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El Despertar De Rosita© - Cap. 7

Capítulo 7


Era aquel hombre que me siguió al baño y me robó un beso en el restaurante. Entonces, no me equivoqué cuando lo vi por el balcón del hotel el día que llegué a Miami.
—¿Qué le pasa, señora?, ¿se siente bien? —formuló, mirándome algo preocupado. Pero no me salían las palabras, este hombre tenía algo que me erizó la piel desde el primer momento en que lo vi, ya que solo con su mirada y esa voz ronca dejaba loca a cualquiera—. ¿Se siente bien? —Volvió a repetir.
—Sí, no se preocupe. Lo siento, me distraje. Además, estoy esperando a mi marido —le comuniqué para que viera que no estaba sola por si intentaba otra vez hacer algo.
—Me alegro. Bueno, hermosa señora, me retiro, no quise incomodarla. Que le vaya muy bien —expresó sonriendo y se fue. No intentó nada extraño, ni siquiera al despedirse. Ahora me quedaba la duda, ¿Sería el mismo?, ¿su clon?, ¿su hermano gemelo perdido en el espacio?
—Estas cosas solo te pasan a ti, tonta —comenté, riendo. «Parece que me lo voy a topar muy seguido por acá», pensé para mis adentros.
—Amor, llegué. —Era mi esposo quien me hablaba, y llegué a saltar del susto, ya que no me di cuenta de su presencia, porque mi mirada se quedó, literalmente, pegada en el tipo.
—¡Ismael, por Dios!, ¡qué susto me diste!
—¡Cómo tanto, mujer! Quizás en qué estabas pensando o a quién estabas mirando, ¿eh? — mencionó como bromeando.
—En nada, hombre, no seas mal pensado —respondí un poco enojada, aunque no quise contarle lo de aquel sujeto para que no pensara mal.
—Okey, amor, fue una broma, no seas enojona. Ya, vamos a almorzar, y en la noche tú y yo vamos a salir. Te compré un vestido negro muy hermoso para que luzcas muy sexy.
—¡Oh! Me encanta la idea. Vamos a almorzar, porque tengo mucha hambre.
Y nos fuimos abrazados a comer algo rico en el algún restaurante. Por mi parte, no podía dejar de pensar en el encuentro que tuve hace un rato con aquel hombre. Tenía el presentimiento de que lo volvería a ver.
Llegó la noche, mi marido se veía muy guapo con su nuevo traje y yo con mi vestido me veía y me sentía muy sexy, en conjunto con mi cabello liso y el maquillaje a juego.
—Amor, te ves preciosa, me encanta como te queda el vestido.
—¡Sí, me encanta como se ve! Tuviste un buen acierto.
—Así es, tengo buen ojo para regalarte vestidos que sé que te van a quedar muy bien, sobre todo porque tienes un hermoso cuerpo. ¡Ah! Me encanta tu escote —expresó y me dio un beso en la frente.
—Obvio que tengo un cuerpo hermoso, me lo cuido porque soy una mujer sexy, deseable y hermosa para mi marido —comenté, sonriendo coquetamente.
Mi marido rio y no dijo nada más. Así que terminé de arreglarme, estábamos los dos listos.
—¿A dónde me vas a llevar, esposo mío?
—Sorpresa, amada mía.
—Pero adelántame algo, no seas malo —dije.
—Lo único que diré es, que iremos cenar y después…. ¡Sorpresa!
—¡Oh! ¡Cómo eres! Pero bueno, no voy a seguir preguntando, llévame a donde quieras —añadí ya un poco impaciente.
—Te va a gustar, vamos.
Salimos de la habitación, me dio su brazo como buen caballero y caminamos por el pasillo para tomar el ascensor. Subimos, íbamos muy contentos, cuando dentro del elevador comentó:
—Voy a ser la envidia de todos, porque voy con la mujer más hermosa y sexy del hotel.
—¡Mi amor, qué loco eres! Solo soy hermosa y sexy para ti —contesté, besándolo. De repente, se abrió la puerta del ascensor y nos miraron las personas que se disponían a entrar en él, nosotros nos sonrojamos y salimos de allí.
Todo estaba siendo tan especial, que sentí y creí que en esta noche iban a cambiar algunas cosas. Sí, algo importante iba a suceder, de eso estaba segura.
Salimos del hotel, había una limusina esperándonos, era todo tan romántico, que sentía que estaba en el paraíso. Repentinamente, en el techo de ésta se abrió un cuadrado donde podía sacar la mitad del cuerpo hacia afuera, así que me animé y me levanté, saqué mi cabeza primero y después el resto, elevé mis brazos, feliz, y me puse a gritar de la emoción. Escuchaba las risas de mi marido, así como también que estaba realmente loca. Después bajé, me senté y observé a Ismael, también se veía radiante; hace tiempo que no lo veía tan bien y relajado. Sin duda, este viaje estaba sido mágico para los dos. A continuación, me dio un vaso de champán e hicimos un brindis por estos lindos momentos, cuando la limusina se estacionó y mi marido me decía:
—Lista, amor.
—Lista, amor mío.
Ismael se bajó, cerró la puerta, y como todo un caballero abrió la otra puerta de la limusina, me dio su mano y con su ayuda bajé, admirándo que estábamos en un puerto de yates.
—Ana Rosa, espérame un momento —comentó.
—Sí, claro, te espero —contesté, preguntándome qué hacíamos acá.
Ismael fue a decirle algo al chofer y al final el vehículo se retiró.
—Amor, todo listo.
—Pero la limusina se fue y no entiendo qué hacemos acá —manifesté un poco preocupada.
—Tranquila, es sorpresa, y yo sé que te va gustar. Solo déjate llevar.
—Bueno, te haré caso, me voy a dejar llevar por ti.
Caminamos unos diez metros, había un yate esperándonos, subimos y salimos a alta mar. En la cubierta había una mesa para dos personas, muy arreglada y con velas; era nuestra cena. Todo se veía muy lindo y romántico, mientras se escuchaba una música orquestada.
—¿Qué te parece todo, amor?, ¿te gustó esta parte de la sorpresa?
—Estoy muda de la impresión. ¡Obvio, me encantó! Es todo tan lindo y romántico… Gracias.
—Entonces, disfrutemos de la cena. Tome asiento, mi dulce y sexy dama —dijo.
Corrió la silla, me senté y acomodé, mi esposo también se acomodó en su lugar, y de pronto salieron dos mozos para atendernos. Primero, nos dieron a cada uno una copa de vino blanco, exquisito, y después nos sirvieron la cena, que eran unos ricos camarones con queso y champiñón, acompañados con arroz y ensalada.
Mi marido alzó su copa y propuso un brindis.
—Brindemos por este lindo momento, amor, y gracias te doy por aceptar este viaje. Te amo, eres lo más hermoso que la vida me ha dado. Quiero que sigas siendo como eres, porque me encantas. Y bueno, sigamos disfrutando de nuestro amor por siempre —profirió.
—Gracias a ti. La verdad, no sé qué decir, estoy muy emocionada, me has hecho la mujer más feliz del mundo por todo lo que me has dado. Gracias por tus lindas palabras. Y tú también lo eres todo para mí. Te amo más que a mi vida —respondí muy emocionada y también alcé mi copa para que brindarámos.
Todo fue perfecto, y después de terminar nuestra cena, nos sentamos a mirar las estrellas. Había una linda luna, radiante, majestuosa… Me sentía tan feliz, porque mi marido me había dado una gran sorpresa. Su cambio, a pesar de su seriedad, era maravilloso. Estaba muy amoroso, faceta que aún no le conocía del todo. ¡Si hasta me parecía que me habían cambiado a mi esposo! Pero me encantó este hermoso cambio.
—Mi vida, ahora vamos a volver al puerto, nos estará esperando la limusina.
—Mmm... ¿Tan luego? Bueno, todo estuvo lindo, como un sueño, y me voy tranquila y feliz al hotel.
—Eeeh... No iremos al hotel todavía, vamos a otro lado. Pero sin preguntar, ¿okey?

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