Capítulo 16
—Bueno ¿qué conseguiste? —le preguntó Alex a Samantha cuando nos subimos al primer taxi que nos acercara a la casa de Alex.
—El tipo con el que estaba soltó que había consumido cocaína, marihuana, heroína y hasta tussi en ese lugar en diferentes ocasiones. Las mismas chicas que se acostaban con los tipos se los ofrecían y ellos debían pagar aparte del servicio de sexo.
—¿Cómo le sacaste toda esa información? —fruncí el ceño quitándome el antifaz y sintiendo que se me caerían las pestañas en cualquier momento.
—Estaba muy borracho y sólo comencé a preguntar fingiendo que estaba interesada en acostarme con una chica y drogarme hasta que no sintiera la cara —comentó Sam y Alex se echó a reír.
El taxi nos dejó afuera del edificio en donde vivía Alex y rápidamente nos metimos allí y subimos por el ascensor. Al llegar, busqué mi bolso en su pieza y nos sentamos en el living a quitarnos todo lo que llevábamos puesto y a conversar sobre lo que habíamos recolectado.
—Había cuatro tipos, dos hombres y dos mujeres vestidos de manera peculiar. Muy elegantes, los oí conversando en el baño antes de irnos y efectivamente eran los dueños del lugar —comenté y Alex abrió la boca.
—¿Se encontraban ahí mismo?
—¡Si! —alcé la voz —Y créeme que no sé qué me sucedió, pero siento que ya los he visto antes.
Él frunció el ceño sin comprenderme, luego comenzó a quitarse el maquillaje de los ojos.
—Esta vez la chica con la que estuve me ofreció unas pastillas extrañas, no las recibí, pero podemos dar por sentado que hay droga moviéndose por el lugar.
—Siento que es demasiado común —opinó Samantha —necesitamos algo que sea mucho más relevante ¿no creen?
—¿Cómo qué?
—No lo sé, si hay alguien obligado a estar allí, si compran a las chicas o si simplemente llegan por su propia cuenta y si es así ¿cómo lo hacen?
Asentí silenciosa y Alex también le encontró la razón a Samantha.
Estuvimos unos minutos más conversando acerca de lo que habíamos visto hasta que a eso de las cuatro de la madrugada Stefan me envió un mensaje de que ya se encontraba en casa junto a una fotografía con rostro triste y simulando abrazar a la nada en el costado de la cama.
Algo se revolvió dentro de mi estómago una vez más. No podía evitar pensar en todo lo malo que estaba haciendo de un momento a otro. Lo del prostíbulo era parte de la investigación, pero ¿besar a Jared? Eso no era parte de ningún proyecto o algo parecido.
A la mañana siguiente regresé a casa temprano, Stefan estaba en la universidad y yo pronto debía ir a trabajar a la cafetería porque era sábado, así que me preparé un desayuno contundente y luego me fui al trabajo esperando que ningún integrante de la familia Brackley se apareciera por el lugar para interrumpir mi consciencia que comenzaba a tornarse demasiado bulliciosa cuando me encontraba en lugares públicos.
Harriet llegó más feliz de lo habitual, me sonrió al entrar y también besó mi mejilla como nunca lo hacía. Fruncí el ceño y luego esbocé una sonrisa.
—¿Tuviste sexo por mensaje? —pregunté en un murmuro cuando salí a tomar pedidos, ella se echó a reír de inmediato y cuando regresé a su lado se quedó mirándome.
—Siento que de verdad está gustándome más de la cuenta.
—¿Sólo hablan por mensaje o también se llaman por teléfono?
—También nos llamamos, conozco su voz, su rostro, sé que es real —me comentó con cierta ilusión en sus ojos y yo sonreí.
Adoraba cuando las personas se encontraban, así como así, a través de un mensaje de texto, chocando en la calle, con un par de miradas cómplices o cualquier otra cosa, pero que estaban destinadas. Pensé en eso por unos segundos y de inmediato Jared se vino a mis pensamientos, ay estúpido Jared Brackley ¿por qué lo habían mandado a atropellarme en plena vía pública y torcer mi maldito tobillo?
—¿Crees que algún día puedas conocerlo?
—Eso estoy esperando hace cinco meses.
—¡¿Cinco meses?! —alcé la voz y algunos clientes me observaron y ella frunció el ceño haciéndome callar.
—Ay Camile ¿por qué eres tan espontáneamente gritona?
—¿Puedes, al menos, decirme que es un buen chico?
—Eso creo —se encogió de hombros.
—Si algún día lo conoces iré detrás de ti como un escarabajo para cuidarte el trasero.
Ella sonrió mirándome y luego asintió.
—Pues si vives para hacerlo —la oí decir con voz neutra, totalmente seria y alzando la vista hacia la entrada.
Rápidamente volteé a mirar, pero era Stefan quien venía con su mochila en la espalda entrando a la cafetería, en cuanto me vio me sonrió y se sentó en una mesa. Le pedí a Harriet que me relevara por unos segundos y me acerqué a la mesa en donde se había sentado.
—¿Qué haces aquí? —le sonreí, él se acercó para besar mi labios rápidamente y volvió a sentarse.
—Pido un café.
—¿De verdad?
—Un café con mi novia.
—¿Sin azúcar?
Él me guiñó un ojo y yo regresé detrás del mesón para prepararle el café como le gustaba a él. Me había dado una sorpresa, pero me gustaban esos gestos de las personas cuando estaban interesadas en otras. Así que nos serví un café a ambos y, aprovechándome de que no había más clientes a esa hora y sólo estábamos Harriet, la cajera y yo me senté frente a Stefan con mi café.
—¿Cómo te fue ayer? —le pregunté.
—Bien, estuvimos conversando y riéndonos un rato en casa de un compañero de trabajo —me contó, luego sacó su móvil y comenzó a mostrarme fotografías de ellos con entusiasmo. Estaba feliz por él, me gustaba que se relacionara así con las personas e hiciera amigos. Stefan no era muchísimo de fiestas y amigos por doquier.
—Qué bueno, Stefan —sonreí.
—¿Y ustedes? ¿Pudieron avanzar con el trabajo?
—Sí, bastante. Estuvimos pasadas las cinco de la madrugada dando ideas y todo eso.
—¿Sabes quién me habló hoy? —dijo con la intención de seguir hablando, así que esperé a que continuara antes de interrumpirlo —Emma —comentó y yo fruncí el ceño con confusión —está de cumpleaños y celebrarán en casa de Cedric y Jane, nos invitó a ambos, dijo que lo pasaríamos genial.
Me quedé mirándolo inmóvil por unos segundos, pestañeé sin saber qué decirle y luego fingí estar feliz porque Emma estaba de cumpleaños.
—Que bien... —comenté, pero creo que mi voz no sonó como quería y Stefan disminuyó su sonrisa —es decir ¿desde cuándo son tan amigos para que te invite a algo así?
—Sólo nos caímos bien cuando compartimos las veces anteriores todos juntos ¿no quieres ir?
—¿Es hoy?
Él asintió, luego bebió de su café mientras me observaba fijamente. A pesar de que mi consciencia me gritaba que no debía ir a un lugar como ese para ser humillada por Tara y Emma y que la culpa me comiera al ver a Jared ahí, no podía evitar querer ir a pararme frente a todos esos tipejos ricos.
—De acuerdo, si, vayamos —asentí convenciéndome a mí misma de que sería una buena idea.
Jared había dicho que debíamos ser amigos ¿no?
Estuve conversando unos minutos más con Stefan, pero el lugar comenzó a llenarse de personas así que rápidamente me despedí y continué con mi trabajo. Ningún integrante de la familia Brackley se apareció por la cafetería y lo agradecí, pues los vería por la noche a cada uno de ellos.
Harriet opinó que era una mala idea asistir al cumpleaños de Emma puesto que era la novia de Jared y enfatizó en que recordara que nos habíamos estado besando en la oficina y que podría ser incómodo para ambos vernos las caras junto a nuestras respectivas parejas. No la escuché demasiado, pues Jared y yo habíamos quedado en algo y debíamos cumplirlo para no romper lo que ambos habíamos estado construyendo en nuestras vidas antes de conocernos.
No sabía si se trataba de una fiesta elegante o una fiesta simplona como lo haría yo junto a Dylan, Isabella y Alina, que, por cierto, no hablaba con ellas hace unas cuantas semanas atrás, es decir, nos enviábamos mensajes y todo, pero no tanto como antes y suponía que eso era parte de crecer, cambiar de ciudad y continuar con nuestras vidas como a cada una le pareciese bien.
No me costó elegir el vestido con el que iba a ir, lo tenía decidido desde antes, pero mi cabeza solía ponerme trabas y primero había pasado por tres outfits que no se llevaron a cabo. El vestido que escogí fue el vestido blanco con nubes: el mismo que me había comprado de la felicidad por encontrar mi primer empleo en Londres, el mismo que tenía en mi bolsa cuando Jared se estrelló con su coche súper carísimo en mi tobillo esquinzándomelo.
Me observé en el espejo, era un lindo y sencillo vestido que me hacía sentir cómoda además de linda. Arreglé mi cabello con algunas ondas, me maquillé un poco y escogí unas sandalias plateadas que me había obsequiado mi madre en la navidad pasada. Me coloqué un abrigo blanco encima y salí a la sala muy campante y segura de mi misma. Esperé que Stefan me dijera algo acerca de mi vestimenta, algo positivo claro, pero sólo se me quedó mirando de pies a cabeza, sonrió sin ganas y se puso de pie.
—El taxi está abajo —informó.
Asentí silenciosa y salimos juntos del departamento.
A Stefan todo lo que se pusiera le quedaba bien, eso podía asegurarlo. Esa noche llevaba una camisa burdeo y unos jeans negros junto a unos zapatos elegantes. Se había perfumado y el cabello se lo había peinado con crema. Era guapísimo y tenía todo el desplante de un chico millonario, yo no lo tenía, pero no dejaba que eso y mis gustos extravagantes por la ropa me hicieran sentir minúscula. Bueno, en ocasiones, otras simplemente Stefan se había pasado con algunos comentarios.
Pensaba que sería una celebración pequeña, pero me equivoqué rotundamente. Había globos blancos y rosados en la entrada de la mansión Brackley y un gran cartel que decía "Cumpleaños Emma". La entrada estaba decorada con flores, globos y muchísimas cosas brillantes. A pesar de que la casa era enorme, cuando estábamos en la puerta esperando que alguien nos abriera, la música podía oírse desde el patio trasero.
Una mujer vestida de mucama nos recibió, nos saludó con amabilidad y nos guio hasta dejarnos en el patio trasero, que, por cierto, no era el mismo que la terraza que habíamos estado la vez anterior. Había un sinfín de personas en la casa, adultos y jóvenes conversando y bebiendo copas de vino. A pesar de que algunos vestían de forma casual, todos tenían el aspecto de ricachones. No reconocimos a nadie cuando atravesamos los pasillos, hasta que dimos de sopetón con el gran ventanal que daba al patio de la mansión.
Había una piscina allí, una gran piscina decorada con velas flotantes y globos. Algunas personas bailaban en donde la música estaba a un volumen más alto y otros conversaban sentados en bancas de madera antigua muy sofisticadas. Le agarré la mano a Stefan para sentirme más segura y él de inmediato la recibió y caminó hacia la derecha seguro de sí mismo, alcé la vista y de inmediato choqué con la de Emma.
¿Qué puedo decir?
Se veía hermosa.
Lucía un vestido purpura que le llegaba a los tobillos, los tacones tenían al menos unos diez centímetros y eran de un plateado brillante tan despampanante. A pesar de que su figura lucía curvilínea, su rostro era lindo: tenía lindas facciones, bonitos gestos y una linda sonrisa. Parecía una buena chica, pero en el fondo sabía que no lo era y eso me hacía tenerle un constante rechazo.
Stefan me soltó de la mano para abrazarla deseándole un feliz cumpleaños y le entregó su regalo, luego se me quedó mirando, de pies a cabeza como si se hubiese encontrado con un bicho raro y me sonrió falsamente. Respiré profundo intentando contar hasta cincuenta y la abracé como cuando abrazas a un familiar que no conoces y le entregué el regalo que le había hecho que era un perfume. Por supuesto lo había escogido y comprado Stefan. Yo no me había preocupado de regalarle algo a quien no conocía.
—¡Qué bueno que vinieron! —alzó su voz con una sonrisa que fue más dirigida hacia mi novio que a mí.
Me percaté de que las personas del lugar eran más amigos de ella que de Jared o Tara. Además, se encontraban sus padres y los padres de Jared allí.
Todavía no veía a Jared, Tara ni a otra persona conocida en el lugar, así que me quedé bien pegada a Stefan que continuaba hablando con Emma muy entusiasta.
—No íbamos a perdernos una fiesta como esta —se encogió de hombros sonriente.
—¿Quieren algo? Le diré a Pete que les traiga algo de beber —comentó ¿quién era Pete? Ni idea.
Cuando Cedric Brackley hizo contacto visual conmigo de inmediato me sonrió, así que no tuve más reparos que acercarme para saludarlo, pues era mi jefe y no podía pasar de él como si no lo conociera. Se encontraba junto a su esposa y un par de adultos más que no conocía, pero que pronto me presentaron como los padres de Emma.
—Qué lindo abrigo, Camile —comentó Cedric.
—Gracias —sonreí.
—Mira, ahí viene tu pésimo compañero de trabajo —soltó Cedric con una nota de broma en su voz y luego rio.
Volteé a mirar en la dirección que había dicho y vi a Jared acercarse junto a Tara y su mejor amigo Nate. Los tres eran guapísimos, pero me quedé anonadada mirando a Jared. Vestía un jeans oscuro junto a una camisa celeste ajustada a su torso, su cabello con ondas caía despreocupado y en cuanto hizo contacto visual conmigo sonrió levemente.
Se acercaron a nosotros, nos saludamos como cualesquiera otros conocidos y Jared comenzó a hablar con sus padres acerca del pastel de Emma, que se había retrasado o algo así.
—No lo sé, hijo. Siendo las once de la noche sabes que todos los viejos nos retiramos de aquí —comentó Cedric con su típica sonrisa —Y tú te haces cargo.
—De acuerdo —asintió Jared observándolo.
Desvió su mirada hacia la mía y luego a la de Stefan con cierta seriedad en sus ojos. Relamió sus labios como si se le hubiese secado hasta la garganta y soltó:
—¿Ya vino Pete con las copas? Haremos un brindis —fue una pregunta al azar porque el único que contestó fue Nate.
—No, se ha tardado un poco.
—Creo que Emma fue a buscarlo —agregó Stefan.
—Bueno, voy por ella —se adelantó Tara dejándome a solas con Nate, Stefan y Jared.
Me quedé petrificada en donde estaba, con el estómago hecho un nudo y agarrada a la mano de mi novio. Jared se removió sobre sus pies, observó nuestras manos y luego lo que llevaba puesto. Cuando se quedó mirándome me percaté de que estaba viéndolo con mucha atención, así que desvié mi mirada fingiendo que veía a las demás personas de la fiesta.
—¿Cómo está todo? —Nate rompió el silencio incómodo que se estaba formando y dirigió su mirada hasta Stefan y yo —¿Ya se han acostumbrado a la ciudad?
—Bastante —se adelantó Stefan para contestar —, al menos Camile tiene trabajo y yo también.
—Verdad, trabajan juntos, ¿no? —preguntó a su amigo y él lo observó.
—Sí, prácticamente soy el empleado de Camile —contestó Jared de forma sarcástica, se encogió de hombros con simplicidad y yo sonreí —Ya sabes, ella busca proyectos y yo trato de financiarlos.
—¿Han funcionado juntos? —continuó.
¿Qué tipo de pregunta era esa? ¡Hemos funcionado como un puto cubo rubik sin entendernos y haciendo estupideces en cada movimiento!
Posé mi mirada en la de Jared quien también estaba mirándome sin saber qué demonios decir.
—Si —me adelanté —, trabajamos bien juntos.
Un mayordomo nos interrumpió entregándonos unas copas con vino blanco y, cuando noté que todos tenían alguna bebida en sus manos comenzaron a hacer sonar el vidrio de las copas para que se formara un silencio sepulcral. No sé cómo, pero Jared ya se encontraba al costado de Emma con una copa en su mano y observándola como si fuese una diosa. Me sentí algo mal por eso, pero intenté guardarme esos estúpidos sentimientos para después.
—Sólo quiero agradecer a todos los que han venido hoy para celebrar mi cumpleaños —comentó ella.
Todos le sonreían con cariño y la escuchaban con atención.
—Espero que esta noche sea completamente inolvidable —alzó su copa y todos lo hicieron así que copié.
—¡¿El novio no dirá nada?! —escuché una voz que salió de entre las personas del lugar.
Emma sonrió mirando a Jared quien se notó algo descolocado y sorprendido. No tenía nada para decir, pero la presión social consiguió que finalmente dijera unas palabras.
—No lo sé, pues... —su voz se cortó por unos segundos, tosió incómodo y yo no podía dejar de mirarlo. Creo que mirada fue tan intensa que él, a medio decir, se encontró con mi mirada y luego regresó a la de Emma —Espero que la pases bien esta noche, Emma. Eres increíble y me alegra pasar un cumpleaños más junto a ti. A veces creo que no te merezco lo suficiente, pero aquí estás —sonrió y yo de pronto sentí que se me quebraba algo en el cerebro. Me vi a mí misma desde otra perspectiva con una copa en la mano, completamente seria y con algo que no sabía qué era cayéndose a pedazos —Te amo.
Sus labios se juntaron en un beso, todos aplaudieron sonrientes y sacándoles fotografías. Me sentí descolocada, fuera de lugar e incómoda. Creo haber sido la única que había visto ese gesto de amor tan poco amoroso y de lo más falso. No aplaudí ni nada, sólo me quedé ahí viéndolos como una estúpida.
¿Para qué había venido hasta aquí?
Cuando se separaron, sus ojos chocaron con los míos y yo desvié mi mirada hacia la copa. Relamí mis labios porque, de pronto todo se había secado e hicimos el brindis por el cumpleaños de Emma. Me bebí todo el vino de la copa y Stefan se me quedó mirando con una sonrisa burlesca.
—¿Quieres bailar? —me preguntó.
Yo asentí rápidamente.
La música estaba a un volumen alto en el lugar que estábamos e intenté olvidar completamente la escena que había visto y que en realidad todas las personas habían visto de Emma y Jared e intenté concentrarme en que estaba pasándolo bien junto a mi novio. Bailé muchísimo, tanto que dejé mi abrigo encima de una de las rústicas bancas para seguir moviéndome. Esta vez Stefan no me dijo nada acerca de mis pasos de baile, sólo me sonreía y disfrutaba de lo que estábamos haciendo.
Bailamos muchísimos y a ratos pasaba un mayordomo con bandejas llenas de alcohol y comida. Stefan bebía chupitos de tequila, muchísimos, nunca lo había visto beber tanto, pero sonreía y se veía que estaba pasándolo bien.
—Creo que iré al baño —le dije.
Él asintió, se quedó junto a un par de personas que no le costó para nada entablar una conversación y yo me alejé para entrar a la mansión Brackley.
Ahora sabía en donde se encontraba el baño, así que rápidamente caminé por los pasillos y abrí de sopetón la puerta del baño encontrándome a Jared subiéndose la cremallera del pantalón. Retrocedí unos pasos y cerré la puerta, iba a comenzar a caminar con el rostro colorado de la vergüenza cuando él de inmediato abrió la puerta para detenerme.
—Espera —dijo —, ya había terminado.
—Debes cerrar con pestillo —me acerqué lentamente mientras él lavaba sus manos.
—A veces lo olvido.
—De acuerdo —asentí levemente y él pasó por mi costado para dejarme entrar al baño.
—Me encanta tu vestido —soltó de pronto y yo sentí mis mejillas arder una vez más.
—Gracias ¿adivinas cuándo lo compré? —alcé mis cejas, sonriéndole.
—No soy muy bueno con las adivinanzas —arrugó la nariz y luego se apoyó en el marco de la puerta —Y a juzgar por tu personalidad puedes haberlo comprado hasta en el peor día de tu vida.
—Fue el peor día de mi vida, tienes razón.
Su astuta sonrisa hizo que le mirara los labios.
—¿Cuándo?
—Aquel día que nos conocimos, cuando me atropellaste y me esguince un tobillo.
Él soltó una pequeña risa y negó con su cabeza.
—No le llames atropello a eso —bajó la voz —Además, nadie sabe que eras tú.
—Stefan tampoco sabe que tú eras el loco que venía al volante.
—Camile, venía a dos kilómetros por hora y alcancé a frenar, pero tu incapacidad para mantener el equilibrio hizo que te dieras contra el pavimento.
Entrecerré los ojos observándolo amenazante mientras él seguía con una pequeña sonrisa en la cara.
—¿Dices que tengo la culpa?
—Tienes la culpa de muchas cosas.
Rodé los ojos.
—A ver, dime ¿de qué?
Su sonrisa fue disminuyendo y se quedó mirándome fijamente con cierta culpa en los ojos. Respiró profundo y tragó saliva.
—¿Jared? —oímos la voz de Nate. Jared se volteó a mirarlo y yo lo miré desde atrás —Te estaba buscando ¿estás ocupado?
—No, ya voy. Camile necesitaba el baño y lo tenía ocupado —soltó con naturalidad.
Me dio una mirada fugaz y se marchó junto a su amigo.
Cerré la puerta del baño y me miré en el espejo. Sentía que de pronto Jared iba a decirme cosas como: ¡Tienes la culpa de haber venido a vivir a esa maldita ciudad y haber arruinado todo lo que tenía! Pero, no lo hizo.
Cuando regresé al patio trasero me encontré con la escena de Stefan sentado en una de las bancas junto a dos chicos más completamente borrachos. Stefan les contaba chistes, se reían a carcajadas y seguían bebiendo cervezas carísimas. Creo que el baile y todo el tequila que había bebido había conseguido que Stefan se pusiera en estado de ebriedad un poco más rápido. A pesar de que se encontraba así, me quedé junto a él mientras sonreía incómoda con los otros chicos borrachos a mi costado.
—¿Te encuentras bien? —oí la voz de Tara, alcé mi vista para mirarla y asentí con total dominio de mi seguridad —Vamos, te invito a un trago, creo que Stefan se está divirtiendo lo suficiente.
—Ve, mi amor, ve —comentó Stefan completamente fuera de sí.
Me puse de pie sin más reparos y caminé junto a Tara hasta la cocina, ella sacó una botella de vino blanco de la estantería y llenó una gran copa para mí. No entendía a qué venía tanta amabilidad, pero la recibí sin hacerme mayor problema. Solía confiar rápido en las personas y Leah siempre me regañaba por lo mismo, pero jamás la escuchaba.
—Creo que Stefan bebió demasiado —dijo Tara mientras se servía una copa para ella también.
—Lo está pasando bien —sonreí.
—¿Y tú?
—¿Yo que?
—¿Estás pasándolo bien? —su mirada clara se quedó en la mía: penetrante y astuta.
—Claro que sí.
La ignoré un poco y salí al patio trasero para asegurarme de que Stefan seguía con vida ahí afuera y me quedé tranquila viéndolo conversar algo más calmado con ambos chicos. Los tres bebían aun a pesar de estar borrachos, pero seguían conversando entusiasmadamente.
Miré la hora en mi móvil: 3:12AM.
Un mensaje apareció en mi pantalla, era Harriet.
Harriet: ¿Cómo estás pasándolo en esa fiesta de niños ricos?
Camile: Stefan se ha emborrachado, estoy de pie sola mirando como las velas de la piscina se apagan.
Harriet: ¿Y tú príncipe azul?
Camile: Ya no existen, Harriet. Supéralo.
A eso de las 4 de la madrugada Stefan estaba durmiendo en el gran sofá de la casa, la mayoría de las personas se había marchado y seguramente los dueños de casa querían dar por finalizada la celebración. Resoplé silenciosa en el patio trasero en donde sólo se encontraba una mucama limpiando los restos de comida y copas por las mesas y también un par de chicos besándose al otro extremo del patio.
Me acerqué a la piscina, me quedé al borde de ella y tomé mi móvil para llamar a un taxi, aunque sabía que si llamaba a uno no tendría cómo bajar a Stefan del coche y corría el riesgo de que el tipo fuese un secuestrador y tirara a Stefan por allí y a mí me robara por completa ¿o estaba siendo demasiado dramática?
Coticé el taxi directo al departamento y me lo pensé unos segundos más, de seguro Clint McGregor se encontraba en la recepción y me ayudaría con Stefan, así que mejor lo pedía y me iba a casa con mi novio borrachísimo. Sin embargo, alguien se quedó de pie a mi lado interrumpiendo mi dilema del taxi. Alcé mi vista mirando hacia el costado encontrándome con Jared. Tenía la camisa afuera, estaba algo despeinado y se quedó mirándome con inexpresividad.
—Pensaba que se habían ido a la cama —comenté, él asintió levemente y miró mi móvil con la aplicación del taxi abierta.
—¿Pensabas irte?
—Si.
—¿Con Stefan así?
—Pues si —me encogí de hombros —, no iba a dejarlo aquí.
—Es muy peligroso que te lo lleves en esas condiciones, puede ocurrirte algo, quédense en la habitación de invitados.
—De acuerdo.
—¿Lo has pasado bien? —continuó la conversación cuando pensé que, en realidad, estaba invitándome a dormir ya.
—Si —mentí un poco. La verdad es que no había disfrutado demasiado la velada, pues había oído a Jared dar un discurso romántico a su novia que, por algún motivo, me había descolocado, Stefan se había puesto ebrio hasta dormirse y yo me había sentido completamente sola toda la noche porque Emma y Tara la mayor parte del tiempo (excepto cuando Tara me sirvió vino) me habían excluido de su grupo de amigos.
—Mientes muy mal —esbozó una sonrisa ladina.
—¿Y los demás?
—Están durmiendo. Emma se quedó dormida hace un rato porque bebió muy rápido y le dolió la cabeza, seguramente no despertará hasta el año tres mil —rodó los ojos —Tara está en su habitación con su supuesto novio y Nate se ha ido a casa.
—¿Y tú que haces aquí?
—Pues te acompaño en una mala noche —se encogió de hombros —vamos, siéntate.
Se sentó al borde de la piscina y yo también hice lo mismo. Me quedé mirando el agua por unos segundos, no sabía qué decirle ni como iniciar una conversación. Él tenía ese don de fingir que nada había ocurrido entre nosotros, a mí me costaba un poco más.
—Creo que eres la única persona que puede lucir un vestido con nubes, así como lo luces tú.
—¿Cómo lo luzco? —reí sin entenderlo.
—¿Cómo puedo explicártelo? A ver..., lo luces como cuando a un niño le regalan su primer coche —sonrió.
—¿Estúpida?
—No, claro que no, con orgullo, con seguridad y, sea quien sea que se cruce en su camino, sigue viéndose deslumbrante y hermoso.
Claro.
Jared me pedía que mantuviéramos una relación de amistad y salía con esas cosas. Lo quedé mirando un poco descolocada, pero él no se arrepintió de lo que dijo ni tampoco hizo ademán de que había dicho algo inapropiado. No se encontraba ebrio, ni nada, sólo lo soltó y ya.
—¿Siempre viviste aquí? —cambié el tema de conversación rotundamente y él se percató de eso.
—Sí, nací en este lugar.
—¿Y te has dado un chapuzón en la piscina a las cuatro de la madrugada? —sonreí con malicia, él sonrió mirándome y negó con su cabeza.
—No a esta hora, pero si en la noche ¿por qué?
—¿Qué tan fría es el agua? —me puse de pie y comencé a quitarme las sandalias.
—Camile, no me digas que entrarás.
—¿Por qué no? —comencé a caminar unos pasos hacia atrás y él de inmediato se puso de pie por si lo mojaba.
Tiré mi móvil al césped y corrí hasta el borde de la piscina, pero no me lancé, quedé justo frente al agua, pero no fui capaz de tirarme.
—¡Ay no! —alcé la voz.
—Estás completamente loca —rio Jared de mí —¿No ves que puedes enfermarte?
—¡Eres un anciano Jared! —rodé los ojos.
—¿Cómo me llamaste?
—"puedes enfermarte" —imité su voz en un tono burlesco y poniendo una mueca graciosa, él no sonrió esta vez, pero sus ojos me demostraron que estaba en modo juego.
—No me obligues —me señaló.
—Vamos, lo intentaré nuevamente —comencé a caminar hacia atrás, pero antes de que me pudiese alejar del borde de la piscina, él se acercó corriendo hacia mí y agarrándome por la cintura se lanzó junto a mí al agua consiguiendo que todos los globos y las velas que allí había se movieran con hacia los extremos contrarios.
El agua fría hizo contacto con mi piel y sentí escalofríos cuando Jared soltó lentamente mi cintura por debajo del agua. Me impulsé para salir cuando toqué el fondo y él también. Ambos nos encontramos arriba mirándonos. Me quité el cabello que me había quedado en la cara y él hizo lo mismo con sus rizos.
—¡¿Por qué has hecho eso?! —grité.
—Me has llamado anciano —se defendió él nadando de un extremo a otro.
—En realidad no quería lanzarme al agua.
—¿Quién es la anciana ahora?
—Que infantil —nadé por el costado de la piscina y me quedé con el agua al borde de mi mentón. —Arruiné mi vestido con nubes.
—Te has lanzado al agua, no a una piscina con cloro.
—A las piscinas si se les pone cloro.
—¡Pero no tanto como para desteñir la ropa, Camile!
Finalmente terminamos riendo de lo ridículos que nos veíamos a esa hora en la piscina, pero, continuamos saliéndonos y lanzándonos una y otra vez. Jared se quitó la camisa y los pantalones quedando con bóxer y calcetas, lo que me causó muchísima risa.
—¿Por qué las calcetas? —pregunté antes de que se metiera nuevamente al agua.
—Me dan un toque ¿no?
Nuevamente corrió y se lanzó dándose una vuelta en el aire. Me salí de inmediato con la intención de volver a meterme junto a alguna acrobacia mortal y me percaté de que mi vestido se encontraba sumamente empapado, tanto que pesaba.
—Vamos, quítatelo —comentó Jared como si eso fuera lo más simple del mundo.
—¿Te has vuelto loco? —bajé la voz.
—Luego meteremos la ropa mojada a la secadora y nadie se dará cuenta —contestó —además, quedarás como en bikini, Camile ¿qué tan terrible puede ser?
Pensé en la ropa interior que me había puesto antes de salir y, al menos, era decente, así que me quité el vestido y lo dejé extendido en el césped. Tenía un conjunto celeste, nunca utilizaba conjuntos, pero mi vestido de nubes lo ameritaba. No duré demasiado en ropa interior afuera de la piscina, sólo me percaté de que Jared se encontraba mirándome más de la cuenta y me lancé intentando una voltereta que resultó en un espaldarazo en el agua.
—Aprenderás, te lo aseguro —comentó Jared haciendo referencia a mi mala acrobacia.
Se acercó a mí nadando, tanto que una de sus piernas rozó con la mía y todo mi cuerpo se puso alerta. De inmediato me alejé unos centímetros y él fingió muy bien su actitud o definitivamente no le causaba nada.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Por qué necesitas estar tan cerca para hacerla?
—Porque es íntima.
—De acuerdo —me quedé flotando frente a él.
—¿Crees que el tiempo todo lo deja en su lugar?
Se encontraba con expresión tranquila, como si se encontrara hablando con alguien de su total confianza, lo había preguntado para recibir una respuesta contundente, pero yo no sabía qué decirle porque el tiempo o el destino eran indescifrables.
—No lo sé —bajé la voz —a veces pienso que el tiempo o el destino son unos seres caprichosos. Dejan que las personas se encuentren, pero que a la vez se sientan tan lejanas.
—Pero la vida es un rompecabezas ¿no? Sólo somos piezas intentando de encajar por ahí o por allá, pero finalmente debes hallar la forma para vivir tranquilo.
—Hay piezas que nunca encajan, Jared.
—¿Cómo lo sabes?
—Mi tía se enamoró cuando tenía quince años de un chico, ambos estaban enamorados, pero todo acabó de un momento a otro. Después de veinte años se reencontraron, ambos con hijos, ambos con familias hechas y ¿sabes? Ella me contaba que seguía enamorada de él, pero ¿cómo renunciar a todo?
—¿Cómo vives tranquilo sabiendo que no estás en el lugar correcto?
—A veces no es necesario estar en el lugar correcto.
—Siempre es necesario, Camile. Al fin y al cabo, te pasa la cuenta.
—¿Tú estás en el lugar correcto, Jared?
Jared se quedó pensativo mirándome a los ojos, luego se armó de valor y continuó:
—No lo sé, pero supongo que me caeré un par de veces antes de encontrar mi lugar. Todavía soy joven.
—Tienes razón —nadé un poco y me acerqué a la escalera para sentarme, él me siguió y se quedó frente a mí —, pero creo que debemos tener cuidado cuando nos caemos.
—¿Por qué?
—Porque no sabes si puedes romper la pieza que encaja a la perfección contigo.
Él sonrió levemente mirándome, asintió con lentitud y se sentó a mi costado.
—Podríamos nacer sabiendo nuestro lugar ¿no crees?
—¿Y perderte el drama y todo eso? Olvídalo —reí.
Comencé a tener frío y mis dientes comenzaron a castañear, él se percató de eso y me invitó a que nos saliéramos de la piscina. Rápidamente me coloqué el vestido mojado encima y entramos a la casa sin emitir ningún tipo de ruido. Seguí a Jared hasta estar en el cuarto de lavados y me facilitó toallas para secarme un poco, él también lo hizo y de inmediato se cambió el bóxer frente a mí sin tapujo, volteé para no mirarlo como una estúpida y continué secándome el cabello.
—¿Quieres poner tu vestido en la secadora?
—¿Cuánto se demora?
—Quince minutos.
Asentí, me quité el vestido nuevamente y me cubrí con la toalla. Jared metió el vestido en la secadora y la hizo funcionar. Ambos nos sentamos en el suelo esperando a que estuviese listo.
—¿Stefan es tu pieza perfecta? —soltó mirando cómo la secadora daba vueltas mi blanco vestido lleno de nubes.
***
¡Gracias a todxs por leer!
No olviden dejarme sus opiniones.
BESOPOS
XOXOXO
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