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Capítulo siete

"Si alguien te dice que la vida es fácil, cortale la lengua"

- Por hoy es mejor dejarlo aquí.

Galidel no podía creer las palabras que acababan de salir de la boca de Araghii. 

- ¿Cómo que por hoy es mejor dejarlo aquí? - inquirió mirando al hombre a los ojos. Éste ni se inmutó ante su furibunda respuesta física.

- Hoy ha sido un día muy largo, Gali. Primero lo de tu hermano con Cronos y ahora el regreso de los nuestros - numeró el general cerrando los ojos por unos instantes y masajeandose las sienes -. Han ocurrido demasiadas cosas en un período de tiempo relativamente corto.

- Por eso mismo es el momento para no dormirse en los laureles - insistió la mestiza que tenía las manos apoyadas en el escritorio del despacho del gobernador de Mazeks donde Araghii había permanecido trabajando solo hasta altas horas de la noche.

El Palacio de los Reyes dormitaba. Su corazón palpitaba con debilidad puesto que algunos de sus residentes no estaban durmiendo sino que una causa de fuerza mayor les impedía estar en sus cómodos lechos descansando.

- Pues yo no lo veo así. Creo que, después de todo lo que ha pasada y de ver con perspectiva la situación en la que nos encontramos, lo mejor es hacer las cosas bien y descansar antes de tomar decisiones apresuradas.

- No es momento para descansar, Araghii - exclamó Gali excitada por la noticia de la captura de Kanian -. Tenemos que decidir ya qué es lo que vamos a hacer. ¡Han pasado muchos días ya desde su secuestro!

Araghii, que hasta aquel momento había permanecido tranquilo y no había perdido los nervios, golpeó la mesa y el ruido asustó a la joven más que aquel gesto. El moreno se levantó de su asiento.

- Estoy agotado, niña. No he parado en todo el día y mañana me espera otro día muy largo. Necesito dormir un poco.

- ¿Cómo puedes pensar en dormir mientras Nïan es torturado? ¿Y Malrren?

- Malrren puede estar ya más muerto que mi desayuno de mañana - contestó con crueldad mientras la miraba duramente con sus ojos color avellana - y a Kanian lo quieren vivo y mientras siga vivo podremos rescatarlo llegado el momento.

Galidel supo en aquel momento que Araghii estaba en el límite, que toda aquella situación estaba superando y desbordando a aquel hombre en el cual Nïan había depositado la gran carga de cuidar de los Activistas y de una ciudad destruida sobre sus hombros. Pero su cabezonería podía mucho más que su parte racional y por ello no pudo evitar decir:

- Crueles palabras para alguien que está vivito y coleando y a salvo mientras su rey está siendo partícipe de un gran calvario.

- No vayas por ahí, jovencita - le advirtió el general mientras tomaba el vaso de ron y bebía un profundo trago.

- ¿Qué sabrás tú lo que ha sufrido Nïan durante todos estos años? Serás un monstruo si permites que siga sufriendo más de lo necesario.

- La vida es dura, mocosa - le soltó con un ligero temblor en la mandíbula - y él lo sabe muy bien. Conocía los riesgos de volver a los Bosques Sombríos. ¿Acaso piensas que no contaba con la posibilidad de caer en las redes del enemigo por segunda vez? El príncipe no es tonto al igual que el rey del Señorío es muy listo.

La joven veía que la charla pronto iba a llegar a su fin sin conseguir que Araghii le hiciera caso. Debía insistir una vez más.

- Tenemos el mapa de Mequi - le recordó ella desesperada por hacerlo entrar en razón -. Conocemos el punto exacto del ataque.

- Por eso mismo hay que planear bien las cosas.

¡Otra vez con lo mismo!

- ¡Vete al infierno, Araghii! ¿Por qué no quieres entenderlo? ¿Tan poco te importa que él sufra? ¡Eres un egoísta!

Antes incluso de que la joven consiguiera tomar aire después de aquella ultima vociferación, la mano del poderoso ex-contrabandista la cogió por el hombro y estampó su espalda contra la mesa. El vaso de ron que sujetaba con su mano se rompió al caer contra el suelo.

- ¿Egoísta? ¿Sufrimiento? ¿Quién te crees que eres para hablarme así? Lo único que veo frente a mí es una mocosa que no entiende como va el mundo y que sólo piensa en si misma. Esto no es uno de los maravillosos relatos épicos que decoran estanterías: ¡es una guerra de verdad! Y en las guerras nada es bonito ni tampoco heroico.

El corazón de Gali se aceleró ante aquellas palabras que se clavaron como puñales en su pecho. 

- ¿Crees de verdad que sólo él y nadie más que él ha sido torturado, maltratado y humillado? - le preguntó sin permitir que ella pudiera levantarse. La presión que éste hacía sobre su hombro aumentó -. No tienes ni pajolera idea de nada. Aquí la única egoísta eres tú, Galidel. Yo he perdido a innumerables seres queridos y he matado a más personas de las que puedo recordar para sobrevivir y no he tenido la suerte de que ningún Dios me devolviera a ninguno de ellos.

La joven tragó saliva y quiso apartar la mirada de aquellos ojos que brillaban de ira y de algo mucho más profundo y doloroso que prefería no saber. Mas Araghii, con su mano libre, la agarró con fuerza por las mejillas para obligarla a mirarlo.

- ¿Quieres que te hable de dolor? ¿De padecimientos? Kanian no ha sido el único niño que ha sufrido ni ahora, ni en el pasado ni tampoco en el futuro. ¿Quieres saber lo que me pasó a mí cuando no levantaba ni un palmo del suelo? ¿Cuándo solo era un crío que lloraba a moco tendido? Mi madre me abandonó en un cruce de caminos para irse con un ricachón después del fallecimiento de mi padre.

>> ¡Me dejó sólo bajo la lluvia para que me muriera porque le molestaba, porque conmigo no podría conseguir esa nueva vida que tanto anhelaba! ¿Y qué hice yo cuando ella se subió a un lujoso carruaje sin mí? Caminé hasta la ciudad más cercana donde estuve a punto de morir de frío. Ninguno de sus habitantes tuvo compasión de mí. Cuando me recuperé un poco, pedí limosna y lo único que obtuve a cambio fueron patadas, escupitajos he insultos.

>> Y eso no fue lo peor: lo peor fue tener hambre y no encontrar nada en la basura y pero aún que eso fue confiar en la falsa bondad de unos hombres que me prometieron que me darían trabajo y un plato de comida a diario en la mesa si era un buen chico y me iba con ellos.

>> Pero no había plato en la mesa sino cadenas y esas cadenas fueron atadas a mis muñecas. Porque yo era el plato caliente de comida: yo fui el banquete de aquellos hombres sedientos de lujuria enfermiza.

>> Me violaron uno tras otro y cuando tuvieron suficiente, me dejaron en paz. Al poco tiempo vino un médico a atenderme y cortar la hemorragia rectal que tenía. Yo, conmocionado y atado, simplemente quería que me dejaran tranquilo; que me permitiesen morir para que aquella vergüenza y aquel dolor fueran eliminados de una vez.

>> Pero viví y aprendí a base de torturas y violaciones cómo tenía que satisfacer a los hombres para así sobrevivir y tener el tan ansiado plato de comida que ellos me habían prometido. Aquellos hombres de buena familia - jóvenes de bien - se dedicaban a su perversión secreta de forma clandestina: la prostitución de niños. Pasé con ellos desde los ocho hasta los catorce años y cada día deseaba morirme más de mil veces. Pero era débil y cobarde e incapaz de arrojarme por la ventana para que un carro me atropellara o cortarme las venas con el cuchillo de trinchar la carne dura y pasada que me daban.

>> Me resigné ha vivir de aquel modo hasta que, un día, uno de mis compañeros sufrió tal brutal paliza delante de los demás niños que algo dentro de mí se hizo añicos. Mi miedo y mi terror hacia aquellos niños de papá se evaporó y el rencor y la rabia acumulada florecieron en mi pecho para salir al exterior. Aquel acontecimiento me hizo ver que nuestras vidas no valían nada; que simplemente eramos juguetes en sus manos.

>> En mi mente todo está confuso y únicamente veo sangre y escucho gritos desgarradores en mi cabeza cuando lo recuerdo. Como un fantasma, en silencio, me colé en la sala donde ellos y sus amigos se divertían con algunos de mis compañeros. No sé qué demonio me estaba poseyendo en aquel momento, pero una fuerza sobrenatural parecía dominarme y los fui matando a todos uno por uno. Ellos eran seis contra uno, mas no me importaba nada. Me daba igual morir, me daba igual caer. Tan sólo tenía una idea fija en la mente: acabar con aquella pesadilla.

>> Ellos, como es lógico, se defendieron pero no pudieron hacer nada contra mí. Acabé bañando en sangre que era tanto suya como mía. Acabado el trabajo, les quité todo el dinero que llevaban encima y me marché de allí sin decir una sola palabra con los dos cuchillos en las manos; las armas blancas que había utilizado para acabar con aquellos gusanos de estercolero.

>> Vagando así, ensangrentado y sin rumbo, me paró un hombre. Era invierno y una ligera nevada caía sobre la ciudad. Mi cuerpo, tenso y lleno todavía de adrenalina, se puso en guardia al ver a aquel hombre acompañado de tres más. Temí que me fueran a raptar de nuevo y que abusaran de mi hasta la muerte. Por eso los ataqué con todas mis fuerzas de niño desnutrido y desesperado.

 >> Los tres hombres que estaban tras el que me había detenido me redujeron en un santiamén. Al verme sin los cuchillos, grité y me revolví asustado. Aquellos tipos me hicieron ver que mis anteriores captores eran unos imbéciles con dinero: unos niñatos de poca monta que un triste soplido los dejaba fuera de combate. Ahora, los que tenía frente a mí, era profesionales: eran hombres duros y crueles. Eran una banda de criminales.

>> Su jefe - el hombre alto y moreno que me había detenido tomándome por el hombro - ordenó a sus secuaces que me soltaran y yo caí sobre la nieve temblando de puro terror.

>> - Dime, ¿de dónde has salido, chico? - me preguntó acuclillándose frente a mí mirándome de arriba a abajo.

>> - Máteme - le pedí a mi vez.

>> - ¿Por qué me pides eso?

 >> - No quiero prostituirme más. No deseo que nadie vuelva a mancillar mi cuerpo. Así que, si eso es lo que pretende hacer conmigo, le suplico compasión y que acabe con mi sufrimiento.

>> - ¿Así que te has escapado de tus captores? - quiso saber con una profunda mirada.

>> - Sí.

>> - ¿Cómo?

>> - Los maté a todos y me fui con su dinero.

>> - ¿Cuántos eran?

>> - Seis.

>> - ¿Los mataste tú sólo? - preguntó sin alterarse, como si hablásemos de lo hermosa que era la nieve blanca si no eras un pobre prostituto que era incapaz de diferenciar lo bello de lo horrendo.
>> Yo asentí un sola vez con la cabeza

>> - Esa sangre que te riega de pies a cabeza ¿es de todos ellos?

>>- Sí. Mezclada con la mía.

>> - ¿Cuántos años tienes?

>> - Catorce.

Hubo un corto silencio antes que Rintel volviese a hablar:

>> - Dime cómo te llamas.

>> - Cuando lo haga ¿me matará?

>> - Yo no prostituyo niños, jovencito. No tienes nada que temer.

Sus palabras no fueron amables y eso me gustó. Lo único que me transmitieron aquellas diez palabras fue veracidad.

>> - Araghii. Me llamo Araghii.

>> - Bonito nombre; uno antiguo que hacía mucho que no escuchaba. Yo soy Rintel, Araghii, y voy a decirte algo antes de que mis hombres te ayuden a levantarte y llevarte conmigo para enseñarte a sobrevivir: si alguien te dice que la vida es fácil, cortale la lengua porque te está mintiendo. 

El agarre de Araghii finalmente persistió en su empeño de hacer presión y su mano soltó el hombro de Galidel; una Galidel que no podía parar de llorar ante aquella desgarradora historia explicada primero con furia, luego con rabia y, finalmente, con desasosiego. El general se apartó de ella y la joven se incorporó en la mesa sin poder dejar de llorar. Había sido una estúpida y una arrogante.

- Y a partir de ahí ya no hay mucho que contar. Me volví un contrabandista que estafaba, mataba y engañaba para tener un plato de comida caliente cada día. Pero el pasado siempre vuelve. Supongo que jamás podré borrarlo de mi alma ni de mi recuerdo.

- Lo siento, lamento mi comportamiento - sollozó arrepentida

.Araghii se volvió hacia ella y sonrió con tristeza y también un poco de culpabilidad.

- No, no hace falta que te disculpes yo también tengo algo de culpa en esto. Se me crisparon los nervios. Son muchas responsabilidades en una sola persona y no quiero defraudar a nadie y mucho menos a ese chico - puntualizó -. Quiero que Kanian se sienta orgulloso de mí por haber depositado su confianza en un contrabandista como yo, en un ser que ha cometido más faltas que buenas acciones en su vida.

Galidel, conmovida por sus palabras y por aquel oscuro pasado que acababa de revelarle, se acercó al apuesto hombre y lo tomó de la mano. Su palma era rasposa y llena de callos, cortes recientes y cicatrices de antaño. Aquel hombre duro y sarcástico había luchado en mil batallas sin desfallecer con tal de seguir viviendo a costa de lo que fuera. A costa incluso de su integridad moral.

- Nunca podrás decepcionar a Nïan, eso te lo puedo asegurar.

- Eres demasiado optimista, chiquilla - respondió éste con su característica ironía; esa que usaba para establecer una barrera entre él y aquellos que lo rodeaban. Y al fin podía comprender porqué hacía eso y la conexión tan fuerte que había entre él y Nïan desde el primer momento.

Los dos habían sido abandonados. Uno por una madre cruel y el otro a causa de un tío demente. Los dos habían tenido que luchar desde su niñez para conservar la vida y los dos habían tenido que matar a sangre fría y a hacer cosas poco éticas para seguir adelante. Y los dos se sentían culpables por todas sus malas acciones.

- No soy optimista sino realista. Has decidido redimirte y cambiar tu vida. ¿Acaso eso no demuestra que quieres ser una persona diferente? ¿Acaso eso no merece una segunda oportunidad?

Araghii no dijo nada y el despacho quedó completamente en silencio.- Es hora de ir a dormir. Mañana hay mucho trabajo por hacer.

Gali asintió y decidió marcharse primero pero la mano de Araghii la retuvo.

- Mañana hablaremos sobre qué hacer para salvar a Malrren y Kanian.

La mestiza asintió con firmeza y se marchó a la habitación que compartía con su hermano. Sanguijuela ya no estaba allí y su abuela todavía no había regresado. Sin ninguna luz encendida, Galidel palpó a tientas hasta que encontró una cerilla que prendió para encender las velas del candelabro que había en una mesilla auxiliar. La comida que le había traído el contorsionista aún estaba encima de la mesa y en una de las tres sillas que había a su alrededor estaba sentado Giadel.

En un principio la joven pesó que éste dormía, pero pronto se percató que tenía los ojos bien abiertos y el semblante todavía ceniciento.

- ¿Estás bien? - le preguntó tomando asiento. Aunque la comida que había en aquella bandeja estaba fría, le rugió el estómago y decidió que debía comérsela. Debía recuperar las fuerzas lo antes posible para estar preparada para partir en busca de su amado.

- Sólo cansado. ¿Has conseguido hablar con Araghii?

Galidel acercó la bandeja hasta ella y comenzó a tomarse la sopa de verduras.

- Sí.

- ¿Y?

La joven se tomó casi todo el contenido del cuenco antes de contestar.

- No hemos decidido nada todavía. Es decir, hablaremos del asunto mañana.

Giadel asintió.

- No has logrado convencerlo - acertó su hermano con su agudeza de siempre. Que extraño se le hacía que fuera él y a la vez fuera Cronos.

- Me he precipitado. Araghii tiene razón: hay que planear bien las cosas antes de actuar. Ya se han perdido demasiadas vidas en esta guerra.

- Y aún quedan muchas tantas más por perder - añadió Gia con acento funesto pero real. Aquella posibilidad era demasiado verídica y se tenía que tener muy en cuenta. En las guerras siempre había muertos. Siempre.

- Me ha hablado de él - murmuró soltando el cuenco vacío para dedicarse ahora a la compota de manzana.

- ¿Cómo dices? ¿En qué sentido?

Galidel jugueteó con la compota unos instantes antes de dejar la cuchara y decir:

- De su infancia. De todo lo que ha tenido que sufrir siendo solamente un niño - y al recordar la dura historia, los ojos se le llenaron de lágrimas de nuevo. Su hermano, con cariño, acercó su silla a la suya y la abrazó con afecto y ella colocó la cabeza contra su pecho.

- Fui muy injusta con él - dijo sollozando -. Le grité cosas muy duras mientras intentaba forzarlo a ir cuanto antes al rescate de Nïan. Me cegué por mi instinto impulsivo, por mi afán de hacer las cosas como yo creo conveniente.

- ¿Igual que cuando robaste las invitaciones para el baile? - le preguntó él con un tono jocoso para intentar calmarle los ánimos. 

Ella sonrió.

- Sí, igual.

- Eres demasiado impaciente, hermanita.

- Lo sé y no puedo corregir ese defecto.

- La impaciencia, en algunas ocasiones, es una virtud. Y si eliminaras eso de tu carácter, ya no serías mi adorable Galidel. No debes sentirte tan abatida - la besó en la cabeza -. Araghii es un hombre fuerte.

- Pero le hice recordar algo muy doloroso y me lo contó porque lo llevé al límite. Seguramente hubiese preferido no decirme nunca algo así - se lamentó. Estaba convencida que pocas personas conocían su oscuro pasado de penurias, violaciones y vejaciones. El único que probablemente sepa toda la verdad es Pólvora - pensó.

- Hablar de tus miedos y tus desgracias puede llegar a ayudarte. Es bueno sacar la porquería que uno lleva dentro, sólo así se puede purificar tu alma y tu corazón - reflexionó Gia. Su aliento le hizo cosquillas en la oreja.

- Lo dices como si tú también guardases un oscuro secreto - dijo despacio separándose de él y mirando sus irirs dorados. Añoraba los verdes originales de su hermano, pero aquellos dorados estaba comenzando a amarlos y eran tan bellos para contemplarlos que era imposible no perderse en ellos. Ahora desprendían calidez y ternura cuando estos la miraban.

- ¿Y quién no los guarda? Todo aquello que nos marca de por vida y nos hace sentir simples, sucios o de poca valía, propicia que las espinas de esos secretos sean más afiladas y que se claven mas hondo. Y contra más hondo y duro es el dolor más aumenta la vergüenza y el propio desprecio de uno mismo haciendo imposible contarle nada a nadie.

Sus palabras tan profundas y tan amargas despertaron el amor y la ternura de la muchacha. Puede que fuera impulsiva, cabezota y también excesivamente curiosa; pero una de sus mejores virtudes era la empatía que sentía por los demás y la bondad por ayudar y consolar a todo aquel que lo necesitase.Y Giadel lo necesitaba. Su nuevo hermano la necesitaba a ella.

- Puedes contármelo - dijo Gali con una sonrisa alentadora -. Si crees que eso te hará bien, si puedo ayudarte a aliviar el sufrimiento que te atormenta, cuénatmelo.Giadel agachó la cabeza y negó con la cabeza.

- No creo que te interese. El secreto que me atormenta no tiene nada que ver con Giadel.

- ¿Y eso que importa? - exclamó algo enfadada -. ¿Por qué no iba a interesarme? Ahora todo tú eres mi hermano y no me importa que parte de ti tenga problemas. Cronos y Gia son solo un ser ¿cierto? Pues entonces no hay nada más que hablar - terminó e hinchó los mofletes.

Ante aquel gesto tan infantil, Cronos se echó a reír y Galidel lo acompañó.

- Eres lo que no hay. Ahora comprendo porqué Giadel... No, ahora entiendo por qué te quiero tanto.

Sus palabras la hicieron sonrojarse.

- ¿Tiene que ver con Rea? - se atrevió a preguntar.

- ¿Cómo sabes su nombre? - preguntó él a su vez con nerviosismo.

- Porque no dejabas de pronunciarlo en sueños.Cronos tomó las manos de su hermana.

- Sí, tiene que ver con ella y con lo que mis padres nos hicieron a ella y a mí hace muchos siglos.

- ¿Qué quieres decir con eso? ¿Urano y Gea os hicieron algo?

Gia asintió y tomó una bocanada de aire antes de cogerle las manos con más fuerza.

- Voy a contarte toda la verdad sobre mí; sobre Cronos. Voy a contarte por qué comenzó todo; el porqué de la destrucción de todo y de todos. El porqué de esta guerra.

******

Araghii cerró la puerta del despacho y se dispuso a ir a su alcoba para descansar. Estaba molido y, para colmo, ahora también se sentía un miserable. No debería haber tratado tan mal a Galidel a pesar de que lo hubiese puesto contra las cuerdas. Estaba tan agotado que no había podido controlar su estado emocional y todo el dolor que mantenía escondido, había salido a la luz.

Le encantaría golpearse la cabeza contra un muro y abrírsela de cuajo para no meter nunca más la pata. Había sido un imbécil, no debería haber abierto la boca y contarle nada a aquella chiquilla. Ahora Gali conocía su más oscuro pasado, su vergüenza. ¿Y si se lo contaba a alguien? El único que sabía todo acerca de él era Pólvora - sin contar a Ritel, claro -. 

Ni siquiera le había contado su infancia a Sonus. ¿Cómo explicarle algo así a un miembro de la nobleza, a una dama de buena familia y posición social? Seguramente, si ella hubiese conocido la verdad sobre él - lo sucio que estaba por dentro -, jamás se habría enamorado de él y lo habría despreciado como a un trapo lleno de hollín.

"Debo hacerle jurar que no se lo dirá a nadie."

Pensando en cómo la abordaría al día siguiente para hacer que Galidel jurara por lo más sagrado que guardaría su secreto, Araghii vio a Chisare con los brazos extendidos a cada uno de sus costados, completamente inmóvil frente a él. Eso lo dejó un poco sorprendido. ¿Qué estaba haciendo a aquellas horas en el pasillo que portaba a " su despacho"?

- ¿Pasa algo? - le preguntó temiéndose más calamidades. Con la mala suerte que tenía, seguramente había pasado algo desastroso. ¿Una invasión de trols tal vez?

- ¿Cuándo pensabas contarmelo? - respondió ella con otra pregunta totalmente fuera de contexto. ¿Contarle el qué?

- No te entiendo.

La Dama de Gea dio un paso hacia él. Un estremecimiento le recorrió por la columna vertebral. Tuvo un mal presentimiento.

- Lo he escuchado todo. He escuchado tu conversación con mi nieta.

Una gran jarra de agua fría imaginaria le cayó encima. 

- ¿Así que ese eran el motivo de tus pesadillas?

Incapaz de moverse o de decir nada, Araghii deseó que se lo tragase la tierra. Gea, llévame a tu lado - imploró.

- No sé de qué me hablas - dijo intentando salir de allí. No quería seguir hablando. No quería seguir escuchando lo que Chisare quisiera decirle. Tenía miedo de oírlo.

- Lo sabes perfectamente - lo retuvo ella agarrándolo por el codo -. Me has engañado todo este tiempo y me has hecho creer que tus pesadillas tenían que ver con lo sucedido en Mazeks cuando en realidad era otra oscuridad la que te ensombrecía tus sueños. Lo que te traía a mi lecho de madrugada.

- ¿Me tienes asco? - dijo sin atreverse a mirarla a la cara.

- ¿Cómo?

- Te doy repugnancia ¿verdad? - soltó controlando el temblor de su voz -. Debe de ser asqueroso dejarse manosear por un puto; por alguien a quien han violado y el cual ha hecho de todo con hombres para evitar una paliza.

- Yo no... - él no la dejó terminar.

- Es poco digno de una reina estar con un hombre como yo; un cobarde que en vez de matarse para que no lo ensuciaran prefirió vivir lleno de mierda y chupando pollas.

- ¿Araghii que estás diciendo? Yo no he dicho nada de eso - se defendió ella.

- ¡Pero lo piensas! ¿Quién no lo pensaría?Le dolía muchísimo el pecho y le costaba respirar. Quería huir de allí, escapar de la mirada penetrante de Chisare. Mas, por alguna extraña razón, se veía incapaz de zafarse del agarre de ella.

- ¿Cómo puedes siquiera imaginar que puedo pensar así de ti?

- ¡Porque yo lo pienso! - estalló soltandose y mirándola con ira -. Y si yo pienso así de mí, si yo mismo me odio y siento asco, ¿cómo no ibas a sentirlo tú?

Sin decir nada más, Araghii se marchó de allí a grandes zancadas.

- ...voy a decirte algo antes de que mis hombres te ayuden a levantarte y llevarte conmigo para enseñarte a sobrevivir: si alguien te dice que la vida es fácil, cortale la lengua porque te está mintiendo. 

"Rintel, tú siempre has tenido razón. La vida no es fácil, es una jodida porquería."

Y él y Kanian podían cogerse de la mano.

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