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Capítulo 01

Camile Rooney

Estaba tan enamorada de él. De la forma en cómo me hablaba, como tomaba mi mano al caminar y hasta cuándo sólo se mantenía durmiendo a mi lado. Sus ojos cafés me parecían los más profundos que jamás había visto y a veces pensaba que tal vez no merecía a ese hombre, a ese chico que ponía mi piel de gallina cada vez que me miraba a los ojos.

Alto, de pelo oscuro y de amigables margaritas, su piel morena parecía un camino largo por recorrer y sentía que todavía no lo había recorrido por completo. Él me quería muchísimo, sí, pero no estaba segura si tanto como yo lo quería a él.

Me había dado cuenta de que estaba enamorada de Stefan cuando no me cansaba de hablar por teléfono con él, cuando despertaba con grandes bolsas negras debajo de los ojos por haberme quedado hasta las tantas de la madrugada mandándonos mensajes. Cuando comenzó a parecerme más divertido quedarme junto a él comiendo pizza que salir de fiesta con mis amigos.

—Camile, ¿dulce o amargo? —escuché su voz que me despertó de inmediato. Lo miré por unos segundos hasta que me incorporé.

—Ya sabes, dulce —respondí.

—Lo imaginé —sonrió.

Se acercó a pedir los cafés, los pagó y luego se acercó a mí a esperar nuestro turno. Pasó su brazo por encima de mis hombros y besó mi frente.

—Estuve pensando en tus locas ideas —dijo, y yo de inmediato alcé mi vista.

Era muy extraño que Stefan pensara en mis ideas, pues para él eran "locas ideas". Tal vez eran un poco exageradas y mis decisiones jamás terminaban siendo las mejores, pero mi inconsciente y yo éramos buenos amigos y las ideas que se le ocurrían a él, de pronto a mí me encantaban.

— ¿Y? —lo miré con ilusión, él me sonrió al verme de ese modo, ya me conocía.

—Stefan Philips —lo llamó un chico detrás del mesón, él rápidamente se acercó y tomó la bandeja, se acercó a mí y comenzamos a caminar buscando una mesa.

—Encontramos un excelente café —opinó mi novio.

— ¡Si! —Exclamé con alegría —Después de haber visitado todos los cafés de la ciudad, con este me quedo.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

—Si me hubieses acompañado, créeme que ahora tendríamos muchísimas anécdotas para contar.

Stefan rodó los ojos y luego bebió de su café extremadamente amargo, ¿es que acaso no conocía el azúcar? ¡Al menos esas gotitas dietéticas que mi mamá le pone al té! No endulzan, pero tu cerebro piensa que si, en fin...

— ¿Entonces de qué idea hablabas, Stefan? —pregunté sintiéndome ansiosa, él rio de mi pregunta. Yo era una ansiosa, me gustaba saber todo enseguida ¿para qué tanto suspenso? Odiaba esos programas de televisión que se tratan de concursos y se demoraban media hora en decir quién ganó y al final ganaba el que no deseaba que lo hiciera.

—Tú no cambias, Camile... —Sonrió mirándome como él sólo podía hacerlo, como si estuviese enamorado de mí hasta más no poder. —Te tengo un regalo, cierra los ojos.

— ¡Sabes que odio hacerlo! —Reclamé —Es una tortura.

—Vamos, Camile... ¡Alguna vez me tienes que dejar sorprenderte!

—Dios, está bien —me resigné.

Cerré mis ojos esperando cualquier cosa, de Stefan se podía esperar lo que fuera, de un elefante podía pasar a un pequeño libro de cocina. Y yo estaba en un intermedio de que me gustaban las sorpresas y no, porque si no me gustaba ¿qué le podía decir? Mi madre siempre me contaba que cuando era pequeña no me gustaba abrir los regalos de mi cumpleaños frente a los invitados, y cuando me obligaban a hacerlo y no me gustaba algo mi risa no podía ser más falsa.

—Ábrelos —escuché su voz.

Abrí los ojos y lo vi con un sobre entre sus manos, me lo tendió y enseguida lo abrí imaginando que podía ser una carta, pero no. Creo haber sentido cómo mis ojos se iluminaron, eran dos pasajes para viajar a Londres, sin fecha de regreso.

— ¡No puedo creerlo! —Alcé la voz, lo había soñado tanto, pero mis ahorros no me estaban alcanzando para cumplir ese sueño.

Me puse de pie y rodeé la mesa, me lancé encima de él y comencé a besarlo mientras el sólo me abrazaba y reía, luego me separé de él intentando regresar al nivel de compostura correspondiente y volví a mi asiento.

—Stefan, realmente...

—Estuve pensando en todas las ideas locas que tenías y la que me pareció más cuerda fue esta ¿te gustaría viajar conmigo a Londres? —Preguntó sonriente.

—Por supuesto que sí, Stefan. Sabes que este era mi sueño desde que salí del instituto. No puedo creerlo ¿cómo los conseguiste?

—Ahorré —confesó —, vendí algunas de mis cosas, junté dinero en el trabajo hasta que finalmente los compré.

— ¡Eres un ángel! —exclamé y él nuevamente soltó una carcajada.

Estaba tan feliz que sentía mi corazón inflado como un globo, pero uno aerostático. Cuando cursaba mi último año en el instituto me ilusioné tanto con ir a estudiar a otro país que trabajé muchísimo para conseguirlo, pero el dinero no alcanzaba para el pasaje y, además, no quería dejar a Stefan aquí, quería invitarlo conmigo y si no le compraba el pasaje, asumía, por mi cuenta, que él no se arriesgaría a viajar a otro país, menos uno desconocido. Luego mi padre tuvo un quiebre económico y decidí darle todo el dinero que tenía ahorrado para, al menos, pagar las cuentas de nuestro hogar. Debía ser consecuente, somos cuatro hermanos. Pero no me rendí, intenté mantener las mejores calificaciones para ganarme alguna beca y entrar a la Universidad allá, pero fue imposible, todos postulaban y me quedé atrás, y ahora que tenía la oportunidad de viajar, no quería perdérmelo por ningún motivo.

— ¿Para cuándo son los pasajes?

—Un mes más —respondió —, tenemos tiempo de buscar algún lugar allá, también un trabajo y a donde trasladarnos para seguir con nuestros estudios.

—Debemos correr a contárselo a mis padres —dije emocionada —, ¡Estarán tan felices!

— —

— ¿Te has vuelto loca? —Me preguntó mi hermano, Dylan.

—Ya tengo diecinueve años ¡No te metas, Dylan! —lo miré.

—Tenemos que conversarlo en la cena, cariño. Cuando tu papá regrese del trabajo —aclaró mi madre.

Cuando la cena llegó todos estábamos sentados, excepto Stefan que ya se había ido a su casa. Mi padre me observaba en silencio luego de haberle dado mi idea, en realidad, una decisión que tarde o temprano iba a tomar.

—Yo creo que sigue siendo demasiado peligroso —opinó Dylan.

—Cállate, Dylan —se entrometió mi hermana menor, Leah.

—Dylan tiene razón, Leah —Se entrometió mi otro hermano menor, Isak.

Dylan, Isak y Leah, mis temibles hermanos. Dylan tiene cuatro años más que yo, se compró un departamento cerca de la casa de mis padres, pero aun así viene a casa a cenar o cuando está aburrido, creo que estará así hasta que consiga una novia. Siempre ha sido un sobreprotector conmigo, como si fuese una niña de cristal, y aunque la mayor parte del tiempo siempre me salvó el culo, me fastidiaba que opinara en mi contra. Isak y Leah son mellizos, ambos tienen dieciocho años, por ende, nuestras edades están relativamente cercanas y nos llevamos regularmente bien. Isak es la copia de Dylan en miniatura y mamá se lo repite a diario, pero aun así es muchísimo más inteligente que Dylan, o eso al menos le digo yo. Siempre está de un lado a otro buscando algo que hacer, nunca está quieto. Leah es mi favorita, no porque sea mujer, sino porque siempre quise tener una hermana. Ella me apoya en todas mis decisiones, somos buenas amigas y hermanas, aunque la mayor parte del tiempo estoy odiando que saque mi ropa.

—Isak, no te metas tú tampoco —reclamó mi hermana.

—Ay, Camile... —suspiró mi padre. — ¿cómo es que dejo a mi hija de diecinueve años irse a otro país sin saber cuándo estará de regreso? —me observó fijamente, esta vez reinó el silencio.

—Sabes que siempre ha sido mi sueño estudiar en otro país. Sé que puedo encontrar un empleo para jóvenes estudiantes.

—No lo dudo —sonrió —, es sólo que me da escalofríos pensar en dejarte ir con un chico que no sabes si estará contigo para toda la vida.

—Un idiota —soltó Dylan.

— ¡Dylan! —lo regañó mi madre.

—Es verdad, apenas sabe conducir y tú quieres viajar por el mundo con ese —opinó despectivo.

— ¿Que tiene que ver que no sepa conducir? —lo miró Leah.

— ¿Y si a Camile le ocurre algo allá? Se demorará dos horas en pedir un taxi.

— ¡Dylan! —Reclamé —Stefan es muy atento conmigo, él me quiere de verdad.

Dylan rodó los ojos e Isak rio como si lo que había dicho fuese una absurda frase.

— ¿Para cuándo es ese vuelo? —preguntó mamá.

—Un mes más —respondí sonriente.

— ¿Y qué vas a comer? —preguntó Isak como si ese fuese el mayor problema.

—Dios, no cuesta tanto hacer un paquete de fideos, Isak.

— ¡No puedes comer eso todos los días, Camile! —reclamó.

—No puedo creer que estemos discutiendo esto —rodeé los ojos.

—Está bien —papá alzó la voz. —Déjame conversarlo con tu madre, Camile.

—Gracias —respondí más ilusionada que nunca.

Cuando terminamos de cenar, Dylan recogió la mesa y luego Leah e Isak lavaron la loza. Me había estado tocando todos estos días hacerlo yo, así que mamá aprovechó a Dylan para eso. Mi padre se quedó mirando el periódico por unos segundos y luego comenzó a arreglar un poco los sillones que se encontraban con cuadernos y ropa encima.

—Siempre pensé que esa loca idea se te iba a quitar de la cabeza —escuché a mi papá, lo miré de inmediato. —Que te vayas a otro país no es lo mismo que quieras independizarte y comprar un departamento en la ciudad, allá no podré ir a verte, Camile.

— ¡Claro que podrán! —dije entusiasmada. —Te prometo que ahorraré dinero todos los meses para comprarles los pasajes, al menos a ti y a mamá —lo miré. —No creo que me alcance para todos —sonreí, él me observó con cariño.

—Eres tan especial, Camile —me dijo —, siempre tan alegre, yendo de un lado a otro y dando las ideas más genuinas como una niña de cinco años. ¿Cómo es que creciste tan rápido?

— ¡Ay papá! No te pongas nostálgico —me acerqué a él y me senté a su lado en el sofá. — ¿No piensas que estudiar en otro país, conocer otras culturas, nuevas personas, es genial? Sólo imagínate lo grandioso que sería titularme allá y luego seguir conociendo muchísimos más lugares.

—Te quiero tanto, hija —acarició mi cabello. —Por eso dicen que los hijos son prestados.

—Siempre regresaré aquí, pase lo que pase —besé su hombro.

—Ve a la cama, mañana debes ir a la Universidad.

—Sí, buenas noches —besé su rostro y luego me marché a mi habitación.

Sin antes ver cómo sus ojos seguían mi camino con melancolía, como si un viaje de esa dimensión fuese sinónimo de perder a tu hija para siempre.

Cuando estaba a punto de cerrar mis ojos para dormir, escuché la puerta de mi habitación abrirse, por ahí entro Dylan, me observó para asegurarse de que estuviese despierta, y cuando lo hizo, se sentó en mi cama.

—No es que piense que sea una mala idea terminar de estudiar allá —comenzó. —, es que me causa algo de desconfianza que vayas con un tipo que ni sangre tuya tiene.

—Stefan es mi novio hace cinco años, Dylan.

— ¿Y eso qué?

—Jamás nos hemos hecho daño, él nunca me ha engañado ni yo tampoco a él. Nos queremos, nos acompañamos en los buenos y malos momentos ¿por qué todo saldría mal ahora? Estamos felices, Dylan. Y tú deberías entenderlo de una vez.

—Cada año te digo lo que pienso de él —frunció el ceño.

—Y cada año te repito que no me importa.

—Él no es para ti —dijo sin más. Siempre me lo decía, desde la primera vez que lo vio entrar por la puerta, pero Dylan siempre era así con cada chico que me gustaba, por eso es que nunca lo tomaba en serio, pero lo había estado repitiendo por cinco años seguidos, ¿cómo no se daba cuenta que si llevábamos cinco años juntos ya todo era inquebrantable?

—Ya vete a tu departamento con tus mil y una chica, Dylan y deja de hablar mal de Stefan.

—Decir que no es para una mujer como tú, no es hablar mal de él, Camile.

—Sabes que te odio, ¿verdad?

—Yo también, bastante —se encogió de hombros.

Dylan siempre estaba repitiéndome que Stefan tenía mil defectos, pero mi ceguera enamorada no me dejaba verlos. Tal vez era cierto, pero durante cinco años jamás habíamos roto nuestra relación y parecíamos más fuerte que cualquier cosa. Tal vez me gustaban esos defectos que apenas podía percibir, y mi hermano jamás se había enamorado así que no podía ponerse en mis zapatos.

— —

—Camile es diferente —escuché a mi madre antes de entrar al baño, era de mala educación escuchar detrás de las puertas, ella misma me lo había enseñado, pero no podía esperar por tanto tiempo una respuesta. —Es una chica fuerte, empoderada, inteligente e independiente. Sabes que si Stefan falla en algo ella no se echará a morir.

Eso era cierto.

—Lleva cinco años con ese chico, Margot —decía mi padre —, ella confía en él, nosotros también, pero no quiero que mi hija abandone sus sueños si a ese chico se le ocurre meter la pata.

—Confía en ellos, George —habló mi madre con cariño. —sé que estarán bien juntos.

—Está bien, Marg. Dile a Camile que traiga a Stefan a cenar, así podemos conversar.

—George, sabes que Dylan no se perderá la oportunidad de atacarlo con preguntas. Camile se incomodará.

—Pues que Stefan se la aguante, es su hermano y si nos ha soportado por cinco años, que soporte el carácter de Dylan también —dijo mi padre con gracia.

Escuché que caminaron y corrí al baño, me metí dentro cerrando la puerta con pestillo y lo primero que hice fue saltar de felicidad ¡Iba a viajar! Bailé por todo el baño, cantando "We are the Champion" con el cepillo de dientes.

"Adivinen qué ¡Voy a viajar!" Envié el mensaje al grupo que estaba con mis amigas

La primera en leer mi mensaje fue Isabella. Luego comenzó a escribir.

Isabella: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Con quién?

Antes de comenzar a escribir vi el contacto de Alina ponerse en marcha escribiendo.

Alina: ¿Stefan?

Camile: ¡Siiiiii! Ha comprado pasajes a Londres para ambos, y sin retorno.

Isabella: Eso quiere decir que...

Alina: ¿Te vas a estudiar allá? ¡No inventes!

Isabella: ¡¿Qué?! ¿Cómo que te vas a estudiar allá? ¡¿Nos dejarás aquí?!

Alina: Por supuesto que nos dejará aquí ¿Qué crees? ¿Qué te llevará?

Isabella: Lo digo porque la voy a extrañar, claramente no puedo ir con ella.

Alina: Yo también la voy a extrañar, pero es genial que pueda ver otros horizontes...

Camile: Aún no les he contado nada, ¡Déjenme explicarles! ¡Dios, están locas de verdad!

Alina: ¡Es que estás tardando demasiado! Y estoy aquí mordiendo mis uñas, bebiendo un té desabrido.

Camile: Lo lamento, es que estoy terminando de vestirme, pero no aguanté más, ¡Debía contarles!

Isabella: ¡¿No te podías aguantar hasta llegar a la Universidad?!

Alina: ¡Por supuesto que no! Sabes cómo es Camile, no puede contener su emoción.

Camile: Las veo en la primera clase, Leah quiere que le cepille el cabello.

Metí mi teléfono a la mochila y comencé a cepillarle el cabello a mi hermana. Leah tenía una larga melena castaña, ella se lo cuidaba demasiado, y le gustaba cuando yo la peinaba o le hacía muchísimas trenzas.

Mamá me acercó a la Universidad antes de marcharse al trabajo. Siempre que me iba a dejar llegaba temprano, y mis amigas eran muy diferentes. Isabella llegaba siempre corriendo a clases y Alina llegaba treinta minutos antes. Supuse que Alina ya estaba afuera de la sala sentada esperando que llegara el profesor, así que me dirigí hacia allá y sin equivocarme me acerqué a mi amiga.

— ¡Me has dejado especulando cosas hasta que llegue a la Universidad, Camile! —exclamó Alina.

Alina era una chica morena, sus ojos parecían almendras y sus pestañas envidiables. Tenía el cabello lleno de rulos negros y siempre intentaba controlarlos haciéndose una cola de caballo. Siempre es de las primeras de la clase y jamás falta..., es sumamente impulsiva y chillona, es divertida, aunque a veces su carácter chocante me hace pensar que en cualquier minuto vamos a terminar en la enfermería porque decidieron golpearnos por su culpa.

—Esperemos que llegue Isabella, no quiero repetir la misma historia dos veces —dije y ella rio de mi pereza.

La clase comenzó y, como siempre, Isabella todavía no aparecía. De pronto, golpearon la puerta y se asomó mi amiga por ahí, su largo cabello colorín y sus pecas se asomaron mirando a la profesora, la mujer rodó los ojos y le hizo un gesto para que pasara, ella rápidamente entró y queriendo ser cautelosa caminó hacia nosotras, pero la clase estaba demasiado silenciosa para pasar desapercibida. La silla se arrastró por el piso, luego al sacar sus cosas su estuche se estrelló con el suelo y los lápices volaron. Alina y yo soltamos una carcajada e Isabella rodó los ojos, se puso de pie haciendo que su mochila cayera al suelo y luego nos miró.

—Soy un desastre —bufó —siempre lo mismo.

La ayudamos a recoger sus cosas y luego se sentó agitada.

—Llega tarde y con escandalo —dijo la profesora poniéndose de pie. Algunos se rieron, pero la mujer era demasiado seria. —Hoy comienzan las preguntas al azar, Camile Rooney —dijo de pronto, yo no sabía si esa mujer tenía algo en contra de mí, pero siempre cuando haría algo "al azar" yo era la primera. Ni siquiera era justa al elegir.

Alcé mi vista y la profesora ya estaba mirándome fijamente.

—Supongo que leyó el texto que dejé antes de ayer —dijo y yo recordé automáticamente que debía leer ese texto, ¿cómo esperaba que en dos días leyéramos 200 páginas? Adoraba leer, pero esa clase no me daba respiros.

Estudiar periodismo siempre fue mi primera opción y cuando la Universidad que yo quería me aceptó, lo primero que hice fue matricularme, pero odiaba esa clase. Siempre he pensado que los profesores son capaces de hacer que los estudiantes adoren la asignatura o que la odien. Pues yo la odiaba y no exactamente por lo que se trataba porque yo adoro leer, pero esa mujer no le ponía sabor a esa amargura de asignatura.

—No —respondí con honestidad. —Tiene doscientas páginas ¿cómo quería que lo leyéramos en dos días?

—Cuando trabaje tendrás que leer más de doscientas páginas diarias —habló con desdén —. Tiene un cero.

— ¡¿Que?! Pero si estoy casi segura de que nadie lo leyó...

—Ahórrese sus palabras y póngase a leer más —me reprochó.

——

— ¡La detesto! —dije en cuanto íbamos camino a la cafetería.

—Deja de pensar en eso, Camile. Ahora cuéntanos sobre tu viaje —habló Isabella.

Comencé a contarles parte por parte y sin perderme ningún detalle. Les conté a dónde iríamos, cómo nos iríamos y quiénes iríamos. Alina e Isabella fueron las primeras en saltar en un pie al escucharme, estaban tan felices como yo lo estaba. Isabella me pedía por favor que tomara todas las fotografías que pudiese y Alina me comentaba que su tía había viajado y se había quedado en un hotel, pero Stefan y yo no podíamos ir a un hotel, era demasiado caro, debíamos arrendar algo, aunque fuera una habitación.

Invité a Stefan a cenar como mi madre me lo había dicho, y Dylan no perdió su oportunidad de ir también. Ayudé a mamá con los platos y luego nos sentamos para comer juntos. Stefan, que estaba sentado a mi lado, ya había ido en cientos de ocasiones a mi casa, por ende, no estaba demasiado nervioso por lo que le podrían decir, además, ya se había tipo "acostumbrado" a las preguntas y comentarios directos de Dylan y las de Isak que cada vez iban en ascenso.

Al transcurrir la cena, no se habló del tema, pero cuando acabábamos siempre nos quedábamos sentados conversando cosas cotidianas, pero ésta vez, no era cotidiano lo que íbamos a comenzar a hablar. El primero en lanzar la piedra fue papá, y me lo veía venir.

—Así que Londres —dijo, miró a Stefan directamente a los ojos y mi novio sólo asintió con una sonrisa. — ¿Has viajado para allá? —le preguntó.

Stefan era de una familia un poco más acomodada. Sus padres eran divorciados y sólo eran dos hermanos. Su madre era dueña de un restaurant con varias sucursales en la ciudad y su padre encargado de una marca deportiva bastante grande. A pesar de todo, Stefan era un chico honesto y humilde que pensaba que el dinero no lo era todo. Sus padres supieron como criarlo enseñándole que el dinero se ganaba a base de esfuerzo, y por lo mismo, él trabajaba. Fácilmente él podría estar estudiando y financiar sus gastos con lo que le envía su padre una vez al mes.

—No, jamás he ido —contestó —, pero Camile estaba tan ilusionada con ir.

— ¿No pensaste en consultarlo con su familia antes de ir y comprar los pasajes? —Preguntó Dylan entrometiéndose. Todas las miradas se fueron a su rostro, pero a él poco le importaba lo que pensaran de él.

—Pues claro que lo pensé... —comenzó Stefan, pero rápidamente vi la incomodidad en sus ojos.

— ¿Y eso qué? —me entrometí mirando a mi hermano —Cuando le haces un regalo a alguien no necesita demasiadas opiniones al respecto.

—Camile tiene razón —dijo Leah.

Luego de unos minutos mi padre se entrometió consiguiendo que todos nos quedáramos en silencio para escucharlo. Dylan hacía preguntas directas, pero todas iban dirigidas a mi integridad física e Isak se preocupaba de que no cocináramos arroz ni fideos la semana completa.

Finalmente, mis padres aceptaron, y siempre supe que así sería. Mi familia siempre ha sido demasiado unida, nos gusta opinar respecto a todo y dar soluciones en conjunto. Mis padres son sobreprotectores y pues lo entendía siempre, aunque en la universidad las chicas de mi edad ya vivían solas, tenían un trabajo y no necesitaban para nada a su familia. Pues ese no era mi caso, si quería independizarme en algún momento, pero no pasaría a llevar los valores que me habían entregado en mi hogar para eso.

Lo primero que hice fue tomar mi libreta y comenzar a anotar todo lo que debía hacer durante el tiempo que estuviese en otro país. Lo llamaría "La lista de Camile".

Probablemente la lista continuaría, pero con esos puntos estaba bien por ahora.

Mientras más pasaban los días, más ansiosa estaba. Mi madre me comparaba con Alina quien cuando se estresaba o estaba demasiado ansiosa se ponía histérica y de mal humor, luego me comparaba con Isabella quien cuando se estresaba o estaba ansiosa comía helado por doquier y se paralizaba, no podía pensar ni tampoco mover sus pies de la tierra. Todas estas comparaciones no eran porque yo me parecía a alguna de mis mejores amigas, sino, porque yo era demasiado diferente a ellas. Cuando me estresaba o sentía muchas ansias, lo único que podía hacer era moverme de un lado a otro, hacer cosas, hacer listas, reír demasiado y no pegar un ojo en la noche. El mal humor no llegaba a mi cuerpo porque miraba el objetivo y ya se me olvidaba el estrés.

Los días pasaron sumamente rápido, aunque no colaboré demasiado con Stefan para encontrar lugares en Londres. Según él, él quería hacer todo, y aunque yo quería siempre aportar en algo o al menos dar mi opinión, ésta vez lo acepté. Dejé que hiciera las cosas como a él se le apetecía y así evitar una posible discusión, como, por ejemplo, que yo querría un baño con un espejo grande y él un baño con un espejo redondo y sumamente pequeño.

Stefan consiguió un pequeño departamento en el centro de la ciudad, con dos habitaciones y un baño. Estaba cerca de una pizzería y un supermercado y aunque intenté que estuviese cerca de un café, no estaban dentro de nuestro presupuesto. Tuvimos que hacer un millón de papeleos respecto a nuestros estudios. La primera opción que nos daban era estudiar desde casa y hacer exámenes vía internet, Stefan se lo pensó, pero la verdad a mí me parecía aburrido. Yo quería salir, conocer a personas nuevas. Además de que no me sentaría frente a un ordenador a estudiar, necesitaba a un maestro personal para entender, sino, sería la peor periodista en la historia del periodismo. Así que la opción fue escoger una universidad un poco más pequeña que tenía convenio con nuestra universidad para alumnos de intercambio y traslados, así que esa fue nuestra opción, aunque nuestros horarios eran totalmente diferentes. Ya que Stefan estaba en su tercer año de derecho y yo cursaba mi segundo año de periodismo.

Finalmente, el día llegó, y aunque estaba feliz por eso, mi estómago era un nudo y de pronto sentía que no volvería a ver más a mis padres ni tampoco volvería a dormir más en mi pequeña cama de una plaza rodeada de paredes con fotografías de mi vida.

—No creo que sea necesario que vayan todos al aeropuerto —dije en cuanto me subí a la camioneta, pero todos hicieron caso omiso a mis palabras.

Por su puesto que iba mamá, papá, Isak, Leah y Dylan en la camioneta, pero también iba Isabella junto a Alina en el auto de Alina. Y seguramente Stefan estaba sólo junto a su madre. Pero estaba bien, era mi primer vuelo en avión y era un vuelo que no tenía fecha de retorno.

Había ido sólo una vez al aeropuerto y había sido hace muchísimo tiempo cuando Dylan tuvo su gira de estudios y se fue por una semana a Argentina, ya ni recordaba cómo era, pero cada vez que la palabra "aeropuerto" se aparecía en los letreros de la autopista, tenía más nauseas.

Mi padre se estacionó y rápidamente nos bajamos. Dylan e Isak me ayudaron con las maletas mientras Leah estaba apegada a mi brazo sin decir nada, como si quisiera irse junto a mí. En cuanto entramos al enorme lugar no sabíamos a donde dirigirnos. Así que rápidamente llamé a Stefan, él me dio algunas indicaciones y efectivamente estaba en donde me había dicho, y efectivamente, sólo estaba junto a su madre quien nos miró con desdén, pero intentó disimularlo.

—Hola señora Philips —sonreí. Ella me sonrió sin enseñar sus dientes y luego se mantuvo a un lado de Stefan.

—¿Era necesario venir con toda tu familia? —me preguntó la madre de Stefan, pero sólo para que yo escuchara.

—Si. Estaban emocionados por venir a dejarme —contesté.

Ella sólo asintió.

—Camile ¿estás segura que estás bien en la hora? —me preguntó papá —. Tal vez debes entrar antes ¿por qué no preguntas? —me sonrió con ingenuidad.

—No es necesario —contesté —, podemos entrar ahí justo cuando sea la hora y sólo abordar el avión.

—¿No lo sabía? —preguntó la madre de Stefan alzando las cejas.

—No —contestó él, y luego se mantuvo en silencio.

—Hija, tal vez hubieses traído un recipiente con comida o un sándwich, el viaje te puede dar hambre —continuó mi padre —, además ni siquiera quisiste desayunar.

Ésta vez iba a explicarle que adentro podíamos encontrar restaurantes o lugares para desayunar y que, además, en el avión también podían darnos desayunos o vender cosas dependiendo del viaje y de las horas de vuelo, pero la risa irónica de la madre de Stefan me interrumpió.

—¡Ay por favor! Los chicos pueden comer adentro, hay restaurantes. Además, en el avión también les darán comida ¿cómo no lo sabían? —rio.

Stefan le lanzó una mirada y yo sólo me mantuve rígida.

—Pues no, no lo sabíamos —ésta vez habló Dylan —. Tenemos cosas más importantes qué hacer como andar averiguando si se puede comer adentro de un avión —dijo con ironía.

—Bien por ti —sonrió ella.

Miré a Stefan por unos segundos y decidí alejarme de su madre y quedarme junto a mi familia y a mis amigas por el resto del tiempo que nos quedaba para estar juntos.

—Dios, que mujer más odiosa —soltó Alina.

—Sí, yo no sé cómo te la aguantas —opinó Isabella.

—Ya saben cómo es, ignórenla, no arruinará mi viaje —me encogí de hombros.

—Es una vieja amargada, Camile —me observó Dylan. —Además desde que hemos llegado nos ha estado mirando como si viniéramos del campo.

—Pero no es culpa de Camile, Dylan —lo regañó Leah.

—Estoy segura de que está enamorada de su hijo perfecto Don Stefan el rey. Le habría encantado viajar ella y que no fueras tú —continuó mi hermano.

—¡Ay Dylan!

—Es una vieja amargada —continuó Alina —está enfadadísima con que su hijo esté enamorado de una chica tan diferente a ella.

—Tienes razón —sonrió Dylan.

—¡Claro que sí! —lo miró Isabella —Es que mi amiga es hermosa, tiene unos ojos verdes despampanantes, es independiente, alegre, inteligente, inocente e ingenua.

—Estúpida a veces —soltó Leah.

—Leah —la miré.

Todos rieron.

—Es cierto, hermana —me sonrió —, sé que eres mi hermana mayor, pero debes aprender que no todas las personas son buenas y que más de alguno querrá hacerte daño. No todos son como tú, Camile.

—Lo sé, pequeña Leah —besé su frente.

—¿Dónde está Isak? —preguntó mi madre acercándose a nosotros.

—Seguramente hablando con Stefan de que no cocinemos arroz ni fideos toda la semana —rodé los ojos.

—Fue a ver algún lugar en donde podamos desayunar luego de dejar a Camile —contestó Leah.

Luego de estar conversando por largos minutos con todos los presentes, exceptuando a la madre de Stefan y exactamente a Stefan, llegó Isak. Papá estaba algo ausente y sólo hablaba para preguntarme cosas, pero sólo a mí, ya que se había avergonzado por cómo había hablado la madre de Stefan lo cual me hacía odiarla de sobremanera, pero no dejaba que se metiera dentro de mis pensamientos.

—Creo que es hora de que entremos, cariño —escuché a Stefan, volteé a mirarlo a los ojos y ya me sentí segura. Asentí.

Todos se quedaron mirándome y yo no sabía a quién abrazar primero, así que comencé por mis amigas, quienes me abrazaron y la más sensible, que era Isabella, derramó un par de lágrimas. Luego abracé a Isak, luego a Leah quienes también derramaron un par de lágrimas y pude bromear con que en realidad si me querían y no estaban fingiendo en todo este tiempo que no les gustaba que fuese su hermana. Mamá y Dylan me brindaron un abrazo reconfortante, deseándome éxito. Y, finalmente, mi padre se acercó a mí y me apegó a su cuerpo.

—No dejes que nadie te ponga un pie encima —recalcó mirándome a los ojos, sus palabras se quedaron grabadas en mi cabeza —. La vida es corta, querida Camile, no vivas una vida que no quieres. Se amable y por ningún motivo dejes de ser tu misma.

Respiré hondo, tragándome el nudo que tenía en la garganta.

Mis padres eran relativamente jóvenes, éramos una familia muy compuesta y cariñosa. Mi padre siempre ha sido el de las enseñanzas profundas y mi madre la de los regaños. Papá se quedaba con el primer lugar cuando se trataba de preparar la cena los fines de semana y mi madre se quedaba con el primer lugar cuando preparaban pasteles para cumpleaños o festivos familiares. Nunca me había separado de mi familia por tanto tiempo, pero mis padres se habían encargado de criarnos independientes y fuertes, para que así la separación no nos doliese de sobremanera y pudiésemos emprender el viaje solos.

Agradecía, profundamente, que mis padres me apoyaran en lo que se me diera la gana y que a la vez me dieran lecciones de vida: Recuerdo que cuando cumplí 17 años estuve casi un mes intentando contarle a mi padre que le había hecho un rayón al auto. Es que él cuidaba las cosas, muchísimo. Y también nos demostraba que nada era gratis. Que debíamos luchar por ello.

—Eres inteligente, sé que triunfarías en cualquier lugar —esbozó una sonrisa. Sus ojos estaban vidriosos, lo que consiguió que mi corazón se estrujara.

Lo abracé una vez más y besé su rostro.

—¡Los quiero muchísimo! —alcé la voz.

Me despedí de la madre de Stefan con un beso en la mejilla y luego Stefan tomó mi mano para caminar.

Abordamos el avión en cuanto entramos; todo me parecía demasiado extraño y divertido. Miraba cada rincón de los asientos y les sonreía a todas las personas que caminaban buscando sus asientos a mi costado. A ratos miraba a Stefan y él sólo me regalaba una sonrisa tranquila.

Lo vi ponerse los auriculares sin antes ofrecerme uno, se lo negué, pues no quería desconcentrarme de las nubes. Stefan me había cedido el asiento de la ventana, pues entendía que yo jamás había subido a un avión y él, la verdad, viajaba muchísimo para ver a su familia en diferentes ciudades o, a veces, para divertirse con sus amigos. Mi situación económica no me lo permitía como a él.

—¿Te imaginas si todo esto fuese una farsa? —pregunté mientras el avión comenzaba a elevarse —. Si en realidad estuviésemos entrando a una cápsula y el viaje, en realidad, durara cinco minutos, pero ellos nos hicieran creer que estamos viajando a través de las nubes —continué. Mi cabeza estaba apegada al respaldo del asiento para no marearme, pero mis ojos estaban fijamente mirando cómo la ciudad se hacía más pequeña —porque si lo piensas, viajar a través de las nubes es algo sumamente surrealista ¿no?

Levemente desvié mi mirada hacia Stefan, pero no había oído nada de lo que dije. Sus ojos estaban cerrados y tenía los auriculares puestos. Sentí que alguien estaba mirándome, era una señora quien al ver que la miré, me sonrió casi diciéndome "Es una teoría sumamente loca, pero divertida". Hubiese preferido la voz de Stefan diciéndome "Ya deja de pensar tanto, Camile. Y duérmete".

***

Lamento la hora, pero hoy tuve un día muy ajetreado, pero como prometí: Aquí está la nueva historia que comenzaré a subir, para que de inmediato la agreguen a su biblioteca privada y comencemos a recomendarla. 

Se van a encontrar con mucho romance y drama; no les daré spoiler...

Para mantenerse informadxs de otras historias (como la secuela de "cuando llegue la noche") quédense atentxs a mis redes sociales. 

¡No olviden dejar sus votos y comentarios!

BESOPOS

XOXOXO

DÍA FIJO DE ACTUALIZACIÓN: DOMINGO

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