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El Despertar De Rosita© - Cap. 8

Capítulo 8


—Okey —dije, soltando una risa.
El yate dio la vuelta y empezamos a regresar al puerto; ahí nos esperaba la limusina. Nos subimos y nos sacó del puerto para llevarnos a no sé dónde, pues mi marido no quiso contarme los detalles, y como me lo pidió, me dejé llevar. Íbamos abrazados, sentía algo de nervios, pero no quería que él se diera cuenta y se sintiera mal por eso, así que traté de mostrarme lo más relajada posible. De pronto, el vehículo se estacionó y el chofer se bajó, abrió la puerta y me tendió la mano, se la tomé y salí al exterior, mientras detrás iba mi marido. No podía creerlo, necesitaba algo así para terminar una excelente noche.
—¿Y qué te parece? ¡Una disco para soltar las tensiones! —exclamó muy entusiasmado.
—¿Qué me parece? ¡Genial! —respondí, lanzando un grito y alzando mis brazos. Es que siempre fui demasiado espontánea y me costaba esconder algunas emociones. Unas personas me miraron y otras se pusieron a reír cuando se me salió ese grito. Seguramente pensaron que estaba loca.
—Entonces, ¡a divertirnos se ha dicho, mi amor!
—¡Así es, esposo mío! ¡Vamos!
Por dentro era impresionante, tenía seis ambientes, al gusto de la persona, había música de los ’80 y ’90, salsa, rock latino, bachata y cumbia, lo que me sorprendió fue que también había un ambiente para la música heavy metal y rock, aquella la disfruté mucho cuando era más joven; me gustaba Metallica, Nirvana, Slayer, Bon Jovi, Guns N Roses, etc. Estaba feliz y me fui a divertir como Dios manda. Bailamos de todo, bebimos algunas copas y al final me fui a escuchar la música que realmente me gustaba; el heavy metal. Justo estaban tocando a Metallica, la canción "Master of Puppets", y me volví loca cantándola, y mi esposo llegó a mi lado y disfrutamos de esta canción, porque a él también le gustaba. Me sentía libre, y después que bajó la música, Ismael me dijo al oído que le gustaría hacer algo atrevido, yo sonreí y le pregunté qué era lo atrevido que quería hacer, ya que me sentía algo más desinhibida por el alcohol.
Me dijo que saliéramos de la disco y nos fuéramos. Al principio, no me agradó mucho la idea, porque me estaba divirtiendo y me encantaba el ambiente, pero me insistió tanto que nuevamente no quise hacerlo sentir mal, así que acepté, no de muy buena gana, mientras pensaba que nos iríamos al hotel, a nuestra habitación a hacer el amor, y por atrevido que aquello podría ser un fogoso encuentro en el balcón, lo cual no era tampoco tan mala idea para cerrar una noche con broche de oro.
Cuando estuvimos en la calle, busqué la limusina y no se veía por ninguna parte. Miré a mi marido como preguntándole por ella, pero me llevaba de la mano, caminando por entremedio de la gente que aún hacía fila para entrar a la disco. De pronto, vio un callejón y de la mano me guió a él. «Quizás, ahí está estacionada la limusina », pensé ingenuamente.
Entramos, era bien oscuro y largo, y para qué decir el olor que allí se sentía, pero no importaba, total, en unos minutos más estaríamos dentro de la limo y nos iríamos al hotel a quitarnos las ganas de hacer algo atrevido.
Nos adentramos en la mitad de aquel callejón y otra vez miré a mi esposo y él a mí. Lo contemplé con duda y él con morbo y lujuria, hasta que empezó a besarme primero con dulzura, amor, y después de manera muy apasionada. Al comienzo, correspondí a sus besos en forma tímida, tratando de mantener recato y serenidad, pero como dije antes, el alcohol comenzó a hacer efecto en mí y en mis sentidos, así que le seguí el ritmo y la intensidad de sus besos y caricias. Nos recorríamos enteros con las manos, al igual que productos de supermercado cuando no dan el precio y les buscan sus respectivos códigos de barra para ponerlos en frente de la maquinita láser.
Era exquisito todo lo que sucedía, me sentía deseosa y deseada, los dos nos sentíamos así. De a poco nos empezamos a excitar, sería porque tomamos demasiado alcohol y eso nos llevó a desinhibirnos, sin importarnos la gente que pasaba por la calle; las personas ni siquiera miraban el callejón, allí donde estábamos los dos queriendo hacer el amor desenfrenadamente. Todo se daba así, demasiado excitante, sentía a mi "Rosita" muy empapada, solo quería que su pene, o mejor dicho, "Nachito" entrará allí. Ismael parecía otra persona, nunca lo había visto tan desenvuelto. Siempre tan serio, tan apagado… La verdad, mi marido era un poco fome, pero ahora era distinto −aunque estuviera pasado de copas−, era el hombre que me gustaba que fuera conmigo, atrevido, un poco dominante, apasionado, fogoso, en fin, esto se parecía mucho a mi sueño de la otra vez y rogaba que en este momento yo no estuviera soñando, y si así era, por favor, que nadie se atreviera a despertarme.
Por mientras, Ismael tenía su mano debajo de mi vestido, acariciaba mi calzón y me decía al oído que tenía a "Rosita" muy mojada y que eso lo excitaba mucho. Por mi parte, le bajé el cierre a su pantalón y mi mano entró en forma muy rápida. ¡Cómo recorrían mis dedos esa masculinidad al acariciarla, que se volvía cada vez más dura!, mientras él, con su otra mano encima de mi vestido apretaba mis senos. De pronto, desabrochó parte de mi vestido, lo bajó hasta la cintura, corrió un poco mi sostén, dejando mi pezón afuera, y lo empezó a acariciar con su dedo. De a poco mi pezón se colocó duro y el otro, a pesar de estar tapado, también sentía que se colocaba rígido. Después, mi marido empezó a besar mi seno y el pezón, dejándolo completamente empapado con su saliva. Con posterioridad, me desabrochó el sostén y me lo sacó, dejando mis senos al aire, besándolos y dándoles pequeños mordiscos suaves. Me sentía muy excitada, solo pensaba en disfrutar este loco momento. Luego, me arrodillé, le saqué a "Nachito", grande y duro, a quien le pasé la lengua mientras miraba a mi esposo que estaba totalmente fuera de sí.
—¡Ah, querida, tu boca es muy rica cuando me lo haces! ¡Me vuelves loco!
—Qué bueno que te guste, amor mío.
Seguí haciéndole sexo oral, me encantaba sentir sus gemidos, me provocaba aun más, mientras yo con mi otra mano me masturbaba. Hasta que me levantó y me subió el vestido. Ismael se arrodilló y empezó hacerme sexo oral, tenía mi pierna encima de su hombro. Sentía esa lengua encima de mis bragas y a la vez sus dedos dentro de mi "Rosita", los que movía rápido mientras yo gemía.
—Amor, me encanta tu lengua, sigue… ¡Ayyy, no pares!
—¿Te gusta? ¿Eso es lo que quieres? Entonces, sigo comiéndome a "Rosita", que está exquisita, como también sus jugos.
La gente pasaba, y a pesar de mis gemidos que no eran bajos, se desplazaban como si nada, y eso hacía que la escena fuera demasiado caliente.
Mi esposo se levantó, me volteó, y ya me había quitado mis bragas. Sentí la punta de "Nacho" −porque a esas alturas ya de "Nachito" le quedaba bien poco. ¡Vaya que creció rápido!− encima de mi "Rosita", a punto de entrar, y de repente, sin darme cuenta, ya lo tenía adentro, bombeando una y otra vez. Una de sus manos agarraba mi cintura, la otra apretaba uno de mis senos, masajeándolo, sentía tanto placer que casi llego al orgasmo de inmediato. Al principio, Ismael bombeaba lento, pero de a poco se fue colocando muy rudo y fuerte, como me gustaba, cuando él me repetía:
—¿Cómo se siente esta locura, mi amor? Yo la siento increíble —me decía entre jadeos.
—Igual que tú, mi amor, es demasiado increíble, atrevido, como quieras llamarle —comenté apenas, liberando un gemido.
—¡Oh Dios, me tienes loco y te sigo dando durísimo!
—¡Ah! ¡Qué delicia! Sigue dándome más duro, amor.
Cuando estábamos en lo mejor, vimos unas luces de un vehículo que venían hasta donde nos encontrábamos, a la vez que seguíamos disfrutando sin importarnos quién iba en el vehículo ni nada, lo importante era pasarlo bien y no olvidar este momento de lujuria. De pronto, el auto se estacionó cerca de nosotros, apagó las luces y sentimos que abrieron la puerta y alguien bajó de él, preguntándonos con voz grave y en inglés, alumbrándonos a la par con una linterna, porque estaba muy oscuro el callejón.
—¿What do you doing? / ¿Qué están haciendo?
Mi esposo me cubrió y le preguntó también en inglés:
—¿Who are you? / ¿Quién es usted?
—I'm a cop! / ¡Soy un policía! —expresó sin dejar de alumbrarnos con su linterna.
—¡Ups! ¿En qué lío nos metimos, amor? —le pregunté a mi esposo.

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