9- Patrullaje
Maerin
Me levanté temprano, como siempre. La primera luz del alba apenas comenzaba a filtrarse a través de las copas de los árboles, pero ya estaba listo para el día. Sentía una responsabilidad profunda hacia nuestro campamento y hacia aquellos a quienes protegía. Rowent necesitaba aprender esto también, y hoy sería un buen día para ello.
Caminé decidido hacia la tienda de Rowent y, sin más ceremonias, le di una patada a su cama para despertarlo. Lo hice con suficiente fuerza como para que no pudiera ignorarme, pero con la intención clara de no lastimarlo.
—Levántate —le dije, mi voz firme pero sin dureza—. Te espero fuera.
Salí de la tienda y esperé. Mientras lo hacía, mis pensamientos se centraban en la tarea que teníamos por delante. Los patrullajes eran esenciales para nuestra seguridad. Necesitábamos estar siempre alerta a cualquier amenaza que pudiera surgir en los alrededores del Bosque.
Rowent salió de la tienda, aún algo somnoliento. Asentí en silencio y comenzamos a caminar hacia el sur. La bruma matutina envolvía el bosque, creando un ambiente casi etéreo. El silencio solo era interrumpido por el crujido de nuestras pisadas sobre la hojarasca.
—Hoy patrullaremos la zona sur del bosque —le expliqué mientras caminábamos—. Es una de las áreas más vulnerables, y tenemos que asegurarnos de que todo esté en orden.
Rowent me escuchaba con atención, y pude ver que estaba tratando de entender la importancia de nuestra tarea. No se me hacía mal chico. Un poco desordenado y con una lengua vivaz.
—Maerin —dijo finalmente—, ¿qué esperas encontrar en estos patrullajes?
Su pregunta era válida, y me dio la oportunidad de explicarle más sobre nuestra misión.
—No es tanto lo que esperamos encontrar —respondí—, sino lo que debemos prevenir. Mantener estos patrullajes regulares nos ayuda a detectar posibles amenazas antes de que se conviertan en problemas mayores. Un grupo de bandidos, un animal herido, incluso los espías del Imperio... Cualquier cosa que pueda poner en peligro nuestro campamento y a nuestra gente.
Seguimos caminando en silencio por un rato, el bosque era un laberinto de sombras y pequeños rayos de sol. El aire fresco de la mañana llenaba mis pulmones, y sentí una calma que siempre me traía el patrullar estos senderos.
Mientras caminábamos, Rowent pareció sumirse en sus pensamientos por un momento antes de hablar nuevamente.
—Maerin, ¿tienes familia? —preguntó con una curiosidad sincera—. Además de Drimmar, quiero decir.
Su pregunta me tomó por sorpresa y sentí un nudo en el estómago.
—Bueno, Drimmar y yo... —empecé, buscando las palabras adecuadas sin revelar demasiado—. Drimmar es... especial para mí, pero no es exactamente familia en el sentido tradicional.
Me di cuenta de que mis palabras no aclaraban nada, y sentí el calor subir a mis mejillas. Traté de cambiar el tema sutilmente, dirigiendo la conversación hacia un terreno más cómodo.
—La verdad es que no tengo familia —continué, esforzándome por sonar natural—. Soy huérfano desde joven. Mi familia fue víctima de los conflictos en el Imperio, y desde entonces he estado solo. Pero en este campamento, he encontrado algo parecido a una familia. Todos cuidamos de todos.
Rowent asintió, respetando mi reticencia a profundizar en el tema. Agradecí su discreción. La conversación quedó en un silencio cómodo, el tipo de silencio que se comparte entre personas que empiezan a entenderse.
—Entiendo —dijo finalmente.
Sentí un alivio sutil al ver que no insistía.
—Sí —respondí, mirando a Rowent con una sonrisa sincera—. Aquí somos más que un campamento; somos una comunidad. Y ahora, tú también formas parte de ella.
—Y tengo suerte— dijo alegre—. De estar solo ya estaría muerto. O con el cuello rajado o desangrado por la trampa. —Me miró sonriendo—. Porque somos amigos ¿no?
No pude evitar notar la forma en que Rowent me miraba. Había algo nuevo en sus ojos: confianza, alegría y una valentía que no había visto antes. Esta nueva actitud me hacía sentir un poco incómodo, pero también despertaba mi curiosidad.
Finalmente, decidí romper el silencio.
—Sabes, Rowent —dije, tratando de sonar casual—, es bueno verte así. Confío en que te sientes en casa aquí.
Rowent me sonrió, y esa seguridad en su mirada me dejó un poco desconcertado.
—Gracias, Maerin —respondió con una calidez que me hizo sentir aún más incómodo—. Me alegra saber que puedo contar con amigos como tú.
Su declaración me hizo detenerme por un momento. Amistad. Era una palabra poderosa, y aunque me sentía reticente a mostrar demasiado de mí mismo, su sinceridad me tocó.
—Sí, somos amigos —dije finalmente, aunque mi voz sonaba un poco más rígida de lo que pretendía.
Rowent asintió, y continuamos nuestro patrullaje.
Habíamos estado caminando en silencio durante aproximadamente una hora. El bosque estaba tranquilo, los sonidos de la naturaleza eran casi reconfortantes en su familiaridad. Yo estaba inmerso en mis pensamientos cuando Rowent rompió el silencio.
—Maerin, ¿qué le pasó a la asesina?
La pregunta me sorprendió. No entendía cómo Rowent se había enterado de lo que había sucedido con Winstel. Me tomé un momento para formular una respuesta adecuada.
—Winstel la golpeó —dije finalmente, tratando de mantener mi tono neutral—. Estaba intentando obtener información de ella. No fue... no fue algo que apoye, pero él creyó que era necesario.
Rowent frunció el ceño, y pude ver la simpatía en sus ojos. Esa empatía hacia alguien que había intentado matarlo me confundía profundamente.
—Ella no dijo nada, ¿verdad? —preguntó Rowent, su voz suave pero firme.
—No, no lo hizo —admití—. Se mantuvo en silencio todo el tiempo. Es... difícil de entender.
Rowent asintió lentamente, como si estuviera procesando la información. Había algo en su expresión que no podía entender completamente. Quizás era la misma confianza y valentía que había notado antes, pero ahora estaba teñida de algo más. ¿Simpatía? ¿Comprensión? No lo sabía.
—Maerin, ¿alguna vez has sentido que hay más en alguien de lo que parece a simple vista? —preguntó de repente.
Su pregunta me dejó sin palabras por un momento. Miré a Rowent, tratando de entender de dónde venía su compasión hacia la asesina. Finalmente, me encogí de hombros.
—Supongo que sí, en algunos casos. Pero ella intentó matarte, Rowent. ¿Por qué te importa tanto?
Rowent esbozó una pequeña sonrisa, una mezcla de tristeza y determinación.
—Tal vez porque, de alguna manera, entiendo lo que es ser juzgado sin que te den una oportunidad de explicar quién eres realmente.
Su respuesta me hizo reflexionar.
Después de un rato, Rowent volvió a romper el silencio.
—Maerin, ¿qué van a hacer con ella?
Suspiré. No sabía con certeza lo que decidirían, pero tenía una idea.
—Probablemente la sigan interrogando. Si no obtienen respuestas... bueno, no nos gusta tener prisioneros. Es posible que la ejecuten.
Rowent frunció el ceño, claramente desaprobando esa idea.
—No pueden simplemente matarla. Déjame hablar con ella. Quizás pueda hacer que coopere.
Lo miré, sorprendido por su oferta.
—Rowent, no es tan simple.
—Puedo hacer algo. Al menos, déjame intentarlo.
—Está bien— cedí—. Hablaré con Drimmar. Pero no prometo nada.
Rowent asintió, agradecido.
Después de medio día de patrullaje, finalmente regresamos al campamento. Los olores familiares de comida en el aire nos dieron la bienvenida, y sentí mi estómago rugir en respuesta. Pero no me detuve para comer; en cambio, me dirigí directamente a la carpa de Drimmar.
Cuando llegué, él estaba revisando algunos pergaminos y anotaciones. Alzó la vista al verme entrar y se inclinó hacia adelante, mostrando que estaba listo para escuchar lo que tenía que decir.
—¿Cómo fue el patrullaje? —preguntó, sin levantar la vista de sus notas.
—Tranquilo, sin novedades —respondí rápidamente—. Pero eso no es lo que vine a hablar contigo.
Drimmar alzó una ceja, interesado.
—¿Qué sucede, Maerin?
Respiré hondo y empecé a contarle todo lo que había pasado durante nuestro recorrido.
—Rowent y yo tuvimos una conversación... interesante. Me preguntó sobre la asesina, sobre lo que le pasó.
Drimmar frunció el ceño, su atención completamente en mí ahora.
—¿Y qué le dijiste?
—Le conté la verdad. Que Winstel la golpeó intentando obtener información, y que no dijo nada. Pero eso no es lo importante. Rowent... parece tener una especie de empatía hacia ella. Me pidió que lo dejáramos hablar con ella, intentar hacerla cooperar.
Drimmar se quedó en silencio por un momento, procesando lo que le había dicho.
—¿Empatía? —preguntó, claramente sorprendido—. ¿Rowent quiere hablar con la asesina?
Asentí, sintiendo la misma sorpresa que había sentido durante nuestra conversación.
—Sí. No sé cómo explicarlo.
Drimmar se reclinó en su asiento, pensativo.
—No estoy seguro de que sea una buena idea, Maerin.
—Lo sé —dije, tratando de transmitir mi propia confusión y, al mismo tiempo, mi esperanza—. Pero creo que deberíamos darle una oportunidad. Rowent ha demostrado ser capaz de cosas sorprendentes. Quizás pueda lograr algo con ella que nosotros no.
Drimmar suspiró, claramente luchando con la decisión. Finalmente, asintió lentamente.
—Muy bien. Pero debe hacerse con precaución. Aún no me fío del todo de Rowent, podría intentar algo. Quédate cerca, escucha lo que hablan. No quiero ninguna sorpresa.
Sonreí ligeramente.
—Gracias, Drimmar. Hablamos más tarde. Te mantendré informado.
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