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Capítulo seis

El poder de la mente

Se despertó sobresaltado y bañado en sudor.En un principio no sabía donde se encontraba a pesar de que la luz solar entraba sin impedimento a través de las ventanas e iluminaba todo lo que había a su paso. Transcurrió un larguísimo minuto hasta que supo que se encontraba en su propia alcoba y se quedó escuchando el cantar de los pájaros. Era verano en Sirakxs y el calor era muy sofocante, todo lo contrario a la otra mitad del continente donde el clima era menos cálido.Se pasó una mano por la frente y volvió a cerrar los ojos. 

Había tenido una pesadilla horrible. 

Tremendamente espantosa.

Jamás había padecido un sueño tan realista y tan largo; como si hubiese pasado más de una vida dormido y padeciendo cosas que no eran reales fuera de su mente. Se incorporó en la cama dispuesto a no pensar más en ello ya que, el simple hecho de rememorar aquellas pesadillas sucesivas, le provocaban un fuerte nudo en el estómago y le humedecían la mirada."Debería dar un paseo antes de ir a entrenar."Y antes de todo eso, sería mejor que desayunara algo.

Nïan se levantó de su gran cama de madera de roble y se acercó hasta la palangana vacía con hojas secas de violetas. Tomó el asa de una bonita ánfora llena de agua fresca y vertió una cantidad generosa en la palangana. Se lavó la cara con parsimonia al igual que el cuello, el pecho y los brazos para sacarse aquel sudor tan molesto.

Sintiéndose mucho mejor que al despertarse, Nïan se asomó por el balcón y contempló el paisaje perlado de laderas alrededor del Palacio de Sílex. El sol hacía poco que había iniciado su ascenso y su luz dorada bañaba la hierba otorgándole al paisaje una belleza sin igual y una gran dosis de vitalidad.Definitivamente, el desayuno tendría que esperar.Se moría de ganas por volar.

Kanian se quitó los calzones y, completamente desnudo, dejó que la luz del sol calentara su cuerpo antes de lanzarse al vacío desde la novena planta del palacio. Con el rostro vuelto hacia el cielo, Nïan extendió los brazos hacia los lados en forma de cruz mientras permitía que la gravedad lo fuera atrayendo hacia el suelo unos metros antes de transformarse en dragón.

Como si de cambiarse de ropa se tratase o inclusive más fácilmente, el cuerpo masculino de él se tornó de escamas azules, de músculos y tendones poderosos y de dos majestuosas alas que batió con fuerza para dejar de caer y ganar altura haciendo un gracioso tirabuzón y rugiendo divertido al alcanzar el cenit de Palacio de Sílex.Volar era magnífico al igual que lo era estar en su otra forma. Sería inconcebible para él - y para cualquiera - negarle el hecho de aquella libertad; de poder ser dragón cuando él más lo necesitase y volar para sentirse vivo, fuerte y libre. Aunque su dos naturalezas convivían entre ellas en armonía, las dos le demandaban que las utilizase de un modo equivalente y él procuraba hacerlo siempre que sus obligaciones se lo permitían.

Pero en su pesadilla...

Allí había permanecido cien años sin poder volar, sin ser capaz de tomar su estado dragonil; obligado siempre ha permanecer en su forma de mestizo. Y sólo era un niño de diez años. Un cachorro tanto de dragón como de hombre en una etapa donde los cambios hormonales le pedían a gritos que mudase de piel. 

 Y lo peor de todo fue que sus padres...

Una extraña inquietud hizo que girase su escamoso cuello para mirar por encima de su hombro. El Palacio de Sílex era un pequeña mancha en el horizonte y el corazón del joven dragón se le encogió en el pecho. Todavía era incapaz de sacarse aquellas pesadillas de la mente y- por extraño que pareciese - del corazón. Una necesidad imperiosa de cerciorarse de que todo estaba bien hizo que Nïan diese media vuelta y retornase a su hogar que allí estaba, completamente en pie y que él había visto derrumbarse mientras era perseguido por los hombres de su tío.

"Mi tío está muerto."

Pues por supuesto que lo estaba. Su padre había encontrado su cadáver pocos días después del derrumbamiento de Lasede, mucho antes de que él naciera. No existía ningún Señorío ni tampoco los Señores del Dragón. Los nigromantes tampoco eran ningún problema, y si daba la casualidad de que alguno de ellos habían sobrevivido, se mantenían ocultos para no ser exterminados.

Y a pesar de saber todo eso, regresó de su paseo antes de lo normal y se encaramó en la parte de la fachada del palacio que daba al dormitorio de sus progenitores. Mudando sus escamas por su piel y huesos varoniles, Nïan colocó los pies en parte del cuerpo de la escultura de sílex de su antepasado Zíngora que rodeaba toda la edificación y entró por la ventana sin previo aviso.

- ¡Por Gea! - exclamó su madre nada más verlo entrar completamente desnudo, despeinado y con ansiedad en el rostro. Criselda frunció el ceño mientras colocaba los brazos en jarras -. ¿Qué estás haciendo aquí, Kanian?

Nïan se quedó observando a su madre anonadado, como si hiciese un siglo que no la veía en vez de unas pocas horas. Sintió ganas de llorar al verla tan hermosa. El intercambio de sangre con un Hijo del Dragón, y quien sabe si también su propia gestación, habían dotado a su madre de una mayor longevidad a pesar de ser descendiente de los Hijos de los Hombres.

- ¿Nïan? ¿Pasa algo hijo?

Varel salió del armario-vestidor con unos pantalones de cuero y una sencilla camisa de algodón sin abrochar con el cabello algo despeinado que en vez de darle un aire distraído o poco atractivo, en realidad le proporcionaba justamente lo contrario del mismo modo que le ocurría a él.

- ¿Se puede saber por qué has entrado por la ventana así sin más? - le preguntó Criselda que no vio la sonrisa divertida que dibujó su esposo tras ella llena de complicidad con él. Nïan intentó no sonreír cuando su padre le guiñó su ojo castaño -. Te estoy viendo, Varel.

- ¿Cómo me vas a estar viendo si no tienes ojos en la nuca? - protestó éste sin dejar de sonreír divertido a pesar de decir aquello con un finjidísimo tono de reproche.

- Porque te conozco - le recordó ella girándose hacia él. Su larguísima trenza castaña dejó su hombro y se colocó en su espalda -. Siempre le ríes las gracias a tu hijo. Por los Dioses, lo tienes demasiado consentido - rezongó la reina negando con la cabeza.

- Es que no puedes negar que es muy divertido - dijo Varel paleamdo la espalda de su esposa -. Verlo ahí junto a la ventana me ha hecho recordar muchas de sus escapadas cuando era pequeño y las regañinas que siempre le echabas al pobre.

- Bien merecidas que se las tenía. Y ya que tú no le decías nada, yo tenía que hacerlo por los dos - le recriminó aunque sin maldad alguna ya que ellos dos, desde que Nïan tenía uso de razón, no se habían peleado más allá de las típicas discusiones que hay en todos los matrimonios.

- Sólo soy estricto cuando la situación así lo requiere.

- Ya, pues las diferentes situaciones que ha protagonizado Kanian durante estos cien años no te han parecido lo suficientemente importantes. Todavía me sorprende que no lo castigases después de que se escapara con Malrren para cazar ogros con catorce años uno y diez el otro - y de nuevo la bella reina de Sirakxs negó con la cabeza.- Eso es algo normal en los chicos de su edad, amor. Los jóvenes guerreros siempre quieren tener aventuras para demostrar su destreza.- Fue muy peligroso.

- Nïan ya era muy bueno en aquel entonces y, además, contaba con la ayuda de su magia.

- Fue algo muy fácil, madre - intervino Kanian para calmar los ánimos de su señora madre. Mas, en vez de eso, logró justamente lo contrario.

- ¿Qué fue fácil? ¡Por los Dioses, Kanian. ¡Llegasteis llenos de cardenales, cortes y con una horda de Ogros tras vosotros!

- Porque habíamos matado a su jefe - se defendió él.

- Fue divertido salir y espantarlos - dijo el rey de los Hijos del Dragón con la camisa totalmente abrochada -. Un poco de acción siempre viene bien.- No puedo con vosotros dos - suspiró Criselda sonriendo muy a su pesar -. Jamás sabré que tienen en la cabeza los Hijos del Dragón. Voy a vestirme y cuando termine no quiero verte aquí, Nïan - dijo ella mientras se encaminaba al gran armario vestidor que utilizaban todos en Sirakxs.

- Tranquila, madre

.- Varel, dale algo con lo que taparse. No quiero que ninguna de las mujeres que lo vean se desmayen.Ante aquella pulla, Varel sonrió a su hijo mientras cogía una toalla del baño y se la tendía a su hijo.

- Ahora en serio, Kanian - dijo el rey cambiando de expresión y de tono de voz -. ¿Por qué has entrado así de repente? ¿A ocurrido algo?

Kanian se colocó la toalla alrededor de su cintura en silencio.

- ¿Podemos hablar en mi habitación?

****

- Sólo ha sido un sueño.

Kanian miró a su padre a través de un espejo mientras terminaba de adecentarse.

- Sí, pero fue demasiado real - volvió ha insistir mirando directamente a los ojos de su padre a través de ese cristal capaz de reflejar todo lo que se le ponía por delante.

- Nuestra mente es muy poderosa, hijo mío, y en numerosas ocasiones nos engaña. Son juegos mentales que dibujan nuestros propios temores y nuestras dudas.

Nïan se secó las manos en una toalla y se pasó una camisa blanca sin mangas de suave lino por la cabeza. Abrió de un tirón el cajón donde guardaba sus joyas y tomó dos sencillos pendientes de zafiros. 

- De todos modos, aunque solo fuese un sueño, fue espantoso - dijo lentamente metiendo la camisa dentro de pantalón ajustado de algodón marrón y rodeando su cintura esbelta con un ancho cinturón de cuero negro con la evilla de plata.

- ¿El qué?

Varel se levantó de la butaca en la cual había permanecido sentado durante todo el relato de su hijo y Nïan se volvió de cara a él cuando se enfundó su propia katana en el cinto.

- Vuestra muerte - concluyó con la mirada gacha.

- Nïan.

- La tengo metida en mi cabeza y por mucho que quiera, esa imagen no se va. No se desvanece como las flores de un diente de león un día de viento. 

Cada vez que parpadeaba, que el mundo real desaparecía un instante de su campo de visión, veía a su madre luchando contra su tío Xeral para darle tiempo a él para escapar del ataque al Palacio de Sílex. La veía completamente bañada en sangre en el suelo y atravesada por la espada de su traidor tío. Después, sin que pudiera detener aquellas visiones, veía a su padre atravesado por infinidad de saetas para ser, al poco tiempo, decapitado por su hermano menor. Y llegados a ese punto era imposible no ver a su adorado primo Fíren siendo abatido también por flechas con un pequeño Nían asustado a su lado.

"Y todo es absurdo. Ninguno de ellos está muerto, sólo Fíren lo está a causa de la vejez de su raza."

- Se te pasará, hijo - le aseguró su padre con una sonrisa cariñosa -. Ha sido sólo la impresión. Ahora vamos a entrenar.

El campo de entrenamiento estaba atestado de guerreros de ambos sexos como ocurría cada día. Ya fuera verano, otoño, invierno o primavera, ningún Hijo del Dragón obviaba la llamada de su sangre y olvidaba su entrenamiento. Los únicos que dejaban a un lado esa regla eran los sanadores: muy pocos de ellos entrenaban en algunas ocasiones a pesar de que todos poseían el conocimiento de las armas y cómo manejarlas.

Nïan y Malrren se encontraban descansando bajo la sombra de un naranjo bebiendo una buena jarra de agua fresca después de la primera jornada de entrenamiento. El sudor había pegado completamente a sus cuerpos bien trabajados y musculosos la ropa que los dos portaban. Malr, en silencio, contemplaba como su hijo mayor luchaba con una joven veterana con mucho desparpajo y técnica.

- Dioses, quien pudiese moverse así de veloz nuevamente - suspiró con una risita.

- Tú aún estás hecho todo un muchachito, Malr - sonrió Nïan mientras vigilaba por el rabillo del ojo a su padre. Varel se encontraba charlando y riendo con sus generales de confianza: Hoïen, Lenx y Corwën.

- Puede que a mi hijo le falte técnica pero es muy bueno para su edad. Posee gran gallardía.- Tú aún la conservas, hombre.

- No sé yo. Ya soy mayor.

- Cuidado que el aquí presente tiene la friolera cantidad de ciento cinco años - se burló Kanian y recibió por parte de su mejor amigo un codazo que le dolió un poco tirando a bastante -. Auh - se quejó medio en broma medio en serio -, me has hecho daño.

- Tienes razón, amigo mío, estoy en la flor de la vida. No como otros que en dos días celebra su ciento diez aniversario.

- Es una nimiedad, Malr. Como dragón soy un simple cachorro.

- Y como Hijo del Dragón eres ya todo un hombre. ¿No deberías pensar en encontrar una esposa y casarte? Eres el heredero de todo lo que ves y todos deseamos ver a pequeños dragoncitos volando de aquí para allá.

Nïan sonrió lleno de nostalgia al rememorar todas las aventuras que habían compartido él, Malrren y Fíren cuando eran unos mocosos con ganas de demostrar su valor y su insignificante fuerza infantil. La de castigos que se habían llevado los tres.

- Bueno, supongo que en dos días te daré a ti y a todos los nuestros una gran alegría.

Los ojos rubí de su amigo se abrieron llenos de esperanza y sonrió.

- No me digas que...

- No, no es lo que estás pensando. No estoy enamorado de ninguna mujer - explicó Nïan sabiendo que en la cabeza del alocado de Malrren se estarían dibujando un millar de situaciones referentes a mujeres y coqueteos.

- ¿Cómo que no es lo que me estoy imaginando? ¿Entonces cómo es que vas a anunciar tu compromiso?Nïan suspiró y se terminó el agua de su jarra de cristal que ya se había calentado.

- Soy el destinado a reinar tanto Sirakxs como Senara y es por eso que mis padres ya tienen acordado, desde el día de su nacimiento, mi matrimonio con la princesa de Senara. Una vez nos casemos, seré el rey de toda Nasak.

La cara de su amigo fue todo un poema y hubiese sido también digna de inmortalizad para la posteridad.

- ¿Estás comprometido con la princesa Galidel y te has atrevido a no decirme nada? - lo acusó señalándolo con un dedo.

- Bueno, comprometido lo que se decie comprometido, no. Sólo es un acuerdo entre las dos familias. Pero el intercambio de sangre está previsto celebrarlo el día de mi nacimiento a pesar de que ninguno de los dos nos conocemos.

Soltando un suspiro, el hijo de Hoïen se dejó caer sobre la hierba verde de aquel pequeño jardincito de campo de entrenamiento.

- Qué difícil es pertenecer a la realeza.

Nïan se encogió de hombros.

- Mis padres se casaron en las mismas circunstancias y jamás he visto una pareja que se ame más habiéndose unido obligados por el destino.

- Sí, en eso te doy la razón. Pero no me parece muy ético.

- La realeza se debe al bien de su pueblo y a su deber. La ética está de más en esos menesteres. Sería muy egoísta de mi parte pensar en mi propia felicidad antes que en la de mis súbditos.

-Tal vez sí tal vez no, mas yo sería incapaz de vivir con otra mujer que no fuese Zelensa.

- Eso es porque te enamoraste de ella hasta las entrañas. Yo no me he enamorado jamás de nadie - dijo sin importarle demasiado no haber amado a otro ser. Él era tan feliz viviendo con su familia y volando día tras día en su forma de dragón que lo demás no importaba.

- Y es una auténtica pena. Aunque espero que lo consigas y que sea de esa princesa - le deseó sinceramente Malr incorporándose. Nïan también se puso en pie. Era hora de continuar con el entrenamiento -. Dicen que es una joven muy hermosa y diestra con la espada.

- Supongo que se deberá a su herencia puesto que es mestiza - aventuró Kanian saliendo de la bendita sombra del naranjo.

- Puede ser.

El lugar central del campo de entrenamiento estaba comenzando a vaciarse y un nuevo turno de guerreros - los cuales ya habían descansado previamente - se acercaron a la arena para buscar algún contrincante fuerte y a su medida para mejorar sus habilidades. Kanian estaba evaluando si luchar con dos hombres fornidos cuando una joven hermosísima se acercó a él.

La joven en cuestión no tendría más de veinte años y estaba dotada de un cuerpo grácil y esbelto que se dibujaba perfectamente bajo las ropas ajustadas de algodón que portaba. Su cabello era castaño y largo recogido en una trenza sobre su cabeza y algunos mechones se habían escapado de ésta y le caían por la frente y las orejas. Sus ojos eran de color miel con espesas pestañas negras, su nariz era fina y bien proporcionada y su boca era pequeña con los labios de un rojo intenso que parecía natural.El corazón le dio un vuelco y se le agitó la respiración. El joven Dragón no pudo evitar recorrer su suculento cuerpo con la mirada. Tenía unos pechos grandes y bien formados, unas prominentes caderas y estaba seguro que su trasero también sería espectacular.

 "¿En qué demonios estoy pensando?"

Era la primera vez que se le pasaban por la cabeza pensamientos lujuriosos por una mujer.

- ¿Eres el príncipe Kanian? - le preguntó la joven mirándolo de arriba abajo. Eso le gustó pues apreció que ella estaba algo nerviosa y que se lo estaba comiendo con la mirada.

- Sí - confirmó -¿Quién desea saberlo?

- Soy Galidel, princesa de Senara.

Nïan se atragantó con su propia saliva. ¿Aquel manjar con patas era su futura prometida?

- ¿Galidel? ¿Qué estáis haciendo aquí tan pronto? Deberías llegar dentro de dos días.

La joven se encogió de hombros y se cruzó de brazos. Aquel gesto hizo que él apreciase los dos sables que portaba bien enfundados en sus caderas.

- He decidido adelantar mi viaje porque tenía ganas de conoceros. Después de todo, no nos habíamos visto nunca antes.

Eso era cierto.

- Aunque, si he de ser sincera - continuó desenfundando con su mano derecha uno de sus sables - lo que pretendo aquí y ahora es luchar contra vos.Eso dejó al príncipe estupefacto.

- ¿Cómo decís?- No voy a permitir que mis padres decidan mi vida por mí. Por ello, si me ganáis aceptaré gustosa mi destino y me casaré con vos. Pero si perdéis, no habrá ningunos esponsales y os advierto que hace cinco años que nadie ha sido capaz de vencerme - y desenfundó su otra arma.

Kanian, con una sonrisa divertida y con la adrenalina recorriendo sus venas, desenfundó su katana sin nombre y se preparó para luchar.

- Acepto el reto. 

"Esto promete ser muy divertido."

****

- ¿Despertará algún día? - preguntó la joven científica con voz débil. Su compañero en la sala, un veterano, la miró por encima de su hombro mientras cerraba un tarro con una sustancia transparente.

- ¿Decías algo, Ydánia?

Ydánia negó con la cabeza al darse cuenta del desliz que había cometido y el hombre continuó a lo suyo: la mezcla de la poderosa droga que le estaban suministrando al Dragón. La joven, con su bata negra y un cuaderno en la mano, contemplaba la figura de Kanian atada a una cruz de pies y manos. La cabeza le colgaba hacia delante y prácticamente no se le podía ver el rostro tan hermoso que tan bien había podido vislumbrar el primer día que llegó. En sus brazos había una veintena de tubos con diferentes líquidos circulando por ellos hacia su cuerpo.

No sólo eran drogas y alucinógenos para mantener a su parte de dragón dormida y en calma; también le inyectaban nutrientes, vitaminas y calorías para que su cuerpo se mantuviese sano y fuerte. Ese era el mejor método para poder experimentar con aquel milagro de la naturaleza. Sus tejidos era fascinantes y su cuerpo creaba gran cantidad de células tanto normales como madres. Esa capacidad regenerativa era la que permitía que se curara tan deprisa. Una capacidad que estaba ligada a su poderosa magia innata. Aquel organismo viviente contenía tantos misterios maravillosos que todos los científicos se morían de ganas de tomarle muestras he inyectarle diferentes pócimas y brebajes para poder ver sus efectos tanto positivos como negativos.

Mas Ydánia se sentía horriblemente mal.A pesar de que tenía una mente prodigiosa y poseía una fantástica habilidad para poder ejecutar y crear nuevos hechizos de magia negra, sentía remordimientos cada vez que entraba a esa habitación hermética para hacer el reconocimiento de su más reciente cobaya. Gracias a Cronos que no se encargaba de aquel proyecto como investigadora sino que se limitaba a comprobar sus constantes vitales, su flujo sanguíneo y si continuaba fuera de combate.

Ninguno de los allí presentes querían ninguna nueva sorpresa y después de la fuga del Dragón, habían desarrollado una droga mucho más poderosa y con efectos en las mentes que daban pavor. Aquella droga era capaz de hacer que los sujetos imaginaran y viviesen otra vida paralela dentro de su mente. Una existencia que no era real pero que para ellos lo era demasiado y eso podría provocar que cuando el afectado por esa droga despertase de verdad fuese incapaz de distinguir la realidad de esa ficción tan realista suya.

Y eso en el caso que el paciente lograse despertar alguna vez.

"El poder de nuestra mente da miedo."

- ¿Qué crees que estará viviendo? - preguntó la joven de forma retórica.

- ¿Cómo dices? - preguntó su compañero sin levantar esta vez la vista de la etiqueta que estaba colocando en un frasco.

- Nada, simplemente me gustaría saber qué tipo de vida estará viviendo dentro de su cabeza.

- Eso no debería importante. Lo que en verdad importa es que siga así, con los ojos cerrados y sin mover ni una pestaña. En cuanto abra los ojos, nos matará a todos sin piedad.

Ydánia asintió y colocó dos dedos sobre el cuello de Kanian para tomarle el pulso y sintió que este latía demasiado deprisa.

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