Capitulo 37
—¿Supawit porque lo hiciste?— hablo Apiwat en su forma humana tomando la cabeza de su compañero.
Porque si, el herido había sido el hechicero, en medio de la pelea que mantenía con Gulf, él mismo en uno de sus movimientos había accionado el gatillo sin darse cuenta que el cañón estaba apuntando en su dirección, la bala había ido a parar a uno de sus órganos vitales, estaba perdiendo mucha sangre, por ello había caído desplomado en el suelo al darse cuenta de lo que había hecho.
—No lo se, solo sentí la necesidad de acabar con él... Perdóname alfa, al parecer no voy a poder cumplir mi promesa de estar junto a ti durante tu reinado— llevo una de sus manos llena de sangre con las pocas fuerzas que tenía a la mejilla de Apiwat.
—¡Cállate! Por supuesto que vas a estar conmigo, esa herida se va a cerrar en unos instantes, nuestro factor de regeneración te tendrá como nuevo en tan solo unos minutos...
—Shhh... Tú y yo sabemos que eso no va a ser así, hace mucho que mi gen cambia formas dejo de funcionar de manera correcta en mi, sino fuera así estuviéramos llenos de cachorros en este momento, yo mismo me hice esto, mi señor se cobró cada uno de los favores que me hizo, quizás si lo hubiera escuchado no estaríamos en esta situación— le sonrió con un hilo de sangre rodando por sus labios.
—¡No hables! Sabes muy bien que yo nunca te hubiera permitido que volvieras a sacrificarte.
Lo abrazo contra su pecho derramando algunas lágrimas, estaban viendo un lado sensible del temible líder de los rebeldes, estaba perdiendo a lo único que le quedaba en ese mundo, no podía engañarse sabía muy bien que Supawit moriría, ya no tendría a su lado a su compañero, al único que lo entendía.
En el campo de batalla todo lo que reinaba era el silencio todos los cambia formas estaban atentos a lo que estaba sucediendo, Gulf también se había alejado de la escena, tenía algo de sangre en sus manos, se sentía triste por lo que estaba viendo, el que estaba tendido en el suelo pudo haber sido él, estuvo tan cerca de morir, de no regresar con su hijo, de no estar al lado de su alfa, ese que el destino le había dado.
Por ello se acurrucó en los brazos de Mew cuando este llegó a su lado, necesitaba sentirlo cerca, hacerle saber que estaba aún allí, dejo salir un poco de su aroma a caramelo tratando de calmar la tensión que se vivía en ese momento, era un acto involuntario que siempre tenía, no le gustaban las peleas, no le gustaban la tristeza, su abuela tenía razón era un pacificador, si estaba en esa guerra era por estar al lado de su compañero, por defender lo que creía correcto por brindarle un mejor futuro a su niño.
Otra que estaba entre la espada y la pared era Ana, cuando vio el cuerpo del brujo caer, su primera reacción fue querer correr hacia donde estaba el herido, su instinto médico saliendo a la luz, no podía quedarse con los brazos cruzados sabiendo que pudo hacer algo, pero antes de que pudiera moverse de su sitio fue retenida por la mano de su abuela, por esta vez no debía intervenir, después de todo se trataba de su enemigo.
Estaba punto de decirle algo a la anciana cuando un grito desgarrador se escuchó en medio del silencio —Nooooo... ¡SUPAWIT! ¡Tu no puedes dejarme!.... ¡Tu no!— lloraba Apiwat Noppakao aferrándose al cuerpo inerte de su pareja, el hechicero había respirado su último aliento.
Sus lastimeros lamentos era lo único que se podía oír en medio de esa noche iluminada por los rayos de luna roja, un cambia formas había perdido a su compañero de vida, eso en si era una tragedia para cualquier lobo, tanto así que el mismo cielo se entristeció por tan desgarradora escena que comenzó a caer una llovizna, era como si él también llorará por lo que había sucedido.
—¡Supawit! ¿Porque? ¿Porque me dejaste?... Tu me prometiste que estarías siempre a mi lado, que nunca me abandonarías, ¿Porque rompes tus promesas? — seguía llorando el hombre abrazado al cuerpo inerte, no quería hacerse a la idea de que lo había perdido.
Así que en medio de su desesperación se topo con algo que no se había dado cuenta llevaba con sigo su pareja, allí entre sus ropas había una esfera roja, sabía muy bien para que servía y a quien pertenecía, aquella esfera era con la que Supawit llamaba a su maestro, ¿Que tenía que perder? Ya no tenía a nadie en ese mundo, la victoria en esa batalla no le importaba, ya no tenía una razón de ser, pero si quería acabar con todos, quería exterminar a los responsables de que el hubiera perdido a su Supawit.
El hombre en su dolor no quería admitir que el único culpable de todo aquello era el mismo, él había sido quien había empezado aquel conflicto,esa batalla no era más que consecuencia de sus propios actos, él había orillado a los otros cambia formas hasta llegar a ese momento, todo se pudo haber evitado si no hubiera sido tan ambicioso en querer ser el único gobernante de las manadas del este.
Tomo la esfera entre sus dedos, la analizo con mirada desquiciada para luego comenzar hablar —¡Esta bien! !Tu ganas! Puedes tener mi alma pero antes dame el poder para acabar con todos, dame el poder para enseñarles quien manda, necesito vengar la muerte de tu fiel servidor....
No pudo continuar hablando porque en eso la esfera se abrió y de ella comenzó a salir un humo verde que lo comenzó a envolver, quitando la visión de lo que estaba sucediendo, al parecer el señor oscuro había escuchado sus súplicas e iba a cumplir sus deseos.
El viento comenzó a cambiar haciéndose más frío, era como si el mismo mal estuviera llegando al campo de batalla, la lluvia parado tan repentinamente cómo había comenzado, se podía sentir la tensión en el ambiente, lo que sea que estuviera sucediendo con Apiwat no era nada bueno, ninguno estaba a salvo.
—¿Pueden sentirlo?— pregunto Anthika en voz baja a lo que las demás asintieron —El mal se acerca.
—¿Que debemos hacer?— pregunto Elie que era la más cercana a la mujer.
—Por ahora solo esperar, la madre luna ya nos dirá cuál es nuestro papel aquí.
Dentro del humo verde Apiwat Noppakao estaba sufriendo una transformación monstruosa, había caído en sus manos y rodillas adquiriendo su forma lobuna, pero no una forma cualquiera, esa transformación estaba siendo más dolorosa de lo habitual sus huesos se estaba reordenando como si fuera la primera vez que lo hacían, lo cual podía ser del todo cierto, pues no se estaba transformando en su yo habitual.
Este lobo era mucho más grande que el anterior, sus huesos eran más gruesos, más largos, dándole una imponente contextura, más que un lobo parecía un perro sacado del mismísimo infierno, con sus colmillos a la vista, la saliva rodando desde su hocico, su pelaje de un negro azabache que se confundía con la misma noche, lo único que se podía distinguir a la distancia eran sus ojos que eran completamente rojos con un brillo demoníaco en ellos, que generaban un escalofrío en la columna vertebral de todo aquel que lo miraba.
El aire se había enrarecido, era como si no tuvieran oxígeno para respirar, incluso nubes negras se estaban acumulando en el cielo tapando los rayos de la luna roja, nadie movía ni un musculo, no sabían que hacer, no entendían lo que estaba pasando, ante sus ojos estaban viendo la transformación del mal en persona, muchos de los cambia formas habían dado un paso atrás incluso los secuaces de Apiwat lo habían hecho, se podía sentir el miedo en el ambiente.
Mew que hasta los momentos se había mantenido abrazado a Gulf no podía creer lo que sus ojos estaban mirando así que en un gesto protector, paso al pelinegro hacia su espalda y lo mantuvo en ese lugar. Hasta el momento el enemigo no se había movido, estaba como acostumbrándose a su nueva transformación, cuando de repente alzo la cabeza y lanzo un aullido de lo más aterrador.
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Al parecer había llegado el momento, Apiwat estaba listo para hacer su movimiento, gruñendo comenzó a moverse por el terreno de manera firme y lenta, estaba buscando su objetivo, el cual no era otro que el omega pelinegro, en su mente ese era el único culpable de haber perdido a su compañero, él era quien había accionado el arma, pero antes de llegar a él tenía que combatir contra varios cambia formas que habían cerrado fila y se habían colocado delante de sus líderes.
Cosa que no le podía importar menos al lobo, este comenzó a moverse como una sombra acabando de manera rápida con cualquiera que se le atravesara en el camino y eso incluía a los propios miembros de su ejercito quienes comenzaron a huir hacia el bosque, se habían dado cuenta que ya no tenían nada que hacer allí, la batalla había terminado para ellos; su líder ya no estaba entre ellos, esa cosa que ahora se dirigía atacar a los Joncheveevat ya no era Apiwat Noppakao.
Y que razón tenían, la mente del que una vez fuera el líder de los rebeldes se había perdido por completo, el mal se había apoderado en su totalidad de él, solo se estaba moviendo por el mero instinto, incluso las balas no podían hacerle daño, los francotiradores de la manada Tanapon habían intentado herirlo sin éxito alguno, las balas a pesar de dar en el blanco no le hacían ningún daño, era como si lo traspasaran de extremo a extremo sin llegar a tocar alguna forma corpórea.
—Amor, cuando verás tu oportunidad corre... Si es necesario toma tu forma de lobo— hablo el castaño dándole un beso rápido en los labios y tomando su propia forma lobuna, corriendo al encuentro del enemigo.
¿Que más podía hacer? Tenía que dar la cara por los suyos, solo esperaba que la madre luna lo siguiera acompañando y brindándole sus favores, esa pelea había cobrado otro nivel a partir de ese momento, se iba a estar enfrentando a fuerzas que estaban más allá de su comprensión.
Los demás cambia formas solo se alejaron abriéndole espacio a los combatientes, ninguno de ellos quería verse involucrado en el fuego cruzado; Gulf le había hecho caso a su compañero y había adoptado su forma de lobo para dirigirse hacia donde estaba su madre con su abuela y hermana, al estar cerca de ellas volvió a su forma humana, sin importarle ni por un instante su desnudes.
—¡Abuela! ¿Que vamos hacer? ¡Tenemos que ayudar a Mew! No podemos dejar que pelee solo contra esa cosa— sollozo el muchacho tomando de la mano a la anciana que se había quedado paralizada viendo lo que sucedía.
—Gulf hijo, aún no se que debemos hacer... Tenemos que esperar que la madre luna hablé, ella nos trajo hasta aquí... No creo que nos haya hecho caminar todo ese trayecto para nada, para ver cómo ese lobo acaba con la vida de sus hijos, tenemos que confiar ella nos revelará en su momento que debemos hacer, por ahora solo tenemos que esperar— ¿Que más podía decirle ella?, No tenía todas las respuestas ni siquiera sabía cómo proceder.
—¡Amaia! !hermanita! Dime qué has leído algo en tus libros que nos pueda ayudar, no podemos dejar que mi Mew muera, si el lo hace yo también lo haré, yo no podré vivir sin él a mi lado— se abrazo a las piernas de Amaia mientras lloraba.
—Lo siento Gulf, yo tampoco sé que hacer... Ni siquiera se cómo llegué aquí— lloro la adolescente también, se sentía impotente sin saber que hacer.
Ana lo único que pudo hacer en ese momento fue abrazar a sus dos hijos, su corazón de madre estaba sufriendo, el compañero de su niño estaba a punto de enfrentarse a la batalla de su vida y ellos no podían hacer nada, solo les quedaba esperar una señal que no sabrían si la tendrían, la madre luna no podía abandonarlos de esa manera, no podía haberlos guiado hasta ese preciso momento para perderlo todo en tan solo unos instantes.
Había algo que no estaban viendo, debía haber alguna manera de acabar con el enemigo, Apiwat Noppakao no podía ser invencible, no podían perder la forma de vida que conocían hasta el momento, si perdían esa batalla se venían días oscuros para los cambia formas del este.
Un nuevo giro en la batalla...
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