Epílogo
La suavidad del viento.
El calor del sol.
El olor de la hierba fresca de la mañana.
El latido desbocado del corazón.
Sus pies corrían y corrían por la llanura llena de hierba y flores primaverales. Sus pies desnudos parecían casi volar de la velocidad que estaba alcanzando y, sin poder aguantar más las ganas, mudó de piel. Batió sus alas membranosas y subió y subió hacia las nubes que todavía estaban dispersadas en la temprana mañana. Los escasos rayos del sol hacían que sus escamas granates brillaran y la dragona río jubilosa para sus adentros mientras hacía tirabuzones en el aire, caídas en picado y demás virguerías volando sin temor a nada.
Sin miedo.
Hacía ocho años que reinaba la paz en Sérmankax. Vale sí, siempre había algún que otro problema en el reino, pero nada comparado a lo acontecido antes de que naciera. Nannah contempló los prados y el bosque cerca de la nueva Sirakxs y dio la vuelta. Contempló el palacio. A pesar de estar echo completamente de piedra blanca y mármol, recordaba a la estructura que, según le habían dicho, era la que tuvo el Palacio de Sílex original. Al igual que en el anterior, éste también contaba con la figura de un dragón enroscado alrededor de la construcción, pero habían hecho remodelaciones en el interior y una de ellas había sido el construir la liza de entrenamiento en tierra en vez de en el tercer piso. Allí, ahora, estaba la zona de entrenamiento privado del rey y de la princesa.
Allí sería donde ella haría el Kalitralel llegado el momento.
Nannah voló un rato más por los alrededores antes de descender a los acantilados situados en la parte trasera del palacio donde se hallaba el mirador. En él había una estructura enrejada de madera con enredaderas y algunos bancos para poder disfrutar de las vistas que ofrecía el Jonko. La dragona de ocho años aterrizó y volvió a su forma antrópica. Con su magia hizo que sus escamas se alisaran y suavizaran creando un vestido granate como su cabello liso y largo hasta la cintura. Nannah dio una vuelta sobre si misma mientras las escamas creaban lo que su mente imaginaba y, vestida decorosamente, avanzó por el mirador. Allí había una figura contemplando el cielo tumbada en el suelo de piedra. A pesar de que habría notado su presencia, no se levantó para darle la bienvenida. A ella, sin importarle eso, se acercó al niño que era unos meses menor que ella.
Nannah contempló su rostro infantil de hermosas facciones, su cabello rubio ceniza ondulado y corto y sus ojos amarillos como los de un lobo que seguían contemplando el cielo. Con una sonrisa, se sentó al lado de su primo.
- Sabía que te encontraría aquí – dijo ella a modo de saludo. Al chico le encantaba ir al mirador todas las mañanas para contemplar el cielo durante el amanecer.
- Y yo que vendrías – replicó él seriamente, como siempre solía hacer. Aunque los adultos parecían no sentirse cómodos por la actitud tan poco infantil del niño, a Nannah no le importaba. Todo lo contrario: la atraía sobremanera. Al lado de Etsuho, ella se sentía completa. Era como si él complementara su existencia.
- ¿Has traído el desayuno? – le preguntó ella. Él asintió y señaló una cesta de mimbre -. ¿Crees que vendrá Seeram?
- No creo – respondió Etsuho incorporándose -. A tía Anil le dio anoche un ataque de ansiedad.
La niña se sintió apenada el escuchar aquello. Según su madre y su tío Gia, la tía Anil no había sido la misma desde que murió el padre de su hijo Seeram, el cual portaba el mismo nombre que el de su progenitor y que se parecía demasiado a éste. Mucho más de lo que la misma Anil podía soportar en algunas ocasiones. Y, en esos momentos, sufría grandes ataques de ansiedad y depresiones que únicamente su hijo era capaz de paliar quedándose con ella.
Nannah tomó la cesta y la abrió para sacar su contenido. Colocó un mantel en el suelo antes de poner sobre éste dos platos con bollos, tartas y tostadas con mantequilla y una jarra de leche bien fría y dos vasos. La pequeña sirvió la leche mientras Etsuho contemplaba el horizonte. El viento le agitaba sus preciosos cabellos tan semejantes a los de su madre.
- ¿Cómo crees que era él? – le preguntó sin mirarla.
- ¿Quién? – preguntó ella.
- Mi verdadero padre – musitó agachando la cabeza.
- ¿No te gusta el tío? – se atrevió a preguntarle con la voz trémula.
- No es eso. Claro que me gusta. Giadel... él... siempre me habla bien de mi padre y me dice que así debo llamar a Kerri. Además, él es el único "padre" que he conocido.
- ¿Entonces?
Él niño se encogió de hombros.
- Nada, comamos.
Sin decir nada más, los dos comenzaron a devorar la comida allí servida. Cuando terminaron y guardaron todo en la cesta, Nannah se acercó a la barandilla del mirador para contemplar el Jonko. Algo llamó su atención al poco rato y agudizó la mirada tan desarrollada que tenía. Sus ojos granates escudriñaron el punto lejano y le pareció ver que unos barcos se acercaban.
- Etsuho – llamó a su primo. Éste acudió a su lado.
- ¿Qué sucede? – dijo con aquel tono adulto que tanto le gustaba a ella y que tanto parecía preocupar a la tía Rea.
- ¿Ves esos puntos de allí? Parecen barcos – señaló.
El niño siguió el punto que ella estaba señalando con el dedo y negó con la cabeza. Él no poseía ningún tipo de poder especial. Mientras el tiempo pasaba, aquellas figuras diminutas fueron haciéndose cada vez más grandes.
- Los veo – afirmó ahora el niño -. Creo que vislumbro velas en palos altos.
- Por ende, son barcos – añadió Nannah.
- Eso parece – dijo una voz a sus espaldas.
Los niños se sobresaltaron puesto que ni ella ni él notaron la presencia de alguien tras ellos. Nannah, fascinada, vio a su apuesto padre con el rostro serio acompañado de su esposa. Galidel, su madre, se acercó a ella y la abrazó con cariño, pero con el rostro muy serio y preocupado.
- ¿Qué sucede? – preguntó ella mientras Kanian se colocaba detrás de Etsuho sin apartar sus ojos azules de los barcos extranjeros.
- Problemas – musitó él frunciendo el ceño.
- ¿Buenos o malos? – quiso saber Gali. Los niños se habían quedo en silencio y no pensaban abrir la boca por temor a llevarse una reprimenda.
Kanian se encogió de hombros.
- Dado que son Elfos los que comandan esas naves, creo que no vienen por nada bueno. Mas nunca se sabe. Parece que tienen izada una bandera blanca en el barco principal.
- ¿Qué querrán? ¿Acabar con los nuevos dragones? – la mujer se acarició el vientre abultado y sintió que su hijo neonato gruñía dispuesto a defenderla incluso desde el vientre si hacía falta. Ella pasó la mano por este para calmar al bebé sietemesino que todavía tardaría en ver la luz del sol.
- Sea lo que sea para lo que han decidido aventurarse hasta aquí, venceremos como siempre – aseguró Nïan con una sonrisa y le acarició la cabeza a su sobrino para tranquilizarlo. Galidel hizo lo propio con su hija.
Sí, fuese cual fuese la amenaza; fuese el peligro que fuese, él y los suyos siempre lucharían y vencerían a toda costa. Kanian, como Heredero de Zingora, protegería hasta el último de sus alientos la raza que su ancestro creó.
El milagro de la esperanza que sembró y floreció en Nasak.
Agradecimientos:
No me puedo creer que acabe de poner el punto y final en esta saga. Después de cuatro años – bueno cuatro años y cinco días -, haya terminado el que, en principio, iba a ser únicamente el libro "Los Hijos del Dragón". Durante todo este tiempo que he estado escribiendo esta historia, he aprendido muchísimo de ella y de sus personajes a la vez que he interactuado con personas maravillosas: ¡¡¡vosotros, lectores!!!
Os agradezco a todos los lectores de Wattpad y seguidores que me hayáis acompañado a lo largo de toda esta aventura que, como veis, tiene un final abierto porque, en el futuro, quiero escribir la historia de los elfos desde el punto donde acaba este último libro de Historias de Nasak. Aunque oficialmente la tetralogía termina aquí, no es el final ni de todo este mundo que he creado y desarrollado en cuatro años y ni mucho menos es el fin de las historias de todos los personajes que hemos ido conociendo a lo largo de la historia. Próximamente – el año que viene 2017 – seguramente comience a escribir la historia de Zingora, jeje.
Por ahora voy a tomarme un descanso y a editar toda la saga para que no haya ni faltas de ortografía, contradicciones internas, etc.
Nuevamente, quiero dároslas gracias a TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS y lo pongo en grande porque os lo merecéis. Gracias por cada comentario, palabras de ánimo y por darle una oportunidad a los Hijos del Dragón y a todas las demás novelas que conforman Historias de Nasak. Gracias a todos vosotros, lectores, han sido posibles cada uno de los libros y estos cuatro años. Con este final quiero no digo adiós sino hasta dentro de poco. Espero y deseo que me sigáis apoyando y que sigáis leyendo cualquier cosa que suba a Wattpad.
Con todo mi cariño, un beso fuerte y un abrazo para todos vosotros.
Ester.
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