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Capítulo ventiseis

Una decisión peligrosa, un amor demasiado fuerte


- Cálmate, por favor - dijo Nïan mientras se frotaba la sien izquierda.

Cronos, como un perro de presa encerrado y obligado a no atacar a un conejo que estaba a veinte metros de él, no dejaba de andar de arriba abajo por su alcoba. La reunión con Zarrel ya había terminado, inclusive habían tomado un tentempié antes de que los acompañasen a sus dormitorios para descansar.

Allí no era posible guiarse por el astro rey para saber qué momento del día o de la noche era según la posición de la luna o de las estrellas pero tenían otro modo de saberlo y era con relojes que marcaban las horas de luz y las que no. El de su espacioso aposento - con ciertos lujos correspondientes a su rango - decía que faltaban cuatro horas para el amanecer.

- ¡¿Qué me calme?! - exclamó el mestizo con los puños apretados -. ¡¿Cómo quieres que me calme?!

- Pues podrías empezando por intentar dejar dar vueltas por mi estancia. Vas a rayar el suelo.

Ante su comentario, Cronos se precipicio sobre él y Galidel, sentada en una silla de respaldo alto con un cojín en la espalda, se levantó asustada ante la reacción de su hermano.

- No bromees conmigo, Dragón, no estoy para chanzas - siseó mientras lo tomaba por la solapa de su camisa de seda sin mangas plateada con botones de porcelana -. No me trates como si fuera imbécil.

- Pues no me hagas creer que lo eres - le respondió sin intentar apartarlo de él. Nïan sabía que él era más fuerte que el antiguo Dios. Si se pasaba de la raya y era incapaz de contener su furia, se lo quitaría de encima sin ningún problema.

- La mujer que amo va a casarse con mi peor enemigo dentro de dos días así que considero que estoy en pleno derecho de comportarme como me dé la real gana, alteza - masculló a escasos centímetros de su rostro.

Cronos lo soltó no sin antes propinarle un empujón que lo estampó contra el respaldo de su silla y volvió de nuevo a deambular por la habitación. Al cabo de unos instantes, se quedó mirando fijamente a Gali y los dos se comunicaron con un lenguaje no verbal que solamente ellos podían comprender ya que no movían ni un sólo músculo facial que indicase qué podrían estar diciéndose.

- Es una locura, Gia - dijo ella.

- Faltan dos días; aún hay tiempo.

Un escalofrío nada halagüeño recorrió la columna vertebral del príncipe. ¿Estaba interpretando bien aquel escueto intercambio de palabras?

- Ni hablar - dijo de súbito incorporándose de su asiento -. Ni se te ocurra ir a buscarla - señaló y el rostro descompuesto y airado de Giadel le confirmó su sospecha.

- No eres nadie para darme ordenes, Kanian. ¡No soy un vasallo tuyo: soy tu aliado no tu siervo! ¡No voy a permitir que se case con Kerri!

- ¡¿Y qué pretendes hacer?! ¿Tirarlo todo por la borda? Es un suicidio intentar entrar por la buenas en La Fortaleza dónde está el grueso de las fuerzas de nuestro enemigo.

Cronos volvió a acercarse a él y lo cogió de los brazos.

- Escucha, entre tú y yo podemos hacerlo - le aseguró con los ojos brillantes y el rostro sombrío -. Con tus poderes y los míos somos muy capaces de infiltrarnos en La Fortaleza, sacar a Rea y volver sin que él lo sepa.

Esas palabras tan infantiles hicieron que se echara a reír.

- Claro, cómo no. Tú y yo contra el centenar de centinelas de Kerri sin contar con los poderes que sabe controlar y las dos Erinias que lo acompañan-. Se desembarazó de él y lo señaló con el dedo -. Piensa un poco con esa cabeza mortal que ahora posees. Ya no eres un Dios ¿comprendes? No puedes actuar como lo hacías antes. ¿Qué crees que es colarse en la madriguera del lobo? Los Bosques Sombríos te parecerán un juego de niños en comparación.

- Puedo hacerlo - le aseguró amenazador.

- ¿El qué? ¿Una matanza? ¿Llamarás a tus criaturas? ¿Eliminaras a cientos de personas inocentes sólo por llevarte a una? ¿Y si ella no quiere irse?

- Querrá - dijo instantáneamente.

- ¿Estás seguro? - preguntó poco convencido.

- ¡Ella me ama!

- ¡Te amaba cuando pensaba que estabas vivo! ¿Qué pasa si se casa con mi primo por motu proprio?

Esas palabras, que estaba seguro que él no había considerado, hicieron que su semblante se tornara rojo y sus ojos reflejase una ira malsana al igual que una locura desmedida.

Y terror.

De eso había mucho.

- No. Ella no puede quererlo después de lo que le ha hecho a ella y de lo que me hizo. Rea me ama a mí. Siempre me ha amado a mí - repitió con los ojos brillantes y la respiración agitada.

Kanian sintió una punzada en el corazón.

- Ya no es Eneseerí. Ella te amó hasta después de la muerte. Mas Rea es Rea y no voy a poner en peligro a mis hombres por una mujer que ahora puede ser nuestra enemiga. Te necesito vivo para poder ganar esta guerra y evitar de paso la destrucción de este mundo.

- ¿Y si fuese mi hermana? - lo interrumpió - ¡¿Qué harías si fuese Gali la que estuviese a punto de contraer nupcias con otro hombre?! ¡Responde!

Kanian se quedó aturdido ante las palabras de aquel joven despechado y tan dolido como él mismo cuando Galidel lo rechazó. Fue imposible para él no volverse para mirarla. Galidel estaba cansada y ojerosa a la vez que preocupada por su hermano y por él mismo. Y para Nïan estaba tan bella y preciosa que rayaba a la sin razón. Desde que se había escapado de su encierro inicial y la había conocido, Galidel se había convertido en la luz de su vida.

Ella había despejado la oscuridad y el dolor de su corazón herido. Había abierto una puerta que él había cerrado a cal y canto para salvaguardar el alma de un niño herido. Durante cien años, Nïan estuvo en una prisión sentado en una pared y abrazándose las rodillas. Pero entonces, un día, de improviso; alguien abrió aquella puerta que él se había dedicado a mantener firmemente cerrada y la luz alumbró su alma y su corazón maltrechos.

Esa luz era ella.

La artífice de lo que él era ahora se lo debía a ella.

Galidel le había devuelto la humanidad perdida, las ganas de vivir y la posibilidad de cumplir con su destino y con ello honrar la memoria de sus difuntos padres.

La joven lo miró y él fue incapaz de apartar la mirada de sus iris color miel. Si alguien osase arrebatársela, si alguien se atreviera a pensar en apartarla de su lado... Se volvería loco. Esa era la verdad y no por el hecho de que ella era el arma con la que podían matarlo. ¿Qué haría sin ella? ¿Sin ver su sonrisa al despertar cada mañana, sentir su cuerpo pegado junto al suyo, su voz, oler su olor...?

"Mataría a ese cerdo con mis propias manos."

- No perdería el oremus como tú, hermano - respondió ella alzando la barbilla y retándolo a que se atreviera a contradecirla -. Kanian es el rey de todos nosotros y falta poco para que sea el rey legítimo de Nasak. Si alguien me apartara de su lado, pensaría primero en ayudar a los suyos con la cabeza fría antes de hacer alguna locura que hiciese más mal que bien. ¿Verdad, Kanian? Ten presente siempre lo que decía tu madre.

Criselda.

Ella siempre tan reina y con el deber por delante ante todo. Ella que se había casado para salvar a su reino y que se sacrificó por él para que Xeral no acabase con su vida. Ella que sufrió tanto por no poder darle más hijos a su esposo... Criselda amaba y adoraba a Varel más que ninguna mujer podría amar a un hombre, pero el deber siempre estaba por encima de todo eso. Su madre sufrió en silencio los peores momentos de su padre y a él lo crío con firmeza a pesar de que por las noches lo abrazaba y lo acunaba con amor si él se despertaba llorando.

Primero el pueblo y después uno mismo.

- Algún día serás rey, Kanian y cuando ese momento llegue ya no serás un hombre: serás un rey y en algunas ocasiones, en las noches frías y tristes, un hombre.

Cronos los miró intermitentemente y negó con la cabeza.

- No me podéis hacer esto. ¡Yo no soy rey, maldita sea!

- Ya no se puede hacer nada, Cronos. Deberás resignarte - murmuró él con voz sombría.

- Piensa que no será para siempre - intentó animarlo Galidel -. Cuando venzamos a Kerri y a los Señores del Dragón, ella volverá a ti. Ten paciencia.

Gia la fulminó con la mirada y Gali se quedó paralizada al ver la reacción de su hermano.

- No pensé que me darías la espalda de este modo, hermana.

Ella negó con la cabeza mientras se acercaba a él.

- Te equivocas, yo sólo...

- ¿Sólo qué? ¿Te pones de lado de tu enamorado? - escupió para hacerle daño. Kanian supo que no lo decía en serio, que simplemente estaba dolido por la negativa de ella, por intentar hacerlo entrar en razón -. ¿Ya no te importo, verdad? Qué importo si, en el fondo, no soy Giadel.

La bofetada que le propinó fue tan sonora que se hizo un fuerte eco entre aquellas cuatro paredes.

- No vuelvas a decir eso jamás - siseó la joven con lágrimas en los ojos.

Sin decir ni una palabra y con la mejilla completamente roja por el golpe, el joven abandonó la alcoba propinando un sonoro portazo.

Se sentía traicionado, herido, vapuleado.

Ninguneado por todos.

¿Acaso no lo comprendían? Pensó que ellos dos sabrían entender su situación y su desesperación y que en consecuencia lo auxiliarían para poder tener a Rea a su lado. Pero no había sido así. Los muy egoístas se habían negado a ayudarlo cuando él más lo necesitaba. Después de todo lo que he hecho por ellos - pensó con deseos de destrozar algo -. Si no hubiese sido por su repentina aparición, Giadel jamás habría despertado y ese estúpido estaría todavía encadenado en la prisión de los bosques a merced de unos sanguinarios científicos.

Cronos se detuvo en medio del pasillo y cayó al suelo de rodillas. Le dolía muchísimo el pecho. Un dolor atroz lo carcomía y algo cálido y molesto rodó por sus mejillas. Lágrimas; era incapaz de controlar sus sentimientos de la misma forma satisfactoria con la que lo hacía cuando era un Dios. Se estaba desbordando, rompiendo, desmadejando como un ovillo de hilo que cae pendiente abajo sin control.

"Lo haré yo solo."

Sí, lo haría por su propia cuenta. No necesitaba a nadie para llevar a cabo aquella empresa. Siempre había estado solo, no era nuevo para él. Y entonces ¿por qué dolía tanto ser conocedor de ese hecho? Porque pensó que su hermana siempre estaría de su parte y que lo apoyaría incondicionalmente. A su abuela no podía acudir porque sabía con certeza que ella se negaría en redondo y que lo regañaría como a un chiquillo de cinco años.

No tenía a nadie.

No importaba.

Sí que importaba.

- ¿Mi señor?

La suave y solícita voz de Ydánia hicieron que Cronos alzase el rostro y contemplase a la joven nigromante. No, definitivamente, no estaba solo.

- Ydánia, necesito que me ayudes - le pidió.

- Haré todo lo que esté en mi mano, señor - asintió ella.

***

Galidel tenía ganas de llorar.

No esperó que Giadel reaccionase de aquel modo. Tampoco pensó que lo vería tan desvalido, triste y ofuscado por una mujer. Giadel y ella siempre se lo habían contado todo, para ellos dos los secretos sobraban y por ellos sabía que su hermano no se había enamorado demasiadas veces de nadie. Sólo en dos ocasiones y la última con Anil parecía haberse perdido después de la aparición de Cronos en sus vidas. Ahora, en el corazón límpido de su gemelo, estaba grabada a fuego aquella joven hermosa que ella viese una única vez en el baile anual de Rubofh.

La recordaba cual muñeca de porcelana con la piel inmaculada, el cabello largo rizado rubio ceniza y unos preciosos ojos violetas. Se los imaginó juntos, a ella y a su hermano y algo en su interior le dijo que encajaban. Que esos dos seres estaban hechos el uno para el otro al igual que ella encajaba igual que un puzzle con Kanian. Se volvió para mirarlo y vio que el Dragón no le quitaba los ojos de encima; esos ojos azules insoldables y tan bellos que la hacían estremecer.

- No lo ha dicho en serio. Sólo está enfadado - le dijo para intentar consolarla.

- Lo sé - asintió ella -. Pero eso no hace que puedan desaparecer sus últimas palabras de mi mente.

- Es tan impetuoso y fogoso como tú.

Ella intentó sonreír.

- Somos hermanos, en algo debemos coincidir. Pero debe comprender que nos encontramos en la recta final de un juego en el que no se nos está permitido perder. Debe hacer un esfuerzo y esperar.

Kanian se acercó a ella sinuoso y sensual como un felino y le rodeó la cintura con sus esbeltos y poderosos brazos.

- ¿Quién eres tú y qué han hecho con mi Gali? ¿Dónde está esa irreflexiva y ardiente muchachita?

- Tal vez haya madurado - repuso ella colocándole las dos manos sobre su pétreo pecho. La suavidad de la tela y el calor del cuerpo de Nïan hicieron que sintiese calor en varias zonas de su cuerpo femenino -. Supongo que la experiencia otorga eso ¿no? La madurez, el pensar más con la cabeza y menos con el corazón. O, al menos, reflexionar antes de actuar. Han sucedido tantas cosas en tan poco tiempo...

- Te has hecho muy fuerte - la halagó con una sonrisa en aquellos labios que se moría por degustar.

- Todo te lo debo a ti.

Nïan se sonrojó.

- Me halagas con tus palabras pero no sé cómo he podido hacer tal cosa porque yo no soy tan fuerte como tú. Tu hermano tiene razón - confesó -. Todo lo que le he dicho, todas esas cosas tan morales de puertas para fuera que le he soltado como buen monarca, sería incapaces de cumplirlas si alguien te alejase de mí. Puedo soportar que tú, por voluntad propia, decidas marcharte de mi lado. Ahora bien, no estoy dispuesto a permitir que nadie te aleje de mí si tu no quieres irte.

Aquella confesión dichas con tanta humildad y veracidad impregnaron el corazón y el alma de la joven con una ternura infinita. Después de todo lo malo que habían vivido y del reencuentro, su relación se había hecho más fuerte y ya no había secretos entre los dos. No había muros ni barreras que se interpusieran entre sus almas y éstas, conectadas, se habían anudado la una a la otra. Así lo atestiguaba el intercambio de sangre.

- Si alguna vez pasara, sé que harás lo correcto - le aseguró mientras él la apretaba más contra su cuerpo.

- Tienes demasiada buena opinión de mí. No me la merezco.

- Y tú te menosprecias demasiado. Eres un buen príncipe y serás el mejor rey que haya tenido esta tierra antes.

Al unísonos, los dos acercaron sus rostros y se besaron lentamente pero con profundidad. Las lenguas de ambos fueron lamiendo y jugando con la otra mientras las manos de Nïan descendían hasta el trasero de Gali y lo acariciaba. Ella gimió contra su boca mientras le masajeaba el pecho a él por encima de la tela de su camisa. Aquella estúpida prenda molestaba demasiado.

El viaje hasta allí había sido largo y los amantes no habían podido gozar de intimidad alguna. En aquel momento, Gali lo deseaba como si fuese un sediento moribundo y él una ánfora de agua fresca.

Kanian, sin dificultad, la alzó y ella le rodeó la cintura con sus gráciles piernas y él la portó hacia el lecho y se sentó en el colchón con ella encima. Los dos, de mutuo acuerdo, rompieron el beso y él le sacó la camisa por la cabeza dejando sus preciosos pechos en libertad. Ella, mientras Nïan la devorada con aquellos ojos azules, le desabrochó la camisa y le masajeó los brazos mientras la retiraba de su cuerpo escultural.

Los labios de Kanian, desesperados, besaron y lamieron su cuello, su clavícula y el nacimiento de sus senos. Ella, con su pelvis pegada a la de él, echó el cuello hacia atrás mientras masajeaba los pezones de él. Nïan gruñó satisfecho mientras tomaba su pecho derecho y lo lamía. En éxtasis, la joven lo agarró del pelo y él la inclinó hacia atrás y pegó su espalda al mullido colchón.

Allí el control fue total para él. Kanian era dominante y a ella le gustaba que él la explorase y tomase de ella aquello que se le antojara. Cuando él la besaba y la degustaba de ese modo, cuando él la tocaba y la marcaba tan profundamente, se sentía la mujer mas afortunada del mundo. Se sentía el tesoro de él, algo demasiado preciado que Kanian, como buen dragón, custodiaba y cuidaba para que nadie osase quitárselo.

Era tan bueno, tan amable, tan justo y tan inocente que el amor de él la hacía sentir que era más que una simple mujer y que una guerrera. No podía explicar qué era ese sentimiento pero ¿desde cuándo un sentimiento puede resumirse o intentar siquiera explicar con vocablos?

Nïan llevó la palma de su mano hacia su feminidad y la masajeó mientras gemía en el limbo en el que él la había inducido mientras devoraba su boca. Traviesa, con ganas de sentirlo ella también, llevó su pequeña mano hacia el miembro caliente y duro del joven y lo acarició en la punta. Kanian dio un respingo y un jadeo de placer y ella, satisfecha con su reacción, empezó a complacerlo.

Nïan, en respuesta a sus atenciones, introdujo dos dedos en ella y empezó a estimularla para prepararla para la penetración. Dioses, siempre tan atento con su persona, pensando antes en sus necesidades que en las de él. ¿Dónde podría encontrar a un hombre así? En ningún lugar. Nadie jamás de los jamases le haría sentir y experimentar tanto placer y gozo como él.

El orgasmo llegó a ella y Nïan aprovechó su éxtasis para apartarle la mano de su miembro erecto y colocarla encima de él. Galidel, asombrada, se vio encima del cuerpo del príncipe y al mirarle el rostro vio en él un brillo jocoso y pícaro en su mirada.

- Móntame, Gali. Hazme el amor, amor mío.

Abriendo mucho los ojos y con el corazón en la garganta por esas palabras tan hermosas, la joven, que de repente sentía una gran vergüenza y un gran nerviosismo, se alzó e introdujo a Kanian en ella. El placer que sintió al sentirlo tan dentro y tan duro fue sublime. Exhaló por la boca antes de comenzar a moverse con torpeza. Kanian, su caballero de brillante armadura, la tomó de las caderas y la ayudó. Henchida de gozo y perdida en las aguas del paraíso sexual, Gali se sintió poderosa por estar sobre él, por tener el control de las embestidas, por saber que ella le estaba haciendo el amor a él y que Kanian se había rendido a sus pies.

Confiaba en ella.

Sin pretenderlo, sin buscarlo, había domado al dragón y al hombre.

- Te amo, Nïan. ¿Crees que no quise salir corriendo a buscarte cuando supe que te habían apresado de nuevo? Me moría, me consumía pensando que sufrías y que yo no podía ayudarte.

- Gali...

- Sí, quería correr rauda hacia ti, pero Araghii me hizo comprender que con paciencia y trazando un buen plan, podría recuperarte sin problemas, sin que sufrieras más. Y esperé y esperé y esperé - recalcó cada vez que subía y bajaba sobre su miembro -. Prométeme que - los Dioses no lo quieran - si algo me separase de ti, si alguien me cogiera para hacerte daño, no actuarías sin pensar.

- Galidel - quiso rechistar él pero ella estaba a punto de alcanzar el clímax y algo le decía que él también por la mirada turbia y perdida en el placer que le dedicó.

- Promételo.

- Lo prometo.

Satisfecha, ella aumentó la velocidad, Kanian la aferró más de las caderas y los dos se perdieron juntos en el súmum, en la cumbre del acto amatorio con las manos entrelazadas, las palmas en las cuales había dos cicatrices iguales.

***

El reloj de su habitación le indicó que estaba a punto de amanecer y él todavía no había pegado ojo.

No podía después de su charla con Ydánia.

Cronos se pasó la mano por el rostro y se sirvió otra copa de vino. Siendo un Dios jamás se había emborrachado y aquella era la primera vez que lo hacía. La cabeza le daba vueltas y se sentía como fuera de su cuerpo, como si el lugar donde se encontraba no fuese real.

"Será mejor que pare."

Le iba a estallar la cabeza por el alcohol y la falta de sueño.

Unos golpes en su puerta empeoraron aquel decadente panorama y cuando se incorporó para abir la puerta tuvo que sujetarse en la mesa para no caer de bruces. El mareo se acrecentó y caminó pesadamente para ver quién sería. La sorpresa que se llevó al ver el rostro sereno de su hermana lo dejaron en el sitio.

Ella, sin decir una palabra, cerró la puerta y lo ayudó a tumbarse en su cama como si fuese un crío. Eso le molestó.

- ¿Qué haces aquí? - le preguntó con la voz pastosa por la embriaguez.

- Deberías estás durmiendo.

- ¿Has venido para semonearme de nuevo? - le recriminó. Ella negó con la cabeza mientras le quitaba las botas.

- No, he venido justamente por lo contrario. He venido porque sabía que estarías así.

- ¿Así cómo? - la retó.

- Borracho.

Gia soltó un gruñido.

- Giadel no se emborrachaba.

- Tienes razón, aunque cuando tenía mal de amores sí. Como tú.

Los dos hermanos se miraron fijamente durante un larguísimo minuto.

- ¿Qué quieres, hermana? - volvió a preguntarle con los ojos semicerrados. Ahora que se había acostado, el cansancio acumulado y los efectos secundarios del vino le estaban pasando factura.

- Ayudarte en esa locura que tienes en la cabeza.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó aturdido.

- Aunque sea una locura, voy a ayudarte a rescatar a Rea.


Nota de la autora:

Hola.

Debo deciros que a consecuencia de que he comenzado a la universidad no pudo subir tan seguido como antes y por ello, normalmente, subiré una vez a la semana, es decir, cada sábado.

Lo segundo que quiero deciros es una mala noticia y es que tengo daño en el brazo izquierdo y que tal vez me retrase con el siguiente capi. Éste lo he escrito aguantándome el dolor para escribir con las dos manos y no sólo con una. Al menos no es la derecha Xd. En fin nada más y buen fin de semana.


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