas noches, Camile.

—Buenas noches —mi voz salió casi como un susurro.

Esta vez fue él quien desbloqueó la seguridad el auto y yo rápidamente me bajé. Caminé a paso apresurado hasta la puerta del edificio, pero Jared no se alejó del lugar hasta que me vio adentro. Clint no estaba de turno, así que la chica que se encontraba solo se limitó a observarme, atravesé las puertas que me dejaban en el ascensor y apreté el botón con mucho nerviosismo en mi cuerpo.

Apenas me subí al ascensor, saqué el móvil de mi chaqueta encontrándome con un mensaje de Harriet.

Harriet: ¿Llegaste a casa?

Lo había enviado hace unos cuantos minutos, miré la hora y me percaté de que eran cerca de las dos de la madrugada, me bajé en mi piso y comencé a caminar con el móvil entre mis manos hasta el departamento.

Camile: Voy entrando

Abrí la puerta del departamento, todo estaba completamente silencioso y la lámpara del costado de la televisión se encontraba encendida para mí. Respiré profundo sin sentirme completamente tranquila en mi propia casa, me quité la chaqueta, la lancé al sofá y siendo las dos de la madrugada me estaba dando una ducha caliente en el baño. Intenté quitarme todo rastro de Jared, su perfume, sus ojos, sus manos tocándome con tanta dedicación. Intenté borrar, luego me sequé el cabello y me fui a la cama. Stefan dormía profundamente en su lugar, así que sin despertarlo me metí a la cama y me acosté en la orilla, sin siquiera tocarle un pelo.

Desperté con la misma alarma que despertó Stefan, somnolienta me removí alrededor de la cama mientras él se encargó de apagar el sonido extra fuerte de su móvil. Estaba dándole la espalda, pero escuché cuando respiró profundo, se sentó en la cama y luego sacó los pies de la cama.

—¿Estás despierta? —oí su voz ronca de cada mañana.

No quería hablar, no quería enfrentarlo. Tenía muchísima vergüenza y culpa invadiéndome todo el cuerpo, pero no podía ser tan maldita, no con él.

—Si —contesté sin voltear a mirarlo.

—¿Por qué siento que estás alejándote cada vez más de mí?

Ay.

Punto débil.

—¿De qué hablas? —volteé levemente a mirarlo.

Él se encontraba al borde de la cama, sin camiseta y mirándome hacia atrás.

—Llegas tarde, sólo envías mensaje diciéndome que te quedarás haciendo tal cosa, no llamas, no estás de un lado a otro organizando citas como siempre lo hacías, no estás buscando cafeterías como una loca para decirme que vayamos. No llegas a contarme tus experiencias en la universidad, todavía no me presentas a esos amigos tuyos..., no sé —su voz sonaba demasiado honesta y dolida, no pude evitar sentirme muy mal —. Siento que no estoy con la misma chica que llegué a Londres, siento que esa chica tenía muchísimas ganas de gritar, bailar, recortar fotografías, hacer listas de compras, invitarme a salir, abrazarme por las noches, pero no. Estás ahí, como si no nos conociéramos.

—Stefan...

—¿Estoy haciendo algo mal? —se acomodó en la cama para mirarme mejor.

—No...

Tal vez sí.

Tal vez merecía un poco más de atención cuando llamaba por teléfono para decirle que lo quería, tal vez merecía un poco más de atención cuando me esmeraba en buscar lugares románticos para que tuviéramos una cita. Tal vez merecía que él se esforzara en buscar, al menos, un lugar, aunque fuese horrible, para que tuviéramos una cita. Tal vez merecía más atención cuando le contaba cuál era mi café favorito en todo el mundo. Tal vez merecía un poco más de atención, no demasiada, cuando llegaba feliz de la universidad para contarle que había aprobado un examen o cuando quería presentarle a mis amigas. Tal vez había cambiado, había entendido que no me estaba sintiendo cómoda con el cariño que él creía que estaba bien que me entregaba. Tal vez me había percatado de que había personas que estaban muchísimo más interesadas en lo que hacía.

Probablemente, necesité más apoyo y risas cuando quería gritar, cuando quería bailar alrededor del pasillo y recortar fotografías para realizar enormes collages. Tal vez necesitaba que él, por una vez, hiciera la lista de compras, que me invitase a salir y que se acercara a mí por las noches para abrazarme.

No quería ser injusta con él, tampoco quedar como una víctima cuando en realidad sería yo la culpable de todas nuestras desgracias, pero él no me ayudó a cerrar espacios que yo necesité cerrar herméticamente. Tal vez necesité decirle que quería un poco más de él, pero, ¿en cinco años no te das cuenta de cómo eres con la persona que tienes al lado completamente enamorada de ti? El corazón es frágil, la mente también. Y yo no quería ser una novia exigente, no quería ser la chica que le pedía a su novio más atención, no quería ser la que le pedía cambiar su actitud. Quería ser sana, quería que formáramos algo sólido, pero no me di cuenta que la solidez sólo había sido una ilusión y, que tal vez, esa solidez que tanto quería sólo la había construido yo.

—¿Conociste a alguien más? —me preguntó con decisión.

Mi estómago se hizo un revoltijo. No sabía cómo contestarle ni qué decirle, sólo me limité a fruncir el ceño con confusión, pues no quería lastimarlo, no quería que sufriera por mi. Tal vez yo estaba lo suficientemente acostumbrada a convivir con Stefan el frío, el que daba la mano por la calle solo cuando se le apetecía. Tal vez yo podía mejorar con él ¿no?

—Claro que no —contesté. Por primera vez en toda mi vida, había mentido de una manera creíble y por supuesto que no se sintió bien —, creo que yo también me estoy adaptando a esta vida ¿sabes? Necesito un poco más de espacio, de tiempo y tal vez más atención.

—¿Crees que no te doy la suficiente atención?

—O sea si...—bajé la voz —, pero no finjamos que siempre me has dado la atención que yo te he dado a ti.

—No sabía que te molestaba.

—Pues que no me moleste no quiere decir que no me canse, Stefan.

Él asintió levemente, se removió en donde estaba y dando un gran suspiro se levantó de la cama.

—Iré a darme una ducha.

Asentí y él se puso de pie ignorando completamente lo que le acababa de decir. No sabía si me ignoraba porque estaba doliéndole un poco asumir que, en parte, estaba perdiendo esa pequeña parte de mí que le gustaba o porque pensaba que yo estaba completamente equivocada al decirle una cosa así.

Jared Brackley

Siendo las 7 de la mañana, ya me encontraba desayunando junto a Emma en el departamento. Ella lucía reluciente y ni siquiera me había preguntado en donde me había metido la noche anterior y por qué había llegado tan tarde.

Bebí de mi cappuccino y ella me observó fijamente.

—¿Estás preparado?

—Si —contesté sin más.

La noche anterior no había podido quedarme dormido de inmediato, pues no dejaba de pensar en Camile, en sus manos, en sus labios ni en sus sinceros ojos verdes. Quería quererla deliberadamente, pero no sabía qué demonios estaba esperando para sólo lanzarme al vacío arriesgándome ¿Tal vez una señal, que me desenmascararan?

—Nate ha dicho por el grupo que está a cinco minutos de la universidad —comentó Emma.

Olvidaba que teníamos un grupo ella, Nate, Tara, un chico que a veces salía con Tara y yo. Asentí, me puse de pie y caminé directamente hacia el baño, me cepillé los dientes a torso desnudo y luego me coloqué la camisa celeste.

Cuando salí, Emma se encontraba completamente lista esperándome, así que, sin más, bajamos en el ascensor hasta el aparcamiento.

Cuando estaba concentrado, no me gustaba que las personas me interrumpieran o me hablaran de cualquier cosa, sólo me aislaba y repetía una y otra vez todo lo que había aprendido durante meses y meses de estudio. Nate estaba igual que yo, aislado y repasando con una hoja todo lo que teníamos para decir en la presentación. Mis padres se encontraban junto a Emma conversando no sé de qué, en cambio los padres de Nate venían algo retrasados.

Mi móvil vibró en mis pantalones, lo saqué de mi bolsillo y miré la pantalla: Mensaje de Camile. No sabía si abrirlo, pues no quería comenzar a pensar demasiado en lo que habíamos hecho ni tampoco comenzar a asumir que esa chica me tenía completamente loco.

Claro que lo abrí ignorando mi consciencia.

Camile: ¡Éxito!

Había escrito y muchísimos emoticones con flores, arcoíris, globos y regalos de cumpleaños. No pude evitar sonreír.

Jared: Has interrumpido mi concentración

Ella tardó unos segundos en contestar, pero lo hizo:

Camile: Lo harás bien, para lo único que tienes permiso de ponerte nervioso es para un concierto, estrella de rock

Jared: ¿Nada más?

Camile: No.

Jared: ¿Y para acercarme a ti?

Camile: Pues creo que ya perdiste la vergüenza

Me reí y cuando alcé la vista noté que Emma estaba mirándome fijamente a la distancia, disimulé un poco y sin contestar guardé el móvil en mi bolsillo.

—Jared Brackley y Nate Myers —escuché. Alcé mi vista y vi a un profesor llamándonos para entrar al salón en donde íbamos a presentar. Rápidamente me puse de pie, silencié el móvil y Nate entró detrás de mí.

Entramos al salón y nos percatamos de que era bastante grande, además, había cinco profesores distribuidos por la sala con cara de pocos amigos. Detrás nuestro entraron nuestras familias incluyendo la de Nate que había llegado casi corriendo, se ubicaron detrás de los profesores en completo silencio.

Nate y yo repartimos nuestro trabajo de título impreso entre los profesores, preparamos la data para presentar y nos pusimos de pie algo nerviosos frente a todos.

A ninguno de los dos le costaba demasiado hablar en público, a mí no porque siempre estaba presentando y debatiendo cosas en la empresa Brackley y a Nate tampoco porque su padre era alcalde de la ciudad y, en ocasiones, Nate tenía que inaugurar cosas cuando su padre se encontraba ocupado. Estábamos preparados, nos habíamos preparado muchísimo y nuestro profesor guía nos miró con confianza y orgullo.

Nos presentamos y también comenzamos a presentar nuestro tema que sabíamos al revés y al derecho. Habíamos hecho una investigación acerca de la comercialización entre países, las falencias y lo que nos favorecía como país. Teníamos los suficientes datos para dar soluciones a las carencias de nuestra investigación, así que mientras hablábamos estábamos confiados en que todo estaba bien.

Hablamos por más de media hora y, cuando finalizamos la presentación luego de mostrar cifras reales y demás, los profesores tenían la posibilidad de hacernos preguntas, fue así por veinte minutos más intentando responder y salvarnos el culo frente a tan veteranos financieros. Creo que respondimos lo suficientemente bien a todo lo que nos preguntaron, tampoco fueron demasiado crueles con nosotros, pues la presentación había sido bastante completa, hasta que uno de ellos nos sonrió con complicidad:

—Ahora pueden salir del salón y esperar a que pongamos nuestras respectivas notas. Los llamaremos en unos minutos.

Nate y yo salimos del salón de clases y seguido de nosotros salieron nuestras familias. Mi padre me felicitó, mamá también lo hizo y me percaté de que Tara estaba enviándome mensajes uno tras otro preguntándome cómo había salido todo. Los padres de Nate se acercaron a mí para abrazarme y cuando quedé frente a Emma, su sonrisa no podía ser más expresiva. Me abrazó consiguiendo que una culpa me invadiera por completo, pero mantuve la calma cuando los ojos de Nate se posaron en los míos tipo diciéndome "Hey, ¿para cuándo la verdad?"

En cuanto Emma se separó de mi cuerpo, se quedó mirándome y su sonrisa comenzó a disminuir.

—¿Con quién hablabas antes de entrar a la presentación?

No quería tener que lidiar con eso ahora.

—¿Por qué?

—Estabas muy risueño y todo, no te había visto así desde hace unas cuantas semanas —comentó con una sonrisa, pero sabía que su pregunta no venía desde una sana actitud.

¿Debería haberle mentido?

—Con Camile —contesté y ella frunció tanto el ceño que pensé que se hundiría en su extrañeza.

—¿Camile? ¿Por qué?

—Hemos estado hablando un poco, le conté que hoy tenía la presentación de mi título y me ha mandado buenas vibras —me encogí de hombros.

Al decir eso, me percaté de que mi padre estaba mirándome, creo que la había cagado hasta el fondo una vez más y de inmediato recordé que le había dicho que dejaría de hablar con ella, pero cuando pensé que me daría una mirada de desaprobación, se acercó a mí antes de que Tara comenzara a hablar y dijo:

—Es que claro, Camile siempre le desea el bien a todo el mundo ¿no, Jared? —me sonrió él con complicidad —, te dije que renunció ¿no? —le preguntó a Emma y ella negó levemente con su cabeza —Y conmigo siempre fue súper amable, incluso también los primeros días de haberse ido seguía preocupada de cómo iban los negocios.

De seguro era una puta mentira.

Asentí lentamente mirando a mi novia que tenía una sonrisa completamente falsa en el rostro.

—¿Entonces es normal que sea así de preocupada por todo el mundo?

—Claro que si —contestó mi padre.

Me encogí de hombros y luego me integré a la conversación que estaba teniendo Nate junto a mi madre y sus padres. No quería tener que seguir mintiéndole en la cara a Emma que ni una pizca de tonta tenía.

De pronto, oímos que nos llamaron de la sala de profesores, pero esta vez sólo pudimos entrar Nate y yo, los profesores se encontraban completamente relajados en sus asientos y en cuanto nos vieron, se quedaron en silencio.

—Bueno chicos, primero que todo quiero felicitarlos por su presentación. Se notó todo el trabajo que hubo detrás junto a la compañía de su profesor guía —comenzó a hablar el jefe del departamento de administración y finanzas que era un hombre mayor, de tez blanca y amigables margaritas en su arrugado rostro —Hubo falencias, sí, pero no en cuanto a la información que nos brindaron sino en la seguridad de sus respuestas, sin embargo, son cosas que se pueden mejorar en el campo laboral, es por esto que estamos felices de decirles que han aprobado con nota máxima su presentación de título y son los nuevos egresados de administración y finanzas.

Nate me observó como si hubiésemos recibido un óscar, hasta por un momento pensé que iba a saltar para colgarse de mi cuello y llorar, pero rápidamente nuestro profesor guía se acercó para felicitarnos, nos entregaron nuestros diplomas y también nos sacaron un par de fotografías. Nuestras familias se enteraron y nos quedamos conversando con el profesor guía por un largo rato.

—¡Esto amerita un almuerzo! —chilló mi madre cuando íbamos todos juntos caminando hacia el estacionamiento.

Me encontraba feliz por mi nuevo logro, pero no sabía si tenía demasiadas ganas de celebrarlo tan conjuntamente. De todas formas, antes de cada uno subir a su auto nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en un restaurant. Emma se subió a mi lado de copiloto en la camioneta y cuando la música comenzó a sonar, ella la bajó por completo. No era muy amante de la música ni tampoco cantaba las canciones que le gustaban, no sabía en realidad si alguna vez había sido fanática de alguna banda o cantante.

—Estoy tan feliz por ti —la oí a mi costado mientras nos dirigíamos al restaurant —, nunca dudé de ti ¿te lo había dicho?

—Gracias —contesté sin despegar mi mirada de la calle.

—¿Dónde dormiste ayer? No te oí llegar —preguntó mientras tomaba su móvil y abrir una aplicación para tomarnos una foto.

—Llegué un poco tarde y me quedé dormido en el sofá estudiando.

Si, era verdad que había llegado tarde y que me había dormido en el sofá, pero no que estuve estudiando. Había llegado con la cabeza hecha un lío, confundido y también sin dejar de pensar en que Camile me estaba volviendo loco y haciéndome sentir vulnerable. Había llegado con tanta culpa invadiéndome el pecho que no había sido capaz de meterme a la cama con Emma. Había tenido que dormir en el sofá casi obligándome a dejar de pensar en esa chica de ojos verdes.

—¡Aquí es! —la oí cuando frente a nosotros apareció un enorme restaurant tipo antiguo, pero sumamente elegante.

Aparqué la camioneta cerca de la de mi padre y luego me bajé seguido de Emma.

El restaurant era gigantesco, además de sumamente caro y elegante. Miré los platos en la carta y no sabía qué demonios elegir, pues además de caro, todo me parecía muy pintoresco y yo no era un fanático de todo lo caro que comían los ricos como nosotros. Tara y su "amigo" de siempre estaba ahí. Me había recibido con un abrazo cariñoso en cuanto me vio. Elegí un tipo de pescado que no reconocí con un par de papas y ensalada. Todos se veían demasiado felices y entusiasmados conversando acerca de la presentación que habíamos dado Nate y yo y también de algunas anécdotas vividas como familia.

De pronto sentí que no estaba demasiado cómodo con toda esa parafernalia. No estaba cómodo sentado ahí entremedio de tantas personas con tanto dinero comiendo algo que ni siquiera sabía pronunciar. No estaba cómodo con la atención exagerada de los garzones ni tampoco con la atención que nos brindaban desde otras mesas. Estaba acostumbrado a esa vida, pero desde que había conocido a Camile me había dado cuenta que, tal vez, necesitaba una vida más tranquila, con más risas, más café y menos lujos y elegancia.

Me puse de pie de repente sólo llamando la atención de mi novia, le dije que iría al baño y así fue, pero apenas entré, me lavé la cara con agua helada y me miré en el espejo sintiendo el peso de mi consciencia justo encima de mis hombros.

Tomé mi móvil, miré los mensajes y los chats y me percaté de que Camile se encontraba en línea.

¿Debería contarle o sólo quedarme callado y que se enterase por otra persona?

Por supuesto que yo hacía caso omiso a mi consciencia de mierda.

Jared: Aprobé

Un mensaje así de pequeño e insignificante bastó para que Camile me enviara, al menos, unos quince emoticones: Corazones, arcoíris, globos, caras felices, chicas con las manos arriba y un sinfín más, hasta creo que había una abeja metida ahí.

Camile: ¡Felicitaciones! ¿cómo estuvo?

Jared: Mejor de lo que creí

Camile: Me alegro muchísimo por ti

Camile: De seguro estás celebrando ¿no?

Jared: Si ir a un restaurant carísimo y elegante a comer cosas que ni sabes pronunciar se llama "celebrar", pues sí, estoy celebrando

Camile: Disfruta, Jared, están felices por ti

Bloqueé el móvil. Tenía razón, no podía ser un mal agradecido.

Cuando regresé a la mesa, me percaté de que mi padre había comentado deliberadamente que él iba a correr con la cuenta de la mesa completa y estaba acostumbrado a ver que le daba unas grandes sumas de dinero, siempre, a los garzones que nos atendían. No estuve conforme con eso y no encontré la manera de decirle que la empresa tenía algunos gastos que no se explicaban de dónde venían y que no era momento de gastar muchísimo dinero justo ahora, pero no encontré el momento, pues había llegado tarde. Calculé mentalmente cuánto nos habíamos gastado comiendo en el lugar e intenté cuadrar de alguna manera todo eso con el dinero que tenía que recuperar la empresa Brackley para el siguiente proyecto. Anoté unas cosas en mi móvil para no olvidarlo y luego regresé a la conversación.

Camile Rooney

Ahí estaba yo.

Frente al edificio de la empresa Brackley con una bolsa de McDonald's en mi mano y un llavero.

Me sentía un poco estúpida, pero sin culpa alguna, lo que probablemente en un futuro sería sumamente malo. De todas maneras, me armé de valor, miré la hora en el móvil y entré campante a la empresa Brackley como si seguridad fuese mi segundo nombre. Había pasado sólo un día desde que Jared me había dicho que había aprobado en su título, así que la ocasión lo ameritaba.

Ameritaba una hamburguesa de McDonald's.

La recepcionista de inmediato me reconoció y esbozó una sonrisa al verme, me preguntó que necesitaba y yo le comenté que tenía que ir a la oficina de Jared, ella sin llamarlo por teléfono me dejó subir, así que rápidamente me subí al ascensor y marqué el piso en el que antes trabajábamos los dos.

En cuanto pisé el pasillo y me quedé frente a la puerta de alta seguridad me arrepentí de lo que estaba haciendo.

¿Qué demonios iba a decirle?

Pero no podía retroceder, ya estaba ahí y él había demostrado en varias ocasiones ser el impulsivo y no había salido del todo mal. Así que...

Sin golpear la puerta entré a la oficina, la oficina de Jared estaba pasando el umbral, a unos cuantos metros, pero estaba frente a la puerta de entrada, así que en cuanto abrí, sus ojos hicieron contacto con los míos y se quedó un poco petrificado donde estaba pestañeando como si yo en realidad no fuese real.

Cerré la puerta a mi espalda un tanto nerviosa y caminé hacia él. Él esbozó una pequeña sonrisa cuando me acerqué a su mesa y levanté la bolsa café del McDonald's junto a las bebidas.

—Esta es mi manera de celebrar —le sonreí.

Dejé las cosas encima de su escritorio mientras él me recorría con la mirada.

—¿Qué? ¿Acaso no estás feliz de ver una hamburguesa del McDonald's justo frente a ti?

—Sí que me lo estás haciendo difícil, Camile —comentó, se puso de pie, rodeó el escritorio y se quedó frente a mí mirándome a la cara con cierta nota de alegría en sus ojos — Gracias.

—Cualquier egresado merece una hamburguesa —solté y él esbozó una sonrisa burlesca.

—¿Cualquier? —repitió.

—Tu.

—Yo —asintió levemente.

De pronto, sentí que los nervios subieron desde mis pies hasta mi cabeza. No supe qué más decirle y sólo me acerqué a él para abrazarlo, él se quedó helado unos segundos y luego recibió mi abrazo. Olía tan bien ¿por qué siempre olía así de bien? Tan masculino y perfecto.

Cuando nos separamos, él me sonrió nuevamente y se volteó para quitar las cosas que había en su escritorio. Mientras el desocupaba y hacía espacio, yo saqué las cosas de la bolsa y las acomodé para que comiéramos.

Me senté frente a él en el escritorio.

—¿Escogí bien? —pregunté cuando Jared abrió la caja con su hamburguesa.

—Claro que sí, me encanta el doble cuarto de libra.

Su mirada azul eléctrica estaba más brillante que nunca, su sonrisa no se iba y me encantó verlo de esa manera, cómodo y feliz. Si parecía un niño pequeño poniéndole kétchup a sus empanadas de queso.

—¿Qué haces? —me preguntó arrugando el entrecejo cuando vio que alcé el pan de mi cuarto de libra y ponía papas fritas encima de la hamburguesa muy meticulosamente, sin dejar ningún espacio.

—Le pongo papas fritas a mi hamburguesa.

Él me observó como si fuera algo asqueroso, pero alcé mis cejas con burla.

—¡Debes probarlo!

—Claro que no —soltó.

—Es lo mismo que comer papas fritas y luego una mordida de hamburguesa, sólo que ahora las comes juntas —expliqué.

—Claro que no es igual.

—Inténtalo.

—No.

—Vamos, inténtalo —pedí.

Él me miró con desconfianza, luego le sacó la parte de arriba del pan a su cuarto de libra y sólo puso una papa frita adentro, rodé los ojos y él le dio una mordida con desconfianza para probarlo, luego me observó fijamente y soltó:

—Sabe igual —dijo aburrido con sus cejas en una línea recta.

—¡Es porque le has puesto solo una! —chillé.

Él rio de mí y le puso una gran cantidad de papas fritas a su pan y cuando iba a darle una mordida, la puerta de entrada se abrió y ambos nos volteamos a mirar.

Emma.

***

BESOPOS

XOXOXO

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