Capítulo dos
Confianza
- No podemos hacer otra cosa que esperar.
La tarde estaba ya muy avanzada cuando Araghii dijo aquella frase que todos sabían demasiado bien. Galidel se estremeció cuando la gruesa aguja perforó su piel y apretó con fuerza la mano de Anil que mantenía una compostura serena de puertas para afuera. El shock de saber que Gia había despertado pero que no era él sino Cronos y el hecho también de ser conocedora del peligro que corría su madre no eran temas fáciles de manejar y mucho menos de digerir.
Las dos habían hecho buenas migas desde que Giadel había entrado en coma y Galidel sentía un cierto alivio al tener a la Hija del Dragón a su lado. Más aun cuando estaba donando sangre a su enemigo. Enemigo que poseía los recuerdos y el cuerpo de su gemelo.
Fena, con cariño, masajeó la zona donde estaba depositada la aguja y la vendó para que esta no saliera de su carne para que la sangre de ella corriera por el tubo de plástico hasta el brazo de un inconsciente Cronos que, exhausto, se había desmayado en cuanto Chisare hizo acto de presencia.
La joven mestiza aún estaba consternada y sin saber demasiado bien qué pensar. Después de aquel tremendo silencio que se había apoderado en el despacho del antiguo gobernador de Mazeks, su abuela entró como un vendaval seguida de Anil que tenía los ojos rojos y perlados de lágrimas. Su abuela, con las mejillas arreboladas por la carrera, los ojos brillantes y la respiración agitada, se precipitó hacia Giadel con los brazos extendidos.
Los presentes, asombrados por el hecho de que la Dama de Gea supiera la nueva noticia, fueron testigo de como Cronos, sorprendido, era incapaz de moverse o decir nada mientras Chisare lo abrazaba con lágrimas en las mejillas.
- Gia... mi niño... - musitaba su abuela con la voz perlada de emoción.
Galidel, asustada de que su abuela sufriera el maltrato de Dios del Tiempo - o lo que fuera ahora -, se levantó de la silla dispuesta a apartarla de aquel falso Giadel. Mas, para su sorpresa, los brazos del cuerpo de su gemelo correspondieron el abrazo de la antigua reina y escuchó un sollozo salir de sus labios.
- Abuela - musitó enterrando la cara en su cuello para, al momento, desmayarse.
Cuando perdió el conocimiento, Araghii cogió a su hermano en brazos y Fena y Nadeï tomaron las riendas de la situación. Las sanadoras ordenaron portar al enfermo hasta su alcoba, acostarlo y hacerle una transfusión de sangre, de minerales y papilla. Todo por vena.
Y ella, incapaz de negarse a ofrecer su sangre, estaba acostada al lado de su gemelo mientras le entregaba su fluido escarlata hasta su brazo derecho y por el izquierdo le suministraban una botella de agua potable con una mezcla de minerales que, una vez acabada, sería substituida por una especie de papilla aguada para alimentarlo.
La brisa del atardecer traía consigo el sonido del ajetreo vital de la ciudad laberinto y perderse en las voces de los transeúntes hacía que la presión en el corazón de Gali fuera algo menos insoportable. Concentrar toda su atención a esos sonidos hacía que no pensara en los acontecimientos presentes y en los posibles que ocurrirían en un futuro próximo.
Pensar en eso, en el peligro que estaría corriendo Nïan, hizo que se le contrajera el estómago. Anil le acarició el brazo con afecto para consolarla y para consolarse a sí misma.
- ¿Cómo lo supiste? - preguntó al fin el general a su amada que, sentada a su lado con las manos entrelazadas, no apartaba los ojos del cuerpo flácido vivo y no comatoso de Gia.
- Me lo dijo Gea mientras le oraba a ella con los niños - respondió la mujer.
- Pues tu Diosa ya podría haber hecho un comunicado general para todos. Nos habríamos ahorrado ciertas sorpresas.
- Debes recordar que los Dioses no pueden inmiscuirse en nuestros asuntos.
- Pues creo que éste de aquí lo ha hecho muchas veces y sin despeinarse - apuntó el moreno frotándose la frente con los dedos. Galidel percibió el cansancio en su voz.
- Debe haber algo más - murmuró Chisare volviéndose hacia Araghii -. Todo esto es...
- Desde luego, es más que extraño. Creía que lo había visto todo cuando vi a Kanian transformarse en dragón, pero al parecer ese solo había sido el aperitivo - dijo el general con su ironía habitual.
Fena miró de reojo al general antes de pasarle un paño húmedo al rostro de Giadel que sudaba copiosamente.
- ¿Le ocurre algo? - preguntó Chisare preocupada. Galidel a penas sabía si debía preocuparse por ese ser o no.
- Le está dando algo de fiebre. Creo que es normal a tenor que acaba de despertarse de un largo sueño y que Cronos se encuentra en un cuerpo extraño. Supongo que su alma divina deberá adaptarse o adaptar el cuerpo de Giadel a su conveniencia para poder sobrevivir.
Esas palabras golpearon con fuerza el delicado pecho de la mestiza. ¿Adaptarse al cuerpo de su gemelo? ¿Ese Dios malvado y cruel que había provocado tantas muertes inecesárias a causa de su ambición? El cuerpo de su hermano era perfecto y bello, demasiado hermoso para una alma tan podrida como la de Cronos.
- Rea - murmuró el enfermo sin abrir los ojos. Estaba delirando.
- ¿Rea? - preguntó Chisare. Nadeï frunció los labios mientras permanecía en silencio apoyada contra la pared con los brazos cruzados. Seguramente estaría pensando en su tío, hermano y sobrino pues su ceño no dejaba de estar fruncido a modo de inquietud.
- Es el nombre de la pupila de Xeral - explicó Araghii -. Se podría decir que era como su hija adoptiva.
Las palabras de Araghii hicieron que la muchacha recordara la sala de baile de palacio gubernamental del Rubofh la noche que pretendía asesinar a Xeral. Su mente dibujó a una preciosa joven de ojos violetas y cabello rubio ceniza largo y rizado con un precioso vestido que no le hacía justicia.
- Rea... - volvió a murmurar. Anil soltó la mano de Galidel y apartó la mirada.
- ¿Por qué llamará a esa joven? - preguntó Fena quitando la botella vacía de agua y minerales para colocar ahora la de la papilla.
- No lo sé, pero está muy claro que este joven no nos ha contado toda la verdad sobre por qué lo traicionó Kerri y el verdadero motivo por el cual tiene ese bastardo su cuerpo- refunfuñó el general pasándose ahora la mano por la cicatriz de su mentón.
- ¿Podemos confiar en él?
La pregunta de Anil quedó flotando en el aire como una pesada losa de mármol. Aquella palabra - confiar - había estado en la mente de todos desde que descubrieran que el nuevo poseedor del cuerpo de Giadel era Cronos, el Dios que quería destruir la raza mortal de Nasak.
- Yo creo que sí -respondió Araghii después de soltar un suspiro de hastío -. Nos necesita a todos, sobre todo a Kanian, así que no creo que nos la juegue.
Levantándose de su asiento, el general besó la frente de Chisare antes de abandonar la habitación. Nadeï siguió su ejemplo para hacer la ronda a sus pacientes y Anil, se fue cuando el sol se ponía para asearse y buscar algo para cenar. Fena, al encender las velas de la alcoba, también abandonó la estancia cuando la transfusión de sangre finalizó al igual que la ingesta de alimentos por parte de un Cronos que dormía sin que la fiebre disminuyera.
A solas los tres, Chisare se acercó a ella y le besó la frente.
- ¿Cómo estás? - le preguntó.
- No lo sé - respondió ella con la mayor sinceridad posible -. No sé cómo debo sentirme.
- Yo tampoco lo sé muy bien pero... - dijo su abuela pensativa -. Necesito hablar con Gea.
- ¿Y crees que te contestará?
- Siempre que es algo importante lo hace - le aseguró -. Además, esto le concierne y mucho puesto que se trata de su hijo y del mío.
A Giadel le hubiera gustado sonreír. Chisare los había criado repitiéndoles una y otra vez que no era su madre, que no debían llamarla así a pesar de que ella siempre los había criado como una madre y no como una abuela.
- Él ya no está ahí - murmuró ella sombría.
Su abuela la miró con una mezcla de desconcierto, tristeza y sorpresa.
- Sí, claro que Gia está ahí dentro. ¿Acaso no lo sientes?
La muchacha negó con la cabeza.
- Estás cansada, mi vida - dijo la mujer como si esa fuera la culpa de que ella no pudiera ver que su hermano estaba vivo junto con Cronos -. Duerme un poco y lo verás todo más claro al despertar. Voy al templo de Gea.
Cuando Chisare cerró la puerta y ella se quedó a solas con su gemelo, Galidel se levantó de la cama y tuvo que apoyar las manos en el poste de la cama para no caer directa al suelo. Estaba terriblemente mareada por la pérdida de sangre y le rugía el estómago pidiendo comida a bramidos.
¿Cómo podía pensar en comer en aquellos momentos? Era estúpido, sería incapaz de llevarse nada a la boca. Cuando el mareo remitió y supo a ciencia cierta que no caería como una muñeca de trapo, la joven se levantó del lecho y se quedó bien derecha a los pies de éste para contemplar al joven que dormía.
¿Realmente estaba su gemelo ahí dentro?
No, estaba completamente segura que allí ya no había nada de la esencia de Gia. Si la hubiera, no la habría apartado de aquel modo de su lado ni la habría ignorado ni despreciado. Desde luego que no. Allí simplemente estaba ese Dios malvado que había salvado a Xeral de la muerte y a todos sus seguidores. Ahí estaba la divinidad que había propiciado una guerra cruenta donde habían muerto su madre y su padre.
Los padres de Kanian.
Ese Dios había consentido que se encerrara a un niño de diez años en una cárcel hasta que el adulto consiguió huir cien años después.
Había dejado morir a su protegido y que éste fuera asesinado por su propio hijo.
No, no se podía confiar en ese monstruo malvado que les había enviado a tres Erínias letales.
"Giadel está muerto."
Con la mente nublada y con una idea fija en mente, Galidel rodeó el lecho hasta colocarse al lado del sudoroso enfermo que parecía tener una pesadilla. Sin que su cuerpo temblara, Gali alzó sus manos y rodeó el cuello de Giadel con fuerza.
*****************
El templo de Gea estaba oscuro.
No había ni una trise vela que iluminara el árbol central del templo de planta circular salvo la luz de la luna que entraba por el óculo que permitía que el árbol recibiera la luz solar durante el día.
Sabiendo eso de antemano, la Dama, provista de una pequeña lámpara encendida, depositó ésta en el suelo y avanzó hasta llegar a las raíces del gran roble y se arrodilló ante él mientras oraba a su Diosa sin mirar la talla de Gea abrazando el tronco de árbol.
Una vez terminada la plegaria, Chisare alzó el rostro hacia la imagen de la Madre Tierra.
- Durante todos estos días - comenzó la bella mujer -, te he estado suplicando que me devolvieras a mi niño. Que me ayudaras una vez más para recuperar a una de las personas que más me importan en esta vida.
>> Y lo has hecho - prosiguió mientras le era imposible contener las lágrimas -. Me has devuelto a Gia, pero; ¿a qué precio? ¿Qué precio ha tenido que pagar para poder regresar de la muerte? ¿De verdad está ahí dentro? Quiero creer que sí, que Giadel está ahí dentro, que su esencia, todo lo que él era; no se ha perdido y que ahora está unido a Cronos por lazos que nadie puede ver.
>> Sin embargo, necesito que tú me lo digas. Que me asegures que mi Giadel no ha desaparecido, que esos ojos - a pesar de no ser verdes - hace que él nos vea y nos muestre parte de su ser.
Emocionada y temerosa a la vez, Chisare calló y cerró con fuerzas las manos hasta clavarse las uñas en las palmas. Sin moverse un ápice, sin atreverse ni siquiera a sollozar en voz alta, la Dama esperó a que su Diosa se manifestara con la cabeza gacha, incapaz de mantenerla erguida.
- Sabía que estarías aquí.
Pegando un respingo, chisare se dio la vuelta y vio la figura imponente y cansada de Araghii. El corazón le dio un vuelco al verlo bajo las sombras que creaban juegos sensuales en su anatomía y en su rostro.
Desde que se había declarado, Chisare no podía dejar de pensar en aquel hombre que mantenía una fuerte coraza en su corazón a pesar de tenerlo más bueno que el pan. La había apoyado tanto durante todo aquellos días en los que creía que un oscuro abismo la iba a engullir que sentía que sería incapaz de seguir caminando sobre aquel mundo sin tenerlo a su lado.
- Es muy tarde - dijo ella mientras Araghii se acercaba y se sentaba a su lado -, deberías estar descansando.
- Podrías aplicarte el cuento a ti también - respondió con cierto sarcasmo. Eso la hizo sonreír. Se estaba acostumbrando con demasiada rapidez a sus ironías constantes, a su modo de hablar entre líneas.
"Dioses, es tan diferente de Iarón."
Y sin embargo, ella...
- ¿Estabas preocupado por mí? - le preguntó a pesar de saber que así era.
- Pues sí - se limitó a aceptar el general con gran naturalidad. Iarón se hubiera puesto del dolor de la grana antes de asentir con cierta timidez. En cambio Araghii era tan natural que la hacía temblar de arriba abajo -. No creo que estés bien a pesar de tu templanza. Tenía miedo de que pudiera darte otro ataque como el de la última vez.
Los colores tiñeron las mejillas de ella y sonrió con cierta vergüenza.
- Supongo que, cuando mi medidor de capacidad para soportar los problemas y las tensiones llegó a su límite, todo se derramó y eso provocó que mi mente se cerrara por completo y cayera en aquel estado catatónico.
- Me asusté mucho al verte así - confesó él pasándose la mano por su corta melena castaña.
Ella sonrió con calidez.
- Perdón -se disculpó.
- Fue en ese momento cuando me enamoré de ti.
"¿Qué?"
El corazón normalizado de la Dama, comenzó a latir con fuerza en cuestión de segundos, calentándole la sangre que circulaba por sus venas a demasiada velocidad hasta llegar a su rostro y encenderlo como un farolillo.
- Bueno... - prosiguió éste sin mirarla a la cara -, ya me habías causado una gran impresión con sólo verte. Es decir... - suspiró. Parecía que no era capaz de encontrar las palabras para explicarse. Eso hizo que sintiera mariposas en el estómago -. ¡Diablos!, eres una mujer muy hermosa - dijo como si fuera una oviedad. Chisare, agradecida, sonrió mientras las sombras de la noche la ocultaban al igual que su sonrojo.
- Lo que quiero decir es que - siguió Arahgii volviéndose hacia ella y tomándola de la mano - es que pensé que quería protegerte. Que no deseaba que una mujer tan fuerte y valiente tuviera que sufrir nuevamente si yo era capaz de evitarlo. Así que, si necesitas a alguien con quien hablar o un apoyo firme, siempre me tendrás a tu lado pase lo que pase.
El rostro de él estaba demasiado cerca pero a Chisare no le importó. Podía notar su respiración y su aliento sobre su rostro. Sentía a la perfección el calor que desprendía su cuerpo y el ardor en sus iris del color de las avellanas.
- Te amo.
Ella deseó llorar por toda la felicidad que aquellas dos palabras estaban provocando en su interior cuando los labios de Araghii tomaron los suyos y le dio un profundo y largo beso que no sólo le robó el aliento. También le estaba capturando el alma poco a poco, atándola a la suya cada vez más.
- No te preocupes por Giadel - le dijo cuando separó los labios de su boca -. Todo saldrá bien.
Sí, todo tenía que salir bien.
Debía salir bien.
Ya habían sufrido bastante durante demasiados años.
Algunos durante un siglo entero como ella y Kanian.
Tal vez incluso más, como Cronos.
- Mi corazón me dice que Giadel está ahí. Que siempre estará con nosotras y que podemos confiar en él; en Cronos.
Araghii sonrió con ternura y le acarició la mejilla izquierda con delicadeza. Un repentino calor invadió el cuerpo de la Dama de Gea y se asustó. ¿Qué era aquello que la estaba consumiendo? ¿Era deseo? Un profundo temor y una gran culpabilidad ensombrecieron su corazón. ¿Estaba deseando a Araghii? ¿Su cuerpo anhelaba que aquellas poderosas manos lo acariciasen y que aquella boca besasen cada recoveco?
"No, esto no puede estar pasando."
Debía alejarse de él. No podía hacer aquello.
¡No podía desear a otro hombre que no fuera Iarón! No podía traicionarlo de ese modo. ¿Y no lo has hecho ya dejando que otro te bese? ¿Qué otro hombre diga que te ama y que tú te alegres y casi te pongas a saltar? - le dijo su yo interior.
¿Qué estaba haciendo?
Debía alejarse.
Intentando que no fuera violento, Chisare se apartó de Araghii y se puso en pie sin mirarlo a la cara.
- Creo que es mejor que vaya a ver como están los gemelos - dijo con la mirada gacha y el corazón en un puño.
- Claro, por supuesto - respondió él como si nada hubiera pasado.
Mejor.
Era mejor así.
- No creo que debas pensar así - escuchó que le decía una dulce voz femenina dentro de su cabeza. La Dama miró la talla de madera de Gea.
- Deberías confiar más en ti misma y en los que te rodean. El pasado pasado está; nada de todo aquello volverá.
- ¿Qué quieres decir? - le preguntó frunciendo el ceño.
- ¿Chisare? - la llamó Arahgii.
- Hazle caso a tu corazón. En él están todas las respuestas que buscas.
Una suave brisa recorrió el templo y acarició el rostro de la mujer que en vez de obtener respuestas de Gea, sólo había logrado albergar más dudas en su mente y en su corazón.
- ¿Era Gea? - preguntó el general.
Ella asintió mientras se encaminaba junto al hombre a la salida del templo con la lámpara en la mano.
- ¿Y? ¿Qué te ha dicho?
- Que le haga caso a mi corazón.
Araghii soltó un exabrupto.
- En serio ¿podrían dejar de hablar en clave? Ya podrían ser más claros.
Ella se encogió de hombros.
- Los Dioses son así.
Él le dirigió una mirada sarcástica que parecía decir "no me digas". Y de nuevo el corazón volvió a llenarse de calidez.
"Basta. Deja de ponerte como una completa niña enamorada de quince años. Ya no tienes edad para esto."
De repente, mientras caminaban hacia la calle central de Mazeks, unas sombras los alertaron y Araghii extendió el brazo para que ella se detuviera. Desenfundando un largo cuchillo de sierra, achinó los ojos para distinguir a los transeúntes que se acercaban a ellos a paso muy lento.
- ¿Quién va? - preguntó con autoridad el general que había afianzado bien los pies en el suelo y sujetaba con cierta presión el mango del cuchillo.
- ¿Jefe? - dijo una de las figuras. Chisare contó cuatro.
Araghii bajó el cuchillo. Parecía como si lo hubiesen golpeado con fuerza en el estómago y que lo hubiesen dejado sin aliento.
- ¿Sanguijuela? - preguntó incrédulo.
La nube que imposibilitaba a la luna alumbrar las calles nocturnas, se apartó al fin y los rayos del satélite iluminaron a los cuatro recién llegados que, extenuados, parecían a punto de desmayarse. Sobre el caballo que Sanguijuela conducía por las riendas, había un extraño bulto inmóvil que ella no pudo ver bien. Al lado de éste, el orequs de Mallren portaba en su grupa a Corwën que o estaba muerta o desmayada y, a su lado, Zorro caminaba con Zerch en la espalda.
¿Y los demás?
¿Dónde estaban Mequi, Malrren y Kanian?
- Araghii - susurró ella pálida y asustada.
El general corrió hacia Sanguijuela y ella hizo lo propio.
- Por Urano ¿qué a pasado? - le preguntó al contorsionista.
- Todo era una trampa, jefe - respondió éste con la voz seca -. Sabían que íbamos hacia allí.
- ¿Qué a pasado? ¿Dónde está Kanian?
Sanguijuela cayó de rodillas exhausto y Chisare se arrodilló para incorporarlo.
- Se lo llevaron - respondió Zorro que, en cualquier momento, caería igual que su compañero juntamente con la carga humana que portaba en su espalda -. Esos hijos de mala madre se lo llebaron juntamente con Malrren.
- ¿Y Mequi? ¿Dónde está el erudito?
"El bulto."
Chisare alzó los ojos y se tapó la boca para no gritar cuando vio el cuerpo sin vida que transportaba el caballo y el rostro de Mequi amoratado y con los ojos en blanco muerto.
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