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El Despertar de Rosita© - Cap. 6

Capítulo 6


—Tranquila, no te voy a pedir lo de siempre. Te quería decir, si puedes pedir permiso en tu trabajo para que te ausentes por unos días. Quiero que realicemos un pequeño viaje, juntos. ¿Te gusta la idea?
—Mi amor, ¡me encanta! Voy a llamar a Sara y le voy a pedir los días que me debe de mis vacaciones. Espera...
La llamé y le expliqué; al principio no le gustó mucho la idea, pero igual me dio permiso y me dijo que agradeciera que el trabajo estuviera un poco flojo. Me dijo, además, que mañana fuera a buscar el papel de las vacaciones. Terminé de hablar con mi jefa y le fui a comunicar a mi marido la noticia, así que estábamos los dos felices. Luego, mi esposo me dijo que esperara, que tenía que mostrarme algo, por lo que fue a buscarlo y llegó con dos pasajes a Miami. El vuelo salía mañana.
¡Qué emoción! Estaba muy feliz, así que celebramos con vino y la pasamos muy lindo. Al otro día nos levantamos temprano y dejamos a cargo la casa a la persona que nos hacía el aseo y ella nos dijo que viajáramos tranquilos, porque cuidaría de ella. Así que nos fuimos a Santiago, hasta el aeropuerto. Una vez allí, hicimos todos los procedimientos de rigor y después nos subimos al avión. Iba muy emocionada.
Llegamos a Estados Unidos, a la ciudad de Miami, específicamente. La verdad, el viaje no me pareció para nada largo. Tomamos un taxi y nos dirigimos al hotel, y cuando miré por la ventanilla veía las calles de la ciudad, estaba muy impresionada. Miami era hermoso, no pude evitarlo y me acordé de Valparaíso, justo cuando mi esposo me tomó la mano, me sonrió y me dijo:
—Te veo muy impresionada y feliz. Qué bueno que te hayas decidido a viajar.
—Así es, amor, estoy feliz.
—Qué bueno que aceptaste, esto va a ser nuestra segunda luna de miel, y quiero que la pasemos bien.
—La pasaremos muy bien, amor, te lo prometo —respondí y lo abracé.
Llegamos a nuestro destino, el hotel era muy bonito y elegante, así que después de admirarlo pasamos a recepción. Mi marido hizo todo el trámite, mientras yo miraba atónita todo, ya que este era mi primer viaje fuera del país; solo había viajado con Ismael conociendo el norte, el sur y también Isla de Pascua.
Estaba distraída cuando mi marido me habló.
—Está todo listo. Ahora, vamos a la habitación veintiséis, que se ubica en el quinto piso.
—Okey, amor.
—Pareces una niña que recién conoce el otro lado del mundo, me basta con solo mirarte la cara de sorprendida y feliz —agregó Ismael, riendo.
—La verdad, sí, estoy demasiado sorprendida y feliz. —Reí también.
Tomamos el ascensor y nos dirigimos al quinto piso, llegamos y fuimos a nuestra habitación. Entramos y quedé con la boca abierta, aquí todo era precioso y muy elegante, desde la cama, los muebles, el sofá… Todo era perfecto. Poseía un ventanal corredizo, y de curiosidad salí al balcón. Se veía la playa, la calle, era hermosísimo. De pronto, bajé la mirada y vi como la gente paseaba, y no sé por qué distinguí a alguien que se me hizo conocido, se parecía al hombre del restaurante. No podía creerlo, ¿qué estaría haciendo él aquí? Cerré los ojos solo unos segundos y al abrirlos y mirar de nuevo, ya no estaba, «parece que me confundí» pensé. Y salió mi marido, me abrazó y me dijo:
—¿Te gustó nuestro viaje a esta maravillosa ciudad?
—¡Sí! Me encantó, pero me gustaría descansar un rato, el viaje fue largo y ansío dormir un ratito. —La verdad, quería olvidarme de aquella visión. ¿Qué me estaba pasando? Ahora tenía visiones con el tipo del restaurante.
—Entonces, mi amor, ve a dormir una siesta, mira que después vamos a ir un rato a la playa, luego a caminar y a recorrer tiendas —me anunció.
—Gracias, amor.
Me recosté en la cama, ¡qué blandita se sentía!, y me dio mucho sueño. Escuché a Ismael hablando por su celular y parecía que estaba discutiendo, pero como yo estaba medio dormida, no le pregunté ni pude oírlo bien. Así sin más, me dormí profundamente. Al rato desperté, estaba tapada con una manta, seguro mi marido me había cubierto con ella. Lo llamé, pero no obtuve respuesta. Miré al otro lado de la cama y había una nota de él.

Amor, voy a salir un rato, vuelvo pronto.
No quise despertarte porque te ves muy hermosa durmiendo.
Te amo,
Ismael.

Sonreí y me quedé tranquila. Así que me levanté y me fui a duchar. Para qué decir como era el baño, parecía de película debido a lo lujoso que era. Me metí a la ducha a disfrutar de un rico baño, estuve en ella como unos diez minutos para no olvidar toda esta maravilla. Luego, salí del baño, abrí mi maleta y busqué mi traje de baño, más una polera y un short de jeans. Me vestí y arreglé para que mi esposo me viera linda, y a los cinco minutos apareció él.
—¿Ana Rosa, qué haces despierta? Pensé que todavía estabas durmiendo.
—Pues pensaste mal, estoy bien despierta, bañadita y arregladita, ¿qué te parece? —dije, dándome la vuelta.
—Eeeh, sí, te ves bien. Bueno, como lo mencioné, vamos ir a la playa y después a almorzar ¿te parece?
—Me parece excelente.
—Ahora me voy a bañar. Me esperas —manifestó y entró al baño.
Lo noté algo raro, estaba muy nervioso, serio, preocupado, y hasta un poco distante, pero no quise preguntarle nada para no arruinar este hermoso viaje. Ya que era un día hermoso, me fui al balcón, afuera hacía mucho calor. Mi esposo salió del baño, se vistió rápido, me llamó, entré a la habitación, cerré el balcón y salimos. Nos fuimos a la playa a disfrutar el día, la que me encantó, con la arena blanca, el mar de un color como turquesa, precioso. En realidad, estaba en un paraíso. Disfrutamos mucho, nadando, riendo, parecíamos niños. Después de tanto nadar, nos recostamos en la arena y disfrutamos del sol, y obviamente me apliqué bloqueador, quería quedar bien morena para que me vieran mis amigos de la peluquería. Al rato, mi esposo me dijo que nos fuéramos a almorzar, así que nos dirigimos a un restaurante muy cercano a la playa. Luego de eso, fuimos a caminar, íbamos tomados de la mano o abrazados, mirando las tiendas en las que compramos algunas cosas. ¡Qué lindos momentos estaba pasando con él! Luego de ello, regresamos al hotel, precisamente a nuestra habitación y le dije a Ismael que me iba a bañar, pero él me pidió que lo esperara para que nos bañáramos juntos, eso me gustó, así que nos fuimos al baño y nos metimos a la ducha.
Nos ayudamos mutuamente al echarnos el shampoo, el acondicionador y el jabón. Después, empecé a jabonar a mi marido por todos lados y al tocarlo me excité, así que me arrodillé y empecé a hacerle sexo oral. Miraba su rostro, sus gestos y gemidos, vi cómo lo disfrutaba. Estuve haciéndole sexo oral por mucho rato. Luego, Ismael me levantó y ahora él se arrodilló y empezó a lamer mi vagina, o a "Rosita", haciéndome vibrar con su lengua, besándome, y yo no podía dejar de gemir porque disfrutaba mucho este momento. Después, se paró, me volteó y me dijo que abriera un poco las piernas, así lo hice, y sentí la punta de "Nachito" o su pene, encima de mi vagina. Sentí mucho placer, y de pronto ya me estaba penetrando. Primero fue suave, ya luego empezó a hacerlo fuerte, y eso me hizo gemir casi a gritos. A veces, mi esposo me tenía que tapar la boca debido a los orgasmos que me daban, hasta que lo cabalgué mientras el agua de la ducha nos caía encima, eso lo hacía todo muy placentero. Mi amado esposo me dijo que ya iba a acabar y que lo recibiera en mi boca, acepté y sentí como cayó esa leche dentro de mi cavidad, cuando ya no le quedaba ninguna gota. Salí desde debajo, lo miré y me lo tragué, mi marido me sonrió satisfecho. Con posterioridad, nos secamos, me puse mi babydoll y mi esposo una polera y un short. A continuación nos acostamos. No me di cuenta de cómo, pero me quedé dormida.
Al día siguiente, desperté porque Ismael me movía para que yo abriera los ojos.
—Amor, despierta.
—Ismael, déjame dormir un rato más, no seas malo.
—Ya es tarde, Ana Rosa, disfrutemos la mañana.
—Me levantaré en contra de mi voluntad, pero es verdad, hay que disfrutar este viaje. —Lo hice todo demasiado rápido, me puse un vestido de color blanco con flores y unas sandalias con tacos, me recogí mi cabello, me hice una cola y salimos. Caminamos, había bastantes tiendas por recorrer. Ismael me regaló un hermoso traje de baño de dos piezas de color celeste, un vestido corto de color crema y unos tacones.
»Mi amor estoy cansada, me voy a sentar en ese banco que está cerca de la playa, te espero ahí.
—Bueno. Voy a mirar tres tiendas más y te voy a buscar.
—Gracias. Mis sandalias con tacos me están matando.
—Ya, amor, voy —dijo, besándome, y se fue a ver otras tiendas.
Me senté a mirar cómo pasaba la gente, había de todo tipo, tanto latinos como americanos. De pronto, alguien se sentó a mi lado, pero no me di cuenta de quién era porque en ese instante estaba entretenida con un juego de mi celular. Luego de un torpe movimiento que realicé, se me cayó mi móvil al piso, pero la persona que estaba sentada a mi lado lo recogió, me lo pasó y me dijo:
—Señora, acá está su móvil. —Aunque su voz era ronca, se me hizo muy conocida.
—Gracias —respondí, todavía sin mirarlo a los ojos.
—De nada, pero tenga cuidado para la próxima vez.
—Lo tendré, no se preocupe.
Cuando por fin lo observé, quedé estupefacta, y ya no pude decir nada más.

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