El Despertar de Rosita © - Cap. 29
Capítulo 29
Así pasó una semana, y con Matt lo he pasado increíble, me ha hecho sentir importante nuevamente, y aunque me gusta mucho, no sé si estoy enamorada de él. Es muy cariñoso y atento, no tiene nada que ver con aquel Matt tan desinhibido. Sin duda, es otra persona.
Un día íbamos en mi auto, muertos de la risa, pues le estaba contando de mis comienzos, cuando entré a trabajar a un restaurante, y como era muy joven salía los fines de semana con mis amigas a bailar. Se me ocurrió trabajar el fin de semana, duré dos días, ya que el último día estaba atendiendo, anotando lo que iban a comer quienes pedían su orden, y me quedé dormida. Me pasó como tres veces, y al final, el jefe del local me despidió. Matt no paraba de reír. De pronto, cuando íbamos llegando a un semáforo, cambio la luz, así que tuvimos que esperar. Mientras las personas caminaban, noté que en ese grupo iba mi esposo con su nueva familia, el corazón me dio un vuelco, ya que lo vi muy feliz junto a ellos. Me sentí muy mal, no pude evitarlo. Matt me acarició la mejilla y entendió lo mal que me sentí al verlos; me dijo que estuviera tranquila, que él me iba apoyar en todo, que entendía que yo todavía sentía algo por Ismael. Que las cosas no se olvidaban así como así y que tampoco iban a cambiar en un santiamén, pero que él me iba apoyar y a dar el cariño que me merecía. Solo sonreí. También me dijo que fuera descansar y que lo dejara en el hotel donde estaba alojado. Entonces, el semáforo cambió la luz y miré fugazmente hacia otro lado, cuando advertí que Ismael entraba a un restaurante con ellos.
Dejé a Matt en su hotel y regresé a casa. Ya dentro, me puse a ver televisión y a cambiar de canal, dejándolo en uno al que no le presté atención. Al cabo de un instante, me puse a ver mi celular hasta que oí una canción que me dejó temblando, era la canción del grupo "The Cranberries"; "Linger"; esa que me dedicó mi esposo antes de casarnos.
“—Amor, quedan solo unas horas para que nos casemos —dijo Ismael tiernamente.
—¡Sí! Estoy muy emocionada —respondí eufórica.
—Seremos felices por siempre. Te amaré y te seré fiel, porque te amo con el corazón.
—¡Oh, amor! Gracias por amarme, yo también te amo con todo mi corazón y por siempre.
—Escucha esta canción, te la dedico.
—Muchas gracias —contesté.
Entonces, empezamos a oír la canción y mi esposo comenzó a cantarla.
But I'm in so deep. You know I'm such a fool for you.
(Pero estoy tan triste. Tú sabes que estoy loco por ti).
You got me wrapped around your finger,
(Me tienes justo entre tus manos).
Do you have to let it linger?
(¿Vas a permitir que permanezca así?)
Do you have to, do you have to, Do you have to let it linger?
(Vas a, vas a, ¿vas a permitir que permanezca así?)
Estaba muy emocionada y me brotaban lágrimas de felicidad al escucharlo cantar. Ese día fue muy hermoso y cuando terminó, nos dimos un beso de amor. Al recordar eso no pude aguantar más y me puse a llorar, rogando a Dios para que me ayudara a soportar el dolor y lograra salir adelante.
Después de una semana tuve visitas, llegaron a verme Lucas, Gloria y Paulina.
—Hola, mujer, tanto tiempo —dijo Gloria.
—¡Qué bueno verte, Ana Rosa! —mencionó Pau.
—Hola, mi cachorrita —intervino Lucas; todos me saludaron con un beso en la mejilla.
—Hola, mis chicos —respondí.
—Mi chica, si no venimos nosotros a visitarte, tú ni te apareces por la peluquería. Estás verdaderamente muy ingrata —expresó Lucas cuando estábamos en el living de la casa.
—Lo siento, amigo, pero he estado haciendo trámites y viendo lo de mi divorcio.
—Pucha, me da pena todo lo que te ha pasado, no entiendo cómo tu esposo te hizo tanto mal —admitió Gloria.
—Tranquila, ya me estoy recuperando de todo. Además, tengo mucho apoyo.
—Ese Ismael se mostró tal cual era. Creo que los anabólicos le hicieron mal —dijo Lucas.
—¿Anabólicos? —preguntó Gloria.
—¡Ay gansa, obvio! Para algunas cosas eres buena y para otras mejor ni te digo.
—Imbécil, ¿qué es eso de anabólicos?
—La palabra lo dice huevona, A-NA-BÓ-LI-COS, ¡ja, ja, ja! —exclamó Lucas, riendo.
Paulina y yo nos largamos a reír. Entretanto, Gloria estaba furiosa.
—Yo te explico, Gloria. Es el nombre de unas substancias sintéticas relacionadas con las hormonas sexuales masculinas, que promueven el crecimiento del músculo esquelético y el desarrollo de características sexuales masculinas —explicó Pau.
—Mira, me quitaste las palabras, Pau, para explicarle a esta yegua, ¡ja, ja, ja, ja! —se burló Lucas.
—¡Te odio, maldito! Gracias, Pau —añadió Gloria.
—¡Ana Rosa, qué mala anfitriona eres!, no nos has ofrecido nada, ni siquiera un Pisco Sour o alguna cerveza —volvió a expresar mi amigo.
—¡Oh! Lo siento, es que me sorprendieron, no esperaba que vinieran a visitarme.
—Así es, cachorra, ya que no eres capaz de ir a vernos, nosotros venimos a ti.
—Sí, además trajimos hartas cosas ricas para comer, sushi, pizza, papas fritas, y obvio, vinimos a pasar un buen rato —comentó Gloria.
—Bueno, voy a preparar un Pisco Sour —comenté entusiasmada.
—Yo te ayudo, Ana Rosa —dijo Pau.
Disfrutamos de unos ricos tragos y también de una comida deliciosa, pasando la tarde y riéndonos de las locuras de mi amigo Lucas.
—¡Amigas!, quedó rico el Pisco Sour. Miren como está la yegua de la Gloria, ¡coloradita! Efectivamente es una caliente —señaló Lucas.
—Ya te dio conmigo, pesado, no has parado desde que pregunté qué eran los anabólicos —mencionó Gloria un poco enojada.
—¡Ja, ja, ja! Bueno, ya sabes lo que es. Y un consejo, dale anabólicos a tu novio para que se coloque fortachón, pues con tanto sexo que le das, lo tienes flaco al pobre. ¡Ni comer cazuela le sirve!
—Prefiero a mi Diego así. Además, lo dices porque me lo quieres quitar —contestó.
—¿Yo? Estás loca, niña, me gustan con más carne. Además, soy fiel a mi amorcito.
—¿No me digas?
—No te digo por mensa —acotó él.
—¡Ja, ja, ja! Son tan locos… Me han hecho reír bastante —intervine en la dichosa conversación.
—Ana Rosa, quería comentarte algo —expresó Pau.
—Sí, dime.
—Sí, niña, cuenta, te escuchamos.
—El otro día me encontré con Geraldine y tu marido. Amiga, me siento muy culpable —dijo un poco apenada.
—¿Por qué?
—Porque fui yo quien llevó a Geraldine a trabajar a la peluquería y se la presenté a tu esposo un día que tuviste que salir.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que si no se la hubiera presentado, tu esposo no se habría fijado en ella.
—Pero cachorrita, eso es cosa del destino. Tal vez, de una manera u otra se hubieran conocido —dijo Lucas.
—Eso es verdad.
—Sí, pero... —Lucas no dejó que terminara de hablar.
—Pero nada. La huevona era una caliente de mierda, se aprovechó de la situación y él, como hombre, no pudo resistir a la tentación. Sea como sea, era de esas calladitas que no quebraba ningún huevo, cuando los quebraba por docena —argumentó.
—Eso es verdad —afirmó Gloria.
—Tienes razón, Lucas, pero igual me siento mal, y se los dije cuando nos topamos. Le señalé a ella, delante de él, que me había desilusionado enormemente, que nunca pensé que fuera capaz de destruir un matrimonio y más encima, de darle un bebé a ese pobre diablo. Recuerdo que Ismael se enojó y me dijo que yo no tenía derecho a tratarlo así. Le dije que sí tenía derecho, pues yo era amiga tuya. Después, lo último que les expresé fue, que tarde o temprano pagarían el mal que te hicieron. Y me fui.
—Gracias, por encararlos, Paulina, pero no tienes que sentirte culpable, fue cosa de una puta barata que se obsesionó con él.
—No es por defenderla, pero recuerda que el tango se baila de a dos. Ismael, esa vez que se la presenté, le coqueteó bastante —dijo Pau.
—Sí, pero para mí ya pasó. Tranquila —aseveré.
—Además, tengo que admitir algo, Ana Rosa, a pesar de lo canalla que fue contigo, tu ex marido está bastante apetitoso, con ese cuerpazo que sacó y ese pelo largo. Insisto, los anabólicos le hicieron un bien —dijo Lucas, travieso.
—Eso es verdad, está bastante rico —afirmó Gloria otra vez.
—¡Ay, niña! Parece que el Pisco Sour te estuvo matando las neuronas, ¿déjame ver si te queda alguna? —Formuló y se levantó para escarbar en el cabello de Gloria—. ¡Mira!, acá te queda una. ¡Uy! Te maté la última que te quedaba, ¡ja, ja, ja!
Paulina y yo no aguantábamos la risa, Gloria quería matarlo y empezó a perseguirlo por todo el living, y mientras corría alrededor de la mesa, Lucas le sacaba la lengua. La verdad, estos amigos eran lo más lindo que tenía.
—¡Ya, niña! Deja de seguirme que me estoy mareando.
—Te mereces estar así por mala onda que has sido conmigo.
—Sí, Gloria, pero es una bromita, tú sabes cuánto te quiero. ¡Uf! Me cansé, voy a tomar un traguito —dijo mi amigo, sentándose.
—También me cansé, pero ¡te odio, maldito!
—¡Me amas! Y la boca te queda ahí mismo.
—¡Ja, ja, ja! No tienes remedio, huevón. Obvio que te quiero. Ya, dame otro vasito de Pisco Sour —señaló Gloria.
Repentinamente, sonó el timbre, fui a abrir y era Matt.
—Hola, Ana Rosa. —Me saludó con un beso en la boca.
—Hola, Matt.
—A ver, a ver —dijo Gloria.
—A ver que yo no me he enterado. ¡Amiga, que ésta no te la perdono! —exclamó Lucas.
—¡Qué loco eres!
—Pues sí, niña, muy loco. Tenías que haberme contado que ya tenías una pareja. Yo tengo que enterarme primero antes que estas yeguas —argumentó.
—¿Cómo que yeguas? ¡Atrevido! —lo regañó Pau.
—Bueno, pero no te enojes —dijo Lucas.
Y todos nos pusimos a reír.
—Entonces, preséntanos al galán, mala anfitriona.
—Mejor me presento yo, joven. Me llamo Matt Donnovi —dijo, saludando a Lucas con la mano y a las chicas con un beso en la cara.
—El gusto es de nosotras —expresaron ellas a la vez.
—El mío también. No sabes el gusto que me da —comentó Lucas.
—Me imagino que ustedes son los amigos de la peluquería, donde trabajó Ana Rosa. —Ansió saber Matt.
—Así es, trabajamos bastante tiempo con ella. Es una gran amiga y una hermosa persona —respondió Pau.
—¡Sí! Es una gran amiga —prosiguió Gloria.
—Obvio que él lo sabe. Ahora, díganos, ¿qué es usted de Ana Rosa?
—Que curioso y patudo eres, Lucas, ¡ubícate! —expresó Gloria, dándole un disimulado codazo.
—Envidiosa. Lo que pasa es que quiero ver a mi amiga feliz y no quiero que sufra de nuevo.
—Tranquilo, amigo del alma, con Matt estamos conociéndonos, y por el momento nos hemos llevado bien.
—Qué bueno, amiga, mereces ser feliz.
—Gracias, Pau.
—¡Ah! Me alegro que se estén conociendo —mencionó Lucas.
—No se preocupen, lo que menos quiero es lastimar a su amiga. Prefiero cortejarla, y de a poco quiero ganarme completamente su corazón —aseveró Matt, admirándome.
—¡Uy! ¡Qué romántico eres!
Lucas me llamó un momento aparte y me dijo:
—¡Niña! ¿Matt es el hombre del trío que hiciste en Miami?
Lo miré con cara de traviesa, respondiéndole que sí.
—¡No! ¡Amiga, me muero!
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