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Capítulo treinta y tres

Linea roja

Chisare era incapaz de tranquilizarse.

La Dama, en compañía de Pólvora y Mochuelo, había acudido al lugar donde Ydánia había abierto el portal mágico con destino a La Fortaleza por ordenes de su nieto siguiendo el rastro que había dejado Kanian a su paso.

No había sido muy difícil salir tras él puesto que había dejado un reguero de escamas color azul eléctrico por todo el recorrido que había seguido como la más veloz de las centellas. El lugar que habían escogido para poder hacer el ritual necesario para salir de allí a hurtadillas era espacioso y el sonido de las aguas subterráneas se escuchaba por todo el lugar creando un ambiente relajante para cualquier ocasión que no fuese aquella en la que la vida de muchos estaba en juego.

Debería haberlo previsto.

Era incapaz de dejar de repetirse esa frase una y otra vez mientras daba vueltas por el lugar. Pólvora se había recostado en la pared con la mirada fija en el portal y Mochuelo, asustado e inquieto, no sabía muy bien donde ponerse y se mantenía entre su compañero y Chisare. El joven había propuesto avisar a los demás generales de Nïan, pero ella consideró que avisar a Corwën y Gaiver sólo empeoraría las cosas.

Era mejor dejarlo tal y como estaba y esperar el regreso de su sobrino.

"Ya no puedo pensar en él simplemente como Giadel."

No, ya no podía comparar y con ello predecir el comportamiento de su nieto ante la nueva entidad que se había instalado en aquel cuerpo tan conocido y amado. Debería haber tenido en cuenta aquel factor y haberlo vigilado más. Actuar de aquel modo siempre había sido más propenso en Gali que en Gia, ¿cómo habría podido pensar que aquel joven tan prudente y cabal cometería semejante locura sin que su hermana lo indujera a ello?

Había pecado de ingenua.

Había caído en el yugo que ella misma se había colgado al cuello. Gia ya no era el mismo y jamás lo volvería a ser aunque ella lo amara y él la quisiera a ella como siempre lo habían hecho.

¿Y Araghii? ¿Cómo había sido capaz de hacer algo así y no comunicárselo?

Chisare se volvió hacia Pólvora y éste, al sentir sus ojos puestos sobre él, la observó a su vez. Sus ojos grises se posaron en los suyos y vio en ellos algo que no le gustó nada. Araghii no le había contado toda la verdad sobre su vida y, saber eso, la hería más de lo que le gustaría. Porque ella había sido sincera: no había nada que él no supiese. Conocía su pasado, el dolor de la pérdida de sus hijos y su esposo y, también, su dura infancia.

"Y yo... Yo sólo conozco fragmentos de todo el conjunto."

Podía comprenderlo. Era capaz de entender el entresijo tan complicado que era la vida de Araghii. Ella había tenido una vida dura y difícil, pero él la superaba con creces. ¿Qué más secretos le ocultaba? ¿Cuántas heridas perforaban y hacían sangrar aún a su corazón? Si le hablara... Si le contara todo aquello que lo atormentaba, Chisare sentía que sería capaz de salvarlo; de curar esas heridas.

Olvidar era imposible; los duros acontecimientos vividos en el pasado jamás desaparecían pero se podía llegar a algo más que a aprender a vivir con ellos o a enterrarlos e ignorarlos. Se podían curar. El amor, la comprensión y la aceptación - que no la compasión - podían hacerlo para, al echar la vista atrás, no romperte en mil pedazos y odiarte y odiar a aquellos que te lastimaron.

- ¿Por qué has nombrado antes a la reina? - La pregunta salió de sus labios sin que pudiera controlarlo. Pólvora, que tenía los brazos cruzados, no mudó su expresión.

- Creo, señora, que no me corresponde a mí contestar a vuestra pregunta.

- Él no va a contarme nada y lo sabes - se lamentó quedándose en el sitio y cesando así el continuo ir y venir por aquella gran cavidad formada en el subsuelo.

- Es algo difícil para él, señora. Aunque no lo parezca, Araghii es un hombre muy sensible: le afectan demasiado las cosas - le explicó apartando la mirada -. Se hace el fuerte, no le ha quedado otro camino en la vida, pero lo cierto es que es tan frágil como un plato de porcelana.

- Sonus y él... ¿tuvieron una relación? - se atrevió a preguntar.

- Hace muchos años de aquello - se limitó a decir Pólvora sin negar ni contestar la pregunta.

Chisare iba a continuar su interrogatorio cuando una fuerte corriente de electricidad estática salió del portal y que recorrió toda la sala. Un viento huracanado salió por él y sendas figuras borrosas cayeron justamente encima del círculo dibujado en tiza bastante emborronado ya.

Un rugido de rabia perforó los tímpanos de los presentes mientras un torrente de escamas les bañaban los pies. Mochuelo, Pólvora y Chisare fueron testigos de cómo Nïan, sujetando violentamente a Giadel por la camisa, lo arrastraba por el suelo hasta estamparlo contra éste con fuerza. Sin moverse del sitio,Tehr e Ydánia contemplaban a los dos jóvenes sabiendo que era mejor no intervenir. Araghii, al contrario, estaba completamente ausente, viviendo su propia pesadilla personal.

- ¡Te voy a matar, maldito traidor! - gritaba un Kanian completamente desnudo al haber recuperado su forma humana -. ¡Por tu culpa tiene a Galidel!

Con la furia recorriéndole la sangre, Kanian comenzó a golpear la cabeza y la espalda de Cronos contra el suelo una y otra vez. Necesitaba desquitarse, necesitaba sacar toda la impotencia y el dolor que anidaba en su alma.

Chisare, asustada ante aquella escena, quiso intervenir pero Tehr, anticipándose a ello, la sujetó.

- Es mejor que no lo haga - le aconsejó negando con la cabeza.

- Se van a matar - dijo casi sin voz mientras su mente intentaba comprender todo aquello y aceptar a su vez lo que las palabras de Nïan habían dicho. Pólvora y un Mochuelo lloroso, se apresuraron a ir al lado de su jefe y compañero.

- ¡¿Acaso crees que no me duele?! - gritó Cronos aferrando con fuerza los brazos de Kanian para detener su agresión. Los dos empezaron a rodar por el suelo hasta que Cronos quedó encima del cuerpo sudoroso de Nïan -. ¡Es mi hermana!

- ¡Y una mierda, vómito aberrante de basilísco! - lo insultó antes de hacerle una llave de lucha y lanzarlo por los aires.

Giadel pudo reaccionar a tiempo y logró caer bien en el suelo y rodar unos metros. Cuando se incorporó vio como la imponente figura de Kanian se acercaba a él. Unas gotas de sangre cayeron de su nariz al suelo y se las limpió con el dorso de la mano mientas respiraba con agitación.

- Ella no es tu hermana, escoria. No te importa un pimiento. Si lo hiciera, jamás habrías consentido ponerla en peligro -. La voz de Nïan apenas era un susurro, pero todos pudieron escuchar sus palabras al igual que se les heló la sangre porque ese tono de voz auguraba promesas de torturas y dolores infinitos.

La propia impotencia y dolor de Cronos se instalaron en su pecho y explotó. Fue imposible contenerlo por más tiempo puesto que no sólo había perdido al amor de su vida sino a algo que, desde que se había unido a Gia, se había vuelto incluso más importante: su hermana.

- ¡Sí que es mi hermana, maldita sea! - vociferó -. ¿Tú mismo lo dijiste, no? ¡Soy el auténtico Giadel! ¡Soy mortal y como tal puedo equivocarme! ¿De verdad crees que si hubiese sabido que ella estaba embarazada habría consentido que me acompañara? ¡Jamás la expondría a tal peligro ni a ella ni a mi sobrino!

Las lágrimas rodaban por sus mejillas cuando Kanian se puso a su lado y lo miró desde su altura. El puño de Cronos empezó a golpear el suelo de roca y no se detuvo hasta que los nudillos le sangraron y les faltó poco para que los rompiera.

- Todo esto... desde que me liberó el derrumbe de Lasede... Todo es culpa mía - se lamentó llorando sin esconder su dolor y sus sentimientos de culpa. No le importó mostrarse débil y desamparado ante Nïan ni ante todos los que estaban allí congregados -. Tenías razón - reconoció -. Ella desea casarse con él. Rea le quiere a él y me ha rechazado. Ir allí fue inútil. Ir allí... - Un fuerte sollozo le cortó el discurso y no pudo evitar echarse a llorar amargamente.

Chisare, siendo incapaz de soportar el dolor de su niño y el de saber que Gali estaba en las garras del enemigo, corrió al lado de Giadel y lo abrazó con fuerza mientras lloraba.

Kanian se quedó en silencio mirando como lloraba. Jamás imaginó que vería a alguien llorar de un modo tan desconsolado y afectado. Esas lágrimas y esa frustración eran terriblemente reales. Para ser más precisos, eran iguales a lo que él mismo sentía. Él también quería llorar y que lo abrazaran, pero su magia estaba en plena ebullición y la sentía vibrar dentro de su cuerpo y recorrerle la piel. Su cuerpo sudaba por el exceso de energía.

Necesitaba liberarla.

Necesitaba gritar.

Desahogarse.

- No vuelvas a acercarte a mí, Cronos. No quiero verte y nuestro trato puedes metertelo donde te quepa. Para mí ya no vale nada.

Sin que nadie lo detuviera, abandonó el lugar con los músculos tensos y la necesidad de liberar toda aquella carga de poder que su cuerpo era incapaz de contener.

Chisare contempló como se marchaba antes de abrazar con más fuerza a su desconsolado muchacho y clavar la mirada en todos los demás. Ther había regresado al lado de Ydánia y la estaba cogiendo en brazos. La joven estaba muy pálida a causa de la pérdida de sangre por la herida de su tobillo. Sin decir nada, el erudito se dispuso a seguir los pasos de Nïan para atender la herida de ella. Entonces, sin alargar más el momento, la Dama de Gea fijó sus ojos color miel en la figura de Araghii.

El general, de rodillas, estaba totalmente cubierto de sangre. El corazón le dio un brinco y se temió lo peor.

- ¿Está herido? - preguntaba Mochuelo con los ojos llorosos.

- No - negó Pólvora -. Esta sangre no es suya. Jefe - lo llamó -. ¿Araghii? ¿Me oyes?

El interpelado, sin mover casi ni las pestañas, no hizo el menor movimiento. El general oía voces, sentía voces y gente a su alrededor, mas era incapaz de escuchar nada y mucho menos de entender nada. Había un fuerte olor demasiado odioso para él que le estaba perforando las fosas nasales. Sus manos estaban pegajosas. ¿Qué era ese olor? ¿Era rojo el color de la sustancia que le manchaba las manos?

Alzó el rostro buscando algo que pudiera eliminar aquella neblina que lo confundía y, al hacerlo, unos ojos castaños tan claros como la miel lo traspasaron y la belleza de Chisare lo impactó y lo ancló de nuevo al mundo.

Su mirada lo hizo cruzar la linea roja entre la locura y el mundo presente.

La realidad se abrió sobre él y todo regresó a su mente.

Y gritó y su grito lleno de horror y de dolor se alzó mientras contemplaba la sangre de Sonus y se unió al grito de Kanian que, en el exterior, había mudado de piel y con su forma de dragón surcaba los cielos dejando salir su poder contenido. Una tormenta violenta se desató y un centenar de relámpagos estalló en el cielo encapotado de nubes negras.

Los acontecimientos históricos volvían a repetirse. Había diferentes protagonistas, todo había sucedido de forma completamente distinta, pero Gali como su madre Criselda, era rehén del enemigo y con ella su hijo.

El destino se burlaba de él.

***

Todas estaban en silencio.

Nadie se atrevía a decir ni una triste palabra y casi evitaban respirar mientras trabajaban con gran urgencia para tenerlo todo listo.

Rea, con la mirada puesta en el reflejo que le devolvía el espejo, veía sus ojos violetas completamente rojos por el llanto aunque, ahora, estaban completamente secos. Lidiva, con manos temblorosas, estaba peinando y adornando su cabello con centenares de pequeñas peinetas de granates que hacían juego con el color rubio ceniza de su cabello y el color de sus iris.

Así lo había querido su madre.

Al igual que el vestido.

Las costureras de la corte habían hecho un trabajo excelente en muy poco tiempo. Era casi una obra de arte colocada en su cuerpo. La tela era suave al tacto y fresca a la vez que, visualmente, no mostraba ninguna parte de la piel que cubría. De color morado, el vestido se ataba en el cuello y éste se abría a la altura de los pechos de forma vertical dejando ver sus atributos femeninos de forma elegante y decorosa. Por la espalda estaba completamente abierto aunque tres cintas negras fuertemente atadas lo mantenían sujeto en su cuerpo. La falda, con pliegues de colores fucsia y negro, tenía algo de volumen y dejaban al descubierto sus preciosos zapatos de tacón granate que se ataban en su tobillo y mostraban partes de sus pies.

Todo era demasiado hermoso, tanto que a Rea le dolía mirarlo y sentía ganas de arrancarse la prenda y prenderle fuego. El dolor en su pecho era muy grande y las ganas de llorar demasiadas, mas debía aguantar y mostrarse impasible, impertérrita y orgullosa.

Esas fueron las últimas palabras de Sonus cuando la joven llegó a su lado. Aquella visión fue horrible, mucho más que el recuerdo de su muerte como Eneseerí. Estaba tan desmadejada y llena de sangre que la muchacha fue incapaz de saber cómo abrazarla, como acunarla entre sus brazos para consolarla mientras su vida se le escapaba y, poco a poco, iba cayendo en las manos de la Muerte.

- Rea... no muestres tus...miedos se consecuente con la... vida que has elegido - le dijo casi sin aliento con sus últimas fuerzas -. Vas a ser la reina... una buena reina. Siéntete orgullosa... por haber sabido tomar la... decisión más difícil.

Los labios de Sonus dejaron de emitir vocablos, su pecho dejó de subir y bajar y sus ojos se quedaron mirando el infinito. Fue entonces cuando Rea gritó y lloró mientras los hombres de Lednar la custodiaban a una distancia prudencial para dejarle algo de intimidad. El rencor y el odio subieron por su pecho y el amor enterrado por Cronos mutó y degeneró a ese sentimiento que jamás había sentido por alguien de aquel modo tan visceral y fuerte.

Todo había sido culpa suya.

Si hubiese muerto y no hubiese ido a por ella, su madre estaría viva y podría estar ahora a su lado mientras sus doncellas la acicalaban y la preparaban para su matrimonio.

Habían pasado tanto tiempo preparando ese día y ahora...

El viento matutino trajo consigo el olor de la carne humana quemada y una de las doncellas se apresuró a cerrar la ventana para que la habitación no se impregnara del olor de la muerte. Sólo había pasado una hora desde que Kerri, ella y los demás habitantes de La Fortaleza habían comparecido en el patio para despedir a la reina madre como merecía.

Rea, con un sencillo vestido de lino rosa pálido, miró el semblante de Kerri. Sus preciosas y perfectas facciones mostraban dureza y sus ojos parecían afilados cuchillos perlados de toda clase de venenos letales. Ese era el mismo rostro que había mostrado cuando se había acercado a ella después de bajar de Tánatos, su descomunal dragón mecánico. Lednar se acercó a él y la presa de Kerri - la hermana de Cronos - pasó a las manos del general.

- Llévala a un lugar seguro. Luego me ocuparé de ella - le ordenó sin mirarlo a los ojos pues estos estaban completamente fijos en el cuerpo inerte y sin vida de su madre.

- Sí, majestad.

Con pasos completamente calculados, Kerri se acercó a su posición y se quedó observando el cadáver de Sonus durante unos instantes antes de girarse a una velocidad imposible y agarrar por el cuello a las dos Erinias que estaban volando a su lado. Rea, asustada, se llevó una mano al pecho. Una energía palpable para cualquier mortal e inmortal salía por el cuerpo del rey y sus ojos se oscurecieron alarmantemente. Las Erinias gimieron asustadas e intentaron zafarse del agarre de Kerri, pero éste ni se inmutó tal era el poder que contenía en sus brazos y manos.

- ¿Quién de las dos ha sido? - preguntó sin alzar el tono de su voz, cosa que hizo que todos los presentes sintieran un escalofrío de pavor.

- Señor, nos haces daño - corearon las dos con voces suplicantes y lastimeras.

- ¡¿Quién ha sido?! - vociferó ahora.

- Fue culpa suya - dijo Alecto como pudo -, se interpuso cuando intentaba matar a uno de los intrusos.

Ante sus palabras, Kerri las soltó y volvió su mirada hacia su difunta madre. Las Erinias, muy asustadas y amedrentadas, se esfumaron mientras el monarca se agachaba y acariciaba el rostro de Sonus con delicadeza. Sus dedos comenzaron a brillar y Rea y los demás vieron como las heridas de la reina iban cicatrizando no así su vida que ya se había marchado para fundirse de nuevo con el universo.

- Lo siento mucho, madre - dijo sin revelar como se sentía -, parece que tampoco esta vez te ha salido bien la jugada de abandonarme.

- No - dijo Rea mientras Kerri tomaba a Sonus en sus brazos -. Ella no quiso dejarte al igual que yo no...

La mirada abrasadora de él la silenció mientras se alejaba.

Al amanecer se dispuso todo para el último adiós y Rea, apoyada en el brazo de Kerri, contempló la deslumbrante belleza que mostraba su madre. Su rostro estaba lleno de paz y sus doncellas habían hecho un trabajo excelente. Su cuerpo estaba vestido con el más bello vestido de todos los que poseía la reina la cual lucía también sus mejores joyas y un ligero maquillaje en el rostro.

La canción de despedida reverberó por todo el lugar y ella, junto con Kerri, fueron los artífices a la hora de prender fuego a la madera donde reposaba el cuerpo de la reina. Cuando las llamas, avivadas por brea, se extinguieron por completo al haberlo consumido todo a su paso, el patio se vació y ella regresó a su dormitorio para prepararse.

Su enlace iba a celebrarse.

Era mejor así.

Era lo que ella había elegido.

La campana tocó y Rea, completamente preciosa y lista, se levantó del taburete bajo frente a su tocador y se volvió hacia la puerta. Sus doncellas la contemplaban maravilladas mientras Lednar, con respeto, le hizo una reverencia y extendió el brazo hacia ella. Con una inclinación de cabeza, Rea tomó la extremidad que le ofrecían y salió de su alcoba o, mejor dicho, de la que fue su alcoba.

Flanqueados por una comitiva de guerreros, los dos recorrieron todo el camino hasta el salón del trono. En la puerta, vestido con una camisa blanca de seda, pantalones y botas negras, una ligera capa roja anudada a su cuello con un cordón dorado y su corona sobre la frente, Kerri esperaba sereno a que Lednar le entregara a su futura esposa. Rea, conociendo el ritual del matrimonio, cogió la mano desnuda de Kerri y los dos entraron al salón del trono.

A lado y lado de aquella esplendorosa sala con una rica decoración artística, estaban congregados los nobles dejando el camino libro por el pasillo central. Los dos, sin soltar sus manos y con el único sonido de sus pasos y respiraciones, recorrieron el pasillo brillante hasta llegar al estrado del trono donde los esperaba Fralin, uno de los nobles que había pasado a ser uno de los nuevos generales de Kerri. Alrededor de la treintena y con una fisonomía de musculatura bien definida y gran flexibilidad, era un mestizo de exótica belleza. Sus ojos oscuros eran pequeños y muy rasgados y su tez morena contrastaba perfectamente con su cabello castaño con mechones rubios que llevaba recogido en una coleta.

El mestizo, con una reveréncia, le tendió a Kerri uno de los dos juegos de cadenas que tenía en las manos. El rey lo tomó mientras Fralin decía las tradicionales palabras que su padre había sido incapaz de erradicar a pesar de prohibir el culto a los Dioses de la Creación.

- Que comience la ceremonia. Urano, el Mundo, es testigo al igual que Gea; la Tierra.

Kerri se volvió hacia Rea y abrió uno de los dos grilletes engarzados a la cadena de oro blanco. Se lo pasó por el cuello y mientras lo cerraba recitó:

- Yo, Kerri, rey del Señorío e Hijo del Dragón, me uno a ti. Te entrego mi cuerpo, mi aliento y mi corazón para que sean uno solo-. Cogió el otro grillete y se lo pasó por la muñeca izquierda mientras finalizaba su parlamento antes de cerrarlo -. Te entrego mi vida, Rea.

Sabedora de que era su turno, la joven tomó la cadena entre sus manos mientras el sonido de la que levaba encima y la que portaba en sus manos se le metía en lo oídos.

Era real.

Estaba celebrando sus esponsales con Kerri, el hombre que siempre había querido como a un hermano y que jamás imaginó como esposo.

Pero ahí estaba.

Ya no podía echar marcha atrás.

"Tampoco lo pretendo. He tomado una decisión. No pienso seguir jugando al son de los Dioses. ¿Me oís, Urano y Gea? Se acabó jugar a algo que nos viene demasiado grande."

Decidida y sin que le temblaran los dedos, Rea abrió uno de los grilletes.

- Yo, Rea, hija de los Dioses, me uno a ti - dijo sorprendiendo a los presentes y viendo un brillo de curiosidad en los iris de Kerri -. Te entrego mi cuerpo, mi aliento y mi corazón para que sean uno solo. Te entrego mi vida, Kerri.

Clac.

El grillete se cerró en la muñeca derecha de Kerri y, antes de que ella apartara su mano de la suya, éste la acercó a su cuerpo y la besó con pasión. Los vítores y los aplausos hicieron eco en el salón del trono al igual que el grito:

- ¡Larga vida al rey y a la reina!

Una reina había caído pero una nueva se alzaba para gobernar al lado de su rey. Y ella, como nueva reina del Señorío, haría lo que fuese necesario para proteger a todos sus súbditos.

Había llegado el momento de dejar de ser cobarde y esperar a ser rescatada cual inútil princesa de cuento por su príncipe de brillante armadura.

Acababa de cruzar la línea roja que va de la seguridad al peligro.

Protegería su reino y a su esposo pasara lo que pasara.

***

El campamento estaba en completo silencio. Sólo el chisporroteo de las brasas del fuego y el sonido de los búhos y demás animales nocturnos rompían con el armónico hecho de no escuchar sonido alguno.

Nïan, sentado en la rama de un árbol, observaba el cielo estrellado completamente despejado. Bajo él, los primos Bidgoht y Arkul estaban haciendo el segundo turno de guardia. Arkul estaba sentado sobre una roca mientras su gigantesco pariente patrullaba los alrededores con su inseparable maza a la espalda. Habían partido del escondite activista aquella misma tarde con la promesa de Zarrel de unirse a él a los pocos días en Mazeks, el punto de encuentro de todos sus partidarios.

Después de todo lo ocurrido con su primo, Kanian más calmado y a la vez lleno de culpa y resentimiento, había convocado una reunión urgente con todos aquellos que lo habían acompañado y explicó lo ocurrido así como el trato que había hecho con el rey del Señorío: dentro de un mes tendría lugar la mayor batalla que Nasak hubiese visto nunca y el lugar elegido había sido las antiguas ruinas de Sirakxs.

No había tiempo que perder.

Debía regresar cuanto antes a Mazeks. Pero... ¿para qué? Kerri no lo sabía pero tenía en su poder la clave para matarlo de todas las foras imaginables e inimaginables. Galidel tenía su corazón y si ella moría no sólo moriría él con ella sino también esa vida que habían generado con su amor.

Su hijo o hija moriría y con él o ella su raza entera.

Nada habría tenido sentido. La vida de sus padres... su propia existencia y sufrimiento...

Todo habría sido en vano.

Nïan frunció el ceño y apretó los puños y los dientes cuando sintió la presencia de alguien non grato.

- Chicos, tomaos un descanso. Debo hablar con el rey.

¿Rey? ¿Rey de qué si todo estaba perdido antes de empezar? Sólo hacía falta que Kerri se enterara de la verdad para eliminarlo de la faz de aquel mundo de un sólo golpe.

Los hombres de Gaiver lo miraron buscando su consentimiento y Kanian, sabiendo que el imbécil de Cronos no se iba a marchar de allí hasta que lo enredara con alguna estratagema de las suyas, asintió con la cabeza. Bidgoht y Arkul le hicieron una reverencia y se marcharon ha su tienda. Cuando se quedaron solos, Cronos se dispuso a subir al árbol donde él estaba pero Nïan no lo pensaba consentir.

- No te acerques, Cronos. Te aconsejo que no pases del límite de donde estás. No te gustaría pasar de la línea roja porque te aseguro que, si lo haces, te haré pedazos sin que me importe el que seas el querido hermano de la mujer que amo.

- Kanian, no tenemos tiempo que perder para que sigas con tus rabietas.

El príncipe hecho fuego por la boca y humo por las orejas. ¿Rabietas? ¿Se estaba burlando de él?

- Te estás pasando - dijo conteniendo la rabia -. Cuida tu lenguaje ante mí.

- ¿O qué? - lo desafió Cronos subiendo al árbol con gran habilidad -. ¿Vas a matarme? ¿Vas a hacer lo que ese maldito de Kerri quiere?

- Para empezar, todo esto es culpa tuya - le reprochó.

- Y la asumo - confesó sin avergonzarse de ello -. Pero si no hacemos nada, dentro de un mes moriremos todos.

- Al menos estamos de acuerdo en algo - farfulló.

- Kerri desea el poder que Gali lleva en su vientre. No le hará ningún daño.

- ¿Intentas consolarme o consolarte a ti mismo? - le preguntó con los ojos echando chispas.

- Ni una cosa ni la otra. Me limito a decir los pasos que seguirá Kerri a partir de ahora. Está demasiado seguro de sí mismo y de los suyos y por eso nos ha dado un tiempo inimaginable para prepararnos y que debemos aprovechar.

- ¿Y cómo? - le exigió saber -. Todo lo que tenemos, nuestro ejército, está casi todo en Mazeks y si somos unos sesenta mil guerreros podemos aplaudir y darnos con un canto en los dientes. Mi idea jamás fue la de tener con Kerri un combate definitivo en un campo abierto, sino tener un proceso largo pero con mayor igualdad de condiciones.

El ejército de Kerri no sólo superaba su triste número sino que contaba con un ejército de Señores del Dragón y sus poderes de Dios del Tiempo. Kanian no podía competir con eso ni con la ayuda de Cronos, más que nada porque Cronos no era de mucha ayuda ahora que era un simple mortal.

- Por eso debemos hacernos más fuertes tanto tú como yo.

Nïan sonrió con sarcasmo ante sus palabras.

- ¿Ese es tu plan brillante? ¿Qué nos entrenemos durante todo este mes? ¡Ja! - rió sin sentir diversión alguna.

- Es lo único que podemos hacer para vencer. ¿No te lo dijeron los nigromantes que te capturaron? Tienes un gran poder oculto, Kanian. Debemos hacer que tu potencial de dragón salga a la luz - explicó con decisión.

- ¿Y cómo vamos a hacerlo? Nadie sabe mucho sobre los dragones y todo lo que yo sé es por lo que me dice el instinto. Ni Mequi ni Tehr han podido averiguar nada de mi raza entre las montañas de libros y papiros que lograron llevarse de Siraks hasta Queresarda.

- No estaba pensando en que te entrenara un hombre.

Kanian observó a Cronos como si éste se hubiese vuelto loco.

- ¿Entonces quien? ¿Tú?

- ¿Yo? - Gia negó con la cabeza y sonrió con suficiencia -. No gracias yo me ocuparé de lo mío y un dragón se ocupará de ti.

- ¿Qué estas diciendo? - preguntó sin comprender.

- Iremos al pasado al encuentro de Zingora. Él será quien te entrenará.



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