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Capítulo 04

—¡Buenos días señorita Rooney! —escuché la animosa voz de Clint McGregor en la recepción, le sonreí de inmediato y me acerqué al escritorio.

—¿Cómo estás Clint? —pregunté.

—Estoy bien, anoche llegó mi nieta desde Manchester, todos estamos felices en casa.

—¿Estaba de vacaciones?

—Vive allá, pero ha venido para visitarnos, así que es un buen día.

—¡Me alegro muchísimo, Clint! —comenté, y era verdad, Clint McGregor me recordaba a mi abuelo y me estaba encariñando con él y su alegría matutina de cada mañana y también de cada noche. —Debo irme, que tengas un día sin novedades.

—¡Usted también señorita Rooney!

El autobús que tomé me dejó justo afuera de la universidad, miré la hora y apresuré mi paso para llegar a mi clase de las 8, saludé a Samantha que se encontraba entre los primeros asientos y luego me senté en un pupitre vacío.

—Este semestre comenzará y terminará con algo muy productivo —comenzó a explicar el profesor a cargo de esa asignatura —, entre tres personas deben realizar un informe acerca de un tema controversial o de un tema que a ustedes les parezca que se debe hablar. El tema será elección de ustedes, lo único que les pediré serán formatos de edición y esas cosas —explicó.

El profesor comenzó a escribir en el pizarrón el formato de edición para el informe, las páginas que debía tener y el tiempo que teníamos para realizarlo. Samantha me observó desde lejos, supongo, para asegurarse de que sería con ella en el trabajo.

—Les recomiendo hacer grupos desde ahora para que vayan poniéndose de acuerdo en lo que prepararán. Es de suma importancia que trabajen todos los integrantes del grupo, pues aparte del informe, también habrá una presentación formal frente al curso y obviamente a mí —sonrió el hombre —¿Alguna pregunta?

—¿Qué tipo de información puede ser? —preguntó un compañero, todas las miradas se fueron a él.

—Lo que deseen, mientras ustedes y el mundo en general lo considere importante; catástrofes, tráfico, prostitución, aborto...

—¿Farándula? —preguntó una compañera alzando la voz.

El profesor la observó unos segundos, reflexionó y luego comenzó a hablar.

—Aceptaré farándula sólo si averiguan muy bien lo que ocurrió, además, al menos debe tener dos entrevistas en exclusiva; de otro modo, no lo acepto.

Enseguida algunos comenzaron a murmurar, y aunque no se me ocurría todavía de lo que podríamos hablar, por ningún motivo me llamaba la atención escribir farándula y suponía que a Samantha tampoco.

El profesor nos dio la clase para reunirnos con las personas que haríamos grupos, enseguida Samantha se sentó frente a mí y me comentó que no conocía a demasiadas personas en la sala. Me puse de pie y pregunté alzando la voz si alguien estaba solo o si sobraban personas en algún grupo de amigos, pues necesitábamos a alguien más. De inmediato un compañero se puso de pie para unírsenos.

—Mi nombre es Alex —se presentó.

—Ella es Samantha y yo Camile —dije y él sonrió con entusiasmo.

—¿Se les ocurre algo para hablar? —se adelantó el chico para romper el hielo, Samantha lo observaba en silencio, sin siquiera decir una palabra.

—No lo sé —contesté —, la verdad me gustaría averiguar algo que dejara a todos en shock.

—¡A mí también me encantaría hacer algo así! —exclamó él.

—¿Estamos de acuerdo en que no escribiremos farándula? —intervino Sam.

—Totalmente —contesté y Alex asintió apoyándome.

Durante la clase estuvimos conversando acerca de los temas que podrían interesarnos y también interesarle al país, en general. Alex parecía un chico sumamente perspicaz y resuelto; hablaba de cualquier tema sin tapujos y eso me parecía de lo más genial, pues necesitábamos a alguien como él en el grupo de trabajo para que no tuviera reparos en escribir acerca de temas incomodos. Samantha cumplía el rol de anotar todos los temas que íbamos diciendo en nuestra lluvia de ideas, o en realidad, una tormenta, pues hablábamos sin parar.

Llegué al trabajo justo a la hora, me cambié de ropa en el camarín y rápidamente salí a atender personas hasta que nuevamente a las siete de la tarde entró un integrante de la familia Brackley a la cafetería; me observó desde la lejanía de la puerta de vidrio, me sonrió sin tapujo y se acercó al mesón con seguridad en su cuerpo. Aquel chico no tenía ni un pelo de desconfianza y caminaba como si todos los lugares le pertenecieran; vestía un pantalón oscuro junto a una camisa azul que lo hacía parecer elegante y trabajador. Me desperté de mis pensamientos cuando mi compañera pasó por mi lado y me dio un pequeño empujoncito.

—Atiende tu —soltó.

Me acerqué a tomar su pedido en el mesón, nos quedamos mirando unos segundos sin emitir una palabra hasta que finalmente comenzó.

—Buenas tardes —dijo, tragué saliva.

—Buenas —sonreí —¿se le ofrece algo?

—Por supuesto —contestó con ironía —, para eso he entrado aquí.

Qué estúpida, claro que sí.

—Dígame —continué —. Si quiere puede sentarse e iremos enseguida para atenderlo mejor.

—No; sólo quiero un pastel de maracuyá —pidió —. Encargos que me hacen.

Asentí rápidamente.

Corté una hoja de papel, escribí "pastel de maracuyá", el precio y luego se lo entregué.

—Entregue esto en caja, paga y luego viene aquí para retirarlo.

Él asintió obediente y se acercó a la caja.

Envolví el pastel de maracuyá con cuidado y esperé que Jared regresara; luego de unos segundos llegó a mi lado y se quedó mirándome.

—¿Son ricos? —preguntó bajando la voz.

Arrugué la nariz.

—¿No lo son? —continuó con su voz baja.

—Lo lamento, no lo oigo —mentí.

—Te pregunto si son ricos, sabrosos —continuó, esta vez subió un poco el volumen de su voz con semblante serio.

Por supuesto que Jared quería fingir que no me conocía.

Nuevamente arrugué la nariz y él sonrió comprendiendo lo que trataba de decir.

Sacó un papel desde su bolso, me pidió un lápiz y anotó algo, me observó por unos segundos, tomó la bolsa y se marchó. Rápidamente tomé el papel y en él se extendía "Como buena estrella de Rock que soy, me gusta mantener mis contactos en secreto", sonreí en silencio y guardé el papel en mi bolsillo. Volteé para volver a la cocina y nuevamente mi compañera, que todavía no recordaba su nombre, había sido la única que se había percatado de las miradas entre Jared y yo.

—¿Me vas a decir de qué se conocen? —bajó la voz.

—Te diré la verdad —comencé y ella se acomodó para escucharme —. Ni siquiera recuerdo cómo te llamas.

Ella rodó los ojos.

—Harriet, ese es mi nombre —declaró.

—Pues Harriet, deja de preocuparte por cosas que no tienen importancia —planteé y ella arrugó su entrecejo.

Continué atendiendo diferentes mesas con la ayuda de Harriet y también de Nathan y, por la noche, Nathan me llevó en su auto hasta que estuve a salvo en el edificio en el que vivía. Recibí una llamada inesperada a las 11 de la noche desde mi antigua ciudad, de inmediato contesté, era Leah junto a mi padre que estaban haciendo una video llamada. Leah me contaba que se había sacado una buena calificación en un trabajo y que también había encontrado ropa mía que le quedaba buena y que probablemente ahora pertenecería toda a ella. Papá me observaba a través de la pantalla casi queriéndome abrazar; hablamos durante casi una hora y luego colgamos. Se sentía bien mantenerlos cerca.

Jared Brackley

Me miré en el espejo asegurándome de que el pantalón estuviese a la medida, abotoné la camisa y salí de mi habitación directo a la sala, Tara estaba ahí esperándome, se quedó mirándome unos segundos, con su dedo hizo un gesto para que volteara, lo hice y luego sonrió con aprobación.

—Te ves bien —soltó —, ni parece que eres un idiota.

—Gracias —guiñé un ojo —Nos vemos por la tarde si es que sigues aquí.

—Adiós Jared.

Salí del departamento, caminé hasta el ascensor y me despedí del conserje del edificio, tomé mi automóvil y me dirigí a la empresa.

Papá estaba esperándome en su oficina junto a un par de personas más que no había visto en mi vida, todos me saludaron amables y me senté en la larga mesa para conversar acerca del futuro de la compañía. Me mantuve en silencio la mayor parte del tiempo; los hombres vestidos formales hablaban acerca de nuevas inversiones, nuevos clientes y también nuevas campañas de marketing que seguirían levantando los ingresos de la empresa automotriz. Mi padre se caracterizaba por tomar buenas decisiones y ser sumamente inteligente con respecto a los negocios. Intervine un par de veces cuando notaba que se excedían en el precio de algunas inversiones y también cuando algo me parecía demasiado utópico de cumplir.

La reunión terminó luego de dos horas y, finalmente, me quedé a solas con mi padre en la gran oficina.

—¿Qué opinas, son buenos inversores?

—Si —contesté —, sólo que el más mayor parecía demasiado reservado en cuanto a las inversiones, pero sé que lo harás cambiar de opinión.

—Rudolph, sí. Es más bien egoísta con el dinero —opinó, luego se quedó revisando su libreta con apuntes hasta que nuevamente comenzó a hablar —¿Irás con Emma a cenar esta noche? —agregó despreocupado.

—No lo sé, Emma está con gripe y odia salir así —contesté con honestidad —. Tara se quedó con ella cuando salí de casa.

—Entonces no te preocupes, dile a Emma que se cuide, otro día quedamos —me sonrió. —¿Cómo vas con la universidad?

—Bien; sólo me quedan dos asignaturas, debo finalizar el trabajo de título junto a unos compañeros que en realidad me queda poco... —expresé —. Finalizando eso creo que ya estoy con un pie afuera, al fin —solté con alivio.

—Lo has hecho bien, hijo —me dio unos golpecitos en la espalda —. Estaré encantado de dejar esta compañía en tus manos.

—Con que me des trabajo, estoy pagado —confesé.

Mi padre parecía más un amigo que un típico padre; me aconsejaba cuando algo estaba mal o cuando le parecía que estaba haciendo algo que no me gustaba en absoluto, le gustaba disfrutar de cosas pequeñas, me invitaba a ver los partidos de fútbol con él, le pedía a la ama de llaves que preparara comidas especiales cuando Tara y yo íbamos a cenar, planeaba vacaciones en familia aun cuando no vivíamos con él y también me pedía, de sobremanera, que encontrara a una mujer que me hiciera completamente feliz. Y, creo que Emma le agradaba para ese puesto.

Por la tarde asistí a la clase que tenía en el día, Nate se encontraba ahí intentando poner atención, luego observaba su móvil durante un largo rato y luego volvía la mirada a la profesora. Me divertía lo que estaba estudiando; me gustaban los números y la administración además de un sinfín de cosas más como tener tiempo libre cuando se me plantara en gana.

—¿Volviste a hablar con la chica que atropellaste? —me preguntó Nate cuando caminábamos hasta el estacionamiento.

Nate era la única persona que se había enterado de lo ocurrido y mi tío, claro, que había atendido a la chica, aunque le había pedido enfáticamente que no se lo dijera a nadie, pues probablemente mi madre exageraría diciendo que consumí alcohol antes de conducir y lo único que me había desconcentrado ese día eran los gritos de Tara y Emma a través del teléfono.

—Sí, un par de veces —expuse —. El mundo es tan pequeño que me la encontré en C&B unas semanas después.

—¿Cómo? ¿Estaba comprando ahí?

—No, trabaja ahí.

—¿En la cafetería? ¿Coffee and Books?

—Si.

—¿Te reconoció?

—Claro que sí, sólo sufrió un esguince de tobillo, no se golpeó la cabeza en el cemento.

Nate sonrió con naturalidad.

—¿Te lo echó en cara? —preguntó mientras subíamos al ascensor, marqué el -2 y rápidamente el elevador comenzó a bajar al estacionamiento.

—No, no es de ese tipo de chicas —contesté.

—Genial. Así rápidamente te la sacas de encima —rodó los ojos.

Asentí silencioso.

Cuando llegamos al estacionamiento me despedí de Nate y me subí a mi automóvil. Miré la hora y, de pronto, sentí la necesidad de comprar nuevamente otro pastel en C&B. Debía confesar que no era un fanático de esa cafetería, sobretodo porque su personal no era demasiado agradable para atender, en realidad, la cajera era algo seria y descompuesta. Además, la decoración para mi gusto era demasiado. Tenía puertas de vidrio y en las paredes había millones de libros ordenados por colores, las sillas de madera oscura parecían sacadas de una novela histórica y las mesas con diseño medieval me hacían pensar que en cualquier momento entrarían a matarnos. Pero, supongo, que a un fanático de la lectura le encantaría ver esas extravagantes pinturas y aquellos tazones con diseñados con letras y poesía.

Entré a la cafetería y, de inmediato, sus ojos claros me observaron desde lejos. Su cabello castaño estaba en una coleta alta y, como siempre, rápidamente me ignoró y continuó en lo que estaba, atendiendo una mesa. Se notaba, desde lejos, que era menor que yo y eso me hacía sentir incomodidad en el estómago. Además, ni siquiera sabía qué demonios hacía ahí si Emma estaba esperándome en casa.

Miré a Camile por unos segundos y me senté en una mesa vacía, saqué mi Tablet y la encendí. No quería pensar algo erróneo acerca de Camile; sólo habíamos hablado un par de veces y muy poco, no nos conocíamos y probablemente ella no tenía reparos en conocerme, pues se le notaba que no estaba interesada en mí. Aun así, no dejaba de llamarme la atención lo espontanea que era y su sonrisa fácil me producía un pequeño brinco en el tórax; pero debía mantener la compostura.

La vi acercarse a mi mesa, se quedó mirándome por unos segundos y sacó la libreta de su delantal.

—Buenas tardes ¿Qué se le ofrece? —me sonrió con gentileza.

Rápidamente recordé la nota que le había escrito el día anterior; ella había entendido, pero, aun así, tuve la necesidad de explicar.

—No quiero parecer un cretino —le dije bajando la voz y ella se quedó seria mirándome.

—No lo pareces, en absoluto —contestó de inmediato y continuó con la libreta en su mano.

—Las personas suelen especular muchísimas cosas acerca de mí, sólo eso —declaré y ella asintió con lentitud.

—De acuerdo —volvió a su sonrisa —, ahora dígame qué es lo que va a pedir, Estrella de Rock.

—¿Qué me recomiendas? —bloqueé la Tablet y la miré directamente a los ojos, sonreí levemente y ella continuó en su perfecto papel de mesera. Una mesera que, al fin y al cabo, les daba muchísima más armonía a esos libros antiguos.

—Si tiene muchísimo trabajo por hacer, le recomiendo un café expreso —propuso con perspicacia.

—¿Y para comer?

—Si yo fuera usted, me arriesgaría a elegir por mí mismo —bajó la voz y me sonrió sin enseñarme su dentadura.

Su comentario me hizo sonreír.

—¿Por qué una Estrella de Rock haría eso? —pregunté con sarcasmo, ella alzó sus cejas.

—Pues porque una Estrella de Rock debe ser independiente y no dejar que una mesera de Coffee and Books le escoja su merienda —contestó en el mismo tono de voz que yo.

Asentí silencioso, miré la carta por encima hasta que encontré algo que me parecía acorde a un café expreso.

—Pediré un croissant.

Ella posó sus ojos verdosos en los míos y se le escapó una sonrisa.

—¿Dulce o salada?

—Por supuesto que salada.

—¿Con queso?

—Y caliente —guiñé un ojo.

—Que buena elección —expresó —. Ni pareciera que la escogió usted, enseguida vengo.

No me percaté muchísimo de la hora, sólo me quedé afinando los últimos detalles del informe de título que debía entregar en casi un mes en la universidad. De pronto, la merienda parecía muchísimo más deliciosa en ese lugar y trabajar también parecía más fácil. Nadie interrumpía mi concentración y, además, me había percatado de que muchísimas personas iban ahí para trabajar o tener reuniones de trabajo.

Mi móvil comenzó a sonar y desperté de mis pensamientos, miré de inmediato la hora y descubrí que eran pasadas las 9 de la noche, rápidamente apagué la Tablet y contesté.

—¿Hola?

Jared ¿estás bien? —escuché la voz de Emma al otro lado del teléfono —Te he estado mensajeando, pero no contestas ¿dónde estás?

—Lo lamento, pasé a una cafetería a terminar un trabajo. No me di cuenta de la hora, en unos minutos estoy en casa.

Está bien, nos vemos acá.

—Sí, nos vemos —colgué.

Busqué a Camile con la mirada hasta que me vio, pagué lo que me correspondía y me percaté de que ya había vuelto a su ropa normal. Salí de la cafetería en dirección al estacionamiento, la oí despedirse de sus compañeros y luego la observé caminar calle abajo para marcharse. La noche ya había llegado y me dio cargo de consciencia ajeno, continué mirando su trayecto, tomé mi auto y lo puse a andar, salí del lugar y me dirigí a la parada en donde ella estaba, bajé el vidrio del auto y ella me observó fijamente.

—¿Quieres que te lleve a casa? —le pregunté aparcando frente a ella.

—No, gracias. Estoy bien así, esperaré el autobús, no debe tardar en llegar —dijo.

—¿Estás segura? Ya es tarde —insistí —En serio puedo llevarte, voy hacia allá —mentira.

—¿De verdad? —sus ojos se iluminaron y lentamente se acercó al auto —En serio no quiero molestar, pero no traje abrigo —sonrió con inocencia.

—Vamos, sube —indiqué con mi cabeza —. Te llevo.

Rápidamente la vi correr deprisa hasta el extremo contrario del auto, se subió y con rapidez abrochó su cinturón de seguridad.

—En serio te lo agradezco —me dijo —. No me aqueja andar en autobús, pero hoy sí que hace frío ¿no?

—Sí, así es Londres —sonreí.

Ella se mantuvo en silencio y rápidamente me puse en marcha; recordaba las calles desde la primera vez que la había dejado afuera de su edificio, no era demasiado lejos, pero el autobús tendía a darse diez vueltas más de lo que debía.

—¿Acostumbras ir tanto a Coffee and Books? —me preguntó con su típica voz parlanchina y espontánea.

—No, pero —me detuve justo en lo que iba a decir, pero luego recordé que siempre debía decir lo que pensaba, costara lo que costara —pero creo que ahora me agrada más.

Ella sonrió, lo que hizo que su rostro se iluminara.

—¡Pues claro! —exclamó con naturalidad —He llegado yo, para darle armonía a ese lugar.

—Así es —reí.

Me causaba una extraña sensación tener a mi costado a una chica tan segura de sí misma y tan alegre. A simple vista parecía que Camile no conocía un día de mierda.

Fuimos acercándonos cada vez más a su edificio, Camile tecleaba en su teléfono y luego aparqué frente a su puerta. Un chico moreno y alto estaba de pie junto a la entrada del edificio, lo miré por unos segundos y antes de que Camile pudiese bajarse, la detuve.

—¿Lo conoces? —pregunté, miré al tipo con desconfianza, pero seguramente él no podía verme.

—Si —contestó rápidamente —Es Stefan, mi novio ¡Gracias por traerme, Jared!

Algo crujió dentro de mi cerebro, me mantuve quieto por unos segundos y luego reaccioné.

—Por nada, Camile —bajé la voz.

La vi bajarse del auto, cerró la puerta con cuidado y prácticamente se apresuró para llegar al costado de su novio, el tipo la besó fríamente en los labios y a ella se le esfumó la sonrisa de la cara; el tipo continuó mirando el auto, y no quise ser más participe de esa escena así que me marché.

***

¡Que tengan un buen inicio de semana!

No olviden dejar sus votos y comentarios ¡Por favor!

BESOPOS

XOXOXO

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