Capítulo 07
Camile Rooney
—No sé qué me sucede —le dije a Harriet, era la única persona en la ciudad a la que le estaba tomando confianza, incluso más que a Samantha de la universidad.
—Entonces si conocías a Jared desde antes —asintió sintiéndose victoriosa.
—Es una estupidez —le dije —, pero siento que cuando estoy cerca de él me falla la seguridad, no lo sé.
—No te preocupes tanto, Camile —me dijo restándole importancia —Jared es un tipo atractivo que pondría nerviosa a cualquier chica, así que olvídalo.
—¿Tú crees? —me apoyé en el mesón.
—Has estado cinco años con Stefan, según tú, así que no creo que un simple chico atractivo pueda romper eso —aseguró.
—Por favor no se lo digas a nadie —le pedí.
—Por supuesto que no, Camile —me sonrió.
Harriet era una chica divertida y astuta. Le gustaba hablar demasiado, tal como a mí y sabía la vida de casi todos los clientes. Su cabello era rubio platinado y sus ojos cafés oscuros, me gustaba su actitud, aunque a veces sobrepasaba el límite de mi paciencia en el buen sentido de la palabra.
Nuevamente por la tarde entró un integrante de la familia Brackley, pero grande fue mi impresión cuando lo vi entrar junto a Emma, fingí que no me incomodaba atenderlos. Aunque sólo podía pensar en lo estúpida que había sido al rechazar su invitación a almorzar, pues sólo lo estaba haciendo como un amigo, no con otras intenciones como pensé.
—¿Quieres que los atienda yo? —me preguntó Harriet cuando vio que Jared y Emma se sentaban en la misma mesa de siempre. Asentí silenciosa —No te preocupes tanto, Camile.
—Ella me incomoda muchísimo —confesé.
—Por eso iré yo, tranquila —sonrió con amabilidad.
La vi alejarse hasta la mesa que se encontraban los tortolos, Jared parecía serio, más serio de lo habitual y cuando vio a Harriet acercarse a ellos la miró con confusión y luego buscó con la mirada por el lugar, pero yo no me encontraba a la vista para que me encontrase.
De pronto, Harriet regresó con el pedido y la ayudé a prepararlo.
—¿Viste cómo te buscó con la mirada? —me preguntó bajando la voz.
—No especules cosas —bufé.
El lugar rápidamente comenzó a llenarse de personas, tuve que salir de mi escondite y atender a otras mesas ignorando por completo que Emma y Jared estaban ahí. Pasé unas cuantas veces por su mesa, hasta que Emma se percató de mi presencia y me saludó con la mano, saludé sólo con una sonrisa y continué con mi trabajo.
Estaba atendiendo a la mesa que se encontraba detrás de ellos, Emma me daba la espalda y Jared miraba de frente a mí, pero en ningún momento hice contacto visual con él, sólo hasta que escuché algo salir de la boca de Emma:
—Te lo dije, Camile trabaja aquí como mesera, es algo sumamente bajo —comentó y a mí se me ruborizó el rostro. Jared la miró molesto y luego fijó su mirada en la mía, tragué saliva y salí rápidamente de ahí para tomar el pedido de otra persona, pero Nathan se cruzó en mi camino con dos tazones de café, me estrellé con la bandeja y los cafés se quebraron en la cerámica y el líquido hirviendo se fue directamente a mi cuerpo.
—¡Camile! —escuché el grito de Harriet desde la cocina.
—Dios —soltó Nathan.
De inmediato solté un pequeño grito y sentí la mano de una persona llevarme hasta el baño, era Harriet. Entramos a un baño cerrado y comencé a quitarme la ropa de inmediato para que no continuara pegándose a mi piel, me senté en el retrete mientras ella con un vaso mojaba mi estómago y mis piernas.
—Dios, se ve mal —decía Harriet.
Sólo sentía que mi cuerpo estaba ardiendo con fuerza y ya no sólo me ardían los muslos y el estómago, sino que comenzaba a dolerme la cabeza.
—Te traeré ropa para que vayamos al hospital —me dijo.
—No es necesario, Harriet —mentí.
—Sólo cállate y haz caso —me regañó.
Continué mojando mis muslos hasta que sentía que hasta el agua me ardía. Así que me detuve; no pasó demasiado tiempo cuando Harriet regresó al lavabo y me facilitó ropa.
—Te llevaremos a la clínica.
—¿Qué?
—Jared se ha ofrecido.
—Dios, estás loca, no iré con ellos.
—Es nuestra única opción. Nathan está limpiando.
Guardé silencio.
Salí del baño y caminé junto a Harriet hasta que estuvimos en el estacionamiento; ahí fue cuando vi a Jared junto a Emma. Ambos estaban mirándome con preocupación, no dije ninguna palabra; Jared me ayudó a subirme al asiento de atrás en su auto y Harriet me observó.
—No puedo ir contigo —susurró.
—Harriet —le pedí casi rogándole.
—Estarás bien, pero me echarán si abandono mi lugar de trabajo.
—Es un accidente —fruncí el ceño.
—¿Ya nos vamos? —preguntó Emma.
—Si —contestó Harriet, cerró la puerta del auto dejándome arriba y luego Jared se metió al auto.
No dije ninguna palabra en todo el camino, aunque Emma insistía en preguntarme cómo me encontraba, sólo podía responder "bien" tajantemente, aunque no me encontraba bien.
El primero en bajarse del auto al llegar a la clínica fue Jared; le pasó las llaves a su novia y me tomó en sus brazos para meterme en la clínica.
—Esto no es necesario, en serio —le dije mientras iba encima de él como si de un bebé se tratase.
—Lo es —soltó.
No sé cómo nuevamente me metieron de urgencias a la clínica, Jared ingresó conmigo y no sé por qué Emma no entró junto a nosotros. Me pusieron en una camilla y el doctor que no era el mismo que había visto mi tobillo comenzó a cortarme la ropa enfrente de una enfermera y de Jared. Mientras lo hacía, Jared me observaba de reojo, y yo sólo intentaba soportar el dolor bien.
—¿Podrías llamar a Stefan, por favor? —le pedí. Él asintió rápidamente y salió de la sala.
Finalmente, el doctor me dijo que tenía quemaduras de grado dos en el estómago y en los muslos, aunque en los muslos había sido algo peor. Me puso cremas y también me pidió enfáticamente que no utilizara ropa ajustada ni nada que tuviese que ver con jeans o cuero. Por supuesto que iba a obedecer, por ningún motivo quería sentir ese dolor nuevamente.
El doctor salió de la sala y luego entró Jared, se encontraba solo todavía.
—¿Llamaste a Stefan? —pregunté.
—Si, dijo que venía en camino.
—Gracias.
—¿Te duele mucho?
—Si.
Me encontraba completamente seria, y supongo que para él era extraño verme así, pero todavía estaba enojada por el comentario que había hecho Emma acerca de mí.
—¿Estás molesta por algo?
—¿En serio estás preguntándomelo? —fruncí el ceño.
—No tengo la culpa de los comentarios que hace otra persona —se defendió.
—¿Otra persona? Es tu novia, Jared.
—Sí, lo es, pero no somos una persona en conjunto. Ella tiene sus pensamientos, yo los míos.
—No me parece justo, para nada —exclamé.
—Te aseguro que ella no tenía la intención de decir eso, seguramente tenga una excusa muy buena.
—No todas las personas son buenas —le dije y él guardó silencio por unos segundos.
—Ella es una buena persona.
—No eres buena persona cuando miras por debajo a cualquiera que tenga un trabajo de menos de un millón de dólares —resoplé.
—Yo no soy así.
—Pues hay veces que las personas con las que te juntas también definen como eres —dije y él se notó mucho más molesto.
—No tienes idea, no me conoces en lo absoluto.
—Y no tengo el interés de conocerte —solté y él se sorprendió —Y no te preocupes por los gastos que haya en esta clínica, te los pagaré peso por peso —le dije y él frunció el ceño.
—No hables tonterías —me pidió —. Te he traído aquí porque fue una emergencia, puedes quedar con marcas en tus piernas de por vida. Sólo quería ayudarte, no quiero que me pagues nada.
—Pues lo pagaré, Jared. Te guste, o no —solté.
Él iba a continuar hablando, pero la puerta se abrió dejándonos ver a Stefan junto a Emma. Ambos entraron a la sala y Stefan rápidamente se acercó a mí.
—Camile —dijo, besó mis labios con delicadeza y luego me miró a los ojos —Jared me dijo lo que ocurrió ¿estás bien?
—Estoy mejor —contesté intentando calmar mi temperamento —, me han puesto gel relajante además de hidratación, son quemaduras de grado dos, probablemente me queden un par de marcas.
—¿Cómo es que no te percataste de que Nathaniel llevaba una bandeja?
—Me volteé con rapidez, sólo fue eso.
—No te preocupes por los gastos, Stefan —comentó Emma mirándolo, algo se encendió dentro de mi cuerpo —. Todo corre por nuestra cuenta.
—Por supuesto que no —contesté de pronto y Stefan me observó con confusión.
—Insisto, Camile —me dijo ella con mirada gentil —. Las emergencias ocurren y sé que Gareth estará agradecido de no hacerlo gastar dinero —bromeó, pero absolutamente nadie rio.
—Es que no lo pagará Gareth —le dije y ella frunció el ceño —, soy yo la que está aquí, no Stefan. Yo me haré cargo de pagarles.
Emma sonrió casi con lástima, lo que hizo que mi rostro comenzara a ruborizarse. Stefan se percató de eso y Jared también.
—Está bien, Emma —le dijo Jared —Si ella quiere hacerse cargo, está bien —finalizó.
—Pero Jared...
—Nada —zanjó él —, no insistas.
Jared me regaló una sonrisa con molestia y salió de la sala a quien sabe dónde, Emma al verse sola frente a nosotros también se fue detrás de él.
—¿Por qué has hecho eso? —me preguntó Stefan con confusión —Emma sólo estaba siendo amable, ella sabe que estamos aquí hace poco y no tenemos dinero para estos gastos innecesarios.
—¿Innecesarios? —arrugué el entrecejo.
—Si fueras más cuidadosa no pasarían estas cosas, Camile —reclamó —. Siempre estás de un lado a otro arruinando pequeñas cosas, sé que ha sido un accidente, pero podrías haberlo evitado.
—¿Qué te sucede? —me molesté —Solo fue un estúpido accidente y si crees que arruino todo pues no sé para qué viniste hasta aquí conmigo.
—Camile...
—Ya vete, volveré sola a casa.
—Por supuesto que no.
—Por supuesto que si —repliqué. —Y si piensas que te pediré dinero por esto, estas muy equivocado.
—Lo lamento Camile, no pensé lo que dije.
—¿Me dejas, Stefan? —le pedí, esta vez él se alejó unos centímetros de mí. Sabía que estaba hablándole en serio, él asintió silencioso y salió de la sala.
Cuando por fin estuve sola, respiré profundo y me entraron unas horribles ganas de llorar. Quería estar en casa, con gente que me aceptaba, que no le molestaban mis desastres ni tampoco mi nivel socioeconómico. No deseaba estar en Londres con Stefan reclamándome por lo ridícula que podía ser en ocasiones o por lo desastrosa que era siempre.
No iba a llorar, por supuesto que no, no me caracterizaba por eso. Tragué el nudo de mi garganta y luego miré mis piernas por debajo de las sabanas, estaban rojísimas y comenzaban a inflamarse y a formarse ampollas. Mi estómago sólo ardía, pero se arreglaría con la crema refrescante y medicamentos para el dolor.
El doctor entró unos minutos después y se percató de que estaba sola, me observó unos segundos y me sonrió con amabilidad.
—¿Nadie ha venido por ti?
—Sí, mi novio, pero debe estar afuera. Necesitaba un tiempo a solas —contesté.
—No hay nadie afuera, cariño —dijo.
El nudo regresó a mi garganta.
—Debe haber estado cansado, venía del trabajo —lo excusé.
—Puedo darte el alta de inmediato si lo deseas, pero no recomiendo que te vayas sola —informó —sobre todo porque no puedes usar pantalón y veo que nadie te ha traído algo más holgado, además te dolerán los muslos si te esfuerzas en caminar demasiado ¿sí? —asentí silenciosa —¿Jared ya se fue?
—No lo sé —bajé la voz.
—Bueno, Camile —continuó —Debes venir una vez a la semana a curaciones hasta que te demos el alta médica completa ¿está bien?
—De acuerdo.
—Las curaciones que haremos cada semana implican quitar la piel muerta y volver a aplicar cremas hasta que comience a cicatrizar la herida ¿Está bien? —hasta su explicación me dolió —Por lo que veo, no necesitas curaciones en el estómago, sólo crema. Y en las piernas, sobretodo en la derecha trabajaremos más para que no te quede piel muerta ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Bueno, te doy tiempo para que llames a alguien que te venga a buscar y luego podrás irte.
Asentí.
Él me sonrió una vez más y salió de la sala con una expresión preocupada.
Miré a mi alrededor y me percaté de que mi teléfono se había quedado en el trabajo, me lamenté por lo bajo ¿por qué Stefan se había ido? Sabía que lo había prácticamente echado de ahí, pero debía saber que no podía ir a casa en las condiciones que me encontraba.
Las horas pasaron y opté por relajarme, para mi mala suerte, iba a tener que pagar una noche más de hospitalización en esa lujosa clínica y si Stefan se dignaba a venir por mí al otro día podría irme a casa.
A eso de las once de la noche ya me encontraba algo exasperada y molesta ¿por qué Stefan no había aparecido? ¿Y si le había ocurrido algo? No podía dejarme por tanto tiempo en ese lugar; sabía que no había nadie para ir por mí aparte de él en la ciudad. Saqué la delgada sábana que cubría mi cuerpo y me puse de pie, lo único que me cubría era la bata de la clínica, mi sujetador y mi braga. Caminé con cautela hasta que estuve afuera de la sala, me acerqué a la recepción y pregunté si podía pedir un taxi para irme a casa.
—¿No te vendrán a buscar? —me preguntó la mujer detrás del escritorio.
—Creo que no, además estoy sin teléfono. No sé qué le ocurrió a mi novio, pero no ha vuelto.
—Claro que puedes llamar un taxi, querida —me sonrió.
Me prestó su teléfono, pero cuando le pregunté al taxista cuánto salía desde donde estaba hasta la calle de mi casa casi se me cayó la mandíbula. Era demasiado, no tenía eso en efectivo. Colgué el teléfono con molestia y llamé a Stefan, el teléfono sonó y sonó, pero nadie contestó.
Volví a paso lento hasta la sala y me senté en la camilla. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Quería poder llamar a Dylan, Leah o Isak, incluso a cualquiera de mis padres para que me fuesen a buscar, ellos irían sin hacerme preguntas.
Me sequé el rostro con molestia y angustia, y escuché la puerta abrirse. Cuando pensé que era Stefan, me equivoqué nuevamente con él. Era Jared.
—¿Sigues aquí? —alzó sus cejas con sorpresa.
—Claro que no, estoy en casa —dije.
—El doctor me llamó hace unas horas, tardé un poco en venir y vine, pero... pensé que Stefan ya había venido por ti.
—Yo también pensé que vendría.
—Vamos a casa, yo te llevaré.
—Jared...
—No te preocupes —se acercó lentamente a mí —. Cuando estamos molestos decimos cosas sin pensar.
Masajeé mi sien y nuevamente tuve que secarme los ojos. No podía creer que luego de haberlo juzgado sin conocerlo lo suficiente, había sido el único que había ido por mí. Incluso había ido pensando en que ya no estaría, sólo para asegurarse de que así fuese.
—Gracias —alcé mi vista.
—No llores, Camile ¿qué te sucede?
—Es que no estoy acostumbrada a esto, Jared —confesé y él frunció el ceño, se sentó a mi lado en la camilla, demasiado cerca para ser unos completos desconocidos —. Vengo de otro país, de una familia completamente unida y que si hubiesen sabido de este pequeño accidente no se habrían separado de mí hasta que estuviésemos en casa —dije y él sonrió con tristeza —Luego viene Stefan diciéndome que prácticamente soy un desastre, es decir, sé que lo soy, pero no puede decirme eso cuando lo único que tengo en esta puta ciudad es él —resoplé con molestia —. Y tampoco estoy acostumbrada a que las personas me miren con desdén, como si lo que ves aquí en frente valiese una mierda por no tener tu dinero.
Él me observó fijamente a los ojos, secó mis lágrimas con delicadeza y elevó mi mentón con la punta de sus dedos. Estaba demasiado cerca, pero, no sentía vergüenza ni incomodidad en ese momento.
—No eres un desastre, Camile —sonrió —. Eres una joven llena de vida y de oportunidades. Los accidentes suceden y quien esté en tu vida se debe preocupar y no joderte por eso —me dijo con seriedad —. Y desde ahora no tienes sólo a Stefan en esta puta ciudad —enfatizó en "puta" por lo que yo había dicho —Y no dejes que las miradas vacías y con desprecio te hagan sentir mal. Vales más que eso.
Guardé silencio, luego asentí dándole la razón.
—Vayamos a casa ¿está bien?
—De acuerdo —expresé con más ánimo.
La voz de Jared me tranquilizaba. Era maduro, serio y en ocasiones se notaba como un tempano de hielo, pero en el fondo era un buen hombre. Gentil y divertido, irónico y sumamente seguro de sí mismo. No se dejaba llevar por los comentarios de los demás y no quería que nadie se entrometiera en su vida.
—Te traje esto —dijo sacando una camiseta y un short desde su mochila. Todo bien con eso, pero me sorprendió que le pertenecieran a él —. Te los traje porque sé que no puedes ocupar cosas apretadas y me imagino que la ropa que traías es apretada.
—Lo es.
—Cámbiate y vayámonos.
Me metí al baño y me coloqué la ropa de Jared encima, me miré en el espejo y ladeé la cabeza. Estaba bien.
Salí del baño y él sonrió al verme. Caminamos a mi ritmo hasta estar en el estacionamiento, me subí al auto con su ayuda y nos pusimos en marcha hasta que comencé a divisar las calles por donde vivía.
—¿Y si le ocurrió algo a Stefan? —pregunté en voz alta.
—¿Qué le va a pasar? —dijo Jared en un tono serio —, lo vi marcharse a los minutos de que llegó.
—En teoría, yo le pedí que se fuera.
Él alzó una ceja mirándome y luego negó con su cabeza.
Aparcó el auto afuera del edificio y rápidamente se bajó, me ayudó a bajarme y entramos juntos. Clint estaba ahí y de inmediato me saludó con gentileza.
—¡Señorita Camile! ¿Qué le ocurrió?
—Accidente laboral —le conté —¿Está Stefan arriba, Clint?
—Sí, señorita —me sonrió
Algo se rompió nuevamente en mi pecho, pero me mantuve fuerte.
Jared me acompañó hasta el ascensor y se quedó frente a mí.
—No es necesario que subas, Jared —le dije.
—Claro que sí, te dejaré justo adentro del departamento —comentó ignorándome.
Juntos nos subimos al ascensor, marqué mi piso y rápidamente estuvimos arriba, caminé en silencio hasta estar en la puerta. Toqué el timbre un par de veces bajo la fuerte mirada de Jared quien parecía estar tragándose todo tipo de molestia.
Finalmente escuchamos pasos y la puerta se abrió dejándonos ver a Stefan en pijama, se restregó los ojos con sus manos y me observó fijamente.
—¿Camile? ¿Qué haces aquí? —preguntó aun adormilado.
—Vivo aquí —contesté con sarcasmo.
—Pensé que te quedarías una noche más en la clínica.
—¿Con cuál dinero? —fruncí el ceño.
—¿Y esa ropa?
—Es mía —contestó Jared.
—Gracias por traerla Jared, pero no es necesario que también le pases tu ropa ¿No, Camile?
Iba a responder, pero Jared rápidamente se me adelantó.
—Las quemaduras no son para dejar en hospitalización a alguien a no ser que sean graves, era obvio que a Camile le darían el alta —dijo —Y no podía venirse con la bata de la clínica hasta aquí.
—¿Y tu ropa? —me preguntó Stefan.
—Si tienes la mínima preocupación de mirarle los muslos te darías cuenta que no puede usar su ropa —soltó él.
Stefan irguió su espalda y lo miró desafiante.
—¿Y acaso tu tuviste la preocupación de mirarle las piernas?
—Claro que no —rio Jared —. Si hubieses estado ahí habrías escuchado las instrucciones del doctor.
—Bien —soltó Stefan con molestia, se le notaba en el rostro. Tomó mi brazo y me hizo pasar al departamento dejando a Jared afuera —Gracias por traerla a casa, Jared, pero desde ahora yo me encargo.
Jared sonrió con ironía.
—Adiós, Camile —dijo él mirándome a través de la puerta —, espero que te recuperes pronto —me guiñó un ojo.
Creo que eso desató una molestia en Stefan que no había visto antes, ya que antes de que pudiese responderle a Jared, Stefan cerró la puerta casi en el rostro del rubio. Se volteó hacia mí y me observó casi con asco por la ropa que estaba usando.
—¿Por qué no me dijiste que te darían el alta en el mismo día, Camile? —reclamó.
—Ni yo lo sabía, y no sabía que te vendrías a casa tan rápido.
—Prácticamente me echaste de ahí ¿qué esperabas?
—¿Te recuerdo lo que me dijiste?
—No, eso ya pasó —soltó. —¿Qué se cree ese tipo que viene y te deja aquí como si fueras qué?
—¿Cómo si fuera qué?
—¿Por qué no me llamaste?
—Te he llamado desde la clínica, pero no me contestaste, además Harriet se quedó con mis cosas —caminé en silencio por el pasillo y divisé que en el sofá estaba mi bolso del trabajo —, y lo sabías.
—Camile...
—Iré a la cama, estoy muy cansada —dije y él asintió silencioso.
No fui capaz de quitarme la ropa de Jared por esa noche, sólo me metí a la cama y con sólo la sabana encima de mis piernas me dormí.
***
Espero que hayan tenido una buena semana!
Por acá en Chile todo está transformandose en un caos total. Hago un llamado a las personas para que se cuiden, no se exponan y que sigan manifestándose de manera segura y no ensuciando la lucha social.
BESOPOS
XOXOXO
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro