El Despertar de Rosita © - Cap. 31
Capítulo 31
Desperté muy contenta abrazada a Matt, me levanté un poco y lo miré, tenía que admitir que hasta dormido se veía muy atractivo. Necesitaba ir al baño, así que me levanté con bastante cuidado para no despertarlo, pero ¡Oh de mí!, de igual manera hice ruido, pues me pegué con la silla en mi pie; tuve que taparme la boca para no gritar. Lo observé y Matt solo se movió. ¡Qué dolor sentía en mi pie! ¡Siempre me tenía que pasar algo! Después de ir al baño, él no estaba en la cama y me asusté, por lo cual volvió a mi mente aquel episodio, cuando me dejó abandonada en aquella casona de Miami, cuando tuvimos sexo por primera vez. Pero de pronto escuché una voz detrás de mí, además de percibir cómo alguien me tomaba en brazos, era él quien me besaba y me llevaba a la cama, en la cual volvimos a hacer el amor. Después, descansamos un momento y al rato fue a preparar el desayuno, desnudo; aquello me dio mucha risa. Más tarde, llegó con una bandeja con tostadas con mermelada, dos vasos de leche, dos jugos y también dos tazas de café, además de una rosa. Le di las gracias y también un beso.
—Ana Rosa, quería contarte algo —dijo Matt.
—Claro, dime.
—La próxima semana debo volver a Estados Unidos, me llamó mi jefe.
—¡Oh! Qué pena —mencioné con tristeza y desilusión, ya que lo que me contó me tomó por sorpresa.
—Lo siento, fue algo inesperado para mí.
—No te preocupes, no todo puede ser color de rosas. A todo esto, ¿cómo tu jefe te permite tantos días de vacaciones?
—Simple, corazón, me debían tres años de vacaciones, y desde que te conocí empecé a pedirlas, pues quería estar contigo de una u otra manera.
—Y otra pregunta, quiero que seas bien sincero.
—Claro que sí.
—Se lo pregunté a Ismael, pero no quiso decirme. Mi duda es, ¿en qué momento se pusieron de acuerdo él y tú el día que estaban disfrazados de bomberos? Y… ¿Cómo conociste a Claudia?
—¡Vaya! Y eso que era una sola pregunta y salieron dos —comentó, riendo—. Bueno, se puso de acuerdo conmigo porque me llamó a mi móvil, yo le había dado mi tarjeta con mi número el día que lo encontré en el aeropuerto, cuando me contó que viajaba a Michigan. Fue ahí cuando me propuso venir a tu país y me contó lo que quería hacer. Por ende, me vine y pasó lo que pasó, cariño, y lo pasamos muy bien. Por último, a Claudia la conocí cuando llegué a tu ciudad, cuando con Ismael fuimos a comprar los disfraces y por casualidad nos topamos con ella. Me reconoció por una foto y le reclamó a Ismael por no haberle contado que me conocían. Y lo demás, bueno, ya lo sabes, creo.
—Sí, pero estuviste con ella en su casa y se notaba que te encantaba —alegué en mi defensa.
—Y por supuesto, tú estabas celosa. Mira, corazón mío, no te voy a negar que Claudia me gustaba bastante, sobre todo su forma de ser coqueta y cachonda. Me alojé en su casa, sí, porque me lo propuso. Al principio le dije que no, pero insistió, así que al final accedí. Además, para qué seguir hablando del pasado, no es bueno recordar, eso ya pasó. Ahora estoy contigo y no con ella.
—Sí, tienes razón. Vivamos el increíble momento que estamos pasando ahora. Pero lo siento, ya es tarde, me tengo que ir.
—Okey, pero antes que te vayas, y como te conté que me tengo que ir, quiero que me acompañes a Estados Unidos y estemos un tiempo allá.
—¿Hablas en serio?
—Muy en serio, Ana Rosa, me encantaría que estuvieras allá conmigo.
—No sé, se ve tentadora la propuesta, pero en realidad, no sé.
—¡Vamos! Además, no tienes nada acá que te obligue a no ir, ya no estás con Ismael, estás casi soltera.
Lo miré, y de verdad no supe qué contestarle, pero… me encantaría ir con él, quizás me haga bien convivir por un tiempo a su lado para así conocerlo mejor con sus pro y también con sus contras.
—Bueno, Matt, voy aceptar tu propuesta. Me iré por un tiempo contigo a ver qué pasa y después me devuelvo para ver el trámite de divorcio.
—¡Qué alegría me has dado! Por supuesto, no hay ningún problema que vuelvas a tu país a arreglar lo de tu divorcio.
Cuando nos despedimos, Matt me dio las llaves de mi auto y me fui a mi casa. Llegué allá, me cambié de ropa y me fui a la peluquería, tenía ganas de ver a mis amigos y contarles de mi viaje. Estacioné mi auto a cuatro cuadras de la peluquería, me puse a caminar en dirección a ella, cuando por inercia miré hacia un costado. Extrañamente, reconocí a un auto, el que con anterioridad me dio un mal presentimiento, por lo que preferí caminar rápido, mientras el vehículo comenzaba a andar. Me quedaba muy poco para llegar a la peluquería y volví a mirar, ahora el auto estaba a mi lado; sin duda, me dieron ganas de enfrentar a la persona que lo conducía, pero algo me lo impidió, y sin darme cuenta tropecé con alguien, y era nada menos que Lucas.
—¡Ay, niña! Fíjate por donde caminas, torpe —dijo sin darse cuenta que era yo.
—¡Amigo! Disculpa, soy yo, Ana Rosa —respondí.
—¡Qué onda, amiga! Seguro andas pajareando. Quizás a quién viste que te puso tonta.
—¡Oye, falta de respeto!
—Pero si es verdad, si no fuera porque te topaste conmigo, te habría pasado algo vergonzoso; o te caes de boquita o te golpeas con un árbol, ¡ja, ja, ja, ja! Eso sí habría sido chistoso.
—¡Qué simpático! ¿Entramos a la peluquería?
—Voy a comprar y vuelvo, te veo en un ratito.
— Okey. Nos vemos.
Estuve a punto de ingresar al que fue mi lugar de trabajo, pero me acordé de aquel auto y volteé a mirar, ya no estaba. Sinceramente, sentía que alguien me estaba siguiendo o tal vez me estaba volviendo paranoica, porque eso solo sucedía en las películas o novelas. Pero era bastante extraño. Lo mejor de todo era que cuando viajara fuera del país ya no tendría que preocuparme de eso.
Al entrar a la peluquería saludé a cada uno de mis ex compañeros.
—¡Ana Rosa, hija, tanto tiempo sin verte! —exclamó Sara.
—Sí, bastante tiempo. Los he extrañado bastante —contesté.
—Nosotros también nos hemos acordado bastante de ti, y tú ni señas. Te has vuelto muy ingrata —señaló José.
—Perdona, es que he tenido muchas cosas que hacer.
— Okey, mi niña, a usted se le perdona todo —dijo, y yo sonreí.
—Supimos que tienes un galán —intervino Sara.
—Para qué te lo voy a negar. Sí, estoy con alguien y muy contenta y tranquila.
—No sabes cuánto me alegro, y creo que todos también, hija —agregó Sara.
—Muchas gracias, amigos.
En eso sentí que abrieron la puerta y supuse que era un cliente, miré y no pude creer quien era.
—¡Ana Rosa! Tanto tiempo, ¿cómo has estado?
—¡Alejandro! Me da mucho gusto verte, he estado muy bien. ¿Cómo te fue en tu viaje?
—Bastante bien, llegué tostado —comentó, riendo.
—Sí, lo noto, se te ve bastante bien ese tostado —mencioné, cuando en eso llegó Lucas y nos miró extrañado, ya que nosotros seguíamos conversando animadamente.
—Te veo muy guapa y contenta.
—Gracias, Alejandro. La verdad, sí, estoy muy contenta.
—Me alegro mucho, espero que alguien te haga feliz, te lo mereces.
—Para qué te voy a mentir, estoy conociendo a alguien y me ha hecho bastante bien. Pero tú, ¿cómo has estado?
—Todo bien, y me da gusto saber que estás con alguien. Yo… venía a cortarme el pelo, pero mirando la hora, ya se me hizo tarde, mejor vengo mañana. O mejor pido una hora con alguien para que mañana me atienda. —Y cuando volteamos, todos nos miraron como diciendo: "Y ustedes, ¿de dónde se conocen?"
—¿Pasa algo? —pregunté.
—Nada, amiga —contestó Gloria.
—Lo puedo atender mañana, ¿qué opina? —formuló Paulina, llamando la atención de Alejandro.
—Perfecto. Entonces, vengo mañana y me atiendo con usted. ¿Su nombre es?
—Paulina.
—Un gusto, Paulina, mi nombre es Alejandro. Nos vemos mañana. Bueno, tengo que irme. Ana Rosa, pasa a verme a mi oficina el próximo miércoles para revisar tu asunto.
—No podré ir la próxima semana, tengo que viajar, tendría que ser a la vuelta.
—No hay problema, me llamas a mi celular cuando llegues.
—Gracias. Nos estamos comunicando.
—Claro que sí, nos vemos. ¡Qué tengas un buen viaje! Nos vemos mañana, Paulina. Adiós a todos. —Y se marchó del lugar.
—¿Perdón? ¿De qué me perdí? —expresó Lucas.
—De que nuestra amiga tiene mucha suerte al encontrar a galanes exquisitos —comentó Gloria.
—Que son mal pensados, es solo un amigo.
—Estos niños, tan mal pensados que son —mencionó José.
—José, últimamente Ana Rosa tiene muchísima suerte para encontrar hombres así. Además, el galán viene mañana y parece que le gustó a Pau. ¡Por fin, niña!
—Verdaderamente estás loco, Lucas. Acaso, ¿no oíste que dijo que vendrá a cortarse el cabello?
—Por ahí se empieza, niña, si está ideal para ti. Pero bueno, Ana Rosa te ganó la partida, ¡ja, ja, ja!
—¡Oye, desubicado! Ya te dije que es solo mi amigo, ¿o se te olvida que estoy con alguien?
—A mí me parece haberlo visto antes —dijo José.
—Él fue quien me salvó de que casi me atropellaran —expliqué.
—¡Tienes toda la razón!
—Es bastante buenmozo —opinó Sara.
—Mmm... Nuestra jefecita quedó flechada —agregó Lucas en forma pícara.
—Este Lucas todo lo ve con morbo.
—Lo siento, jefa, pero ese galán es de Pau.
—¡Oye! ¡Qué loco eres!
—Mira, mi vida, es tuyo y punto.
—¡Ja, ja, ja, ja! Me hacen reír las locuras de Lucas.
—La verdad, Gloria, bastante nos hace reír con las tonteras que habla.
—A todo esto, Ana Rosa, ese cuerazo ¿es soltero? —preguntó Lucas.
—Sí, es soltero, pero tiene pareja.
—¡Cagaste, Pau! No sé en qué momento te fijaste en él; morbosa que eres.
—Linda la cosa, ahora soy yo la culpable. Eres bien fresco, Lucas.
—Estás muy equivocada, me di cuenta cuando le echaste el ojo. Eres calladita, pero bien golosa, mi amor.
—Mejor me voy a comprar, o Lucas no la va a cortar nunca —dijo Paulina y se fue.
—Eres pesado, amigo. Además, Paulina es demasiado joven todavía para tener pareja.
—Bueno, pero a quién no le gustaría ver a Pau con alguien, sería bonito.
—En todo caso… Pero bueno, vine porque quería contarles que me voy de viaje. —Solté la bomba.
—¿Adónde vas, hija?
—A Estados Unidos. Será por un corto tiempo.
—¿Vas con el guapetón de Matt?
—Así es Gloria.
—¿Quién es Matt? —Quiso saber José.
—¡Ay José, en qué mundo estás! Es la pareja de Ana Rosa, y déjame decirte que es todo un cuerazo —dijo Lucas.
—¡Ah!
—¡Dios mío! Creo que amaneciste lento, José, ¡qué atroz! A todo esto, amiga, esta es la segunda vez que no me cuentas antes que a todos. Y siempre debo ser el primero en saberlo todo —argumentó, caprichoso.
—¡Tan copuchento que saliste!
—¡Y tú tan hueca de mente que saliste, Gloria!
Nos largamos a reír. Justo en ese momento llamó Matt a mi móvil y me contó que los pasajes ya estaban listos para el sábado, me preguntó dónde estaba y le contesté que en la peluquería. "Nos vemos allá, amor" y cortó el llamado. Se demoró alrededor de veinte minutos en llegar, saludó a todo el mundo y se lo presenté a Sara y a José, ya que no lo conocían, pero el que se acordó de haberlo visto antes fue mi querido José, porque me llamó aparte y me dijo que si era el mismo tipo que me tomó un día del brazo, cuando él estaba fuera de la peluquería; no recordé en específico esa escena, pero José sí, porque tiene buena memoria y es muy buen fisonomista, no se olvida casi nunca de los rostros. De pronto, Paulina llegó y saludó a Matt, mientras seguíamos conversando, ya que no aparecía ningún cliente. Hasta que de a poco empezaron a llegar, así que nos despedimos y nos desearon suerte, sugiriéndome que me cuidara, y que ante cualquier cosa me devolviera, ya que acá iba a estar mejor. Les agradecí la preocupación y los abracé a cada uno con afecto.
Nos fuimos de la peluquería a mi casa para arreglar mi maleta y llamar a la señora Julia, tenía que pedirle que estuviera pendiente de la casa. Al final, hice todo lo que necesitaba hacer, mañana ya sería viernes. La verdad, estaba bastante nerviosa, y esperaba y deseaba que todo saliera bien.
Llegó el día y ya estábamos en Santiago y alojados en un hotel, descansando, pues mañana tendríamos que levantarnos muy temprano. Me sentía emocionada, solo quería ser feliz, y sinceramente, esperaba no encontrarme con ninguna novedad a mi regreso.
—Amor, ¿estás nerviosa? —preguntó Matt.
—Sí, lo estoy.
—Tranquila, todo va a salir bien.
—Eso espero, porque irme de mi país para estar con otro hombre, que no es mi marido, es un poco fuerte.
—Lo entiendo, pero yo no te engañaría como lo hizo él. Es más, siempre me he mostrado como soy realmente. Lo único que quiero es hacerte feliz y que formemos un bonito hogar. Sé que no todo será color de rosas y creo que tú también lo sabes. Tendremos altos y bajos, como toda pareja, pero lo principal es que vamos a estar juntos y saldremos adelante, cariño.
—Muchas gracias por tus palabras, me tranquilizan. —Nos miramos, sonreímos y nos besamos.
—Bueno, mi dulce amada, es hora de dormir. Te diría que hiciéramos el amor, pero hay que levantarse muy temprano, y si lo hacemos, nos quedaremos dormidos. Buenas noches y que sueñes conmigo.
—Buenas noches. Y obvio que voy a soñar contigo —respondí.
Nos levantamos muy temprano y tomamos rumbo al aeropuerto, cuando ya hicimos todo lo que había que hacer, nos avisaron que nuestro avión tenía un retraso de una hora. Le dije a Matt que iría al baño, fui hacia allá, pero de pronto sentí que me agarraban de la cintura. Entramos rápidamente al baño y cuando logro darme vuelta veo que es Matt.
—¿Qué pasa?
—Nada, amor, solo pretendo hacerte el amor acá, antes de irnos. Esta será nuestra despedida en tu país.
—¡Estás loco! ¡Nos pueden ver! —rebatí, cuando nos metíamos a un cubículo. Acto seguido, él puso pestillo, me tomó en brazos y me corrió mis bragas.
De pronto, sentimos que dos personas entraban al baño, así que nos quedamos callados mientras ellas reían. De a poco sentí el pene de Matt entrando muy despacio en mí y bombeándome suavemente, nos miramos y sonreímos, cuando una de las mujeres mencionaba que aquí era ideal para tener un buen sexo sin que nadie se diera cuenta, la amiga le contestó que era una caliente, que lo único que le interesaba era tener sexo donde fuera, y ella le respondió que la vida era para gozarla y vivirla a plenitud. Su amiga se largó a reír y se fueron. Matt, al sentir que no había nadie, empezó a bombearme más fuerte mientras conseguía lanzar un grito de placer. Luego, volvieron a entrar y nos volvimos a callar, me bajó despacio y me dijo que le hiciera sexo oral hasta acabar en mi boca, y eso hice; sentía que más mujeres entraban y salían. De pronto, percibí un estallido en mi boca, Matt acabó bastante, pidiéndome despacio que me lo tragara; sonreí y obedecí como una niña buena.
Cuando ya estuvimos listos para salir, abrí la puerta del baño y no había nadie en su exterior, por lo que llamé a Matt, quien me dio un palmazo en mi trasero y salió como si no hubiese pasado nada; verdaderamente era un descarado; eso me dio risa y me acordé que tenía que orinar, así que regresé al baño y ahí descansé.
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