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El Despertar de Rosita © - Cap. 18

Capítulo 18


Entonces, me levanté, fui hacia él, lo miré y lo abracé, me sentía muy emocionada e impactada. Lo que recibí a cambio fue un abrazo acogedor, como su beso en mi cabeza. Y cuando lo volví a mirar, lo besé y me preguntó:
—¿Qué le parece su stripper personal, señora?
—¿Qué puedo decir? Eres extremadamente exquisito —respondí coqueta.
—No hay que perder tiempo, terminemos lo que ya empezó —señaló sensualmente.
Me tomó en brazos y nos fuimos a nuestra habitación, por segunda vez Ismael me sorprendía en la cama, la primera vez en Miami, después del trío con el policía, y ahora esto. La verdad, no me esperaba este cambio en él.
Recorrí todo su cuerpo con mi lengua, dándole besos y mordiscos leves; ahora sí Matt había desaparecido, su aroma ya no lo sentía, solo percibía la fragancia de mi esposo, y con fuerza. Desde que hicimos aquel trío, Ismael cambió su forma de ser conmigo y hasta su forma de hacer el amor, ya no era el tradicional amante que a veces era hasta latoso estar con él, ahora era un verdadero potro salvaje. Su baile, por ejemplo, me hizo enloquecer y logró despertar mi fuego interno, como lo hizo Matt con su pasión desenfrenada. Nos recorrimos, nos besamos con frenesí, lo hicimos en diferentes posiciones.
En realidad, la noche fue increíble e inolvidable.
A la mañana siguiente, desperté muy contenta y satisfecha, mi esposo me tenía abrazada y seguía durmiendo. «¡Qué noche, Dios mío!», pensé. De pronto, oí su voz.
—¡Buenos días, amor!
—¡Buenos días, cariño!
—Todavía sigo cansado, eres una verdadera asesina en la cama, Ana Rosa.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué loco eres! ¿Y tú? No lo haces nada mal, eres un potro indomable.
—¡Ese soy yo! Entonces, amor, a levantarse. Me voy a bañar, y usted, mi señora, prepare un rico desayuno.
—¡Como usted mande, mi amo! ¡Ja, ja, ja!
Ismael sonrió y fue al baño. Bajé al primer piso, sentí bastante frío, así que lo primero que hice fue encender la estufa, después fui a preparar el desayuno, un rico café con leche, unas tostadas con mermelada de mora, jugo de naranja, hasta que de pronto apareció Ismael.
—¡Mmm... Huele rico! ¿Me das café con leche, por favor? Que esté bien caliente, porque al salir del baño me dio mucho frío —anunció.
—Por supuesto.
Le sonreí, le preparé su café con leche y yo también me preparé uno, y así desayunamos tranquilamente. Después de eso me fui a bañar y me abrigué muy bien. Empecé a recordar el calor de Miami, lo extrañaba, me habría gustado que el tiempo retrocediera, para regresar, pero luego vino lo de Matt, así que preferí pensar en otra cosa. No lo sabía, pero tenía un leve presentimiento de que lo volvería a ver.
En eso sentí que abrieron la puerta de la calle, fui hasta la ventana, era la Señora Julia, la persona que limpiaba nuestro hogar. Salí de la habitación y bajé nuevamente para saludarla.
—Señora Julia, me da gusto verla. ¿Cómo está? —La saludé con un beso en la cara.
—Muy bien, señora, ¿cómo les fue en su viaje?
—¡Excelente! Estuvo muy bonito y entretenido. Le trajimos un regalito, espero que sea de su gusto.
—Gracias, señora, para qué se molestaron.
Un par de minutos después, apareció Ismael.
—Hola, viejita, ¿cómo estás? —La saludó con un beso.
—Bien, hijo, ¿y tú?
—¡De maravilla! Toma, aquí está tu regalo.
—Muchas gracias a ambos, voy a ver qué es. ¡Oh! ¡Qué hermoso vestido! ¡Y el abrigo también! —anunció emocionada.
—Por nada, viejita. Además, te quería decir que te tomes esta semana libre, el lunes regresas a trabajar.
—Señora Julia, limpie y se va no más. Y no cocine, almorzaremos afuera. Ahora nos vamos antes que se nos haga tarde.
—Nos vemos, viejita. Cuídate —añadió Ismael, abrazándola y dándole un beso en la frente.
—Nos vemos, que lo pasen bien.
—Adiós, señora Julia.
Salimos de la casa y nos subimos al auto para dirigirnos directo al Banco. Terminado el trámite, fuimos a almorzar a Viña del Mar, al restaurante favorito de mi marido. Comimos arroz a la valenciana, que estaba exquisito, acompañado de un buen vino. Conversamos, reímos y recordamos nuestro viaje, eso sí, no tocamos el tema del trío ni hablamos de Matt. Después de degustar un espectacular almuerzo, Ismael se paró para cancelar el valor de la cuenta en la caja y yo lo esperé en la mesa, ordenando mis cosas para irnos, hasta que oí una voz bastante familiar.
—Hola, Ana Rosa, tanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás? Pasaba por aquí, te vi acá dentro y pasé a saludarte.
—Hola, Geraldine, tanto tiempo. Pero ya nos vamos, mi marido fue a pagar la cuenta.
De pronto, apareció mi esposo.
—Mira, Ismael, ¿te acuerdas de Geraldine? Ella trabajó en la peluquería.
—Sí, claro. Buenas tardes, ¿cómo está? —Saludó, tendiéndole la mano.
—Bien, gracias —contestó ella.
—Amor, conversen ustedes por mientras, ya regreso. Con permiso —anunció Ismael.
Empezamos a charlar con Geraldine, me contó que ahora tenía una pequeña peluquería, además de un hijo, y que estaba en pareja con el padre de su hijo… Ismael no aparecía todavía, se estaba demorando demasiado, para mi gusto.
—Bueno, Ana Rosa, me tengo que ir. Me alegro de verte.
—A mí también me dio gusto verte, nos vemos en otra oportunidad.
—Seguro que sí. Adiós.
—Adiós, Geraldine.
Y se fue del restaurante, la vi que tomó un taxi, seguramente iba a su trabajo. En eso apareció mi esposo.
—Disculpa por la demora, amor. ¿Tu amiga ya se fue?
—Sí, hace poco.
—Lamento no haberme despedido de ella, para otra vez será.
—No te preocupes.
—Ana Rosa, invité a unos amigos nuestros a la casa esta noche, para algo íntimo.
—Okey, no hay problema.
—Entonces, vamos al supermercado a comprar algunas cosas ricas para la noche.
—Sí, vamos.
Fuimos de compras y de ahí rumbo a Valparaíso, directo a casa.
Ya por la noche, llegaron algunos amigos. Por mi parte, invité a los chicos de la peluquería, pero cada uno tenía un compromiso. Me habría divertido mucho con las ocurrencias de Lucas y Gloria; en todo caso, igual estaba disfrutando con los demás.
La casa tenía una temperatura muy agradable, con la estufa a leña encendida no se sentía nada de frío, además de unos traguitos encima, pero cuando iba al patio, hacía un frío enorme, y más encima tuve la ocurrencia de ponerme un vestido. Ismael, entretanto, les mostraba las fotografías de nuestro viaje cuando una amiga preguntó quién era ese guapo de la playa, le dije que me lo mostrara, y cuando vi la foto no pude creerlo, era Matt. Se me encogió el corazón y me di cuenta que en cosas mínimas su recuerdo se hacía presente. Le dije a mi amiga que no sabía quien era, que había salido sin querer en aquella foto, y ella me respondió que si en realidad lo hubiéramos conocido, nos habría pedido su número de contacto, ya que era un verdadero manjar. También me dijo que se alegraba por el cambio de Ismael, ya que físicamente estaba espectacular, y en lo que respectaba a su carácter, se veía distinto, más amigable y no tan serio.
Me alegré mucho cuando lo mencionó. Después agregó, guiñándome el ojo, que agradeciera que estuviera casado conmigo, porque tanto al "guapo de la playa" como a mi esposo ella se los habría devorado al mismo tiempo. No pude aguantar la risa, le respondí que era una golosa y una fresca. En realidad, aquella fue una noche de lo más entretenida.
Al cabo de un momento, me aparté del grupo, me fui al bar que teníamos en un rincón de la sala, y ahí me quedé mirando a mi marido como charlaba animadamente con nuestros amigos. De repente, me di cuenta que tenía en mis manos las fotografías de nuestro viaje. Empecé a mirarlas una por una hasta que llegué a la foto donde aparecía Matt; a pesar de que no estaba en esta casa, no sabía cómo se las ingeniaba para que su recuerdo estuviera siempre latente.
La admiré fijamente y me senté en una silla que estaba en el bar, cerré mis ojos y al abrirlos me encontré en aquella playa, donde habíamos hecho el trío. Empecé a caminar tranquilamente, hasta que escuché unos quejidos, entremedio de unas rocas. Mi curiosidad fue mayor y terminé dirigiéndome hacia allá. Me asomé con mucha cautela y vi a una pareja haciendo el amor desenfrenadamente.
No me preocupé de ver sus rostros, solo me encantó ver aquel espectáculo. De pronto, sentí mi nombre en los labios de aquel hombre, fijé mi vista en él y no pude creerlo, era Matt quien le hacía el amor a esa mujer, pero me estaba nombrando a mí y tenía mis bragas en su mano. «¿Qué es esto, Dios?», pensé. De golpe abrí mis ojos y desperté bruscamente de aquella pseudo pesadilla, y muy asustada. Todo había sido un sueño, pero parecía tan real. Agitada y nerviosa vi a Ismael acercarse a mí.
—¿Qué pasa, amor? —preguntó.
—¡Nada! Creo que me quedé dormida sin querer.
—Parece que tuviste una pesadilla.
—Algo así, pero estoy bien, no te preocupes.
—Yo te voy a hacer olvidar la pesadilla que tuviste.
Le sonreí. Así que se dio la vuelta, entró en el bar y me besó. Mis amigos estaban muy entretenidos conversando y tomando unos traguitos. Ismael empezó a bajar de a poco, subió mi falda, mientras lo miraba sorprendida y avergonzada, pues seguramente alguien se iba a dar cuenta en cualquier momento de lo que estaba pasando entre los dos, pero a mi esposo no le importó.
—¡Ismael, no seas loco y desubicado! —exclamé muy nerviosa.
Él no dijo nada, solo sonrió maliciosamente y continuó. Su lengua me tenía loca, la movía de una manera exquisita, y luego con sus dedos ya dentro de mi "Rosita"… ¡Dios!... Era la primera vez que mi marido se comportaba tan osado, sin importarle nada ni nadie, y eso me enloqueció, pero me sentía tan nerviosa de que alguien nos pillara… No dejaba de observar a nuestros amigos, pero ellos seguían divirtiéndose, y no notaron que nosotros estábamos en "esos menesteres".
Un instante después, Ismael se levantó, me tomó de las manos, me paró de la silla y se puso detrás de mí. Me levantó aún más el vestido, me sacó las bragas y creo que se las guardó en uno de sus bolsillos del pantalón. Al segundo sentí la punta de "Nachito" cerca de "Rosita", y sin darme cuenta ya estaba dentro de mí. Era lo más osado que habíamos hecho hasta entonces con Ismael, porque lo del callejón no había sido nada en comparación a esto. Mi esposo estaba enloquecido, demasiado excitado, tanto que me lo hacía un poco más fuerte cada vez; casi se me sale un quejido fuertísimo; en realidad, era grandioso hacer algo así con todos los presentes, parecía que estuviéramos grabando una escena de alguna película pornográfica. De pronto, dos amigos nos miraron a la distancia y nos hicieron señas, nosotros hicimos lo mismo.
Ismael siguió y me dijo al oído:
—¿Te gusta? Esto te hará olvidar tu pesadilla.
—Sí, es muy osado, pero increíble. Sigue y no pares —pedí muy excitada.
—Con gusto. Hace rato que te tenía ganas.
—¡Oh! ¡Qué rico se siente!
—Sí, muy rico, mmm...
Prosiguió hasta que inesperadamente vino a mi mente la escena de la playa, en ella vi como Matt nos miraba y seguía haciéndoselo a su amiga. Era como si se juntaran dos mundos en uno. Ismael me volteó e hizo que bajara para hacerle sexo oral. Se lo hice en forma suave y masturbándolo de a poco. Después lo saboreé por todos lados, hasta que de pronto acabó dentro de mi boca.
—¡Hey! Ustedes dos, ¿qué están haciendo? —dijo, de repente, una amiga...

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