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El Despertar de Rosita © - Cap. 21

Capítulo 21


Entonces, el tipo se puso de pie, comenzó a vestirse, nos miró y sonrió. Nos dio la espalda e hizo un gesto con la mano de que ya estaba listo. Ismael, entretanto, se paró de la cama y fue a encender la luz. Por mi parte, trataba de imaginarme su rostro, pero no encontraba esa cara ideal. Lo bueno de todo esto, no era Matt, ya que este hombre nada tenía que ver con él, pues Matt era un poco bruto para hacer el amor, pero este hombre me lo había hecho muy exquisito.
Inesperadamente, se dio la vuelta y vi que se sacó el antifaz, mientras me preguntaba quién sería, y cuando se volteó mi corazón latió a mil porque…
—Es... —balbuceé asombradísima.
—Amor, ¡ja, ja, ja! ¿Qué te pasa? —formuló Ismael.
—¡Matt! —dije apenas.
—Así es, el policía de Miami. Lo felicito, me sorprendió —añadió mi esposo.
—Muchas gracias, señor Ismael, fue un gusto compartir nuevamente a su mujer.
—De nada. Creo que este trío fue mejor que la vez anterior.
—Me lo dice a mí. Bueno, creo que es hora de irme, pero antes me gustaría entrar al baño, si no es molestia para ustedes.
—Para nada, hombre, entre. Ahí está la puerta, si quiere se da una ducha —le sugirió.
—¡Uf! Sería bueno —respondió Matt.
—A ver, déjeme buscarle una toalla. —Mi marido fue por una de ellas, luego se la pasó y Matt entró al baño. Sinceramente, yo estaba en shock, no podía salir de la impresión de ver y comprobar que ese exquisito hombre del antifaz, el que me había hecho el amor tan delicadamente y con pasión, fuese él.
—¿Qué te pasa, amor? Te has quedado muda.
—Ismael, ¿por qué no me dijiste que era él? —Ansié saber.
—Simple, porque no ibas aceptar. Preferí darte una sorpresa.
—¿Hasta cuándo se quedará?
—No lo sé, creo que por esta semana. Y te aviso que con él, estos días los aprovecharemos al máximo.
—¡Ismael! ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre una cosa semejante?
—Usted quiso un cambio, ahora que lo tiene, aproveche. Además, esta noche se viene otra sorpresa.
—¿Otra? Si la sorpresa es Matt, déjame decirte que no tiene nada de sorprendente —expresé con cierto fastidio.
—Has hecho dos tríos y ya te crees una experta. Pero en verdad, es una sorpresa.
—Seguramente el policía en acción o, mejor dicho, el bombero en acción —agregué con cierta ironía.
—Amor, no te coloques pendeja para tus cosas, te sorprenderás, y no quiero un "no" como respuesta.
—Ni siquiera dejas que tome mis propias decisiones en cuanto al plano sexual —manifesté un poco frustrada, ya que esta incómoda situación me estaba molestando un poco.
—En este plano, no —comentó tajante—. Además, te compré un atuendo que quiero que uses esta noche.
—No me queda otra que decir que sí. ¡Qué fastidio! —exclamé enojada.
—Fastidio o no, asúmelo, te gusta el buen sexo y eso lo que te estoy dando. —Me besó.
De pronto, Matt salió del baño totalmente desnudo y comenzó a vestirse otra vez.
—Listo, Ismael, gracias. Ese buen duchazo me hizo renovar energías.
—Guarde muy bien esas energías para la noche —le pidió.
—¡Oh! Sí, ya verá, la pasaremos muy bien. Bueno, debo irme.
—Lo acompaño, así conversamos por el camino —finalizó Ismael. Así que se levantó, se vistió y se despidió de mí con un beso en los labios. Matt, entretanto, solo me hizo señas y me guiñó un ojo. Luego de ello, al fin se marcharon los dos, mientras me preguntaba qué iría a ocurrir en la noche.
Así transcurrió el día, y sin ninguna novedad, hasta que llegó la noche. Ismael me entregó una bolsa grande de papel y me dijo que ahí estaba la vestimenta y los zapatos que quería que usara. Curiosa, abrí la bolsa y empecé a sacar de una en una las prendas de vestir. Primero, lo que tomé era una minifalda de cuero, segundo, un corsé negro con rojo, además de unos botines taco aguja, y por último, unas ligas negras muy sensuales. Así que empecé a vestirme. No me sorprendí, todo me quedaba perfecto, porque mi esposo sabía mi talla. Cuando ya estuve lista, Ismael me vio y exclamó:
—¡Guau! ¡Estás como quieres! Te ves fantástica.
—Ismael, parezco una prostituta con este atuendo, ¿y tú me dices que me veo fantástica? Dime, ¿ahora vas a cobrar por "mis servicios"? ¿Sabes? Me estoy dando cuenta que no te conozco como creí. ¿Me has preguntado siquiera si estoy de acuerdo con esto? Eres un egoísta que me usa para satisfacer sus caprichos y deseos de pervertido.
—Vaya, vaya..., mi esposita está sacando las garras. Pues, si "no estás de acuerdo", serías tan gentil de explicarme ¿qué mierda hiciste en Miami cuando viajé a Michigan? ¿O crees que soy imbécil? Matt ya me lo contó todo, y para suerte tuya y de él, no soy celoso. Lo único que hubiera deseado es que me lo hubieras dicho tú, “mi amor” —enfatizó—. Pero ya fue. No te guardo rencor… solo te pido que así como usted se dio el gusto en Miami, me deje disfrutar a mí. Es lo justo, ¿no crees?
—Yo... yo... —Fue lo único que pude decir en ese momento.
—Prefiero que no digas nada, ya sabes que las excusas agravan la falta y bla, bla, bla... Te daría un sermón, pero estamos apurados. Bueno, ponte rápido el abrigo y vámonos, nos esperan.
Salimos de la casa, nos subimos al auto y nos fuimos al encuentro de lo que esta noche acontecería. Demoramos como veinte minutos en llegar al lugar donde todo se llevaría a cabo. En todo el trayecto no nos dirigimos la palabra, hasta que Ismael rompió su silencio al estacionar el auto y realizar una llamada por su celular.
—Aló, sí, llegamos. Estamos estacionados en la esquina. Okey. Bye —dijo.
«Seguramente le avisó a Matt», pensé.
La verdad, me tenía fastidiada con todo esto, y gracias a Ismael le estaba cogiendo a Matt un odio que se acrecentaba de a poco. Bien dicen que del amor al odio hay un paso. ¿Cómo era posible que fuera tan maricón para acusarme con Ismael? Entonces, en la oscuridad vi la silueta de Matt, pero para mi sorpresa venía con una mujer. Aquello me dio mucha rabia, ya que para mi mala suerte tenía que compartirlo ahora con otra persona.
«Bueno, parece que a este tipo le sirven todas las paradas de buses», cavilé.
Con cierto desprecio miré para otra parte, pero mi curiosidad fue mayor, entonces, volteé nuevamente el rostro para verlo en su totalidad, y cuando lo hice, no pude creer quién venía como su acompañante.
—Buenas noches, dulce señora —saludó Matt.
—¿¿¿Claudia??? ¿¿¿Tú aquí??? ¿¿¿Y con Matt??? ¡No entiendo nada! —pronuncié sorprendida.
—¡¡¡S O R P R E SA!!! —me dijo al oído Ismael, sonriendo.
—Pues sí, es una gran sorpresa. Pero insisto, no entiendo nada. ¿Me explican, por favor?
Ella no dijo nada, solo sonrió cuando ellos también lo hacían. Entonces, Ismael dijo:
—Después. Ya habrá tiempo para las explicaciones, sobre todo las tuyas, amor. Ahora, vamos a divertirnos.
—¿Vamos a un bar? —pregunté. Quería tomar algo para salir de la impresión que me llevé al ver a mi amiga, y ni hablar de la que me había causado al verme descubierta en mi infidelidad en Miami.
—Sí, me parece buena idea —aseguró Ismael.
—A mí también me gustó la idea —añadió Matt.
—Entonces, vamos —intervino Claudia.
Nos fuimos a un bar cercano. Claudia y yo pedimos mojitos cubanos y ellos whisky, conversamos de muchas cosas, pero Ismael nos prohibió y vetó hablar acerca de por qué ella estaba con nosotros. Bueno, con Matt. Con dos vasos de mojito me puse muy cariñosa con mi marido y Claudia no perdió su tiempo con Matt, a quien le coqueteó muy sensualmente, y él, por supuesto, no lo hizo nada de mal, correspondiéndole. De pronto, le insinué a mi esposo que iría al baño, Claudia también dijo que iría, así que salimos juntas de allí.
—¡Ana Rosa, me dijiste que no lo conocías!
—Sí, te lo dije, no lo conozco bien, no es amigo mío, es más, se hizo amigo de mi esposo —especifiqué.
—Pero igual me mentiste —agregó insistentemente.
—Olvídalo, ¿quieres? No tengo ganas de dar explicaciones. Además, ¡de qué te quejas si en este momento está contigo! —pronuncié algo enojada.
—¡Cualquiera diría que estás celosa!
—Creo que el mojito te hizo efecto, hablas demasiadas tonterías.
Claudia rio.
—Tienes razón, no solo me hace hablar tonterías, también me pone muy ardiente. Creo que mejor terminamos la velada en mi casa —anunció.
—No sé, pregúntales a ellos.
—Seguro dicen que sí. Vamos.
Salimos del baño, y al llegar a la mesa les preguntó derechamente si íbamos a su casa.
—¡Por supuesto que vamos! —Proclamó Ismael—. ¿Qué opinas Matt?
—Claro, vamos —respondió él.
Por mi parte, no dije nada, iba a tener que ir igual, aunque no lo quisiera. Sentía que no tenía derecho a nada y que estaba siendo autocastigada por mi error.
Entonces, pagaron la cuenta, nos retiramos del lugar y nos fuimos a la casa de Claudia. En todo el camino ella y Matt se besaron, mientras yo los miraba por el espejo retrovisor, viendo como mi amiga lo manoseaba a sus anchas y él se dejaba sin oponer ningún tipo de resistencia. Y cuando Matt me miraba, me hacía la desentendida y rodaba los ojos hacia otro lado.
—¡Cálmense! Ya vamos a llegar para que puedan soltar sus instintos carnales —les aseguró mi esposo.
—Más te vale que llegues pronto, Ismael, porque este hombre está para comérselo —contestó ella, excitadísima.
—Tú igual, Claudia, eres todo un bombón —añadió Matt, como todo un seductor nato.
—¡Uy! Gracias —dijo ella y sonrió.
Ismael también lo hizo, en cambio yo, no dije nada. La verdad, no tenía nada que decir. Cuando llegamos a la casa de Claudia, mi marido estacionó el auto, nos bajamos y entramos a su morada. Tenía una hermosa casa, su interior era bellísimo, tanto que se me ocurrió una idea mientras miraba cómo se besaban apasionadamente mi amiga y Matt.
—¡Atención! Quiero proponerles algo.
—Dinos, amor —me incitó Ismael.
—Quiero un trío, pero una de las dos será una voyeurista, quien solo va a mirar y no a participar.
—Me parece interesante —dijo Claudia, entusiasmada.
—Me gustó la idea —intervino Matt.
—¿Qué opinas, Ismael? —pregunté con ansias.
—Excelente idea. Vamos a la acción. Claudia, tú nos miras —expresó convencido.
—¡Por supuesto! Me encanta mirar —aseguró ella muy coqueta.
—¡No! Claudia será la que haga el trío con ustedes, yo voy a mirar —manifesté firmemente.
—Pero amor, a mí me gusta verte en acción —dijo Ismael algo frustrado.
Me acerqué a él, lo besé apasionadamente y le exigí:
—Quiero verte en acción ahora a ti, pero con otra.
—¡Uf! Con un beso así convences a cualquiera.
Matt no dijo nada, con su silencio dio por aseverada su aprobación. Entonces, mi esposo fue donde Claudia y Matt para empezar con la previa, es decir, con el juego de tocarla y besarla por todos lados mientras yo me sentaba en un sillón. Con posterioridad, me acomodé y miré cómo le sacaron su ropa casi a tirones, dejándola solo con la lencería sexy que llevaba encima. Ellos también se desvistieron y quedaron completamente desnudos. Mi amiga se saboreaba los labios, pues se le estaba cumpliendo el deseo de tenerlos a los dos, como me lo comentó en la fiesta, en nuestra casa. Por lo tanto, se quitó su ropa interior. ¿Y qué hice yo para amenizar la jornada? Me levanté y me quité el abrigo, dejándolos locos a los dos.
—Continúen. No piensen que voy a participar.
Siguieron disfrutando, hasta que ella empezó a hacerle sexo oral a mi esposo, pero Matt no perdió tiempo y la penetró por detrás, a lo perrito, ¡cómo gemía esa mujer pidiendo más! Luego, cambiaron de posición y le realizaron una doble penetración. Ismael prefirió que Claudia lo montara, así que Matt le hizo sexo anal. Me sentía una verdadera voyeurista, me encantaba ver este espectáculo, oír los gritos de placer de ella me hacían sentir muy bien. Y comencé a tocarme y llegué donde estaba mi "Rosita", para con mis dedos masturbarme suavemente.
De pronto, volvieron a cambiar de posición, Matt quedó abajo y ella lo montó, pero dándole la espalda. Ismael vino a mí, incitándome a que participara, pero le dije que regresara con ambos y que obedeciera, porque yo estaba firme en mi decisión de no acompañarlos y me sentía libre en este momento de decidir. Entonces, mi esposo tomó a Claudia de las piernas, con fuerza, las puso en sus hombros y ambos le practicaron doble penetración vaginal. Juro que quedé para adentro con lo que veía, me excité una enormidad y seguí masturbándome al ver esa escena.
La bombearon un buen rato y con dureza, hasta que los dos dijeron que iban a acabar. Claudia se puso de rodillas y ambos la bañaron con su semen, cuando por mi parte acababa también. Solo pude decir… ¡Qué noche, Dios mío!
Al otro día no quise hablar de lo que pasó en casa de Claudia, pero Ismael de igual manera me comentó que no le gustó mucho que yo no participara, él quería otra cosa, pero que cuando decididamente le respondí que no iba a ser parte de eso de forma física, pero sí presencial, se excitó mucho más. Me sentí realmente satisfecha por no haber estado con ambos, dejando que mi amiga disfrutara de los dos. Ya tendría tiempo de que me explicara por qué Claudia estaba con ellos. Por ahora, no tenía intenciones de iniciar una nueva discusión, sabiendo que llevaba las de perder. Sería paciente, sabría esperar mi momento para contraatacar esa jugada.
Al día siguiente, mi esposo y yo nos preparábamos para salir, pero cada uno por separado.
—Amor, voy a hacer un trámite al banco, te llamo para que nos juntemos y almorcemos afuera.
—Okey, cariño. Voy a mi trabajo para entregar estos catálogos que compré en Miami a Sara, para así hacer algunos cambios de cortes y peinados.
—Bueno, cualquier cosa te llamo. Tengo que irme rápido.
—Espera, vámonos juntos. ¿Me dejas en una tienda? Tengo que pagar una cuenta.
—Claro, vamos.
Ismael estacionó el auto cerca de la tienda, nos despedimos con un beso, me bajé y me fui. Mi esposo, entretanto, se fue al banco. Se demoraron bastante en atenderme, pero de igual forma pagué la cuenta, así que me dirigí a mi lugar de trabajo, quería tomarme mi tiempo para saludar a todos.
En la puerta de la peluquería divisé a Paulina y a José, y cuando caminaba por la otra vereda les hice señas y ellos también. Además, miré por si venía un auto, pero no venía nada, y como estaba en un paso de cebra o cruce peatonal, crucé la calle muy segura, hasta que oí la voz de Paulina gritar:
—¡Cuidado, Ana Rosa!
De la nada apareció un auto a toda velocidad que se dirigía hacia mí. Me quedé verdaderamente inmóvil, solo atiné a cerrar los ojos sin nada más que hacer, porque el atropello… parecía inminente.

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