Me cubrí con la toalla aún más sintiendo que de pronto estaba demasiado expuesta a Jared y a sus preguntas directas. No sabía si Stefan era mi pieza perfecta, pero por mucho tiempo se había sentido así y ahora sentía que por donde intentaba encajarme a su costado, algo nos separaba o quedábamos incómodos juntos. Me gustaba Stefan, lo quería, de hecho, me encontraba bastante enamorada de él, pero no sabía si la intensidad había ido diversificándose o si sus repentinas actitudes habían terminado con ese intenso y juvenil amor que nos teníamos.
—No lo sé —contesté, pero mi voz se oyó despacio, casi como un susurro. Jared pareció disconforme con mi respuesta porque se quedó mirándome esperando a que continuara hablándole, así que me armé de valor y así lo hice —, creo que también soy joven para decidir si es mi pieza perfecta o si estoy en el lugar correcto.
—Luego de cinco años ¿todavía no lo sientes?
—Pensaba que todo estaba perfecto en mi vida, pero mientras más me quedo en esta ciudad, más me doy cuenta que, en realidad, puede que todo esté al revés.
Él esbozó una pequeña sonrisa, asintió lentamente y habló:
—Siento que me pasa lo mismo.
—¿En esta ciudad?
—No, contigo.
—¿Cómo que conmigo?
Él soltó una risita nerviosa, se acarició el cabello por la nuca y luego se quedó fijamente mirando mi vestido en la secadora mientras daba vueltas y vueltas.
—He estado demasiado tiempo ocupado en encajar en una vida que me cuesta llevar —explicó —. He debido ser serio, tomar decisiones correctas, financiar mis cosas, buscar un futuro que me convenga y encontrar a la chica perfecta para terminar mi vida en una casa de campo de ocho mil quinientas hectáreas y caballos, qué se yo, pero en realidad no soy tan serio ¿sabes? Me gusta lo que hago, pero también me gustaría un día detenerme a tomar un puto café sentado en la playa y por la noche hacer música hasta que tenga los ojos rojos de tanto leer y releer.
—¿Y qué tengo que ver yo con todo eso? —reí.
—Cuando te conocí sentí que algo me ocurrió y todavía no sé qué es ¿sabes? Eres joven, audaz, soñadora y segura de ti misma. Siento que por un momento tomando cafés juntos en C&B me bastaba, no necesitaba tantos lujos para ser feliz, ni tampoco hacer reír a media docena de millonarios sentados en una oficina tomando decisiones abrumadoras —confesó con una sonrisa nerviosa en el rostro.
—¿Por qué siento que Emma no consigue darte esa tranquilidad que necesitas? —pregunté de pronto, la secadora se detuvo y emitió un sonido. Jared de inmediato se puso de pie, la apagó y sacó el vestido.
Me lo pasó y yo de inmediato comencé a ponérmelo. Pensaba que mi pregunta había quedado suspendida en el aire y no me la respondería, pero cuando estaba subiéndome el cierre del vestido, me quedé a mitad e intenté ayudarme con el otro brazo, pero no alcanzaba. Él sonrió mirándome, caminó lentamente hasta quedar detrás de mí y subió cuidadosamente el cierre mientras comenzaba a hablar.
—Pues porque no me la da —contestó sin más, pestañeé incrédula sin creer lo que había dicho —. Ella quiere que yo sea un gran empresario, como mi padre o el suyo. Quiere que me haga cargo de la empresa Brackley y prefiere que me quede sacando cuentas que creando canciones —comentó con una falsa sonrisa —, supongo que simplemente piensa en mi futuro.
Volteé a mirarlo cuando terminó de subir el cierre de mi vestido, estábamos cerca, mirándonos a los ojos y yo le sonreí de inmediato. Él me observó con confusión y luego hablé:
—Pues yo si quiero oírte.
—¿Qué?
—Ya sabes, hay un punto en mi lista que está remarcado: "Escuchar un concierto de Jared Brackley en primera fila" —me encogí de hombros.
—Sólo bromeaba con eso, Camile —rio inquieto, pero al ver que yo no tenía la expresión de reírme o de bromear con eso, él asintió levemente y me pidió que lo siguiera.
Entramos nuevamente a la mansión Brackley percatándonos de que no quedaba nadie más allí. Stefan seguía durmiendo cómodamente en el sofá y alguien ya lo había cubierto con una frazada, continué mi camino a través de los pasillos detrás de Jared hasta que entramos al mismo lugar que la primera vez entré pensando en que era el baño: su sala de música.
Mi corazón dio un brinco cuando la gran sala se abrió frente a mis ojos, quería tocar todo lo que había allí dentro, pero mantuve la compostura.
Jared se metió ahí, cerró la puerta a sus espaldas y caminó sigiloso hasta encender la luz.
—Aquí guardo todo —dijo acercándose a una gran estantería de madera antigua en donde estaba repleto de papeles y carpetas.
Lo vi tomar una carpeta azul y la dejó encima del piano, revisó algunas hojas y yo, lentamente, me acerqué a él hasta que estuve leyendo junto a él algunas partituras que ni mierda entendía, pero me gustaban. Miré a Jared con entusiasmo, esperando que diera el primer paso, pero no lo hizo así que comencé:
—De acuerdo ¿qué vas a cantar hoy? —saqué una hoja de su carpeta lo que consiguió que toda su atención se quedara en mí —¿Canciones románticas? ¿Tal vez rock?
—Camile... —sonrió —Ya entrégame eso, ven aquí.
—¿Cuál es el instrumento que mejor tocas, Jared? —pregunté mientras me daba vueltas a través de la sala, me acerqué a una guitarra, toqué las cuerdas y sonó fuerte, me asusté y me sobresalté. Él rio de mí —Vamos ¿el piano o la guitarra? ¿tal vez la flauta? —me detuve y comencé a buscar con la mirada si había una flauta, pero nada. —En la escuela me enseñaban a tocar la flauta, pero ¿qué crees? No aprendí ni siquiera la canción de Beethoven.
—Es la más fácil —opinó Jared —, creo que se me da bien el piano.
—Vamos, te escucho —sonreí. Me senté en un extremo del banco del piano y lo quedé mirando hacia arriba.
Sus ojos azules se quedaron en los míos y lentamente se acercó a mí. Apoyó su palma en la parte superior, la deslizó y luego se sentó a mi lado. Acarició las teclas consiguiendo que una dulce melodía se colara en la sala y luego respiró profundo.
—¿Vas a cantar también?
—No, por supuesto que no —rio.
—Vamos, no puedes tocar el piano y no cantar ¿no crees?
Él pestañeó mirándome, se quedó mirando las teclas del piano y sin responderme lo que había dicho comenzó a tocar. A penas sus dedos tocaron las teclas sentí una electricidad recorrerme la espalda. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y sólo me quedé mirándolo, cerró los ojos, se concentró y luego los abrió mirándome.
De inmediato reconocí la melodía.
Sus dedos en el piano parecían rápidos, agiles y valientes. Conocía el piano a la perfección y ninguna nota se le escapaba porque incluso con los ojos cerrados podía tocar las teclas. Me gustaba esta faceta de Jared, relajado, seguro de sí mismo e intrépido. Me quedé mirándolo como una estúpida. Hasta que finalmente lo oí cantar:
Los hombres sabios dicen
Sólo los tontos se precipitan
Pero no puedo evitar
Enamorarme de ti
¿Debo quedarme?
¿Sería un pecado?
Si no puedo evitar
Enamorarme de ti
Al igual que fluye un río
Seguramente hacia el mar
Cariño, así es como va
Algunas cosas están destinadas a ser
Toma mi mano
Toma mi vida entera también
Porque no puedo evitar
Enamorarme de ti...
Me declaraba, en ese momento, fanática de Jared Brackley. Su voz había erizado completamente mi piel. Era una voz masculina, profunda y romántica, una de esas voces que las quinceañeras hubiesen reproducido en su Spotify unas mil quinientas veces. Y lo tenía justo frente a mí y se había sentido tan cercano.
Mi corazón estaba latiendo con fuerza, con tanta que apenas podía controlarlo. Tragué saliva nerviosa, pues la canción que había interpretado era una de las que más escuchaban mis padres: "Can't help falling in love – Elvis Presley".
Finalizó y yo todavía me encontraba mirándolo como una estúpida, él esperó a que le diera alguna opinión, supongo, pero estaba tan anonadada y sorprendida que mi mente se encontraba en blanco. No podía creer que Jared cantara de esa manera ni tampoco que fuese tan ágil con sus dedos en el piano. Era un chico talentoso, encima apuesto y lo tenía tan cerca de mí que me hacía tener todos los vellos de punta.
—¿Cómo es posible que tengas un talento como este y no lo explotes? —fue lo único que pude decir, y eso que mis palabras salieron atropelladas y torpes.
A él se le iluminaron sus ojos azules, me sonrió de medio lado y se quedó mirándome directamente a los ojos como si hubiese descubierto a su mejor fan en la historia de las fans.
—¿Te gustó? —su pregunta sonó con inseguridad, tanto que casi rozó mi molestia, pues no podía ser dueño de un talento así y no sentirse orgulloso de eso —Es la primera canción que me aprendí y, la verdad, no la había cantado nunca en frente de alguien.
—Es una de mis canciones favoritas —confesé —mis padres la escuchaban muchísimo —guardé unos segundos silencio sin que él me dijera algo y continué —Nunca pensé que me encontraría con una persona que tuviera este talento, Jared.
—¿Qué? —rio —Ya déjalo Camile, no canto tan bien como me gustaría, prefiero quedarme tocando instrumentos sin cantar y ya.
—¡¿Te has vuelto loco?! —me giré hacia él con entusiasmo, pasé una pierna hacia el otro lado del banco quedando a horcajadas frente a él —Lo haces muy bien ¡Nunca había ido a un concierto mejor!
Él guardó silencio observándome, luego se quedó mirando las teclas del piano y respiró profundo casi botando todo el aire que tenía en sus pulmones. De perfil, así tan simple como se veía Jared sentí que todo dentro de mi cuerpo había cambiado. Lo encontraba mucho más atractivo, agradable y una persona con la que podía estar por horas sin aburrirme. Se sintió como si siempre hubiese querido estar ahí y esos nervios a flor de piel que desde hace muchísimo tiempo no aparecían: ahí estaban. Justo frente a él y por él. ¿Será que realmente Jared Brackley estaba consiguiendo alterar todos mis sentimientos?
—Me hubiese gustado conocerte en otro momento de mi vida —confesó mirando las teclas del piano y casi en un murmuro.
—¿Cuál otro momento?
—Tres años atrás —sonrió.
¿Tres años atrás porque no se encontraba en una relación con Emma o porque era algo más joven y se arriesgaba a hacer lo que se le diera la gana?
—¿Crees que está bien lo que hacemos? —pregunté de pronto, él alzó su vista.
—¿Qué hacemos?
—Fingir que somos amigos y que nada pasó entre nosotros.
—No lo sé —bajó la voz —, pero me está costando un poco.
—Y a mí.
El silencio se metió entre nosotros llenando la sala. Sólo podía oír a mi corazón latiendo con fuerza. Alcé mi vista para mirarlo: él ya estaba mirándome. Casi como un reflejo acortamos el espacio que había entre nosotros y de pronto ya estaba a unos pocos centímetros de sus labios. Nos atraíamos entre sí, como imán y metal. No sabía cómo se sentía él, pero al menos yo apenas podía controlar lo que estaba haciendo.
Apenas sus labios rozaron los míos una electricidad me recorrió el cuerpo y quise profundizar el beso, pero no lo hice. Lo único que hice fue correrme unos centímetros atrás y abrir los ojos mirándolo. Respiré profundo y giré para mirar las teclas del piano mientras él seguía en la misma posición.
—Mejor vayamos a beber algo —lo oí.
Asentí y me puse de pie sin que él me lo pidiera.
Me encontraba muy nerviosa y él no parecía estarlo, así que simplemente mantuve la compostura y lo seguí por el pasillo hasta la cocina, se acercó a la barra y miró la botella de vino que me había servido Tara y frunció el ceño.
—Nadie nunca había abierto este vino —sonrió refiriéndose a eso y, cuando iba a decirle que Tara me había dado, él continuó —: Tara estaría decepcionada, siempre dice que es un vino barato y ordinario, pero a mí me gusta ¿qué más da?
Sentí que el enojo llegó a mi cerebro en un par de segundos: ¿Por qué debía ser así de humillante con una persona que no conocía? No quería pensar mal de Tara, pero estaba consiguiendo hacerme sentir mal y muy enfadada muy a menudo y ni siquiera nos conocíamos bien. Para los ojos de Tara yo era una ordinaria, una chica irrelevante y quería dejarme en claro con diferentes acciones que yo nunca estaría a la altura de su familia, de sus amigos, de ella, de Emma ni menos de su hermano. Tal vez era cierto, pero ¿por qué debía ser así de cruel?
Quise decirle a Jared lo que Tara había hecho, pero no se lo dije porque no quería generar algún conflicto entre ellos. Me sirvió una copa del mismo vino y luego se sirvió para él.
—Mierdas de vinos para ricos —continuó —Al final, a veces saben peor.
—¿Crees que este sabe mal?
—No, este me gusta. Diría que es mi favorito —sonrió —Además, no te daría algo que no me gusta.
Asentí bebiendo un poco del líquido de la copa.
—¿Tienes frío? —me preguntó cuándo me vio acariciarme los brazos.
—Un poco, pero no es nada.
—Puedo prestarte una chaqueta de Tara, a ella no le molestará.
¿Estaba loco?
—Claro que no —reí —, mi abrigo debe estar por ahí.
—De verdad, espérame aquí —dijo, se puso de pie y antes de que pudiese negarme una vez más, salió corriendo de la cocina.
Me quedé mirando la copa de vino y de la rabia apreté la copa con fuerza, pero me detuve cuando me percaté de que podía quebrarla y me quedaría ensangrentada ahí en la cocina.
Cuando Jared regresó venía con un blazer azul eléctrico en su mano, me lo tendió con una sonrisa ingenua en sus manos, pero apenas me lo entregó sentí que mi cabeza estalló. El color que tenía el blazer me hizo viajar rápidamente a la noche del viernes en donde habíamos estado en el prostíbulo y había visto a personas vestidas de la misma manera y era exactamente con un blazer azul eléctrico ¿podrá ser que...? ¡No! Era solo una maldita coincidencia.
—Fue lo único que encontré a mano.
—No te preocupes —lo recibí, lo miré un poco y luego me lo coloqué percatándome de que también era bastante grande para mi talla.
—No sé por qué Tara tiene de estas chaquetas unas dos tallas más grandes que ella —rio.
Bebimos un poco de vino y luego nos quedamos conversando acerca de mi familia, le conté cómo me llevaba con mis hermanos y también algunas anécdotas que tenía de cuando era pequeña. Jared me escuchaba como si lo que le estuviera contando fuese lo más interesante que haya oído jamás y eso, a ratos, me ponía nerviosa, pues Stefan solía mirar hacia otro lugar o decir cosas como "Claro", "Entiendo", "Mm, genial", pero Jared no, él me seguía preguntando cosas y opinaba también.
—Cuando era pequeña era fanática de los unicornios —le conté y él frunció el ceño con una sonrisa —Mi mochila de la escuela era de unicornios, mi ropa, mis cintillos, todo. Una vez mi madre me regaló un peluche enorme de unicornio y Leah lo lanzó por la ventana y cayó a una cerca con púas..., adivinarás el resto.
—¿Entonces por qué en tu lista no hay algo como: "conocer a un unicornio en persona"?
Rodé los ojos.
—Porque no existen o créeme que estaría ahí.
Él soltó una carcajada.
—¿Y ahora de qué eres fanática?
—De los vestidos —miré de reojo el mío —Y de ti.
—¿De mí?
—¿Quién diría que en realidad terminarías siendo una perfecta estrella de rock?
Jared Brackley
Me gustaba mirarla, escucharla y verla reír cuando contaba algunas de sus anécdotas. Me interesaba conocerla, saber cada uno de los detalles que tenía para decirme o simplemente mantenerme en silencio a su lado.
Comenzaba a creer que todo estaba yendo mal en mi vida justo ahora porque la había conocido, pero se sentía agridulce, pues ella no parecía una chica que iba a arruinarme la vida por completo, sino simplemente arreglarla. Tenía unas horribles ganas de tomar su rostro y besarla tal como lo habíamos hecho la otra noche en la oficina, pero claro que no podía hacerlo, pues estábamos intentando ser unos amigos normales, pero teniéndola así de sencilla frente a mí, me estaba complicando la moral.
Era verdad cuando le decía que me gustaría haberla conocido en otro momento de mi vida. Tres años atrás para ser exactos. No sabía si ese era el momento indicado, pero me hubiese gustado estar en ese momento de mi vida en donde tenía algo más de libertad para escoger y no estaba comprometido con Emma. Ella no estaba enamorada de mí y así no arrasaría con todo a mi paso cuando se me ocurriera hacer algo estúpido.
Pero claro, el destino era caprichoso y dramático. Le gustaba poner a las personas en nuestras vidas cuando menos lo esperábamos para así destrozarnos o destrozar todo a nuestro paso. Parecía ser algo como: "si no lastimas a alguien, no puedes ser completamente feliz". Como si debiésemos dar algo a cambio para tener tranquilidad.
—Creo que me iré a la cama —comentó Camile mirando el reloj de la pared, la vi ponerse de pie y dejar la copa a medio servir encima de la isla de la cocina y se quedó mirándome —Gracias por secar mi vestido e invitarme a un concierto.
No pude evitar sonreírle.
Es que era muy bonita e ingenua. Demasiado buena para estar de pie frente a mí así nada más.
Me maldije internamente por no poder controlar lo que iba a decir a continuación, pero:
—No te vayas todavía —solté sin pensar.
—Stefan está durmiendo en el sofá, es mejor que vayamos a la habitación de invitados.
Bueno, si estaba odiando un poco a Stefan.
No me gustaba cómo se veía de pie a un lado de Camile. No me gustaba cuando le daba la mano ni tampoco cuando le sonreía a cinco centímetros de sus labios. No me gustaba su desplante ni tampoco cómo caminaba por los lugares casi adueñándose de ellos. Me molestaba su apariencia de niño rico, aunque sabía muy bien que yo también la tenía. Pero el me desagradaba y lo peor era que no me había hecho absolutamente nada, simplemente pensaba que él no merecía a una chica como Camile. No merecía que ella le contara historias o anécdotas divertidas por las noches ni tampoco merecía esas carcajadas ingenuas por las tardes, pero no podía hacer nada en contra de eso, ella lo había escogido a él hace cinco años y no podía ir y decirle: "Camile, ¿realmente crees que Stefan te merece? Eres mucho para él". Primero, Emma me mataba, segundo: me ganaría una mirada extraña de Camile.
Asentí silencioso, ella se marchó caminando a paso lento hacia el pasillo y yo respiré profundo algo frustrado.
Sentados en el piano había pensado que todo se volvería a repetir una vez más, pero claro que no pasó. Ella sabía que estaba mal hacerlo, yo también, pero a mí me costaba un poco más que me importasen las cosas cuando era un estúpido impulsivo.
No dejé que pasasen más de unos segundos cuando me puse de pie, dejé la copa encima de la mesa y salí rápidamente hacia el pasillo. Camile iba caminando dándome la espalda y rápidamente caminé hacia ella como si la impulsividad hubiese invadido todo mi cuerpo. Tomé su brazo y la volteé hacia mí. Ella se sobresaltó un poco, luego pestañeó liada y sin preguntarle nada, la besé.
***
Letra original
Wise man say
only fools rush in
But I can't help
falling in love with you
Shall I stay?
Would it be a sin?
If I can't help...
falling in love with you
Like a river flows
Surely to the sea
Darling, so it goes
some things are meant to be
Take my hand
Take my whole life too
for I can't help
falling in love with you
:')
Espero sus opiniones y que hayan disfrutado el capítulo
BESOPOS
XOXOXO
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