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El Despertar de Rosita © - Cap. 17

Capítulo 17


—¡Espera amor, salgo de inmediato! —respondí muy angustiada.
—¡Te espero afuera! No te demores, Ana Rosa, por favor —agregó mi esposo con verdadero enfado.
Sentí que se cerró la puerta del baño, mientras que Matt todavía me tenía pegada contra la pared.
—¡Suéltame! ¡Me tengo que ir! —espeté muy enojada.
—Solo dos minutos me bastan para hacerte mía; además, sería una buena despedida, ¿no crees?
—¡Eres un psicópata desquiciado! ¡Suéltame te digo!
—¡Ja, ja, ja! Pero te encanta este psicópata, no lo niegues. Te aseguro que cuando hagas el amor con tu marido, pensarás que me lo haces a mí, y que cuando lo beses, sentirás que estás besando mis labios y probando mi lengua. Estás impregnada de mí, sentirás mi aroma en todas partes, porque ya eres mía por completo —expresó, riendo, hasta que fugazmente me volteó.
No quise mirarlo, sus palabras en mí habían dado en el clavo. Por ende, miré al piso avergonzada, mientras me cogía con sus dos manos de las mejillas y me besaba, mordiéndome los labios.
—Bueno, es hora de despedirnos, quiero que leas este papel cuando te encuentres sola —dijo, guardándolo en uno de los bolsillos de mi chaqueta.
—Lo leeré, pero ahora, por favor, devuélveme mis bragas —exigí muy seria.
—Ni lo sueñes —me las mostró, sosteniéndolas en una de sus manos—, esto se queda conmigo para recordarte en mis noches ardientes.
No dije nada, no había caso con este hombre. De pronto, Matt abrió la puerta del baño y me dejó salir, lo miré fijamente y corrí hacia afuera. Cuando vi a Ismael que me esperaba muy serio y con cara de pocos amigos, sudé de puros nervios. No había nada por hacer, él ya se había dado cuenta de todo. Seguro lo había visto entrar al baño y pensó que estábamos los dos allí y coludidos para una despedida como dos amantes.
«¡Dios, ayúdame a encontrar las palabras adecuadas, por favor!».
—¿Me puedes decir qué mierda te pasa? —formuló muy enojado.
—Ismael, yo...yo… —No podía dejar de tartamudear.
—¿Yo qué? Ya no sacas nada con ocultarlo.
—¿Ocultar qué, Ismael?
—Simple, Ana Rosa, te dio miedo volar y ahora le temes a los aviones. Pues, lamentablemente, mi distinguida señora, es la única manera que tenemos de volver a casa. Así que ¡súbase al avión! —expuso, pero riendo.
Pobre Ismael, si supiera la verdad… Pensaba que me daba miedo volar y allá dentro estaba Matt, quien hace dos minutos intentó follarme. Mi esposo me tomó de la mano y nos dirigimos a abordar el avión. Inesperadamente, me volteé y de reojo vi a Matt, mirándonos a la distancia, mostrándome mis propias bragas, besándolas después y guardándoselas finalmente en el bolsillo de su pantalón. Esa fue nuestra “particular” despedida.
Me giré con rapidez, ante todo preferí ver a mi esposo, quien me sonrió. Cerré los ojos de manera fugaz pensando en lo tonta que era, porque no podía dejar de sentir pesadumbre por ese policía desgraciado, cuando la verdad, me había logrado sacar un gran peso de encima.
Nos subimos al avión con rumbo a Chile, le dije a mi esposo que iba a escuchar música todo el camino, pero que quería ir al baño nuevamente. Él se hechó a reír y me respondió que no había problema, pero que evitara demorarme tanto, porque pronto iba a despegar el avión. Entonces, fui al baño y le puse pestillo. Estaba ansiosa, así que saqué el papel que había escrito Matt y comencé a leerlo.
Quiero decirte que eres una mujer realmente exquisita, siento que estoy lleno de ti. Además, deseo dedicarte una canción que escuché en la radio y me encantó. La canción se llama "Siempre, siempre" y los cantantes son Albano y Romina Power. Solamente te dedico las frases que él dice, porque estoy seguro que las frases que canta ella son para mí.
Bueno, te deseo un buen viaje de regreso a tu país, dejándote besos en los labios y en todo tu rico cuerpo.

¡No podía creerlo! Cómo se atrevía este patán a escribirme todo eso. Era un sinvergüenza y un aprovechador. ¿Creería el muy desgraciado que iba a confiar en sus palabras? Pero solo por mera curiosidad, igual iba a escuchar la canción que supuestamente me dedicó.
Guardé el papel, salí del baño y me dirigí a mi asiento.
—Amor, ponte el cinturón de seguridad —me advirtió Ismael.
—Enseguida. Voy a escuchar un poco de música, sino te importa.
—Claro que no, y yo a dormir un rato.
Busqué las canciones en mi móvil, me puse mis audífonos y empecé a escuchar música de cuando era adolescente; heavy metal de preferencia; y elegí oír mi canción favorita, "Unforgiven" de "Metallica"; me encantaba ese grupo. Recuerdo que estaba enamorada de su vocalista, James Hetfield.
¡Qué lindos recuerdos tenía de aquella época!
De pronto, me acordé de dicha canción, la que el policía me había dedicado, y como el avión tenía Wi-fi, empecé a buscarla, hasta que la encontré y la escuché. Le puse mucha atención a la letra, y de verdad este Matt era un verdadero loco si pensaba que le iba a creer que me dedicaba esas frases que decían más o menos así:

Cómo pretendes que te busque menos, cómo intentar escapar de ti, si donde esté, eres dueño de mí.
Cómo pretendes que te busque menos, cómo luchar contra la pasión, dueña de mí y de mi corazón.
Siempre, siempre, siempre, siempre tú. En la mente insistente tú. Y yo quiero amor, yo siempre, tengo ganas de ti.
Como pretendes que te quiera menos, como cambiar este corazón. Tú para mí sigues siendo pasión…

Ese Matt era un oportunista y un engreído, ¡qué rabia me daba! Preferí cambiar la canción y disfrutar mi música. Todo el viaje estuve en ello y solo a ratos dormía, al contrario de mi esposo que durmió casi todo el trayecto. Pero el cansancio me venció, lo que me llevó a soñar que Matt me cantaba esa canción.
De pronto, sentí que me llamaban, me parecía que era la voz de Ismael, así que abrí los ojos, y efectivamente era mi esposo que trataba de despertarme, me dijo que volviera a colocarme el cinturón de seguridad porque ya iba aterrizar el avión. 
Pensaba en mis amigos, en Lucas, en Gloria y en Sara, si supieran la aventura que viví… Seguramente Lucas y Gloria se emocionarían, y quizás hasta me apoyarían, en cambio a Sara no le gustaría para nada esta historia. Tengo que confesar que me encantó este viaje y mucho más esta aventura, pero por sobre todo aquel policía. Matt tenía razón, ya sentía su aroma. Creo que realmente todo su ser se quedó en mí.
Bajamos del avión, hicimos todo lo que teníamos que hacer en el aeropuerto y después nos fuimos al auto que nos estaba esperando, menos mal que el dueño era un amigo de Ismael, mi esposo lo había llamado por teléfono antes de venirnos a Chile, para avisarle que nos fuera a buscar. Era fantástico. Muy pronto ya estaríamos en mi ciudad amada, Valparaíso.
Durante todo el trayecto me sentí muy cansada. Quería llegar a mi casa, dejar todo e irme a dormir. Por ende, no hablé casi nada. Entretanto, Ismael me tenía abrazada y me besaba la frente cada cierto tiempo, creo que él tampoco tenía ganas de hablar. Por fin llegamos al “Puerto de mi amor” y seguimos viajando rumbo a nuestra casa, solo faltaban minutos para que estuviéramos en ella.
Frente a nuestro hogar, Ismael sacó el equipaje y fue a despedirse de su amigo. Unos minutos después, entramos a la casa, dejamos nuestras maletas en el living y subimos al segundo piso, a nuestro dormitorio. Mi esposo me anunció que se iba a bañar y yo le dije que me acostaría y que quizás dormiría un ratito. Por su parte, dijo que saldría, pero que regresaría con algo rico para comer. Lo noté poco convincente. Lo miré y le iba a preguntar qué tenía que hacer, pero preferí decirle:
—Te espero, entonces. —Incrédula, sin saber por qué.
La verdad, no tenía ganas de discutir.
Ismael entró al baño y yo me estiré en la cama, miré el reloj, eran las 17.15 horas, por lo que puse la alarma en mi celular, quería descansar una hora. Sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida. No sentí cuando mi esposo salió del baño y tampoco cuando se fue. Al cabo de una hora desperté. Estaba sonando la alarma, la apagué y me levanté. Me fui a duchar, salí del baño, me puse un pijama porque sentí bastante frío y miré por la ventana, afuera llovía muy fuerte. Me preocupé por Ismael porque no llegaba, así que decidí  encender la estufa a leña para temperar la casa. «Cómo extraño Miami», pensé.
Llamé a Sara a la peluquería, pero no me atendió nadie. Tal vez, con esta lluvia todos se habían ido a su casa, y la verdad, ella era muy comprensiva, aparte que no le gustaba el invierno y nos decía que en esta época de frío prefería cerrar temprano. Un ratito después, me fui a sentar en un sillón que estaba cerca de la estufa, para pensar en todo lo mágico que viví en Miami. Sí, debo asumirlo, aquel policía me marcó de una manera impresionante, porque no podía sacármelo de la cabeza, sobre todo aquello que me dijo e hizo. En estos momentos tenía unas ganas locas de verlo para que me abrazara y me besara como lo había hecho en la playa, y como cuando estuvimos juntos aquella noche.
Repentinamente, sentí una mano en mi hombro y me sobresalté, alcé la vista y era mi marido.
—¡Ismael, me asustaste! —exclamé con una mano en mi pecho.
—Perdona que te haya asustado, parece que estabas en otro mundo.
—La verdad sí, recordaba nuestro viaje y ese rico calor que hacía allá, comparándolo con nuestro regreso al invierno, con frío y lluvia. Me da un poco de nostalgia.
—Tranquila, amor, en unos días se te pasará. Mira, traje unas pizzas de camarones, tu preferida.
—¡Ay! ¡Qué rico, mi amor! Gracias, voy a preparar café. Una pregunta, ¿por qué te demoraste tanto en venir?
—Eeeeh, lo que pasa es que me encontré con un compañero de trabajo y nos pusimos a conversar y no me di cuenta del tiempo. Por eso me demoré, pero ya estoy acá —me explicó algo nervioso.
—Y ya que estás acá, lleva las pizzas a nuestra habitación por mientras yo llevó el café. ¿Puedes?
—Claro que sí. Está calentito acá, no se siente el frío —dijo, cambiando el tema de nuestra charla.
Después de haber comido y haber tomado café, nos fuimos a dormir. Nos quedaban pocos días de descanso.
Pasaron dos días y la verdad, me sentía triste y apagada. El aroma de Matt me seguía a todas partes y no me gustaba esa sensación. Creo que fui muy débil de carácter y por eso el "hizo y deshizo" conmigo, pero lo hecho, hecho estaba, y no había vuelta atrás para arrepentimientos.
Ismael lo había notado, me preguntaba continuamente qué me pasaba y yo le decía que nada, y le daba un beso para tranquilizarlo. Hasta que una noche llegó con una bolsa, cuando por mi parte miraba la televisión en el living.
—¡Buenas noches, amor!
—Buenas noches. ¡Qué vienes emocionado! —dije, sonriendo.
—Sí, tengo una sorpresa para ti, apaga la televisión.
—¿Qué pasa? ¿Por qué tanto misterio?
—Aguarda, coloco este cd de música y estoy listo. La dejé con la canción que quiero que suene. No hagas nada. Ahora, espera un poco —me anunció y fue directo al cuarto.
No entendía nada, ¿qué iba a hacer Ismael? Se demoró un poco, y cuando dijo que estaba listo, me pidió que apagara la luz, eso hice, y de pronto empezó a sonar la canción muy sexy de Joe Cocker "You can leave you hat on". De un instante a otro, se encendió la luz y ahí estaba Ismael, disfrazado de policía. ¡No podía creerlo! Empezó a bailar muy sensualmente, pero yo más bien vi a Matt bailándome. Quería decirle que parara con todo esto, que me hacía mal, pero no me lo permití, así que fijé mi vista, además de mi cabeza y mi corazón en mi esposo, y poco a poco ya no estaba Matt allí, su fantasma se había ido.
Ahora era Ismael quien me bailaba y de poco se sacaba la ropa. Me sentí muy emocionada, nunca había tenido un gesto así conmigo, y cuando quedó solamente en boxer y con la gorra de policía, se veía ¡increíble! En un movimiento premeditado se sacó la gorra −tenía mojado su pelo−, agitó su cabeza hacia abajo y la caída de su cabello lo hizo ver imponente y con su barba, ¡ay por Dios! Ya no podía decir nada. Luego, se quitó su boxer y se cubrió con la gorra, y en un momento de la canción, justo casi al final de esta, la lanzó, quedando completamente desnudo y yo muda de solo imaginar la gran noche que se me venía encima.

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