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Capítulo 12

Entré al edificio de la empresa Brackley más familiarizada que las semanas anteriores, saludé a la recepcionista y me metí en el ascensor hasta que estuve en el piso que me correspondía. Saludé a Paulette y antes de comenzar con mi trabajo, me serví una taza de café. Me senté frente a la computadora y comencé a revisar párrafo por párrafo el informe que tenía que mostrarle Paulette a Cedric con toda la información de marketing que le podría servir a la empresa.

Me puse de pie cuando el trasero comenzaba a dolerme, caminé alrededor de la oficina y luego regresé a la silla. Miré por unos segundos mi teléfono, ahí había un mensaje de Jared:

Jared: ¿Has venido al trabajo?

Lo había enviado hace unos minutos, así que fui rápida al contestar.

Camile: ¿Qué crees? ¿Qué evado responsabilidades como tú?

Jared: Eso es porque no llevas un año trabajando aquí

Jared: Necesito que vengas a la oficina de arriba, mi padre necesita hablar con nosotros.

Camile: ¿De qué?

Mi corazón latió con fuerza. No quería pensar en que ya lo había arruinado todo.

Jared: No lo sé, sólo sube las escaleras

Bloqueé el teléfono, le avisé a Paulette que me necesitaban en el piso de arriba y, aunque sólo era un piso, subí en el ascensor. Toqué la puerta un par de veces y fue el mismísimo Cedric quien me recibió en su oficina, de inmediato me saludó con un efusivo abrazo, así que dejé de pensar en que iban a echarme.

—¿Cómo estás? —me preguntó mientras caminaba hasta sentarse en su silla.

—Estoy bien, gracias —contesté.

Me fui abriendo paso en su oficina y vi a Jared sentado frente al escritorio de su padre. Lo saludé con una sonrisa y me senté a su lado mirando a Cedric Brackley.

—Iré al grano —comentó el hombre —. Los cité aquí porque necesito reubicarlos.

Jared y yo nos miramos confundidos, al parecer él tampoco tenía idea de lo que estaba ocurriendo.

—¿Reubicarnos? —repitió Jared como si no hubiese escuchado.

—Sí, haz oído bien —sonrió su padre —. Estoy quedando algo cojo con los presupuestos para marketing, distribución y todo eso... —informó mirando unos papeles, masajeó su sien y alzó su vista para observarnos —Camile ¿te molestaría trabajar junto a Jared?

¿Qué tipo de pregunta era esa?

—No —fruncí el ceño.

—¿Y a ti con Camile? —le preguntó a su hijo.

—Depende —contestó en un tono serio, de inmediato lo observé con desagrado, él no me observó, pero sabía que lo estaba mirando y no pudo evitar levantar la comisura de sus labios, estaba fastidiándome. Cedric rodó los ojos acostumbrado al humor de Jared.

—Trabajarán así —continuó el hombre ignorando a su hijo —Camile buscará diferentes oportunidades de marketing, con canales de televisión, revistas, qué sé yo... y tú, Jared, harás el presupuesto de que lo diga Camile.

—¿Quieres decir que ahora soy el empleado de Camile? —alzó una ceja y luego me observó, volvió la mirada hacia Cedric —¿Qué tipo de padre eres? —sonrió.

—Deja de bromear, Jared —lo regañó su padre —. Sólo necesito que trabajen en conjunto. Sé que pueden lograrlo.

—Cuente conmigo —expresé.

—Y conmigo.

—La oficina que está al lado quedará disponible para ustedes esta tarde para que cambien de lugar sus cosas —informó —. Le pediré a Paulette que te facilite un computador sólo para ti.

—Gracias —respondí casi con el corazón en la boca.

—Pueden ir a arreglar sus cosas —dijo.

Rápidamente me puse de pie y salí de la oficina con Jared siguiéndome, él me observó de reojo sin ninguna expresión.

—¿Qué miras? —alcé la vista y él de inmediato sonrió de mi actitud —"Depende" —imité su voz.

—Iré por mis cosas —anunció —. Tu deberías ir por las tuyas.

—Claro, como si tuviera muchas —reí.

Con suerte vestía formal para ir a ese trabajo, ni el espacio en el que me encontraba me pertenecía, sino que a Paulette.

Cuando llegué a mi piso, Paulette ya estaba enterada de que debía facilitarme un computador en mi nueva oficina, así que comenzó a mover todos los hilos para poder entregarme uno. Toda la mañana estuve preocupada de la oficina que estaban armando para nosotros, incluso ayudé al encargado de armar mi escritorio con algunos tornillos. Jared, en cambio, se encontraba trasladando sus cosas, pues él sí que tenía cosas ahí.

Jared tenía una oficina para él solo y no sabía cómo se había tomado en realidad el tener que compartir ahora su estadía en el trabajo conmigo, aunque yo solo estuviese dos días ahí.

La oficina era bastante espaciosa e iluminada. Tenía un gran ventanal de vidrio con vista hacia la ciudad. Estaba la puerta de entrada, luego una sala equipada con mi escritorio, el computador que ahora iba a ocupar, una máquina de cafés y agua, una estantería vacía (hasta el momento), un sofá de tres cuerpos azul y a la misma sala la dividía un muro que en el centro había un hueco en donde debía ir una puerta, pero no había nada, además era un espacio en donde podría haber cabido una puerta bastante alta y ancha. Pasando ese "portal" se encontraba el escritorio de Jared, junto a su computador, una silla frente a su mesa y también un sofá, pero más pequeño. La mitad de la oficina era de él y la otra era mía. También tenía una estantería, pero la de él no se encontraba vacía, estaba llena de algunos discos musicales, estatuas pequeñas, cuadros de su familia y Emma.

—¿Crees que aquí esté bien? —me preguntó el hombre que estaba acomodando mi escritorio.

—¡Está perfecto! —alcé la voz con una sonrisa.

—¿Necesitas que te ayude en algo más? —sacudió sus pantalones y luego cruzó sus brazos justo por encima de su panza.

Miré a mi alrededor, todo estaba en orden, sólo sentía que estaba algo vacía mi parte de la oficina, pero eso no tardaría en llenarse según mi imaginación.

—No —contesté.

—Está bien, cualquier cosa estaré en el subterráneo —indicó.

Asentí en silencio y luego lo vi salir de allí.

Jared se encontraba acomodando sus cuadros en las paredes, crucé hasta donde estaba y alcé las cejas cuando me percaté de que tenía un montón de hojas encima de su escritorio, algunas viejas, otras vacías.

—¿Qué es esto? —apoyé la mano sobre la inmensa cantidad de hojas.

—Trabajo —contestó más preocupado de limpiar su estantería que de mí.

—¿Todo? —exageré mi expresión, pero él no me vio.

—Todo.

—Te aseguro que no —miré de reojo por entremedio de las hojas —, de seguro estás acumulando hojas que no sirven.

—Compruébalo tu misma —volteó a mirarme y me sonrió.

No esperé que me dijera más. Tomé el lote de hojas de encima de la mesa y las llevé hasta mi parte de la oficina, la puerta estaba cerrada, así que me senté en el sofá y acomodé cerca las hojas.

A pesar de que era una desordenada en cuanto a mi ropa, mis collages, mis fotografías y mis calcetines, cuando se trataba de estudiar u ordenar trabajo, me esforzaba en que todo quedase bien catalogado con post-it. Probablemente no lo lograba del todo, pero me divertía archivar.

Había hojas vacías que fui descartando de inmediato, otros trabajos de años anteriores que ni siquiera pertenecían a Jared y otros que, decían explícitamente que Jared debía entregárselo a la recepcionista. Fruncí el ceño cuando entremedio vi una hoja con partituras musicales, no había un título, no sabía a quién pertenecían, pero ahí estaban, en una hoja arrugada y vieja escondidas entre escombros de trabajo.

—¿Crees que... —su voz se cortó cuando me observó —¿Qué estás haciendo? Sólo bromeaba con el "compruébalo tu misma".

Me encogí de hombros.

—¿Por qué tienes todo así separado? —se acercó lentamente a mí y se quedó viéndome con cara de: haz arruinado mi puto desorden.

—Esto es realmente tu trabajo —indiqué unas cuantas hojas. No eran más de siete. —Todo lo demás, olvídalo.

—¿Estás segura? —se acercó a mí y me quitó las hojas de trabajo. Mientras leía cada una de ellas, asentía como si hubiesen iluminado su camino. —Deberíamos haberte contratado para archivar —bromeó.

Me puse de pie y lo miré.

—No te acostumbres.

—¿Y esto?

—Hojas blancas.

—Hay que botarlas.

—El medio ambiente estaría decepcionado de ti —resoplé y él soltó una carcajada. —¿dije algo gracioso?

—¿Te sirven?

—¡Claro que me sirven! —le arrebaté las hojas blancas y las metí al cajón de mi escritorio.

Después de haber estado toda la mañana preocupada de arreglar la oficina, no me percaté de la hora que era hasta que Jared colgó un reloj en la pared, mi hora laboral ya había acabado hace media hora y yo seguía plantada ahí.

—Creo que es hora de irme —informé.

—Pensé que te quedabas de puro gusto —me observó, sacudió sus palmas y luego se puso frente a mí.

—Iré a comer algo por ahí y me iré a casa —le conté. Él asintió.

Acomodé las cosas en mi cartera, miré los mensajes de mi teléfono, besé la mejilla de Jared más rápido de lo habitual y me largué.

No pasé por comida, sino que llegué a cocinar algo mientras hablaba por video llamada con mis padres, Leah e Isak. Stefan todavía no llegaba del trabajo, así que comí sola mientras me reía de las anécdotas de Leah e Isak en la escuela.

Cuando colgué con mi familia, recibí un mensaje de Samantha quien me había añadido a un grupo en donde se encontraba Alex también, enseguida entré para ver los mensajes, y de inmediato Alex salió escribiendo.

Alex está escribiendo...

Sam: Alex me contó que ya ha ido al lugar

Camile: ¿Todo ha salido bien?

Alex está escribiendo...

Sam: Supongo que si...

Camile: ¡¿Estás escribiendo un testamento?!

Sam: jajaja, se esmera en hacerlo bien

Alex: Todo ha salido bien

Camile: ¿Es en serio? ¿Tanto drama para ese mensaje?

Sam: ¡¡¡¡Alex!!!!

Alex: Fui al lugar con mi amigo. Es un portón negro en medio de un callejón sin salida que a primera vista no puedes percatarte si hay vida allí dentro. Tocamos la puerta tres veces, tal cual nos habían dicho y de inmediato un hombre nos dejó pasar. Ya adentro nos detuvieron y nos revisaron por completo, me quitaron el móvil y no me lo entregaron hasta que estuve devuelta. El ambiente es muy extraño, hay luces neón de color fucsia, fierros con bailarinas, chicas desnudas paseándose entre las mesas. La mayoría son chicas jóvenes, deben tener entre 15 y 30 años.

Camile: ¿15?

Alex: Sip. Entré con una chica a una habitación amueblada completamente cinco estrellas, ella tenía alrededor de veinte años. No dijo su nombre real, no dijo su edad, no me preguntó cómo me llamaba. Tenía solo un objetivo que era acostarse conmigo, pero antes me ofreció un coctel de sustancias ilícitas.

Sam: ¡Lo sabía!

Alex: Le pregunté cuáles drogas había, pero no las mencionó, sólo me dijo que me traería lo que yo pidiera, si es que estaba disponible. Es un lugar muy escalofriante, erótico y de mala muerte, aunque parezca sacado de un hombre multimillonario. Había borrachos, chicos drogándose e incluso se armaron un par de peleas por alguna muchacha.

Camile: ¿Había guardias dentro?

Alex: Si, muchísimos, pero encubiertos. Todos, incluso el de la puerta tenía pasamontañas. Las chicas también usaban máscaras o tenían maquillajes extravagantes que no definían en realidad si eran sus facciones u originadas por el maquillaje.

Sam: ¿Por qué sería eso?

Camile: Para evitarse la cárcel, es obvio.

Alex: Había chicas allí adentro, así que podrían acompañarme la próxima vez.

Camile: Ahora sí que se te zafó un tornillo.

Sam: JAJAJA que buena broma ¿eh?

Alex: ¿Por qué no? Seis ojos observan mejor que dos.

Camile: ¿Crees que si vamos y no nos acostamos con una de las chicas estará todo bien? ¡Nos mandarán para afuera!

Sam: Camile tiene razón, y no pienso acostarme con ninguna chica.

Alex: Dios ¡Hay que experimentar!

Camile: De seguro a este le dieron droga

Sam: Que se meta su experimento por el culo

Camile: Si Sam lo dice, nada más que agregar

Alex: A mí me gustó

Camile: Creo que voy a vomitar

Alex: XD

Alex: A pesar de todo, parecían chicas limpias.

Camile: ¿Obligadas?

Alex: Con la que estuve, no

Sam: Podría ser ambiguo, pues Alex es un chico joven, puede que vayan hombres de 50 años con ganas de una quinceañera.

Alex: Si...

Escuché la puerta de entrada cerrarse, rápidamente bloqueé el móvil y alcé la vista. Stefan venía con su mochila puesta, de inmediato me sonrió, dejó la mochila encima del sofá y se acercó para besarme.

—¿Qué tal tu día? —pregunté mientras me ponía de pie, me acerqué a la cocina y le serví un poco de comida. Jamás lo hacía en realidad, aunque él no protestó, sólo me observó con cariño.

—Bueno, en realidad —me contó —¿Y el tuyo?

Dudé un momento en decirle lo que había decidido Cedric para mi trabajo, pero si le ocultaba cosas acerca de Jared me sentiría aun peor, pues se suponía que simplemente veía a Jared como un amigo.

—Me dieron otra tarea en la empresa —me senté frente a él mientras comía, el alzó sus cejas con atención —Cedric nos pidió a Jared y a mí que trabajáramos en conjunto.

—¿Haciendo qué? —frunció el ceño.

—Debo buscar oportunidades de marketing y él hacer los presupuestos —comenté.

—¿Los mismos días que trabajas?

—Si —sonreí levemente.

Él se quedó mirándome inexpresivo, pero luego aflojó su mirada, me sonrió sin más y asintió con aprobación.

—Genial —se limitó a decir —, sé que lo harás bien.

Noté que la tonalidad de sus palabras no fue tan feliz como quiso demostrar, pero intenté no discutir por aquello. Entendía que Stefan no estuviese de acuerdo con todas las decisiones que pudiese tomar o los pasos que decidía dar sin mencionárselo antes.

—¿Y qué tal todo en la tienda? —cambié el tema de conversación.

—Todo bien —cambió su expresión, pareció haber relajado sus gestos —. Por cierto, el viernes tengo una fiesta con mis compañeros de trabajo ¿te molesta si voy?

—Claro que no ¿por qué me molestaría? —Él se encogió de hombros —¿Y quién irá?

—Sólo los de la tienda, tres chicos y dos chicas más —señaló.

—¿Es cerca?

—Es cerca del centro comercial, pero no de aquí, pero pediré un taxi para regresar.

—De acuerdo. Tal vez pueda quedarme en casa de Harriet o con Alex y Sam que siguen en busca de un buen tema para el trabajo —rodé los ojos. Desbloqueé el teléfono y vi que el último mensaje de Alex decía "Borren la conversación y no se lo mencionen a nadie". Rápidamente bloqueé el teléfono, luego borraría todo.

—¿Ya encontraron algo? —me preguntó Stefan, luego bebió jugo desde su vaso.

—Si —sonreí. —, pero no te diré hasta que esté todo listo —moví mis cejas de arriba hacia abajo.

Cuando Stefan terminó de comer, tomó el plato y fue a lavarlo a la cocina, luego regresó a la sala, me comentó que se daría una ducha y me dejó a solas frente la televisión. Rápidamente tomé el teléfono y borré la conversación de Samantha y Alex. Pronto apareció un mensaje de Jared en la pantalla, fruncí el ceño.

Jared: ¿Es cierto que Tara fue a hablar contigo a la cafetería?

Me quedé congelada en donde estaba, no sabía qué demonios responder. Podía generar un caos con la verdad o tal vez algo bueno. No entendía absolutamente nada.

Camile: ¿Por qué?

Fue lo único que se me ocurrió responder.

Jared: Sólo dime si es cierto, no me molestaré

Camile: Algo me dice que eso es mentira

Jared: Pues no me molestaré contigo...

Camile: No es justo que lo hagas con ella tampoco

Jared: Eso no debería importarte. Sólo dime si ha ido o no

Camile: ¿Quién te lo ha dicho?

Jared: ¿Entonces es cierto?

Camile: Si, pero fue de forma pacífica, me pidió disculpas...

Camile: No entendí mucho el por qué, pero todo bien

Camile: No quiero causar problemas

Camile: ¿Jared?

Se desconectó rápidamente y no supe qué tramaba este chico. Quise llamarlo para entender lo que estaba ocurriendo, pero luego de unos segundos me arrepentí, pues no quería entrometerme más en algo.

Al otro día llegué a la oficina con una sensación extraña en el estómago, Jared todavía no llegaba, aunque faltasen sólo dos minutos para el horario de entrada.

Encendí la máquina de cafés, seleccioné un cappuccino y esperé a que la bendita máquina lo arrojase. No tardó demasiado así que rápidamente me senté en el escritorio para encender el computador. Mientras se encendía, revisé en mi teléfono si Sam y Alex habían hablado acerca de algo, pero no, ningún mensaje había ahí y no me había quedado claro si acompañaríamos a Alex con su idea de ir al prostíbulo o qué, aunque sin duda me pareciera una idea ridícula y doblemente arriesgada.

Llevé el cappuccino a mi boca y la puerta se abrió de sopetón.

—¡Buenos días! —escuché su voz.

No pude evitar asustarme, moví el cappuccino y estuve a punto de darlo vuelta encima del teclado. Cerré los ojos respirando profundo y observé a Jared quien tenía una sonrisa enorme en el rostro.

—¿Cuál es tu problema? —lo regañé. Él sonrió y se acercó a mí.

—Buenos días señorita Camile —besó mi mejilla y continuó su camino hasta su escritorio.

—¿Siempre te levantas tan animoso?

—No —contestó desde su puesto.

Lo vi dejar sus cosas encima del escritorio y luego regresó para sacar un café.

—Ayer no contestaste mis mensajes ¿tuviste algún problema con Tara? —pregunté sin más, pensé que la pregunta lo molestaría, pero volteó a mirarme con simpatía.

—Que no te preocupen los problemas que tengo con mi hermana —expresó con simplicidad.

Asentí.

Su café estuvo listo en un par de segundos y regresó a su escritorio. Decidí no seguir entablando temas de conversación con Jared Brackley ni un segundo más y me puse a trabajar buscando buenas opciones de marketing para la empresa.

A ratos desviaba la mirada para saber lo que estaba haciendo. Se veía concentrado sacando cuentas a mano, luego masajeaba su sien con gestos de preocupación y continuaba con los números. No me fijé más de la cuenta, pues poco entendía yo de números.

—¡Encontré algo! —alcé la voz, él me observó desde su puesto con el ceño fruncido.

—Que no sea una revista —rodó los ojos.

Guardé silencio.

—No encontré nada —expresé y él me regaló una sonrisa.

—No nos gusta trabajar demasiado con revistas, todo lo enredan —me explicó.

—De acuerdo —asentí.

Despegué un post-it, anoté "NO revistas" y lo pegué en la pared. Y continué con la búsqueda.

De pronto, una pregunta apareció en mi cabeza y no pude evitar hacerla en voz alta.

—¿Qué edad tienes, Jared?

No sabía por qué quería saberlo, pero me había percatado de que él sabía mi edad y yo no la de él. Tal vez estaba frente a un Benjamin Button y nadie lo sabía.

—Veintitrés ¿por qué?

Me encogí de hombros.

—No lo sabía —continué con mis ojos en la pantalla.

—¿Aparento más?

—Si —mentí.

—¿Unos cuántos? —su voz sonó con un tono de gracia en medio.

—Treinta y cuatro.

—Estás pasándote —lo oí esta vez más cerca así que levanté mi vista. Estaba de pie en el marco del portal apoyado desde su hombro derecho mirándome con gracia.

—Tal vez te falta un poco de diversión en el cuerpo —me encogí de hombros y él alzó una ceja. Se observó a sí mismo quien vestía una camisa celeste y un pantalón negro, y luego me observó con una mueca divertida.

—Soy muy divertido —rodó los ojos.

—¿Ah sí? ¿Cuándo fue la última vez que corriste desnudo por la playa a las tres de la madrugada? —bromeé.

Él se mantuvo serio, casi pensando en su respuesta y luego comenzó:

—Creo que fue hace tres meses —contestó.

—No puedo creerlo, sólo bromeaba —reí. —¿Quién demonios haría algo así?

—Creo que la aburrida es otra —rodó los ojos y regresó a su escritorio con un tono de voz victorioso.

—Pues anotaré en mi lista "correr desnuda por alguna playa de Londres" —enfrenté con desafío.

—Pues trae tu lista al trabajo y te diré qué anotar para que logres divertirte un poco —bromeó.

—Jódete, Jared —rodé los ojos y él soltó una carcajada que me estremeció el estómago.

Mientras las horas pasaban en la oficina me percaté de que el día se me pasaba muchísimo más rápido con Jared ahí, pues conversábamos y a ratos bromeábamos con cualquier tema de conversación. Además, ya habíamos avanzado con al menos dos presupuestos, pero según él, debía sacar cuentas más de tres veces para que todo se mantuviera en orden.

Miré la hora en el reloj de la pared y observé a Jared que estaba en su móvil tecleando algunas cosas.

—Iré por almuerzo —anuncié. Me puse de pie, ordené las cosas en mi bolso y lo colgué en mi hombro.

—Voy contigo —lo escuché, volteé a mirarlo, metió su teléfono en el pantalón al igual que su billetera y caminó hacia mí.

Bajamos en el ascensor hasta la cafetería de la empresa completamente en silencio, pero nos acompañábamos. Me ponía nerviosa caminar con el hijo del dueño de la empresa Brackley a mi lado, pues todos lo conocían y se daban el tiempo de saludarlo y tratarlo con una amabilidad que creo sólo la recibía la Reina Isabel.

—Sólo hay ensalada —dijo Jared bajando la voz y arrugando la nariz.

—Sirve para tu dieta —bajé la voz y él frunció el ceño.

—¿Cuál dieta?

Lo miré de pies a cabeza y completamente seria le dije:

—Deberías tenerla.

Él sonrió con falsa molestia y rodó los ojos.

Por supuesto que Jared Brackley no necesitaba una dieta si se veía tallado a mano incluso con la ropa puesta.

—Vamos por otra cosa, yo invito —soltó con simpleza.

Lo observé unos segundos meditándolo, pero no me costó decidir que sí, pues tampoco era fanática de la ensalada en el horario de almuerzo. Ni menos de las dietas. Ni los ejercicios.

—De acuerdo.

***

Uff!

Antes que todo vengo a conversar:

Qué influencia creen que tiene en esta novela la red de prostitución y drogas que Alex, Samantha y Camile intentan descubrir?

En qué minuto Camile y Jared se dirán lo que piensan?

¡No se imaginan lo que está por venir!

Les recomiendo estar atentxs para que el balde de agua fría en la espalda no les caiga de sorpresa jjjjj


RECORDATORIO: DECADENTES YA ESTÁ EN ALGUNAS LIBRERÍAS COMO ANTÁRTICA CHILE

BESOPOS

XOXOXO

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