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El Despertar de Rosita © - Cap. 26

Capítulo 26


Entramos en la oficina de Carlos y me preguntó en qué me podía ayudar, le dije que necesitaba que me aclarara algunas dudas que tenía y que fuera, ante todo, muy sincero; me respondió que no habría ningún problema en contestar sinceramente aquellas dudas. Entonces, pregunté primero si era verdad que Ismael se había ido de viaje de negocios a Michigan, Carlos me respondió que sí, que tenían que presentar un proyecto allá, pero lo que sí le extrañaba era que yo estuviera acá, pues le comentó que yo viajaría con él.
¿Por qué ya no me asombraba con las mentiras de mi esposo?
—Carlos, él me dijo que se iba de viaje y que tú te ibas al otro día, y te veo acá.
—Para ser sincero, yo iba a viajar a Michigan, pero no podíamos ir los dos, ya que por un asunto personal no pude hacerlo, y como sé lo eficiente que es tu esposo, le dije que fuera a presentar el proyecto. Inclusive, me llamó hace una hora diciéndome que estaba todo listo y que en dos días más llegaba a Chile.
—Okey, Carlos, te seré honesta. Me acabo de enterar de que Ismael me engaña con otra mujer, y por lo que me estoy dando cuenta, se fue con ella de viaje, pero no sé si realmente es así, ¿cómo podría averiguarlo? ¿Me puedes ayudar?
—Lo siento mucho, Ana Rosa, algo sabía, pero el indicado de confesártelo es tu marido. Por mi parte, lo aconsejé, pero creo que se hundió con esa persona. Ahora de ayudarte… claro. Tengo un amigo que trabaja en el aeropuerto, voy a llamarlo...
Carlos se comunicó con su amigo y preguntó detalles acerca del viaje de mi esposo, luego de algunos minutos le entregaron la información, y después de agradecerle a quien correspondía, cortó la llamada.
—Bueno, Ana Rosa, lo siento mucho, pero tu marido, sí, se fue acompañado. Su nombre es Geraldine García y el niño se llama Julián San Martín García, y vuelven en dos días más.
—¡Dios! Tú sabías de esto, Carlos, me refiero, a lo del niño —comenté ofuscada.
—Mira, algo suponía, pero no estaba seguro. Ismael no me cuenta mucho acerca de sus cosas, a pesar de que somos amigos, y esto, lo del niño, al parecer lo tenía muy bien guardado —me respondió.
—Lamento decirlo, pero su amigo es verdaderamente un maricón y no tiene perdón de Dios al haberle hecho esto a mi amiga —intervino Matt muy enojado, pues advirtió el preciso instante en que me caían las lágrimas al confirmar que se había ido de viaje con ella.
—¡Qué quieres que te diga! Ni yo encuentro palabras para consolarla. Es demasiado fuerte todo esto, y jamás imaginé que Ismael tuviera otra familia.
—Gracias, Carlos, gracias por todo. Ahora me voy, no me siento bien, esto ha sido mucho para mí. A su regreso, Ismael tendrá que darme una buena explicación —dije, saliendo de la oficina.
—Ana Rosa, cualquier cosa que necesites, avísame, por favor. Te doy mi tarjeta. Ahí está todo lo que necesitas para ubicarme.
—Gracias —señalé, mientras Matt la recibía por mí.
—Bueno, tendrán que disculparme, pero tengo que salir de forma urgente. Cuídate, Ana Rosa, y ten mucho valor a la hora de enfrentarlo. Lo único que te puedo decir, es que tú vales mucho y te mereces lo mejor. Fue un gusto conocerlo, joven, adiós. —Y se marchó.
—Adiós —dijimos los dos, abandonando ese sitio.
Nos fuimos de aquel edificio y le pedí a Matt que manejara, yo no podía hacerlo, estaba muy mal anímicamente. Ya camino a Valparaíso, las lágrimas no paraban de salir de mis ojos, sentía un dolor tremendo. Por un instante pensé que al confirmar mis sospechas no me afectarían, pero no sucedió así. Entonces, Matt me miró y tomó mi mano, eso gesto suyo alivió un poco mi angustia. Ahora, en lo único que debía pensar era que en dos días más sería “el gran día de Ismael”.
A la mañana siguiente me junté con Matt, me entregó lo que le pedí, me deseó suerte y me dijo que contara con él para lo que fuera. Luego de un breve instante en silencio, me acarició la barbilla, le di las gracias y me fui a casa.
Al otro día desperté muy ansiosa, le di el día libre a la señora Julia, arreglé un poco la casa, le di un aspecto de bienvenida a la sala y solamente tuve que esperar a que Ismael llegara. Y fue así, como cerca de la hora de almuerzo finalmente apareció.
—¡Amor, estás acá! —Gritó sorprendido.
—Sí, pedí el día libre para esperarte. —Fui hacia él y lo recibí con un beso.
—Mmm... ¡Qué beso más exquisito!
—Bueno, pero ahora que has llegado, quiero que veamos un video que sé que te gustará.
—¿Podría ser más tarde? Me gustaría descansar.
Puse cara de niña taimada.
—Okey, veámoslo —dijo y se sentó en el sofá.
Puse la película y me senté a su lado. De inmediato empezaron a aparecer las imágenes. En ellas, primero, se veía a una mujer con antifaz, con una peluca de color verde y con una sexy lencería.
—¡Qué mujer fatal es!
—¿Te gusta lo que ves? —pregunté.
—La verdad, es un interesante video, pero ¿por qué esta película?
—Porque sé cuanto te va a gustar y a sorprender... sigue viéndola, mi amor —sugerí, mientras me miraba y seguía atento observando la televisión.
Luego, vio a la mujer teniendo sexo con un japonés, tanto vaginal, oral y anal. Después, cambió a otra escena, ahí estaba la misma mujer, pero con otra lencería sexy, esta vez con ligas y unos tacones sensuales, recostada, y con otro antifaz y otra peluca, ahora de color rojo, esperando. De pronto, aparecieron dos hombres de color, uno de ellos la tomó y la levantó, quedando ella de pie. Entonces, ambos la rodearon y uno empezó a besarla y a tocarla por todos lados. La piel blanca de aquella mujer sobresalía a la piel negra de aquellos hombres. Entusiasmada, ella besaba a uno y después al otro.
Miré a Ismael de reojo y lo vi muy excitado, sobretodo cuando a la mujer le hacían doble penetración y ella gemía muy fuerte y pedía más. La escena que creo le gustó muchísimo fue cuando los dos negros acabaron en su boca, porque se saboreó sus labios.
La otra que aconteció fue aquella en la que la mujer apareció con un vestido y con otro antifaz y otra peluca, pero de color azul, y con una pareja. El hombre y su acompañante femenina tomaron a esta misteriosa mujer, le sacaron el vestido y la dejaron a su merced solo con una lencería negra. Acto seguido, la del antifaz se acostó, y por mientras que el hombre le hacía sexo oral, las mujeres empezaron a besarse. Después, el hombre puso a las dos mujeres en cuatro y las penetró a cada una. Con posterioridad, él se recostó y la del antifaz lo montó, al tiempo que la otra prefirió que el hombre le hiciera sexo oral. ¡Cómo subía la temperatura en esa habitación! De pronto, la mujer del antifaz iba a quitárselo, pues el hombre quería acabar en la cara de las dos mujeres, pero antes de que eso sucediera, le di pausa al video, generando así un instante de tensión.
—¿Qué te pareció? —Quise saber, ansiosa.
—¡Fantástico! ¡Pero para qué lo detuviste, si ella se iba a quitar el antifaz! —exclamó sobreexcitado.
—¿Estás seguro que quieres ver quién es ella?
—Obvio que quiero. Ya, dale play al video —exigió, impaciente.
—¡Ja, ja, ja! Okey, tú lo pediste, amor.
Entonces, le di play y la película prosiguió. La mujer se sacó el antifaz e Ismael se levantó de golpe con una increíble expresión de impacto.
Nuevamente detuve el video.
—Eres... ¡Eres tú! —Vociferó—. No puedo creerlo… Ana Rosa, ¿qué es esto?
—Lo que deseabas, amor, que despertara y te diera lo que te gusta —contesté maliciosamente.
—Sí, pero no es lo que yo quería, ¡menos que yo no estuviera ahí! —Añadió muy enojado.
—¡Oh! Veo que no te gustó, y eso que al principio estabas tan entusiasmado. ¿Quién te entiende? —formulé con ironía, parándome del sillón para luego quedarme de pie,  mirándolo muy seria.
—¿Me puedes explicar qué mierda te pasa, mujer?
—No me pasa nada en especial, solo quería darte la sorpresa, y veo que “mi sorpresa” al principio te causó mucho morbo, al igual que esa mujer misteriosa, y después de ver y comprobar que ella era yo, ¿te enojas? Verdaderamente, eres bipolar.
—Obviamente me gustó todo eso, lo misterioso que había en ese video, lo morboso de esa mujer, eso es una cosa, pero saber que eras tú y que quizás con cuántos hombres te acostaste mientras yo estaba de viaje, eso es otra, Ana Rosa. ¡Eres una puta! —Gritó, furioso.
—¡Epa, sin ofensas, que aquí la puta es otra! Pero de eso hablaremos después —comenté muy seria—. Ahora, ya que tienes tanto morbo por saber con cuántos hombres me acosté, te voy a contar que solamente fueron con los que viste en el vídeo. Y sí, lo pasé sensacional, no lo niego. Todo estuvo tan caliente y rico… Además, eso querías, ¿no?
—¿Qué quería según tú? —preguntó bruscamente.
—Mi despertar. "El Despertar de Rosita" —la señalé, haciendo un ademán con los dedos.
—Y más encima le has puesto un título. ¡Qué descaro el tuyo!
—¿Descaro, Ismael? Mmm... Bueno, pero el video no termina ahí, hay otra parte muy importante que todavía no has visto —agregué.
—¿Ya? ¿Otra escena más de la actriz porno porteña? —Inquirió con ironía.
—¡Sí!, ¿cómo adivinaste? Pero ésta es fenomenal —mencioné de la misma manera.
—¡Qué simpática, Ana Rosa! Ahora muestra la escena, rápido, quiero ver qué es.
—Espera, paciencia, voy y vuelvo.
—¿Adónde, vas Ana Rosa? ¡Tú no te mueves de aquí! —Gritó mientras me perdía de su vista, saliendo de la casa.
—¡Tranquilo, amor, espera un momentito! —Vociferé desde afuera.
Entonces, fui a buscar la guinda de la torta para que todo fuera una sorpresa con mayúscula y cuando regresé, tan solo abrí la puerta, encontrándome de nuevo con él.
—Ana Rosa, ¿dime de una vez qué pasa? —dijo mi esposo ya exasperado. En cambio, solo lo miré y sonreí con cierta maldad, pero siempre mirando hacia el umbral.
—Ya lo sabrás. ¡Adelante! ¡Pónganse cómodos!
Contemplé a mi esposo con una sonrisa de oreja a oreja, y su cara de horror fue tremenda al ver lo que allí sucedía, casi de película, y eso me dio mucho gusto.

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