Capítulo treinta y cinco
Un nuevo rumbo hacia el final
Toda La Fortaleza dormía a unas pocas horas del amanecer. Incluso los sirvientes, que solían levantarse antes del alba, estaban dormidos en sus pequeños pero arrecojidos aposentos en el ala de la cocina.
La fiesta celebrada después de los esponsales del rey habían durado hasta más tarde de la medianoche. La comida, el alcohol, la música y el baile habían corrido más rápido que un buen chisme en el mercado en el interior del gran salón principal especialmente construido para los imponentes festejos.
El banquete había sido excelente. Los criados habían dispuesto en las diferentes mesas los más deliciosos y exquisitos manjares. Había faisanes rellenos de frutos secos y miel, cerdo asado decorado con manzanas asadas, perdices guisadas con patatas y romero, panecillos dulces y especiados, tartaletas con todo tipos de frutas, tartas, pasteles y un largísimo etcétera.
Como era lógico, el buen vino especiado había sido engullido en grandes cantidades y el jolgorio estuvo presente hasta el momento en que los recién casados se marcharon para poder consumar totalmente su unión.
Kerri, que parecía el único ser viviente despierto de todo el complejo fortificado, descendió las escaleras mientras se colocaba bien el chaleco sin abrochar sobre su cuerpo recién aseado. Una sonrisa bobalicona y satisfecha adornaba su hermoso rostro. Estaba de un buenísimo humor y no era de extrañar puesto que, al fin, había logrado lo que siempre había ansiado: ser feliz.
¿Qué otra cosa podría desear un ser mortal? Kerri siempre había creído que aquella debería ser la finalidad de la vida: encontrar aquello que proporcionara una auténtica felicidad hasta el momento de la muerte. A diferencia de su padre que creía que la finalidad de la vida era el poder, es decir, controlar la vida de todos y ser tan poderoso e importante como un Dios, para él eso era totalmente secundario.
El recién casado consideraba que, aquel verdaderamente digno de ostentar el poder de la gobernáncia, debía tener ciertas cualidades para ostentar ese cargo. Esas cualidades eran: carisma, empatía, bondad, autoridad, sentido de la justicia, sabiduría y el haber nacido para ello.
Por mucho que algunos hombres o mujeres se empeñasen en ostentar poder o desear ejercerlo, no todos tenían las cualidades necesario y mucho menos el don innato metido en la sangre. Para gobernar, uno debería haber nacido para ello, debería estar tocado con esa Gracia divina. Y, en ese mundo, sólo él y Kanian tenían ese don.
Don que los había convertido en enemigos.
El monarca sabía reconocer las cualidades de los demás y, sobre todo, del enemigo; una de las grandes diferencias que lo distanciaban de su padre como estratega. Él no se creía superior a los demás como Xeral y eso hacía que consiguiera hacerse una idea real de su contrincante y no menospreciar al enemigo por arrogancia. Era por ellos que - aunque no lo reconociese en voz alta - estaba completamente seguro de que Kanian sería un buen rey.
"Pero yo también lo soy."
Nadie podía discutirlo. Ninguno de sus súbditos podría señalarlo y decir de él que abusaba de su poder.
¡Eso no lo haría jamás!
Las mejoras para el Señorío acababan de comenzar. Kerri había devuelto la oficialidad al culto de Urano y Gea, como, además, el uso de los dones de las Damas de Gea. También había bajado los impuestos de los más desfavorecidos y había encargado labores de mejoras de carreteras y limpieza de monstruos. Últimamente habían aumentado las plagas de gusanos tifoides en las zonas del interior al igual que las incursiones de los Trolls en algunos poblados pequeños.
Su política estaba en marcha destrozando completamente la obra de su padre.
- Majestad.
Lednar, su más fiel amigo, lo llamó cuando el joven rey estaba a punto de llegar a la puerta que conducía a las mazmorras. Como siempre, dos soldados custodiaban la reja que protegía el elevador conductor hacia los niveles inferiores y, al verlo, entrechocaron sus talones y se pusieron bien firmes.
- Su majestad - lo saludaron con sumo respeto. Kerri correspondió su lealtad con una inclinación de cabeza.
- Buenas, soldados. Lednar - saludó educadamente -. ¿Está todo bajo control? - le preguntó a su fiel general.
- Sí, mi rey. Todo esta perfectamente - le aseguró con una segura y radiante sonrisa.
- Bien, vayamos a verla.
Los soldados se apresuraron a abrir la reja y a dejar pasar a los dos hombres antes de cerrarla. Lednar bajó la palanca hasta el número menos dos y la maquinaria encargada de hacer mover aquel armatoste de metal, se puso en movimiento con un suave chirrido. Con el resguardo de la tenue oscuridad en el elevador, Kerri bostezó. Estaba agotado puesto que había sido un día muy largo y la noche anterior casi no había dormido. Parecía mentira que aquella mañana hubiese incinerado a su madre para, a las pocas horas, casarse con Rea.
"Pero lo mejor fue lo que estuve haciendo con ella toda la noche."
Desde luego que aquello había sido lo mejor. Dioses, había fantaseado con el cuerpo de Rea desde que la joven tuvo la edad suficiente para mantener relaciones sexuales con un hombre. Cada vez que iba al encuentro de alguna mujer de alta cuna dispuesta a tener sexo con él o con prostitutas de lujo, se imaginaba haciéndole el amor a Rea. Pensaba y hacía todo lo que, en verdad, quería hacerle a ella y a ese cuerpo apetitoso, suave y carnoso.
Aquella noche pudo y fue mejor de lo que podría haber imaginado. Kerri sabía que Rea no era virgen y que había tenido relaciones con Cronos, cosa totalmente inevitable. No le importó. Ella lo había elegido a él y eso lo había hecho inmensamente feliz. Era la primera vez que alguien lo escogía a él antes que a nadie. Después de haberlo abandonado y de que él le hubiese obligado a regresar a su lado, ella, finalmente, había decidido quedarse.
La fiesta continuaba en el gran salón mientras los dos monarcas del continente entraban en los aposentos del rey. Kerri, sabiendo que Rea estaba sumamente triste y herida por la muerte de su madre, estaba dispuesto a no obligarla a nada y a descansar durante unas horas antes de ir a ver a su prisionera. Por ello, y sin muchas ceremonias, el rey quitó las cadenas que los había unido para toda la vida y las dejó encima de una silla tapizada.
Rea contempló todos sus movimientos en silencio y, cuando se apartó de ella para desnudarse y acostarse, la joven lo detuvo aferrándolo del brazo que, inmediatamente, soltó.
- ¿Qué haces? - le preguntó frotándose la muñeca en la que había llevado el grillete de la cadena.
- ¿A qué te refieres? - le preguntó él a su vez mientras se quitaba la capa.
- ¿No vas ha...? - dijo con un bajo tono de voz y las mejillas sonrosadas.
- Creo que los dos estamos muy cansados. Ha sido un día muy largo.
Sus dedos estaban desabrochando los botones de su camisa mientras hablaba pero, de súbito, Rea se acercó a él y le apartó las manos.
- Yo lo haré.
Él, con una sonrisa condescendiente, se dejó hacer hasta que notó que las manos de ella le acariciaban sujerentemente el pecho y los pezones. El calor empezó a recorrer su cuerpo. Su sangre pareció correr más aprisa y sintió que comenzaba a excitarse cuando los labios de ella se posaron en su cuello para besarlo y lamerlo.
- Rea - jadeó más que habló mientras colocaba las manos sobre sus hombros desnudos -. No tienes por qué hacerlo. Madre a muerto y tú...
- Y yo nada - lo cortó ella -. Soy tu esposa y tu eres mi esposo ¿no? Pues si somos eso, debemos hacer las cosas como es debido. Es nuestro deber.
Esas palabras fueron suficientes para que Kerri empujara suavemente a Rea hasta dejar que su cuerpo cayera sobre la cama.
- No te arrepientas luego de tus palabras - susurró antes de darle un beso apasionado y lleno de lujuria.
El tiempo pasó despacio y a la vez demasiado rápido mientras degustaba el cuerpo de Rea. Su piel aterciopelada era dulce y sensible. Toda ella respondía a sus caricias con gran deleite para él. Las lenguas de los dos pelearon miles de veces dentro de sus bocas a la vez que en distintas partes de sus cuerpos. Rea, vergonzosa al principio, dejó que él la tomase y la degustase como quisiera a la vez que, sin tanto descaro, ella hiciese lo propio para satisfacer sus instintos y deseos.
La hizo enloquecer con la lengua y la manos, la hizo suplicar para que apagase el fuego que la consumía con lágrimas de placer en los ojos. Rea era maravillosa. Era muy receptiva y fogosa y, gracias a su experiencia, sabía cómo complacer también a un hombre. ¿Qué importaba ya el pasado? Él tampoco había sido un santo y, en verdad, el tener experiencia lo hacía todo mucho más sencillo.
Estar en su interior casi lo llevó a la locura. Sentir cómo su sexo se acoplaba tan bien en el suyo casi lo hizo llegar al éxtasis. Rea era una mujer magnífica, se acompasaba demasiado bien a sus movimientos y lo apretaba de tal modo que tuvo que mantener un fuerte autorcontrol para no eyacular antes de satisfacerla.
Su apetito sexual fue voraz y Rea se mantuvo a la altura de sus más apasionados deseos hasta que, sin poder soportar más veces el placer del clímax, cayó desfallecida sobre su cuerpo y se durmió antes de que él la siguiera en la cumbre del placer. Kerri, como buen caballero, salió de ella, terminó él mismo con la ayuda de su mano perfecta y durmió unos minutos antes de levantarse y asearse.
El elevador se detuvo y Kerri regresó a la realidad. No hacía falta rememorar lo ya degustado puesto que, aquella noche, volvería a hacerle el amor mientras el zepelín real los llevaba al palacio de veraneo en la costa oeste. Sí... tendría una luna de miel esplendida. Sólo faltaba un detalle. Lednar, solícito, abrió la reja y dejó que su rey fuera el primero en apearse de él.
Las mazmorras, como siempre, estaban sumida en una atmósfera llena de lamentos. Los prisioneros que allí había desde que él tenía uso de razón, continuaban en su agonía y castigo. Locos la gran mayoría, era estúpido soltarlos al exterior a la vez que una maniobra arriesgada que le quitaría prestigio ante sus hombres y sus aliados. Era mejor no tentar a la suerte liberando a antiguos enemigos de su padre puesto que, de hacerlo, podría poner a personas poderosas en su contra y crear, con ello, nuevos problemas.
"No me lo puedo permitir ahora que estoy a punto de acabar con mi primo."
Con la grata iluminación de antorchas adosadas en la pared, Kerri dejó que Lednar tomara la cabecera y lo guiara hasta la sala donde estaba la amante de Kanian. Durante el trayecto, los dos guerreros recorrieron unos cuantos pasillos antes de que Lednar le indicara una gran puerta de acero con ocho candados en distintos puntos de la puerta. Fuera, a los lados de la impenetrable entrada, cinco centinelas miraban la superficie lisa con desconfianza. Al ver al monarca, hicieron chocar los talones antes de hacerle una reverencia.
- Majestad - corearon al unísono.
- Descansen, soldados - dijo el rey mientras Lednar ordenaba abrir la puerta -. Supongo que todo está en orden - le repitió al general mientras el sonido de las llaves se le metía en los oídos.
- Por supuesto, mi rey. Todo está perfectamente controlado.
Kerri asintió satisfecho.
- Eres el único que sabe siempre cómo satisfacer mis ordenes - le dijo.
- Será que he tenido la gracia de conocer muy bien a su majestad- le respondió el rubio.
- Por cierto, ¿has recibido alguna noticia de Xerdon?
- Sí. Todo está bajo control en la guarida activista del norte. En su último despacho informó que espera sus ordenes.
- Estupendo - repuso Kerri mientras contemplaba cómo quitaban el último grueso y pesado candado -. Antes de partir le enviaré instrucciones. Hay que prepararse para la última batalla, Lednar. Pero lo primero es lo primero -. El último candado, depositado juntamente con los otros a un lado de la puerta, dejó a la pesada y resistente hoja de acero totalmente accesible y Kerri esperó hasta que le abrieron dicha puerta antes de adentrarse en la sala.
***
Le rugía el estómago y se moría de sed ante aquella oscuridad maloliente. Incómoda, Galidel intento acomodarse en vano. Encadenada a la pared, su espalda reposaba contra la roca que conformaba la sala, una que no era precisamente lisa y pequeñas protuberancias se le clavaban sin piedad. Sus piernas tampoco estaban en muy buenas condiciones porque ya no podía sentirlas por estar tantas horas arrodillada.
Sus tobillos, también encadenados a la pared, le dolían a rabiar y, aunque pudiese llegar a soltarse, sería incapaz de dar un paso. Suspiró por enésima vez. Al menos no todo había salido mal. Su hermano y Nïan habían podido escapar y Kerri, aunque pudiese parecer todo lo contrario, no sabía nada sobre el gran tesoro que Gali guardaba dentro de su pecho.
"Pero supo que estaba embarazada."
¿Cómo había podido saberlo? Ella ni siquiera lo había imaginado o pensado. Aunque debería haberlo sospechado al ver que no tenía el sangrado mensual. Mas, habían pasado tantas cosas que ni se percató de esas dos claras faltas biológicas. Puede que el verdadero factor de ese desconocimiento fuese el hecho de que ni ella ni Nïan buscaban tener ningún hijo. Cierto que habían mantenido relaciones sexuales en numerosas ocasiones y que el peligro de un embarazo estaba latente, pero nunca se había planteado ser madre.
No hasta la noche anterior.
Ella siempre había vivido como una guerrera, una luchadora activista en contra del régimen del rey Xeral. En su mente jamás había estado la posibilidad de ser madre antes de cumplir con su objetivo de acabar con la tiranía. Ni siquiera su amorío con Kanian la había hecho plantearse en que, en un futuro, podría ser la madre de sus hijos.
"Y ahora estás aquí, dentro de mí."
Una lágrima de felicidad y de incredulidad rodó por su mejilla mientras sentía una consciencia diferente a la suya dentro de ella. Una especie de caricia recorrió su cuerpo y supo que había sido su bebé nonato. Deseó acariciarse el vientre pero fue imposible hacerlo. En verdad no había tenido la ocasión de intentar sentir lo que había dentro de ella desde que la habían capturado.
Sus captores no la habían soltado en ningún momento y, mientras intentaba soltarse del amarre de éstos, alguien le inyectó algo en el brazo y la hizo perder el conocimiento. Antes de quedar sumida en el sueño de las drogas, sintió como su bebé la llamaba. Al despertarse se encontró en aquella posición y en una completa oscuridad; imposibilitándole el saber qué momento del día era al igual que las horas transcurridas.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que la habían drogado? Intentó ponerse en contacto con su bebé pero, al ser tan pequeño, le fue imposible. Seguramente estaría dormido o no tendría el poder suficiente para hacerlo. El sonido de voces procedentes del exterior hicieron que Gali levantara la cabeza y prestara atención. Aunque no pudo distinguir palabra alguna, un sonido metálico la informó de que tenía visita.
Y ya sabía quién era.
Un haz de luz comenzó a iluminar la estancia poco a poco. La joven, con las pupilas muy dilatadas por la espesa negrura, achinó los ojos para evitar que la luz hiriera sus iris.
- Encended las antorchas - ordenó una voz.
El sonido de pasos apresurados y la calidez que empezó a vislumbrar a su alrededor fueron los indicios que le delataron el cumplimiento de dicha orden. Algo acostumbrada al fulgor lumínico, Gali alzó un poco el rostro y vio dos imponentes figuras vestidas con ropas sencillas. Una de ellas, con un pelo muy rubio, la miraba con cierto desprecio mientras que la otra lo hacía con una sonrisa sardónica de oreja a oreja.
Su rostro era demasiado hermoso para ser de aquel mundo y le recordó a la extraña belleza de Nïan. Su larguísimo cabello negro caía suelto sobre sus hombros y tapaba ciertas partes de su pecho al descubierto por el chaleco sin abotonar. El reconocimiento llegó a ella al ver sus iris amarillos y supo quien era el apuesto hombre.
Kerri.
El rey Kerri en el cuerpo de Cronos.
Fue imposible no sentirse fascinada ante aquella visión. ¿Así de bello era Cronos? ¿Cómo podía ser un Dios malvado tan perfectamente hermoso? Bueno, tuvo que rectificar, Cronos no era tan malo, no después de conocer por su propia boca su triste pasado y lo que lo indujo a querer destruir el mundo.
"Pero ahora no estás nada mal, Cronos."
Claro que no. Su hermano Gia también era muy hermoso y, desde que el alma del Dios se había unido a la suya, sus rasgos habían cambiado a la vez que su fisonomía. Era imposible no darse cuenta de ello. A pesar de ser casi imperceptibles, ella se había dado cuenta al haber estado con su gemelo durante sus vente años de vida.
"No veinte no. Veintiuno."
Entre unas cosas y otras, el aniversario de su nacimiento había pasado sin que ni ella ni Giadel ni Chisare hiciesen mención de ello. ¿Qué importaba un aniversario cuando el final de todo estaba tan cerca?
Acostumbrada, al fin, a la intensidad de la luz, Galidel alzó completamente el rostro y miró con orgullo a Kerri, su enemigo. Éste, sin amilanarse o sentirse impresionado por sus ojos desafiantes, continuó sonriendole. En silencio, hizo una señal y los soldados a cargo de su custodia se retiraron dejándola a merced del rey y de su general de confianza Lednar.
- Siento haber tardado tanto en venir a visitarte. Espero que estés disfrutando mucho de tu estancia.
- Os, sí, por supuesto - dijo ella con ironía -. La pared es muy cómoda ¿queréis probarla?
Kerri, ante su contestación, soltó una risotada y se acercó a una mesa que se le había pasado por alto y que tenía una bandeja con comida y agua. Ahora que todo estaba iluminado, Galidel contempló su celda. Bueno, para ser más precisos, aquello no era un celda sino, más bien, una sala de alta seguridad para las torturas. Había diferentes herramientas y objetos para ello: una cruz, un potro, una silla con correas, un poste y sendos instrumentos para las torturas en la pared. Látigos de todos los materiales y colas inimaginables, martillos, tenazas, cuchillos, clavos, cadenas, cuerdas...
Un sudor le recorrió la espalda.
- No te asustes - habló Kerri que se acercaba a ella con un vaso de agua en la mano -. Esto que ves aquí no es para ti, a menos que me obligues a usarlo. Pero ese no será el caso ¿verdad? No quiero que le pase nada malo al dragoncito que portas en el vientre.
Gali gruñó por lo bajo mientras sentía ganas de golpear aquel rostro inmaculado. Con esos pensamientos, la mestiza no se percató del movimiento del dedo índice de Kerri y, de súbito, sintió que los grilletes que mantenían firmes sus brazos por encima de su cabeza, se apartaban de su piel. La joven, liberada también de las ataduras de sus tobillos, cayó de costado al suelo y el dolor la atenazó y la recorrió de arriba abajo. Galidel contuvo el aliento mientras intentaba acostumbrarse al dolor.
La había soltado.
No podía creerse que el hijo de Xeral la soltase.
"Tampoco podría escaparme así que, ¿qué importa?"
- Mucho mejor, ¿cierto? - Mientras hablaba, el rey la tomó en sus brazos y la ayudó a incorporarse. Con la ayuda de uno de sus brazos, la alzó y la sentó en una silla de madera que, rudimentária, era mil veces mejor que el suelo y la pared -. Toma, tendrás sed. Come también - le ofreció como el mejor de los anfitriones.
Estupefacta ante sus palabras, la mestiza cogió el vaso de agua y lo olfateó recelosa.
- No está envenenada - le aseguró el guerrero -. No me interesa que te pase nada.
- Por mi bebé - murmuró ella.
- Exacto, por tu bebé - le aseguró.
Ella, sin confianza alguna pero con muchísima sed, bebió en dos grandes tragos el líquido incoloro y Kerri le sirvió otro vaso más.
- Vamos, come algo. Tendrás hambre y el bebé necesita alimentarse.
La joven, sabiendo que él tenía razón, tomó un melocotón y le dio un bocado. El dulzor y el jugo de la fruta la hizo ronronear y aplacar su sed no así su hambre. El dolor de sus miembros, aunque continuaba haciendo de las suyas, quedó a un segundo plano mientras comía su pieza de fruta bajo la atenta mirada de Kerri y Lednar. Al terminar, cogió otro melocotón y, antes de metérselo en la boca, se miró el vientre. No lo vio demasiado abultado ni distinto a lo habitual pero allí, en ese lugar, una nueva vida crecía.
Una vida creada a partir del amor entre ella y Nïan.
Hipnotizada por ese pensamiento, se llevó la mano al vientre y un centenar de imágenes aparecieron ante ella. El rostro de Kanian, su sonrisa, el azul de sus ojos, su porte, su cabello castaño al viento, su cuerpo desnudo, su forma de dragón... Una lágrima escapó de su ojo izquierdo mientras un recuerdo hizo que el melocotón cayera de sus manos.
Fue aquella noche... La noche antes de que él se fuera hacia los bosques cuando ella fue en su búsqueda para rogarle a Kanian que la perdonara. Allí fue cuando aquella minúscula vida comenzó a gestarse.
"Cuando pensé y rogué por un rayo de esperanza... los Dioses permitieron que tu vida comenzara dentro de mí."
Sin apetito y con un fuerte dolor en el pecho capaz de rivalizar y salir vencedor contra el de su cuerpo, Galidel se abrazó a sí misma mientras rompía a llorar incapaz de soportar aquella situación. Ella jamás había sido capturada antes, nunca había tenido nada que temer porque, a pesar de ser fuerte, siempre se había sentido protegida y arropada por los que amaba. Su abuela y su hermano la habían cuidado desde pequeña y, después, Nïan se había ocupado de estar a su lado dándole incluso su corazón.
Y ahora, en aquel momento tan maravilloso, estaba sola y en manos del enemigo. Sola con alguien que quería matar a los que ella tanto quería y quedarse con su bebé.
"Nïan, este niño son nuestras esperanzas, aquellas que más deseamos aquella noche en la que tanto tú como yo estábamos destrozados y sin rumbo; perdidos en el mar del desamor. Éste bebé son nuestros deseos por una vida mejor, por una vida juntos sin dolor ni mentiras. Éste bebé es lo más puro que jamás podríamos haber creado."
La presencia de Kerri a su lado hizo que la joven, cabizbaja, alzara el rostro. Unos rasgados ojos amarillos la contemplaban con comprensión. No había compasión o burla en aquellos iris, sino entendimiento. ¿Qué podría saber aquel hombre de ella o de aquello que sentía en lo más hondo del alma?
- ¿Cómo te llamas? - le preguntó.
Ella, sorprendida, tardó unos minutos en responder.
¿Sería una trampa? ¿Una estratagema? ¿Por qué no sentía miedo o repulsión hacia él?
- Galidel, hija Phoxi y Vritel.
- La bisnieta de Chisare.
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo sabía Kerri que era descendiente de la Dama de Gea?
- Así que heredera de los antiguos reyes de Senara... Mi primo tiene buen gusto - musitó con asombro, sin ninguna mala intención en su comentario -. Muy bien, princesa, he venido a verte para hacer un trato contigo.
- ¿Un trato?
- Como has visto y experimentado, no me faltan recursos para poder torturar a mis enemigos. Mas tú tienes algo muy valioso dentro de tu cuerpo y, aunque no fuese lo que es, sería muy bajo y ruin por mi parte mantener a una embarazada en una mazmorra. Así que, si me juras por tu vida y por la de tu hijo que no tratarás de huir y que obedecerás mis ordenes, te cuidaré como mereces bajo una vigilancia acorde con tu estado y estatus. ¿Aceptas?
Kerri le tendió la mano derecha y ella la contempló. ¿Un trato? ¿La sacaría de allí si ella accedía a esa petición? Un ligero mareo hizo que la sala le diera vueltas. Si era solamente eso, si con dar su palabra y obedecer, podría tener una estancia más llevadera y acorde para su bebé; haría lo necesario hasta que Nïan y Gia la salvaran.
- De acuerdo. Acepto.
- Júralo - insistió Kerri. Galidel, que cada vez se sentía más mareada tragó saliva con pesadez.
- Juro por mi vida y por la de mi hijo que no trataré de huir y que obedeceré tus ordenes.
Satisfecho, Kerri estrechó su mano y Gali sintió que perdía las pocas fuerzas que tenía. ¿Qué le estaba ocurriendo? El dolor de su cuerpo estaba comenzando a disminuir al igual que su consciencia. ¿No me digas que...?
- Gracias por tu colaboración, princesa. Ahora descansa.
Galidel, sin poder luchar contra la droga que había ingerido junto con el agua, cerró los ojos y los fuertes brazos de Kerri la atraparon y la pegaron a su cuerpo.
Ella, ahora, estaba a su completa merced.
***
Malrren, vestido y alerta, estaba sentado en su cama con las manos en el regazo. En su mente, no dejaba de rememorar las líneas que su hermano Tehr le había enviado con urgencia a través de un águila aquella misma mañana. Aquella información, aquella breve explicación de los hechos deberían ser una broma.
¡No podía ser posible que ese cabrón de Cronos la hubiese jodido de aquel modo!
Y su hermano... ¿En qué demonios estaría pensando Tehr para ayudar en semejante propósito? ¿Conseguir información de La Fortaleza? ¡Estaba loco! Sí, definitivamente la compañía de aquella científica lo había trastornado del todo. Y no sólo él, el contrabandista también había ido con ellos en vez de, como general, avisar a Kanian y acabar con aquella idea absurda. ¿Y qué hizo? ¡Ir con ellos a la guarida de los lobos! ¿Y qué consiguieron? ¡Qué Nïan tuviese que arriesgar su vida para salvarlos y que, Galidel, fuese atrapada!
"Está embarazada. Lleva en su seno un nuevo dragón."
Y estaba en manos de los Señores del Dragón.
- Malr.
El aludido se dio la vuelta y se topó con el rostro de la mujer que lo tenía encandilado y enamorado hasta el tuétano. Zelensa, en camisón, se incorporó en la cama y él tomó la mano que ella había alargado para tocarlo.
- Amor mío, deberías descansar - dijo ella con voz preocupada. Sus preciosos ojos ciegos, sin saber él cómo, siempre lo miraban directamente a los suyos semejantes al rubí.
- No puedo. Kanian llegará de un momento a otro y hay muchas cosas de las cuales debemos hablar. Además, pienso enfrentarme a ese gusano traidor de Cronos y al estúpido de Tehr. ¡Por Urano! ¿Qué demonios le pasa a mi hermano?
- Que se ha enamorado - respondió Zel con sencillez mientras gateaba hacia él y Malrren la abrazaba.
- ¿Cómo dices?
- A veces creo que, de los dos, eres tú el que está ciego - rió ella mientras besaba su cuello -. Está claro que Tehr accedió a ir con ellos para protegerla del peligro.
- ¿Enamorado de una nigromante? Zel, por favor; son nuestros enemigos.
- Ahora son nuestros aliados.
- Tal vez, pero no creo que dure mucho. Esa gente es malvada y no me fio de ellos ni un pelo. No después de todo lo que me hicieron - acabó con amargura.
- Hay muchos tipos de personas, amor. Hay gente buena y gente mala y no creo que esos científicos sean malos. Más bien son las circunstancias lo que nos hace ser malvados.
- ¿Acaso los estas justificando? - le reprochó. Ella negó con la cabeza.
- Aquellos que te hicieron daño fueron eliminados por Cronos ¿no? Sólo sobrevivieron aquellos que no saben luchar. ¿De verdad crees que Kanian los habría traído consigo si no confiara en que son sinceros? Los corazones cambian.
Con resignación ante la sabiduría de su adorada esposa, Malr la abrazó con más fuerza y buscó su boca para darle un largísimo beso apasionado y muy húmedo. Cuando se apartó de Zel, sus mejillas estaban arreboladas y sus labios hinchados y jugosos por la saliva de los dos. Dioses, estaba tan hermosa que deseó poder hacerle el amor.
"Pero debo esperar a Kanian."
- Tu ganas Zel, esos científicos locos no son tan malos.
Ella sonrió ante sus palabras para ponerse seria de repente.
- ¿Qué ocurre?
- Caballos. Muchos - informó gracias al oído tan desarrollado que tenía -. Kanian ya está aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro