Capítulo 10
Camile Rooney
Me sentía tan mal por el efímero momento que tuve con Jared en la fiesta que ni siquiera fui capaz de sacarle en cara a Stefan que se avergonzaba de mí.
Llegué temprano a la empresa Brackley esa mañana, vestía formal y lista para comenzar a absorber todo lo que me pudieran enseñar. Una mujer me saludó con entusiasmo y me llevó hasta la oficina en que trabajaríamos, me mostró lo que hacían y me informó que esa mañana había una reunión en la que probablemente me integraría, pero sólo como una oyente. Por supuesto que acepté.
A las 9AM en punto la reunión comenzó. Yo estaba sentada a un costado de la misma mujer amable que me había recibido, luego entraron unas personas más que en mi vida había visto, luego vi a Cedric Brackley entrar junto a Jared y a Emma; nos saludamos y la reunión rápidamente comenzó con Cedric ahí.
La mujer que parecía ser la jefa del departamento de prensa comenzó a dar una presentación de los medios de comunicación que le servían a la empresa, los presupuestos y también las oportunidades de marketing que estaba teniendo la empresa ¿Qué hacía Emma ahí? No lo sé, pero su presencia me molestaba.
—¿Qué opinan? —finalizó la mujer.
—Todo está muy bien, Paulette —sonrió Cedric. —Aunque me gustaría comenzar a descartar a algunos canales.
La conversación se enfocó en Paulette y Cedric. A ratos intervenía Jared hablando de presupuestos que podían ocupar, y también Emma dando opiniones banales de diseño. Al parecer estaba reemplazando a la madre de Jared, pero no le hacía justicia.
—¿Qué opinas Camile? —me preguntó Cedric. —¿Crees que estaría bien realizar un desfile de modas como ha dicho Emma para atraer diverso público?
Fruncí el ceño. Ni siquiera había oído esa idea salir de la boca de Emma, sólo estaba preocupada de la presentación de Paulette.
—No —contesté abruptamente, luego aclaré mi garganta. No quise hacer contacto visual con Emma ni con Jared, sólo miré a Cedric —. Es una empresa de automóviles, no de modas... No creo que un desfile ayude a aumentar las ventas, creo que es innecesario ese gasto de dinero —solté —, sería mejor lo que dice Paulette. Juntar diferentes marcas deportivas de automóviles y realizar carreras promocionales, invertir en eso...
—Creo que tienes razón —sonrió Cedric.
—Pediré que traigan café, se alargará un poco la reunión —dijo Jared, todos le dieron el favor, y cuando se puso de pie, la voz de Emma lo detuvo.
—Pero Camile sabe muchísimo de café ¿no? ¡Ella debería traernos! —alzó la voz y yo sentí mis mejillas ruborizarse.
Jared se volteó a mirarla, luego me observó a los ojos y regresó a la mirada de su novia.
—Lástima que no contratamos a Camile para servir café —expresó Jared —, y yo estoy siendo amable —le sonrió —vengo enseguida, continúen en lo suyo.
La mirada ofuscada de Emma se quedó suspendida en el aire, luego casi como una niña se cruzó de brazos y continuó con la conversación.
No hubo más encuentros con la familia Brackley luego de la reunión. No encontré a Jared ni tampoco a Emma, menos a Cedric. Sólo me dediqué a seguir a Paulette por todo el lugar aprendiendo las cosas que debía hacer durante los dos días que trabajaba ahí. Me gustaba el trabajo, pero si debía soportar a Emma todos los días que estuviese ahí, no creía que durase demasiado.
Cuando llegué a casa por la tarde, Stefan aún no estaba ahí, saqué la lista del baúl y la miré en silencio. A pesar de que había sido una fiesta extraña en el club nocturno, lo había pasado bien, así que le hice un ticket al punto cinco.
——
—Necesitamos hablar —le dije a Stefan cuando me armé de valor.
Resultaba que, luego de la fiesta a la que habíamos ido, no podía dejar de pensar en lo ridícula que me hacía sentir Stefan. Jamás me había hecho sentir así, y últimamente sentía que no me dejaba ser yo misma, que simplemente se enfocaba en mis defectos e intentaba que no lo dejara en vergüenza frente a las personas. No quería sentirme mal conmigo misma, ni tampoco insegura o molesta con mi forma de ser. No era justo. Pues yo era todo lo que tenía de mi misma y ninguna persona, incluido él, podía hacerme sentir así.
Había estado aplazando la conversación sólo por el hecho de que me sentía culpable por lo que casi había hecho con Jared, pero debía separar las cosas y ser sincera con él sobre cómo me sentía.
—¿Qué sucede? —se apoyó en la almohada.
Eran alrededor de las siete de la tarde, estábamos despertando de una siesta.
—Siento que... últimamente has estado avergonzándote de cómo soy —solté y él arrugó el entrecejo.
—¿De qué hablas?
—Me dices que soy ridícula, un desastre o que las personas están riéndose de mí. Incluso en la fiesta me has dicho que no baile de tal forma por eso —confesé.
—Ay Camile... no seas tan grave —rodó los ojos.
—Stefan, hemos estado por cinco años juntos y jamás me habías hecho sentir así —le dije, y él frunció el ceño y me observó a los ojos. —Tu sabes como soy, me conoces, entonces ¿por qué estás sintiendo vergüenza de mí?
—No siento vergüenza de ti, Camile. No seas ridícula —soltó —, es sólo que a veces estamos en lugares en que no debes simplemente ser... tu misma.
—¿Y quién se supone que debo ser?
—Simplemente comportarte, no ser un desastre.
—Creo que no estas entendiéndome, estas consiguiendo que me sienta insegura ¿sabes? Y yo jamás he estado insegura de mí.
—Estás exagerando, Camile —le restó importancia —. Estamos en un país nuevo, sólo debes adaptarte a las personas que hay aquí.
—¿Por qué debería adaptarme a las personas? Si soy así está bien ¿no?
—Es solo que a veces...
—Ya. Stefan.
—No quiero hacerte sentir mal, pero a veces la opinión de las personas sí que importa.
Me senté en la cama algo incomoda, parecía que no estaba hablando con mi novio, sino con una persona que no me conocía en lo absoluto y que tampoco me aceptaba como era. Me puse de pie y rápidamente salí de la habitación sin escuchar lo que tenía para decirme. Me sentía mal, realmente mal y él no lo estaba entendiendo como yo quería. No sabía si yo estaba expresándome de una manera incorrecta o simplemente él estaba cegado con su opinión de mierda.
Saqué las llaves que estaban colgadas en la puerta y luego lo vi asomarse por el pasillo.
—¿A dónde vas?
—Iré a dar una vuelta —contesté con frialdad.
—No es buena idea que salgas cuando estamos molestos.
—Iré a trotar, es todo.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, Stefan. No quiero que me acompañes ni que opines más acerca de cómo soy ni nada ¿está bien? Ya hiciste suficiente —deslicé la manilla de la puerta y salí de ahí.
Afortunadamente tenía ropa que hubiese servido para hacer deporte, pero cuando bajé en el ascensor me percaté de que no quería trotar ni menos realizar alguna actividad física. Clint McGregor estaba sentado en su lugar de la recepción y me sonrió con la única alegría que podría tener un hombre de su edad.
—¿Cómo está señorita Camile? —me preguntó con una sonrisa que me contagió.
Estaba muy molesta, pero no podía enfadarme con todo el mundo, menos con Clint.
—Estoy bien ¿y usted cómo está? —me acerqué al mesón y me apoyé para observarlo más de cerca. No podía evitar recordar a mi abuelo.
—Algo preocupado —comentó. Aquí probablemente venía una historia —, mi nieta volverá a Manchester y no sé cuándo la tendremos nuevamente de regreso.
—¿La extraña mucho?
—¡Muchísimo! —alzó la voz —Es la alegría de nuestro hogar.
Sonreí silenciosa, sólo observándolo.
—Es que es mi única nieta y no sé por qué salió tan enamoradiza de los viajes, de las ciudades... —su voz bajó a un tono casi melancólico —Espero estar vivo cuando decida quedarse en un lugar establecido.
—¿Qué dices, Clint? —bromeé —Estarás vivo para muchísimas cosas más. Para cuando me vaya de aquí y cuando regrese de nuevo.
—¿Ya se quiere ir? —indagó con expresión nostálgica.
—No todavía, me queda muchísimo por conocer.
—Espero que logre conocer todo lo que esta ciudad tiene para mostrar.
—Iré a dar una vuelta, Clint —avisé —. Si Stefan pregunta por mí, dile que no tengo una hora de llegada —le guiñé un ojo, él soltó una carcajada y me devolvió el guiño.
—Sea libre señorita Camile ¡Que la vida es muy corta! —lo escuché gritar antes de salir del edificio.
Caminé un largo trayecto que no conocía en absoluto; las luces de los faroles ya comenzaban a encenderse para iluminar las largas calles de la ciudad. Clint McGregor me había hecho salir del edificio no tan molesta como lo estaba en el departamento, y agradecía eso, pues cuando estaba enojada solía tomar malas decisiones. Y no suelo enojarme nunca, pero mamá dice que cuando me enojo es mejor esconderse debajo de la mesa porque era capaz de comenzar a lanzar platos a las paredes sin ningún motivo.
Llegué a un parque que ni siquiera divisé como se llamaba, busqué una banca y ahí me quedé.
Tenía el corazón estrujado, no tan sólo porque sentía que la relación que tenía con Stefan estaba tomando un rumbo que no lo favorecía ni a él ni a mí, sino porque también extrañaba muchísimo a mi familia y no tenía el dinero suficiente todavía para ir a visitarlos ni luego devolverme a Londres a seguir con la vida que estaba intentando formar.
Decidí llamar a Dylan un par de veces hasta que me contestó:
—¿Camile? —dijo antes de cualquier cosa.
—¿Tan extraño es que marque tu número?
Él rio y luego continuó hablándome.
—¿Cómo estás? —preguntó —Acabo de salir de casa, voy al departamento.
—Estoy bien ¿Cómo están todos allá?
—Bien, extrañándote más de la cuenta, ya sabes —confesó —. La otra noche encontré a Leah durmiendo en tu cuarto e Isak me ha dicho que te envía mensajes todas las noches.
—Cada noche sin falta —confirmé.
—¿Qué pone?
—Pone cosas como "¿Qué comiste hoy?" "¿Stefan se ha comportado como un idiota?" "Buenas noches, Camile. Llámame por la mañana" —le conté y él rio —. Me ha contado que le han dado una beca por matemáticas.
—¡Si! Es el mejor de la clase.
—Qué bueno que se parece a mí y no a ti.
—No hablaremos de lo mala que eres en matemáticas justo ahora, hermana.
La verdad era un poco desastrosa en matemáticas, prefería leer. Isak era todo lo contrario, yo no entendía cómo podía ser tan rápido con los números. Dylan no se quedaba atrás, pero lo de él siempre habían sido los deportes agresivos como el futbol americano. Y pues Leah, lo único que hacía todo el día era encerrarse en su habitación a tocar guitarra o un piano pequeño que le había regalado papá.
—¿Has visto a Alina y a Isabella? —pregunté, hace algunos días no hablábamos.
—Poco —contestó —, creo que la universidad las está matando.
—Me imagino —rodé los ojos imaginando a la antipática profesora que nos hacía leer doscientas páginas en un día.
—¿Y papá y mamá?
—Papá trabaja como siempre, mamá igual —contestó sin más —. Estoy seguro que te extrañan muchísimo, sobretodo porque cuando llegabas comenzabas a hablar sin parar. Leah no es demasiado buena para contar historias y pues Isak no cuenta muchísimo su vida.
Reí, eso era cierto.
—¿Cuándo vendrás a verme, Dylan? —pregunté cambiando el tema de conversación. Él se quedó en silencio unos segundos supongo que pensando en su respuesta.
—Espero que pronto, Camile —contestó —. Estoy casi terminando con la universidad y no tengo demasiado dinero para comprar pasajes, pero estoy haciendo lo posible para poder ir en vacaciones ¿me recibirías por esas fechas?
—¡Claro que sí! —alcé la voz.
—¿En dónde estás?
—En un parque. No he tenido grandes días, pero... —alargué la "e" —Estoy sobreviviendo.
—No me digas que Stefan...
—No hablemos de amarguras ¿está bien?
—¿Pero siguen juntos?
—Por supuesto que sí.
Mi hermano se silenció; no podía ocultar que le desagradaba Stefan para mí, pero él entendía que eran mis decisiones y que no podía intervenir en eso. Stefan como persona solitaria le agradaba, pero en conjunto conmigo no podía aceptarlo del todo, pues lo consideraba un ricachón bueno para nada. Pero Dylan no hablaba por mí, no decidía por mí ni tampoco influenciaba mis decisiones. Sólo intentaba apoyarme, entenderme y sobre todas las cosas quererme.
Estuve hablando por largos minutos con mi hermano quien me contó algunas anécdotas con sus amigos, el departamento y también sus locas ganas de adoptar un perro. Y ya luego colgamos, con un nudo en la garganta, pero nos despedimos.
Miré los mensajes de mi teléfono, nada de Stefan todavía.
Miré el chat con Jared, se encontraba en línea.
Rápidamente pasé al chat de Harriet con la idea de decirle que nos juntáramos a beber algo, un café, un té o una cerveza, pero cuando estaba escribiéndole. Un mensaje de Jared apareció en mi pantalla.
Jared: ¿Todo bien?
Fruncí el ceño. Miré a mi alrededor sintiéndome observada, pero no había nada más que algunos niños corriendo.
Camile: Todo bien.
Jared: ¿Estás ocupada?
Camile: No, ¿Por qué?
Jared: Estoy en la cafetería ¿qué tal si te invito a un café de la disculpa?
Camile: No estoy trabajando hoy
Camile: Además, no has hecho nada malo, Jared. Hemos sido ambos, creo que nos pasamos un poco de la raya, pero ya está. No creo que sea bueno que sigamos conversando de ese tema
Jared: ¿Entonces un café de la amistad?
Sonreí.
Camile: No
Jared: Vamos, Camile.
Camile: Estoy en un parque, no sé cuál, pero no estoy en la cafetería ni en casa
Jared: Pues entonces comencemos a cumplir ese punto de tu lista
Jared: El que dice "Conocer al menos cinco cafés en la ciudad"
Camile: Te lo aprendiste de memoria
Jared: ¿Qué dices?
Camile: No me hagas ir a buscarte allá
Jared: Envíame tu ubicación
No sé si estaba haciendo lo correcto, pero quería convencerme a mí misma de que Jared podía ser un gran amigo así que simplemente le envié mi ubicación para que llegara a buscarme al parque que ni idea tenía de cuál era el nombre.
Pasaron algunos minutos en donde comencé a pensar que en realidad era una mala idea y, que tal vez, debería regresar al departamento con Stefan y dejarme de estupideces, pero antes de que pudiese si quiera arrepentirme, divisé a Jared a unos metros de distancia con los ojos apegados a su teléfono y caminando en mi dirección. Vestía casual, como si sólo se hubiese levantado a tomar un café por ahí. Levantó su mirada y chocó con la mía, de inmediato se le dibujó una pequeña sonrisa y guardó el móvil en su bolsillo.
Llegó a mi costado y me saludó, luego se sentó.
—¿Buena tarde para ir a un parque a sentarte a mirar niños jugar? —preguntó mirando a su alrededor.
—Pues si —sonreí —¿Qué te hizo sacar los pies de la cama e ir por un café?
—Primero, no estoy en la cama hasta tan tarde —me observó a los ojos con seriedad —. Y siempre voy por un café.
—¿Ah sí? —alcé las cejas —¿No puedes simplemente comprarte una máquina de cafés y beberlos en tu casa?
—¿Y perderme la gran aventura de conocer al menos cinco cafés en la ciudad? —preguntó con un sarcástico tono de voz, lo que me hizo reír —¡Por supuesto que no! —negó con exageración —. Rompería todas las máquinas de café sólo para vivir la experiencia de las cafeterías.
—¿Estás burlándote de mí? —pregunté ceñuda. —¿Estás burlándote de mí y de mi lista? —apoyé mi mano en mi pecho —Eso no te lo perdono.
—Por supuesto que no —sonrió de medio lado —. Me ha parecido una lista interesante, sobre todo por ese punto que decía que debías escuchar un concierto de Jared Brackley en primera fila.
—Dios, me muero por ir a ese concierto —exageré.
—Pronto iremos.
—Sólo iré sí sé que las canciones que escucharé son totalmente originales.
Jared se quedó mirándome y asintió alzando sus cejas. Luego se puso de pie y se quedó frente a mí.
—¿Qué esperas? —alzó su vista —Hay cinco cafeterías esperándote por ahí.
—No creerás que iremos a las cinco hoy —me puse lentamente de pie y él se encogió de hombros.
—¿Por qué no?
—¿Crees que sólo iré a mirar? —comencé a caminar y él me seguía desde atrás —. Quiero ir a probar cafés nuevos y no puedo beber tanto en un día.
—Está bien, pero —se detuvo, tomó mi codo y me volteó hacia la otra dirección —. Por allá está mi auto, así que vayamos.
—Claro, para allá iba —caminé decidida hacia la dirección que me indicó.
El auto de Jared estaba aparcado en la solera; me subí al asiento copiloto y de inmediato abroché mi cinturón de seguridad. Él hizo lo mismo en cuanto se subió y luego puso en marcha el vehículo.
El automóvil de Jared Brackley parecía una ciudad, bueno, exagero. Pero era sumamente espacioso y elegante, olía al perfume que traía Jared consigo todos los días y los asientos eran sumamente suaves. No era fanática de los autos, no tenía idea tampoco cuales eran sus marcas, pero no me costaba adivinar que seguramente ese auto era más caro que comprar mi casa.
—Te llevaré a mi café favorito —me dijo mientras doblaba en la esquina —. Es muchísimo mejor que C&B.
—Nada supera los libros y un buen café —alcé mi vista, él iba conduciendo con seguridad en su mirada —, menos una tan buena atención como la mía.
—Este está mejor —sonrió sin prestarle demasiada atención a mi comentario.
Nos alejamos un poco del sector en donde vivía y nos fuimos acercando cada vez más al sitio en donde se encontraba el edificio de la empresa Brackley. Comenzaba a entender por qué Jared conocía ese lugar; seguramente era el único sitio en donde podía ir luego de escapar de un duro trabajo en la oficina.
—Esto no es una simple cafetería —dije de pronto.
Ante mis ojos apareció un inmenso lugar de color café claro, con pizarrones escritos con letra cursiva, nombres extraños habían ahí, nombres de cafés que en ningún otro lugar había visto. Y eso que yo si era una fanática. Parecía un restaurante moderno, pero no lo era. No había platos de comida, solo repostería y cafés.
—No —confirmó —no es una simple cafetería. Es mi cafetería favorita.
Jared aparcó el auto. Desabroché mi cinturón aun anonadada por el sitio en el que nos encontrábamos. Me bajé del auto y de inmediato vi un enorme logo, no decía un nombre en específico, sólo había un gran diseño ahí de un tazón de café con un rostro amable de color blanco y café.
—No te quedes ahí pegada al suelo —escuché su voz burlesca.
Miré a Jared quien iba ya caminando hacia el interior de la cafetería, rápidamente me incorporé a su paso y entré justo por delante de él. Había muchísimas mesas adentro, pero, mesas modernas con patas de madera y mesón de vidrio. Los meseros y meseras vestían igual, tanto que apenas podías diferenciar quien era quien. Había música sonando a un nivel moderado para que las personas pudiesen conversar entre sí y toda la decoración giraba en torno a discos musicales, ticket de concierto o guitarras eléctricas.
Jared entró caminando casi como si la cafetería le perteneciera, buscó una mesa vacía que estaba apegada al gran ventanal y yo, por supuesto, lo seguí. Me senté frente a él y de inmediato comencé a hablar.
—Me has traído a la cafetería más cara de Londres —reclamé por lo bajo, él soltó una pequeña carcajada y luego mantuvo la compostura —¿Crees que yo puedo pagar algo de aquí?
—Te estoy invitando Camile —me dijo, pero al ver mi expresión seria, volvió a su actitud normal —Puedo ¿no?
—No era la idea —bajé la voz.
—De todas maneras, no te dejes llevar por la decoración —habló despreocupado —los valores no rebasan a C&B.
Nuevamente iba a comenzar a hablar, pero un joven se nos acercó con una carta en su mano. En su rostro alargado había una sonrisa demasiado expresiva, ni siquiera se notaba a la primera que sonreía así porque le pagaban. Saludó a Jared como si lo conociera, tan así que incluso dijo su nombre. Jared recibió amablemente las cartas y el chico se alejó para dejarnos decidir tranquilos lo que íbamos a pedir. Me facilitó una carta unos segundos después y yo de inmediato la abrí. Curiosa por saber qué tan extravagantes nombres y altos precios guardaban esas hojas de cartón negro.
—¿Kopi luwak? —pregunté al mismo tiempo que mi ceño se fruncía. No había descripción de lo que contenía, pero el precio era excesivamente alto, tanto que podría haberme comprado tres promociones de hamburguesas dobles en Kentucky fried chickens.
—Ignora ese —comentó Jared mirando la carta que seguramente sabía de memoria —, prueba algo que suene más común. No vayas a tomar eso hecho con mierda de gato —bajó la voz y me observó directamente a los ojos.
—¡¿Qué?! —alcé la voz, sentí algunas miradas puestas en mí. Volví a mi compostura inicial y Jared rio de mí.
—Luego lo googleas —sugirió —¿Qué tal este? —alzó la carta, la volteó y señaló un café helado de frambuesa. En mi vida había probado esa combinación, pero las frambuesas eran mi fruta favorita.
—A ver —le arrebaté la carta de las manos aun sabiendo que ya tenía la otra, él sólo me la recibió y sacó la otra carta de debajo de mis brazos y con paciencia la abrió. Miré los ingredientes, luego el precio —. Pediré este —sonreí.
—Ve a lo comestible —comentó con entusiasmo.
Rápidamente cambié las páginas, había muchísima comida para pedir, así que opté por la opción que traía un cupcake de chocolate más dos rosquillas rellenas con crema.
—¿Y tú qué vas a pedir? —le pregunté a Jared, él continuó mirando la carta y luego alzó la vista cerrándola.
—Café cortado y un pastel de panqueques.
—¿Estás bromeando? —resoplé. —Un café cortado puedes hacerlo en tu cas...
El mesero interrumpió el sutil regaño que le estaba dando a mi nuevo amigo Jared Brackley. Él pidió lo que yo quería y también su aburrido café cortado más ese pastel de panqueques. El moreno se alejó de nuestro lado sin antes regalarnos otras de sus repetitivas sonrisas.
—El café cortado de aquí es muchísimo mejor —se defendió cuando estuvimos solos.
—Es café con leche —fruncí el ceño.
—Claro que no, el café cortado sólo tiene unas gotas de leche —enarcó una ceja —. El café con leche es mucho más espeso.
—¿Jared el cafetero?
Él sonrió levemente, se acomodó en la silla y asintió orgulloso de sí mismo.
No tardaron más de quince minutos en traer nuestro pedido a la mesa, mesa que, por cierto, temía incluso ensuciar con mis rosquillas. El joven mesero nos deseó una buena comida y se alejó para atender diferentes mesas porque lo cierto era que, el lugar se llenaba muchísimo de personas.
Miré mi café helado de frambuesa un tanto insegura, sobre todo porque estaba en un vaso enorme de vidrio y encima tenía una gran cantidad de crema batida, chispas de diferentes colores y un sorbete negro y largo adentro. El cupcake y las rosquillas se veían como en cualquier lugar, pero nunca había probado ese café helado, ni siquiera sabía si existía en otro lugar.
—Vamos, pruébalo —insistió Jared al verme mirar el café que incluso parecía más grande que yo.
—Esto es para dos personas —susurré.
—¡Claro que no! —rio.
—Mira el tamaño de la crema —continué en un tono bajo.
—¿Por qué susurras? —bajó la voz como yo.
—Porque no quiero que sepan lo que opino de esto.
—¿Por qué? —sonrió, luego le dio un sorbo a su café cortado que se veía sumamente bueno.
Me encogí de hombros. Suponía que muchísimas veces cuando iba con Stefan a algún lugar, él me pedía que no fuese tan explícita cuando no me gustaba el sabor o la imagen de algo.
—Pruébalo —sugirió —, y si no te gusta, puedes gritarlo a los cuatro vientos si quieres —continuó Jared con un tono de voz seguro —¿Qué tan terrible es comprar otra cosa porque lo que tienes en frente no te gustó? —me observó fijamente y yo asentí —. La vida es muy corta para comer o beber cosas que te desagradan. Que se jodan, Camile.
—Me recuerdas a mi hermano —solté una carcajada.
—Buena definición de lo que podemos llegar a ser —comentó y de pronto sentí mis mejillas coloradas.
—No me refería a...
Él rio de mí.
—Me tienes intrigado ¿Puedes probarlo? —cambió rotundamente el tema.
Dios. Jared tenía una forma tan facilona de hacerme sentir completamente nerviosa.
—Pruébalo tu primero —deslicé la copa hacia él y de inmediato sus ojos azules se quedaron en los míos tipo ¿de dónde has salido?
—¿Estás segura? —miró la copa que tenía al frente.
—Si, por favor —le pedí.
—Está bien —accedió.
Tomó la copa entre sus manos y acercó el sorbete a su boca, succionó y en cuanto el líquido entró a su boca su expresión cambió, arrugó la nariz y los ojos con exageración. Tanta que no pude aguantar la carcajada en mi garganta y a la vez sentirme fatal por haber pedido algo de tan mal sabor que tendría que pagar igual.
—No está mal —habló con una leve sonrisa en el rostro.
—No mientas —reí.
Su rostro se relajó y luego se echó en la boca una cucharada de su pastel de panqueques.
—En realidad no está tan mal —deslizó mi café hasta que estuvo frente a mí —. Pruébalo, tal vez a ti te guste.
—De acuerdo —miré la copa frente a mí con exageración, acerqué el sorbete a mi boca y succioné.
Rápidamente el sabor dulce y ácido llegó a mis papilas gustativas, no exageré mi expresión como lo había hecho Jared porque, en realidad, a mí me gustó de inmediato la combinación. Él esperaba expectante mi reacción, pero al ver que sonreí y alcé mis cejas con aprobación, Jared sacó la lengua demostrando lo asquerosos que podían ser mis gustos.
—No puedo creer que te haya gustado —expresó.
—Debes admitir que no está tan mal.
Él levantó una ceja y le dio un gran sorbo a su café aburrido cortado.
Conversar con Jared Brackley era fácil a pesar de que a ratos era completamente serio. Parecía un chico espontáneo, sin temor a decir lo que pensaba y también agradable con su entorno. No lo conocía más, pero algo en mi interior no me detenía en la travesía de conocerlo.
—¿Por qué justamente esta es tu cafetería favorita? —pregunté, luego le di una mordida a mi cupcake.
Jared se quedó pensando en su respuesta por unos segundos, alzó su vista y recorrió todo su alrededor con su mirada azul, y luego de todo eso, esbozó una sonrisa.
—¿No es obvio? —alzó una ceja mirándome.
—Nop... —rodé los ojos.
—Me gusta la música, aquí hay decoración genial y, además, todas las personas parecen felices de verte —comentó —. Y debes reconocer que hay mucha variedad de precios.
Asentí lentamente dándole la razón.
—Queda cerca de la empresa y cuando estoy estresado, cansado por algo o simplemente quiero evadir una responsabilidad, vengo aquí —confesó.
—Jared Brackley evadiendo responsabilidades —me burlé —Wow. Creo que ahora conmigo en la empresa no podrás hacerlo.
—Lo haremos juntos —se encogió de hombros restándole importancia a mi comentario, luego continuó comiendo de su pastel con su típica postura relajada y segura. Guardé silencio mientras lo observaba, así que él continuó hablando sin importarle que tuviera mis ojos puestos en él —¿Por qué eres tan fanática del café?
No pensé tanto en mi respuesta como Jared acostumbraba, sabía exactamente la razón por la cual me había convertido en una fanática del café.
—Cuando era pequeña mis padres me prohibían consumir café, siendo que ellos bebían todos los días. Incluso cuando tenía catorce años no me dejaban hacerlo —comencé —. Así que un día, en un acto de rebeldía, obligué a mi hermano a ir por un café. Él enseguida me siguió —sonreí recordando ese día la expresión de Dylan. —Al primer sorbo, lo detesté, luego cada fría mañana de invierno no podía dejar de beberlo —reí.
Jared sonrió cuando terminé de contarle mi historia, luego se acomodó en la silla.
—¿Sabes qué siempre me gustó y nunca se lo dije a nadie?
—¿Qué?
—Las noches de verano —sonrió, desvió su mirada casi recordando algún acontecimiento.
—Pero eso no es algo extraño ¿por qué no se lo has dicho a nadie?
—Cuando iba de vacaciones solo o con un par de amigos, solía quedarme en la arena con mi guitarra creando canciones —me contó con una sonrisa en el rostro, arrugué el entrecejo sintiéndome confundida ¿por qué no compartiría algo así con las personas que lo querían? —. Recuerdo que una noche me quedé hasta las cuatro de la madrugada sentado en la arena, usando mi guitarra como mesa para escribir.
Sus ojos estaban iluminados, el brillo de sus ojos era inevitable. Me gustaban las personas que hablaban de lo que querían, de lo que les apasionaba y también de lo que esperaban para la vida. Me gustaba que se desahogaran, que no les importara, en absoluto, nada de lo que pudieran pensar.
—¿Por qué nadie lo sabe? —insistí —. De seguro Emma sabe esas historias de memoria.
Él me observó, su sonrisa disminuyó y negó levemente con su cabeza.
—No, ni Emma sabe eso —confirmó —. Cuando vives con una familia como la mía, todos ahí afuera están esperando más de lo que en realidad puedes dar.
—¿Y qué importa eso? —bajé la voz y él sonrió.
—Cuando tenía tu edad me valía tres hectáreas de mierda —soltó —. Ahora sólo pienso en ser lo suficientemente capaz para administrar una empresa de millones de dólares.
—Suena a una gran carga.
Él se encogió de hombros. Lo vi alzar la vista y se quedó fijamente mirando a alguien detrás de mí, su rostro casi cayó al suelo en unos segundos. No entendí demasiado lo que sucedía hasta que la persona a la que observaba se puso al costado de nuestra mesa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con una falsa sonrisa en el rostro mirando directamente a los ojos de Jared.
—Bebiendo café —respondió él con indiferencia, pero muy en el fondo noté que en realidad le importó.
—Hola Camile —me saludó con amabilidad, pero no parecía ser completamente real ese sentimiento que se desprendía de su cuerpo.
Tara Brackley estaba ahí frente a nosotros. Su cabello rubio ondulado idéntico al de su hermano estaba perfectamente peinado y, aunque vestía casual, no podía dejar de ser en ningún momento perfecta.
—Hola —contesté.
—¿Jared, podríamos hablar unos segundos? —se dirigió directamente a su hermano.
Él, ceñudo, negó con su cabeza.
—Estoy ocupado ahora, Tara —contestó con frialdad.
—Tranquilo, puedo esperar aquí —solté de pronto y Tara sonrió mirando a su hermano. Él me observó de reojo y se puso de pie para ir a conversar con su hermana.
De un momento a otro sentí que todas las personas que se encontraban en la cafetería estaban mirándonos, pero intenté disimular mi incomodidad bebiendo de mi café. Tenía el estómago hecho un nudo. No era tonta, por supuesto Tara estaba reclamándole a Jared por estar conmigo, en un lugar público, sentados como si estuviésemos teniendo una cita en una cafetería, encima la favorita de Jared.
No quería entrometerme en la conversación de hermanos que estaban teniendo, pues no conocía en absoluto si Jared y ella se llevaban bien o si sólo eran así de cercanos frente a las personas. No entendía la confianza que se tenían, ni menos los códigos "Brackley" a los que estaban asociados.
Estuve alrededor de quince minutos sentada sola, no pude comer todo lo que tenía en mi plato simplemente por el hecho de que los nervios estaban atacándome sin piedad. Intenté buscar con la mirada a Jared hasta que lo vi entrar a la cafetería, esta vez solo. No hizo contacto visual conmigo, sólo tenía una expresión seria y molesta. Cuando estuvo cerca me observó e intentó aflojar sus gestos, pero no pudo conseguirlo sin que me percatara de la verdad.
—¿Todo bien? —pregunté.
—Si —contestó sin más —. Creo que es hora de que nos vayamos —sugirió y yo rápidamente asentí.
—Si, tienes razón, ya es tarde —fingí. Miré mi teléfono por inercia y me percaté de que tenía un par de llamadas de Stefan en él, también un mensaje.
Stefan: ¿En dónde te has metido?
Rápidamente tecleé.
Camile: Ya voy a casa
Bloqueé el móvil y vi a Jared llamar al chico que nos atendió para que nos trajera la cuenta, saqué mi billetera y le pasé mi parte del dinero a Jared, él la recibió y luego pagó todo.
Caminamos en silencio hasta que llegamos a su auto, me subí sin emitir algún sonido y rápidamente abroché mi cinturón casi pidiéndole que me protegiera de lo que fuese.
—Si quieres puedes dejarme en el parque que nos encontramos —dije, él me observó por el rabillo de sus ojos mientras conducía —. Desde ahí puedo llegar a casa.
—Claro que no —zanjó.
Encendió la radio de su automóvil y ahí comenzó a sonar una canción que de inmediato reconocí:
"El amor puede doler
El amor puede doler a veces
Pero es lo único que conozco.
Cuando se pone complicado
Sabes que a veces puede ser complicado
Es lo único que nos hace sentir vivos
Mantenemos este amor en una fotografía..."
Alce mis cejas con entusiasmo, iba a comenzar a cantar y Jared puso su dedo en el botón para cambiarla. Rápidamente aparté su dedo de la radio y él me observó con confusión. Subí el volumen, y él con gracia continuó su camino.
"El amor puede curar
El amor puede reparar tu alma
Y es lo único que conozco..."
Cerré mis ojos y comencé a cantar, incluso en un tono más alto cuando llegaba al coro. Jared reía por lo bajo mientras mantenía su mirada en la calle. Adoraba cada una de las canciones de Ed Sheeran. Incluso las que él creaba y las cantaban otros cantantes o bandas.
Cuando la canción comenzó a terminar, bajé el volumen y continué con una sonrisa en el rostro.
—No puede gustarte ese tipo —rio.
—Es lo más maravilloso que han creado —solté.
Benditas las tuercas de la cama en que los padres de Ed Sheeran lo crearon.
Él rodó los ojos, pero se mantenía tranquilo, relajado e incluso con su expresiva y gran sonrisa. No estaba serio como lo había dejado Tara en la cafetería, y eso me ponía los pelos de punta. Pues Jared Brackley tenía la sonrisa más linda que había visto en toda mi vida.
Cuando llegamos a mi edificio, Jared abrió las puertas del auto y, cuando estaba desabrochando mi cinturón, comenzó a hablar con seriedad.
—Lamento mi cambio repentino de humor —expresó.
—No hay problema —me acomodé para mirarlo.
—De acuerdo, nos vemos en el trabajo —se acercó a mí y besó mi mejilla.
Sus labios hicieroncontacto con la piel de mi mejilla. Me asusté un poco por la sensación que tuveen el estómago, incluso me comporté algo torpe al separarme de él, pero intentémantener la compostura hasta que estuve afuera de su auto. Me despedínuevamente con la mano y entré apresurada al departamento.
***
Canción mencionada: Photograph - Ed Sheeran
¡Les dejo los capítulos que pertenecían a domingo y a lunes!
Seguimos leyéndonos
BESOPOS
XOXOXO
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