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El Despertar de Rosita © - Cap. 36

Capítulo 36


Así pasaron dos días más. Al tercero, el hombre abrió la puerta, traía un balde, una toalla y otras cosas que no vi bien. Se acercó a mí, me desató las manos, los pies, y me quitó la mordaza de la boca.
—Señora, en ese balde tiene agua caliente. Le dejé shampoo, jabón, una toalla, un cepillo para que se lave los dientes y un peine para su pelo, en quince minutos más volveré —explicó y salió de allí, dejándome a solas.
Me levanté y fui donde estaban las cosas, al sentir el aroma del jabón me dio alivio, pues llevaba casi una semana sin bañarme y realmente me sentía sucia. Geraldine había sido muy cruel conmigo, era una descarada reclamando, siendo que ella fue quien arruinó mi matrimonio.
Me saqué la ropa y empecé a lavar mi cabello y después mi cuerpo, tuve que hacerlo rápido, pues ese hombre podía llegar en cualquier momento, pero a pesar de lo ágil que tenía que ser, disfruté el baño y me encantó sentir el aroma del shampoo y el jabón. Me sequé y me puse nuevamente mi ropa. De pronto, abrieron la puerta mientras yo me peinaba, miré y me di cuenta que esto era mi fin.
—¿Te gustó el baño? Porque, en realidad, olías asqueroso. Me diste lástima y pedí que te trajeran lo que necesitabas.
—Gracias por tu amabilidad, loca de patio.
—De nada fétida, mugrienta. ¡Ya llegó la hora! —me anunció.
—¿Hora de qué?
—La hora de tu papa, ¡ja, ja, ja! —Rio a carcajadas. Me dio mucha rabia, por lo que la agarré del cuello y ella empezó a gritar como una loca, llamando al hombre que me cuidaba, quien llegó y nos separó.
—¡Cof, cof! ¡Maldita, casi me ahogas, pero ya te queda poco! ¡Rápido, llevémosla! ¡No perdamos más tiempo!
— Okey, señora Geraldine, la voy amarrar de nuevo y mejor.
—¡Suéltame! ¿Dónde me llevarán? ¡Son unos malditos infelices! —exclamé  fuertemente, pero no le fue tan fácil hacerlo, porque me resistí, y entonces tuvo que darme un puñetazo.
Cuando desperté, media aturdida, me di cuenta que íbamos en un auto; me dolía mi cara debido al tremendo golpe que ese cobarde me había propinado.
—Por fin despertaste, fracasada. Mi ayudante tiene una buena derecha, déjame contarte que fue boxeador, y de los buenos.
—Es un verdadero cobarde pegándole a una mujer, eso no lo hace de los buenos.
—Es que fuiste muy escandalosa, y como no fuiste niña buena, tuvo que darte un palmazo para corregirte —expresó Geraldine, irónicamente.
—¡Muérete, maldita!
—La que se va a morir es otra. ¿Cierto? —le preguntó a ese hombre.
Él solo rió.
No dije nada más, mis horas ya estaban contadas. Ni siquiera podría hablar con Matt para decirle que lo amaba de verdad, que lo perdonaba, y que quería pasar el resto de mi vida con él. 
El auto dobló por el lado izquierdo, mientras nos adentrábamos por un bosque, parecía de terror aquel paisaje. De pronto, el chofer desaceleró, se estacionó, se bajaron y me arrastraron con ambos. Me quitó las amarras de los pies para que yo caminara, y así lo hicimos por un buen trecho, llegando cerca de un pequeño río, donde nos detuvimos, finalmente.
—¿Qué te parece? Este lugar para mí es perfecto. Toma, acá te doy el dinero acordado, espérame en el auto —le ordenó Geraldine al sujeto.
—Gracias. Oiga, señora, si quiere termino yo lo que desea hacer. Va a ser muy rápido.
—Te lo agradezco, pero prefiero hacerlo yo, es mi venganza. Además, no voy a demorarme mucho con esta rata. Ve al auto y espérame ahí.
—La veo allá. —Me miró fríamente y se marchó.
—¡Ay, Ana Rosa, llegó tu momento! Puedes despedirte de este mundo, porque me voy a dar el gusto de hacerte desaparecer.
—Creo que realmente estás loca, Geraldine, no puedes ser alguien normal, tienes a Ismael, tienen un hijo, juntos, destruiste mi matrimonio y aun así no estás conforme.
—¿Cómo quieres que esté conforme? ¿De qué me sirve saber que tienes al hombre que amas, que se lo arrebataste a tu rival, pero así y todo él sigue amándola, y yo paso siempre a segundo plano? Entonces, me pregunto ¿qué debo hacer? ¿Cómo hacer que se olvide de ti? Obvio, desaparecerte de su vida y lo más rápido posible, para que te mueras de una vez y asunto arreglado —sentenció.
—¿Y crees que al hacer eso él me olvidará? Pues no. Peor lo vas a dejar y tu vida se convertirá en un infierno. Simplemente, eso te demostrará que has sido siempre una perdedora, bruta.
—Ya no me importa, solo quiero que desaparezcas de este mundo —manifestó, y de sus ropas sacó una pistola—. Es hora de partir, maldita infeliz.
No dije nada, vi todo perdido, porque en cualquier momento la loca me disparaba. Se me vinieron un montón de cosas a la mente, me acordé de mi familia, de mis amigos, de Matt, de Alejandro con su hija y también del pobre de Ismael, por no saber el monstruo que tenía al lado. Cerré mis ojos y me resigné a lo que viniera.
Pese a la difícil situación, no le di en el gusto de verme derrotada y menos de rogarle clemencia por mi vida, y me pareció que la loca despechada adivinó cada uno de mis pensamientos, porque me dijo:
—Vas a rogar por tu vida. Te quiero ver de rodillas implorando piedad, maldita desgraciada.
—¡Nunca te daré ese gusto! ¡Solo haz lo que tienes que hacer y termina de una maldita vez con esta pesadilla! —Grité histérica.
—Siempre me salgo con la mía y esta vez no será la excepción, perra. Si te digo que te arrodilles, eso vas a hacer. —Me dio tremendo golpe en el estómago con la pistola, logrando que yo cayera al suelo de rodillas, debido al dolor.
—Te lo dije. Siempre, pero siempre me salgo con la mía. Ahora, ¡ruega por tu porquería de vida! —vociferó hecha una furia.
—¡Cof, cof, cof! No te daré ese gusto. Nada puedes hacer para que me obligues a decir eso —murmuré, porque me faltaba el aire.
—Entonces, quiero que me mires y veas la muerte de frente.
Estaba decidida a que no me viera caer, así que miré hacia el piso. Esto la sacó de sus casillas, por lo que me gritó, jalándome el cabello.
—¡Mírame a los ojos cuando te mate, puta barata! —Colocándome la pistola en la cabeza.
Estas serían las últimas palabras que escucharía antes de morir. Por lo tanto, cerré mis ojos y comencé a orar en silencio mientras sentía el frío cañón del arma sobre mi sien. Entregué mi alma a Dios y me preparé para lo que venía. Mi fin.

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