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Capítulo 02

No me percaté de cuánto dormí, pero cuando desperté el avión estaba en tierra. Había ido al baño una o dos veces durante el viaje sólo para saber cómo era y otra porque quería orinar. Stefan me observaba como si estuviese viajando con un pequeño bicho extraño. Bajamos del avión despidiéndonos de las azafatas, retiramos nuestras maletas y luego salimos del aeropuerto; rápidamente el frío clima de Londres me llegó al rostro y a mis brazos desnudos, saqué mi chaqueta de mano y me la coloqué. Sólo pude pensar en que había traído vestidos y que, probablemente, no podría lucirlos.

Stefan parecía un poco más familiarizado con la ciudad, pues prácticamente se movía como si conociera cada grieta del cemento y también hablaba con algunos taxistas para saber cuánto nos cobraban por llevarnos hasta la dirección a la que queríamos ir. Se negó a algunos y, finalmente, encontró a un tipo "honrado"; nos ayudó con las maletas y lo siguiente fue abordar el taxi. Escuchaba a Stefan hablar con el hombre acerca del clima, de la ciudad y también sobre centros comerciales o museos, pero en lo que realmente estaba enfocada mi atención era en las grandes edificaciones que se vislumbraban frente a nuestros ojos. Todos parecían ser como grandes castillos de princesas, antiguos y con historias que, probablemente, tardaría poco en saber de qué se trataban. Lo único que quería hacer era sacar mi cámara fotográfica y ponerme a hacer clic sin interrupción.

—Llegamos —dijo el hombre del taxi. Stefan pagó lo correspondiente y, bajándome algo desorientada, me quedé mirando el edificio pintoresco y antiguo que se encontraba frente a nosotros.

—¿Es aquí? —pregunté, Stefan asintió con entusiasmo. Puso una mano en mi espalda y casi me empujo para que pudiera caminar. Apenas tomé mi maleta y entré casi corriendo al vestíbulo, en donde nos recibió un hombre mayor con un semblante cariñoso.

—Buenas tardes, soy Clint McGregor —se presentó — ¿en qué puedo ayudarles?

Como era habitual en Stefan, él comenzó a hablar rápidamente, enseñarle papeles y todo lo que debíamos hacer para poder entrar al apartamento. El señor me observaba a ratos y me preguntaba cosas que sólo respondí en monosílabos, pues estaba demasiado ocupada en mirar los detalles de los sofás del vestíbulo.

El departamento se encontraba en el piso 3 y la torre sólo tenía 5 pisos. Por lo que había dicho Clint McGregor ahí vivían personas mayores y estudiantes solitarios que venían de otras ciudades para estudiar en Londres. Por supuesto quedé maravillada.

Las dos habitaciones que tenía el departamento eran bastante espaciosas, y mi novio se había encargado de que el lugar viniese amueblado para no tener que comprar cosas extremadamente grandes y caras. Sólo debíamos hacernos de comida y, por supuesto, de una cafetera, lo que probablemente a Stefan no le parecería bien, pero a mí sí.

—¿Te gusta? —me preguntó él mientras sacudía un poco los sillones.

—Es acogedor —contesté —, sólo le falta un poco de mi decoración.

—Seguro —él rodó los ojos —. Sobretodo esos cuadros fosforescentes y adornos hechos con periódico.

—¡Así es! —alcé la voz con una sonrisa.

—Estaba siendo sarcástico.

—Pues practícalo un poco más.

Luego de instalar nuestras cosas en el departamento y también de limpiar un poco, nos pusimos al teléfono con nuestras respectivas familias, charlamos un rato y luego colgamos. Lo siguiente fue ponernos de acuerdo acerca de los gastos que debíamos hacer. Jamás había convivido con Stefan antes y no sabía qué manera tenía de pensar respecto a un hogar. Si habíamos ido de vacaciones juntos y lo habíamos pasado genial, pero nunca, así como ahora.

—Creo que con eso está bien —señaló Stefan mirando la lista de mercadería que habíamos hecho.

—¿Estás seguro? Me gustaría comprar un poco más de aliño ¿no crees? No podemos sólo cocinar con sal; mi padre le pone orégano y pimienta a un sinfín de platos —conté sonriendo.

—Pues sí, ese es tu padre —dijo. Guardé silencio y él alzó la vista chocando con la mía —¿dije algo mal? Sólo pienso que debes hacer cosas que a ti te gustan ahora, no seguir todo lo que hace tu familia.

—¿estás tratando de darme un mensaje subliminal? —arrugué el entrecejo.

—Por supuesto que no, sólo debes admitir que tu familia es un poco...

—Oh no, Stefan —lo detuve —. Ya hemos hablado de esto antes, mi familia es así te guste o no.

—¿En serio jamás han viajado en un avión? ¡Ahora es demasiado fácil! —bromeó, pero a mí no me pareció para nada gracioso.

Crucé los brazos demostrando mi desaprobación.

—Sólo bromeo, Camile.

—Pues ya déjalo.

Yo no hablo de lo amargada y desagradable que es tu madre, pensé.

Los siguientes cinco días nos dedicamos a comprar mercadería y útiles de aseo. Recorrimos juntos los lugares en donde estudiaríamos ahora y nos sacamos un par de fotografías en edificios pintorescos y antiguos que a mí me parecían de los más maravillosos que había visto en el mundo. Stefan no estaba tan asombrado como yo, pero no dejaba que su "conocimiento de mil países" me bajara el ánimo.

Antes de comenzar las clases en la nueva universidad, me dispuse a encontrar un trabajo, pues debía ir tachando las metas que había escrito en "La lista de Camile" y ya se encontraba con un ticket "sobrevivir a mi primer vuelo en avión" y "Conocer el baño del avión".

Me di una ducha, metí mi cuerpo dentro del pijama y caminé hacia la habitación. Stefan se encontraba acostado mirando algo en la televisión, me metí junto a él y de inmediato me abrazó. Quería hablar con él acerca de mi idea de buscar trabajo, pero rápidamente me percaté de que él no quería hablar. Lo entendí; pues no habíamos tenido sexo desde que habíamos llegado a Londres.

Stefan me gustaba físicamente, era muy atractivo y me conocía muy bien como para equivocarse al tocarme. Me gustaba su manera de mirarme, de besarme y hasta de hablarme cuando estábamos solos. No conocía otros labios ni tampoco otra mirada como la de él. Tampoco es que había tenido la curiosidad de hacerlo, para mí, Stefan lo era todo y no necesitaba a nadie más que a él.

Cuando acabamos, Stefan se puso su bóxer y luego se sentó a mi lado. Me quedé desnuda, pretendía dormir de esa manera, pero Stefan rápidamente me lanzó mi braga, suponía que lo hacía de inercia, pues siempre nos colocábamos nuestros pijamas antes de dormir.

—Mañana iré a buscar un empleo —dije cuando estaba metiéndome a la cama. Él hizo lo mismo y volteó para mirarme.

—¿Para qué?

—Para que tengamos más dinero —contesté como si fuese obvio, pues lo era.

—No creo que sea necesario que busques un trabajo, Camile —opinó —. Mi padre me dará trabajo en su tienda de Londres y creo que estaremos bien con eso.

—No lo creo. Además, quiero trabajar —me encogí de hombros —. Me gusta tener mi dinero.

Él rodó los ojos.

—Como quieras, pero no creo que te resulte fácil conseguir un trabajo en este lugar.

—¿Por qué?

—Porque no conoces a las personas, sus costumbres o lo que buscan en una chica universitaria.

—Siento que estás negativo respecto a lo que quiero hacer, Stefan —fruncí el entrecejo, él aflojó su mirada.

—Lo lamento. Sólo pensé que luego de mi trabajo, llegaría al departamento y estarías aquí con una rica comida caliente esperándome —sonrió con ternura.

Guardé silencio, no quería iniciar una conversación acerca de sus ideales y de los míos. Claramente teníamos perspectivas muy diferentes respecto a eso. Ni en un millón de años me quedaría en el departamento, cocinando y encima "esperando" a que llegase. No estaba estudiando ni tampoco iba a buscar un empleo para quedarme en casa para siempre.

Desperté al otro día sin Stefan a mi lado, pero rápidamente lo vi entrar a la habitación con una toalla rodeando sus caderas. Su cuerpo moreno se acercó a mí y depositó un cálido beso en mi frente.

—¿Cómo dormiste? —me preguntó.

—Muy bien —sonreí.

—Hoy quedé de ir a la tienda para que me expliquen lo que debo hacer en mi nuevo trabajo ¿no te importa ir sola a buscar empleo?

Me incorporé un poco más, miré la hora en mi teléfono "8:00AM"

—No, puedo ir sola —contesté.

—Confío en ti —me guiñó un ojo.

—¿Gracias? —alcé la vista y él sonrió.

Rápidamente me metí a la ducha y cuando salí de ella, Stefan se despidió de mí para marcharse. Claro que podría sobrevivir sin Stefan, si me perdía, al menos aquí hablaban el mismo idioma. Miré el clima en la televisión antes de escoger mi atuendo, y aunque no indicaba que saldría sol, eso no iba a arruinar mi atuendo. Escogí un vestido algo formal y me coloqué medias para capear el frío.

—Te ves guapísima, Camile —me dije a mi misma frente al espejo y luego sonreí.

Tomé mis llaves, mi bolso y me dispuse a caminar por las calles en busca de un empleo.

——

Entrevista 1: Mesera

—Soy muy responsable, alegre y no me cuesta trabajar en equipo —dije con entusiasmo.

—¿Qué edad tienes?

—19 años, soy estudiante.

—Lo lamento, necesitamos personas a tiempo completo.

Entrevista 2: Vendedora

—No pensarás que puedes vender aquí con esa pinta —el hombre me miró de pies a cabeza, parece que había entrado a la tienda más elegante de la ciudad.

—Me vestiré como deseé si es necesario —contesté.

—Por supuesto que no. Debes tener sentido de la moda si quieres trabajar aquí.

—Entonces puede meterse su empleo por... —guardé silencio de pronto y él alzó sus cejas con sorpresa —Por más páginas de internet.

Entrevista 3: Cajera

—¿Eres buena con las matemáticas?

—Sí, lo suficiente —contesté.

—¿Has trabajado antes con dinero?

—No, pero...

—Lo lamento, no nos sirves.

Ya estaba dándome por vencida.

Es que en ese lugar eran demasiado exigentes con sus empleados. Sólo quería un maldito trabajo en donde aceptaran que era una estudiante universitaria. Además, lo hora estaba pasando demasiado rápido y ya eran las 2 de la tarde, jamás iba a encontrar un trabajo a esa hora. Nadie recibe a chicas que quieren trabajar después de almuerzo.

No iba a dejar que Stefan se burlase de mi incapacidad de encontrar un empleo, ni menos que dijera "Te lo dije", pues yo era una chica sumamente capaz de todo. No necesitaba que me ayudaran ni en lo más mínimo cuando quería cumplir metas.

De pronto, divisé una cafetería al final de la calle. Algunas personas transcurrían por el lugar, salían con sus vasos y con algunos pasteles. Me acerqué en busca de un café que me inyectara unos cuantos kilos de energía para continuar mi camino, pero un gran letrero me detuvo:

"Se busca meser@. Requisito: Ganas de trabajar"

Era todo lo que necesitaba.

Entré campante a la cafetería, me acerqué a la barra y le comenté a una de las cajeras que venía por el puesto de trabajo, ella me observó por unos segundos y luego me hizo esperarla. Por supuesto que esperaría, un año si era necesario.

No pasó tanto tiempo cuando me encontraba en una pequeña y acogedora oficina frente a una mujer mayor con cara de pocos amigos.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.

—Camile Rooney —sonreí.

—¿Edad?

—19.

—¿Estás estudiando?

—Sí, estudio periodismo, hace poco llegué a Londres y quería encontrar un trabajo para poder sobrevivir un poco aquí —hablé, creo que demasiado.

—Seré sincera; no contratamos a chicas de medio tiempo pues necesitamos a personas que trabajen a tiempo completo y hagan el mismo trabajo que dos personas harían.

—Me encantaría trabajar a tiempo completo, pero la universidad me lo impide, pero realmente quiero trabajar. Soy muy buena —comenté y ella alzó sólo una ceja, lo que me perturbó unos segundos.

—¿Te autodenominas como "buena"? —preguntó con una risa en su garganta.

Y sólo pude recordar a mi padre diciéndome "Si tu no crees que eres buena, pues nadie pensará eso de ti nunca".

—Lo soy —contesté segura de mis palabras. —Soy alegre, inteligente y aprendo rápido. Me encanta el café y sé cómo hacer reír a las personas fácilmente. Me gusta trabajar en equipo y probablemente aquí no haya ninguna persona como yo.

—¿Ah no? —frunció el ceño.

—Pues no lo sé, sólo me fijé que la cajera tiene una cara que no alegra ni a un payaso —solté y de pronto me callé rápido. Sabía que la había cagado, pero siempre hablaba de más.

La mujer se quedó mirándome atónita sin poder decir ninguna palabra, así que antes de que comenzara a hablar, ya estaba poniéndome de pie para salir corriendo, pero la escuché, de pronto, reírse.

—¡Estás contratada! —alzó la voz.

Creo que mi mandíbula cayó unos diez metros bajo suelo.

—¿En serio?

—Claro que sí. Necesitamos a personas más sencillas como tú por este lugar, Camile —sonrió con simpatía —. Soy Megan Friedman, la dueña del café y te aseguro que nos llevaremos muy bien.

Creo que estuve alrededor de una hora conversando con la señora Megan Friedman, de mi ciudad y de mi familia. Le conté un par de anécdotas que la hicieron reír y me percaté de inmediato que su cara de pocos amigos sólo era una careta, pues era sumamente agradable. Conversamos acerca del dinero que ganaría y también me señaló que comenzaría el lunes por la tarde. Estaba tan feliz que apenas podía respirar; el corazón parecía no caber en mi pecho.

—Te voy a prestar este libro —señaló la mujer poniéndose de pie. La vi acercarse a su estantería y sacar un libro de grosor extravagante y de portada turquesa. —Se nota que adoras el café; este libro lo escribió mi abuela, tiene todas sus recetas milenarias de cafés y pasteles, te aseguro que te encantará. También tiene anécdotas y demás —sonrió —entrégamelo cuando lo hayas acabado, es muy útil.

Tuve que controlar mi compostura para no lanzarme a abrazarla, pues recién estaba conociéndola.

Agradecí y luego me marché con una sonrisa en el rostro. Tan feliz me encontraba que me compré un vestido que me encantó al mirarlo, ni siquiera lo probé. Era blanco y tenía nubes celestes en él. También pasé por un helado y caminé casi al ritmo de la música de mi cabeza hasta el departamento.

Con el libro abierto en mi mano izquierda, con la bolsa colgando en mi hombro derecho y el helado en mi mano derecha comencé a caminar. Me tropecé un par de veces con las grietas del suelo por ir mirando las recetas del libro y a la vez tomando mi helado, pero nada grave había pasado.

Me detuve frente a un semáforo, esperé que diera el verde y comencé a caminar, y no sé cómo ocurrió, sólo escuché un auto frenar con fuerza a mi costado izquierdo, apenas pude reaccionar a lo que estaba ocurriendo. La parte delantera del auto chocó con mi muslo, pero suavemente, pues la persona de adentro o venía muy despacio o definitivamente logró frenar; de todas maneras, el auto me empujó y perdí el equilibrio, me torcí el tobillo y caí al cemento en medio de la calle.

El helado cayó en mi ropa, mi bolsa con el vestido nuevo saltó a algún lugar de la calle y el libro cayó a unos metros de mí. Iba a ponerme rápidamente de pie, pero una punzada en el tobillo me detuvo.

Vi a alguien salir del auto rápidamente mientras algunas personas de alrededor se acercaban para asegurarse de que me encontraba bien.

—Lo lamento ¿estás bien? —escuché una voz masculina.

Alcé la vista sin entender demasiado. Había sido todo tan rápido que apenas podía incorporarme. Vi a un chico alto, rubio y de ojos claros que me miraba con preocupación.

—En serio no te vi ¿te encuentras bien? —repitió.

—Si —contesté.

Intenté ponerme de pie y la punzada de mi tobillo se hizo presente nuevamente.

—Creo que debería llevarte con un doctor —dijo.

—¡Por supuesto que no! —alcé la voz y él frunció el ceño con confusión.

Me apoyé en él para ponerme de pie y unas personas acercaron mi bolso y también el libro.

—Estoy bien —aseguré.

—En serio puedo llevarte con un médico —continuó el chico con insistencia.

—¿Ahora pretendes que lo solucione un médico? No sé cómo pueden darle licencias de conducir a personas como tú; el semáforo se encontraba en verde para los peatones, no para ti —reclamé con molestia mientras cojeaba hasta la acera.

—Lo sé —contestó —, pero tampoco puedes ir leyendo un libro, tomando helado y pensar que tienes cuatro brazos para cargar bolsos en medio de la calle —respondió en el mismo de tono de voz que yo, tanto que me ofendí un poco.

—¡Pues tu deberías haber venido leyendo la lección para conductores!

Él guardó silencio por unos segundos y luego sonrió levemente.

—Mal insulto.

—Lo sé.

—¿Te llevo con un médico? Conozco a alguien, sé que podrá ayudarte.

Miré levemente mi tobillo que ya apenas podía moverlo, alcé la vista.

—No te conozco, no puedo subirme a tu auto así nada más.

—¿Y qué pretendes hacer si no puedes caminar?

—Llamaré a la policía.

—No, no por favor —me pidió con desespero —. Sólo fue un pequeño accidente, venía distraído, en serio. Te prometo que no soy un psicópata, sólo déjame llevarte con un doctor.

—Está bien —accedí.

Él me ayudó a subirme a su auto en el asiento copiloto, de inmediato me puse el cinturón de seguridad y él se subió en su asiento. Encendió el motor del auto y comenzó su viaje.

—Soy Jared —dijo.

No contesté.

—¿Eres de por aquí?

No contesté.

—Creo que deberíamos conocernos un poco más. Acabo de atropellarte.

Lo miré fijamente.

—No soy de aquí y mi nombre es Camile —contesté de mala gana.

—Camile... —repitió. Dobló por una calle y luego su teléfono comenzó a sonar. —disculpa, debo contestar —dijo, y cuando pensé que iba a poner su teléfono en su oreja me equivoqué, contestó y comenzó a oír a la persona detrás del teléfono por el estéreo del automóvil.

—¡Jared! ¿Dónde estás? Emma y yo estamos esperándote hace media hora en el restaurant. —se escuchó una voz femenina bastante molesta.

—No creo que pueda llegar Tara, tuve un percance en el camino —contestó Jared.

—¡¿Cómo que un percance?! —esta era la voz de otra chica.

—Luego les explico, nos vemos en casa.

¡Jared, te las verás conmigo cuando llegues! —gritó la chica, pero antes de que pudiese continuar, el chico colgó el teléfono y me observó de reojo.

—Perdón por eso... —comentó —, las chicas de mi familia son un tanto... apasionadas.

—Claro, apasionadas —sonreí.

Jared continuaba conduciendo hasta que divisé que nos acercábamos a una clínica, quedé boquiabierta por el tamaño y rápidamente quise volver a casa, sabía que no iba a pagar nada yo, pero tampoco quería que ese chico gastara dinero en mí, en algo que seguramente sólo era un esguince.

—Llegamos —enunció.

Aparcó el auto, me ayudó a bajarme e hizo que pusiera un brazo alrededor de su cuello para poder caminar. Así fue que lo hice sin un mínimo de vergüenza, pues el tobillo estaba doliéndome como nunca antes. Recuerdo que cuando éramos pequeños, Dylan y yo nos lanzamos juntos por el tobogán del parque sólo para saber si llegábamos al mismo tiempo y al caer a la tierra, él cayó encima de mi muñeca y me la fracturó. Algo así estaba sintiendo en ese momento.

—Buenas tardes —dijo él a la recepcionista, esta alzó su vista y le sonrió con amabilidad.

—Jared Brackley ¿qué te trae por aquí?

—Necesito ver al doctor Brackley, es de suma urgencia.

—Claro.

No bastó más que unas cuantas llamadas para que ya me ingresaran a donde un doctor, me hicieran radiografías y las estuvieran revisando. Jared se encontraba a mi lado con sus ojos puestos en su teléfono y tecleando a la velocidad de la luz, seguramente estaba discutiendo con alguna de esas chicas que lo llamó o con las dos ¿quién sabe?

No quise llamar a Stefan para no preocuparlo, así que sólo esperé con tranquilidad el diagnóstico del doctor.

Mientras el tiempo transcurría, sólo podía pensar en qué demonios iba a hacer ahora. Había conseguido un empleo y ya estaba en la sala de una clínica con el tobillo adolorido. Sólo esperaba que no fuese nada grave y que el lunes me sintiera muchísimo mejor.

—Hola Jared —ambos levantamos la vista y vimos entrar a un médico.

—Lamento interrumpir —Jared se puso de pie y le tendió la mano al médico —. Tuvimos un pequeño accidente en medio de la calle y me parece que ella salió más perjudicada.

¿En serio?

—Guau —él rodó los ojos y luego volvió su mirada a la mía —¿por qué no llamaste a la policía si este tipo acababa de atropellarte? —me preguntó, lo que hizo reír a Jared y a mí no me causó ni una gracia, pues claramente debía haberlo hecho.

—Él insistió en traerme con un médico, además, supongo que no me ha dejado parapléjica.

El médico me sonrió y se acercó a mí.

—Soy Marco Brackley —se presentó el hombre —, perdona a mi sobrino. A veces es algo estúpido ¿Cuál es tu nombre, querida?

Jared alzó las cejas con un semblante serio.

—Camile Rooney —contesté.

El médico comenzó a anotar mis datos en un laptop y luego comenzó a darme mi diagnóstico. Tenía un esguince grado dos que seguramente se quitaría con reposo y medicamentos antiinflamatorios.

El doctor que ahora sabía que era tío de mi acompañante, me facilitó una venda, también medicamentos gratuitos y dijo que no me preocupara por la cuenta de la clínica, que seguramente la familia "Brackley" correría con los gastos; Antes de irnos, y digo irnos porque Jared insistía en irme a dejar a mi departamento, pasé por el baño del gran lugar, me limpié como pude el vestido manchado de helado de frambuesa, que por cierto era mi favorito (el vestido y el helado) y luego caminé con la ayuda de unas muletas hasta el estacionamiento de la clínica.

—En serio puedo irme sola —insistí, pues no quería estar un segundo más con él. La verdad no me daba demasiada buena espina, aparte su mirada me hacía sentir algo perturbada.

Era muy guapo; alto, de piel clara y ojos profundamente azules. Su cabello rubio estaba algo largo y dejaba ver que tenía ondas en él y ni siquiera me había percatado de que vestía elegante, sólo me había preocupado de mi dolor y el choque repentino que habíamos tenido.

—Olvídalo. Además, te aseguro que ni siquiera sabes cómo llegar a tu departamento desde aquí.

Tenía razón.

—No, pero puedo encontrar la manera —le dije —. Además, todavía deben estar esperándote.

Él arrugó su nariz, miró de reojo la pantalla de su móvil y negó con su cabeza.

—Pues no. Demasiado tarde.

—Está bien —accedí.

Ya dentro del automóvil de Jared Brackley, no lograba recordar cuál era el nombre de la calle en donde estaba el departamento, así que tuve que llamar a Stefan para que me lo dijera. Él enseguida se preocupó por mí, pero le aseguré que me encontraba de maravilla.

—No creo que sea buena idea mentirle —opinó mi acompañante cuando colgué el teléfono.

—No puedo decirle lo que ocurrió hasta que llegue a casa —me limité a decir —. Además, ni siquiera pedí tu opinión.

Él sonrió de medio lado.

—¿Sabes que es lo peor de todo esto? —pregunté bajándole el volumen a la radio del auto, él se sorprendió por mi actitud y se quedó mirándome con extrañeza —es que acababa de conseguir un empleo en una cafetería y, por tu culpa, ahora me echarán antes de lo que pensaba.

Él guardó silencio unos segundos, esquivó un par de calles hasta que comencé a sentirme cerca del departamento.

—Te aseguro que no te despedirán —comentó.

—¡Recién lo he conseguido hoy! —reclamé.

—Pues no creo que existan chicas como tú trabajando en cafeterías de la ciudad.

—¿Chicas como yo? —lo miré con el ceño fruncido, él sonrió un poco y luego volvió a su típico semblante serio —Permíteme decirte que no sé si logro sentirme bien o mal por lo que acabas de decir.

—No todas las chicas de aquí son tan espontaneas y parlanchinas —rectificó.

—¡Aquí es! —alcé la voz y él se detuvo en seco afuera de mi puerta. —Gracias por traerme —dije, abrí la puerta del auto y me bajé con torpeza.

Él rápidamente dejó su auto y me ayudó con mis cosas.

—¿Crees que deberíamos estar dándonos nuestros números telefónicos para saber cómo está tu tobillo o cómo ha ido recuperándose? —preguntó.

Su semblante frío y serio me hacía pensar que era una persona totalmente madura e inteligente. Sonreía cuando debía hacerlo y bromeaba cuando quería también, pero lo que más veía en su rostro era formalidad. Demasiada para mi gusto, definitivamente estaba acostumbrada a personas espontaneas y extravagantes como yo.

—No, creo que no —admití.

—¿Y si te digo que puedo conseguirte un trabajo luego de que te recuperes? —me observó a los ojos —Solo si te despiden del que te contrataron ahora, claro.

—Esa opción me parece más justa.

Le pasé mi número telefónico y él me pasó el suyo. Nos despedimos rápidamente y entré al vestíbulo del edificio en donde Clint McGregor se me quedó mirando.

—Señorita Rooney ¿qué le sucedió? —alzó su vista.

—Ni preguntes Clint —le dije, luego le enseñé mi labio inferior.

***

Aquí un regalito, espero que les esté gustando! no olviden dejar sus votos y comentarios :D

¡Nos vemos el próximo domingo! 

BESOPOS

XOXOXO

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