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El Despertar de Rosita © - Cap. 33

Capítulo 33


Abrí mis ojos, pensé que Matt había apartado sus manos de mis pechos, pero sentí que me los apretaba aún, cuando otras manos seguían en mis caderas. Dejé de besarlo y lo miré, pensando que lo tenía planeado.
—Matt, ¿quién me está tocando las caderas?
—Ah... ¿Qué? —formuló como si no entendiera nada.
—Lo que te pregunté. ¿Quién está tocando mis caderas?
—No sé de qué me hablas. Vamos, nena, sigue besándome. ¿Por qué te detienes?
—Porque alguien tiene sus manos pegadas a mis caderas —mencioné un poco enojada.
Entonces, me miró muy serio, corrió su cabeza y abrió sus ojos como si hubiera visto a un fantasma.
—¡Tú! ¿Qué mierda haces acá? —preguntó violentamente, dejándome perpleja con su reacción.
—¡Quiero saber de una vez por todas, quién es el imbécil que tiene sus manos en mis caderas! —dije fuerte y muy enojada, volteándome, sin creer lo que veían mis ojos—. ¿Qué haces acá? ¿Cómo nos ubicaste? Matt, ¿te pusiste de acuerdo con él?
—¡Claro que no! Nos tiene que haber seguido, ¿para qué iba a hacer eso?
—Matt tiene razón, los seguí porque no quería perderme este maravilloso espectáculo, y se me antojó participar —dijo el no invitado con una sonrisa traviesa.
—Verdaderamente, estás enfermo, ¿y creías que las cosas se te iban a dar así, tan fácilmente?
—Ana Rosa, ¿crees que iba a dejar que tuvieras sexo con él solamente? Pues, no. Sería genial hacer un trío, como en los viejos tiempos —dijo Ismael, cínicamente.
—No tienes decencia alguna. ¿Acaso, no recuerdas que tu relación con ella terminó? Ahora está conmigo y somos felices —anunció Matt.
—Ahora dices eso, pero antes no pensabas así.
—¿Qué quieres decir con eso, Ismael? —Ansié saber.
—Pregúntale "a tu noviecito".
—Matt, ¿por qué Ismael dice eso?
—Eh... Nada, no le hagas caso, mejor nos vamos —contestó algo nervioso.
—Vamos, Matt, qué poco caballero eres. Dile la verdad, ¿para qué vas a seguir mintiéndole?
—¡Cállate, idiota! Déjanos tranquilos y vive tu vida con la puta que tienes —dijo muy alterado.
—¿Pero a qué le tienes miedo? Ella tiene derecho a saber la verdad —agregó, envalentonado.
—¡Habla de una vez por todas! —Estallé fuera de mis cabales.
—¿Qué te parece si te lo cuento yo?, para que veas lo mucho que te amo. Matt es un detective privado... —manifestó y yo lo interrumpí.
—Él es policía, yo… ¡No entiendo nada!
—Ana Rosa, él fue policía, y de los buenos, pero después se convirtió en detective privado, porque ganaba más dinero así que siendo un simple policía.
—¡Ismael, basta! ¿Para qué llegar a esto? —intervino Matt.
—Para que mi esposa por fin abra los ojos, se quite las vendas, y vea la clase de individuo que eres.
—¿Cómo es que ambos se conocieron? —pregunté.
—Me dieron sus referencias y lo contraté —contestó Ismael.
—¿Para qué lo contrataste?
—Quería saber si me eras infiel cuando yo no estaba contigo y me iba de viaje.
—¡Dios! No puedo creerlo, y al final el infiel eras tú. ¡Qué irónico, no!
—Así es. Quería encontrar algo que te culpara para divorciarme de ti. Por eso contraté a Matt. ¿Por qué crees que apareció así, de la nada, en tu vida? Como no encontró nada que te inculpara, me quiso ayudar. Fue así como te sedujo, para que cayeras en la tentación, y tener pruebas suficientes para divorciarnos y cobrar la indemnización del seguro. Ya habíamos hablado sobre el trío, y como no querías hacerlo, se ofreció a ayudarme con eso a cambio de una buena suma. Además, me sugirió que fuera a Miami y por eso viajamos los dos. Al final, hicimos el trío, pero faltaba el "engaño", y no pasaba nada. Entonces, se me ocurrió hacerte creer que iba a Michigan por un asunto de negocios, así te dejaba a solas con él, pues me di cuenta que te atraía mucho, y sabía que tarde o temprano caerías en sus redes. Nos pusimos en contacto para coordinarlo todo, así, si caías, él te grabaría y yo tendría la prueba que necesitaba. Y justo se te ocurrió salir, te tomaste un par de copas, Matt te sacó de aquel lugar, te llevó a una casona y pasó lo que pasó entre ustedes. Te grabó y listo.
—¡Dios mío! ¿Cómo pudieron hacerme esto? Matt, confíe en ti, ¡te creí! —admití, llorando.
—No sé qué decir...
Lo interrumpí.
—Son un par de miserables. ¡No puedo creerlo! Ahora dime, Matt, ¿qué hiciste con la grabación de esa noche?
—La borré.
—¡Ah! Por eso no me la entregaste —intervino Ismael—, porque le interesaste de verdad a este cretino, tanto que echó todo por la borda, enamorándose de ti.
—Son de lo peor, ya no quiero escucharlos, estoy decepcionada.
—¡Ana Rosa, te puedo explicar todo! ¡Espera! —dijo Matt.
—¡No quiero escucharte! Me quiero ir y no quiero que me sigas.
—Viste, Matt, todo se paga en esta vida. Me la debías y te la cobré —manifestó Ismael seriamente, y mientras me alejaba, los escuché discutir acaloradamente, por lo que no quise mirar, seguramente se estaban yendo a los golpes. Que decepción tan grande sentía, mi corazón nuevamente había  sido destrozado por alguien que en realidad nunca valió la pena.
Tomé un taxi y me fui al departamento, menos mal que había sacado copia de las llaves, así pude entrar y sacar la poca ropa que traje. Salí de aquel lugar y me fui a un hotel, le dije al chofer del taxi que me llevara a uno cerca del aeropuerto, pues sí o sí me iba de vuelta a mi país. Me dejó en un hotel muy cercano, pagué el trayecto, entré, y fui a la recepción para pedir una habitación; me dieron una en el séptimo piso. Más tarde, me senté en la cama todavía anonadada por la situación que viví con Matt e Ismael, sintiendo cómo mi corazón se rompía nuevamente en pedazos y mis lágrimas no cesaban de caer.
«Ismael es una rata. ¡Qué va, es una escoria humana! ¿Con quién me casé realmente, por Dios?». Y por otro lado está Matt, quien es de los mismos.
Estaba muy confundida y lo único que quería era irme y volver a casa, pero ahora sin ganas de vivir. De pronto, sonó mi móvil, era un número desconocido, imaginé que podía tratarse de Matt o de Ismael, pero no quise contestar. Me fui a bañar y dejé mi móvil en la cama. Cuando me duchaba, ni el agua calmaba mi angustia, me sentía sucia, utilizada, y creo que jamás me merecí algo así. Cerré la llave de la ducha y salí, saqué mi pijama de la maleta, me lo puse y después me sequé el pelo con el secador. Me dirigí a la cama y me acordé de mi móvil, empecé a mirar la pantalla y tenía como treinta llamadas perdidas y veinte mensajes eran de Matt e Ismael, pero lo que me sorprendió fue un mensaje de Alejandro, me escribió diciéndome que había estado llamándome. Entonces, decidí llamarlo, necesitaba hablar con alguien después de esto.
—Hola, Ana Rosa. ¿Cómo estás?
—Hola, bien, ¿y tú? —Traté de disimular mi pena, pero no con mucho éxito.
—Muy bien, pero te siento extraña, lo digo por el timbre de tu voz. ¿Cómo va todo con tu novio?
—¡Ay, Alejandro!
—¿Qué pasa?
Le expliqué resumidamente, pues mi angustia era grande y necesitaba hablarlo con alguien; de alguna extraña forma él se había ganado mi confianza.
—Tranquila, es mejor que te devuelvas, no te hace bien quedarte allá.
—Lo sé, iré al aeropuerto a sacar el pasaje para irme lo más pronto de aquí.
—Me parece muy bien, y perdona lo que voy a decirte, pero son unos verdaderos cretinos de mierda tu esposo y ese gringo.
—Obviamente que sí. Y lo peor de todo, siento que yo no merezco esto, no le he hecho mal a nadie para que la vida me devuelva esta bofetada —expresé con mucha pena.
—Lo sé. Desde que te conocí supe que eras un ser extraordinario, una gran mujer en todo sentido, pero tienes mala suerte en el amor. Deberías haber encontrado un buen hombre, mereces amar y ser amada —agregó con ternura.
—Sí, pero me tocó lo peor.
—Ana Rosa, no se hable más. Mañana mismo a primera hora te regresas. ¿Necesitas dinero para viajar? Puedo transferirte ahora mismo si lo deseas. Solo dímelo y lo hago. Lo único que te pido es que me llames y te voy a buscar.
—Okey, pero no te preocupes, mañana mismo viajaré. No quiero estar ni un minuto más en este país. Y sobre el dinero, tampoco te preocupes, tengo como pagar el pasaje. Y dalo por hecho, te llamaré apenas llegue. Si me esperas en el aeropuerto, te lo agradeceré.
—Será mejor que te alojes en otra parte y no en tu casa, mejor te quedas en la mía —sentenció.
—La verdad, prefiero llegar a mi casa, pero igual te agradezco la invitación.
—Lo digo en serio, Ana Rosa, para que estés más tranquila y puedas pensar bien las cosas.
—Mejor no. Prefiero estar sola y no quiero molestar a nadie.
—Linda, entiende una cosa, es mejor que no vayas a tu casa ni a la de tus amigos de la peluquería o con tus padres, pues cualquiera de estos dos hombres te irá a buscar a esos sitios y no te dejarán tranquila, te sentirás peor y muy angustiada.
Tomé en cuenta sus palabras y tenía razón, seguramente eso harían.
—Alejandro, estos tipos no me dejarán tranquila. Por lo tanto, acepto tu invitación y espero no causar problemas en tu casa ni con tu pareja, me sentiría aún peor.
—Tranquila, en mi casa no habrá problemas, mi hija no molesta en nada y es muy simpática. Ahora, lo de mi pareja… no te preocupes por eso, nuestra relación terminó.
—Lo siento mucho, Alejandro.
—La relación no daba para más, y no me siento afectado en lo más mínimo, porque terminamos civilizadamente, algo que ni tu ex marido y tu ex novio saben ni sabrán hacer. Ahora, ve al aeropuerto o mejor dicho, habla con un encargado del hotel para que te saque el pasaje desde ahí mismo.
—Gracias. Bueno, tengo que irme, voy a dormir un rato, pero antes llamaré por citófono y hablaré con alguien para que me saque el pasaje.
—Cualquier cosa me llamas, estaré atento. Te deseo que te vaya muy bien. Cuídate, por favor, y no lo olvides, llámame a la hora que sea.
—Me cuidaré. Te llamo para contarte como me fue. Adiós.
—Adiós, amiga.
Llamé por citófono y hablé con un joven, le pregunté si alguien podía orientarme para sacar un pasaje de regreso a mi país, me dijo sí, por lo que me pidió mis datos y me dijo que iba ir alguien a mi habitación para pedir mi pasaporte y documentos, le di las gracias, colgué y esperé a la persona. No demoró nada en llegar y frente a mi puerta apareció una señorita, le pasé mis documentos, le pedí que me avisara, asintió en respuesta y se fue. Me acosté a dormir un rato. Más tarde, desperté con el sonido del citófono y cuando contesté me dijeron que mi vuelo salía a las nueve de la mañana, les di las gracias y mencioné que iba a buscar mis documentos con el código del pasaje, colgando el llamado. Me levanté, me vestí y fui a recepción, ahí me entregaron todo lo necesario. Por último, pedí que me despertaran temprano para llegar a tiempo.
Al día siguiente, el encargado me despertó a la hora señalada para ir al aeropuerto. Salí como un rayo de la cama y me metí al baño, me cambié de ropa, pedí mi desayuno y luego de estar lista, bajé a recepción a pagar mi cuenta para irme por fin al aeropuerto. Salí, tomé un taxi directo y llegué con bastante tiempo. Recordé que tenía que llamar a Alejandro para decirle la hora en la que saldría el avión, marqué su número y casi de inmediato me contestó, anunciándome que me esperaría, que me deseaba suerte en el viaje y que me cuidara mucho. Nos despedimos y fui directo a la fila de la aerolínea para hacer válido mi ticket con el código del pasaje.
Por fin ya lo tenía en las manos y lo mejor de todo, no se veían ni rastros de ese par de idiotas y embusteros.
Esperé que llegara el avión, sí, estaba muy impaciente, tenía miedo de encontrarme con Matt o Ismael. Miré hacia todas partes y los minutos se me hacían eternos. De pronto, avisaron que ya podíamos abordar, por lo cual caminé hasta la sala de embarque, oyendo una voz que me llamaba a la distancia. No quería voltear y volver al pasado, pero la curiosidad mató al gato, dicen, y como buena felina me volteé.

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