Capítulo treinta y dos
El rey entra en escena
- No esperaba vuestra visita en esta hora tan tardía, majestad.
- Lo siento mucho, Gremin.
- No hace falta que os disculpéis. Las puertas del Taller siempre están abiertas para el rey cuando éste lo precise.
Kerri sonrió alagado ante las palabras del ingeniero y siguió la estela del hombre hacia el elevador.
A pesar de ser noche cerrada y de que los habitantes de La Fortaleza estarían ya en su séptimo sueño, Kerri se sentía incapaz de dormir y eso no se debía exclusivamente al nerviosismo que le recorría la boca del estómago por estar a punto de casarse con Rea.
Había algo que lo inquietaba. Bueno, sería más preciso decir que había algo que lo intrigaba y que deseaba cerciorarse de su veracidad.
Después de ser investido rey del Señorío y haber heredado todo lo que una vez construyó su padre, él y Lednar habían descubierto que Xeral escondía múltiples secretos en su despacho privado. En él había sendos documentos y diarios donde su progenitor había anotado sucesos, ambiciones y experimentos muy interesantes y esclarecedores.
Ahora, el joven monarca podía entender mucho más el pensamiento de Xeral así como su modo de proceder y lo que esa cabeza malvada había estado maquinando las últimas décadas antes de que él lo matara.
Y aquella noche llegó el descubrimiento más interesante de todos.
Como Rea había decidido aquella noche no dormir con él - por motivos personales según le explicó sin dar ningún tipo de detalle -, Kerri había decidido seguir leyendo los archivos de su padre en completa soledad. El silencio era reconfortante a aquellas horas de la noche, algo que agradecía soberanamente después de estar expuesto al jolgorio prácticamente las veinticuatro horas del día.
Su ejército había logrado nuevos miembros y él había integrado a su séquito nuevos generales, así que la mayor parte de su tiempo lo pasaba rodeado con sus nuevos y fieles seguidores para ponerlos al día, entrenar con la espada y demás armas; y también en el manejo de los dragones mecánicos.
Y fue precisamente un documento de esa temática lo que llamó su atención y lo hizo hervir de curiosidad. ¿Sería cierto lo que allí había anotado? Era una idea descabellada y totalmente desproporcionada, mas, tratándose de su padre, no le extrañó en absoluto que le pidiese algo así a los ingenieros.
Gremin, con la soltura que le otorga el conocimiento de "su" taller, cerró la compuerta del elevador y bajó la palanca hasta el nivel menos cuatro. Kerri observó como la máquina más moderna jamás construida descendía y pronto sus ojos contemplaron lo que aquel edificio sencillo que parecía tan inofensivo de puertas para fuera, ocultaba en su interior una estructura metálica de grandísimas dimensiones de siete pisos con múltiples escaleras y elevadores interiores que permitían el acceso a todos los niveles.
En aquella edificación tan semejante a un hormiguero, se encontraban almacenados y bien cuidados todos los dragones mecánicos que su padre había mandado fabricar al igual que los lugares donde se realizaba dicha construcción y los almacenes de los materiales empleados.
A pesar de la tardía hora, el Taller estaba vivo y en movimiento. Todo estaba completamente iluminado por sendas lámparas que proyectaban luces anaranjadas en las paredes metálicas. El vapor de las máquinas se podía vislumbrar en el ambiente al igual que los gigantescos bidones donde se almacenaba el agua necesaria para que las máquinas pudiesen funcionar. Kerri vio algunos aprendices ocupándose de tareas menores - relacionadas con el mantenimiento o la limpieza- mientras la mayoría de sus compañeros y superiores descansaban en sus alcobas que se encontraban en el primer piso subterráneo.
Cuando el elevador de detuvo, Gremin le hizo una señal para que se apeara. Aquel hombre que rondaba los cincuenta y tres años era el ingeniero en jefe de aquella cuadrilla de más de cien trabajadores a la vez que el creador de aquellas máquinas voladoras tan letales y eficaces para el mantenimiento del poder legítimo del continente que estaba ahora en sus manos. Con una gran complexión y una altura considerable, tenía numerosas cicatrices de quemaduras en sus brazos y en el rostro a causa de experimentos fallidos y de algún que otro incendio.
No era fácil crear un dragón de acero como tampoco lo era el instaurar el potente combustible que permitían que aquellos seres inanimados expulsaran fuego por las fauces.
Los dos hombres comenzaron a caminar en silencio y el monarca lo agradeció. Germin le gustaba, era un hombre que no se iba por la ramas como tampoco era el típico adulador. Era un hombre práctico, serio y, ante todo, un gran profesional dentro de aquella disciplina tan novedosa en su reino.
El ingeniero lo guió por aquel piso caminando por pasarelas de metal para ir dejando atrás sala tras sala donde estaban, en completo reposo y completamente limpios y relucientes, los distintos dragones. Ver aquellas máquinas hizo que sus pensamientos volasen hacia su dragón perdido y que una punzada de añoranza le atravesara el corazón.
Extrañaba a Zorek a pesar de que era una simple máquina que aquel gran ingeniero había creado para él años atrás. Y aun así, aun sabiendo que Zorek era algo sin vida, había sido algo muy importante para él; un amigo inseparable con el que había combatido en numerosas batallas y que había perdido en la última batalla con su primo. Y, para más inri, ese maldito de Cronos se había apoderado de su dragón en una especie de burla macabra del destino.
"Bien, yo me apoderé de tu cuerpo y tú de mi dragón. Estamos en paz."
- Cuando habéis acudido a mí esta noche, creía que era para el encargo de una nueva montura - habló el ingeniero al percatarse del modo en el que estaba observando a la mitad de los componentes de su ejercito.
- Te mentiría si no te dijese que había pensado en encargarte una nueva, pero los informes de mi padre son la verdadera causa de mi visita - dijo Kerri apartando la mirada anhelante de los dragones -. ¿Algo como eso es posible? - dijo completamente lleno de curiosidad.
- Bueno, no voy a negaros que, en un principio, pensé que vuestro padre no estaba muy en sus cabales cuando me pidió ese encargo. Pero, con el paso de los años, hemos ido mejorando en demasía y, hace unos días, hemos podido finalizarlo. Os habéis adelantado a la sorpresa que tenía para vos, majestad. Habría sido un bonito regalo de bodas.
Kerri sonrió y, cuando llegaron a la última sala de aquel piso, no pudo evitar jadear y quedarse completamente maravillado y sorprendido por lo que sus ojos amarillos estaban contemplando.
- Aquí esta, mi rey, el arma más letal y mortífera jamás creada.
Sobre un pedestal de acero, majestuoso y brillante, sujeto por múltiples cadenas en cuello y alas, había el mayor dragón mecánico fabricado hasta la fecha. Medía diez metros de alto por veintisiete metros de largo y no se parecía en nada a los demás dragones fabricados hasta la fecha. Su cuerpo parecía estar vestido con escamas reales del color de la plata y sus garras afiladas eran negras al igual que las cuencas de sus ojos y los cuernos que le sobresalían de la cabeza.
- Como podéis imaginar, no fue sencillo construir algo de semejantes proporciones. Tuvimos que hacer nuevos moldes para las piezas al igual que un trabajo artístico sublime que los otros no tienen para asemejarlo lo mejor posible a un auténtico dragón. Tampoco fue sencillo implantarle el depósito para el combustible y más de uno de mis hombres ha quedado mutilado o ha muerto en esa parte tan peligrosa del proceso.
- Es magnífico, Gremin - dijo con la voz entrecortada mientras se acercaba al espectacular dragón -. Es mucho más de lo que me había imaginado al leer el documento y al ver los planos.
- Desde luego, majestad. Ha sido un largo trabajo que ha merecido la pena salvo por un detalle.
- ¿Cuál?
Gremin suspiró.
- Nadie puede montar en él.
Esa revelación hizo que el joven rey frunciera el ceño.
- ¿Por qué?
- Porque es imposible que una sola persona pueda montarlo. Se necesita una grandísima cantidad de sangre para poder hacer que se mueva - explicó el veterano ingeniero-. La máquina funciona, os lo puedo garantizar, pero necesitamos que seis ingenieros se conectaran a él para que este gigantón moviera una sola pata.
Así que aquella colosal montura funcionaba a la perfección pero nade en su sano juicio la montaría en solitario si no quería perder toda su sangre - y con ello su vida - en vano.
Kerri, sumido en sus pensamientos, subió los tres peldaños que conducían a la tarima y contempló para su satisfacción que de la pata delantera izquierda habían construido una ingeniosa escalera a partir de las escamas que rodeaban todo aquel armazón de acero.
- ¿Puedo subir? - preguntó.
- Como guste su majestad, pero ni se os ocurra conectaros los tubos - aconsejó el hombre. Kerri soltó una risita divertida.
- Tranquilo mi buen Gremin, no estoy tan loco como mi padre.
"O al menos no tanto."
Con gran facilidad, el Hijo del Dragón subió aquella especie de peldaños de escamas y se encaramó al cuello del dragón. Contempló el cómodo sillar que habían construido y la multitud de cables que reposaban allí encima y el brillo asesino de las puntas de las agujas. Kerri recordó el dolor que experimentaba siempre que se conectaba a Zorek y la sensación de ir perdiendo la vida poco a poco. La desconexión, aunque siempre era un alivio, era más dolorosa que la conexión y dejaba de regalo unas bonitas marcas que, poco a poco, iban tornándose cicatrices. Ahora, en su nuevo cuerpo, no tenía ninguna de aquellas marcas que solía ocultar con vendas, camisas de manga larga o pulseras anchas de cuero.
No le gustaba el color amoratado de sus brazos después de conducir a Zorek durante mucho tiempo pero tampoco era capaz de no salir a volar con él. Si había algo que hacía que uno pudiese sentirse verdaderamente libre, ese algo era la capacidad de volar.
- ¿Qué puedo hacer contigo? - preguntó de forma retórica con un susurro.
Lo cierto es que su pretensión era poder usar aquella creación tan magnífica y no estaba dispuesto a darse por vencido por mucho que Gremin le hubiese asegurado que era imposible montarlo. ¿Imposible? Esa palabra ya no estaba en su diccionario personal. Por supuesto que no; ahora era prácticamente un dios y, como tal, podía hacer cualquier cosa.
¿Pero cómo?
Kerri saltó grácilmente sobre la cabeza del dragón y la contempló mientras apoyaba una mano en uno de sus cuernos negros. Un chispazo recorrió la palma de su mano y eso hizo que se apartara de un salto cuando sintió que un torrente de poder salía de su cuerpo hacia la máquina. ¿Qué quería decir aquello? El chico se miró la mano y después al dragón. ¿Sería posible...? Una idea cruzó su mente y sonrió. ¿Por qué no? No perdía nada probandolo y, en cambio, tenía mucho que ganar.
Concentrando su poder interior, el monarca se arrodilló y colocó las dos manos encima de la cabeza del animal sin vida y dejó que aquel torrente saliera de él y bañara completamente al gigantesco ser de acero. Si Cronos había sido capaz de crear seres a partir de la nada, ¿por qué no podría hacer él lo mismo? Incluso lo suyo sería mucho más sencillo pues ya tenía el recipiente creado y únicamente debería insuflarle la vida.
Al cabo de unos instantes, Kerri sonrió cuando notó que, bajo sus pies, aquel montón de acero comenzaba a moverse. Escuchó con satisfacción como el ingeniero jadeaba y susurraba el nombre de los Dioses de la Creación mientras las cadenas que sujetaban a la máquina tintinearon cuando ésta movió las alas y la cabeza. Sin dejar de sonreír, el rey se irguió y miró feliz a su pobre súbdito.
- ¿Qué te parece? Ahora seré capaz de montarlo sin problemas.
- Es... un milagro - susurró el pobre hombre fascinado por la muestra de poder de su rey.
Y entonces, en ese momento de euforia por parte de Kerri al haber logrado su propósito, sintió una alteración en el espacio y en el tiempo que le erizó el vello y hizo que sus ojos mirasen hacia arriba. Sintió un ser con un poder muy similar al suyo.
- Cronos - susurró.
Pero había algo más, un extraño poder latente que se mezclaba en un cuerpo. ¿Dos flujos temporales en uno? ¿Sería posible que...? Sí, lo era y así se lo confirmó la visión de su padre Xeral que, de la nada, se había materializado a su lado y, con una sonrisa sardónica, lo contemplaba desde el asiento del dragón.
- Han venido para jugártela, hijo - le dijo su padre con toda su belleza juvenil y vestido con su armadura ceremonial de príncipe de Arakxis. Sus ojos pintados completamente de negro hacían resaltar el fulgor anaranjado de sus iris.
- Pues no van a salirse con la suya - le susurró mientras bajaba del dragón.
No. Ya había previsto algo así y estaba completamente preparado.
- Prepara a esta preciosidad, mi buen Gremin y llama a tus ayudantes. Hay enemigos en La Fortaleza y es hora de que mis nuevos Señores del Dragón demuestren los frutos de su entrenamiento. Quién sabe si mi primo no vendrá para hacerme una visita también.
El ingeniero le hizo una reverencia antes de acercarse a la pared y accionar un botón. Un penetrante sonido semejante al de una trompeta empezó a sonar por todo el complejo taller y Kerri observó a Gremin apresurarse a conseguir una cuadrilla para quitarle todas esas cadenas a su dragón.
Tánatos ya no las iba a necesitar.
***
Galidel no podía creer que las cosas hubiesen salido tan soberanamente mal.
Había sido un completo error ayudar a su hermano en aquella empresa condenada al fracaso, pero había sido imposible para ella no auxiliar a su gemelo y participar con él en cualquier empresa que se propusiera. ¿Cómo no iba a hacerlo? Siempre se habían ayudado mutuamente desde bien pequeños y él siempre la había respaldado incluso en sus travesuras.
Pero aquello se había agravado y complicado de un modo que habría sido imposible de prever. Todo podría haber salido más o menos bien, pero el destino le había jugado una mala pasada a su pobre Gia y también a Araghii.
- Araghii, tenemos que irnos. Nada podemos hacer por ella y si mueres su sacrificio habrá sido en vano.
El hombre sostenía el cuerpo casi sin vida de la reina con los ojos secos y sin brillo. Todo su cuerpo estaba en tensión y la joven temió que no pudiese hacerlo reaccionar. Para su sorpresa, Araghii dejó que ella lo levantase y la siguió en completo silencio con los ropajes manchados de una sangre que no era suya sino de la mujer a la cual había amado en su juventud.
Había que salir de aquella trampa mortal lo más pronto posible.
Ya había corrido demasiada sangre.
Pero ninguno de los cinco tenía potestad alguna para decidir cómo iba acabar aquella infiltración fallida.
El sonido tétrico de las risas divertidas de las Erinias le heló la sangre. Recordó las afiladas garras de la fallecida Tisífone en su pierna la cual cortó como si se tratase de un bloque de mantequilla y no de un trozo de carne con músculos y hueso. La joven, que portaba su arma desenfundada, miró por encima de su hombro y vio a las dos hermanas volar por encima de ellos con visible diversión en sus rostros horrendos aunque, también, con cierto miedo hacia su hermano al que ellas llamaban "devorador cósmico".
- Hermano - lo llamó temerosa de que él se encontrase en un estado parecido al del contrabandista. El hombre, curtido en la batalla y por la dura vida que había llevado, parecía estar en una especie de trance y, con la mirada perdida, se limitaba a seguirla porque ella lo sujetaba.
- Corre - fue lo único que le dijo él -. No se acercarán si quieren seguir con vida.
- ¿Has escuchado, hermana? - se burló Megera -. Ese apestoso mortal que devoró a nuestra hermana insinúa que le tenemos miedo.
Alecto, tomando velocidad, se plantó ante ellos contándoles la ruta de escape que estaba a pocos pasos. Tehr, que iba en cabeza con Ydánia a cuestas, se detuvo y logró evitar con una certera finta el ataque de Alecto. La Erinia rió con una sonrisa afilada mientras la nigromante se estremecía ante esos seres que habían atacado los bosques y que habían logrado poner casi en jaque a Kanian y a sus hombres. La imagen de Cascabel, uno de los hombres de Araghii, completamente despedazado acudió a su mente y se aferró con más fuerza al cuerpo del erudito.
- Desgraciada.
Cronos, recuperándose del duro golpe que le había asestado Rea, dirigió la hoja de su espada hacia la Erinia y está, con cierto temor, se alejó de él aunque eso la acercó más al portal del jardín.
- ¿Quieres pasar, devorador? - le preguntó maliciosa.
- Aparta, Alecto, si quieres seguir con vida - le advirtió.
Una presencia a su espalda lo hizo girarse justo a tiempo para evitar las garras de Megera la cual se apresuró a colocarse al lado de su hermana.
- No vais a pasar - le aseguró la Erinia sacandole la lengua cual chiquilla traviesa. Y lo único que esas dos no eran era precisamente chiquillas.
¿Qué podían hacer? Tanto por delante como por detrás tenían enemigos poderosos a los que no podían hacer frente. Hacer marcha atrás no era una opción porque no podrían huir por ningún sitio, pero ir hacia delante era más peligroso aún. Cronos no se sentía en condiciones de enfrentarse a las dos a la vez. Por mucho que su poder hubiese aumentado con la absorción de Tisífone, su estado emocional no le permitía concentrarse para usar sus poderes.
Siendo un Dios todo era fácil pues su poder era su otra fuente vital: usar sus dones divinos era tan sencillo como abrirse las venas y dejar fluir la sangre salvo que no debía herirse para que su fuerza inmaterial se manifestara. Ahora, en el momento que más necesitaba aquel poder, era prácticamente incapaz de usarlo.
"Debo hacer algo, lo que sea."
Giadel apretó la mano con la que sujetaba la espada y contempló a las criaturas que él mismo creó. Debía vencerlas como fuese para lograr que se apartasen de su camino. Kanian no estaba allí para ayudarlos. Él, Cronos, debía salvar a sus amigos y a su hermana. El peso de la responsabilidad y la comprensión se abrieron paso en él y puso, al fin, entendió a Kanian: sus dilemas y las precauciones que siempre quería tomar a la hora de trazar algún plan de ataque.
Entendió por qué prefería sacrificarse él antes que a los demás a causa de saber que no podía morir si Galidel no lo hacía a su vez. El peso de la consciencia de uno cuando se comete un error imperdonable es demasiado grande.
- Fuera de nuestro camino.
La voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos mientras acumulaba parte de sus poderes temporales. Su gemela, con Araghii tras ella, estaba apuntando a las Erinias con su espada desnuda, afilada y con sed de sangre.
- Gali... - musitó atónito por el arrojo de ella. Y es que así era su hermana mayor, temeraria y valiente a la vez, siempre en primera línea para atacar en primer lugar.
- ¿Qué nos harás si no nos apartamos? ¿Nos matarás? - se jactó Megera agitando sus manos en el aire fingiendo que temblaba por un miedo que estaba muy lejos de sentir.
Cronos, al ver a las hermanas distraídas, estaba a punto de atacarlas cuando sintió un poder grandísimo a escasos metros de él. Gia se volvió hacia su hermana con los ojos muy abiertos al comprender que la fuente era ella. Ydána y Tehr también sintieron aquella desmesurada acumulación mágica y la nigromante pudo sentir cómo se arremolinaban en él la luz y la oscuridad.
- Haré algo mucho peor puesto que la muerte sería un final demasiado dulce para vosotras.
Las manos de Galidel vibraban y la joven sentía que ardía por dentro. Si hubiese podido mirarse en un espejo, hubiese podido contemplar estupefacta cómo sus iris cambiaban de color a un intenso granate con destellos azulados.
Al igual que habría podido ver una gigantesca criatura voladora acercarse a ellos desde el aire y por la espalda.
- Mami, el hombre malo.
Galidel dejó caer su acero al escuchar de nuevo aquella voz que ya había escuchado anteriormente dentro de su cabeza; una voz que utilizaba el mismo sistema de comunicación que Nïan cuando estaba en su forma de dragón.
"No puede ser."
Se llevó una mano al vientre mientras se giraba para ver a un inmenso dragón mecánico con las garras extendidas hacia ella y la apresaban.
- ¡Galidel!
El grito de horror de su hermano le perforó los oídos mientras dos férreas manos engalanadas con unas magníficas garras la sujetaban amenazadoramente por el cuello y la cadera en el cuello de aquella terrorífica máquina voladora.
- Yo de ti no me movería, preciosa.
- ¡Suéltala Kerri! - gritó Cronos mientras sus Erinias volaban cerca de su nuevo amo.
- Eso no va a ser posible, escoria - dijo sin alterar su tono de voz.
- Papi, papi - dijo de nuevo aquella voz desde el interior de la mestiza.
La joven miró hacia el portal con un resquicio de esperanza y de él vio salir la figura majestuosa y poderosa de Nïan en su forma de dragón.
- Bienvenido a mi hogar, primo - lo saludó Kerri cuando los ojos de Nïan se clavaron en su figura -. Yo que tú me quedaría muy quieto y tranquilo puesto que, si no lo haces, tal vez se me resbale la mano y haga daño a tu putita. Y, si eso ocurriera, te aseguro que no perdería una pierna, sino algo más peliagudo que ni tú ni el hijo que lleva en su seno podríais sanar.
Una lágrima se deslizó por el lagrimal de Galidel mientras contemplaba el rostro dragonil de Kanian el cual parecía estar desconcertado, agitado y más confundido que una brújula estropeada. ¿Qué acababa de decir su primo? El joven dragón contempló a su amada y vio las lágrimas recorriendo sus ojos. No podía ser cierto... No podía ser verdad que ella...
- Oh, vaya - dijo Kerri fingiendo arrepentimiento -. Pensaba que el afortunado padre sabría que su puta estaba en estado de buena esperanza, pero parece que he sido algo indiscreto. Lo siento, querida - se disculpó con la joven mostrando una gran dosis de ironía -, no quería aguarte la noticia.
- Déjala, Kerri - pidió Kanian más que ordenó hablando a través de la mente a todos los presentes. Estaba demasiado dolido y aturdido para sonar amenazador como con el rugido anterior. ¿Por qué Galidel no le había dicho nada? ¿Por qué tenía que enterarse de que iba a tener un hijo de aquel modo tan ruin y desagradable? ¿Por qué Galidel había tenido que ayudar a su hermano y caer en las garras de su peor enemigo?
- No - se negó él tajante y abandonando el sarcasmo para adoptar un tono serio y autoritario -. Ella a entrado en mi hogar, en mi territorio, sin mi permiso y no pienso soltarla. Se podría decir que es mi botín de guerra - añadió con una sonrisa.
- Si no la sueltas...
- ¿Qué? ¿Me estás amenazando querido primito? - Kerri soltó un bufido -. Creo que no acabas de entender dónde te encuentras. Por si no lo sabes, estás en La Fortaleza y tienes ante ti a una pequeña parte de mi ejército de Señores del Dragón y, aun así, ¿pretendes asustarme? ¿A mí que soy el rey?
- No el legítimo.
- Puede que no sea "el elegido de los dioses" o " el destinado a reinar" - recitó - pero mi poder sí que es legítimo porque los nobles de este continente me han jurado vasallaje y con ello aceptan mi gobierno.
Kanian gruñó ante esa gran verdad recordándole el motivo de su lucha y la dificultad de conseguir aquello que era suyo por derecho tanto hereditario como divino.
- Es mejor que te quedes quietecito, Giadel - dijo Kerri sin apartar la vista de Kanian y sin soltar a su presa -. Si no quieres que tu hermana salga lastimada, no interrumpas con trucos baratos.
Nïan observó a Cronos el cual había estado preparando algún tipo de ataque para liberar a su hermana. Las miradas que los dos se cruzaron estaban llenas de reproches, insultos y amenzas por parte del dragón por haber osado ponerla en peligro sólo por una mujer a la que no veía por ninguna parte.
"Todo ha salido mal."
Y lo peor de todo era que Kerri tenía a Gali en su poder y eso ponía a Nïan en jaque. La partida estaba prácticamente ganada.
No, ya lo estaba.
- Me cambio por ella. Libérala y quédate conmigo - le dijo a su primo.
- ¡No! - gritó la mestiza sin importarle lo más mínimo estar en los brazos de su peor enemigo.
- Lo lamento, Kanian, pero debo rehusar tu oferta.
- ¿Cómo dices?
¿Acaso su primo se había vuelto tan loco como su difunto padre?
"No, es más listo que él."
- ¿Lo entiendes ya? - le dijo como si pudiese leerle la mente -. ¿De qué me sirves ya, Kanian, si en el vientre de esta mujer está creciendo un nuevo dragón? Este dragón será completamente mío y lo criaré de tal modo que será mi marioneta: hará todo lo que yo le ordene. Tú ya no me sirves para nada.
La mano que había estado sujetando la cadera de Gali ahora le estaba acariciando el vientre donde residía su bebé nonato, un nuevo dragón. La rabia encendió el cuerpo de Kanian y sintió ganas de expulsar una fuerte llamarada que abrasara a todos aquellos desgraciados que estaban ante él impidiéndole salir de allí con la mujer que amaba: con la madre de su hijo o hija.
"Cronos, te haré sufrir por esto."
- No vas ha salirte con la tuya - le aseguró él.
- ¿No? - Kerri sonrió triunfante -. Creo que ya lo he hecho.
Kanian, influido por la ira, se precipitó contra Kerri y éste, sobre aquel dragón que lo superaba en proporción, lo golpeó con un movimiento rapidísimo de su cola. Nïan fue alcanzado de pleno y salió disparado a lo lejos. Con un gran esfuerzo pudo evitar caer al suelo y recuperó el equilibrio en el aire.
- Estás perdido, Kanian. Yo soy más fuerte que tú y los cuatro imbéciles que hay ahí abajo. ¿No lo ves? Estás rodeado.
Nïan agachó la cabeza sabiendo que él tenía razón.
- Pero, a pesar de todo, no soy tan malo como crees y como todos los tuyos os empeñáis en pensar - dijo de nuevo completamente serio encima de su dragón mecánico que parecía más vivo que los demás.
Entonces fue cuando se dio cuenta de que Kerri no estaba conectado a él y que éste se movía igualmente. ¿Cómo habría logrado aquello? Estaba claro que, cada día, el hijo de Xeral era más fuerte y que estaba aprendiendo a usar los poderes de Cronos a una velocidad alarmante.
- Para que veas que poseo honor, voy a dejar que tú y tus compañeros os marchéis de aquí.
¿Qué?
¿Había escuchado bien?
- Dentro de unas horas van a celebrarse mis nupcias con Rea, mi prometida, y quiero que sea un día perfecto y que nada más lo mancille. Después voy a tener una magnífica luna de miel con mi esposa que durará un mes. ¿Lo oyes? Un mes. Te doy un mes para que te prepares para nuestra batalla final que tendrá lugar en las ruinas de Sirakxs. Allí nos enfrentaremos a muerte con nuestros ejércitos y te destrozaré - le prometió con dureza.
¿Qué se suponía que era aquella propuesta? ¿Un pacto? ¿Un acto de bondad o de soberbia?
Era una estrategia en toda regla.
Un modo de humillarlo ante sus hombres y acabar con todos los activistas de un plumazo.
- ¡El portal va a cerrarse! - gritó Ydánia que cada vez estaba más débil por la perdida de sangre.
- ¿Oyes a esa traidora? - le preguntó Kerri con Galidel demasiado cerca de su cuerpo -. Será mejor que le hagas caso y que os vayais. Por cierto científica; no habrá una tercera vez para tus juegecitos de magia negra, así que no vuelvas a intentarlo o te mataré.
La científica tragó saliva ante las palabras del rey.
- ¿Cómo sé que me estás diciendo la verdad? - preguntó Nïan.
- Porque estás vivito y coleando al igual que ese cabrón de ahí abajo que ha venido aquí a robarme lo que es mío. Quien la hace la paga, mortal - le restregó a Cronos -. Al final yo te he robado a ti ¿no? Porque ella se queda conmigo, Kanian. Es la garantía que me dice que vendrás a la cita.
- Ni se te ocurra hacerle daño - le advirtió Nïan.
- Por supuesto que no. En ella hay algo demasiado preciado. Te juro que será tratada como merece por llevar en el vientre a un nuevo dragón. ¡Y ahora largo!
Aquel grito de Kerri, acompañado por una fuerza invisible, arrojó a todos los intrusos al interior del portal el cual desapareció después de que el último de ellos lo traspasara abandonando a su suerte a Galidel, la nueva cautiva del rey.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro