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XI

Cuando acabe contigo, antes de que agonices siquiera,
Tu amor se habrá roto como un cristal frágil. Llegarás con el corazón hecho pedazos a los brazos de otra princesa, pero a la que no amarás. Porque la primera hará que dejes de ser libre, un cautivo de tu propia debilidad.
Cuando ella ya no pueda estar a tu lado, llorando en tus hombros, desearás no haberte postrado nunca.
Tu propio deseo egoísta de estar con alguien que no mereces te volverá débil, un blanco fácil para mis planes.
Ella dudó en el instante en el que decidiste aprovecharte de ella y su depresión. Su tristeza le hizo pensar que no había nadie más dispuesto que tú.
Pero tarde o temprano dudarás tú también, pequeño "caballero blanco", mortal entrometido...

Knuckles llegó hasta una puerta de metal, un poco oxidada y tan maloliente como el resto de la estancia.
Por fin.
Cuando abrió la puerta con brusquedad, miró a los lados antes de darse cuenta de ello.
Sus amigos no estaban.
Tan solo un ordenador, enorme para un espacio del tamaño de un piso pequeño.
Había llegado tarde. Ya se habían ido.
No pudo sino sentirse un inútil por eso. Si no se hubiera entretenido con el fragmento, tal vez le hubieran ayudado a encontrar el que faltaba y el que obtuvo allí mismo en las alcantarillas.
Pero lo peor sin duda fue aquella visión. Eso debió entretenerlo por un buen rato, pero eso sí que no lo podía evitar de ninguna manera.
Tal vez si salía a la superficie otra vez, encontraría a sus amigos aún cerca. O quizá se habían ido hace mucho rato y sería como buscar una aguja en un pajar...
Miro ese montón de pantallas, con el teclado debajo.
¿Eso era lo que estaban usando para rastrear las Emeralds?
Quizá... eso podía ayudarlo a él. Pero, ¿cómo? ¿Cómo la manejaría por su cuenta?
No había tocado muchos ordenadores, más bien se había dedicado a destruirlos. Pero no podía ser tan difícil. Y era más seguro que estar buscando otra vez a sus amigos y casi a ciegas.
No era una interfaz extremadamente compleja, pero le llevó rato entender cómo se encendía. Un icono de un círculo con una línea recta dentro, sobre un montón ubicado a un extremo de la mesa.
El teclado tenía letras y algunos botones más con signos de puntuación y... ¿qué se supone que eran "Alt" y "Shift"?
Brujería de mecánico. O informático, nunca entendió qué se supone que era Tails, o Rotor. Hacía muchas cosas muy diferentes, pero Knuckles siempre lo resumía en lo mismo en su incrédula y desinteresada mente: cachivaches. Artilugios que no fueran de madera o piedra.
Cuando la pantalla se iluminó, un recuadro se abrió indicando que debía poner su nombre.
O el de Tails.
O una contraseña.
Aquello iba para largo... y más tratándose de Knuckles...

●●●

Amy hizo otra vez un recipiente con sus manos, protegiendo a Lily. No para que el pájaro se sintiera seguro, sino para que ella lo hiciera.
Big ya estaba contento de tener a su mascota de vuelta, aunque esta seguía con aquella expresión impasible y casi vacía. Definitivamente aquello era una relación de poner puertas al mar, pero en vez de puertas era amor correspondido y en vez del mar una rana.
Sin embargo, a Big no le importaba, o quizá ni se percataba de ello. Normalmente por eso pensaban de él que era un tonto, pero a Amy le resultaba más bien inocente, adorable. Como los gatitos de los que veía hablar a los humanos. Volvió a mirar a Lily, y empezó a sospechar algo; tanto el robot verde como esos dos estaban buscando lo mismo.
Pero ¿qué tenía Lily que les interesara tanto? ¿El collar?
Y claramente esos robots no eran de cualquiera; Eggman era tan engreído y megalómano que ponía su inconfundible sello en la cubierta de sus máquinas. Se parecía mucho a Sonic en ese sentido, orgulloso y hasta temerario, pero para nada compararía a su irresistible héroe picudo con un viejo calvo, bigotudo y desagradable.
Lily le devolvía la mirada cada vez que Amy se la dirigía, como si preguntara "¿qué ocurre?". Aquello también era adorable, pero la eriza empezó a temer que ese pajarito no era lo que parecía.
Sacudió la cabeza decidida y se dirigió a su amigo mientras caminaba al frente.
-Big, vámonos. Voy a necesitar que nos lleves en bote hasta Knothole. Allí estaremos escondidos de esos robots y tendremos apoyo. Debo proteger a Lily.
Big se levantó y echó a andar muy lentamente debido a su peso y tamaño, con Frogry en una mano.
-Claro Amy, sígueme. No estamos muy lejos.
Habló de forma tan lenta y arrastrada que resultó hasta agobiante, a pesar de la simpleza de lo que había dicho. Amy se limitó a seguirle el paso callada, preocupada por lo que podía suceder.

●●●

Sonic corría velozmente a través de las calles de Station Square, pudiendo ver definitivamente a pesar del aire que se formaba delante de él. Sus ojos y postura ya estaban adaptados a ello, siendo su cara la parte menos afectada cuando se atrevía a romper la barrera del sonido.
Tanto era así, que en cuanto distinguió una figura familiar cerca de él (es decir, unos 30 kilómetros) se detuvo en seco con un fuerte derrape.
Knuckles se tapó rápidamente la cara con ambas manos debido al humo que levantó Sonic, tosiendo. Antes de poder mirarlo, este ya empezó a hablar con su habitual y hasta irritante tono amistoso.
-¡Ey, Knuckles! ¿Cómo te va? Yo ya iba al laboratorio de Tails de aquí. -Knuckles tosió una última vez y le contestó con mucha mayor seriedad en comparación.
-Bien hasta que has llegado ahogándome con el puñetero humo de tus pies. No sé cómo no se desgastan esas zapatillas... -Sonic ignoró cómo le juzgaba y le siguió el juego, conociendo lo suficiente a Knuckles como para saber que esa era su voz más amistosa.
-Bueno, la cubierta que me hizo Tails hace que no se desgasten, pero ya sabes, no hay rosa sin espinas y las quemaduras las sufre la hierba en vez de yo. ¿Qué haces ahora? -despreocupado e irónico, rodando los ojos para pasar a una pícara sonrisa. Muy habitual en él y muy molesto para Knuckles, a quien le costaba especialmente lidiar con los juegos mentales de su amigo-rival-fuente de estrés. Resopló y miró a los lados desconfiado antes de contestar.
-Acabo de estar en el laboratorio de Tails para localizar los fragmentos que faltan de la Esmeralda Maestra. Y tras un largo rato tratando de entender cómo rayos funcionaba ese montón de chatarra... he localizado el último trozo.
-Espera... -Sonic se puso pensativo, en su extravagante pose seria con su espalda arqueada hacia delante y los ojos cerrados. Resultaba caricaturesco cuando volvió a sonreír mordazmente y su lengua fue casi tan afilada como su cabellera.
"¿Eggman te ha robado la Esmeralda Maestra otra vez, se ha roto otra vez y has intentado manejar un ordenador tú solo otra vez? ¿Y lo has conseguido?"
Knuckles le miró con profundo desprecio y replicó con la sangre ardiendo:
-Claro. ¿Dudabas de mi deber como guardián?
-Dudaba de cómo de difícil te lo pondría el mundo... que sí, viene a ser lo mismo.
Knuckles se sintió aliviado hasta que asimiló la segunda parte del comentario y frunció el ceño y los dientes.
Sonic tan solo se limitó a sonreír y esquivar un puñetazo repentino de Knuckles. Era sumamente divertido tomarle el pelo cuando se cruzaban en algún sitio.
-¿No vas a preguntarme qué me trae a mí por aquí? -Knuckles no movió un músculo y su rostro se volvió serio.
-Si estás buscando el laboratorio de Tails, que sepas que Tails, Sally y los demás no están. Se han ido antes de que yo llegara.
Sonic abrió los ojos (lo poco que podía siendo tan grandes de por sí) y no tardó en contestar:
-¿Han dejado una pista o algo de adónde se iban? Si no nos han esperado será que habrán descubierto algo importante.
-No, nada. ¿Por qué crees que he tenido que usar ese ordenador yo solo?
-¿Porque acompañado hubieras terminado zurrando a alguien? -su burla fue tan baja conociendo la actitud del Equidna, que este hizo gala de lo mismo de lo que le acusaba y trató de darle otro puñetazo. Y otro, y otro...
Así mientras Sonic reía de pura diversión, como un niño.

●●●

El robot se despertó en medio de un paisaje que, salvo por la ausencia de mar y unos monumentos, era muy similar al que habitaba hasta hacía un momento. El arco de piedra que había tras él y hasta la forma en que se ondulaba la tierra con hierba verde recordaba vagamente a las dunas de arena.
Su interfaz no hizo ningún análisis esta vez, ni siquiera para indicar que no sabía dónde se encontraba o qué había a su alrededor.
Nada.
Vacío.
Su ordenador simplemente no respondía, pero lo extraño era que, a pesar de eso, seguía vivo. Podía andar y moverse, lo comprobó, pero no podía analizar ni localizar nada. Estaba varado en un lugar extraño y en el que apareció por arte de magia.
Echó a andar con el cañón en alto, todo lo que le quedaba para defenderse si no podía interceptar nada por sí mismo.
Delante de él había una orilla que daba a un puente de madera. No era idéntico, como lo indicaban las pictografías que tenía grabadas, pero sí que tenían un aire extrañamente similar. Tal vez estaba en el mismo lugar después de todo.
Pero sin poder activar su ordenador para determinar mejor su localización, no podía saber si era alguna alteración del entorno, de su sistema, o había viajado a algún lugar del espacio tiempo sin moverse voluntariamente. Cualquiera de esas tres cosas era demasiada casualidad.
La madera se moldeaba y crujía debido al peso de su cuerpo metálico de casi dos metros, pero no llegó a romperse. Eran fuertes después de todo, aquello no lo creó ningún ermitaño tonto, mucho menos dos.
A lo lejos, al pie de un paisaje floreciente y lleno de un aire alegre (el cual el robot no pudo interpretar como tal), pudo divisar unos puntos azules correteando como niños pequeños en un parque.
Se fue acercando más con el cañón en alto, dispuesto a disparar si era necesario en aquella situación tan vulnerable. Decidió levitar para dirigirse hasta allí sin llamar tanto la atención, pues sus largas y plomizas pisadas podían jugar en su contra.
Cuando llegó, los puntos azules se divisaban mejor, aunque su tamaño real seguía siendo pequeño; criaturas cabezonas, redondas y sumamente adorables, la mayoría de color azul claro y un par de alas pequeñas en su espalda.
El robot no se movió y tan solo se mantuvo vigilante ahí, en su sitio. Las criaturas se acercaron a él torciendo la cabeza y murmurando como bebés, o desde luego a eso se asemejaban sus ruidos. ¿Quizá eran bebés reales?
La mayoría se quedaron mirando mientras unos pocos seguían jugando entre ellos. Parecían sentir curiosidad y miedo a la vez; solo un par de ejemplares se atrevieron a acercarse para verlo mejor.
Al sospechar que podían tratarse de una amenaza, sin importar su dulzura o su tamaño, el robot levantó el cañón. Pero estos casi no se inmutaron.
Cuando lo empezó a cargar y las luces ígneas titilaban por la cubierta del arma, algo se escuchó a lo lejos: una mujer joven que gritaba.
-¡No, no les hagas daño! -el robot miró a la joven que se acercaba corriendo desde atrás, deteniéndose justo a su lado. Él detuvo la carga al ver que ella se detenía con miedo, indicando que no era una posible amenaza. Se mantuvo inmóvil otra vez y la desconocida comenzó a caminar, mientras las criaturas azules relevaban su atención a ella, acercándose con alegría.
-¡Hola, pequeños! ¿Queríais jugar con este señor? No os pongáis en peligro así, o Chaos se enfadará mucho. -dijo ella abrazándolos con su voz cándida, como la de una madre con sus bebés. Ellos se acercaron a ella buscando atención, a lo que ella respondía con caricias y una mirada preocupada y enternecida a la vez.
"Veo que no eres de por aquí... Estos pequeños se llaman Chao. Son criaturas muy sociales y frágiles."
El robot se mantuvo en silencio, escuchando lo que decía aquella chica.
De su frente adornada con una diadema enjoyada caían varias púas, como rastas cubiertas de algunas vendas. En su pecho portaba una prenda blanca y su cadera una falda verde con rombos, de la que sobresalía una cola en forma de zig-zag. Más adornos se colocaban en sus muñecas, como dos anillos azules, y sus piernas se cubrían con más vendajes blancos y unas sandalias de cuero.
Sin duda era una equidna, pero... ¿de qué clase? ¿Acaso era una tribu especial? ¿Un atuendo característico?
"Si les pasara algo, él... se pondría muy furioso y triste. Es gentil, nos brinda agua potable y cuida de este santuario. Pero si todo eso desapareciera..."
No siguió. Pero el robot tampoco se dio cuenta de su rostro envuelto en miedo y melancolía. Era indiferente a lo que esa desconocida le contaba a pesar de que se acabaran de conocer. Como si supiera qué (o quién) era...
Todo empezó a ponerse borroso. Como si una cortina tapara todo lo que estaba allí, los Chao, la hierba, el paisaje...
El robot puso su cañón en alto otra vez al ver cómo el paisaje cambiaba repentinamente y la chica tan solo se giró y habló una última vez con una sonrisa triste:
"Por favor, no permitáis que lo pierda todo otra vez..."
Y todo se tornó negro.

●●●

Sally y Rotor se dirigieron hacia Knothole en el Tornado, pero Tails decidió quedarse.
-Tengo que buscar a Sonic, para ponerle al tanto de todo. No tardaré mucho, recordad que tanto Knuckles como yo podemos volar. Son un par de horas de diferencia como mucho.
La distancia entre Knothole y Station Square era larga, pero no tanto como para cruzar en avión, en bote o ir volando. La zona que sí estaba más lejos era Angel Island, casi el doble de distancia que entre los otros dos.
Bunnie y Antoine no se habían vuelto a ver, por lo que ambos estaban relativamente tranquilos mientras pasó todo. Bunnie pasó el tiempo en su casa, en su habitación, sola. Maquillándose un poco para matar el tiempo, hasta que fuera su hora de cenar y dormir.
Pero entonces algo se coló en su vista, algo que la dejó perpleja y la deprimió al cabo de unos segundos.
Bunnie se quedó quieta observando su brazo metálico reflejado en el espejo, como una imagen inevitable cada vez que trataba de verse guapa. Pero aquella maldición siempre estaba para juzgarse a sí misma.
No salieron lágrimas de sus ojos; aquello solo estropearía más su maquillaje. Intentó enfocarse solo en su flequillo, en sus labios, en sus ojos... pero en su mente una imagen de sí misma completamente robotizada se coló. Como una vil pesadilla.
Dejó de respirar por un momento al imaginar en una alucinación tan cruel, con el suave hocico blanco cubierto de placas grises, con sus ojos verdes y adornados de sombras moradas convertidos en cuencas negras con un brillo azul, frío. Hasta la asimetría de sus orejas se volvía horrible, como un robot roto.
Ni estando completamente robotizada estaba mejor.
Su labio inferior tembló y cerró los ojos fuertemente, apartándose mientras guardaba todo.
Tal vez debía probar con otra cosa cuando quisiera distraerse, algo que no requiriera mirarse fijamente frente a un espejo.

●●●

Antoine pasó una mano por su flequillo puntiagudo, tratando de arreglarlo para que se formara su icónico peinado frontal. Acompañado del pelaje que sobresalía por su nuca, como una melena no demasiado corta ni demasiado larga. Perfecto, recto, virtuoso.
Al ser del mismo color, los peinados que se hacían los Mobian a menudo eran su propio pelaje acomodado. Algunos llegaban a teñirse, llegando a parecer más humanos de lo que supuestamente no eran. En el caso de Antoine, por los lados de ambas sienes, justo delante de sus orejas, caían unos rizos dorados. Contrastando con el resto de su cuerpo y el uniforme.
Su pelaje era mayormente marrón rojizo, extendiéndose hasta unos ojos azules y un largo morro puntiagudo. Sus orejas también eran rectas y filosas, casi triangulares.
Mientras acomodaba el uniforme, sintió un impulso de grandeza al ver su propio reflejo en una pose altiva, poderosa, atractiva. Sacó su espada en un momento de genuino y silencioso orgullo, pero recordó que desde la muerte de Maximillian Acorn no volvió a usarla en combate.
Que aquel uniforme se lo estaba poniendo solo para darle algún uso, incluso si se trataba de una fantasía absurda e infantil.
Entonces la imagen grandiosa que le había inundado, se esfumó. Más rápido de lo que había llegado, como si le arrancaran el corazón del pecho.
No era un soldado digno y ejemplar. No era un cánido solemne y que impusiera respeto. Era solo un vulgar coyote asustado y enclenque vistiéndose como alguien grande, intentando ocultar su propio fracaso con un disfraz.
Tan solo parecía más ridículo.
Bajó las orejas y la mirada, con el pulso de su mano temblando y obligándole a bajar su temible espada.
Su padre no estaría orgulloso de él, lo decía aquella vocecita en su cabeza que tomó su forma y comenzó a torturarlo.

●●●

Eggman posó su puño sobre la mesa con fuerza, furioso. Orbot y Cubot se escogieron hasta formar un orbe y un cubo pequeños, respectivamente.
-¿¡Qué es lo que ha pasado con Gamma!? -exclamó sin mirar al pequeño peluche inerte. -¿Cómo que ha disparado a su compañero y ha huido? ¿Cómo?
Tails Doll flotaba con su mirada perdida y muerta, que en ese momento resultaba insufrible para el Doctor; como si se burlara de su ira. Le daba exactamente lo mismo, solo era un robot con menos alma que sus dos sirvientes tontos.
El clon de peluche apenas hizo un movimiento de cabeza y de su extraño cristal se proyectó una luz roja. Un holograma en el que se distinguían sus dos robots, un par de Mobians y un paisaje.
El Mobian más grande se abalanzaba sobre uno de ellos de forma impasible, como si solo quisiera dar un abrazo y coger algo. Pero aquello le costó al robot todo su equilibrio hasta que le pasó por encima para coger esa rana.
La otra Mobian se quedó atrás, tan sorprendida como Eggman en ese momento al ver lo absurdo y surrealista de la escena.
Big era grande. Muy grande. Y pesado.
E insultantemente inmune.
Pero en el momento en que vio como el otro robot, aquel que reconoció como Gamma, lo iba a apuntar tras ese cómico y repentino suceso, este se quedó congelado un momento.
Y disparó a su compañero, inutilizándolo del todo.
No solo lo aplastaron de una forma humillante. Sino que le disparó su propio aliado.
¿Cómo rayos había pasado eso?
Rebobinó la escena dando la orden a Tails Doll con un gesto de su mano y el ceño fruncido. Tanto que las venas de su sien palpitaban y sobre el bigote su nariz resoplaba con fuerza, furioso.
Orbot y Cubot temblaban de miedo, con el terror impidiéndoles huir. Temían que aquello fuera aún peor.
Eggman miró una y otra vez hasta caer agotado en el asiento. Demasiada presión mental y confusión para esos días.
Su plan iba bien, por una vez había cumplido un objetivo y seguidamente estaba pasando a otro. Pero no habían dejado de aparecer obstáculos para complicar las cosas.
Supuso que era otra forma en que le estaban poniendo a prueba.
Eso supuso Metal Sonic mientras observaba en la distancia, atrapado por unas pinzas y siendo configurado por unas agujas que lo hacían contraerse y retorcerse cada dos por tres.
Eggman pasó su mano por la cara, tratando de relajarse. Pero en cuanto sus ojos se abrieron una vez más para despejar su mente, se percató.
Volvió a rebobinar y sus sospechas se hacían cada vez más grandes.
Justo cuando Gamma iba a ayudar a su compañero, se quedó quieto. Completamente inmóvil.
Aquello no fue un error de movimiento, ni un apagado repentino; el doctor se había asegurado de ello.
Detuvo la imagen y la amplió, solo para fijarse en algo extraño.
Gamma había parado en cuanto el pájaro que habían ido a buscar alzó el vuelo y lo miró.
-Es como si... se conocieran, ¿no, Doctor? -preguntó Orbot con curiosidad. Eggman no se creyó mucho eso al principio, pero poco a poco se dio cuenta de que aquello tenía sentido.
Todos los robots de la Serie E contaban con el sistema de alimentación basado en una cápsula con un ser vivo, en aquel caso pájaros. Uno de ellos poseía una Emerald y se escapó, pero por la presencia de un solo adulto y lo rápido que atraparon a todos a la vez parecían ser familia.
Fue cerca de Acorn, uno de los grupos de Flickies reales que adornaban los jardines del castillo. Fue sumamente sencillo capturarlos cuando atacó la capital de Acorn aquel mismo día. Aquel magnífico día...
Pero el mismo Flicky que portaba la Emerald fue también el que se escapó. Ya era demasiada buena suerte haber ganado por una vez en años y que su base no hubiera sido descubierta en todo ese tiempo...
Sin duda era una razón para ser pesimista.

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