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El Despertar de Rosita© - Cap. 3

Capítulo 3


Ya de vuelta en la peluquería, nos dimos cuenta que había llegado gente, así que José nos dijo que guardáramos las cosas y nos pusiéramos a trabajar. También, en ese momento, llegó Gloria y le dijeron lo mismo, así que todos nos pusimos manos a la obra, porque nos queríamos ir pronto.
—Ya, chicos, me voy. Que tengan una linda noche, nos vemos mañana. Adiós —dijo Paulina al cierre de nuestra jornada.
—Hasta mañana, Pau —respondimos a coro.
—Bueno, mis chicos traviesos, nos vemos, que amanezcan muy bien. Ana Rosa, que te vaya muy bien con tu marido. Buenas noches —se despidió José.
—Gracias, José, nos vemos mañana —contesté.
—¡Buenas noches! —exclamaron los chicos.
—Bueno, mis amigas, espero que les vaya muy bien. Pásenlo lindo y no se olviden de contarme con lujo y detalle —expresó Lucas con cara de morboso.
—Claro que te voy a contar, amigo, porque hoy será una de esas noches que no olvidaré en mi vida. Con lo que compré, a Diego lo dejaré loco. Ahora, arreglaré este lugar para dejarlo bien romántico. Ya, váyanse, nos vemos. Hasta mañana —dijo Gloria.
Nos despedimos de ella, salimos con Lucas y le dije si quería que lo llevara y me respondió que no, porque se iba a juntar con su novio a divertirse un rato. Así que nos despedimos. Me subí a mi auto y me dirigí a mi casa a arreglar todo para esta ocasión bien especial.
Al llegar y revisar mi bolso, no encontré mis llaves, y me acordé que las había dejado en la peluquería, en el escritorio de Sara. «Mi esposo tiene que haber llegado», pensé, y me bajé del auto, le puse llave y me dirigí a la puerta de la casa, toqué el timbre, pero nadie abrió y fue cuando me di cuenta que Ismael no había llegado y que estaba todo oscuro al interior de la casa, lo que me pareció extraño, pues siempre llegaba temprano. Lo llamé a su celular y lo tenía apagado. No entendía nada y empecé a preocuparme, ya que comencé a sentir algo de molestia. Al final, preferí esperarlo, pues pensé que no iba a tardar, pero pasaron como veinte minutos y no aparecía, por lo que volví a llamarlo; su celular seguía apagado. No me quedó otra opción que marcar a la peluquería para avisarle a Gloria que se me habían quedado las llaves de mi casa y que las iba a ir a buscar. Marqué el número, pero no me contestaban...
—Diego, está sonando el teléfono... voy a contestar —dijo Gloria, dejando de besar a su amigo.
—Gloria, cariño, no contestes. Acuérdate que se supone que no hay nadie en la peluquería.
—Tienes razón. Entonces, sigamos en lo que estábamos —agregó ella muy coqueta.
—Ven, quiero besarte por todos lados —comentó Diego.
Al final, nadie me contestó y decidí ir a buscar las llaves a mi trabajo. Me subí a mi auto y fui para allá. Llegué, estacioné el vehículo y me dirigí a la peluquería. Toqué a la puerta algo suave, pero nadie abrió. Entonces, me acordé de la puerta trasera que había en el callejón. Di la vuelta y la hallé semi abierta. Tal parece que ni Gloria ni su amigo se dieron cuenta de eso.
Entré, «busco mis llaves y me voy», pensé. Además, el escritorio de Sara quedaba cerca de la puerta trasera, por lo que saldría silenciosamente, así Gloria y su acompañante no se darían cuenta de mi presencia. Entré despacito y tuve suerte, pues justo encontré mis llaves, pero cuando me disponía a salir, sentí unos quejidos. Traté de irme, pero mi curiosidad fue mayor; me dirigí hasta donde se escuchaban esos gemidos, me asomé y vi como Diego le besaba sus pechos desnudos y mordía despacio sus pezones.
Quedé perpleja y quise irme de allí, pero no podía moverme. Entonces, vi como él le quitaba el calzón y ella empezaba a gemir aún más fuerte y rápido, pues en ese momento él le hacía sexo oral. Yo miraba perpleja, sobre todo cuando veía como su hombre le comía su vagina, lamiendo e introduciendo sus dos dedos. Sin darme cuenta, me excité con esa escena, empecé a tocarme mis senos y sentí como mis pezones se ponían duros. Me mordí mis labios, ¡qué espectáculo tan exquisito estaba viendo! Tenía unas enormes ganas de entrar y participar, nunca había sentido esta sensación, solamente me imaginaba estar con ellos, pero no me atreví ni siquiera a acercarme, era simple, jamás tendría el valor de hacer un trío, además, no era mi estilo. Solo seguí mirando y vi como entre sus pantalones había algo levantado. Él se bajó el cierre y me sorprendió lo grande y grueso que tenía su miembro, y eso me excitó aún más. Entonces, de a poco me mordí los labios y con mis manos ansié tocar todavía más mi cuerpo, hasta llegar donde mi "Rosita”. Me subí la falda, metí mi mano dentro de mi calzón y casi sin darme cuenta, empecé a masturbarme. Estaba demasiado excitada.
Mi amiga Gloria le pasaba la lengua a ese rabo para ella exquisito, mientras él gemía y decía:
—Lo haces tan delicioso. Me encanta…
—Qué bueno que te guste, cariño, me fascina hacértelo —le respondió, dejando de lado y por unos segundos su labor.
Al final, los dos ya estaban desnudos y ella lo montó, vi como ese exquisito rabo estaba totalmente introducido en la vagina de mi amiga y ella lo cabalgaba de una manera tan especial, mientras él le tocaba sus senos y a la vez se los apretaba. Mi amiga gemía de una manera tan ardiente, que lo que emitía parecía casi un grito; menos mal que habían puesto algo de música, así nadie se daría cuenta de lo que allí estaba ocurriendo; eso espero. Después, Diego la volteó, la tomó por sus caderas y la bombeó de una manera vigorosa, que… llegué a imaginar que Gloria era yo.
Él acabó en su cara mientras Gloria le hacía de nuevo sexo oral. Ella tenía todo su rostro con ese líquido caliente, justo cuando yo también acababa en ese momento.
Gloria y Diego se rieron con la complicidad de dos enamorados traviesos que acababan de dar rienda suelta a sus más fuertes pasiones, mientras ella se limpiaba y se ponían a descansar, cubriéndose con una manta que allí había. Por mi parte, me bajé la falda y me retiré sin que se dieran cuenta. Cerré la puerta despacio y me fui casi corriendo a mi auto. Con la respiración a mil por hora me subí y me limpié. No podía creer lo que habían visto mis ojos y sobre todo mi reacción, porque ese momento fue único y, sin quererlo, seguía muy excitada por lo que vi.
«Creo que es el instante preciso para mi desquite con mi marido», pensé.
Así que encendí el auto y me dirigí a casa para arreglar todo. Cuando llegué, me di cuenta que Ismael todavía no había llegado, porque la casa seguía estando a oscuras. Lo volví a llamar a su celular, pero aun lo tenía apagado.
Empecé a tener dudas, pero creí que era mejor que no hubiese llegado, porque así me daba tiempo de adornar todo. Por lo que entré, dejé mis llaves y el celular en la mesa del living, y comencé a decorar el piso con pétalos de rosas. También puse las velas e hice un camino con los pétalos hasta nuestro dormitorio. Después me fui a duchar, me coloqué mi ropa interior que era blanca con encaje negro, muy linda, las ligas de color negro y las botas que eran muy sensuales y a mi gusto. Pero mi mente no podía olvidar lo que había pasado en la peluquería con Gloria y su amigo. Y sin darme cuenta, con una mano empecé a tocarme los pechos, cuando la otra ya se deslizaba por mi abdomen hasta llegar a mi vagina para empezar a masturbarme de a poco, y cuando me di cuenta de lo que hacía, no quise parar, porque de verdad estaba muy excitada.
Me desnudé, quedé solamente con las ligas y las botas y empecé a hacerlo un poco más rápido, tocando mi clítoris de una manera desesperada. Sentí mis orgasmos, y casi grito porque ya no daba más de placer. Preferí no acabar, solo llegué a suspirar, al tiempo que mi corazón latía demasiado rápido, y cuando me senté en la cama, vi mi cuerpo mojado. Tuve que volver a ducharme y a colocarme mi hermosa lencería, y cuando me miré al espejo, estaba verdaderamente muy sensual. Así que me recosté en la cama para esperar a mi esposo y terminé cerrando los ojos por un rato, hasta que sentí cuando, inesperadamente, abrieron la puerta...

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