Capítulo 38

De golpe los abrí y no podía creer a quién veía a mi lado. Era Ismael que me miraba con ternura y amor.
Me senté sobresaltada.
—¿Qué pasó? ¡Ismael, estás vivo!
—¡Obvio que estoy vivo! ¿Qué te pasa, amor? Tenemos una pequeña discusión y ya me estás matando. Vengo a que hablemos y te encuentro acostada y vestida así, mmmm. Y por lo que parece, estabas soñando. ¿Quizás, qué pesadilla tuviste?
Me miré y estaba con la lencería, las ligas y las botas que me compré. Pero… Me di cuenta que todo había sido un sueño, nada era real, ni Matt, ni Alejandro, ni mi secuestro, ni los disparos.
—¡Dios mío! Esto es imposible, ¡tú estabas muerto!
—Amor, tranquila, solo fue una pesadilla. Además, me tienes sorprendido, vi las velas encendidas, los pétalos de rosas en las escaleras y estás con una lencería muy sensual… ¡Uf! No imaginas cómo me pusiste. —Me besó sin que yo pudiera salir de la impresión.
Me dejó de besar, al mismo tiempo que empezaba a sacarse la ropa, quedando completamente desnudo. Entonces, me volteó, me colocó en cuatro, me corrió las bragas y me penetró fuertemente. Por mi parte, seguía en shock y me dejaba manejar como una muñeca mientras me bombeaba; en realidad, ni sentía placer, pero mi marido estaba tan excitado que acabó rápidamente dentro.
—Amor, estabas tan matadora que no me pude resistir, me hiciste correr como burro.
Solamente sonreí, no podía decir nada, así que lo besé porque mi mente estaba en otra parte.
—Cariño, lamento mucho lo de esta mañana. Te amo mucho y quiero que nos tomemos unas pequeñas vacaciones.
—¿Vacaciones?
«Mi cabeza hace rato que está de vacaciones», pensé.
—Pero, amor, tranquilo, antes tengo que hablar con Sara.
—Habla con ella, porque quiero que viajemos por una semana.
—Y… ¿Dónde quieres que vayamos?
—¡Te va encantar! Será nuestra segunda luna de miel.
—Dime donde iremos.
—A Miami. Lo pasaremos muy bien, te lo aseguro. Un amigo me recomendó un buen hotel cerca de la playa, además de una disco que toca la música que te encanta ―explicó muy entusiasmado.
―¿Qué amigo?
―No lo conoces. No es de acá.
―¿Dime quién es tu amigo? ―Le ordené.
―Qué mal genio, amor. Verdaderamente despiertas de muy mal humor.
―Ismael, dime de una vez por todas, ¿cómo se llama tu dichoso amigo? ―Grité.
―¡Matt! ¡Se llama Matt! ―Gritó también.
―Matt ―repetí, cayendo sentada de golpe sobre la silla.
―Sí, Matt como un diminutivo de Matías. Mi amigo es mitad gringo y mitad chileno, te va a caer muy bien.
Habiendo dicho eso, se metió al baño y desde allí me seguía diciendo lo bien que lo íbamos a pasar y otras cosas más sobre el viaje, cuando yo solo escuchaba retumbar en mi cabeza el nombre de Matt.
Mi corazón latió a mil y creo que mi presión se fue a las nubes, porque ese era el nombre que hacía despertar a Rosita, y estaba más que dispuesta a revivir ese sueño, fuera como fuera, porque…
¿Quién sabe si yo, tal vez, podría llegar a cambiar ese final?

¿FIN?