Jared Brackley
Cuando Camile se bajó del auto, la vi entrar al edificio y luego me marché. Sentía la vena de mi cuello marcada por el enojo que estaba sintiendo, así que rápidamente me dirigí a la casa de mis padres y no a mi departamento. Aparqué el auto y rápidamente me bajé, saludé a las amas de llave y me dirigí hacia la terraza en donde suponía que Tara estaría con mi madre. En cuanto salí a la terraza, ambas se quedaron fijamente mirándome. Sin importarme lo que pudiesen decir de mí en ese minuto, me acerqué a mi hermana y la encaré.
—¿Qué demonios sucede contigo? —solté.
Mi madre alzó sus cejas con sorpresa, al parecer no tenía idea de lo que había sucedido en la cafetería.
—¿Por qué estás hablándole así a tu hermana, Jared? —se entrometió ella con molestia, me observó enfadada, pero no me importó en absoluto. Éramos adultos.
La ignoré por completo y esperé a que Tara comenzara a hablar.
—¿Cómo que "qué demonios"? —me enfrentó —Sabes lo que estabas haciendo ahí, no puedes fingir ahora, Jared.
—¿Qué estaba haciendo ahí?
—¿De qué están hablando? —preguntó mamá con confusión.
—Jared estaba en una cafetería teniendo una cita con Camile Rooney, eso es lo que sucede, mamá —expresó Tara con enfado.
—¿Una cita? —reí con exageración —Te has vuelto completamente loca.
—¿Camile Rooney? ¿La chica que vino la otra noche con Gareth y su hijo?
—¡Ella misma! —continuó Tara.
—Mira Tara —la señalé —, no te metas en los asuntos que no te importan. No puedes llegar allí y exigirme hablar contigo porque no tienes ni un puto derecho sobre lo que haga o deje de hacer.
—¡Jared! —exclamó mi madre.
—Y te pediría a ti también que tampoco te entrometas —miré a mamá, ella me observó ofuscada —. Estoy hablando con Tara de una buena manera, incluso con más amabilidad de cómo ella me habló en la cafetería.
—Estás en una relación pública con Emma —me restregó Tara justo en mi cara —. No puedes simplemente estar teniendo prácticamente una cita con una chica, Jared, menos con Camile.
—Camile es una amiga y ni tu ni nadie me dirá quién es apto o no para entrar en mi vida ¿está bien?
—¡Vi como estabas mirándola, Jared! —alzó su voz.
—Con los ojos —alcé las cejas y ella resopló con aun más molestia —. Las personas normales solemos mirar a los ojos a los demás.
—¡Sabes de qué estoy hablando idiota!
—Deja de ser un grano en el culo, Tara —reclamé —. No te metas en mi vida porque yo no me meto en la tuya.
—Emma es mi amiga también, no es sólo por el hecho de que sea tu novia.
—La relación que tengo con Emma la manejo yo, no vas a estar ahí como un puto mosquito todo el tiempo.
—¡¿Pueden parar?! —mi madre alzó la voz y nos dejó a ambos callados como cuando teníamos siete años. —¿Qué les sucede? Son hermanos, no pueden estar gritándose así ni menos tratándose mal. Si tienen diferentes pensamientos pueden resolverlos de buena manera ¿no? No los he criado para que estén a mitad de la conversación tratándose como unos cretinos —zanjó con molestia.
Tara la observó y luego fijó su mirada en la mía.
—No me hagas contárselo a Emma —amenazó.
Su mirada desafiante me molestaba. Siempre había sido así desde que éramos pequeños. Ella quería tener el control de todo lo que sucedía alrededor, le gustaba adueñarse de las personas e incluso era una gran manipuladora. Todo lo quería a su manera, pero cuando aparecí de sopetón en su vida, todo cambió. No me costaba mandarla a la mierda cuando necesitaba hacerlo e incluso, en nuestra adolescencia, habíamos estado sin hablarnos por seis meses.
Habíamos logrado llevarnos mejor, superar nuestras diferencias que parecían del tamaño de un rascacielos, podíamos convivir, pero cuando se hizo amiga de Emma decidí que era hora de irme de casa y dejarla en paz.
—Pues cuéntaselo —solté con desinterés. Desinterés que consiguió que su blanco rostro se pusiera de un tono colorado. —Sabes que nunca he caído en tus manipulaciones estúpidas, no me jodas ahora, Tara. No cuando somos adultos y hago lo que se me plante en gana hacer.
—¿Y qué hacías con esa chica ahí, Jared? —se entrometió mi madre en un tono más calmado.
Se encontraba sentada, de piernas cruzadas y cuando me habló lo hizo para que me relajara, lo sabía. Mi madre tenía muy en claro que Tara me sacaba de mis casillas en dos segundos, incluso era capaz de no ir por semanas a casa por su culpa.
—Estábamos bebiendo un café —relajé mi expresión para hablarle a mi madre, ella siempre era comprensiva conmigo, aunque a veces no lo merecía —, tu puedes entender que sólo somos amigos ¿no?
—Claro que puedo entenderlo, eres joven, puedes tener los amigos que quieras —comentó. Relajé mis hombros, miré levemente a Tara quien se encontraba molesta. Mi madre la observó y luego comenzó a hablar —¿Cuántas veces te he dicho que no puedes simplemente entrometerte en todo lo que se te da la gana? —la regañó.
—Cuando te des cuenta de lo que está ocurriendo en la cabeza de tu hijo, será demasiado tarde —se defendió mi hermana. —Cuando engañe a Emma, cuando se separe de ella y cuando la deje ahí abandonada por una chica que no vale ni un puto centavo.
Reí. Sólo me limité a reír de lo que había dicho. Tara se puso de pie y entró a la casa sin hacer ningún comentario más.
—Quiero que te disculpes con ella —me pidió mamá —. Sé que puede ser muy fastidiosa en ocasiones, pero es tu hermana y se preocupa por lo que haces.
—Lamento decirte esto, mamá, pero no lo hare —comenté serio —. No me disculparé con ella porque no le he dicho nada que no sienta.
Ella respiró profundo, bebió el poco vino que le quedaba en su copa y se puso de pie. Acomodó su vestido y caminó hacia la casa, suponiendo que hablaría con Tara para bajarle un poco la molestia que la había hecho sentir.
Ya en un estado más sereno, caminé hasta que estuve en el living de nuestro hogar, me despedí de ambas sin mayor expresión en mi rostro y salí de ahí directo al estacionamiento. Abrí el auto, me subí y mi teléfono vibró en el bolsillo de mi pantalón.
Camile: Lamento si causé problemas con Tara
Me acomodé en el asiento y tecleé.
Jared: Nada que no pueda resolver
Camile: Gracias por presentarme tu cafetería favorita, estuvo genial
Jared: Lo sé, es un lugar genial.
Bloqueé el teléfono y me dispuse ir a casa.
Cuando llegué, Emma se encontraba en la habitación durmiendo. Apagué la luz, y me metí al baño para darme una ducha.
Tenía mi cabeza hecha un lío, un lío tan grande que apenas entendía como había comenzado a crearse sin previo aviso. No me caracterizaba por ser un tipo que pensara demasiado las cosas y eso, en gran medida, me causaba problemas. Pues siempre era el tipo de persona que estaba tomando decisiones a último minuto y siempre, sin remedio, el 80% de las veces me había equivocado.
Quería concentrarme en Emma, pensar en ella como al principio, incluso más. Quería mirarla y sentir la electricidad extraña que causaba enamorarse, pero no podía hacerlo, de hecho, mentiría si dijera que alguna vez la sentí. Emma y yo nos habíamos conocido casi de manera forzada, con su padre siendo socio del mío y llevándola día a día a todas las reuniones que tenía él con papá. No me percaté del momento en que debía pasar tiempo con ella en la terraza para que no se quedara sola mientras su padre conversaba con el mío. Emma siempre me buscó, a diferencia mía, que no buscaba ni siquiera el control remoto cuando se me perdía. Emma era una buena chica. Llevada a sus ideas, con pensamientos criados en una familia millonaria, pero, al fin y al cabo, una buena chica. No me había defraudado ninguna vez desde que habíamos comenzado nuestra relación. No pensábamos igual acerca de las personas, tampoco teníamos los mismos gustos ni disfrutábamos de lo que el otro amaba hacer, pero nos manteníamos juntos, fuertes y nos divertíamos cuando estábamos cerca. Nos gustábamos sexualmente. Y no me había percatado de que la electricidad o cosquilleo existía hasta que miré a Camile. Y eso me molestaba, me mantenía de un humor extraño, pues quería buscar a Camile para convencerme a mí mismo de que no había nada, sólo amistad, pero terminaba haciendo mierda mi cerebro cuando descubría todo lo contrario.
Terminé mi ducha, me sequé y me metí a la cama solo en bóxer.
Emma dormía plácidamente a mi lado, era muy bella, muy frágil y mi novia. Acaricié su frente por unos segundos y un nudo se posó en mi garganta sin entender por qué.
—¿Jared? —preguntó en un susurro, no abrió sus ojos.
—Si.
—Lamento no haberte esperado despierta, estaba muy cansada.
Sonreí.
—No hay problema.
Ella se acomodó hasta que estuvo apegada a mi cuerpo, apoyó su cabeza en mi hombro y continuó durmiendo con tranquilidad. Besé su frente. Cerré los ojos y decidí ignorar mi teléfono esa noche.
Camile Rooney
Cuando entré al departamento, de inmediato vi a Stefan sentado en el sofá mirando algo en televisión, tenía una gaseosa en su mano. Sus ojos hicieron contacto con los míos, dejó la botella encima de la mesa y se puso de pie para acercarse a mí.
—Camile... —comenzó, pero su voz se cortó cuando caminé por el pasillo ignorándolo.
Rápidamente me metí al baño, respiré profundo e intenté contar has diez mil. Él no me presionó, me esperó hasta que terminé de darme una ducha y salí con la bata de baño hasta nuestra habitación.
—¿Podemos hablar? —preguntó apoyándose en el marco de la puerta.
Me encontraba sentada quitando todo rastro de máscara de pestañas que pudiera tener. Asentí levemente al oír su pregunta y él se acercó, se sentó al costado de la cama y me observó con arrepentimiento.
—Lamento haberme comportado como un imbécil —expresó.
Stefan era bueno pidiendo disculpas. Todas las veces él intentaba acercarse a mí para arreglar alguna discusión. Llenarse de orgullo no estaba en sus planes, prefería sacar todo de su vista y tenerme junto a él. Arreglar cosas era fácil para él. Para mí no, y eso lo sabíamos.
—Todos estos días me he estado comportando como un imbécil, lo sé —continuó —. No sé qué sucede conmigo, Camile. Tengo una sensación extraña en el estómago, como si algo estuviera mal.
—¿De qué hablas?
—No lo sé —bajó la voz —, pero quiero solucionarlo, por favor —se acercó más a mí y tomó una de mis manos —. Eres lo más importante que tengo..., en la vida.
—Sólo necesito que seas el Stefan del que me enamoré —solté con honestidad. Pues sentía que estaban arrebatándome a Stefan del principio y dejándome a uno completamente desconocido.
—Sigo siendo yo, es sólo que no ha sido fácil para mí adaptarme, pero no quiero que esa sea una excusa, sé que he estado mal —sus ojos estaban puestos en los míos con tanta tristeza que apenas pude seguir discutiendo con él.
—Para mí tampoco ha sido fácil y lo único que has conseguido con tu actitud es que nos distanciemos en un lugar en donde no le tenemos confianza a nadie.
—Lo sé, Camile. Lo lamento —bajó su mirada.
—¿Podemos volver a ser lo que éramos?
—Claro que sí, cariño —acarició mi rostro.
Quería creerle, siempre le creía.
Se acercó a mí para besarme, le correspondí sin más reparos. Sus labios hicieron contacto con los míos, pero no me sentí igual. Él continuó besándome como siempre lo hacía y yo no podía dejar de pensar en que no estaba besando al mismo chico del que me había enamorado hace cinco años atrás.
Sus manos se posaron en mi cuello y luego las deslizó por debajo de mi bata de dormir para acariciar mis hombros. Mi cabello mojado rápidamente chocó con la almohada mientras Stefan se encargaba de besar cada centímetro de mi cuello. Él besaba con delicadeza y a ratos pasión, pero no podía mantenerme concentrada en lo que estábamos haciendo. Miré el techo encima de mi cabeza cuando él se posicionó encima de mi cuerpo. Por supuesto que Stefan me gustaba físicamente; era apuesto, sexy y su piel morena era suave y se sentía siempre como un hogar, pero no podía sentir lo que él sentía entremedio de sus piernas.
Aun así, lo dejé continuar, porque éramos novios, porque nos queríamos, porque nos deseábamos y porque habíamos estado por cinco años juntos. Lo dejé continuar porque sólo era un momento de fragilidad en nuestra relación que claramente superaríamos.
Desabrochó mi bata, comenzó a tocar mis pechos y luego deslizó su mano hasta por debajo de mi estómago. Tragué saliva, pero no dije nunca que no. Él continuaba tocándome con éxtasis en su cuerpo, tanto que finalmente terminé convenciéndome de que estaba bien, de que lo deseaba tanto como él a mí. Tanto como al principio.
Lo besé también. Ayudé para que se quitara la ropa y también lo toqué como siempre lo hacía. Sus músculos se tensaban al sentirme, podía percatarme de eso. Besé su cuello y también sus pectorales. Acaricie su oblicuo definido y su mandíbula tensa. Besé cada centímetro que me parecía haber perdido, encontrándome con un Stefan que no conocía en absoluto, pero que disfrutaba tenerlo ahí. Su lengua parecía mi mejor aliada, y aunque al momento de comenzar no me sentía concentrada para realizar algo, esta vez sí lo estuve. Y, audazmente me posicioné encima de él. No pregunté si estaba preparado, sólo me acomodé y me senté lentamente entre sus piernas, él frunció el ceño con placer, yo también lo sentí. Mis movimientos cada vez fueron más rápidos y profundos, él masajeaba mis pechos y también apretaba mi trasero para ayudarme con los movimientos.
Sentí sus dedos clavarse en mi trasero, me empujó con fuerza hacia su cuerpo y lo sentí gemir con fuerza. Sin duda Stefan calentaba hasta un tempano de hielo, pero yo no pude acabar como él esta vez, y él se percató de eso cuando abrió sus ojos y jadeaba mirándome con una pequeña sonrisa.
—¿No lo logré? —preguntó en un tono bajo, íntimo, nuestro.
Negué levemente con mi cabeza.
—Lo lamento —dijo, frunció el ceño con culpa.
—No hay problema, Stefan —reí restándole importancia —. Hay ocasiones en que se puede, otras no.
Me removí hasta que estuve fuera de su cuerpo, él se quedó acostado en la cama mirándome de pies a cabeza con su fuerte mirada café. Pestañeó un par de veces al mirarme y me sonrió.
—Estoy tan enamorado de ti, Camile —susurró.
Miré su cuerpo por completo, luego me quedé mirándolo a los ojos. Me recosté a su lado como Dios me había traído al mundo y lo abracé. Él también se quedó desnudo y me abrazó con fuerza. Encontrándome, queriéndome, armándome y siendo el Stefan que siempre había sido.
No le costó muchísimo conciliar el sueño, a mi sí. A mitad de la noche me levanté para ponerme pijama, en cambio a él lo cubrí con las sabanas.
Tenía un nudo en la garganta que no podía controlar, incluso no podía entender por qué estaba ahí. Confundiéndome, ahogándome y fastidiándome la vida. Jared Brackley estaba pegado a mis pensamientos como una maldita catástrofe.
Tomé mi móvil y miré su chat, no se había conectado desde hace un par de horas, así que no dije nada. Bloqueé el teléfono e intenté, a toda costa, dormir.
Cuando desperté, me percaté de que estaba atrasada. Stefan no estaba a mi lado, sólo había una nota en el velador, de inmediato la tomé:
"No te desperté porque no sabía a qué hora entrabas y te veías cansada. Llámame cuando estés en la Universidad. Te amo".
Salté de la cama, me di una ducha a la velocidad de la luz, me puse lo primero que encontré en el closet —literal me percaté de que llevaba un calcetín diferente al otro cuando bajé en el ascensor—. No me hubiese parecido mal, pero estaba usando vestido. Saludé a Clint McGregor a la pasada y corrí a la parada de autobuses.
Cuando llegué a la universidad, la primera clase estaba terminando, así que no tuve opción más que quedarme en la cafetería hasta la otra clase. Mensajeé a Stefan y luego pedí desayuno. Samantha no tardó en sentarse conmigo en la cafetería junto a Alex.
—¿Cuál es la razón para no venir a la clase más importante del semestre? —preguntó Alex mientras abría su jugo de naranja.
—Me quedé dormida —confesé con culpa.
Samantha sonrió.
—A cualquiera le pasa —le restó importancia.
—Camile, la verdad, necesitamos decirte algo —la voz de Alex sonó seria, así que rápidamente me preocupé.
—No me digan que me dejarán fuera del trabajo —expresé con una exagerada mueca de angustia.
—Por supuesto que no —me observó Samantha.
—Es sobre la red de prostitución y droga de la que hablábamos.
—¿Cambiaremos el tema?
—¡No! Sólo escucha —me regañó Alex.
Guardé silencio y él comenzó a hablar pausadamente.
—Esta noche iré a darme una vuelta por allí. Al prostíbulo —dijo y casi sentí que mi mandíbula cayó dos metros bajo tierra y antes de que pudiese emitir alguna palabra, él continuó —. Seré cuidadoso.
—¡¿Te has vuelto loco?! —alcé la voz consiguiendo que algunas personas nos observaran, pero rápidamente volvieron a hacer lo que estaban haciendo —Es muy peligroso, no lo harás —bajé la voz.
—No podemos quedarnos sentados esperando que el tiempo pase —dijo Samantha.
—¿Cómo puedes estar de acuerdo con algo así?
—¿Crees que soy el primer periodista en ir a un lugar así para sacar información? —preguntó Alex con un tono indiferente, como si ir a un prostíbulo que tenía una alta probabilidad de que corriera droga ahí fuese lo más normal del mundo.
—Es muy peligroso —insistí —, además aun no eres periodista, no vale la pena todavía que te arriesgues por un trabajo de la universidad.
—Pensé que estarías de acuerdo, incluso más que Samantha —frunció el ceño con confusión.
—¿cómo crees? Aun ni siquiera sé cómo Samantha puede estar de acuerdo con algo así.
—Es nuestra única opción —ella se encogió de hombros totalmente de acuerdo con la idiotez que decía Alex.
Respiré profundo intentando controlar mis ganas de cuidar a todas las personas del mundo, Alex me pidió que contara hasta diez, lo hice y luego lo observé a los ojos.
—¿Y si algo sale mal?
—Hay plan B, por supuesto —aseguró él.
—¿Cuál es?
—Mejor no conocerlo.
Fruncí el ceño con molestia.
—De acuerdo —soltó —, tengo un amigo que puede ayudarme si algo sale mal.
—¿Qué tipo de amigo es ese, Alex?
—¿Por qué preguntas tanto? Samantha no preguntó tanto como tú —reclamó.
—¡Pues porque no soy Samantha! —alcé la voz y él me hizo una mueca para que mantuviera la calma, pero este chico estaba sacándome de quicio.
—¿Por qué eres tan expresiva? Dios —rodó los ojos —. Es sólo un amigo que puede salvarme el culo si algo sale mal.
—Sugiero que simplemente vayas a mirar, nada de grabaciones —comentó Samantha.
Alex la observó, luego me observó a mí que también estaba mirándolo con desaprobación.
—Está bien —habló mostrándonos las palmas de sus manos cual culpable lo haría.
Quedamos en eso. Alex iría a meterse a un prostíbulo que me parecía de lo más peligroso, con un amigo misterioso que podía salvarle el culo y no grabaría. No grabaría ni un centímetro, ni siquiera una fotografía, nada. Sólo íbamos a quedar conformes con la experiencia de Alex.
Las siguientes clases pasaron de lo más rápido, en las horas libres me dediqué a leer un ensayo para una materia y cuando la hora de salida llegó, me dirigí a la cafetería.
Entré al camarín, saqué mi ropa del casillero y comencé a vestirme rápidamente para tomar mi turno para trabajar. Harriet entró con su típica sonrisa, al menos hoy estaba de buen humor. Me dio un beso en la mejilla y rápidamente comenzó a hablar.
—¿Qué tal estos días?
—No me quejo —contesté mientras abrochaba mis zapatillas.
—El otro día estaba de mal humor, lo lamento —expresó, pero no le di importancia, todos teníamos días malos.
—Que no te importe —me puse de pie y le sonreí —. Sólo recuerda que la vida es una para tener esa cara de culo —reí y ella también.
Me puse a trabajar de buen humor, incluso no me molesté cuando una pareja no me dejó propina. Estaba teniendo un buen día, una buena jornada y ya comenzaba a sentirme alegre, protegida, en casa..., hasta que vi a Tara Brackley atravesar la puerta de entrada. Tragué saliva con nerviosismo, su figura perfecta me hacía sentir un punto en el universo. Ignoré su presencia y esperaba que no se sentara en alguna mesa que me correspondía, sin embargo, se acercó a la caja y le dijo algo a la chica que atendía.
No sé qué habrá dicho, pero la cajera me llamó a su lado.
—Tara Brackley necesita hablar contigo —informó la mujer.
—Estoy trabajando —respondí, ella se encogió de hombros.
—Puedes ir a hablar con ella, tienes cinco minutos.
La observé en silencio, ella era la jefa de los trabajadores, así que rápidamente me acerqué a la mesa que se encontraba Tara. No me senté, me quedé de pie observándola.
—Hola —dije, ella me sonrió con gentileza —. Tengo cinco minutos.
—No tomará más que eso —expresó —. Siéntate, por favor.
Me senté frente a ella con una sensación incómoda en el cuerpo, Tara Brackley era imponente, pero teniéndola así de cerca y a mi altura, no lograba intimidarme del todo.
—Sólo venía a disculparme —expuso con ojos de arrepentimiento, fruncí el ceño confundida ¿de qué debería disculparla yo? —, por ayer.
—No entiendo exactamente a qué te refieres.
—Ayer llegué abruptamente a la cafetería y le pedí a Jared que te dejara ahí, pues parecía una cita —comentó —. Creo que te he hecho sentir incómoda, me comporté como una estúpida.
—No sé qué decir —mencioné ceñuda.
—Nada, sólo acepta mis disculpas. Sé que Jared y tu son sólo amigos —continuó —, soy una tonta, Jared jamás dejaría a Emma. Ellos se quieren mucho.
Asentí silenciosa, pero luego intenté incorporarme a la conversación.
—Sí, Jared y yo sólo somos amigos —aseguré —. Y yo tampoco dejaría a Stefan, por ningún motivo.
Tara asintió.
—Gracias por escucharme.
—Por nada ¿necesitas algo más? ¿un café?
—No —se puso de pie y yo la seguí —, sólo he venido para eso. Nos vemos otro día.
—Claro, adiós —me despedí desde lejos y rápidamente caminé hasta la cocina.
—¿Qué demonios fue eso? —me preguntó Harriet bajando la voz.
—No te conté, pero, ayer fui a una cafetería con Jared y llegó Tara, creo que discutieron, pero no frente a mí y ahora se ha venido a disculpar conmigo —comenté sólo para que ella me escuchara.
—¿Que que? —preguntó con extrañeza, casi cayéndose de espaldas —¿Por qué estabas con Jared en una cafetería?
—Nos encontramos, me invitó y fui —resumí.
—Bien —ella asintió con una peculiar mueca de "no te creo ni mierda". —Tara Brackley es un caso, ¿cómo es que viene hasta aquí sólo a pedirte disculpas? ¿crees que Jared tiene algo que ver con esto?
—Por supuesto que no, Jared se veía molesto, sí, pero no me expondría una vez más con su hermana —expuse.
Harriet me escuchóconvencida.
***
¡Espero que su semana haya sido buena!
RECUERDEN QUE ESTA SEMANA SALE A LA VENTA DECADENTES EN CHILE!
BESOPOS
XOXOXO
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