Capítulo cuarenta y tres
Eterno retorno
A penas pudo probar bocado durante la cena. Y no fue porque los platos no fuesen de su agrado, ni por refinados modales o cortesía con sus anfitriones. La razón por la que estuvo picoteando como un pajarillo herido fue porque tenía el estómago completamente cerrado.
La zona residencial de la ciudadela la había sorprendido gratamente. Bueno, en verdad, toda La Corte de las Ratas de mar la había dejado anonadada. Las calles estaban limpias, brillantes y sin suciedad. La salubridad estaba a la orden del día y la fundición, la destilería y la herrería se encontraban fuera de las murallas evitando con ello la contaminación y los malos olores.
Kerés, con unos modales de mayordomo exquisitos, los había guiado con solemnidad hacia el segundo sector y había escogido para ellos un edificio de cuatro plantas donde la planta baja estaba deshabitada y se utilizaba para albergar a los visitantes del gremio. Con ellos, cuatro jóvenes cargados con víveres les iban a la zaga y fueron sacando platos humeantes, panes, bebidas y demás de sus cestas de mimbre y depositándolas sobre la mesa una vez dentro de la vivienda.
Cuando quedaron solos, los hombres de Araghii se precipitaron sobre la comida y corrió la bebida como si fuese agua fresca en vez de aguamiel y cerveza negra con grandes dosis de alcohol. Chisare, sentada al lado de Mochuelo y Anil, se mantuvo completamente en silencio mientras todos los demás conversaban a viva voz y proferían risitas victoriosas.
- ¿Habéis visto la cara de esos estúpidos? - decía Sanguijuela sin perder sus modales en la mesa y sin hablar con la boca llena -. Ha llegado un momento en el cual casi he sentido lástima por ellos al ver que se lo hacía encima cuando hemos sacado las armas.
- Supongo que no creían que volverían a vernos - apuntó Pólvora con una sonrisa satisfecha -. De entre todos, nosotros siempre hemos sido los mejores.
- Y porque estamos incompletos que si no... - dijo Mochuelo con nostalgia -. Con Cascabel y la presencia de Tocino no se habrían atrevido ni a amenazarnos.
- Cierto, pero los habríamos dejado para el arrastre de todos modos - intervino Zorro con calma -. Siempre hemos sido superiores.
- ¿Acaso no tenéis abuela? - les preguntó Anil mientras los hombres entrechocaban sus jarras de cerveza y se echaban a reír con fuerza y alegría.
- Amor, sólo estamos diciendo una verdad obvia - le dijo Sanguijuela con una sonrisa zalamera.
- ¡Pero si no había ningún tipo de plan previo! - recalcó la joven que parecía estar todavía algo nerviosa a pesar de que lo peor ya había pasado -. El príncipe Kanian no dio ningún tipo de instrucción ¿cómo has podido prometerle todo eso, Araghii? - le preguntó al general.
Chisare, que no dejaba de remover el pollo con verduras y salsa de tomate, miró al hombre del cual estaba perdidamente enamorada. Contempló sus bellas facciones varoniles, sus ojos avellana, su piel morena por el sol y llena de cicatrices y callos en las manos y los pies, en la cicatriz de su barbilla y en su cabello ondulado largo y castaño que llevaba recogido con una cinta azul oscuro. Estaba imponente, demasiado hermoso para ella y cualquier mujer soltera y con gustos refinados.
- Era lo único que podía hacer para convencer a Ámonef - dijo éste después de tomar un trago de aguamiel -. Kanian me dijo que actuara de la mejor manera posible, que lo dejaba todo bajo mi criterio.
Típico de su sobrino - pensó la Dama de Gea. Ella misma los había escuchado por casualidad. Después de que finalizara la reunión y antes de que sus dos niños se marcharan al pasado, Nïan había sido detenido por Araghii y había intercambiado unas palabras con él.
- ¿No vas a darme instrucciones, majestad? - le dijo con aquella mezcla suya de registros tan peculiar.
Araghii hacía que algo dicho de manera totalmente informal cogiera otro matiz al añadir una palabra más formal dentro de todo el conjunto. Aquel tipo de lenguaje infundía confianza en el hombre y conseguía que le prestaras atención a la vez que dejaba bien patente que él no era ningún adulador que sólo desease conseguir prestigio a través de alguien de mayor rango.
- Era tu mundo, general - respondió Nïan del mismo modo que su interlocutor -. Yo no conozco nada de la clandestinidad de los contrabandistas ni del Mercado Negro. Ni siquiera sé dónde está su base.
- Deberé prometerle algo sustancioso a Ámonef para que acepte darnos víveres y soldados. Ofrecerle dinero es imposible porque no contamos con mucho y porque no entra en tu política.
Sus palabras hicieron sonreír al príncipe.
- Me conoces muy bien.
- Eres fácil de leer, palomita.
- Hacía mucho que no me llamas así - dijo Nïan con voz afectuosa.
- Supongo que pronto dejaré de hacerlo ya que estás a punto de volar fuera del nido - respondió Araghii con una pena fingida -. Está bien, haré lo que crea conveniente para lograr ponerlo de tu parte.
- Sé que lo harás -. Y allí acabó la conversación.
- Obedecí a mi rey - decía el Araghii del momento presente mientras mojaba un pedazo de pan en la salsa de tomate del pollo -. Lo que le he prometido ha sido una de las mejores decisiones y sé que Kanian habría hecho lo mismo.
- Concuerdo contigo - habló la Dama por primera vez en toda la velada -. Has actuado exactamente como un auténtico embajador político. Nïan se sentirá orgulloso a su regreso.
Las mejillas de Araghi, sonrosadas ya por el alcohol, pasaron de un ligero tono rosado a un granate pronunciado. Sin decir una palabra, continuó comiendo y todos hicieron lo propio sin dejar de burlarse y de reírse de la reunión con Ámonef.
Al terminar la cena se recogieron los platos y los cubiertos después de echarlo a suertes. Los sacrificados para lavarlo todo fueron Pólvora y Anil, pero Sanguijuela le quitó con placer la tarea al segundo de Araghii para estar al lado de su amada y molestarla a la hora de lavar la vajilla. La mujer los contempló con una sonrisa dulce y maternal y pensó en los gemelos cuando en las montañas hacían juntos las tareas del hogar.
"Os hecho de menos. Ojalá la paz llegue pronto y pueda veros de nuevo rociaros con el agua del fregadero y el jabón mientras yo os regaño para que dejéis de jugar y no rompáis ningún plato o vaso."
El deseo imperioso de salir al exterior y tomar un poco de aire fresco se hizo insoportable dentro de su pecho. Era una de sus pocas rutinas que parecían haber arraigado muy dentro de ella. No podía conciliar el sueño si antes no tomaba un poco el aire y no importaba ni época estacional ni tampoco la climatología del exterior.
Sin decir nada a nadie, Chisare salió fuera y comenzó a recorrer las calles con la vista puesta en las murallas de la ciudadela. Callejeando hasta encontrar un camino que la portara hasta los altos muros defensivos, la Dama subió las escaleras interiores hasta llegar al adarve. Una vez allí, la Hija de los Hombres contempló el horizonte oscuro bajo los sonidos de la noche. El ulular de un búho reverberó en el lugar y la mujer cerró los ojos por unos instantes.
En su mente acudieron miles de recuerdos, de rostros queridos y que ya no estaban salvo en sus memorias de dónde jamás desaparecerían hasta que su corazón dejara de latir. Vió a Iarón, a Fíren, a de hija Beresta, a Criselda cuando era una niña pequeña y le tendía la mano cuando todos la rechazaban por ser impura. Recordó el cuerpecito caliente de Fíren cuando Beresta se lo entregó y le pidió que lo cuidara, a su propia hija salir de su interior llorando a pleno pulmón y la calma que llegó después de colocársela en el pecho para que la niña escuchara su corazón.
Una lágrima corrió por su mejilla al rememorar el momento en que su nieta Vritel dejaba aquel mundo y ella consolaba y besaba las cabezas con pelusilla de dos niños completamente idénticos pero de distinto sexo. Había perdido tantas cosas y había ganado a su vez otras. Mas, ¿por qué aquello que ganaba acababa siempre por marcharse? Sus gemelos se habían ido y Araghii...
"Él también me ha dejado. Eligió a otra y me abandonó."
- Sabía que te encontraría aquí.
Chisare, sorprendida ante la inesperada voz que habló, se volvió hacia su izquierda y contempló el rostro dulce de Araghii. El corazón dio unos fuertes latidos dentro de su pecho y se le cortó la respiración por unos segundos. ¿Era Araghii o una ilusión suya al estar pensando en él? ¿Desaparecería si parpadeaba? No, era completamente real y de carne y huesos. El hombre se acercó a ella y se detuvo a dos simples pasos de su persona.
- No deberías salir sola. Aunque tengamos el beneplácito de Ámonef, es peligroso.
La mujer, a la que no regañaban desde hacía muchos años, se sintió avergonzada por salir sin decir nada y por el hecho de que alguien más joven que ella le hiciese ver que no había actuado de forma sensata. Por Gea, si no llevaba ni una simple daga para defenderse de cualquier ataque.
- Lo siento - dijo con las mejillas encendidas.
- ¿Sabes? Desde que nos conocemos siempre me he preguntado algo - dijo éste cambiando bruscamente de tema -. Cuando te veía por las noches sobre un lugar elevado me preguntaba, ¿qué busca contemplando el horizonte? Siempre me ha intrigado y, cuando te seguía y te miraba en las sombras para no ser descubierto, no dejaba de hacerme esa pregunta.
¿Araghii la espiaba mientras ella salía al exterior a contemplar el paisaje? El corazón volvió a acelerarsele. La emocionó sobremanera que él hubiese estado tan pendiente de ella y sintió una mezcla extraña de sentimientos. Ella, en el pasado, hizo lo mismo con Iarón: lo espiaba siempre que podía e incluso, cuando regresó al castillo de Senara y él ya estaba casado con Beresta, no podía evitar cometer aquel mismo desliz y hacerse daño a ella misma siguiendo al rey con su ardiente amor secreto.
- Creo que, al fin, he comprendido qué buscas - prosiguió él mientras contemplaba a su vez el horizonte -. Buscas los recuerdos que guardas en tu corazón y los revives para no olvidar a aquellos que ya no están a tu lado.
Chisare clavó las yemas de los dedos en las piedras de la muralla donde había estado apoyada sin atreverse a contemplar el rostro de su compañero. Toda ella temblaba ligeramente mientras el corazón le latía desbocado. Sabía a qué había ido Araghii y lo que quería decirle. Había llegado el momento de que se produjera la conversación que tenían pendiente y que ella, temerosa, no se había atrevido ni a plantearse.
- Todos estos días he sentido un miedo atroz - comenzó el Hijo de los Hombres -. No sabía cómo ni qué decirte después de haberte traicionado de dos formas distintas yendo a La Fortaleza. Primero fui cómplice de un plan descabellado por tus nietos y, seguidamente, quise llevarme conmigo a mi antiguo amor. Bueno - rectificó -, eso no es cierto, jamás fue un antiguo amor: ella siempre estuvo en mi corazón.
>> La nuestra fue una historia complicada: ella siendo la reina del Señorío y yo un joven contrabandista que estaba en medio de una misión para interceptar unos cargamentos por vía marítima - sonrió con tristeza y añoranza -. Sonus había ido a casa del noble que yo estaba investigando con su hijo para pasar unos días de verano y... nos enamoramos.
Chisare se volvió incapaz de seguir sin mirarlo. El rostro de Araghii se le apareció de perfil ya que él contemplaba casi sin pestañear algo que había más allá del horizonte. Sí, Chisare conocía bien aquel eterno retorno: ir una y otra vez al pasado para intentar en vano pensar de qué otro modo podría haber actuado para que la situación que se dio no se hubiese producido.
Ejercicio vano pero que se es incapaz de no hacer.
- Yo estaba dispuesto a dejarlo todo por ella, a traicionar a Rintel y a mis compañeros por ella. La misión no me importaba ya. Sonus, a su vez, estaba decidida a abandonar a su esposo y a su hijo para venir conmigo. Habíamos planeado irnos muy lejos de este mundo, tal vez a las lejanas tierras donde sopla el viento de mistral...
>> El caso es que, al final, yo la traicioné porque Rintel - el hombre que me cuidó y me salvó después de mi calvario en Gronle - me amenazó si abandonaba mi misión y abandonaba la banda. No tuve más remedio, siendo un simple crío, que engañarla y decirle que sólo había jugado con ella, que no la amaba y que me lo había pasado muy bien a su costa a la vez que le restregaba por la cara que se había metido en la cama con un sucio y rastrero contrabandista.
Araghii se detuvo unos momentos como si necesitase recuperar fuerzas a la vez que tomaba una buena bocanada de aire.
- La destrocé. La hice la mujer más infeliz del mundo. Ese hijo de perra de Xeral jamás la quiso, siempre que podía la vejaba y la humillaba tanto en la intimidad como rodeados de gente. Siempre de forma sutil eso sí - dijo con rabia -, muchas veces fui testigo de ello sin que ella los supiese. Jamás me olvidé de ella y siempre que podía acudía a los actos públicos en los que estaría.
>> Desde la lejanía la contemplaba, regia, seria, orgullosa, triste, herida y desamparada. Yo provoqué todo eso. Tal vez nuestra historia de amor jamás hubiese llegado a buen puerto, pero hubiésemos estado juntos hasta el final y habríamos probado las mieles del éxito durante un tiempo. En cambio... - se volvió a mirarla a los ojos y el corazón de Chisare se detuvo y, entonces, se dio cuenta de que estaba llorando -. Cronos me dio una oportunidad para enmendar mis faltas.
>> Si iba a La Fortaleza, podría contarle la verdad a Sonus, que jamás la utilicé, que la amé con toda mi alma y que nunca la había olvidado por el simple hecho de que no quería hacerlo. ¿Por qué debería olvidar a una mujer que me había amado y que yo había roto en mil pedazos? La culpa era mía y no de ella.
>> Aquella era la oportunidad que había estado esperando durante años. Xeral estaba muerto, yo me había unido a Kanian con el fin secreto de hallar a Sonus y estar con ella de una vez por todas, aunque jamás me lo reconociese a mí mismo.
>> El único problema es que no había contado contigo. No pensé en enamorarme de otra mujer del mismo modo que de Sonus o incluso más. Y te tenía al alcance de mi mano, podía protegerte porque era un hombre y no un niño. Ahora soy mi propio dueño y tengo la fuerza necesaria para que nadie pueda amenazarme con separarme de la mujer que está dentro de mi corazón.
Araghii apartó la mirada de nuevo y Chisare sintió que se le obstruían las vías respiratorias. Lo comprendía, entendía tan bien el dolor de Araghii que era incapaz de decir algo aparte de sufrir con él en silencio. Ella había estado en la misma encrucijada por dos veces en el pasado: la primera con Iarón y su amor por Beresta a pesar de quererla a ella a su vez.
- Lo siento mucho Chisare - le había dicho más de cien años atrás el que, entonces, era el príncipe heredero de Senara -. Te quiero, de verdad que no he dejado de hacerlo, pero amo mucho más a Beresta y deseo protegerla y estar para siempre a su lado. Lo siento, no podré casarme contigo.
Eso la destrozó y la alejó del palacio por propia voluntad para intentar olvidar y serenar su corazón herido.
La segunda vez que vivió eso fue dentro de ella misma al enamorarse de Araghii meses atrás sin olvidar ni apartar de su corazón el recuerdo y el amor que sentía por su Iarón.
Y ahora de nuevo se encontraba en aquella situación: un hombre que la amaba y que, a su vez, amaba a otra y que, al final, había elegido a otra persona que no era ella.
- En un principio me engañé a mí mismo - dijo la voz de Araghii de nuevo. La Dama apartó el rostro para no verle el semblante ni para que él viera sus facciones demudadas por el dolor-. Me dije que lo único que quería era pedirle perdón, que deseaba sosegar su corazón herido después de tantos años. Pero todo fue una burda mentira para hacerme sentir mejor, para no odiarme como lo estoy haciendo desde que regresé de La Fortaleza y te vi allí de pie contemplándome herida y desamparada.
>> Yo fui a por ella, para cumplir con la promesa que hiciéramos en el pasado. Quería compensarla por haberla fallado y traicionado y hacerla feliz como me juré hacer antaño. No me importó nada más, fui un egoísta tanto con ella como contigo y ella... Ella... - Araghii se detuvo unos segundos antes de soltar un suspiro cargado de melancolía y arrepentimiento -. Se sacrificó por mí y murió en mis brazos para que las Erinias no me mataran.
Chisare asintió. Sabía aquella parte de la historia por boca de Pólvora, el cual solo le dijo que esperase a que Araghii estuviese preparado para hablarle del pasado.
- Debéis dejar que aclare lo que siente y que él vaya a vos. Su alma ha sufrido muchísimo desde que era un simple niño y, si él mismo no se encuentra, se romperá y ya nadie podrá recomponerlo.
Ella, a regañadientes, siguió su consejo hasta que decidió acompañarlos hasta Los Montes del Alba, aunque - dicho sea de paso - sin hablar con Araghii de su "nosotros".
- Cuando la vi y la sentí muerta, algo dentro de mí murió también y no pude dejar de culparme por ello. Ella, de nuevo, se había llevado la peor parte y yo, una vez más, me libraba de mi pecado y salía ileso -. El hombre preso por el dolor y por la culpa, se inclinó hacia delante y Chisare se volvió hacia él. Su cuerpo temblaba y tenues sollozos salían de sus labios.
>> Y ahora que ya no está ¿merezco yo ser feliz contigo? ¿Puedo tener la poca vergüenza de agarrarme a ti como un clavo ardiendo y quedarme tan tranquilo? Para mí tu no eres una sustitución de Sonus ni ella lo habría sido de ti.
- Cuando cayó el Castillo de Senara e Iarón murió - dijo Chisare por primera vez en la noche con la voz perlada de emociones contenidas y escondidas en su corazón -, me culpé por ello. Mi esposo se sacrificó por mí, por su hija y también por los pocos que lograron escapar del ataque de los Rebeldes de Xeral. En el camino, perdí también al hijo que estaba esperando y odié a los Dioses, los maldije una y otra vez para arrancarme la pena y el dolor y la imagen de Iarón sepultado en la entrada del castillo, a un paso de la libertad.
>> Cuando apareciste en mi vida, no planeé enamorarme de ti, pero mi corazón lo hizo sin mi permiso. Fuiste entrando dentro de mí poco a poco sin que yo me percatase de ellos, hasta que fue demasiado tarde. Eres completamente diferente de Iarón ¿por qué me enamoraba de ti entonces? Precisamente por eso, porque no eras como él y a la vez tenías el mismo buen corazón y dones de mando, dos cualidades que yo valoro mucho en los hombres.
>> Caí en el embrujo y pensé, ¿debo aceptar su amor? ¿Debo traicionar la memoria de mi esposo? ¿Y por qué debería ser traición? Puedo amarlos a los dos del mismo modo y volver a ser feliz. Sí, podía hacerlo.
Con aquella última frase, Chisare cortó la distancia que la separaba de Araghii y lo tomó de las manos.
- Comprendo lo que sentiste por Sonus y no te culpo por ello. Siento que fuese tan duro para ti y que ella muriese en tus brazos. Sé lo que se siente, yo he visto morir a tantas personas a las que amaba que entiendo perfectamente tu sufrimiento. Debería existir alguna ley divina que prohibiera presenciar algo semejante.
Araghii, anonadado la miró intensamente a los ojos y éstos se achicaron hasta formar una fina línea a la vez que, su rostro perlado de lágrimas, se tornaba completamente del color de la grana.
- ¿Por qué eres tan comprensiva? - exclamó soltándose de su amoroso agarre -. ¡Te traicioné, iba a dejarte por otra!
- Lo entiendo y lo habría aceptado - se apresuró a decir ella con una sonrisa resignada.
- ¡Pues no! ¡Nadie se merece eso! - continuó sin bajar su tono de voz y completamente furioso consigo mismo -. ¡Él ya te lo hizo una vez! ¡Iarón te abandonó por otra y yo iba a hacer lo propio! ¿Y, aún así lo habrías aceptado? ¡Eres una estúpida! - le gritó en la cara -. Deberías gritarme, maldecirme y odiarme por ser tan falso e hipócrita. ¿No juré protegerte y estar contigo siempre? ¡Sé más orgullosa! ¡Lucha por aquello que amas!
El parlamento de Araghii cesó y Chisare, parpadeando sorprendida, sonrió con dulzura y, al fin, sintió que la angustia desaparecía de su corazón y que la calma que siempre le transmitía aquel hombre entraba dentro de su cuerpo y la relajaba.
- Tienes razón - dijo ella sonriendo -. Debería hacer todo eso que acabas de decir. Mas, ¿te sentirías mejor si lo hiciese? - le preguntó acariciándole la mejilla húmeda.
- No lo sé - reconoció mirándola a los ojos -. En verdad te amo, Chisare, y lo siento. Siento el daño que te he causado.
- Lo sé.
- Jamás he querido que sustituyeras a Sonus.
- Ni yo que sustituyeras a Iarón.
Cortando las distancia que los separaba, los labios de los dos, hambrientos por la separación, se buscaron y se unieron en uno solo, moviéndose al compás de la necesidad que compartían. La lengua de él, más osada que la suya, se introdujo en su boca, y Chisare, en el paraíso terrenal, dejó que él tomase el control del beso cual pirata que aborda a un barco perlado de oro.
Sí, era por eso que también lo amaba. El sentido del deber de Araghii, sus ganas de vivir y a la vez de proteger a todos aquellos que le importaban, eran las virtudes que más adoraba y admiraba de aquel hombre que la sujetaba con cuidado, ternura y amor.
En ese momento, mientras el amor que sentía por él y que él sentía por ella la consumía, supo que jamás dejaría de amarlo pasase lo que pasase.
Hasta el día de su muerte, siempre lo amaría.
***
- Siguiendo al amo siempre como un perro fiel - dijo una voz en la oscuridad.
Zorro, escondido bajo el amparo de un almacén, se volvió hacia la voz que tanto odiaba y que acababa de hacerle recordar - más de lo que ya sabía - dónde se encontraba.
Preocupado por Araghii, había seguido a su jefe y se había quedado contemplando a la pareja y escuchando su conversación para cerciorarse de que todo estaba bien y, felizmente, los dos habían hecho las paces y él podía volver a respirar tranquilo. Ahora que Araghii había solucionado sus problemas sentimentales, no tendría que estar tan pendiente de él puesto que el ex contrabandista volvería a tener la cabeza en su sitio y los sentidos en alerta para protegerse él mismo.
" Y, como siempre, después de la calma viene la tempestad."
Pero esta vez la tempestad le había caído a él.
Nedro, con unos simples pantalones de algodón, un cinturón con dos espadas curvas y unas botas de cuero, estaba tras de él plantado con los brazos cruzados y las piernas separadas. ¿Cuánto tiempo llevaba ese energúmeno allí espiándolo? Maldición - se dijo -. ¿Cómo no lo había notado antes? ¿Tan concentrado había estado contemplando a su jefe que había pecado de ingenuo?
- No, Zorro, simplemente que siempre he sido mejor que tú - respondió él a sus preguntas no dichas -. Además, siempre has sido vulnerable conmigo.
El pelirrojo gruñó por la bajo mientras el moreno se le acercaba relajando los brazos en los costados de su cuerpo. Bajo la tenue luz de unas lámparas de gas, Zorro contempló su pecho expuesto. Como antaño, sus músculos estaban bien definidos y se marcaban por cada parte de su cuerpo denotando la fuerza que poseía físicamente a la vez que mostraba sin reparos su atractivo físico a todo aquel que tuviese ojos en la cara.
- Si vas o vienes de un prostíbulo, sigue tu camino y déjame en paz - le soltó el hombre mientras veía por el rabillo del ojo a Araghii y a Chisare salir hacia las calles de la ciudadela con la intención de volver a la zona residencial.
- ¿Para qué voy a pagar por algo que puedo tener gratis?
Aquellas palabras dichas con malicia lo distrajeron unos segundos, cosa que Nedro aprovechó. Con gran velocidad, el capitán de Los Montes del Alba, lo tomaron de la pechera de su camisa de lino y lo estamparon contra la pared de madera del almacén. Su espalda profirió un sonido sordo al chocar con la madera y ese sonido se mezcló con el del acero de una de sus dagas al ser desenfundada y entrechocar con algo.
Zorro vio con rabia cómo su daga, en su camino hacia la expuesta garganta de Nedro se había topado con que su oponente había frustrado su ataque interponiendo a la hoja de su arma un simple cuchillo de cortar viandas.
- Eso ha estado muy cerca. Has mejorado - lo alabó pero con un tono de voz demasiado sarcástico.
- Espera y verás - lo retó -. Puedo demostrarte cuánto he mejorado durante estos veinte años.
- Me gustaría verlo pero en otros menesteres - le soltó el hombre con una sonrisa.
Mientras la furia subía por su garganta como un torrente de lava, Nedro aprovecho su pequeña vacilación para desarmarlo con un movimiento de su muñeca, guardar su cuchillo, coger la daga de Zorro en el aire, darle la vuelta a éste y pegarlo a su pecho sujetándolo con fuerza y pesándole un brazo por el pecho. Su hoja le amenazó la garganta y el corazón se le aceleró a la vez que la respiración.
- Mal, mal. Muy mal, Zorrito, no debes caer en las tretas del enemigo.
- ¡Suéltame manipulador! - le espetó Zorro intentando zafarse de la fuerte presión del capitán sin éxito.
Dioses ¿cuánta fuerza era capaz de reunir aquel sujeto dentro de su cuerpo? ¿A caso no importaba cuanto entrenase? ¿Siempre sería inferior a Nedro? ¿Siempre caería a sus pies aunque se resistiese? ¿Sería aquel un eterno retorno?
Sin apartarse ni un centímetro de él, el hombre pasó su mano tibia por debajo de su camisa y Zorro se estremeció. Los dedos callosos de Nedro recorrieron su piel y el pelirrojo se quedó completamente inmóvil al sentir aquellas yemas acariciar su cuerpo. Se sintió impotente, incapaz de apartar aquella mano intrusa que lo tocaba con suavidad y sensualidad.
- Tu piel siempre fue demasiado suave - le susurró en el oído antes de lamerle el lóbulo de la oreja con maestría. Zorro se estremeció mientras intentaba no sucumbir y caer de nuevo ante aquel hombre que acariciaba su cuerpo; uno que no le era para nada ajeno a pesar de los años transcurridos.
¿Por qué?
¿Por qué no lo empujaba y le pegaba una somanta de palos? Eso era lo que se merecía, era lo que su cabeza le gritaba que debía hacer: propinarle una buena paliza a aquella rata traidora. Pero sus manos, su lengua, su olor y su presciencia lo estaban transportando dentro de un torbellino de deseo y de añoranza.
Un tiempo que se había empeñado en enterrar lo más hondo posible, unos recuerdos que le mostraban los estúpido que fue; su ingenuidad y lo fácil que era de manipular. ¿Qué podía hacer ante aquellos besos en su cuello, aquel tacto que tanto anhelaba? ¿Cómo podía reaccionar para no caer de nuevo ante lo que sentía?
EL propio Nedro lo hizo por sí mismo. Sus dedos, recorriendo su pecho, llegaron hasta la cicatriz más fea y dolorosa que marcaba su cuerpo. Cuando los dedos del hombre la acariciaron, Zorro volvió en sí y le pegó un fuerte codazo al capitán en el vientre. Incapaz de mantenerlo agarrado, Nedro lo soltó y Zorro recuperó su arma a la vez que agarraba al hombre por el cuello y lo apuntaba con la hoja de su daga.
- Vaya... - resolló el hombre -. Qué rencoroso eres, Zorro. ¿No ves lo cachondo que estoy? Ten compasión de mí - le dijo con aquella voz cargada de ironía que tanto le repugnaba.
- ¿Rencoroso? - gruñó apretando sus dedos contra su garganta -. Hace veinte años casi me matas y dices que soy un rencoroso. ¡¿Cómo osas?!
- No fue nada personal - aseguró Nedro soltándose con facilidad de su amarre pero sin alejarse del filo del cuchillo. Zorro no volvió a agarrarlo -. Eran negocios y lo sabes.
- ¡Yo te amaba, maldito cabrón, y tú me abriste en canal porque te lo ordenó Ámonef!
- Era y es mi señor - le dijo sin sarcasmo en la voz y con una seriedad que lo asustó -. No podía hacer otra cosa que obedecerlo y lo sabes.
- Pues métete en su cama y déjame a mí tranquilo - le espetó.
- No importa cuantas veces me meta en sus sábanas, jamás podré olvidarte y lo sabes al igual que tú jamás me olvidarás a mí.
Ante esa dolorosa verdad, Zorro acercó más la hoja de su arma y le clavó el filo en la base de la garganta. Un hilo de sangre bajó por su piel inmaculada.
- ¡Ponme a prueba!
- Adelante - lo alentó -. No me moveré. Mátame. Véngate por lo que te hice.
Ahí estaba su oportunidad tantos años soñada. Estaba al alcance de su mano. Sólo tenía que hacer un movimiento con su muñeca para que la hoja afilada de su daga dibujase la sonrisa escarlata de la muerte en su garganta. Sí, eso debía hacer, abrirle esa parte tan jugosa que le mostraba y bañarse en su sangre de traidor.
Él lo hizo. Lo cogió totalmente expuesto y lo había rajado como a un cerdo desde la cadera derecha hasta la clavícula. Se salvó de milagro porque el corte fue profundo pero, al final, su ejecutor pareció vacilar y la profundidad fue menor a la altura del pecho.
"Yo no seré tan clemente."
No, él lo iba a matar.
Pero fue incapaz de mover su muñeca y de matarlo tal y como merecía. Los dientes le dolían por mantenerlos apretados al igual que todos sus músculos tensos. ¿Cuánto tiempo pasó hasta que Nedro bajó su brazo y lo abrazó? ¿Qué fuerza despertó en él y lo obligó a empujarlo a la vez que movía sus piernas se movían y echaba a correr hacia la zona residencial?
No lo sabía.
Lo único que sabía - al igual que el capitán - era que era incapaz de matarlo. Que, pasaran los años que pasasen, nunca sería capaz de hacer lo que él le hizo: traicionarlo.
***
Hecha un ovillo bajo la ligera sábana, Galidel se mantenía despierta. Llevaba ya en el palacio de la bahía de Granfeld diez días y lo peor de aquel encierro eran las noches.
Después de haber conocido y hablado con Rea, las dos mujeres solían pasear por las mañanas por la orilla del mar bajo la supervisión de Torreón a cierta distancia. Por mandamiento de la reina, Gali ya no llevaba las manos atadas a la espalda cada vez que salía y Rea y ella solían hablar de cosas sin importancia y, la mayoría de veces, paseaban sin intercambiar ni una sola palabra.
Aquel contacto humano era un consuelo y la mestiza fue comprendiendo por qué Cronos se había enamorado de ella. Rea era una bocanada de aire fresco, un ser puro y cálido como un rayo de sol. Galidel pronto pudo ver que era una buena persona y que, a pesar de todo, quería a su hermano a la vez que intentaba con todas sus fuerzas estar con Kerri para contener la bestia que llevaba dentro.
O la no tan bestia.
Si bien era cierto que casi no había visto a Kerri desde su entrevista en las mazmorras, el rey no la había molestado en absoluto ni había mandado a que nadie la torturase. Todo lo contrario; había cumplido con su palabra y la estaba tratando -más o menos - como una invitada y tenía a su disposición todo aquello que precisase por su condición. Incluso le había asignado a una doncella, Tardelía, algo que ella jamás había tenido antes.
No podía quejarse, cierto, pero odiaba estar allí y más cuando el palacio de mármol se sumía en el silencio de la noche y ella se quedaba sola con sus pensamientos y sus añoranzas. ¿Cómo estarían su gemelo y su abuela? ¿Y Nïan? Sentía a su hermano tan lejos, como si a su vínculo de gemelos le ocurriese algo y eso hacía que se sintiese más sola que nunca.
Salvo en los momentos en que su bebé le hablaba.
Galidel se acarició el vientre poco abultado y cerró los ojos para intentar conciliar el sueño. Para intentar calmarse y dormirse, solía pensar en que Kanian estaba a su lado, que en verdad sólo los separaba unos míseros centímetros y que si se daba la vuelta, chocaría con su cuerpo tibio y protector. Sonrió mientras soltaba el aire por la nariz y evocaba la imagen en su mente.
Sí, Kanian estaba allí, tras ella. Su cuerpo completamente desnudo y con una fina pátina de sudor. Sin tocarse, espalda contra espalda, así estaban sus cuerpos. Nïan, entre sueños, se revolvió bajo las sábanas y dijo algo ininteligible antes de buscarla a tientas por el lado equivocado.
Gali sonrió. ¿Qué solía hacer a continuación?
Nïan, viendo que allí no estaba lo que buscaba con ahínco, se daría la vuelta. El jergón se movió de repente y Galidel abrió los ojos con el corazón descocado. Tras ella, a la altura de su cuello, sintió un aliento cálido que le erizó el vello de todo su cuerpo. Unos brazos fuertes y ansioso la capturaron y otro cuerpo se pegó a su espalda mientras unos labios besaban su hombro.
A punto de echarse a llorar o de despertarse de aquella alucinación, Gali fue incapaz de seguir sin moverse y, sin aguantarse las ganas, se volteó y sintió que algo se rompía y dejó de sentir la presencia de Nïan. Palpó el jergón e intentó ver algo entre la oscuridad.
No había nadie.
Estaba sola.
-¿Dónde está papi? ¿Se ha ido? - dijo la voz adormilada de su bebé.
- ¿Has sido tú? - le preguntó en voz alta a su hijo.
- Papi muy fuerte ahora. Él nos llama desde muy lejos cuando duerme.
¿Era eso? ¿La magia de dragón de Nïan y del bebé habían creado una especie de vínculo? Iba a preguntárselo cuando sintió que alguien estaba abriendo la puerta de su dormitorio. Su bebé se puso en alerta y ella hizo lo propio. Una luz de lámpara iluminó la estancia y Galidel fue capaz de ver al ser que se había colado en su prisión sin permiso.
- Al fin nos volvemos a ver, Galidel - dijo el que fue el mejor amigo de su hermano.
- Negel - siseó ella -. ¿Qué haces aquí, traidor?
- He venido a por mi trofeo.
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