ERICK

El sol oscurece encima de mi, y veo nubarrones grises asomarse. Qué extraño, de haber tormenta mis sentidos me hubieran avisado. La lluvia comienza sin más, mojando toda la leña que corté, en este estado no servirá de mucho. Me parece escuchar una risa de fondo… maldita niña.

Volteo y está ahí, riéndose desde una de mis torres de vigilancia, ella provocó esto, y ahora ríe como una niña traviesa, tengo que admitir que se ve bonita cuando no me mira con odio.

—¿Te parece divertido? —Pregunto.
—Muy, mírate, estás empapado. —Responde soltando una carcajada al final.

Observo que está por anochecer, por lo que dejo de jugar, y entro a la casa cargando el hacha en el hombro. Preparo la cena, una armadura la llevará hasta su cuarto, no pienso pedirle que baje a cenar conmigo, sería insoportable. Ella grita algo desde su alcoba, me importa un demonio, si no quieres comer no comas, no voy a poner la comida en tu boca como si fueras un bebé.

Debo recostarme temprano, mañana será un día largo, y tengo que hacer de niñero. Al subir a mi cuarto, encuentro una pequeña sorpresa. La vampiresa se encuentra en mi cama, jugando sola mientras sus ojos se clavan en los míos. Tiene apenas un poco de ropa interior, que está corrida por sus caricias. Una de sus manos masajea su clítoris y la otra frota sus senos.

Sus pezones están en punta, como si me pidieran que los muerda. Entonces me acerco a ella, subiendo lentamente a la cama.

—¿Me extrañaste Ana? —Pregunto, pasando mi pulgar por la comisura de sus labios, y al chuparlo me dice que si. Su visita es oportuna, servirá para descargarme.

Beso su boca con deseo, dejando que nuestras lenguas tengan una guerra. Ella recorre mi torso con sus manos, y toma mi verga, que ya está dura como una piedra, la saca y comienza a frotarla contra su intimidad mientras gime sobre mis labios, quiere hacerme explotar.

Ella sola lo acomoda y lo mete, le encanta hacer eso, yo empujo para que vaya entrando en su interior, mientras sus piernas envuelven mi cintura, acompañando el movimiento de mi cuerpo. Siento como abro sus paredes vaginales a mi paso y como sus suspiros nacen en su garganta.

—¿Vas a decirle que se una, o solo se quedará mirando? —Me pregunta, susurrando sobre mis labios.
—¿Qué? —Respondo, no entiendo de qué está hablando.
—No me dijiste que tenías visita. —Dice como un susurro, entre leves suspiros.

Observo con disimulo y noto que dejé la puerta entreabierta, y detrás de ella está Eva, viéndonos, con los ojos abiertos como platos, y la respiración entrecortada. ¿Quién está empapada ahora?

—Si no la invitas yo lo haré.
—Ni se te ocurra. —maldita pervertida, emite una seña con sus dedos, y cuando vuelvo a mirar, ya no estaba.