El Despertar de Rosita © - Cap. 25
Capítulo 25
—Esta semana Ismael se fue de viaje a Michigan, ¿tú lo sabías?
—Para nada, ni idea que viajaba.
—Quiero darle un buen regalo sorpresa, ¿quieres ayudarme? —pregunté coquetamente.
—Ya te dije que por ti hago lo que sea. Me gustas demasiado y te necesito —mencionó, acercándose para besarme.
—¡Ni lo intentes! Ahora las cosas no se te darán tan fácil —le advertí, apartándome un poco.
—Pero de un momento a otro sé que me lo ganaré. Bueno, ¿qué piensas darle a "tu maridito" de regalo?
—Muy simple. Le daré lo que quiere.
—¿Ah sí? ¿Y qué es?
—Le daré… El "Despertar de Rosita" —pronuncié firmemente.
—¿Y eso qué quiere decir? —Insistió Matt.
—En su momento lo sabrás.
—Vale, tú mandas, yo solo te sigo —acotó sonriendo.
Creo que este hombre me iba a ser de mucha ayuda. Le dije, además, que mañana iría a comprar algunas cosas y me respondió que me acompañaría. De pronto, lo llamaron a su celular, era Claudia, pero Matt no quiso atender su llamada. Le pedí que contestara, pero dijo que no, pues en este último tiempo se había puesto muy hostigosa, y que a veces lo llamaba casi todo el día, como si lo estuviera controlando. Cuando su aparato ya dejó de sonar, a los cinco minutos lo volvió a llamar; creo que en el rato que estuvimos conversando Claudia le marcó como cinco veces, y ya en la última llamada Matt le contestó muy molesto. Le dijo que iría más tarde para conversar, finalizando abruptamente la llamada. Después de eso, nos despedimos y nos dimos la mano, a pesar de que él quería besarme, pero no lo dejé. Entonces, quedamos de acuerdo en que mañana en la tarde iríamos a comprar, y cuando se bajó de mi auto, me quedé dentro pensando y planeando mi venganza.
Al otro día nos juntamos y fuimos al lugar donde compré lo que necesitaba. Sí, esa semana iba a ser muy divertida.
Y así transcurrieron los siguientes días, pero dos días antes que llegara Ismael me junté con Matt para entregarle algo que también iba a ocupar. Tenía que admitir que toda esa semana había sido increíble, porque hice todo lo que quería hacer. Ahora, sin duda, Ismael iba a tener su mejor regalo.
—Está todo listo, Ana Rosa, te portaste increíble todos estos días —dijo Matt.
—Muchas gracias, me gustó bastante y lo pasé increíble. Pero falta otra cosa, quiero que lo veas —anuncié.
—Muéstrame.
Entonces, le mostré el vídeo del cuarteto que hicieron esa noche en mi casa. Matt me miró estupefacto.
—Tú... lo sabías… ¿Nos viste esa noche?
—Sí, los vi. No te dije nada cuando me hablaste, porque quería escucharte y saber si podía fiarme de ti. Además, no me sentía preparada para decírtelo.
—Eres una caja de sorpresas. Pero igual tenías que habérmelo dicho —mencionó un poco enojado.
—No te lo dije y no me arrepiento. Ahora, prefiero ante todo las sorpresas —contesté con convicción.
Matt no dijo nada, solo me miró muy serio.
—Pero esa noche vi lo bien que lo pasabas. Incluso, vi cuando subiste al segundo piso; supongo que lo pasaste increíble en mi dormitorio, pues a ti ganas no te faltan, sino más bien te sobran.
—No fue tan así. Cuando llegué al segundo piso y miré la habitación, tu recuerdo vino a mi mente. Me acordé cuando me disfracé de bombero y lo bien que la pasamos. Entonces, no pude participar en nada, me arrepentí. Ismael siguió con ellas y yo solo miré.
—Mmm... ¿Será tan así? Porque tú no pierdes oportunidades. Son tal para cuál, es decir, participaste en aquello, yo te vi.
—Sí, tienes razón, no pierdo oportunidad y participé, pero solamente en el living. Y es la verdad, no hice nada en su dormitorio. "Tu maridito" siguió con ellas. Ana Rosa, tú me gustas mucho, te lo digo de verdad.
—Me cuesta creerte, Matt, yo perdí la confianza en ustedes.
—Okey, me viste, pero no estuve con la amante de Ismael, ni nunca la toqué. Es bonita, sí, pero no quise meterme más allá con ella.
—Recuerda que la excusa agrava la falta, y es mejor que no sigas, sino saldremos muy enojados los dos de todo esto. Por mi parte, lo único que quiero es darle la sorpresa a Ismael, inclusive con este video. Te lo encargo —exigí.
—Tu marido no lo va a poder creer. Va querer que se lo trague la tierra.
—Poco me importa lo que piense, a él no le importó nada engañarme y siguió con esa puta, y lo peor, se fue de viaje con ella.
—¿Cómo sabes qué se fue con ella?
—Porque sé que es así. Acompáñame a su trabajo y lo sabremos.
—Okey, vamos.
Viajamos hasta Viña del Mar, donde trabajaba mi esposo. En el Mall de esa ciudad estacioné el auto para después ir al edificio. Tomamos el ascensor y subimos al piso 20. Una vez allí, al fondo divisé la oficina de mi esposo. Entramos en ella y hablamos con la secretaria.
—Buenas tardes. Me llamo Ana Rosa Ortiz. ¿El señor Ismael San Martín Sepúlveda se encuentra?
—No, lo siento, el señor San Martín está de viaje —contestó la secretaria.
—¡Oh! Qué tonta, se me había olvidado que saldría de viaje con su compañero Carlos Zúñiga —fingí, sonriendo.
—Se equivoca. El señor Carlos se encuentra aquí, está en una reunión —explicó ella.
—¿Y puedo hablar con él? —pregunté muy sorprendida ante otra de las mentiras de Ismael.
—Tendría que esperar. Ya está por terminar la reunión.
—No hay problema. Gracias. Espero.
De pronto, apareció Carlos.
—Sofía, por favor, llame a la agencia de viajes y saque dos pasajes para mí y mi esposa a Inglaterra —dijo Carlos, acercándose al mesón, sin darse cuenta de que yo estaba ahí, esperándolo.
—Sí, de inmediato llamo a la agencia... Don Carlos, se me olvidaba, la señora Ortiz busca a Don Ismael, pero como él no está, prefiere hablar con usted.
—Por supuesto. ¡Ana Rosa!, eras tú. ¿Cómo has estado? —dijo, saludándome con un beso en la cara.
—Bien, ¿y tú? Tanto tiempo sin vernos. Te ves muy bien.
—Sí, gracias, y con mucho trabajo. Pero pasa a mi oficina y conversamos.
—Me parece bien, vamos entonces. ¡Ah! Casi me olvido, te presento a un amigo, Matt.
—Mucho gusto —dijo él, extendiéndole la mano a Carlos.
—El gusto es mío, Matt. Entonces, vamos los tres a mi oficina.
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