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El Despertar de Rosita © - Cap. 32

Capítulo 32


Salí de ahí cuando vi que Matt me miraba muy morbosamente, me acerqué moviendo mi cabeza, como diciéndole con ese gesto lo loco que era y la cosas excéntricas de las que me hacía ser partícipe. De repente, avisaron por los parlantes que el avión ya había llegado. Mi corazón latió a mil, ya que dentro de un instante volaría para regalarme un nuevo cambio de vida.
Volando rumbo a Estados Unidos, Matt dijo que nos bajaríamos en Miami, el recuerdo fue inminente, ahí todo empezó. Que extraño era todo esto, pero a la vez me atraía mucho. Le dije que dormiría un rato y él me respondió que también lo haría, pues estaba muy cansado porque yo lo había violado en el baño, me dio tanta risa su comentario, que salió de mí una fuerte carcajada, consiguiendo que las personas nos miraran al instante; me sonrojé de la vergüenza y Matt se burló de mí.
Él me hacía sentir única y creo que lo estaba amando de a poco, solo esperaba que no me fallara.
Llegamos a Miami, me dijo que tenía un departamento acá, cerca del hotel donde estuvimos alojados Ismael y yo. Pensé que si mi esposo no me hubiera traicionado de esa manera, todavía seguiríamos juntos, y quizás este viaje lo habría hecho con él. No pude negarlo, me bajó la nostalgia, pero Matt merecía todo mi respeto, pues me había demostrado con hechos que sentía algo fuerte por mí y eso calmaba mi corazón atormentado.
Ya instalados en el departamento, comencé a observarlo con detenimiento, y la verdad, era bastante agradable y cómodo, tenía una vista espectacular y estaba muy limpio y ordenado. Matt me sugirió que si deseaba descansar fuera al dormitorio, ya que él se iba a duchar, acepté, pero antes deseaba ducharme también, cuando él terminara, y eso hicimos, pese a que su sonrisa traviesa me decía que él estaba pensando claramente en otra cosa. Después de descansar le comenté que deseaba ir a la playa a caminar, me pidió que lo esperara, porque me acompañaría. Al cabo de un momento, caminábamos de la mano dándonos besos, conversando, riendo por cualquier cosa, y al término de nuestro paseo fuimos a comer a un restaurante. Mientras estábamos disfrutando, dijo:
—Ana Rosa, hoy vamos a descansar y mañana me gustaría que saliéramos en la noche a bailar, antes de regresar a trabajar.
—Sí, me gusta la idea —respondí.
—Gracias, cariño, la pasaremos muy bien, te lo prometo.
—Te creo, y me alegro también que hoy vayamos a descansar.
—Pero eso no significa que no vamos a "ponernos al día".
—¿Cómo eso de ponernos al día? —pregunté, ingenuamente.
—En hacer el amor, cariño. Lo hemos hecho muy poco y sabes que soy muy insaciable, sobre todo al estar contigo —mencionó coquetamente.
Solamente sonreí, pensando que con este chico, al tener tanto sexo iba a bajar mucho de peso, porque sí, era muy insaciable. Bueno, de qué me quejaba, si yo era de las mismas, y creo que eso, ciertamente, nos unía mucho más.
Después de comer fuimos un rato a la playa. Y ahí estábamos, yo tomaba sol mientras Matt nadaba. Estaba descansando, relajada, cuando sentí unas gotas que caían sobre mí, me sobresalté y Matt se moría de la risa por su travesura. Un instante después, me levanté y fui a nadar. Sentir el mar que envolvía mi cuerpo me aliviaba, por lo que cerré mis ojos, sintiendo que volaba, hasta que alguien me tomó por la cintura, me abrazó y besó apasionadamente. Y ese alguien no podía ser otro que Matt; últimamente se ha vuelto muy romántico, pero de repente era tan atrevido… Mientras lo besaba, vino a mi mente el hecho de que quería tener sexo acá, en el agua, y la verdad, me asustaba hacerlo donde había bastante gente, pero a la vez me atraía; aunque sabía que a Matt no le importaba hacerlo donde fuera. Traté de relajarme y lo dejé de besar para estar atenta a cualquier movimiento, pero me volvió a abrazar; creo que se dio cuenta de mi nerviosismo, porque ahora me besaba dulcemente. Mis miedos, y por qué no decirlo, también mis deseos se fueron calmando.
Vimos la hermosa puesta de sol, juntos, acostados en la arena blanca, besándonos tiernamente con el sol de fondo como testigo luminoso de nuestro amor.
Ya en el departamento y después de haber dormido, advertí que Matt seguía durmiendo, entonces tomé una ducha rápida. Luego de ello, fui a la cocina a preparar una rica once. Me dieron ganas de mirar por la ventana y me senté un momento en un banquito a apreciar cómo todo se veía luminoso, me parecía que estaba en un sueño, la puesta de sol me tenía embobada, ya que apreciaba luces pequeñas por todos lados. Realmente me sentía feliz y tranquila después de todo lo malo que había pasado.
—Ana Rosa, ¿qué miras? —formuló de pronto, logrando que lo observara sobresaltada, pues estaba tan concentrada que al escucharlo volví bruscamente a la realidad.
—¡Me asustaste! Estaba mirando la puesta de sol.
—Disculpa, cariño, es que desperté y no te vi a mi lado. Entonces, pensé que habías ido al baño, te busqué allí y no te encontré.
—Me imagino que ya te duchaste, porque estás todo mojado y desnudo.
—Como te dije, entré al baño a ver si estabas y vi que no, entonces, aproveché de bañarme.
—Te ves demasiado sensual con todo ese cuerpo mojado —murmuré coquetamente.
—Acaso, ¿quieres probar este cuerpo con sus gotitas?
Me acerqué sin vacilar y lo besé con lujuria, al mismo tiempo que me sacaba el vestido y mi ropa interior, me tomaba en brazos y me llevaba a la alfombra. Allí dimos rienda suelta, nuevamente, a todos nuestros deseos, regalándome besos y mordiscos suaves por mi cuello, por mis hombros, por mis pechos y mis pezones. Después, bajó a mi abdomen hasta que llegó donde mi "Rosita" —¡qué manera de usar esa lengua! Me llegaba a estremecer completamente gracias a ella—. Mi respiración se agitaba un poco más, cerraba mis ojos y emitía pequeños gemidos cuando él me contemplaba con sus ojos colmados de deseo. Entonces, dejó de besar mi "Rosita" y vino a besarme a mí. Comenzamos a practicarnos sexo oral, él abajo y yo arriba —«¡qué rico era saborear el rabo de Matt, era demasiado apetitoso!»—, me encantaba como se estremecía mi hombre y, sobre todo, oír sus pequeños gemidos; eso me excitaba aún más. Cambiamos de posición, puse mis piernas sobre sus hombros y me empezó a bombear suavemente, todavía sin decirnos nada, solo nos mirábamos con excitación. De pronto, sus movimientos fueron cada vez más fuertes y eso me hizo gemir, desenfrenada. Tenía que admitir que, desde la primera vez que lo hicimos, encendió aquello que tenía guardado en mí, ese apetito voraz y savaje, y ahora me entregaba a ello sin ningún remordimiento para deleitarme con él.
—Cariño, hacer el amor contigo es un verdadero placer —dijo Matt, rompiendo el silencio.
—Para mí también es un placer absoluto. Has despertado a la Rosita que llevo dentro.
—Me gusta escuchar eso. Parece que ahí nació verdaderamente "El despertar de Rosita".
—Así es. Ahora bésame y sigue, no pares, quiero que acabes dentro de mí —pedí sin pensarlo, hasta que sobrevino su inminente estallido que nos dejó satisfechos a los dos.
Al otro día desayunamos, nos fuimos de compras y a almorzar afuera. Me sentía feliz con él, Matt me llenaba de mimos, era atento, ¡uf!, tenía un montón de cosas lindas, pero también sabía que podía tener su lado negativo, por así decirlo, que todavía no conocía y esperaba no conocer jamás.
Así transcurrió el día, no me di cuenta y ya era de noche, entonces Matt me recordó que teníamos que salir nuevamente, le comenté que lo tenía muy en cuenta y que solo estaba esperando que me avisara. Me fui a duchar y luego a a colocarme un vestuario cómodo para la ocasión. Después de probarme jeans, pantalones, faldas, etc, sentí que ninguna de esas prendas me acomodaba, así que me puse un vestido corto de color café oscuro, una chaqueta negra y unas botas negras de cuero que me llegaban arriba de la rodilla, me maquillé un poquito y me ondulé el cabello.
—¡Guau!, te ves hermosa, eres una belleza de mujer —expresó “mi novio”, mirándome encantado.
—Gracias. Me alegro que te haya gustado, corazón. Además, tú también estás bastante guapo.
—Gracias por el cumplido, mi hermosa mujer, pero ya es hora de que nos vayamos a divertir. Te prometo que pasaremos la mejor noche de nuestras vidas.
—¡Sí! ¡Quiero divertirme como nunca! —manifesté entusiasmada.
Matt me besó y nos fuimos del departamento, bajamos al subterráneo, donde me dijo que tenía su auto, que era un Jeep, y luego de varios minutos llegamos a la misma discoteque donde había ido con Ismael aquella noche. Al pasar por fuera de ella se veía un buen ambiente, al mismo tiempo que Matt ingresaba a un callejón cercano para estacionarse. Al bajarnos dudé si entrar o no, porque los recuerdos y flashes que se venían a mi mente eran tan nítidos, pero Matt tomó fuerte de mi mano, insinuándome con ello que entráramos para divertirnos.
—Quiero ver cómo te mueves cuando no estás en la cama —susurró en mi oído y me guiñó un ojo. Le sonreí por la locura que me acababa de decir, y sin más, caminamos hasta la discoteque, y cuando entramos me prometí dejar atrás los recuerdos con Ismael, pero también dejar con la boca abierta a Matt con mis sensuales pasos de baile. Comencé a bailar a su lado con suaves meneos al son de la música y él ya se estaba poniendo nervioso, tratando afanosamente de seguirme. Luego de un buen rato de baile tras baile, de besos y agarrones en la pista, me cansé y sentí sed, le pedí que me buscara un trago para refrescarme. Matt fue al bar mientras me quedaba sentada como niña buena esperando y disfrutando del ambiente, pues el lugar era fantástico. Era una exquisita velada, bailamos bastante, nos reímos, y la estábamos pasando muy bien; también tomamos mojito, estaba delicioso. Mi novio me hacía muy feliz, era todo un caballero, romántico, preocupado de mí, me hacía sentir única, y lo principal, no era mentiroso y no me ocultaba nada, y eso me hacía quererlo aun más.
Bailamos casi toda la noche y cuando me comentó que era hora de irnos, acepté con algo de pesar, siguiéndolo hacia la entrada. Nos fuimos de aquel lugar y nos dirigimos al callejón donde estaba el auto. No me di cuenta que ese callejón era precisamente “ese callejón”. De pronto, Matt me arrinconó a la pared y empezó a besarme, desesperado; eso se sentía muy excitante, pero ahora yo quería tomar la iniciativa, así que lo tomé de las manos y fui quien lo arrinconó a la pared, mirándolo decidida y morbosa. Lo besé y le mordí sus labios suavemente, después besé su cuello y luego su oreja, mientras él emitía gemidos. Me dio tiempo para ver cómo se mordía sus labios, mientras sus manos recorrían mi cuerpo, hasta que llegaron a mis pechos, trataba de bajar mi escote, y en ese mismo instante, repentinamente, sentí por detrás de mí unas manos en mis caderas.

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